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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Tras el mal

No me canso de repetirme y de repetir a los demás que "no hay mal que por bien no venga". El mal viene solo la mayoría de las veces pero contra esa jactancia se alza la opción de sacarle provecho a la contrariedad. Los espacios que el mal abre sin buena intención no son, en la mayoría de los casos, sepulturas sino grandes o imprevisibles oportunidades de sorpresa y gozo. Contra la cara oscura que trae el mal el rostro más allá con una inesperada estampa soleada. No es sólo se trata de un consejo consolatorio, Diría que se acerca a las hechuras de la máxima verdad, tan rotundas como perfumadas y  mágicas.



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12 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Más sobre Saturno y sus nietos

No había leído enteras las ?Memorias de un guerrillero cubano desconocido? cuando escribí hace una semana acerca de un libro, ?Un asunto sensible. Tres historias cubanas de crimen y traición? (Mondadori), que se convertirá en trascendental para entender la Cuba de los Castro. Tenía la idea que me habían suministrado algunos adelantos en blogs cubanos y el mensaje e mail que me mandó su autor, Juan Juan Almeida, desde La Habana, en el que pedía que lo leyera y le diera mi opinión. Ahora ya lo he leído entero y he podido hacerme una idea del valor del libro y del testimonio que nos da su autor, miembro de la nomenclatura castrista hasta hace pocos años y ahora declarado y tratado como un paria por sus propios ?compañeros? de antaño, hasta el punto de que le impidieron asistir a las exequias oficiales por su padre, el comandante de la Revolución Juan Almeida, fallecido el pasado 11 de septiembre y le impiden también salir de Cuba como es su deseo y le aconsejan sus médicos para tratarse de una grave dolencia.

Las memorias de Juan Juan documentan a la perfección la tesis del libro de Miguel Barroso. La Revolución devora a sus hijos y si estos se ponen a resguardo, como supo hacer astutamente el comandante Almeida, entonces se zampa bonitamente a sus nietos. No estamos hablando de una entelequia: los saturnos devoradores y hambrientos que tan bien encarnan a la quimera de la transformación radical son los hermanos Castro, dictadores de uno en uno, en ocasiones al alimón, y en complicidad siempre, mientras les dure el cortijo en el que son dueños únicos y sin discusión. Almeida era el teórico número tres, y Juan Juan era como un hijo más para Raul Castro, y sin embargo queda bien claro que allí no hay instituciones ni gobiernos, ni partido ni reglas de juego, ni amigos ni familias: sólo manda Fidel y en su lugar Raúl, su hermano, un gobierno de los hombres y no de las leyes iguales para todos, que es la definición más sutil de la dictadura. Si Fidel se nos aparece directamente de interrogador y de testigo en el libro de Barroso, es Raúl quien lo hace en el de Almeida, y con palabras tensas, cargadas, evocadoras de hechos trascendentales, quizás los más trascendentales de la historia de la dictadura: ?Ahí donde estás sentado estuvo sentado Ochoa y por no decirme la verdad mira lo que pasó?. Arnaldo Ochoa fue fusilado en 1989, el año de la caída del Muro, sin que nada sirviera para ablandar a los Castro: su condición de general, sus numerosos servicios al castrismo, sus actuaciones militares en Africa y los honores recibidos como Héroe de la Revolución. Más bien al contrario: sabiendo de su formación militar en la Academia Frunze de Moscú, su perfecto dominio del ruso y su conocimiento de la evolución de la vida soviética con Gorbachev, es muy probable que todos sus méritos no fueran más que agravantes de la acusación fabricada por el régimen ?tráfico de drogas y corrupción? con la que se le condujo al paredón. Nada que ver con el caso de Juan Juan. Está claro que si Raúl le interroga es porque es de la familia y porque los hermanos están en todo y se ocupan de todo: a fin de cuentas, suyo es el entero cortijo. Y está claro también que iba a despojarle de todos los privilegios y castigarle, pero sin tomarse la molestia de juzgarle o encarcelarle. Aunque vamos a ver qué sucede a partir de ahora si nuestro amigo habanero sigue protestando, resistiendo y molestando como está haciendo. En todo caso, además de su valioso testimonio sobre cómo se trata a las familias de la nomenclatura cuando van mal dadas, Juan Juan ha producido ya en su libro una de las mejores descripciones sobre cómo es el ?hombre nuevo? creado y criado por el castrismo. Veamos: ?Yo soy sólo un ser humano que se crió y formó entre corruptos, inmodestos y modernos corsarios que jugaron a ser estrictos, sencillos y guardianes del honor, pero olvidaron callar frente a los niños. Porque ese niño creció admirando esos vicios heroicos y vandálicos que apologetizaron nuestros líderes haciéndome ver que el asalto a un cuartel, en un país con leyes, puede ser una cosa justa. Haciéndome ver que subvertir países con ideas extranjeras, usando métodos ilegales, era algo necesario. Haciéndome ver que los problemas del Estado se solucionan más fácilmente si ahuyentamos a nuestros propios ciudadanos. Haciéndome ver que repudiar, desprestigiar, pisotear, golpear, escupir o encarcelar era una buena opción para aquellos que no piensan como el sistema exige. Haciéndome ver que el pueblo es una masa amorfa y lejana a la que se tiene en cuenta desde un estrado para elogiarla un poco, azuzarla otro tanto y luego regresar al aire acondicionado. Me hicieron ver tantas y tantas cosas que terminé confundido como millones de cubanos que no sabemos la diferencia exacta entre el bien y el mal. Nunca lo interioricé porque ser guerrillero encerró mucho placer, hasta que un día, y así comienza mi libro, mi historia, y mi novela, se me vino el mundo encima?. (Enlaces: con Nietos de saturno, con el editor de Juan Juan Almeida.)



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12 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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A través del espejo (3)

“Hay un viejo dictum que siempre me ha parecido uno de los más superficiales e idiotas, producto de alguien que visiblemente no era un novelista”, sostiene Juan Gabriel Vásquez en El arte de la distorsión. Y ese dictum es el siguiente: ‘Escribe sobre lo que conoces’.

Escribir sobre lo que ya sabemos equivale a contemplarse en un espejo. Y no en un espejo extraño o deformante como los de las ferias, ni tampoco en uno que invite a atraversarlo como aquel tan caro a Lewis Carroll, sino en un espejo convencional, de esos que se rompen si uno los embiste, y que nunca nos devuelven otra cosa que los rasgos que ya nos sabemos de memoria. Cuando lo que uno debería hacer cuando se lanza a escribir es, por supuesto, todo lo contrario.

         En uno de los capítulos más lúcidos de su libro, aquel que tituló Literatura de inquilinos, Vásquez sostiene que la mejor carta con que cuenta un escritor es, más bien, su desconocimiento. “… El verbo inventar viene del latín invenire, que significa ‘encontrar’”, dice, lo cual torna inevitable la conclusión: el oficio de escritor “consiste precisamente en buscar”.

         Por supuesto, esto no significa que un escritor tenga prohibido hablar de sí mismo. (Nadie escribe por otra razón que su propio deseo, ni de otra cosa que no sean sus obsesiones.) Ni que haya que evitar referirse a circunstancias familiares, o cuanto menos que le resulten conocidas. Lo que marca la diferencia es la actitud con que se narra. Aun cuando vaya a contar la historia de alguien que se le parece mucho y que atraviesa una situación idéntica a la suya, lo primero que hace el escritor genuino es tratar de perderse. Renuncia a lo familiar, se desprende de sus seguridades, extravía bastones y muletas, se desinstala, abandona (aunque más no sea metafóricamente) su hogar, porque sabe que no producirá nada valioso a no ser que escriba desde un lugar (del alma, pero lugar al fin) que le resulte terriblemente incómodo.

Por eso se procura un espejo roto, dañado o mal hecho, que le permita desconocer la imagen que lo mira. Y se lanza a narrar la aventura de ese extrañamiento. Porque el escritor de verdad, y por extensión el artista, nunca habla de lo que sabe. ¿Cuál sería la gracia de escribir si uno sólo fuese a dar cuenta de aquello que ya tiene claro?

Vásquez cita una frase de Philip Roth en la novela llamada (del modo más oportuno) Deception, que abre una posibilidad inquietante. Al decir que la vida es “ficción ligeramente torcida”, Roth parece sugerir que nuestras vidas son el espejo que distorsiona, y que la ficción es más bien la imagen original, clara y distinta –el ideal platónico que embarramos a diario.

De cualquiera de los dos modos (leamos de izquierda a derecha o de derecha a izquierda), lo que resulta indiscutible es que vida y ficción sostienen una relación especular; y que preguntarse por qué creamos –y por ende por qué leemos- se parece mucho a preguntar no sólo por qué vivimos, sino además por qué decidimos seguir viviendo.

 

(Continuará.)



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11 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Arquitectura de la urgencia

Click here to view the embedded video. En la madrugada quitaron los primeros ladrillos de la tapia exterior, para venderlos ?cada uno? a tres pesos en el mercado negro. Como una legión de hormigas, los más pobres de la zona tomaron la vieja fábrica clausurada y comenzaron a desmontarla. En la esquina unos niños vigilaban por si la policía se acercaba, mientras los padres cernían el residuo de los escombros para extraer recebo. Las hábiles manos tumbaban durante el día y acarreaban en la noche, esos materiales de construcción que les permitirían levantar sus propias casas. Después de tres semanas, de las enormes naves techadas sólo quedaban el suelo y unas columnas que se erguían en el vacío. Todo lo que se podía usar había sido trasladado hacia territorio de necesidades, había pasado a fomentar la arquitectura de la urgencia. En una isla donde adquirir cemento, bloques o acero es comparable a conseguir un poco de polvo lunar, destruir para edificar se ha convertido en una práctica común. Hay especialistas en sacar intacto un ladrillo de barro después de ochenta años incrustado en una pared, peritos en despegar los azulejos de una mansión demolida y diestros ?deconstructores? que extraen las vigas de metal de los derrumbes. Usan lo rescatado para crear su propio espacio habitable, en un país en el que nadie puede comprar ?legalmente? una casa. Sus ?canteras? principales son aquellas viviendas que se han venido abajo o los centros laborales que la desidia estatal abandona durante largos años. Caen sobre ellos con una eficiencia en el despojo que ya quisieran tener los adormilados albañiles que laboran por un salario. Entre estos diestros recicladores, algunos han muerto al desplomarse un techo o al caer un muro que habían agujereado demasiado en su base. Pero de vez en cuando la suerte también les sonríe y encuentran una taza de baño sin rajaduras o un tomacorriente que ?en la prisa? los dueños de la casa derruida no pudieron llevarse. A kilómetros del sitio del saqueo, una pequeña morada de lata y zinc comienza a cambiar lentamente. Le han añadido las baldosas del edificio que se desplomó en Neptuno y Águila, un pedazo de la reja exterior del palacete abandonado en la calle Línea y hasta un vitral arrancado de un convento en la Habana Vieja. Dentro de este hogar, fruto del pillaje, una familia ?igual de saqueada por la vida? sueña con la próxima fábrica que desmantelarán y cargarán sobre sus hombros. * Poema “Plan económico” de Amaury Pacheco, leído por el autor.



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11 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿A quién molesta este Nobel?

No por lo que ha hecho, sino por lo que hará. No como un reconocimiento, sino como un compromiso. Ni como un laurel, sino como una carga. Así lo ha entendido el premiado, que recibió la noticia con un discurso en el que transfirió todo el mérito del premio a las ansias que tiene el mundo por contar con unos Estados Unidos que hagan avanzar la paz y el desarme. No suele suceder en la historia de los Nobel de la Paz, que sirven para reconocer méritos efectivos y tangibles, no meramente potenciales o intencionales, en algunos casos por encima de la categoría moral de quienes los han conseguido. Gracias a este sistema, hay en la lista de galardonados algunas personalidades que bien pudieran haber comparecido también ante un tribunal internacional por crímenes de guerra.

El jurado, fiel a la tradición del premio, quiere galardonar a quienes se han esforzado por evitar o terminar guerras y conflictos armados, han construido organizaciones internacionales para mantener la paz y han privilegiado el multilateralismo. Los dos presidentes norteamericanos en ejercicio que lo han recibido, Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson, no eran precisamente unos pacifistas, pero el primero vio premiados sus esfuerzos para poner fin a la guerra entre Japón y Rusia entre 1904 y 1905, y el segundo por sus famosos Catorce Puntos, principios regidos por la idea de un orden internacional justo, en el que las naciones se autodeterminarían libremente, con los que se puso fin a la Primera Guerra Mundial. Un tercer presidente, Jimmy Carter, lo recibió en 2002 por su mediación en conflictos, pero el jurado reconoció que sus mayores méritos habían sido los acuerdos de Camp David, de 1978, entre Egipto e Israel, si bien no se le pudo premiar entonces debido a un problema burocrático y fueron nominados en cambio el presidente egipcio Anwar el Sadat y el primer ministro israelí Menajem Begin. Nada de esto ha conseguido todavía Obama. No es extraña la estupefacción. Destaca, sin embargo, la lista de los indignados por el premio, mezclados enemigos y adversarios de todos los extremos, desde los talibanes y Hamás hasta los halcones israelíes, los amigos de Aznar y Bush, neocons, teocons y cons. Luego está la lista de los escépticos, encabezada por Obama mismo. Sabe que no se lo merece y que deberá esforzarse por merecérselo. Sobre todo porque las cosas no le van nada bien. Tiene muchos frentes abiertos y todavía no ha cosechado ni un resultado. Ha esmaltado sus nueve meses de presidencia con bellos discursos, quizás los más bellos discursos jamás pronunciados por un presidente norteamericano, pero necesita con urgencia que empiece la cosecha en alguno de estos pedregosos campos donde ha labrado y sembrado. Este premio puede ayudarle, pero también dañarle. Es un aguijón. Y una amplificación todavía mayor de su proyección internacional, además del reforzamiento de esta marca tan potente. Pero también una elevación sideral de las expectativas y, en consecuencia, de las posibilidades de decepción y de fracaso. Lo peor sería que se lo creyera. Que se diera por satisfecho con la que ha hecho hasta ahora. Nadie se lo perdonaría. Ni él mismo.



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10 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Prostitutas

 

 

            Primero fue la calle de la Ballesta, luego Montera, después o al mismo tiempo la Casa de Campo, pasando por las dudosas sombras del Parque del Oeste, etc. etc. Prostitutas a la intemperie con tanga y botas altas y carne de gallina por el frío. Las veía de todas las clases y colores cuando atravesaba la Casa de Campo para ir a la radio hace unos años. Me incomodaba mucho verlas y sobre todo verlas al mismo tiempo que el taxista. A veces pasábamos en silencio entre aquel bosque de carne  comentando el asunto como si fuésemos dos antropólogos en la selva del vicio. Y siempre acabábamos diciendo lo de "pobres mujeres". Más o menos el mismo sentimiento de rechazo y aprensión tuvimos, por la misma época, un grupo de escritoras y periodistas en la Zona Roja de Ámsterdam, en que se agolpaban gigantescos corrillos de hombres frente a los famosos escaparates, algunos simplemente para reírse de las prostitutas. Recuerdo que a una de las nuestras, demasiado sensible al tema, le afectó tanto el ambiente que se puso enferma y tuvimos que llevarla al hotel. Pobres mujeres, repetíamos abriéndonos paso por aquel botellón del sexo. Aunque, si no nos ponemos paternalistas, tendríamos que reconocer que estamos cansados de ver a pobres mujeres arrastrando las bolsas de la compra desde un mercadillo en el quinto pino para ahorrarse dos euros en la fruta, o a esas africanas que tienen que ir a buscar agua a varios kilómetros mientras sus hombres están untándose barro en el poblado, o niñas de diez años cuidando de una caterva de hermanos.

Es curioso que estos ambientes que los hombres buscan para alegrarse la vida tengan un aire tan tristón y deprimente. Hay algo muy amargo en la mirada de la prostituta de calle, que tal vez no sea tan evidente en la de lujo. Prostitutas sí, no putas. La palabra prostituta es más clara en el sentido de compra-venta de un servicio que la de puta. "Puta" ha sido y es un insulto terrible, lanzado como un misil para castigar la falta de obediencia de la mujer y su derecho a usar su cuerpo como le dé la gana. Puta puede ser cualquiera que se salga de los límites que le han marcado. La palabra puta ha servido para arrinconarnos en un sentimiento pudibundo, y esto es algo que algunas generaciones hemos llevado grabado a fuego en nuestra conciencia y nos ha quitado vida.   

Pero volvamos a la Casa de Campo, donde casi siempre detrás de las pobres mujeres había una cola increíble de coches. Sucedía a las tres de la tarde, hora de estar comiendo, por lo que alguno que otro haría tiempo hablando con su esposa por el móvil: pues aquí estoy esperando en la cola del bufé.

            Ante esta apabullante visión un taxista filósofo me explicó que los hombres tienen una sexualidad muy, muy complicada. Le pregunté qué quería decir con eso. Pero se limitó a cabecear muy serio mientras me devolvía el cambio y a repetir: muy complicada. Mejor dejarlo ahí, mejor no saber más. Parecía que sus palabras le daban otra trascendencia al putiferio de la Casa de Campo, como si las pobres mujeres fueran imprescindibles para que los hombres no se volvieran locos. Al mismo tiempo todo el mundo se quejaba de que mientras los niños hacían deporte se tropezaran con culos al aire y preservativos. Normal. No queremos que nuestros hijos piensen que también ellos están condenados a ser unos repugnantes salidos que se encontrarán con una prostituta o un chapero en cualquier árbol, calle, portal o pared.  La pregunta es ¿qué se hace con estos hombres de mente complicada? Y otra ¿quiénes somos para negarle a una mujer u hombre su libertad a la hora de elegir cómo ganarse el sustento? Y otra ¿qué hacemos con unos políticos que cuando no saben qué hacer para solucionar un problema no hacen nada? Las distintas corrientes manifiestan una buena empanada mental en esta cuestión y quizá es uno de los pocos casos en que las posiciones se cruzan sin orden ni concierto. Demasiadas consideraciones morales para acabar cogiéndosela con papel de fumar. Lo que no se puede negar es que la prostitución existe y que es un negocio. Como negocio, no estaría mal que la empleada del sexo pagase sus impuestos igual que la señora que trabaja en una fábrica. Y por supuesto su regulación exigiría un mayor control sanitario. Desde luego el no legalizar esta extendida y demandada práctica no va a acabar con el tráfico de mujeres, ni con las mafias, ni con la esclavitud sexual. El no hacer nada no va a solucionar nada. Una diputada de CIU dijo a modo de explicación "es una cuestión muy compleja". Ya lo había dicho el taxista.



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10 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Edición definitiva de Lampedusa

Fuente: aphorismos "Deseo que se haga cuanto sea posible para que se publique el Gatopardo (el manuscrito válido es el que figura en un solo cuaderno grande escrito a mano)". Así lo dejó escrito Tomassi Filipo de Lampedusa. Sin embargo, su deseo no puedo ser cumplido sino hasta el 2002 en Italia. Y ahora, Edhasa publica la edición definitiva en castellano. ¿Habremos leído otro Gatopardo? ¿Qué tan notables son las diferencias? Dice El País:Es el El Gatopardo tal y como lo quería su autor, el príncipe siciliano Giuseppe Tomasi de Lampedusa. No hay duda, ya que dejó escrito los planes para su única novela. "Deseo que se haga cuanto sea posible para que se publique el Gatopardo (el manuscrito válido es el que figura en un solo cuaderno grande escrito a mano)". Así se lee en una carta testamentaria de mayo de 1957, que envió dos meses antes de morir de un tumor. Lo explica su sobrino e hijo adoptivo, Gioacchino Lanza Tomasi, en el prólogo de la nueva edición del clásico que acaba de publicar Edhasa, que revisa la traducción de Ricardo Pochtar de 1986 a partir de la edición canónica fijada en 2002. La gran novedad es precisamente el prólogo, en cuyas páginas Lanza Tomasi describe el periplo de la novela, que su autor nunca vio publicada (...) La versión editada con esmero por Bassani fue la oficial durante diez años, y la que leyó el cineasta Lucchino Visconti cuando en 1963 la inmortalizó en la gran pantalla. El Gatopardo, coronada como un clásico de la literatura, está ambientada en 1860, durante el desembarco en Sicilia de Garibaldi y los convulsos años de la unificación de Italia. Pero sobre todo narra el ocaso de la aristocracia (a la que pertenecía el propio Lampedusa), ante el empuje incontenible de la burguesía. Ese fue el texto oficial hasta que en 1968 el catedrático Carlos Muscetta la puso en tela de juicio. Había localizado "centenares de discrepancias -algunas notables-" entre el manuscrito final que dejó escrito Lampedusa en 1957, antes de morir, y el texto impreso. Con todo -advierte Lanza Tomasi- "no modificaban sustancialmente la obra".



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9 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Herta Muller, Premio Nobel de Literatura 2009

Herta Muller. Fuente: La Jornada Ahora nadie puede dudar de que en la hermética Academia Sueca existen filtraciones. Como lo comenté antes en Moleskine Literario, apenas se supo que el jueves 8 se declaraba el premio -es decir, que ya había ganador- Herta Muller subió en las apuestas del puesto 50 al 7. Y luego al 5. The Literary Saloon, que fue el primer blog en alertar el subidón de Muller, empezó a recibir correos desde direcciones suecas (dicen los chismes) para saber de dónde salió el dato. En fin, un Premio Nobel políticamente correcto otra vez, eurocéntrico otra vez, compensatorio otra vez (¿empezará una alternancia hombre-mujer?) Sin embargo, Andrea Jeftanovic comenta en su FB que la autora es extraordinaria. Habrá que averiguarlo. Aquí la reacción de Herta:La Premio Nobel de Literatura Herta Müller se ha declarado sorprendida por el galardón y ha dicho que de momento se ha quedado sin habla aunque espera recuperarla a más tardar el 10 de diciembre, cuando sea la premiación en Estocolmo."Estoy sorprendida y todavía no me lo puedo creer. De momento no puedo decir más", dijo Müller en una primera reacción difundida por su editorial alemana Hanser.Ya antes, al recibir la noticia a través del secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund, la escritora había dicho que se había quedado muda pero prometió a su interlocutor que recuperaría el habla para el 10 de diciembre.El director de la editorial Hanser -el editor, ensayista y poeta Michael Krüger- dijo, por su parte, que con Herta Müller había sido premiada una autora que "veinte años después del fin de la guerra fría insiste en mantener el recuerdo del lado inhumano del comunismo"."Su gran trabajo de duelo literario es un ejemplo impresionante de una literatura europea comprometida que, con agudeza analítica y precisión poética, hace presente nuestra historia", agregó Krüger.



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9 de octubre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Uso y cambio

Tal como ocurre con otros artículos del mercado, hay autores que poseen un gran valor de uso y un bajo valor de cambio O al revés. Nietzsche o Kafka por ejemplo poseen un alto valor de cambio: son citados mil veces. Sin embargo, un filósofo que ha enseñado tanto como Ortega y Gasset ha tenido escaso valor de cambio, sólo se le cita de vez en cuando ahora y hace unos años nada. A Andrés Trapiello se le cita a menudo como protagonista de la autoficción en las lizas del valor de cambio y, sin  embargo, es desproporcionadamete bajo el número de sus  lectores. Lo mismo le pasa a Oscar Wilde. Los autores prefieren disfrutar del valor de cambio puesto que así se vuelven populares y logran visibilidad  pero los lectores gozan con los de valor de uso puesto que son ellos con quienes comunican en silencio e intensidad,  se solazan sin interferencias y conversan o copulan íntimamente.



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9 de octubre de 2009
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Diario de rodaje 11. ‘Chafandín’

Hace dos años empecé a tomar notas y escribir pequeñas viñetas para un libro que algún día, espero, terminaré, y de terminarlo a mi gusto saldría bajo el título de ‘Palabras que mi madre decía'. Mi madre era de Valencia, y hablaba corrientemente el catalán valenciano con sus hermanos, sus padres y mi padre, que había nacido en Sueca, pueblo natal de dos glorias literarias del Antiguo Reino, el versificador sicalíptico y sainetista Bernat i Baldobí, autor de ‘El virgo de Visanteta', y el gran ensayista Joan Fuster. Mis hermanos y yo, todos nacidos en distintos pueblos de la comunidad valenciana, no aprendimos sin embargo la lengua vernácula, que en Alicante, ciudad en la que fuimos creciendo, apenas se oía (y menos, en época de Franco, se podía leer o estudiar).

Pero en el habla diaria de mi madre el valenciano, con sus modismos impuros y su contaminación castellana, salía a relucir frecuentemente. Doy dos ejemplos culinarios. Hasta que, a la edad de 16 años, llegué a Madrid para estudiar en la Universidad Complutense, yo no sabía de la existencia de la zanahoria y el mejillón, que en mi casa eran conocidos como la carlota y la clóchina. Y los casos se multiplican para los términos domésticos, burlescos o invectivos. Recuerdo algunos favoritos, que figuran con su glosa o su episodio novelesco en ese futuro libro sobre el vocabulario de mi madre: badulaque, cagapoquitos, leja.

El personaje de María Luisa en ‘El dios de madera' no está, ni de lejos, basado en la persona de mi madre, que nació casi cuarenta años que la María Luisa de Marisa Paredes y tuvo una historia, una educación y una vida completamente distintas a las de la actriz madrileña y la dueña ficticia de la boutique ‘Mavi'. Aun así, y espero que no sólo como homenaje filial, el modo de hablar de María Luisa (no de Mavi, que "hablaba distinto", como dice el guionista de la película) recoge palabras que mi madre decía, y una de ellas, "chafandín", adquiere en la historia de las relaciones de los cuatro personajes centrales relevancia. Es, de hecho, la última palabra que se escuchará en la banda sonora.

¿Y qué es un chafandín, se preguntarán los muy jóvenes o los no nacidos en esta zona? Para saberlo tendrán que ir a los diccionarios, o, si tienen más empeño, ver la película, pues allí, en un momento especialmente inspirado de la actriz Marisa Paredes, su personaje da la pertinente interpretación del término.

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9 de octubre de 2009
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El Boomeran(g)
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