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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Eduardo Chirinos, Premio Generación del 27

Eduardo Chirinos. Fuente: la otra revista Hoy desperté con una noticia feliz. Mi admiradísimo amigo Eduardo Chirinos ha ganado el XII Premio Internacional Generación del 27 que se otorga en España con el poemario Mientras el lobo está. La dotación económica es de 20,000 euros y entre los anteriores ganadoras están Jaime Siles con 'Himnos tardíos', Luis Muñoz, con 'Correspondencias' Juan Antonio González Iglesias con 'Un ángulo me basta', o Benjamín Prado con 'Marea Humana'. El jurado coincide que este año el premio ha sido especialmente reñido. Dice la nota:Caballero Bonald manifestó que "este libro trae una nueva sabia léxica, sobre todo, a la trayectoria de los premios", al tiempo que apuntó que "tiene una forma de traspasar la experiencia vivida a la experiencia del lenguaje que me resultó desde un primer momento muy atractiva". "Yo me congratulo, como creo que le ocurre al resto del jurado, de que el premio haya recaído en un libro realmente importante", apostilló. Por su parte, la directora del Centro Cultural Generación del 27, Aurora Luque, apuntó en rueda de prensa que le sorprendió el libro "por las ideas germinales que el poeta utiliza para construir los poemas", al tiempo que apuntó que "tiene muy buenas ideas de partida". "Es un libro reflexivo, en algunos momentos es metapoético; se ve la relación con otros poetas, se ven en sus lecturas, pero en un nivel vivencial, no es un libro culturalista", indicó Luque. Además, apuntó que "tiene una sorprendente resolución formal, no es el típico libro, con los ritmos a los que estamos acostumbrados a la poesía última española, parece que los autores del otro lado manejan otro tipo de sonoridades del lenguaje". (...) Al acto del fallo del XII Premio Internacional de Poesía Generación del 27, asistió también la diputada del área de Cultura y Educación, Susana Radío, quién señaló que el éxito de la convocatoria y prestigio del premio "no es sólo por la dotación económica, --que tiene una aportación de 20.000 euros--, sino también contribuye a ello la composición del jurado, que lo forman diferentes personalidades del mundo literario, el propio editor y la directora del Centro Cultural". Entre los miembros de este jurado se encuentra, José Manuel Caballero Bonald, Jesús García Sánchez, Luis García Montero, Julia Ochoa, Julia Varela o Aurora Luque. En total, fueron 118 los aspirantes que han presentado sus obras inéditas, y que proceden entre otros lugares, de Elche (Alicante), Murcia, Valencia, Sevilla, León, Málaga, Lima, Missoula (Estados Unidos), Córdoba (Argentina) o San Juan (Puerto Rico).



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6 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Oratorio

Se amenazan unos a otros con "tirar de la manta" cuando no directamente con poner en marcha el ventilador, que "salpicará a todos de mierda". También nos dicen que levantarán las alfombras o dejarán al descubierto las cloacas que se ocultan bajo la superficie. Hay quien va más lejos en el dominio del lenguaje y asegura que el adversario, a poco que se equivoque, se "quedará con el culo al aire". La llamada vida pública está llena de individuos que se presentan como políticos pero hablan como matones dispuestos a ajustar cuentas por cosas que ellos saben y los demás desconocemos. En medio de la confusión hay dos aspectos llamativos, estrechamente conectados entre sí: el clima de sospecha generalizada y el tono utilizado para difundirla.

La sospecha es como la carcoma: actúa lentamente, pero sus consecuencias son irreversibles. A este respecto, los partidos políticos han jugado con fuego y han acabado quemando su crédito entre los ciudadanos. Durante años han alternado, a conveniencia, su punto de mira con relación a la moral democrática. Por una parte, cuando convenía a algún partido, levantando las suspicacias, como en la conocida insinuación de Pasqual Margall sobre el cobro de comisiones en la etapa anterior a su presidencia; por otra, olvidando rápidamente estas suspicacias con un pacto implícito de las fuerzas políticas, tal como, en efecto, sucedió con aquella denuncia, ni sufientemente investigada ni suficientemente desmentida, La acumulación de la sospecha acaba por obstruir el funcionamiento democrático, con los ciudadanos sumidos en la desconfianza y los responsables políticos en el acorralamientos.

De ahí el tono actual: gentes que proclaman la inocencia propia y la culpa de los demás ante un público de descreídos. Los ciudadanos sabemos poco de lo que sucede y ha sucedido, en parte por la opacidad de las instituciones, en parte por nuestra apatía. Sin embargo, lo poco que sabemos no nos gusta. Sospechamos demasiado como para sentirnos tranquilos acerca de la salud de nuestra democracia. Pero no creo que mejore el clima de confianza con arengas patibularias en las que, a falta de otros recursos oratorios, se recurre al idioma excremental de los sainetes de poca categoría. Además todas esas expresiones de patio de colegio, o de cárcel, se parecen demasiado a las de las transcripciones que nos toca leer cada día de las conversaciones telefónicas de los corruptos. Ellos también se amenazan unos a otros con tirar de la manta o salpicarse de mierda. Señores representantes de la ciudadanía, si quieren hacer un servicio a la democracia, digan de una vez la verdad. Pero ni griten.

El País, 31/10/2009


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6 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Crecer de golpe (3)

Por supuesto que las polémicas son necesarias, y más aún en un país tan hipócrita como el nuestro. Pero habiendo tantos temas que sería imperativo discutir, ¿por qué embarcarse en discusiones que no llevan a nada? "Conservadores" versus "vanguardistas"... ¿Me están hablando en serio? Las únicas vanguardias que modifican algo son aquellas que operan sobre el cuerpo central de un movimiento cultural o político, y el cine hace ya mucho que quedó relegado a los márgenes. En su forma tradicional (el concepto mismo de ‘film' o ‘película', la exhibición, el modo de leer la obra, su impacto social), el cine todo, y muy en particular el cine que se concibe como pura expresión artística, ha resignado el lugar de relevancia que ocupó durante tantas décadas.

Hoy en día, cuando la corriente nos lleva a la playa de la narrativa sobre soportes electrónicos (TV, internet, teléfonos, pero también e-Books con todas las -novedosas- potencialidades que ofrecerá al -nuevo- lector ), el cine está en trámite de convertirse en apenas un río más de los muchos que vierten sus aguas en el océano de la narrativa visual. En el mejor de los casos, alguna de sus películas obtendrá la misma relevancia de una buena novela: ni más ni menos. Pero aunque le echemos dentro el vino más fresco, nada cambiará el hecho de que el odre que lo contiene -la forma novela, la forma film- es ya viejo y nunca desandará el tiempo.

Lo cual despoja a los cineastas de la posibilidad de reírse de los novelistas. Tanto unos como otros están abocados a formas venerables del arte. (Venerables, por cierto, en el mismo sentido en que son venerables los ancianos de la tribu.) La muestra más palmaria de hasta qué punto el formato cine se volvió conservador por definición está a la vista en la obra de los ‘vanguardistas' del cine argentino de hoy, que en su mayoría refritan búsquedas formales que ya transitaron en su momento -y con muchos mejores resultados, habría que decir- los cineastas de los años 60. Parece irónico, pero es literal: los jóvenes viejos de hoy son mucho más viejos que los de la época de Rodolfo Kuhn.

         ‘Cineasta de vanguardia' ya es un oxímoron. Cuando la presunta vanguardia sólo llega a la familia y los amigos (lo cual incluye a los amigos que escriben las críticas en los diarios y también a los que forman parte de los comités preseleccionadores de los festivales, por cierto), ya no es vanguardia. Es apenas una de las formas más irrelevantes de la política cultural, aquella que se convence de que ocupar ciertos espacios equivale a obtener una preminencia que están lejos de tener en la vida real. (El problema estalla cuando el artista empieza a creerse lo que los medios dicen de él. Y se torna grave, hasta límites terminales, cuando el hecho de resultar consagrado en medios tan comerciales como políticamente reaccionarios no le suena a contradicción, ni lo mueve a cuestionarse si algo no olerá a podrido en Buenos Aires.)

Las seudo vanguardias también funcionan como una forma poco ortodoxa de terapia, apuntada a convertir las inseguridades en marca de personalidad. Sirven para que alguna muchachada se codee satisfecha, sí, en el más puro estilo futbolero del nosotro somo lo má mejore y la tenemos más larga, pero por cierto, no para construir una obra trascendente. Cosa que, por cierto, están mucho más cerca de tener aquellos que habrían resultado agredidos aquella noche en Villa Ocampo (Martínez, Birmajer, y más aún Martini) que los presuntos agresores.

         Esta es otra de las marcas distintivas de las verdaderas vanguardias: distinguir claramente quiénes constituyen sus verdaderos adversarios, y dirigir sus energías en esa dirección.

Parafraseando a Kundera: la vanguardia está en otra parte.

 

(Continuará.)

 

 



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6 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Jet lag

El jet-lag es la áspera huella que deja el viaje, a menudo trasatlántico. El mar debiera ser, en este caso, un plasma que facilitara la circulación, suavizara la estructura personal y colaborara en su ensamblaje pero, al contrario, el salitre que se va rozando en el viaje oceánico termina descargando sobre el cuerpo una garra tan imprecisa como tenaz. No se piensa, por tanto, con la posible fluidez de antes, no se mueve el cuerpo con transparencia alguna sino que una impertinente arenisca de amargo sabor  determina tristemente casi todas las horas del día. No todas porque de repente ocurre, arbitrariamente, como si el cuerpo, liberado, emergiera o como si una casualidad sin fundamento propiciara una breve fuga del martirio  y las fuerzas motoras ganaran  por unos momentos su normalidad. Pero se trata, tan sólo, de un pequeño intervalo. A continuación, reaparece el adusto jet lag que asombrosamente demuestra haberse instalado en el organismo con enorme arraigo y desprende una  mancha de dolor descolorido o rancio malestar de naturaleza por lo demás anacrónica en esta  era del viaje, las grandes tecnologías de la telecomunicación y la soleada contemporaneidad de los infinitos vuelos. Un anacronismo que delata la deprimente incapacidad humana para resolver los males de una enfermedad tan frecuente como desarrapada y tan  inconsecuente con la aparente dulzura que se espera obtener de frotarse con el cielo. 



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6 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sobre la pena de telediario

Sin gloria de telediario no hay pena de telediario. Esta pena no la sufren los seres oscuros y desconocidos. Alguien podría construir una ecuación: cuanta mayor ha sido la exposición de alguien en los telediarios, mayor es la pena que sufre esta persona cuando aparece esposada y transportada por la policía en el telediario.

¿Totalitaria la pena de telediario? En ningún otro país como en Estados Unidos tiene tanta vigencia la pena de telediario. Estrellas cinematográficas, cantantes, deportistas y políticos, desde gobernadores hasta congresistas, aparecen de vez en cuando esposados ante el juez, deslumbrados por los flashes y apretujados por los periodistas. La justicia totalitaria es secreta y opaca. Se detiene, juzga y ejecuta en silencio. Se solicita a las cámaras sólo para lo imprescindible. Pero el grueso del procedimiento penal se produce en los sótanos, en habitaciones aisladas y de paredes espesas, para que arriba no se oigan los gritos de horror de los condenados. Hay casos especiales, es verdad, en los que se combina el arcaico ejercicio de ejemplaridad pública con la fría actuación de la maquinaria totalitaria. Por ejemplo, las ejecuciones en los estadios chinos o iraníes, por tiro en la nuca o por la grúa convertida en horca. Pero ahí no hay pena de telediario. Los reos llegan al cadalso después de que ya se les ha extraído cualquier asomo de dignidad y de vergüenza. Estamos ante la pura amenaza colectiva. También hay el delito de telediario: ocuparlo hasta convertirse en su propietario. De todos los telediarios. Quien lo comete es quien más puede temer que algún día le llegue la pena de telediario. No sucederá: pero por si acaso, el mayor delincuente de telediario, Berlusconi, de vez en cuando regala a los periodistas con el gesto sarcástico de mostrarse como si estuviera esposado ante ellos. Activa así la imaginación y recuerda que ésta es la mayor pena que se le podría infligir. Pero también actúa como una carcajada y un exorcismo para que no suceda.



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6 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Al otro lado del espejo

Tomando una copa en el bar del hotel Intercontinental de Bombay, me encuentro con un joven escritor indio. Ha estado en la conferencia que di en el Pen Center por la mañana y la sorpresa inicial de aquel encuentro -Bombay debe tener unos veinte millones de habitantes- se disipa al momento porque  en realidad son escasos los sitios donde se puede tomar una copa y hacer un poco de vida nocturna tal como la conocemos en Occidente. Por la tarde estuve en un viejo restaurante parsí del centro, un restaurante con lentos ventiladores en el techo, vagamente lisboeta, de comida deliciosa y condimentada, que le recuerda a uno constantemente que está al otro lado del mundo.

Ahora, el escritor indio, algunos amigos y yo estamos en la terraza del hotel y hace un calor sofocante y húmedo, una niebla sórdida de polución que se levanta como una amenaza oscura. El novelista me habla de algunos autores hispanoamericanos a los que ha leído en inglés y me sorprende que los conozca. En la India, la literatura hispanoamericana es apenas un eco extraño donde reverberan los nombres de algunos escritores del Boom, Gabriel García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes... sobre todo el primero. El escritor indio hablaba con entusiasmo de la literatura hispanoamericana y en esa erudición había también una cierta sensación de estar acercándose a través de un espejo a una misma realidad que se basa, curiosamente, en el mutuo desconocimiento.  Es cierto, le reconozco que, salvo que sean más bien británicos, son pocos los escritores indios que he leído. Hablamos un buen rato de nuestros países (aquí yo debía suplir «país» por continente, para que la semejanza sea proporcionada: La India es un subcontinente con 21 idiomas oficiales) y vamos comprendiendo nuestras realidades tan similares: la desigualdad social, la endeblez democrática... pero sobre todo una literatura rica en busca de afirmar su identidad. Aunque creo que en eso los indios nos llevan ventaja. En el vuelo que me trae a Zurich, cruzando el corazón mismo de la noche euroasiática, me dispongo a leer a un nuevo (para mí) autor indio: Kunal Basu. He traído algunos libros para conocer mejor ese inmenso, complejo y fascinante país que desafía cualquier descripción.



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6 de noviembre de 2009
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I. El regreso de los invisibles

¿En qué momento los militares cambiaron de ideas y se convencieron de las virtudes del orden constitucional? ¿Cuándo decidieron que era necesario dar paso a la democracia y renunciar a los golpes de estado? Por lo menos desde la elección del presidente Raíl Alfonsín en Argentina en 1983, parecía que se habían vuelto invisibles en todo el continente, y que de verdad estaban de regreso en sus cuarteles, de donde no saldrían nunca más.

Todo se había vuelto miel sobre hojuelas, y como por arte de una lobotomía frontal, la vieja doctrina que los situaba como árbitros permanentes del poder parecía borrarse, y en uno y otro país, fuera el Caribe o el Cono Sur,  los comandos supremos y los estados mayores conjuntos proclamaban su obediencia al poder civil.

            Eran los mismos generales y almirantes que antes habían ocupado los palacios presidenciales, o que habían decidido quién debía ocuparlos; habían salido de las mismas academias de guerra, se habían entrenado gran parte de ellos en la Escuela de las Américas en Fort Gullick, en la Zona del Canal de Panamá, pero de pronto parecían renunciar a su pasado y adherían a las elecciones libres, al respeto de los períodos presidenciales establecidos en las constituciones, a la obediencia.

Hasta que de pronto sonó el primer pistoletazo.

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6 de noviembre de 2009
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La hora de los niños

Nunca me he beneficiado de una hora feliz, etílicamente hablando, y eso que las descubrí muy pronto. Las ‘happy hours' -sigo hablando etílicamente- son un invento del gremio de hostelería británico, que ya se sabe lo sufrido que es, luchando toda su vida contra unas normas que hasta hace poco tiempo les forzaba a dispensar las bebidas alcohólicas en horas fijas, como de consulta, y casi se diría que con receta. Aún hoy, liberado el límite temporal de sus ancestrales restricciones, el pub inglés sigue teniendo algo de dispensario; la cantidad de alcohol es medida por el barman con la misma cautela y el mismo rigor que el practicante pone para darte una inyección o extraerte la sangre del análisis.

    Viviendo yo en Londres de joven me llamaba la atención ver en algún bar del centro, sobre todo en Saint Martin´s Lane, una calle de pubs y teatros próxima a Trafalgar Square, el anuncio de las ‘happy hours', y sobre todo su horario, las once de la mañana, por ejemplo, o las seis de la tarde. Confieso aquí que soy un bebedor muy consistente pero muy limitado; nunca pruebo el alcohol durante el día, excepto en las solemnidades, pero al caer la noche, y sobre todo si estoy delante de la máquina, me alegro la existencia con un pequeño whisky (o dos) o un más largo gin-tonic. No digo que no a los ‘cocktails' si se tercia, me gusta también el vino en la cena, y nunca perdono después de cenar una copita de aguardiente, producto en el que, a fuerza de frecuentarlo, he llegado a ser algo así como un ‘connoisseur'. Mi última borrachera en el sentido estricto de la palabra tuvo lugar, no creo equivocarme, la noche de fin de año de 1995.

    Me asombro ahora leyendo la noticia de que el gobierno catalán, supongo que con el acuerdo de sus tres cabezas políticas, acaba de prohibir por ley (aprobada unánimemente en el Parlament) las barras libres, las bebidas gratis, las tarifas alcohólicas planas y toda forma de ‘happy hours', que, como ustedes saben, consisten en la oferta de dos consumiciones al precio de una en las horas menos prometedoras del día. Las sanciones a los responsables de los lugares de ocio infractores oscilarán de la simple multa de 6000 euros a la falta muy grave, que puede llegar a los 600.000, suponemos que en casos, estos últimos, en que la ‘happy hour' se acompañe de homicidio o estupro al cliente. La nueva ley también sanciona las fiestas promocionales de bebidas o cocktails alcohólicos, y, aunque no lo especifica en su articulado, viene a perseguir ‘de facto' una de las pocas dulzuras que todavía quedaba al acto de salir a cenar a un restaurante, tal y como están los precios: la "copita de la casa". Un señor llamado Plasencia, director general de salud Pública de la Generalitat, lo ha explicado con palabras meridianas: "Hay que proteger al ciudadano, y por eso queremos impedir y frenar el consumo incontrolado de alcohol". Lo malo es que esto no parece ser otra nueva ‘folía' de la ‘trimurti' catalana. Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad Estatal (si se me permite la segunda mayúscula), ya ha aplaudido la aprobación de dicha ley, anunciando ‘ipso facto' que su ministerio está trabajando en una norma similar para todos los españoles presuntos implicados en el delito de querer ahorrarse unos euros en las segundas rondas.

   El concepto de la ‘happy hour' siempre me pareció algo acendradamente británico, como guardar cola en las tiendas vacías o tomar el té con leche. En una sociedad que aún vive en parte apresada por los códigos punitivos del tiempo de la reina Victoria, el bebedor era tratado como un niño, y la pinta de cerveza equivalía al biberón que hay que espaciar según horarios reglamentados. La dádiva al bebé obediente que al sonar la campana en el pub dejaba de consumir alcohol era esa copa gratis ‘avant la lettre', y uno, con un poco de imaginación sado-maso, podía pensar en la imagen de la ‘nanny' estricta pero en el fondo bonachona que se abre el pecho y regala el cálido fluido de una copa de gorra.

  Pero nosotros, ¿qué necesidad tenemos nosotros de ser amamantados por un estado-nodriza? Primero fue el tabaco, cuya restricción en lugares públicos, aun siendo de momento tan leve, tan infelices hace a algunos de mis mejores amigos. Después la prostitución, que se trata de eliminar por decreto sin erradicar la mano que mueve el dinero y explota a las profesionales del amor mercenario. Y ahora nos vienen con el fin de la ‘happy hour', un nuevo y grotesco episodio en el proceso de infantilizarnos, de quitarnos la capacidad de decidir nuestros actos privados y devolvernos a la hora en que el niño, sin rechistar, se ha de ir a la cama porque así lo mandan el papá y la mamá.

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6 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Novelas orales

De la conversación del camino he recuperado algunas "novelas orales," como dimos en llamar a las pequeñas historias que algunos escritores dejaban caer como quien no quiere la cosa.

El antipático término de "minicuento" (o también y tampoco, "microficción") hoy día nombra a todas las formas breves, con lo cual no diferencia a ninguna y sólo designa la brevedad. Para que haya un "cuento" tiene que verificarse, al menos, la infracción de un código. De otro modo se trata de poema en prosa, estampa, fábula, parábola, paradoja, anotación, aforismo, anécdota...O de lo que Juan José Arreola llamó "prosa de varia invención."

En todo caso, adelanto aquí estas anotaciones, más o menos reconstruidas por la memoria, como mínimos tributos al cuento compartido en el azar de los viajes. Como se dice en el Quijote, "en el camino de la amistad".

 En San Juan de Puerto Rico, en medio de un congreso de escritores, me encontré a solas con Juan Rulfo en una mesa de café. Recordó, como si lo dictara, el episodio de su vida que transcribo. Después entendí que me había contado el origen de Pedro Páramo, donde el hijo recupera el alma al volver a su pueblo. Pero hoy creo algo más: también el lector es atado en Comala y, gracias a la lectura, salvado.

En Guadalajara, en una pausa entre sesiones de la Cátedra Julio Cortázar, hablando de la capacidad de mentira de Alberto Fujimori, Gabriel García Márquez anunció que había escrito una novela sobre el Perú, y nos la dijo de memoria, como una sentencia histórica sobre el tiranuelo y su fuga. La realidad, siempre mejor novelista, lo devolvió después a una cárcel peruana.

En Providence, en una de sus visitas a mi Universidad, Carlos Fuentes me contó la versión londinense del confinamiento clínico de Pinochet. Como Artemio Cruz, el monstruo por fin se mira en el espejo, y reconoce su banalidad.

En Albuquerque, Nuevo México, invitados por Ángel González fuimos con Juan Benet a conocer Madrid, un pueblo fantasma, antiguo recinto minero. Benet se entusiasmó con este Madrid abandonado como el set de una mala película. Su conclusión sobre la verdad autoritaria, esa mentira encarnizada, me pareció un conjuro contra el fantasma de Franco, que insiste en regresar.

En Madrid, con Javier Ruiz y Julia Castillo visité una tarde a María Zambrano, y  de esa conversación en torno a las convicciones mayores (César Vallejo, José Lezama Lima) anoté la anécdota que nos contó sobre la despedida de Machado y Emilio Prados en Barcelona, días antes de la caída de la República.

Estas versiones quieren ser fieles, pero los autores no son responsables de su mera transcripción. 

 

Juan Rulfo: Fábula mexicana

En una época de mi vida viajaba yo por los pueblos de la sierra recogiendo historias. Una noche, ya muy tarde, llegué a un pueblito perdido en la montaña. Para mi sorpresa, los pobladores me estaban aguardando. Sin decir una palabra, me rodearon y me llevaron al centro de la plaza. Me ataron al tronco de un árbol y, en silencio, se marcharon. A la mañana, muy temprano, regresaron. El que parecía autoridad, me dijo: "Cuando te vimos llegar nos dimos cuenta de que venías sin tu alma. Tu alma te andaba buscando. Por eso te amarramos, para que te encuentre. Ya podemos soltarte."

(San Juan, 24 de febrero, 1982)

 

Gabriel García Márquez: Parábola peruana

Había en Japón un niño muy astuto que de grande quería ser rico. Decidió que para conseguirlo tenía que mudarse a un país lejano, donde hacerse elegir presidente. Estudió el globo terráqueo, y descubrió el Perú. Fue elegido presidente. Se hizo poderoso y rico. Y regresó al Japón.

(Guadalajara, junio, 2003

 

Carlos Fuentes: Espejo chileno

Cuando el general Pinochet entró a la Clínica de Londres, el memorable dia de 1998 en que la justicia española lo reclamó a juicio, no sabia él que se trataba de un hospital de lunáticos. En el jardín interior vio a unos señores ingleses que paseaban en silencio. Se acercó a uno de ellos, y le tendió la mano:

-Soy el general Pinochet -le dijo.

El otro se la estrechó, y respondió:

-Yo también soy el general Pinochet.

(Providence, abril, 2000)

 

Juan Benet: Lección española

Vivir en el franquismo fue no saber nada.

Cuando la policía nos pedía confesar lo que sabemos, decíamos toda la verdad: no sabemos nada.

Quien dice en España "Yo tengo la verdad," es que forma parte de la policía.

Todos los demás dudamos.

Sólo la policía sabe.

(Albuquerque, 29 de octubre, 1977)

 

 María Zambrano: Adioses de Barcelona

Mientras esperaba ser trasladado a Francia, Antonio Machado pasó unos días en una casa que le asignó la República en Barcelona. Allí lo visitó una mañana Emilio Prados. La pasaron conversando y, cuando se despedían en la puerta, escucharon, de pronto, el canto de un pájaro en el árbol de la calle. Los dos quedaron absortos, mirando al árbol. Hasta que Machado le dijo a Emilio:

-No se lo cuente Ud. a nadie. Nos acusarían de trotskistas.

Se despidieron para siempre, con una sonrisa.

(Madrid, primavera de 1982)

 

NB. Algunos lectores me exigen las fuentes bibliográficas de las versiones sobre soñar en Berlín con que inauguré estas conversaciones. Tendría que haber sugerido  las varias atribuciones de autoría, para sumarlos con mejor humor. Agradezco tambien a quienes prometen enviarme su pedazo del muro.



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5 de noviembre de 2009

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El infierno tan temido review

El hombre onettiano de Murfreesboro. Fuente: terraAsí es, el "infierno tan temido" existe en la tierra. Es real. O, mejor dicho, otra vez la realidad copia a la literatura. El extraordinario cuento de Juan Carlos Onetti "El infierno tan temido" se ha escenificado en la vida real. Un hombre en Murfreesboro, Tenesee, envió, como tarjeta postal navideña, fotos pornos a su ex suegro. No se sabe si el final es tan trágico como en el cuento de Onetti. Por lo pronto, el sujeto tendrá dos años de prisión. Dice la nota:Un hombre fue sentenciado a dos años de prisión en suspenso por enviar a los parientes de su ex novia fotos sexualmente explícitas de la mujer. David Simmons, de 57 años, fue condenado por distribuir fotos de su antigua novia mientras le realizaba distintas prácticas sexuales. Luego de que la pareja se separara el hombre pergeñó la macabra idea de mandarles las imágenes a los parientes de ella como tarjetas de navidad. El hombre, de Murfreesboro, Tennessee, en los Estados Unidos, se declaró culpable de los cargos criminales y logró obtener por ello una sentencia en suspenso.Pero dijo: ¡Feliz Navidad, suegro! Acá te mando unas fotos de tu hija exhibiendo algunas de sus más sobresalientes destrezas.



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5 de noviembre de 2009
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