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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Aerotuteo

Este pasado verano contraté un billete de Iberia, con precio de Iberia, para volar al otro extremo de Europa. Luego resultó que el vuelo de Iberia sería operado por Clickair, compañía de low cost. El día en que debía emprender el viaje me trasladé a los mostradores de Iberia, en la terminal 2 del aeropuerto, dado que los carteles de Clickair no aparecían por ninguna parte. Pero los mostradores de Iberia también parecían clausurados, a excepción de uno en el que un empleado informaba, con bastante fastidio, de que Clickair, filial de Iberia, acababa de fusionarse con Vueling, otra compañía low cost, y que por tanto había que hacer la facturación en los mostradores de esta última empresa. Como en los cuatro mostradores de Vueling había decenas de personas aguardando y, además, las máquinas de autofacturación estaban estropeadas o fuera de servicio, tuve que esperar cerca de una hora para obtener el billete de Iberia que había pasado sucesivamente a Clickair y a Vueling.

Todo eso podía soportarse más o menos estoicamente dado los actuales niveles de confortabilidad, esmero y educación en los aeropuertos, sobre todo en verano. Uno ya sabe que tiene que estar dispuesto a viajar en condiciones de extrema penuria, con dos palmos como espacio vital y con gritos de alegres compañeros de viaje que aprovecharán la ocasión para sacar sus cámaras digitales y hacer fotos sumamente originales. Todo eso se sabe. Más incomprensible es que por la megafonía los tripulantes te tuteen: "Ponte el cinturón, no fumes", y las cosas de rigor. El piloto también te tutea, indicándote que te lo pasarás muy bien, aunque luego cierre el pico durante una inacabable zona de turbulencias. Le pregunté a una azafata por qué nos tuteaban si realmente no parecíamos amigos tan íntimos unos y otros. Me contestó que era política de Vueling para hacer más agradable el viaje. El tuteo relajaba mucho. Era un trato moderno. Buen vueling.

Entonces cayó una maleta del sobrecargadísimo maletero y fue a dar directamente a la cabeza de una señora que tenía enfrente. Ésta exclamó: "¡Eso no pasaba ni en los autocares aquellos con gallinas!".

 El País, 19/09/2009

 



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7 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 10. Hitchcock y el austrohúngaro

Todos los directores que hacen un cameo o una pequeña aparición en sus películas imitan a Hitchcock, que hizo de ello un rito infalible, tanto como el de Berlanga al introducir en algún diálogo o parlamento de sus films la palabra "austro-húngaro". Otra cosa son, claro, los directores-actores o con aspiraciones a serlo: Truffaut, que tan mal papel hacía en ‘Encuentros en la tercera fase' (y hasta en ‘El niño salvaje'), Pialat, Joao Cesar Monteiro o, por citar dos casos más próximos y aún en galopante actividad, Fernando Colomo y Antonio Hernández.

Estas cosas suelen iniciarse, y lo sé porque lo he oído de la boca de varios de sus protagonistas, como un juego dentro del aburrimiento obligatorio que -mezclado con los incomparables ‘chutes' de adrenalina- un rodaje implica en las largas esperas del maquillaje o la iluminación.

Cuando el director de ‘El dios de madera' se embarcó en el rodaje de ‘Sagitario' dos queridos amigos más cinéfilos que él, Guillermo Cabrera Infante y su mujer Miriam Gómez, le preguntaron medio en broma si él iba a salir de refilón en el film, como Hitchcock en los suyos; para los tres amigos, Hitchcock ha sido el más grande director de cine de la historia, y la cita o recuerdo parecía un memento debido al maestro. El director de ‘Sagitario' les contestó en serio que no.

Pero luego llegó el rodaje mismo, las esperas, los momentos muertos, la viveza del juego de sus actores, y el director escéptico (o temeroso) de ese juego de auto-homenajes cambió de idea, y una noche, rodando una plano en que Eusebio Poncela y Héctor Alterio salían comentando una película francesa que acababan de ver en una sesión de filmoteca o cine-club, decidió meterse él mismo en el plano, del brazo de María Ruiz, amiga de muchos años y directora de casting de ‘Sagitario'. Sólo unos pocos espectadores minuciosos le descubrieron, fundido entre la figuración.

Al empezar el rodaje de ‘El dios de madera', el director, dado que en el film hay mucha presencia de imágenes secundarias (fotos, filmaciones antiguas, ‘chats' y fragmentos de vídeo casero), jugó con la idea de introducirse trucadamente en una foto de boda significativa en la trama, haciéndose pasar por un hombre autoritario y santurrón: la figura de un ser más odiado que amado. Luego cambió de idea, y una mañana en que le pareció que había pocos figurantes en una escena de salida de misa se disfrazó. Pidió "ropa de derechas" a su formidable equipo de vestuario y, tomando del brazo a una figurante contratada, se mezcló entre los feligreses de la iglesia de San Nicolás, algo lejos del grupo de amigas que también salían de la parroquia, María Luisa (Marisa Paredes), Reme (Lola Moltó) y Chon (Ángela Castilla).

La figuranta desconocida a la que llevaba por el brazo resultó ser una culta, progresista y muy simpática profesora que hacía ese trabajo "for fun" (enseña inglés), y por tanto el director y su pareja representaron en su ligero cameo lo que no eran. Casi fueron actores un minuto.
 

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7 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hacia la subversión

A la manera de la  corrupción política española (caso  Gürtel) que durante meses ocupa una buena parte de periódicos, micrófonos o pantallas, otros países sufren regularmente una tabarra igual. La consecuencia, la paradoja, la ignominia consiste en que estos representantes políticos elegidos para mejorar a la comunidad no hacen sino empeorar las cosas y ofuscar el interés efectivo de la población.

 Afortunadamente, los sondeos van indicando una creciente disposición ciudadana hacia la abstención porque votar estos ejemplares no sería sino celebrar sus estafas, su desvergüenza y su  improductividad. No se trata de  derechas o de izquierdas, en las encuestas recientes, el presidente del Gobierno español, Zapatero y socialista, aparece descalificado por un 61% de la población. ¿Respuesta del partido? Aún quedan dos años y pico para las elecciones y ya se verá después. Pero ya no hay  nada que ver puesto que todo queda resuelto y revelado. Aún reduciendo el Gobierno su flagrante incompetencia en la segunda fase del mandato, no tendrían derecho alguno a ser eximidos de la incompetencia en la mitad anterior. Simplemente, si una gestión (¡de dos años!) se desaprueba por más del 60% del electorado lo consecuente es que desaparezca el  gestor. No es preciso que dimita, basta con que la ley disponga su cese cuando se llega a este nivel de perjuicio general. No sólo no contribuyen estos tipos a mejorar las circunstancias sino que además actúan empeorándolas ¿en nombre de qué deberíamos por tanto soportar su perniciosa continuidad? En nombre de la democracia se dice. De una democracia caduca y anacrónica será, que no sólo no se aviene con los apremios propios de la situación actual sino que encima  opera como el vivero de corrupciones en cadena.

 Políticos de cualquier país e ideología son ya declarados culpables de prevaricación o abuso de poder con insólita frecuencia y, además, condenados a menudo por una justicia que hoy dicta una sentencia y mañana la contraria según las presiones que provengan del poder gubernamental. ¿Puede seguir de este modo un mes, un año, una legislatura más? ¿Se necesita algo más para la subversión?



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7 de octubre de 2009
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III. El viejo olor de la tinta

He pensado más de una vez en una escena que me llena de nostalgia anticipada. El último periódico impreso se ha dejado de publicar en alguna parte del mundo hace ya tiempos. El viejo papel de imprenta ha desaparecido, su tersa textura, el ruido familiar que produce cuando pasamos las páginas, lo mismo que el olor de la tinta. La imagen de un ejemplar descuaderno que arrastra el viento por una calle solitaria. Y los libros, tersos y amables, que se acarician con sensualidad antes de entrar en ellos, idos también.

Y si ya no leeremos los periódicos y los libros de papel, debemos entonces advertir que se trata también de un cambio en los conceptos filosóficos, que tiene que ver con la materia misma, que se gasta, envejece y desaparece, o se recicla,  y con el sentido que tiene la palabra copia, nuestra copia del diario, nuestra copia del libro, que nos pertenece y pertenece a nuestra biblioteca. Se trata de un periódico y de un libro que pueden apagarse, y lo que tenemos en la mano es un receptor flexible conectado de manera inalámbrica a un gran cerebro distante.

Ha ido desapareciendo ya, por otro lado, la diferencia entre original y copia, lo cual viene a ser también un cambio de conceptos filosóficos. Cuando sacamos un documento de la impresora, se trata de un original. Todos son originales, todo se repite con la misma virtud primaria, distinto a aquellas copias borrosas obtenidas gracias al papel carbón, más borrosas mientras más hojas metíamos en el carro de la máquina de escribir, ahora otro artilugio de museo.

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7 de octubre de 2009
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La suerte

"En razón de lo específico de su naturaleza, todos los humanes aspiran al conocimiento". Versión algo libre pero no sesgada, de una célebre frase de Aristóteles mil veces citada, y sobre la cual ahora pregunto: ¿realmente se trata de todos los humanos?  Recuerdo un día de invierno en París en mis años de estudiante. En realidad se trataba del año en el que se decidía mi futuro precisamente como estudiante. Mi principal preocupación  era entonces conseguir sobrevivir y mis incipientes  estudios de filosofía se alternaban con  horas de limpieza de oficinas, encuestas de opinión sobre asuntos tan excitantes como la eficacia de un fertilizante de plantas llamado Valmorin, y esporádicas visitas a un centro oficial ubicado en la  Rue de Valence en el cual- lejos aun los fantasmas del SIDA- sin ningún tipo de control compraban sangre  destinada a transfusiones. Completaban mis jornadas las horas de militancia política, en primer lugar la asistencia a las reuniones de célula en un sombrío local del barrio latino, separado por una estrecha pared del teatrillo dónde entonces se interpretaba una obra de Arrabal, lo que hacía que antiguos militantes comunistas  del campo de Mathausen y en aquellos años parisinos trabajadores de la Renault de Glignancourt, se hallaran familiarizados con textos, ya que no con imágenes, del llamado "Teatro Pánico". 

En el mes de noviembre tuve un examen parcial muy importante, intuyendo que del mismo dependía mi eventual inserción en el mundo del espíritu. Cuando comprobé que la nota era favorable me apresuré a organizar una reunión de celebración con Anne Desbordes, una de mis compañeras de facultad, profundamente devota de la filosofía alemana, pero sobre todo rigurosísima lectora de Nietzsche y de Heidegger. La celebración consistió en una noche de borrachera en  Les Halles, entonces núcleo de la vida popular de París, en cuyos bares- como en el barcelonés Amaya- se entremezclaban trabajadores, golfos, policías y putas. Anne Desbordes  no sólo era melómana,  sino  que tocaba el órgano, de tal manera que la noche  acabó en un anexo de L'Ecole Normale Supérieure, dónde había uno de esos instrumentos, más bien eclesiásticos.

Salí de allí al amanecer y lloviznaba. La noche que acababa de pasar me producía un sentimiento de privilegio. Era casi un milagro que Aristóteles, Nietzsche y la música de órgano hubieran llegado a ser ingredientes normales de una de mis borracheras. No sentí el frío hasta que, caminando sin dirección por el barrio latino, percibí a unos obreros magrebíes, trabajando en lo alto de un andamio. Me di cuenta entonces de que lo que caía era agua-nieve... y que aquellos hombres parecían  tener como destino  exclusivo el trabajar en lugares como aquel, esperando como máximo que las condiciones climáticas mejoraran, o al menos no empeoraran. Lejos quedaba la frase con la que Aristóteles arranca su Metafísica, lejos de aquel andamio en un noviembre brumoso; a sarcasmo podía allí sonar la afirmación según la cual inscrita está en la naturaleza de los seres humanos el deseo de ser lúcidos.

Tantos años después, leo que nos dirigimos hacia una situación social en la que el número crónico de  personas sin empleo se acercaría al treinta por ciento. En la Francia que acabo de evocar apenas alcanzaba el cinco por ciento. Los magrebíes que entonces  se exponían al agua-nieve treinta y cinco horas por semana, se sentirían hoy quizás afortunadas si se renovaran sus contratos en estas condiciones. La vida del espíritu queda aun más lejos...

Y sin embargo, ¿qué otra cosa podemos hacer sino apostar al pensamiento? Sólo este permite que se muestren en toda su ignominia las circunstancias sociales que parecen hacer del arte,  la filosofía y aun de la ciencia (al menos de la ciencia que se niega a ser mero instrumento  de una técnica a su vez al servicio de la economía) una especie de ocioso complemento de la vida seria. Me digo que sólo en la vida del espíritu subsiste algún rescoldo de dignidad y hasta de alegría, pero a la vez retorna como un fantasma la idea de que sólo circunstancias fortuitas, cargadas de buena suerte (aquel examen parisino que podía perfectamente  no haber superado) me han situado en disposición, sino de plantearme estos interrogantes, sí al menos de que tengan el peso decisivo que ahora en mi vida tienen.

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7 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Se va el caimán?

Parece que el caimán se va. Parece que no aguanta más. Parece que los jueces van a mandar al fin mucho más que la amenaza afilada de sus dientes y de su cola. Parece que la ley debe ser finalmente igual para todos y no admite esa excepción que el malbicho viene reclamando indignado para sí desde siempre. Yo no me lo creo. Si el caimán se va es porque le conviene. Se irá, si es que se va, para que no le metan en la jaula, donde moriría corroído por el rencor y la lujuria. Si se va, además, será porque su país, como todo sabíamos, vale mucho más que él y no digamos sus paisanos, uno a uno, velinas y scorts incluidas. El peor de todos, el más sucio, el más corrupto, el más ladrón, se había hecho con el cetro y con el trono. No es la primera vez que sucede en la historia. Ni la última.

Lo peor del caimán, se vaya o siga haciendo de las suyas en el lodazal, es cómo cunde el ejemplo. Sin ir muy lejos, aquí, entre nosotros, donde el lavado por el voto, el derecho a la ocultación y al silencio, o alternativamente la exhibición de la impunidad si se tercia, pueden más que las pruebas, las confesiones e incluso las condenas. Son muchos (partidos políticos sobre todo, pero no sólo: también la dichosa e incivil ?sociedad civil?) los afectados por este berlusconeo indecente, al que acompaña el presagio de reconocimientos y victorias electorales para quien más y mejor ha robado. Tan grave es la inversión moral sucedida, que constituye por si sola una incitación al robo y al delito: cuanto más roben los partidos y cuanto más se salten las leyes más fáciles serán las victorias electorales, por más que dejen algunos pelos de sus bigotes en esta gatera. Quizás se irá el caimán, y si se va respiraremos de alivio y respirarán sobre todo los italianos. Pero su época caimanesca queda, es toda suya.



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7 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hilary Mantel, premio Booker

Hilary Mantel. Foto: Eamonn McCabe. Fuente: The Guardian Aunque los nombres de JM Coetzee y AS Byatt eran los que más sonaban en la prensa, el de Hilary Mantel era el favorito de todos (incluyendo las casas de apuestas que le daban el 80% de favoritismo). La novela histórica Wolf Hall tenía todos los ingredientes para convencer al jurado. Y lo hizo. Ahora, Hilary Mantel es la Booker 2009 y, al parecer, todos quedaron contentos. Dice The Guardian:She was the bookies' favourite, the people's favourite and tonight Hilary Mantel became the judges' favourite as Wolf Hall, her vividly told tale of Tudor intrigue, emerged triumphant at the Man Booker prize. By the end of their three-hour meeting today the Booker judges were split three-two in favour of Mantel's fly-on-the-wall account of the life of Henry VIII's fixer, Thomas Cromwell. Although it was not a unanimous decision, Jim Naughtie, the BBC broadcaster who chaired this year's judging panel, said all five were happy to name it the winner. He said: "Our decision was based on the sheer bigness of the book, the boldness of its narrative and scene-setting, the gleam that there is in its detail." Wolf Hall had been one of the hottest favourites in years with, according to Ladbrokes, 80% of all bets on the winner. Some thought being so heavily backed might even count against it, as no bookmakers' favourite had won since Yann Martel's The Life of Pi in 2002. The prize seemed to follow the script, which read: it is Mantel's year and about time too. She is one of the most highly regarded and under-rewarded ? in terms of prizes ? novelists working in Britain today, and it surprised many that this was her first time on the Booker shortlist. She admitted to the Guardian this week that winning "would provide freedom from having to win the Booker". The novelist was given the trophy at London's Guildhall, along with a £50,000 cheque and a guaranteed leap in worldwide sales. Her victory is all the more impressive because this year's shortlist was widely seen as one of the strongest in years and included former winners JM Coetzee and AS Byatt.



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Pandemia y detergente

Persigo ?sin éxito? un pomo de detergente para fregar esos vasos marcados por la grasa y las huellas dactilares, que ya no ceden ante el agua sola y el trapito. Tras el jabonoso líquido, he caminado hoy parte de La Habana, pues los anuncios televisivos nos llaman a aumentar la higiene ante el avance del H1N1. Sin embargo, la alerta provocada por la epidemia no ha hecho que en las tiendas rebajen los productos de limpieza, ni siquiera el costo de un simple jabón que equivale al salario de toda una jornada de trabajo. En lugar de eso, ha ocurrido lo contrario. El colapso de las importaciones se hace más notable en aquello que sirve para bañarse o desinfectar. La voz del locutor nos llama a lavarnos las manos frecuentemente, usar pañuelos cuando estornudamos y mantener una buena higiene personal, pero la realidad nos obliga a la cochambre. Faltan los tapabocas, el agua corriente en muchas casas, la simple tenencia de una vitamina C con que fortalecer el organismo y la limpieza en los sitios públicos. La llamada ?gripe porcina? tiene, así, un terreno propicio donde propagarse. Mientras avanza en nuestros barrios, los medios oficiales mantienen su parquedad y no mencionan las escuelas cerradas, los sitios en cuarentena y los hospitales repletos. Esta ilusión de paraíso nos está matando. Este querer aparentar que vivimos mejor y que nuestras estadísticas se desmarcan de la media mundial, no logra esconder la fragilidad de nuestra sociedad ante una epidemia que exige recursos materiales en manos ciudadanas. Si enjabonarse el cuerpo o tener un poco de alcohol para esterilizar las manos se convierten en lujos, ¿cómo vamos a detener la pandemia que ya tenemos encima? Si ni siquiera llegó la cuota de jabón de septiembre al mercado racionado, cómo es posible que en la tele se convoque a la higienización sin aludir a la base material para lograrla. ¿Es qué no habían notado antes que nos estábamos hundiendo en la mugre? Tenían que hacer estragos la conjuntivitis, las diarreas y los virus para que repararan en que la sanidad no es solamente la de bata blanca y estetoscopio, sino que comienza en las calles, en la recogida de la basura, en las duchas de las casas y en esa madre que no puede fregar el plato donde comerá su hijo.



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Escolios de un deslumbrante desconocido

 

 

 

No suelo cumplir las promesas pero hoy me siento un traidor a mí mismo y cumpliré una que por aquí dejé comprometida hace unos días. Cité un escolio de Nicolás Gómez Dávila. Ilustre desconocido para el crítico José Miguel Oviedo- uno de los pocos que señaló su importancia- e ignorado para casi todos. Repetidas gracias sean dadas a la editorial Atalanta que nos acerca a éstos pensamientos críticos de un colombiano culto, enciclopédico, voraz lector y minucioso escritor. Uno de los más extravagantes e indefinibles escritores, "el solitario de Dios" como lo define Franco Volpi en su prólogo tan esclarecedor para conocer mejor al raro Gómez Dávila.

La "biblioterapia" como forma de vida. La inteligencia como arma contra toda modernidad. Al margen de la democracia- "solo la muerte es demócrata"- reaccionario con rasgos de aristócrata liberal, creyente, católico- "el catolicismo es mi patria"- tan lejos de nosotros y sin embargo tan cerca. "Los hombres son menos iguales de lo que dicen y más de lo que piensan". Desde hace días es mi lectura de cada noche. Como la oración de cuando fuimos pequeños.

De él ha dicho Àlvaro Mutis que es "un territorio celosamente conservado en la penumbra. Y Gabriel García Márquez, refiriéndose a sus diferencias irreconciliables, casi lamentándose de sí mismo: "Si no fuera de izquierdas, pensaría en todo y para todo como él". Y Junger, otro admirable raro del siglo XX, dijo que era "una mina para los amantes del conservatismo". Creo que es una mina para todos. Al menos para los que aún sean capaces de dudar. Creo.

Aquí algunos de sus escolios:

 

"Los Evangelios y el Manifiesto Comunista palidecen; el futuro está en poder de la Coca- Cola y la pornografía"

"Las ideas confusas y los estanques turbios parecen profundos"

"La idea inteligente produce placer sensual"

"El placer es el relámpago irrisorio del contacto entre el deseo y la nostalgia"

"La posteridad es cena de pocos invitados.

Con pocos anfitriones"

"El optimista acaba viviendo de mal humor"

"Errar es humano, mentir democrático"

 

"Escribir corto, para concluir antes de hastiar"

 

 



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6 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Vacilación

Edward Roper, un científico británico, está decidido a cambiar de bando y poner todos sus conocimientos al servicio de los soviéticos. La prensa, los altos cargos del servicio de inteligencia británico y el Parlamento se preparan a darse un festín en el que "la seguridad nacional", "el amor a la patria" o "la honestidad", "la traición" y la "doble militancia" van a convertirse en los platos estrella del menú. Sin embargo, por encima de todo ello hay una mente pensante a la que no le gusta ni imaginar toda la basura que va a salir a la superficie cuando estalle el caso Roper. De manera que traza un doble plan. En primera instancia se trata de traer de vuelta al presunto traidor vivo o muerto, y de ello se encargará Denis Hillier, un viejo espía que gracias a este último acto de servicio se ganará el derecho a retirarse con una pensión mínima y que a duras penas si le dará para pagarse un asilo de jubilados. El plan se basa en la negativa del científico traidor a ser repatriado, razón por la cual Hillier no tendrá más remedio que eliminarlo.  En cuyo momento, y aquí entra en juego la segunda parte del plan, un asesino a sueldo se encargará de Hillier y todos contentos.

                Acantilado ha elegido como portada de su edición un detalle de La cocina de Pulcinella, de Tiépolo, probablemente con intención de alertar al lector de que se dispone a comprar una obra bufa. En la contraportada se habla claramente de una "auténtica caricatura del género de espionaje". Y algo hay de eso, aunque también habría que prevenir al lector de que se está llevando a casa una tragedia grotesca en la que, llevados a situaciones límites, todos los personajes deben asumir sus respectivos destinos (por descontado que apocalípticos).

                Como es propio de la comedia bufa, todos los actores van profusamente disfrazados y, atrapados entre sus propias mentiras y las de los demás, actúan a la desesperada y sin más horizonte que su salvación. Y quién tiene tiempo para la moral, el altruismo o la amistad cuando está en juego la propia vida. Es decir que todos son unos miserables y nada sale como estaba previsto, por lo que la trama se adentra en el juego de las traiciones y engaños tan  habitual entre espías. La irrupción de un gigantesco traficante internacional llamado Theodorescu y su mano derecha, una bellísima hindú de nombre Diva, son los agentes propiciadores de un crescendo de situaciones imposibles aderezadas con unas dosis bastante satisfactorias de asesinatos, emociones y sexo.

                Sé que es una sugerencia imposible de poner en prácticas, pero creo que, puestos a dar pistas al posible lector, la editorial debería animarle a sobrellevar con paciencia una primera parte mal escrita, pesadísima y que, debido a las notorias diferencias de técnica y estilo, incluso parece un añadido. Como si el editor inglés, al leer el manuscrito, hubiese llamado a Burgess para decirle: "Anthony,  tu novela es fantástica pero queda algo corta. ¿No podrías añadir 70 u 80 páginas para  justificar que la vendamos a 20 €? "

                La solución elegida por Burgess es una suerte de informe que Hillier le escribe a su jefe aunque varias veces se lamenta de que éste no lo vaya a leer nunca, por razones no especificadas. Pero le ha salido un pegote "anovelado", pues se trata de un informe que se parece demasiado a una novela o una novela que sufre de todos los males inherentes a un informe. Con el agravante de que ha sido colocada en el arranque de la obra. Es una lástima y recomiendo vivamente saltársela sin más. Primero porque, insisto, es una pesadez. Y segundo porque, salvo por unos pocos detalles iniciales , no es relevante para la narración en sí.  

                Pero quien no se desanime ante semejante entrada, o quien opte por leerla un poco en diagonal y sin dedicarle más allá de diez minutos, apenas entrar en la Segunda Parte tiene reservado un regalo impensable. Se trata de una competición gastronómica entre el malvado Theodorescu  y Hillier, que ya nos ha sido presentado como aquejado de dos males crónicos: la glotonería y la satiriasis. Y si durante la competencia pantagruélica con el traficante se da cumplida muestra del primer mal, gracias a Diva, la hindú ayudante de Theodorescu y experta en Putam (una técnica erótica oriental  que reduce el Kama Sutra a una horterada para dependientes del Corte Inglés) alcanzamos a comprender en la práctica lo que Burgess entiende por sufrir de satiriasis. Son veinte o treinta páginas disparatadas, repletas del mejor humor inglés y con metáforas tan afortunadas como la sustitución de la palabra "penetración" por una detallada enumeración de todos los acorazados, destructores, dragaminas y paquebotes de la armada inglesa que atraviesan tan disputado estrecho, pero ahora veo que, fuera de su contexto, la broma pierde gran parte de su hilaridad. O sea que mejor leer la secuencia completa, entre otras cosas porque detrás de semejante entrada, todo el resto de la novela se lee con sumo gusto e interés.

 

Vacilación

Anthony Burgess

Acantilado



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6 de octubre de 2009
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