Vicente Verdú
Será difícil encontrar una prenda más grotesca, patética y anacrónica que el pijama. No sólo el pijama es flagelante e ignominioso, no sólo es inapropiado y feo, sino que además simula una suerte de injustificado disfraz y en n un momento tan crítico, que demuestra la ínfima sensibilidad estética en la mayoría de la población masculina y sus diseñadores.
El camisón de la mujer que fue desde el siglo XVI la misma prenda holgada que empleaba el hombre, atiende a la condición elemental de procurarse un abrigo protector y cómodo para la hora de dormir.
Que el hombre, sin embargo, abandonara esta tradición natural y se enfundara en el pijama es una consecuencia enrevesada de las influencias orientales y de la popularidad que adquirieron unos pantalones importados de Persia en el siglo XVIII bellamente rayados.
Hasta ahí, aún escindiéndose el vestuario, la confortabilidad y la funcionalidad estética seguían garantizadas. Las mujeres inauguraron, no obstante, el negligée como expresión de desenvoltura y ligereza muy dieciochesca y, paralelamente, el pijama masculino se componía de una camisa amplia que a menudo se vestía dentro de casa y de los pantalones persas confeccionados con toda holgura. La palabra pijama procede, según alguna enciclopedia, de "pae" ("prenda")y "jama" ("pierna") que en persa indicarían "Prenda para la pierna" aludiendo a la atención que se prestaba a su confort, ahora extinguido.
La explicación del pijama venido de oriente puede parece demasiado sencilla pero el pijama de la contemporaneidad, sea cual fuera su causa, no merece la menor condescendencia histórica. No sólo es incómodo sino ridículo, no sólo es un sucedáneo burlesco del traje social del varón sino que, además, el sujeto se inviste de él como si, a la manera del mono de trabajo, fuera a realizar alguna función de operario. Las rayas, por su parte, que debieron hallar su encanto de rasos y sedas al ser importadas de oriente han venido a disecarse sobre la ropa como una convención terminante y manifiesta. ¿Por qué ha de acostarse ese señor con un atuendo tan marcadamente rayado? La tradición pocas veces demostró su dominio con mayor asiduidad y contundencia.
Ciertamente hay pijamas lisos o amenizados con otros motivos que soslayan el rayado carcelario pero incluso Calvin Klein, o Hugo Boss en modelos del siglo XXI siguen manteniendo el respeto o la reverencia por el pijama a rayas.
Los skijamas, en cambio, nunca fueron rayados. Fueron y en verdad tan desafortunados en su diseño, tan desfavorecedores en su aplicación y, al cabo, tan absurdos en sus marcados elásticos en tobillos y muñecas que su expediente los sepulta sin necesidad de comparaciones.
El pijama a rayas es, por antonomasia, el rey. Ha perseverado por más de dos siglos y ha mantenido desde más de 150 años la traza de la chaqueta y el pantalón. Es decir, para meterse en la cama el hombre reproducía conceptualmente la etiqueta con la que se presentaba en público. la chaqueta del pijama tan incómoda como resulta esta prenda y el pantalón con o sin vuelta que se anuda a la cintura como la única concesión a su pasado, aunque también hay pijamas con cinturón y hebilla e incluso pijamas que han importado el elástico de skijama.
Todos los hombres con skijama son figuras de oprobio ante cualquiera y es inútil creer que agradan a sus mujeres. En realidad las mujeres no da muestras de importarles estos modos de vestir de su pareja puesto que suelen hallarse entonces demasiado atareadas o ensimismadas. Por añadidura, debe también considerarse, que las mujeres suelen ser muy indulgentes. O maternales. Porque ¿qué estampa sino el estrafalario proceso de infantilización es el que ofrece el hombre con skijama ?
Y ¿qué decir, de otro lado, del aspecto siniestro y hasta temible que presenta el caballero locamente ataviado con el pijama a rayas?
En todos los casos, la soltería, la viudez o el afán de soledad podrían justificar presentarse de esta forma, tan imposible de querer como fácil de repeler. ¿Dormir con un tipo en skijama? ¿Hablar seriamente con un señor que se presenta cómicamente, delirantemente, como con un pijama a rayas?