Víctor Gómez Pin
"Hay que compadecer al poeta, no guiado por Virgilio alguno, que ha de atravesar los círculos de azufre y lava, y arrojarse al fuego que cae del cielo, para llevar consigo habitantes de Sodoma". ( À la Recherche du Temps Perdu, La Pléiade, Paris 1987, vol III , p. 711)
"Un pequeño cambio en la letra que acarrea un cambio inmenso en la vida de miles de compatriotas". Así se expresó el presidente del gobierno español el 30 de junio de 2005, tras ser aprobada por el Parlamento la ley que reconocía la unión civil de personas homosexuales. España se unía así a una lista minoritaria de países (en aquel momento cuatro en todo el mundo) que daban ese salto fundamental. Recuerdo que entonces una diputada de PP (Celia Villalobos) tuvo la decencia de romper la disciplina de voto para mostrar su disconformidad con una segregación atroz. Sea cual sea el credo político de cada uno, hay que agradecer la valentía política del gobierno de Zapatero, pero una cosa es la normalización jurídica y otra muy diferente la normalización en el lenguaje y las costumbres. Los textos literarios que sustentan esta reflexión datan de un siglo atrás, pero estoy seguro que al lector les seguirán pareciendo de punzante actualidad.
El libro del que se extraen, À la Recherche du Temps Perdu produce en ocasiones en el lector el sentimiento de tener exclusivamente como objeto la exploración de un mundo de ocio y de vacuidad (que sin duda sirven paradigmáticamente para mostrar que el mundo social y natural sólo es para el lenguaje ocasión del propio despliegue). Sin embargo en este libro se encuentran algunas de la páginas más lúcidas- y en ocasiones más terribles- respecto a las confrontaciones del hombre con el mal, el mal inevitable, del que el amor da tantas veces testimonio, y el mal quizás contingente, generado por la ceguera, la cobardía y a veces las más atroces pulsiones contra el otro; pulsiones no precisamente animales, sino cabalmente humanas pues con matriz en el lenguaje y el espíritu. Páginas tremendas sobre la guerra, la servidumbre, el dinero, el racismo o la fobia contra la homosexualidad…quizás sobre todo esta última. Transcribo pues una serie de párrafos, antes de lo cual una precisión: en el conjunto de las páginas de Proust sobre el tema (no tanto en los párrafos aquí transcritos) la terminología misma utilizada (vicio, inversión, normalidad, etcétera) es susceptible de ser juzgada hiriente y desde luego anacrónica; piénsese sin embargo en que constituye la única usual y que resultaba inteligible entonces…y no sólo entonces. La ley del gobierno Zapatero ahorra parte pero no suprime ese "sufrimiento inútil de seres humanos" a la que el jefe de gobierno se refería. En cualquier caso , un siglo atrás, por su condición de homosexual y judío (en la Francia del affaire Dreyfus) Marcel Proust sabe perfectamente lo que es anidar el sentimiento profundo de un doble estigma.
Repudiar a su Dios
"Raza sobre la que pesa una maldición, y que debe vivir en la mentira y el perjuro, puesto que sabe que se considera punible y vergonzoso, inconfesable, ese su deseo, que constituye para cada criatura la mayor bondad de la vida; raza que debe renegar de su Dios, puesto que de ser cristianos, cuando ante el tribunal comparecen como acusados necesitan, ante el Cristo y en su nombre, defenderse como de una calumnia de lo que es su misma vida. Hijos sin madre, a la cual han de mentir incluso llegada la hora de cerrarle los ojos" (Edición citada, III, p.16)
La piedra del molino
"Sólo un honor precario, sólo una libertad provisional en espera del descubrimiento del crimen; posición social siempre inestable, al igual que ese poeta, la víspera agasajado en los salones, aplaudido en los teatros de Londres, es expulsado al día siguiente de todo cobijo, sin encontrar almohada en la que repose su cabeza, haciendo como Sansón girar la piedra del molino y exclamando como él:
‘Los dos sexos morirán separados’
excluidos incluso, excepto en los días de gran infortunio en los que la mayoría se agrupan en torno a la víctima, como los judíos en torno a Dreyfus, de la simpatía- a veces de la sociedad- de sus semejantes en los que generan fobia al ver su propio ser reflejado en un espejo" (III, 17)
Coartada
"Y buscando, como un médico busca el apéndice, la inversión hasta en la historia, se complacen en recordar que Sócrates era uno de ellos, como los Israelitas dicen que Jesús era judío" (III,18)