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TIERRA DE NADIE

 

Podían ser personajes de Kafka, viviendo en los alrededores del Castillo, artistas del hambre, honrados agrimensores o campesinos cargados de dignidad y pobreza. También podían ser figurantes de algunas de las pinturas que campesinos o pícaros del Museo del Prado. Quizá sus rostros se parezcan a algunos de los personajes populares que pinta Velázquez. Hombres, mujeres, viejos o jóvenes curtidos que nos miran desde el fondo de sus vidas. Son de aquí y de ahora. El fotógrafo Pierre Gonnord los ha encontrado las minas del norte de Portugal, en aldeas gallegas, en pueblos ibéricos dónde siguen trabajando, viviendo, superviviendo como lo habían hecho sus antepasados.

Una vida esencial, dura, al margen de modas, de novedades literarias o de cine de autor. Gente que canta y llora, que mira la televisión, que pasa horas en el bar o que sigue trabajando en la huerta. Hermosa gente sin maquillar. Rostros sin trucos. Luz de diario que se encuentra con esos rostros, viejos o jóvenes, y que parece estar escribiendo con minuciosidad sus vidas. La escritura de sus rostros, la caligrafía de arrugas o melancolías, la mirada segura, la vida incierta, el gesto en primer plano que nos habla, mejor que cualquier texto, de su pasado y su futuro. Las fotos de Gonnord- un francés del Atlántico que se quedó atrapado en Madrid y que recorre todos los desvíos de nuestro ibérico ruedo- son el paisaje de los hombres, de las mujeres pegados a la tierra que no es suya, que nunca será suya.

Los retratos son como los de los artistas, de los protagonistas de una película que es su propia vida. Demasiada verdad. Como en aquél cuadro que Velázquez hizo del Papa Inocencio. Ahora ésta "tierra de nadie", esta exposición de Gonnord está en Madrid, en plena calle Alcalá, cerca de dónde estuvieron tantos estudios de famosos fotógrafos que retrataron a los ricos y famosos. Ellos no son ni una cosa ni otra, y sin embargo, sus rostros, sus miradas, sus caras marcadas por dudas y certezas, se nos aparecen cómo los mejores actores de una película que nunca se podrá rodar. La verdadera cara de la vida sin los maquillajes de la mentira. Gentes sin afectaciones, ni pedanterías. Hermosa gente anónima que no serán protagonistas de ningún programa basura. Aunque algunos sean atónitos espectadores de ese espectáculo de máscaras, mascaradas y miserias que  nos hace peor, más tontos, más feos. 

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21 de enero de 2010
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El examinando de Estrasburgo

España es un socio fiable. Lo ha sido durante el cuarto de siglo transcurrido desde su plena integración en 1986. Cada vez que ha presidido la Unión Europea ha organizado el semestre de turno con competencia y profesionalidad, y ha contribuido además con sus aportaciones a esa unión más estrecha entre los europeos predicada por los tratados fundacionales. Así ha sido con la izquierda y con la derecha. Fueron un éxito las tres anteriores presidencias: la inicial, en el primer semestre de 1989, con Felipe González de presidente y Fernández Ordóñez de ministro de Exteriores, a pesar de la bisoñez de recién incorporados; la segunda, en el segundo semestre de 1995, con el mismo presidente del Gobierno y Javier Solana al frente de la diplomacia, a pesar del clima interior de descomposición política, con los escándalos en marcha y cayendo las encuestas; y la tercera, en el primer semestre de 2002, con José María Aznar en La Moncloa y Josep Piqué en el Palacio de Santa Cruz, a pesar del viraje forzado por la política antiterrorista de Bush y la inminente división de Europa ante la guerra de Irak. Esta presidencia que acaba de empezar no será una excepción. La diplomacia española y toda la estructura del Estado cumplirán con sus compromisos con la UE como se espera de este país fiable y europeísta que es España.

Si la UE estuviera compuesta sólo por países como España, buena parte de la reforma institucional no hubiera sido necesaria. Pero no siempre las presidencias son así de previsibles. Hay países que, por su tamaño, debilidad o apego escaso al compromiso europeo, se limitan a cumplir con los mínimos, y a veces incluso lo hacen con desgana, como fue el caso de la presidencia checa, en la que su propio presidente, Václav Klaus, se permitió el lujo de negar la firma al Tratado de Lisboa ya ratificado por cada uno de los 27, incluido su Parlamento y su Gobierno. Para ellos está pensada esa estructura presidencial permanente que garantizará Van Rompuy durante los primeros dos años y medio. Ha sido una suerte para la UE que la primera presidencia rotatoria con el nuevo Tratado y las nuevas figuras institucionales recayera en España y no en manos de un país eurorreticente. Todos los socios saben que el Gobierno español hará una gestión leal e impulsará tanto como pueda la puesta en marcha de las nuevas instituciones. Aunque el nivel de éxito esté ya garantizado de partida, el momento político y económico que atraviesa España no permite recostarse en obviedades. No es fácil moverse y hablar bajo los focos internacionales en plena crisis y con una economía en tan mal estado. Lo es menos todavía hacerlo con el vientecillo de las encuestas en contra, las dudas en las propias filas y la sombra de una caída de los dioses socialdemócratas en el horizonte, tras el batacazo que se pegaron en septiembre los compañeros de mayor pedigree y fuerza histórica del SPD alemán. El escenario internacional después de Copenhague y de la mutación del G-8 en G-20 tampoco es muy eufórico para una Europa en declive demográfico, económico y político que contrasta con la vitalidad de las emergentes China, India y Brasil. Todo ello explica el mal comienzo de la presidencia española el primero de enero, con pullas y sarcasmos de la prensa internacional, reacciones excesivas del presidente, solapamientos en la actuación de los muchos responsables implicados en la organización del semestre y, sobre todo, una muy confusa comunicación pública en el primer mensaje que se pretendía transmitir sobre cómo conseguir para 2020 el nivel de competitividad que la economía europea exige. Esto quedó zanjado ayer. Si la UE quiere adquirir compromisos para que en 2020 se consiga lo que en 2000 se había programado para 2010, es decir, que la economía europea sea la más competitiva del mundo, debe haber un repertorio de estímulos y sanciones a quienes no los cumplan; de lo contrario sucederá lo que ha sucedido en estos últimos 10 años: que se ha retrocedido en competitividad y Europa irá perdiendo lugares a favor de estos emergentes que ya nos han pisado los talones. José Luis Rodríguez Zapatero fue claro y contundente ayer en esta cuestión, como no lo había sido hasta ahora. También lo fue en otras cosas, de las que sirven para marcar el campo: sobre Haití, nada de peleas por aparecer en la foto y aplausos para los marines de Obama; sobre la inmigración, defensa sin matices de los derechos de todos a los servicios básicos, tengan o no papeles. Eso es Europa y eso es europeísmo; la Europa de la competitividad y la Europa de los valores. Zapatero ha pasado con buena nota el primer examen, el de la presentación del programa presidencial, aunque en su papeleta uno de los examinadores, el liberal belga Guy Verhofstadt ha dejado una frase contundente: "No te dejes amedrentar". Pero el examinando de Estrasburgo ya no era el optimista antropológico que tantas alarmas ha disparado, sino un Zapatero contra las cuerdas y obligado a reaccionar.

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21 de enero de 2010
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La ropa interior

La ropa interior, examinada en su conjunto, presenta dos naturalezas distintas y entre las cuales no existe conexión alguna.

Entre la prenda interior recién lavada y ordenada en el cajón y la que ya se ha usado se interpone un abismo tan profundo como injusto, inicuo e inquietante. En ningún otro supuesto de la vida corriente el sujeto aparece como el rutinario ejecutor de su miseria.

La vista se complace en la ropa interior perfumada y  plegada dentro del armario o todavía sin estrenar en los expositores del comercio. Pero tanto en uno como en otro caso su inmediato destino es ser repelida y ocultada como una tara tras su uso. Y esa tara no la imprime nadie sino aquél que es su dueño y usuario.

¿Qué consecuencia puede extraerse de ello? O bien que el amo contagia su intrínseca ignominia a la prenda, inocente en sí, o bien que la prenda, precisamente por su especial carácter, tiende fatalmente a la infamia. Ninguna pieza de los mil catálogos, por estrafalaria que sea, incluso por lo pobre o birriosa  que se ofrezca, alcanza a provocar tanto malestar eventualmente. Pero incluso la pieza hermosa invierte fácilmente su aprecio o lo trastorna viciosamente tras el contacto. Por ambos cauces, la prenda interior es, de un  lado lo más sensible y, de otro, lo más humano.  

Pero hay, efectivamente, una gran diferencia entre un modelo y otro si se atiende al binomio hombre/mujer entre los cuales una fosa genérica los signa radicalmente. Mientras la ropa interior femenina ha alcanzado proverbial atención a lo largo de los tiempos, el cuerpo masculino se despachó casi siempre de manera sumarial y áspera.

A este respecto, es  significativa el empleo de "lencería" (lingerie) para referirse tanto a la ropa blanca como a la ropa interior de la mujer. Como en otros eufemismos dedicados a nominar delicadamente la intimidad femenina,  la lencería vale lo mismo para la ropa de la cama como para la ropa de cama o en donde el cuerpo puro se envuelve.

De este modo,  los apartados de lencería parecen formar parte de lo más fino y mágico, tal como reproducen en su montaje las secciones o comercios destinados a ello. Los sueños, las fantasías, la creatividad se afanan en el diseño de la ropa interior femenina mientras en su correlato  masculino la simplicidad es tan grande y, a menudo, tan fea  que no pocos esposos dejan todavía la elección de sus calzoncillos a la práctica decisión de la esposa. ¿Debe pensarse por tanto que la intimidad de la carne  es aún  un asunto de mujeres?

Una barrera muy gruesa y reciente se ha alzado ante esta vetusta costumbre que delega la compra en la mujer y no es otra que la brutal referencia a los atributos masculinos impresa en los paquetes. La carga con que, agresivamente, se realza el asentamiento de la prenda, puede hacerse tan procaz que desazona el acercamiento de la compradora. ¿Paquetes pues soberbios para atraer la lujuria de los hombres? No es seguro. En los espacios de lencería femenina se crea una atmósfera  de erotismo tan intensa y envolvente que hace perder la objetividad de casi cualquier hombre y favorezca menos el pudor objetivo que la turbación y el rubor. En estas encrucijadas, rodeados de  bragas y sujetadores, negligés, saltos de cama, susanitas, camisones y batas transparentes el ambiente se convierte en gas o líquido frente a la dura y seca opacidad del bagaje para  caballeros. En el pasado, a los sujetadores se les llamaba sostenes y bragas a las bragas pero hace ya tiempo que sin alterar los conceptos fundamentales se ha modificado la calidad del texto y  las bragas son "braguitas" y el sostén claro evocador del pilar en arquitectura ha pasado a ser llamado "sujetador" que connota con una más leve contribución a la tarea.

No son por tanto lo mismo el carácter simbólico de esas piezas  y después,   dentro ya del hogar y entre los enseres domésticos, hay que diferenciar entre los sujetadores para jóvenes y para adultas. En el primer caso, la pieza se confunde con un  pedazo de tela sin apenas configuración y, de hecho, su mayor efecto sexual es hacerse reconocer como algo que se apegará al pecho. En el segundo caso, la impresión cambia radicalmente porque el sujetador al contrario de parecer una tela levemente prefigurada, queda rígida y  como un inequívoco ardid de encaje exacto, entre el expresionismo y la ortopedia.

Habiendo llegado a este punto de ropa interior femenina, la pareja que haya compuesto habrá ingresado, quizás, en una cotidianidad de años presidida por una familiaridad que descuida o pasa por alto la visión del artefacto.

Respecto a los hombres, son otras las circunstancias que contribuyen a demediar su imagen como efecto del indumento interior. Son otras y muchas las circunstancias que dan como resultado un sinfín de humillantes despropósitos, porque así como la industria apenas ha evitado la ridiculización del varón mediante el clásico diseño del pijama, en cuanto los calzoncillos y la camiseta no ha obrado de mejor manera. Sin acaso otra excepción que los modelos publicitarios impresos en el cartonaje, la generalidad de los hombres sufre menoscabo si se le ve en calzoncillos. Parece mentira que la historia no haya corregido un problema de tal envergadura pero los hechos son estos: los estampados, los elásticos, los colores lisos y disparatados, las proporciones, los tejidos de lycra se conjuntan para arruinar la imagen del señor.

Una chica en ropa interior es una chica bien vestida, un hombre en ropa interior es, por lo común,  un  mamarracho. La convivencia podría restar importancia a ese estrago pero ni siquiera es seguro que sea así. El hombre queda desprestigiado en calzoncillos mientras la mujer, gracias a la larga veneración otorgada a su cuerpo, puede pasear sin seguro detrimento en paños menores.

¿Paños menores? Me parece que sólo "paños menores" tiene que ver con los hombres y precisamente porque ni siquiera el paño ha sido un tejido descartado para apretarse contra la piel varonil, piel áspera que ni siquiera la igualación cosmética a resuelto del todo ni más allá de la homosexualidad y su impagable amor al hombre.  

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21 de enero de 2010
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La médula de interrogaciones

Rafael Argullol: Entonces la filosofía o bien se convierte en el terreno abonado para una nueva sofística, o bien se convierte en el canal a través del cual se produce una nueva aspiración mística a un saber sagrado. Ahí encontraríamos cómo ciertos acercamientos de nuevo a los propósitos de la poesía.

Delfín Agudelo: ¿Cuál crees tú que es la validez o relevancia de un quehacer filosófico en la actualidad?  Y de contemplarlo, ¿qué género sería el más adecuado?

R.A.: El núcleo de cuestiones que suscitó históricamente lo que llamamos filosofía continúa completamente vivo. Este núcleo podría definirse como la médula de las interrogaciones acerca de la condición humana. Plantearse esa médula continúa siendo tan imprescindible como hace veinticinco o treinta siglos, aunque se hayan producido los enormes avances científicos porque, en definitiva, la ciencia tiene algo de centrífuga, va colonizando territorios. Pero esa colonización de vastos territorios no quiere decir que solucione el problema del núcleo. Siguen los interrogantes acerca del sentido de la vida, de nuestro paso por la tierra, el significado de la muerte del ser; de las cuestiones y dudas acerca de la inmortalidad, acerca, incluso en un territorio más cercano, de la amistad, del amor, de las pasiones. Los mismos interrogantes de hace treinta siglos son los nuestros a pesar de que en nuestra época se han conquistado territorios impensables hace veinticinco siglos desde el punto  de vista del científico; pero la médula sigue intacta.

Ahora bien, en mi opinión, la manera de dar respuesta siempre inacabada a esos interrogantes no es tanto la filosofía sistemática o dogmática, sino una filosofía inclinada hacia lo artístico y lo literario. Por eso yo creo que en el mismo siglo XX gran parte de los mejores interrogatorios filosóficos se han dado desde la narrativa o desde la poesía. Pienso que grandes filósofos del siglo XX son Rainer María Rilke, son Paul Valéry, son Thomas Mann; son escritores que han puesto esa médula en el escenario y han provocado una interrogación superior a la que muchas veces han provocado los neosofistas.

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20 de enero de 2010
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Hoy presentación (y Noveles 38)

portada del libro. Fuente: lashistorias.com.mx Salvador Luis no descansa. Hoy, a las 7:30 de la noche, en el Jazz Zone (un lugar al que no volveré por muchos años, por cierto), Katya Adaui, Mónica Belevan y Gabriel Rimache Sialer presentarán Asamblea Portátil, una antología de narradores latinoamericanos reunidos por Salvador Luis y editada por Mesa Redonda. Un consejo, en especial para Gabriel que es más picón y correa chica que Katya y Mónica: No respondas a los ataques, no uses el mircrófono para colocarte el vestido de víctima ni para insultar a los que te han atacado anónimamente. No malgastes tu tiempo. Disfruta el día. Disfruta la buena compañía. Celebra que has editado el libro y cuénta cómo surgió la idea. Deja que los demás se muerdan su amarga cola solos. No eres la víctima de nadie, nadie te tiene envidia, nadie te odia. Solo eres un pata que hace lo que le da la gana. Como todos nosotros.Por otra parte, como dije, Salvador no descansa y hoy me ha envidado el último número de Los Noveles, su revista virtual. Va por el 38. Esta vez con la participacion de Patricio Pron (Argentina), Benito del Pliego (Espana), Andrea Jeftanovic (Chile), Jose Oscar Lopez (Espana), Pablo Brescia(Argentina), Moises Vaca (Mexico), Jose Donayre (Peru) y una terapia musical con la cuentista mexicana Cecilia Eudave.

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20 de enero de 2010
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I. Un territorio de sombras

Cuando en marzo del año pasado el avión se alejaba de Puerto Príncipe para poner proa hacia el mar Caribe iluminado por los fuegos de la mañana, sentí, no sin melancolía, que dejaba atrás un territorio de sombras y desesperanza. Había pasado a lo largo de una semana empeñado en preparar un reportaje bajo encargo del diario El País de Madrid y Médicos sin Fronteras, dentro de la serie Testigos del Horror, y horror había encontrado suficiente al recorrer las calles desbordadas de gente en convivencia con las cloacas y los mares de basura, al visitar los mercados y los puestos callejeros de alimentos donde se venden tortas de lodo aderezadas con sal y margarina, y que es un alimento corriente de los más pobres entre los pobres en Haití, al visitar las escuelas derruidas por la vejez, los hospitales hacinados y mal equipados, las clínicas de MSF sembradas en medio de la miseria desolada donde los médicos y enfermeras hacían esfuerzos sobrehumanos por procurar salud a miles de visitantes cada día.

            Hoy, tras la tragedia inconmensurable del terremoto pienso en Haití en medio de sus carencias, ya damnificado de antemano por décadas de injusticia y de pobreza, de dictaduras, la última de ellas la de la familia Duvalier, y de violencia, de corrupción, de anarquía, de golpes de estado, de proyectos mesiánicos, de intervenciones militares.

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20 de enero de 2010
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La carta de Belarmino y la hipótesis de los múltiples mundos

Tras haber comentado en el texto anterior la casuística con la que el cardenal Belarmino advierte en su carta a Galileo vuelvo ahora a la Many-Worlds interpretation de la Mecánica Cuántica. Erigir sobre suelo firme y armazón consistente un edificio teórico que salva el determinismo y de alguna manera el realismo, es decir la subsistencia de los fenómenos con independencia del observador, no es algo que escandalice a la razón, ni tampoco ha de escandalizar a nuestra subjetividad mientras no se pretenda affirmare realmente. Los Everrett, Vaidman, Deutsch, Wallace, etcétera, fundador y principales  hermeneutas de la teoría, son consumados maestros en este arte de erigir sobre base sólida una proposición o conjunto de proposiciones, en el arte de trabar un discurso formalizado, inequívocamente comunicable, es decir, esencialmente matemático o que encuentra su articulación fundamental en la matemática. Mas aquello que basta al matemático, aquello con lo que el matemático se sacia, a saber- en el decir de Belarmino- un alimento de meras hipótesis, no satisface quizás a ese mismo matemático en la medida en que quiere armonizarse con lo real, quiere comulgar con algo auténticamente sustentador, garantizador de su subjetividad. Ahora bien:

Las ideas que confieren identidad, ideas que somos y no ideas que tenemos (creencias de Ortega a las que anteriormente me he referido),  son del orden de lo que no se sustenta en hipótesis. Peligroso, venía a decir Belarmino, es vincular un discurso de tipo explicativo a un discurso de tipo fundacional. Por eso la eventual fertilidad hermenéutica de la Many- Worlds Interpretation no nos arranca a la convicción de que no hay más mundo físico que aquel en el que nosotros nos insertamos, gozando o no del estatuto de ser medida de todas las cosas.

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20 de enero de 2010
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Una metáfora imposible de resistir

Supongo que quienes vieron "Apocalypse now" tienen presente la inolvidable escena en la que seguimos a una flotilla de helicópteros lanzados al ataque sobre un poblado vietnamita, mientras de fondo truena la cabalgata de las walkirias de la ópera que Wagner dedicó a tan señalada como gorda guerrera germana. Hay una admirable armonía entre las máquinas metálicas y esa música que nos induce a creer que, en efecto, los Sykorsky (¿o eran de otra raza?) son, en verdad, robustas hembras.

    Yo no sé si Coppola lo ha confesado alguna vez, pero esa su quizás más famosa escena le pertenece a Marcel Proust. Me llamó la atención sobre este plagio una amiga muy leída a la cual le había asaltado en una relectura del "Tiempo reencontrado". Me dijo en tono perentorio: "¡Tercer volumen de la Pléiade, página 758, te lo lees y me llamas!".

    En esa página retrata Proust a los estetas de la Gran Guerra y el esnobismo de algunos oficiales de la nobleza. El narrador, Marcel, encomia a Saint-Loup "la belleza de los aviones que despegan en la noche" y ese momento en el que forman "una nueva constelación" en el firmamento. Su amigo replica que prefiere verlos dispersos y lanzados al ataque "creando un apocalipsis". El sonido de las sirenas les añade un aire wagneriano, dice, de modo que "uno se pregunta si se trata de pilotos o de walkirias". Y acaba con una frase de necia frivolidad: "Ha sido necesario que los alemanes vinieran a París para que pudiéramos escuchar a Wagner debidamente".

    Quizás Coppola lo haya dicho en alguna entrevista, quizás sea un lugar común para la crítica, pero yo no lo había remarcado. Bien es cierto que todavía algo se me escapa. La similitud de los viejos aeroplanos de la Gran Guerra, cuyo piloto era tan visible como un jinete, con las galopantes walkirias, es obvia. ¿Pero una flotilla de helicópteros? ¿Los vemos en verdad como caballos del aire, al igual que las locomotoras eran caballos de hierro para los sioux? ¿O será acaso que Wagner compuso una metáfora tan potente que ya fue inevitable el invento de la aviación?

Artículo publicado el sábado 19 de enero de 2010.

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20 de enero de 2010
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El periódico

La diferencia entre un periódico de papel y otro digital es que el primero es cabalmente un enser y el segundo un medio pasajero.

El enser que ser realiza en su tangibilidad y  se manifiesta como un vivo suceso. Pero, además, el periódico en papel, además, se comporta como un enlace netamente físico entre el interior de y el exterior doméstico, tal como los cables de guerra ponían en contacto al mando distante con el frente de la operación. Sus noticias puede que no sea sorprendentes a la manera de antes  puesto que otros medios informativos son más veloces y  omnipresentes pero también por esto el diario despojado de la noticia a secas incrementa la acción de su "papel" en cuanto objeto de compañía. Más despacioso y comprensivo que la televisión, más silencioso o confidente que la radio. En definitiva, opera como una suerte de cómplice que susurra a la manera de un asistente, un preceptor o un mensajero,  una clase de personaje de muda elocuencia y cuya generosidad no conoce más límites que la economía de la editora.

Porque el periódico en cuanto tal, ya se nota que desea exasperadamente decírnoslo todo, tanto para informarnos como para adoctrinarnos, orientarnos, turbarnos o conmovernos. Especie de amante total o conquistador de almas que se nutre de nuestra atención emocionada o no, indignada, indiferente o confundida. De esta manera el diario trata tanto de servirnos como de servirse de nosotros en una exposición que tiene directa relación con el strip-tease y así hay periódicos hembra y periódicos macho, ediciones sexy de grandes y lucientes pechos y ediciones sombrías, casi moribundas.

De una u otra manera el periódico que se recibe en casa comporta la forma suprema de relación con el lector. Aquél que se adquiere en el kiosco presta también su cuerpo, pero el que llegada por suscripción y se recoge del buzón significa la unión sexual sensual máxima. Su plástica inserción en nuestro hogar provoca el placer de cederle un hueco en nuestra vida, un cobijo en nuestra atención, una habitación donde recrearse  con nuestro recreo. Nos absorbe pues mientras lo absorbemos, nos penetra mientras nos dilata.

El periódico digital será el fin, no muy lejano, del diario en papel y con  ello se efectuará la clausura de esa habitación donde el periódico de suscripción ingresa. Porque mientras en  la pantalla el periódico digital existe con un porte que parece no necesitar room se abre y se cierra sin alteración significativa alguna, el diario de papel ocupa la casa de aquí para allá, se abre y se cierra en  un acontecer que requiere de la voluntad un ejercicio expresivo. El digital, sin embargo,  no parece necesitarnos tanto no acaso no nos reclama en absoluto puesto que su información navega a despecho de nuestras manos y se desplaza de aquí a la velocidad de la luz o  sin moverse expresamente de su sitio. Ilocalizable e intangible el digital planea ante nuestra mirada  sin que la vista pueda llegar a fijarlo. De este modo, en su naturaleza, el periódico digital no es tanto un enser casero como un servicio  anónimo e igual a todas las topografías de la red, incluyendo, en ocasiones, la tipografía.

Quienes no tienen la costumbre de leer el periódico diariamente no tienen por qué experimentar estas sensaciones puesto que el trato esporádico con un periódico acentúa su carácter instrumental y lo descarta como objeto de compañía Objeto o sujeto de compañía sujeto puesto que una y otra vez la nómina de gentes que firma los contenidos, la cabecera que resuena  como un lábaro y la palpación hacen redundante en la impresión su carácter de  producto impreso. 

Así de modo osmótico se mezcla en nuestra experiencia y viceversa, con un apego que, como en los hechos de vecindad regular, el día en que falta la jornada ya nace mutilada. Ese enser resulta parte de nuestro establecimiento de manera que ¿cómo no sentirlo  debido a su asiduidad y su persistencia como un suceso de la casa más que una mercancía sin destino expreso, sin cara o sin domicilio?

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20 de enero de 2010
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En defensa de Naciones Unidas

Bush declaró que era una organización irrelevante. Mandó a un embajador, John Bolton, con el explícito propósito de cortarle las alas: sobran diez pisos del edificio de Nueva York, dijo. Boicoteó a conciencia la reforma de sus instituciones, no fuera caso de que consiguiera adaptarse a las necesidades de la nueva distribución de poder en el mundo. Manipuló inútilmente a su Consejo de Seguridad para demostrar lo que tenía imposible demostración: que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva preparadas para utilizar inmediatamente contra sus enemigos. Desprestigió luego cuanto pudo a Kofi Anan y promovió al candidato que menos susceptibilidades despertara entre esos círculos de sus amigos neocons temerosos del gobierno mundial opresor y antiamericano. A pesar de todo ello, a pesar de la severidad de los golpes que el terrorismo iraquí y el terremoto caribeño han propinado a la organización, ahí están las pobres y voluntariosas Naciones Unidas, en pie de paz, con sus cascos azules y su retórica humanitaria, preparadas para recibir de nuevo y como siempre las críticas y el desprecio de unos y otros, hasta convertirse en culpables de todo y de cualquier cosa: de que no haya autoridad en Haití y de que la que haya sea la norteamericana. A quien hace lo que puede no se le puede pedir más. Pero esto no parece contar en este caso. Y, sin embargo, Naciones Unidas son un buen reflejo de cómo está el mundo, de cómo están los países y de cómo estamos los humanos. Si criticar su acción más que insuficiente y más que precaria e incluso inútil es criticarnos, critiquémonos todos. Pero por favor, que no sirva esto para cantar las excelencias de un mundo sin timón y por tanto sin rumbo; ni para dar más voz a los chantres del unilateralismo, de la ley del más fuerte y de una correlación de fuerzas que siempre da la razón a los mismos. Esas Naciones Unidas imperfectas, siempre de luto por la gran cantidad de excelentes servidores que ha ido dejando bajo las ruinas de sus cuarteles generales derruidos, son lo único que tenemos, quizás lo mejor que tenemos, aunque sea tan poco. Cuando contemplamos esos espectáculos de desbordamiento que reclaman un mundo gobernado, con una autoridad consensuada por todos que haga respetar las reglas, pensemos que lo que hay que defender y salvar es Naciones Unidas. Sus fracasos, el de Copenhague y el de Haití sin ir más lejos, no son más que un clamor para que el mundo multipolar sea también un mundo donde rijan acuerdos y reglas multilatetarales, un mundo gobernado. Por las instituciones de Naciones Unidas. Reformémoslas ya. Reforzémoslas. No hay otras. No tenemos otras.

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20 de enero de 2010
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