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El pijama

Por 11 de enero de 2010 Sin comentarios

Vicente Verdú

Será difícil encontrar una prenda más grotesca, patética y anacrónica que el pijama. No sólo el pijama es flagelante e ignominioso, no sólo es inapropiado y feo, sino que además simula una suerte de injustificado  disfraz y en n un momento tan crítico, que demuestra la ínfima sensibilidad estética en  la mayoría de la población masculina y sus diseñadores.

El camisón de la mujer que fue desde el siglo XVI la misma prenda holgada que empleaba el hombre, atiende a la condición elemental de procurarse un abrigo protector y cómodo para la hora de dormir.

 Que el hombre, sin embargo, abandonara esta tradición natural y se enfundara en el pijama es una consecuencia enrevesada de las influencias orientales y de la popularidad que adquirieron unos pantalones importados de Persia en el siglo XVIII bellamente rayados.

 Hasta ahí, aún escindiéndose el vestuario, la confortabilidad y la funcionalidad estética seguían garantizadas. Las mujeres inauguraron, no obstante, el negligée como expresión de desenvoltura y ligereza muy dieciochesca y, paralelamente, el  pijama masculino se componía de una camisa amplia que a menudo se vestía dentro de casa y de los pantalones  persas confeccionados con toda holgura. La palabra pijama procede, según alguna enciclopedia, de "pae" ("prenda")y "jama" ("pierna") que en persa indicarían "Prenda para la pierna" aludiendo a la atención que se prestaba a su confort, ahora extinguido.

La explicación del pijama venido de oriente puede parece demasiado sencilla  pero el pijama de la contemporaneidad, sea cual fuera su causa, no merece la menor condescendencia histórica. No sólo es incómodo sino ridículo, no sólo es un  sucedáneo burlesco del traje social del varón sino que, además, el sujeto se inviste de él como si,  a la manera del mono de trabajo,  fuera a realizar alguna función de operario. Las rayas, por su parte, que debieron hallar su encanto de rasos y sedas al ser importadas de oriente han  venido a disecarse sobre la ropa como una convención terminante y manifiesta.  ¿Por qué ha de acostarse ese señor con un atuendo tan marcadamente rayado? La tradición pocas veces demostró su dominio con mayor asiduidad y contundencia.

Ciertamente hay pijamas lisos o amenizados con otros motivos que soslayan el rayado  carcelario pero incluso Calvin Klein,  o Hugo Boss en modelos del siglo XXI siguen manteniendo el respeto o la reverencia por el pijama a rayas.

Los skijamas, en cambio, nunca fueron rayados. Fueron y en verdad tan desafortunados en su diseño, tan desfavorecedores en su aplicación y, al cabo, tan absurdos en sus marcados elásticos en tobillos y muñecas que su expediente los sepulta sin necesidad de comparaciones.

El pijama a rayas es, por antonomasia,  el rey. Ha perseverado por más de dos siglos y ha mantenido desde más de 150 años la traza de la chaqueta y el pantalón. Es decir, para meterse en la cama el hombre reproducía conceptualmente la etiqueta con la que se presentaba en público. la chaqueta del pijama tan incómoda como  resulta esta prenda y el pantalón  con o sin vuelta que se anuda a la cintura como la única concesión a su pasado, aunque también hay pijamas con cinturón y hebilla e incluso pijamas que han  importado el elástico de skijama.

Todos los hombres con  skijama son figuras de oprobio ante cualquiera y es inútil creer que agradan a sus mujeres. En realidad las mujeres no da muestras de importarles estos modos de vestir de su pareja puesto que suelen hallarse entonces demasiado atareadas o ensimismadas. Por añadidura, debe también considerarse, que las mujeres suelen ser muy  indulgentes. O maternales. Porque ¿qué estampa sino el estrafalario proceso de infantilización es el que ofrece el hombre con skijama ?

Y ¿qué decir, de otro lado, del aspecto siniestro  y hasta temible que presenta el caballero locamente ataviado con el pijama a rayas?

En todos los casos, la soltería,  la viudez o el afán de soledad podrían justificar presentarse de esta forma, tan imposible de querer como fácil de repeler. ¿Dormir con un tipo en skijama? ¿Hablar seriamente  con un señor que se presenta cómicamente, delirantemente, como con un pijama a rayas?

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Vicente Verdú

Vicente Verdú, nació en Elche en 1942 y murió en Madrid en 2018. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y fue miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribía regularmente en el El País, diario en el que ocupó los puestos de jefe de Opinión y jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: Noviazgo y matrimonio en la burguesía española, El fútbol, mitos, ritos y símbolos, El éxito y el fracaso, Nuevos amores, nuevas familias, China superstar, Emociones y Señoras y señores (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, Si Usted no hace regalos le asesinarán, se han publicado también los volúmenes de cuentos Héroes y vecinos y Cuentos de matrimonios y los ensayos Días sin fumar (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y El planeta americano, con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Además ha publicado El estilo del mundo. La vida en el capitalismo de ficción (Anagrama, 2003), Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005), No Ficción (Anagrama, 2008), Passé Composé (Alfaguara, 2008), El capitalismo funeral (Anagrama, 2009) y Apocalipsis Now (Península, 2009). Sus libros más reciente son Enseres domésticos (Anagrama, 2014) y Apocalipsis Now (Península, 2012).En sus últimos años se dedicó a la poesía y a la pintura.

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