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Del alfiler al elefante

Así se llamaba la columna. El nombre lo decía todo. Un día era un análisis del principal acontecimiento internacional y al siguiente la necrológica de un pintor o de un poeta. Todo lo que ocurriera en el planeta entero cabía en el folio y medio mecanografiado que solía escribir por la mañana, estrictamente al hilo de la actualidad. Era un periodista orquesta, que sabía de todo y de todo podía escribir. Y siempre rápido y bien. Una bendición para un periódico vespertino como era aquel Tele/eXpres en el que se formó una entera generación de periodistas, quien firma estas líneas entre muchos otros.

El periodismo es mucho menos efímero de lo que creemos, empezando por los periodistas. Se escribe a toda prisa, a veces sin corregir; se lee con más prisa todavía; y luego se pasa página: el olvido. Pero más tarde las cosas se complican. Hay una sedimentación de las ideas y las palabras. Sobre todo si no son flor de un día y han ido manando con abundancia y regularidad, de una pluma inteligente y observadora: 9.000 artículos en 43 años, a razón de siete u ocho folios al día. Los escritores cuando mueren suelen ir directos al purgatorio, de donde algunos no van a salir nunca jamás, pero otros regresan resucitados y como nuevos. Los periodistas, en cambio, solemos ir de derecho al infierno, a menos que nos hayamos prodigado en una escritura también literaria que merezca la deferencia de una pequeña posteridad. En el caso que nos ocupa, el periodista tiene los mismos méritos que el escritor, hasta el punto de que no se entiende uno sin el otro, y eso era algo que todos sabíamos, pero necesitaba de la labor de los antólogos para que quedara, además de la constancia, abierto el camino de la resurrección. Lo ensayaron con éxito Carles Geli y Marcel Mauri en la primera antología que se publicó, en 2008, con el título de El mundo según Manuel Vázquez Montalbán (Editorial Ronsel), editada originalmente en catalán (Col·legi de Periodistes), en la que recogían una selección de 130 artículos, columnas y reportajes. Ahora ha repetido la demostración, nuevamente exitosa, Francesc Salgado con el primer volumen de la Obra periodística, que lleva por título La construcción del columnista y abarca desde sus inicios en el oficio en 1960 hasta 1973. Lo menos que puede decirse de este primer volumen de tres es que Manolo entero está contenido en esos 128 artículos antologados. No hay que esperar al siguiente volumen para encontrarse al periodista maduro y eficaz, que escribe de deporte y de moda, de gastronomía y literatura, de política española e internacional, a pesar de que todavía está vivito y coleando el franquismo. La mitad del volumen corresponde a un periodismo ejercido bajo régimen de censura previa. La segunda mitad bajo un régimen de autocensura y amenazas de sanciones penales y administrativas. A veces se olvidan estos detalles. Vázquez Montalbán hizo su trabajo de reportero y de columnista en estas condiciones lamentables con profesionalidad, pundonor y decencia; incluidos sus primerizos artículos entre 1960 y 1962, que han merecido el apartado El debut en la prensa falangista. Tal como se percibe en estos textos, en aquella época no se limitaba a sortear la censura, sino que ponía todo su gusto y empeño en probar las costuras del régimen, actividad en la que destacó como artista, maestro y pionero. Habrá que ver los siguientes volúmenes, pero el rescate de esos artículos que tienen entre 35 y 50 años va más allá del interés de historiadores y colegas. Todo se mantiene en pie en una selección antológica que supera su carácter de testigo de una época y merece ser leída por periodistas y lectores que no la han conocido. Si no han decidido que leerán en estos días festivos, ahí tienen una recomendación de lectura. Los lectores también pueden disponer de una antología específica de la columna Del Alfiler al Elefante en este blog en el que se utiliza la misma rúbrica. La tomé prestada de Manolo hace tres años, en homenaje a su labor de comentarista de política internacional, y en agosto de 2007 recogí aquí y comenté 31 de sus columnas.

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29 de marzo de 2010
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Dialogismos

 
 

Marie Pinot, profesora de español en una escuela secundaria, comenta las composiciones de mis estudiantes incluidas en esta bitácora: “el español no es la lengua de mis estudiantes, pero con ese ejercicio en torno a ‘Borges y yo’ siempre terminan por expresar la otredad propia y la otredad de la lengua a través de formas muy encantadoras.”  Mi experiencia es la misma: mis estudiantes tienen distinto grado de control del español. Sólo algunos de ellos son hablantes nativos; otros, son de origen hispánico y  manejan un español doméstico, pero buscan recuperar la fronda que les fue arrancada de raiz; la mayoría ha nacido en el inglés. Y, en efecto, es fascinante ver la creatividad que ensayan en la otra lengua; el español es una suerte de espejo que les devuelve un nuevo hablante. Prefieren el español a otro idioma extranjero porque creen ser más libres en español. Lo bueno es que ambas lenguas, el inglés y el español, conversan a gusto. Me alegra saber que en la secundaria francesa se puede rescribir a Boges, como se hace en la norteamericana, donde los profesores tienen el privilegio de decidir los textos de sus cursos. Páseme unas versiones de sus estudiantes, estoy seguro de que los míos las disfrutarán al ver en el espejo otros hablantes de paso.

 

Carmen Saintain,  estudiante de filología española en la Universidad de Borgoña, me escribe que está investigando  los blogs de escritores españoles y latinoamericanos guiada por una pregunta: ¿es el blog una nueva forma de escritura? Y me hace algunas otras preguntas, que aqui comparto.

 

¿Por qué elegir este soporte más bien que una publicación tradicional?


 

Casi toda escritura es, en español, provinciana: está limitada por sus fronteras. Y la que presume ser cosmopolita es provinciana con énfasis.  Borges decía que cuando Lugones iba en el tren se sentía obligado a anotar el paisaje. Cada vez que visito un museo, yo tengo que controlar la urgencia de escribir una crónica. Más provinciano todavia, un buen amigo no puede ir al cine sin tener que publicarlo. Rubén Darío tiene la culpa: inventó el cosmopolitismo para dejar de ser del siglo XIX, y creyó que debía escribir el obituario de todo muerto ilustre.  Escribir en español demanda definir un interlocutor en un espacio comunicativo indeterminado.  El blog, en cambio, permite borrar fronteras, y apostar por  la inmediatez de la conversación. Es un acto de fe comunicativa, digamos, porque postula la inteligencia y la decencia de la interlocución.  El blog inventa la conversación: actualiza la hipótesis de una comunidad dialógica.  Y, para un escritor, tiene sobre los demás medios una virtud: es una escritura gratuita. Se puede compartir el luto por las víctimas de las varias violencias, gratuitamente.
 

¿A quién se dirige? Y, ¿con cuál(es) objectivo(s)?


 

Leyendo los comentarios que algunos blogs convocan, uno llega a temer por la suerte de la democracia. Se dice que el correo electrónico ha aumentado la agresividad pero, de nuevo, la tecnología no es buena ni mala en sí misma, depende para qué se usa. El objetivo es seguir abriendo lugares de comunicación y humanizar el espacio de debate. Lo ideal seria que los lectores formaran parte del blog, para poder diversificarlo, más allá de su monólogo discreto, hacia nuevas formas de intercambio. Es un espacio en construcción. A mi me tienta la posibilidad de no escribir dos iguales.
 

¿Por qué no escribir una novela o algo como folletines mediante el blog?


 

Algunos escritores jóvenes empiezan a hacerlo. Por lo pronto, cuelgan en sus blogs capítulos de sus novelas en proceso. Y no dudo que varios lo asumen como un work in progress, aunque la realidad virtual no está destinada a terminar en un libro.
 Más bien, pronto el cuaderno de notas, los dietarios y prosa varia tendrán el blog como destino. La libreta de viajes que se convierte en libro hoy nos resulta de un anacronismo conmovedor. El blog está terminando también con la autobiografía, que es tolerable en la pantalla pero imposible en la página. Por ejemplo, el otro dia leí este comienzo: “Cuando yo era niño, fui a la escuela.” En el blog es irónico (supone complicidad en la parodia del género más redundante); en la página, en cambio, resulta banal (literal, y de un humor involuntario). 
 

¿Estaría usted a favor de una "autopublicación" mediante un soporte informático?


 

Yo sí, a pesar de que aun creemos que la publicación en papel impreso tiene una validación y autoridad propias. En el mundo académico, con la crisis que viven las editoriales universitarias, imposibilitadas de publicar libros eruditos, tendremos que valorar la publicación electrónica en paridad con la impresa. Ahora que la evaluación se ha contabilizado, seguramente que algunas editoriales electrónicas tendrán mecanismos internos de selección de manuscritos equivalentes a los de las editoriales establecidas y las mejores revistas. La cuestión crucial será esa: el valor crítico de las ediciones electrónicas, que dependerá de su calidad; o al menos, de su evaluación. 
 
¿Piensa usted que la publicación electrónica pone en peligro el mundo de la edición?


 
No hay que olvidar que la preservación de la información electrónica es perecedera. Irónicamente, las cartas escritas a máquina de escribir durarán mucho más que los mensajes electrónicos guardados en el disco duro. Lo mismo ocurre con los manuscritos de los libros: las copias impresas en papel libre de ácido vivirán más que la versión guardada en devedes. Es probable que el libro electrónico acelere la crisis de las editoriales pequeñas y medianas, cuyos costos de producción son cada vez más onerosos. Pronto no podremos incluir en nuestros cursos en las universidades de las Américas, libros publicados en España porque sus precios son tres veces más altos, dados los costos de transporte y los porcentajes que imponen al libro las distribuidoras y librerías. Por otro lado, hay autores y libros que son de acceso sólo nacional, y resultan inhallables fuera de sus países; las grandes editoriales carecen de colecciones para autores literariamente significativos, que no llegarán a ser best-sellers ni mucho menos pero cuya obra nos es fundamental. Las editoriales tendrán que adaptarse a la demanda y diversificar sus colecciones, de modo de que no abandonen a la literatura que no reproduce la lógica del mercado.
Sería el fin del mundo tal como lo hemos leído si las grandes editoriales terminan publicando libros de entretenimiento y las ediciones electrónicas se dedican a la literatura que vale la pena leer y estudiar.
 
Muchas gracias por sus preguntas.
 
 

 

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28 de marzo de 2010
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La lenta victoria de Barack Obama

La victoria de Obama ha sido trabajosa, lenta, obtenida con mucho esfuerzo y gracias a una obstinada fijación. Y ha sido mucho mayor porque también iban creciendo los obstáculos y la oposición a toda reforma del sistema de salud, hasta convertir la eventualidad de que el presidente mordiera el polvo en la bandera para arremolinar a las bases radicalizadas de un republicanismo todavía herido por la derrota de 2008. Queda mucho margen para calibrar la sustancia y los resultados de la reforma que dará acceso a la cobertura sanitaria a 32 millones de ciudadanos que carecían de ella. Habrá todo tipo de triquiñuelas para aplazar su aplicación o para impedirla, incluido el recurso a un Tribunal Supremo amoldado por las presidencias conservadoras. Y tardará en aplicarse en su integridad, cosa que no ocurrirá hasta 2014, al igual que la evaluación de sus efectos deberá esperar, según los expertos, hasta 2019 como muy pronto, cuando la presidencia de Obama ?sea corta, hasta 2012, o larga, hasta 2016? será ya historia.

Pero el efecto político de la reforma, que quiere decir en la correlación de fuerzas del presente, es el de una victoria rotunda, por más moderada que sea la legislación aprobada y a pesar de los siete meses de retraso respecto a las previsiones iniciales de la Casa Blanca. Hasta ahora, esta presidencia se había caracterizado por la tensión entre la intensidad de sus discursos y la evanescencia de sus acciones. De ahí la importancia de las reformas del sistema de salud, que nos proporciona una hipótesis: Obama, además de convencer y cambiar las percepciones, también consigue modificar, aunque lentamente, la dura y antipática realidad. Escribo hipótesis por una razón: deberá suceder varias veces para que la teoría quede comprobada. Lo exige la teoría, pero lo más grave es que también lo exigen las elecciones de mitad de mandato de noviembre, en las que se renueva un tercio del Senado y la entera Cámara de Representantes. Del resultado saldrán los márgenes de maniobra para los dos últimos años de su primer mandato: ya hemos visto cómo son con una doble mayoría demócrata como la que obtuvo, hasta el punto de que la pérdida de un solo escaño senatorial estuvo a punto de hacer descarrilar su reforma sanitaria. Para que le salgan las cosas rodadas, Obama debe seguir cosechando victorias en casa ?en la economía y en la creación de puestos de trabajo sobre todo?, pero debe afirmar también su autoridad exterior, sometida a impugnación permanente en ese nuevo mundo multipolar donde surge de cada esquina la arrogancia de un nuevo agente global dispuesto a retar y declarar en declive a la superpotencia única. Y vista la larga fabricación de su primera victoria, quizá sirve para Obama la vieja máxima latina de Augusto, el emperador: festina lente (apresúrate lentamente).

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28 de marzo de 2010
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DHL o cómo se apoya a la censura

Imagen tomada de: http://media.photobucket.com/ Hace un par de años fui a la oficina de DHL en Miramar para enviar unos videos familiares a unos amigos en España. La empleada me miró como si pretendiera trasladar a otra galaxia una molécula de oxígeno. Sin siquiera tocar el casete MiniDV, me dijo que la filial habanera sólo aceptaba transportar modelos VHS. Pensé que se trataba de una cuestión de tamaño, pero la explicación de ella fue más sorprendente: ?Es que nuestras máquinas para visualizar el contenido sólo leen casetes grandes?. Ante mi insistencia, la mujer sospechó que en lugar del rostro sonriente de mi hijo, yo quería remitir ?propaganda enemiga? al extranjero. Regresé frustrada a casa ?adonde nunca me llega correo regular? y pasado un tiempo estuve otra vez necesitada de los servicios de esta empresa alemana. Ante la imposibilidad de viajar a Chile para presentar mi libro Cuba Libre, la editorial me remitió, hace pocos días, diez ejemplares en un sobre con la palabra ?express?. Ni las numerosas llamadas telefónicas a la oficina de la calle 26 esquina 1ra, ni mi presencia allí, han logrado que me entreguen lo que es mío. ?Su paquete ha sido confiscado? me han  dicho hoy en la mañana, aunque en realidad debieran haber sido más honestos y confesarme ?Su paquete ha sido robado?. Aunque se trata de los mismos textos que, sin echar mano de la violencia verbal, he ido publicando en la Web desde hace tres años, los censores de la aduana lo han tramitado como si fuera un manual para fabricar cocteles Molotov. Ahora que los titulares de todo el mundo cuentan el fin del contubernio entre Google y la censura china, las empresas extranjeras radicadas en Cuba siguen obedeciendo los filtros ideológicos impuestos desde el gobierno. Con sus aires de eficiencia, su tradición de inmediatez y sus frases al estilo de ?Keep an eye on your package?, DHL ha aceptado una tabula política para medir a sus clientes. No hacerlo le valdría la expulsión del país y la consiguiente pérdida económica, de ahí que pasen por alto la inviolabilidad del correo y miren hacia otro lado cuando alguien demanda que le devuelvan lo que le pertenece. Los colores rojo y amarillo de su identidad corporativa nunca me habían parecido tan estridentes. Al mirarlos hoy siento que en lugar de celeridad y eficacia nos están advirtiendo: ?¡Cuidado! Ni siquiera entre nosotros tu correspondencia está segura?.

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26 de marzo de 2010
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El argumento de la obra

 

Dentro de unos días estaré paseando por esos lugares que tanto gustaron a Jaime Gil de Biedma. Paisajes de horizontes, de soledad en la llanura, amables algunas veces cuando aparece esa ribera de los alisos o cuando, desde un altillo, se divisa el mar de pinares. Tierras pobres de Castilla. Lugar en que tantas veces vivió el poeta. Unas veces para cuidar su juvenil convalecencia tuberculosa y, tantas veces, por el placer de pasear sus parajes abiertos. O para gozar de su "palacete" rural.

Por allí volveré con sus poemas, el verdadero argumento de la obra, y con ese otro tan sincero e íntimo argumento, su correspondencia. En sus cartas asistimos, como en los heterónimos de Pessoa, a esa "escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas". El, con sus muchas voces, distintas y la misma, es el verdadero argumento de la obra. Culto, cercano, irónico, feliz a veces, inseguro tantas veces. Acompañado y solitario como tantas veces. Cartas a maestros-Jorge Guillén, María Zambrano - , cartas a los amigos Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Ángel González, Caballero Bonald, cartas a los jóvenes Benítez Reyes, García Montero. Y cartas, muchas cartas, al fascinante "coronel", al maestro, amigo, cómplice y complejo Gustavo Durán. Cartas a Gustavo, el soldado de porcelana, dónde la sinceridad vital, dónde la confesión erótica y la vida personal se hacen más evidentes, mas desnudas que con ningún otro. Tendremos que hablar más de Gustavo Durán, se acaba de publicar un libro sobre su compleja y apasionada vida, pero hoy el "argumento" es Jaime Gil de Biedma y sus cartas privadas. Gracias a la editorial Lumen.

Así se cuenta, así escribe a Gustavo Durán en 1967:

"...Hay algo en estos primeros años de la edad madura que los emparenta con los años de la adolescencia: uno vive bajo el signo de la soledad erótica, ame a quién ame y esté con quién esté; sólo que ahora esa soledad ha quedado casi por completo desnuda de ilusiones sentimentales, o quizá lo que ocurre es que éstas se han corrompido y se han convertido en fetiches de ellas mismas, en imágenes. Estoy tan lleno de obsesiones eróticas que temo acabar volviéndome un puritano, porque hay momentos en que mi sexualidad me inspira verdadero terror, es como si de repente sospechase que estoy poseído por una fuerza impersonal que no tiene nada que ver conmigo ni con mi vida

  • - Afrodita Despótica, Eros Anarquista, la Subversión de la Carne"

 

En fin, comienza la semana de pasión.

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26 de marzo de 2010
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II. Ciudad perdida

Las ruletas del Malecón que giraban con un incitante cascabeleo, los rimeros de fichas sobre el mantel de hule, no lejos el Cabaret Copacabana que se alzaba sobre pilotes en las aguas del lago, y el Hipódromo vecino donde corrían los caballos de Somoza. La catedral de muros orinados, rodeada de pordioseros que acampaban en sus balaustradas. Los baldíos de la bajada de Chico Pelón donde acampaban los circos extranjeros, y se oían los rugidos de los leones hambrientos. Las campanadas de la estación y el tren que se alejaba por entre las breñas de la costa.

            No hubo nada de lo que me haya perdido.  De los primeros en llegar al lugar del accidente cuando cayó ante mis ojos uno de los aviones a chorro de la escuadrilla acrobática de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, que rompían con estruendo de trueno la barrera del sonido para perderse sobre la sierra de Managua y volver rasantes sobre el lago.  La visión de Clarita Parodi en traje de montar negro, encabezando un desfile hípico en la calle 15 de septiembre, el cabello rubio, peinado al estilo de Eva Perón, bajo las alas de un sombrero cordobés.

            El rosario viviente en el Estadio Nacional, en honor del Cardenal Francis Spellmann, arzobispo de Nueva York, invitado por el viejo Somoza a visitar Nicaragua. Llegó al aula Gulliver en busca de reclutas, un alumno por lámpara eléctrica, de las miles que deberían irse encendiendo, misterio por misterio, hasta completar el rosario extendido en forma de corazón, y yo me ofrecí voluntario.

            Los sábados esperaba con ansiedad a que Gulliver llegara a buscar a quienes querían confesarse en una sala de la segunda planta, con un padre capuchino de largas barbas, que irrigaba saliva al hablar y olía a trapos antiguos. Yo era de los primeros en alzar la mano porque así podía huir de la clase de geometría, y me entretenía en la fila que iba acercándose al capuchino mientras miraba maniobrar a los cadetes por encima del muro al otro lado de la calle, preparándose para el desfile marcial de cada domingo por la avenida Roosevelt, cuando iban a oír misa a la catedral al son de la banda de guerra...

            Es la ciudad que se llevó para siempre el terremoto del 22 de diciembre de 1972.

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26 de marzo de 2010
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Los demasiados (pocos) libros

‘Los demasiados libros' fue, hace ya más de diez años, el título de un hermoso ensayo del escritor mexicano Gabriel Zaid que quedó finalista del premio Anagrama y publicó aquí la editorial barcelonesa. La obra trataba de la abrumadora cantidad de los libros, los que se publican y los que quedarán como manuscritos guardados en cajones llenos de polvo, y también sobre lo que rodea al libro y no siempre lo acompaña bien: las presentaciones, las pre-publicaciones, los anticipos, el costo de la edición, las reseñas, el olvido injusto de algunos autores y la conversión de otros en figurones ridículos, los lanzamientos espectaculares y las librerías menguantes, la cada vez más extendida práctica de la destrucción de los ejemplares no vendidos de una edición, eso que los americanos llaman ‘to pulp', y no es ninguna ficción.

    Siempre digo que hay demasiados pocos libros, aun siendo consciente, por supuesto, de su abundancia y de su  -en tantos casos-  redundancia. Pero nadie se queja de la inmensa producción mundial de obras plásticas o videográficas, de películas, de canciones; sólo el libro les parece a muchos una ‘delicatessen' que convendría hacer más escasa, menos visible. Lo malo es que quizá llegue el día en que ese escamoteo o desaparición del libro vengan impuestos por la industria, por la incultura, o por el ‘e-book', que es, a mi juicio, un apreciable artilugio, algo así como un nuevo aparato clínico para casos de necesidad o urgencia. Mientras tanto, y antes de que caiga sobre nuestras cabezas la hecatombe, observo con esperanza y con convencimiento -por glosar a Ángel González- un saludable fenómeno español dentro del mundo de los libros: la proliferación de pequeñas editoriales independientes que, sin hacer sombra a las grandes casas, están no sólo ampliando el catálogo de los libros que a uno le apetece leer, sino también, más significativamente, explorando autores y literaturas que da casi vergüenza llamar marginales.

     No seré exhaustivo, porque ni aun queriendo podría dar un censo completo, dada su cantidad. Pero ahí van unas cuantas: Ediciones del Viento, Barataria, Demipage, Cabaret Voltaire, Neverland Ediciones, Periférica, Sexto Piso, Impedimenta, Errata Naturae, Contraseña, Umbriel, Barril & Barral, Libros del Bronce, Libros del Asteroide, Trama. Se advertirá que estas editoriales, además de poner en circulación obras de calidad, cultivan la imaginación en sus nombres. Y conste que sólo he citado aquí algunas de las que editan narrativa y ensayo; si añadiéramos las pequeñas editoriales de poesía, el número y la hermosa nomenclatura serían inagotablemente encantadores.

    Cuando yo empecé a leer con (cierto) entendimiento y a publicar (con gran atrevimiento), en España había muy pocas editoriales en las que confiar: Seix Barral, Destino, Alianza, Aguilar, Plaza y Janés, un tanto devaluada ésta desde la época en que sólo era del señor Janés. En los años siguientes surgieron Alfaguara, Anagrama, Tusquets, Siruela, Acantilado y alguna otra de calidad probada y larga vida, que deseamos asimismo para sus unipersonales directores: Jorge Herralde, Beatriz de Moura, Jacobo Siruela, Jaime Vallcorba. A ellos se suman ahora el valeroso, inquieto, atrevido conjunto de los pequeños editores independientes, responsables de que siga habiendo no demasiados pero sí suficientes libros para los que nos resistimos al apocalipsis del texto de papel.

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26 de marzo de 2010
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El monopolio de la libertad

Pocas banderas tienen tanto prestigio como la de la libertad, que unida a la idea de gratuidad, se convierte en imbatible. Poder blandirla en régimen de casi monopolio puede parecer una contradicción, pero es posible, y es lo que ha hecho Google, el mayor buscador de Internet del mundo. No sólo parece una contradicción; es una contradicción, pero funciona: para aspirar a dominar el mercado mundial, Google tuvo que avenirse a la censura, cosa que hizo desde 2006, cuando abrió la dirección china.cn, reconocida por el régimen de Pekín. Desde entonces, la empresa norteamericana ha expandido sus actividades en China hasta conseguir un 36% de la cuota de mercado en las búsquedas de Internet.

Google ha practicado durante cuatro años la autocensura de forma ejemplarizante para todas las otras empresas tecnológicas instaladas en China. Pero no es difícil aventurar que una buena colaboración con el régimen habrá facilitado también la denuncia y represión sobre los disidentes. Google cuenta con un antecedente de suficiente entidad como para que nadie se rasgue las vestiduras: Rupert Murdoch, el magnate australiano-norteamericano amigo de Bush, Blair y Aznar, y principal propagandista de las ideas neocons con sus guerras preventivas, jamás tuvo rebozo alguno a la hora de dejar todas sus ideas liberales y sus exigencias democráticas en la frontera de la China comunista, para limitarse a defender sus intereses. La decisión de abandonar el portal censurado y redireccionarlo a otro abierto en Hong Kong forma parte de la gesticulación libertaria de Google, pero está guiada, fundamentalmente, por los intereses comerciales, tal como subrayan enfáticamente las autoridades comunistas. El problema es que en el nuevo mundo multipolar en el que hemos entrado, nada hay comercial que no sea a la vez político. Desde Mountain View, la sede de la empresa, se ha tomado una decisión comercial, en respuesta a las decisiones de control político de Zhongnanhai, el compound del gobierno chino. No se trata de una guerra caliente, que vaya a producir una escalada cada vez más virulenta de represalias mutuas, sino de una guerra fría, en la que contará el equilibrio de las amenazas y la disuasión, mientras las respectivas diplomacias informales mantienen abiertos los canales de negociación. Google tiene tanta capacidad de atracción como de conflicto. Mientras se expande a toda velocidad, sus actividades chocan con la propiedad intelectual, la privacidad, los límites morales e ideológicos de algunas sociedades o incluso la libertad de mercado. Convertida en el mayor soporte publicitario del mundo, de donde salen sus principales beneficios, se ha convertido en una trituradora de periódicos y medios de comunicación. Las compañías telefónicas se consideran parasitadas, porque utiliza unas redes cuyos costes no sufraga. China no ha escogido mal a su nuevo enemigo global, porque intentará esconder la censura derivada de sus peores y más bajos intereses de poder detrás de demandas, muchas razonables, respecto a la posición dominante de Google en el mercado. China ha dado una lección totalitaria, de aplicación a todas las compañías que se instalan dentro de sus fronteras: las reglas de juego no se imponen desde fuera, y mucho menos una regla que dicta la libertad de los individuos en un país donde precisamente de lo que se trata es de evitar que los individuos sean libres. Google también saca tajada: nadie enarbola mejor y más alto la bandera de la libertad en el momento en que se están formando variopintas coaliciones en su contra. Pero ambas superpotencias también recogen los heridos de este combate: China no va a contar a partir de ahora con esta marca legitimadora; Google va a perder uno de los mercados de mayor crecimiento y expansión en el mundo. Estamos ante el enfrentamiento entre dos superpotencias por una cuestión de soberanía. Google es un ejemplo de libro de los nuevos agentes no estatales que cuentan en el mundo multipolar y global de fronteras evanescentes. China pertenece al mundo más clásico de las soberanías territoriales conservadas por la fuerza. No hay forma de que cuadren los intereses y los valores de dos universos tan distintos, el de las soberanías individuales globales y móviles, y el de la soberanía territorial con sus fronteras guardadas y sus ciudadanos custodiados. Si una pretende monopolizar la libertad a través de la tecnología, la otra cuenta con el monopolio efectivo del poder a través de la represión policial y militar. Stanley Bing, bloguero de la revista Fortune, asegura que entre estos dos grandes países enfrentados, prefiere vivir en Google que en China. Sólo los patriotas del comunismo chino pueden preferir lo contrario.

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25 de marzo de 2010
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Arte para nobles caducos

No fue necesario ir derribando con artillería de asedio todas y cada una de las ciudades europeas para que de común acuerdo los acaudalados burgos renacentistas demolieran sus murallas. Bastó con que una de las mil urbes fortificadas fuera bombardeada para que todos entendieran que las murallas eran ya mero ornamento. De ese modo se expandieron y ampliaron las ciudades hasta entonces recluidas en el cascarón almenado. El horizonte entró en la ciudad.

    Podríamos decir lo mismo de nosotros, los que vivimos las secuelas de la bomba atómica. Bastó con arrasar Hiroshima y Nagasaki. Nunca más estalló una bomba atómica en lugar habitado, no era necesario. A partir de aquellos dos avisos, la vida de los humanos en la tierra cambió por completo: ahora ya era evidente que podíamos suicidarnos y se cumplía el sueño de un cosmos libre de humanos. Hasta Hiroshima las matanzas sólo podían ser parciales, ahora el Día del Juicio ya no era una figura bíblica. Las consecuencias han sido gigantescas y aún no las conocemos más que por su efecto superficial, ese que suele denominarse "ausencia de Dios", "fin de la historia", "muerte del arte" y otras similares. En un mundo donde es probable la extinción de la especie humana, la vida no puede seguir siendo la misma.

    Cuando tiene lugar alguno de estos sucesos que sin escándalo transforman la vida entera del planeta, se producen a gran velocidad y de modo espontáneo lo que los sismólogos llaman "réplicas". Son casi imperceptibles. La artillería que destruye las ciudades fortificadas es la causa de esas tablas flamencas en las que sobre un paisaje idílico de viñedos y pastores aparecen ciudades fabulosas donde apuntan decenas agujas entre muros almenados. El deseo viene al rescate de la vida que desaparece.

    Fue la creciente masificación urbana y la entrada de la maquinaria en el agro lo que forzó a los pintores románticos a inventar un paisaje apasionado. En pocos años se pintaron toneladas de tempestades marinas, negruras selváticas, remotas lagunas, arboledas atravesadas por un sol mortecino. No estaban copiando montes, ríos, bosques o prados verdaderos y de singular belleza, sino soñando un modo de vida que estaba muriendo y al que sólo se podía aludir mediante metáforas.

    En la soberbia exposición que ha inaugurado el museo del Prado, titulada El arte del Poder, puede vivirse otro ejemplo de metáfora consoladora. Se exponen allí algunas de las más bellas piezas de la Armería Real y los retratos en que figuran al completo o por partes tales armaduras. Son radiantes. La preciosa borgoña de acero y oro que los Negroli construyeron para Carlos V, su celada de parada con el barbote figurando la barba del emperador, la rodela de la Medusa también de los Negroli, oníricas bardas de caballo, sencillos capacetes o armaduras enteras, todas y cada una de las piezas expuestas son magistrales. Sin duda los monarcas pagaron mucho más por ellas que por cualquier tiziano o velázquez y las atesoraron como objetos únicos, preciosos, originales y simbólicos. Es decir, como obras de arte.

    Lo más curioso es que ese ingenioso trabajo, esa riqueza de materiales nobles, esa imaginación creativa, no tenía ningún uso de guerra. Hacía ya muchos años que había pasado el tiempo de la caballería acorazada. Las bombardas que decidieron la batalla de Crècy en 1346 o la artillería de Azincourt en 1415 fueron avisos cada vez más sonoros. En el siglo XVI las nuevas armas de fuego perforaban las placas de acero y es en ese momento, justamente, cuando se desarrolla la locura por las armas ornamentales, las corazas de parada, el espectáculo de una caballería fantástica ataviada con armaduras de poema medieval, sin más uso que el artístico, teatral y simbólico. Podríamos decir que formaba parte de la propaganda de los grandes monarcas, pero sería equívoco porque esas maravillosas esculturas del deseo sólo las podían admirar los mismos caballeros que las coleccionaban.  

    La transformación, sin embargo, a la manera de la artillería destructora de fortalezas urbanas o de la bomba atómica que ha devastado la fe en la inmortalidad humana, trajo también sus réplicas imperceptibles. Una de ellas es la aparición de un retrato ecuestre de suprema grandeza. En su colosal retrato de Carlos V en la batalla de Mühlberg, Tiziano se ve en la necesidad de crear un mundo entero donde acoger a este rey acorazado que aún perteneciendo al desaparecido mundo de la caballería, sigue siendo el más poderoso del mundo. Asombrosamente lo sitúa en un suave prado próximo a un denso roble, paisaje ideal con una luminosidad que tanto puede ser de aurora como de crepúsculo. Quizás en la idea del pintor este fuera el crepúsculo de los luteranos.

Los retratos ecuestres hasta ese momento carecían de mundo propio. El guerrero se alzaba único y feroz mostrando su potencia en una soledad agresiva. El modelo había cristalizado en la Roma imperial y así son las estatuas y retratos del Gattamelata, del Colleone, de Giovanni Acuto, de Paolo Savelli. Pero ahora el guerrero acorazado en su caballo rampante se dispone como una ninfa en el ámbito de una pastoral, de una égloga que pudo firmar Garcilaso, el paisaje que Poussin elevará a categoría de poema.

    He aquí que el guerrero se ha transformado muy profundamente. De hecho, su hijo, Felipe II, que durante el aprendizaje vistió y se hizo pintar como caballero acorazado, en cuanto llega al poder absoluto renuncia al sueño de la Tabla Redonda y se hace retratar sobriamente de negro. Podríamos confundirle con un notario de Amberes si no fuera por el Toisón que cuelga de su cuello y el rosario solapado entre los dedos.

    He aquí que, como dice Burckhardt, la artillería y las armas de fuego habían democratizado la guerra. El poderoso ya no estaba obligado a soñarse como un caballero medieval, ni siquiera como un condottiero veneciano. La burocracia comenzaba a pesar sobre los hombros del monarca y la valía personal, la fuerza, el vigor, el arrojo, la nobleza animal, tenían menos importancia que la administración del tesoro. "Desde la aparición de las máquinas que mataban a distancia constataron, no sin dolor, que el valor individual era cada vez menos relevante", escribe burlón y melancólico el gran Burckhardt.

    En efecto, aquellos que como Carlos el Temerario no se resignaron al impetuoso avance de las máquinas, de los mosquetes, de los arcabuces, de las bombardas, fueron arrasados por los pragmáticos reyes ingleses. La valía individual, esa exhibición del cuerpo del guerrero victorioso que desde Aquiles había marcado a la nobleza de todos los países, era ahora un engorro y una torpeza y una estupidez. Todo lo más se podía tolerar su simulacro en una parada, en un retrato, en un espectáculo, como cuando Felipe II entró en Lisboa ya coronado rey de Portugal y ataviado con unas armas de las que podemos ver en el Prado la sensacional barda del caballo.

    Aquiles despreciaba a quienes no combatían con el cuerpo. Los guerreros griegos no concebían otra lucha que la de un cuerpo contra otro cuerpo. Apolo, el dios más perverso del Olimpo, es el que mata de lejos, sea con la peste que asolaba la Tebas de Edipo, sea con las flechas de los arqueros, sus infames protegidos. Si el dios que mata desde lejos puede derribar al noble guerrero con un mísero disparo, entonces hay que representarlo en un prado crepuscular con armas de oro y bronce, melancólica figura de un poema pastoril.

    Nosotros, súbditos de un dios que no sólo mata de lejos sino que puede eliminarnos del cosmos, carecemos de representación. En las imágenes de los últimos cincuenta años sólo aparece un niño paralizado de espanto en su cuna, haciendo gestos obscenos y riéndose de sí mismo.

Artículo publicado el sábado 20 de marzo de 2010.

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25 de marzo de 2010
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El viaje

No es lo mismo marcharse de casa despidiéndose de alguien que se queda dentro como despedirse de toda la casa sin que permanezca un alma en su interior. De esta segunda manera es la casa como una presencia la que desaparece en la marcha.

 Con alguien en su seno, albergando ese espacio, la comunicación no se interrumpe pero tampoco la mirada sobre sus contenidos se secciona. La casa conalguien cuenta con un ojo que la guía, la dirige, la vigila pero a solas sin una pupila gobernante sólo puede mirarse a sí misma.  Y ¿quién puede prevenir las consecuencia de esta insólita y desamparada situación? Cada orden de la materia, grande o pequeña, presume de una estructura autónoma pero no se trata más que de una convención para mantener legible la complejidad de lo real. En verdad todo orden de la materia es un efecto del ojo que la observa y la materia sólo finge en general que ese ojo la aprueba, la certifica y la censa para  dejarla en paz.

 El observador, como  sabe la Ciencia desde hace más de un siglo, interviene de manera decisiva sobre la composición de la realidad y su exploración la estructura y su observación la regla de modo que la ausecia de una óptica concreta desencadena una nueva composición. Y más si como se supone esa nueva composición no se halla, por un intervalo, bajo mirada  alguna. O bien, esa falta de mirada, será una mirada especial. Una mirada incógnita, casi mágica ante cuya influencia no puede predecirse qué podrá suceder.

Pero también, en términos de poder, sólo nuestra ausencia podría equivaler a nuestra presencia. De modo que  ¿cómo no temer en graves consecuencis ¿Cómo no deducir que su la ausencia se opone a la presencia y la mirada se opone a la falta de mirada la consecuencia más lógica será la que se forme en el par del control y el descontrol?

El hogar, nunca es por su misma condición un ser muerto sino que los seres y los enseres lo vivifican, lo transtorna, lo colorean y lo metamorfosean. Le procuran respiración y enfermedades, salud y necesidad, angustias, placeres deseos entre las muchas  interrelaciones que se establecen dentro de sí. Pero, entonces, ¿cuáles serán esas interrelaciones que no vemos ni siguen nuestras órdenes? ¿Cómo será su comportamiento sin el patrón de nuestra habitabilidad?

La casa parece una residencia estática cuando nos hallamos en su corazón pero dejando su palpitación libre, de inmediato (al menos en nuestra memoria) tiende a descomponerse o recomponerse en una estructura misteriosa que a la fuerza nos la hace temer. Es nuestra pero lo es tanto que fácilmente nos odiará, nos dejará, nos traicionará. ¿Cómo no ir creciendo en el miedo a sus comportamientos secretos?

Tememos los accidentes comunes que derivan de las avernas en las instalaciones abandonadas pero más allá llegamos a temer incluso en su pérdida completa. Y no sólo a manos del fuego o la inundación sino por efecto de su desolación y su abandono. Temer en fin en su posible pérdida de sentido y de adherencia, de su posible giro hacia un lado ajeno que va recorriendo en sentido opuesto a la dirección de nuestro alejamiento. ¿Qué simbólica distancia, por tanto, nos encontraremos al regreso?

Un hogar abandonado opera se comporta en nuestra pavor como un elemento liviano y voluble, desprendido del peso de nuestra existencia activa y liberado a la caprichosa existencia de sus objetos interiores, a su vez crecientemente imprevisibles.

El hogar puede volar como en las películas, puede fugarse como en un sueño,  puede perderse como la respuesta a una esclavitud de la que no pudimos  detectar el grado de su tiranía.

Ese hogar nuestro que al regresar abrazamos como una criatura entrañable es diferente al hogar que recién abandonado tendemos a recordar como un amante que a solas podrá elegir una compañía ajena. Puede elegir incluso su misma ajenidad al ser abandonado en su misma y delicada naturaleza doméstica.

Lo doméstico se arraiga en su ser domesticado, desenvolviéndose bajo el poder de su  amo. La  ausencia del amo, sin embargo, mata la intrínseca naturaleza de ese  ser, ahora sin cuidados impulsado a una supervivencia de fantasma, el ser de la casa  deshabitada y el cambio de su talante. El paso del  hogar ocupado que emitía una música concreta a la realidad de una casa deshabitada. Hogar misterioso para el barrio y hogar misterioso para uno mismo en la lejanía. Tan misterios, incalculable y temible que a cada  regreso se viven unos momentos de angustia ante su puerta.  La llave se introduce en la cerradura, la hoja de la puerta gira despacio y la sorpresa  no es otra que  hallar un hogar tal como lo dejamos.

Un hogar que acaso acaba de recomponerse momentos antes de nuestra llegada porque ya en la ausencia de nosotros mismos lo habíamos alterado repetidamente, lo habíamos dado incluso por perdido,  desordenado el orden que lo gobernaba, desparecido el resguardo del que nosotros mismos deliberadamente, culpablemente, habíamos abdicado. Y sin saber exactamente hasta qué grado:  La ausencia es una borradura del pasado, la ausencia nos borra y ¿cómo esperar que entonces, ya desaparecidos, alguien nos aguarde indemne kilómetros y semanas, acaso interminables, en absoluta y perpetua soledad? 

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25 de marzo de 2010
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El Boomeran(g)
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