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Vendedores de alfombras en el zoco geopolítico

A los gobernantes no se les echa del poder en las urnas, sino en revueltas callejeras. Quienes les sustituyen llegan con el marchamo de la renovación e incluso de un cierto afán liberal. Pero no tardan en regresar a la pauta autocrática que está inscrita en su entera tradición política. Primero se perpetúan en el poder con su clan familiar, mediante la corrupción y la manipulación de una imagen paternal y clientelista, y cuando ésta ya no da más de sí, incurren en el fraude electoral masivo. Esto alimenta a su vez a una oposición sometida a un trato indecente que prepara el siguiente ciclo y el próximo derrocamiento.

El papel de las grandes potencias en la vida circular de estas autocracias es central. Un buen déspota no se perpetuará en el poder si no trafica con inteligencia de jugador de póquer con Washington y Moscú, las dos capitales que todavía se disputan sordamente la hegemonía en la zona, en una especie de reminiscencia de la guerra fría. Ambas quieren bases militares en sus territorios y la seguridad de la sumisión de los gobernantes a sus designios políticos. Cabe imaginar el juego que puede dar una buena subasta organizada desde el zoco del poder en la remota capital donde se produce esta gimnasia política. La pequeña república centroasiática de Kirguizistán, con sus cinco millones y medio de habitantes, encaja como anillo en el dedo en esta pauta, incluyendo las bases americana y rusa. Se independizó en 1991, como resultado de la implosión de la Unión Soviética. Aunque celebra elecciones multipartidistas, hasta el momento sólo ha tenido dos presidentes, Askar Akáyev, primero de la República Soviética de Kirguizistán y luego de la república independiente, hasta 2005; y Kurmanbek Bakíev, presidente provisional a la caída de este último y reelegido luego en dos ocasiones hasta esta misma semana. Akáyev fue derribado por la que se llamó la Revolución de los Tulipanes; Bakíev, este pasado miércoles, por una violenta revuelta que ha catapultado al poder a la dirigente de la oposición y ex ministra de Exteriores Rosa Otunbáyeva. Y vuelta a empezar. Así es la vida en los patios traseros centroasiáticos, donde Estados Unidos se ha instalado de mala manera para apoyar sus aventuras bélicas en Irak y Afganistán; Rusia no quiere irse; y China, en cambio, invade sigilosamente, es decir, con los tentáculos de su economía. Incluso en Afganistán, algo más al sur, el presidente colocado por Washington, Hamid Karzai, se engalla con Obama y amenaza con hacerse talibán para sacar más réditos de su apuesta. No son novedades mundiales centroasiáticas. Caudillos y príncipes árabes lo saben todo de las técnicas de regateo y amenaza en el mercado de alfombras. Pero en la nueva multipolaridad es el entero planeta el que ahora se dedica a exprimir a los poderosos en el zoco geopolítico global.

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11 de abril de 2010
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De la leche al parapeto

Con la estampida en masa de inversionistas extranjeros, los anaqueles de las tiendas muestran las reales cifras de nuestras finanzas. Mi madre me llama temprano para avisarme que hay papel sanitario en un mercado lejano; dice que debo apurarme pues ya se ha corrido la voz y pronto se agotará. Salgo mirando a la derecha y a la izquierda como un ventilador, a ver si también aparece algún tipo de jugo para poner en la taza de Teo por la mañana. Pero el desabastecimiento es notable y han desaparecido de las tiendas los envases tetra-packs con la marca Río Zaza, la otrora empresa mixta sumida hoy en un escándalo de corrupción. El mercado negro ha colapsado, pues no es un secreto para nadie que éste se nutre del desvío de recursos en las fábricas y del robo durante la transportación de las mercancías hacía los comercios. Hasta los más pacientes empresarios foráneos, al estilo del español que regenteaba la firma Vima, han hecho sus maletas y regresado a casa. El consorcio entre la perfumería Suchel y el capital ibérico aportado por Camacho está llegando a su fin y mis amigas muestran sus canas ante la ausencia de tintes para el pelo. El tiempo en que el país compraba primero y pagaba después se terminó. Ahora arrastra tantas deudas que hacen difícil atraer el capital y tomar fiado. Los efectos de la crisis se sienten con fuerza en la vida cotidiana, donde un jabón ha pasado a costar un 30% más que hace apenas un año. Las amas de casa se rascan la cabeza frente a la sartén, mientras gritan que el salario se va como agua una vez cobrado a fin de mes. Ni siquiera los bendecidos por una remesa llegada desde afuera o los habilidosos comerciantes del mercado informal la tienen fácil. Pocos se acuerdan ya de aquel discurso pronunciado hace tres años en Camagüey, donde Raúl Castro insinuaba la posibilidad de un vaso de leche para cada cubano. Muy por el contrario, las palabras que emitió el pasado domingo nos han traído trincheras, parapetos e imágenes apocalípticas de la Isla hundiéndose en el mar. Corriendo detrás de los escurridizos alimentos, hemos tenido poco tiempo para reflexionar sobre lo dicho en el Palacio de las Convenciones, pero sus numantinas amenazas gravitan sobre nosotros. Interpretadas en un sentido directo, presagian que nos espera un hueco húmedo rodeado de sacos de arena, un fusil para dispararle no se sabe a quién y esa última bala en la recámara que usaremos sobre nosotros mismos. Mientras, el General se mantendrá firme en su puesto y comprobará ?a distancia? que no incumplamos la orden final de inmolación.

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10 de abril de 2010
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Esa leyenda moderna

 

"Soy judía, coja y lesbiana". No esta lejos esa manera de presentarse de aquello de su amigo Truman Capote: "Soy homosexual, soy borracho, soy un genio". Ambos eran una pareja muy inteligente, muy genial y no muy seria. Jane mucho más modesta, más tímida. Ninguno demasiado serio. Felizmente. La seriedad es muy densa. Yo- como mi compañero de éste bar abierto todos los días, todas las horas, Vicente Molina Foix-  también he tenido la suerte de estar en Málaga en los días de recuerdo de los Bowles. Unos días, con sus noches, llenos cuentos tangerinos de épocas míticas, de algunas añoranzas y de muchos recuerdos recuperados al lado del genial encantador- otro de mis preferidos casi ocultos, sin obra, sin edad y con el secreto de la modernidad- del nervioso tranquilo, del esteta, Pepe Carleton. Uno de sus méritos ha sido su capacidad de estar allí dónde pasaban cosas interesantes. Un elegante vital de culta y discreta homosexualidad, procedente de una familia llena de curiosidades, guerras, palacios, decadencias y disimulos. Fue capaz de romper con casi todo aquello, sin romper del todo. Hace años le dediqué una larga entrevista en "El País" dominical. No sólo le envidio por sus amores con Jane, mis envidias se suman a otras muchas, la principal es la de haber sido amigo de Audrey Hepburn y haber paseado con ella por la serranía de Ronda , sin raptarla, sin por lo menos intentar engañar al  pesado de Mel Ferrer. En fin, cosas del nervioso tranquilo de Carleton.

Me fui literalmente por los cerros de Úbeda, cuando de verdad lo que yo pretendía era incitar a los visitantes de este bar, para animar a los que no lo hayan leído, a los que tengan olvidadas antiguas lecturas o a los que ni siquiera se lo hubieran planteado, llegar o volver a la obra de Jane Bowles. Que la fama de Paul, sus libros, la película de Bertolucci, no impidan acercarse a esa fascinante, caprichosa, imaginativa, divertida y doliente mujer. Gran escritora de obra breve, de vida intensa y de amores inauditos. Sus cuentos y su única novela- "Dos damas muy serias" están en esa otra vuelta de tuerca que Anagrama hace de algunos de sus "clásicos". Edición que suma el tiene el aliciente del prólogo del amigo Capote. Algunos cuentos son obras maestras. La novela es una joya. Y eso fue casi todo. Solo faltan su obra de teatro que se recuperará en breve, "En la casa de verano" y esa tierna pieza corta, deliciosa y llena de humor escrita para títeres, "Una pareja en discordia" Eso es la obra completa de Jane Bowles. Merece la pena.

Como mereció la pena la lectura que Marisa Paredes nos hizo de algunos textos de ella y de Paul. Además de la última y emocionante carta que desde Nueva York le envío a su peculiar marido, Paul. Después volvería a Tánger, antes del ingreso en los conventos de aislamiento psiquiátrico de Málaga. Una mujer llena de luz que conoció las sombras en sus últimos años. Una fatalidad amorosa, vital que ya anunciaba en su obra llena de un peculiar sentido trágico del humor y la existencia.

Gracias al Instituto Municipal del Libro de Málaga, a Alfredo Taján y a todos los que han propiciado que el recuerdo, la literatura y la peculiar vida de Jane Bowles estén tan vivos, tan modernos, tan necesarios.

 

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10 de abril de 2010
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Dalia y gardenia

En la sobria pero hermosa lápida de granito negro de Finlandia que la ciudad de Málaga ha puesto encima de los restos de Jane Bowles sólo hay una leyenda debajo del nombre: "Cabeza de gardenia", atribuida a Truman Capote. El autor de ‘A sangre fría' fue amigo y fan acérrimo de la Bowles, y por escrito la describió, en el prólogo a la edición de sus (pequeñas) obras completas publicada en 1966 con  "su cabeza de dalia de desmochado pelo". Otros testimonios posteriores y el recuerdo de uno de los íntimos aún vivos de la escritora, Pepe Carleton, hablan de que la flor usada comparativamente era la gardenia. Probablemente Jane Bowles se levantara un día con el pelo pincho de la dalia y otro con los cabellos en pétalo recogido de la gardenia, y las dos flores de su cabeza se le irían marchitando a medida que se consumía en la clínica malagueña donde murió joven el 4 de mayo 1973.

   Ha sido una semana de recuerdo a Jane y a Paul, en una serie de actos tocados misteriosamente por la gracia a la vez chispeante y desdichada de esta singular pareja. El homenaje fúnebre del cementerio, el lunes 5, tuvo sol y viento y la breve música de la flauta de Richard Horowitz, uno de los dos compositores de la banda sonora de ‘El cielo protector' de Bertolucci, evocando el aire y la arena y el tránsito de los ‘outsiders' felices de serlo. Y es bellísimo el entorno de la tumba, en ese cementerio decimonónico de San Miguel en el que todo acoge y acompaña a los vivos que no se olvidan de sus muertos. (Resulta pintoresco, y sin duda a ella le habría hecho gracia, que la tumba más próxima a la de Jane, y ahora más modesta que la suya, sea la del grandilocuente poeta modernista Salvador Rueda).

     Por la tarde del mismo día, el salón de actos del Museo del Patrimonio se llenó para una nutrida sucesión de mesas redondas ‘bowlianas' iniciadas con la presentación del poeta y novelista Alfredo Taján, que en su capacidad de director del Instituto Municipal del Libro ha sido el entusiasta impulsor de las jornadas y las diversas publicaciones asociadas. Tuve la satisfacción de participar, junto a Jorge Herralde y Juan Cruz, en la que se centraba en las obras de narrativa de Jane, que Anagrama ha reeditado en un solo volumen. Pero yo recomiendo también otros libros ahora aparecidos, desde el más modesto, la edición por el propio Instituto de la deliciosa obrita breve para marionetas crueles ‘A Quarreling Pair' (que Luis García de Ángela traduce como ‘Una pareja en discordia' y yo llamaría ‘Una pareja de litigantes'), hasta el impresionante y muy bien editado e ilustrado volumen colectivo ‘Jane Bowles, últimos años'. Sin olvidar el título que a mi juicio es el mejor de Jane Bowles,  al lado de su magistral e influyente relato breve ‘Placeres sencillos': la obra teatral ‘En el cenador', un poema escénico de madres e hijas maliciosas, volubles, elocuentes y atormentadamente felices.

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9 de abril de 2010
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II. Las costuras del traje

También podríamos utilizar el ejemplo de una prenda de vestir, que me permite hablar de los procedimientos ocultos, esos que nunca pueden exhibirse a los ojos del lector porque conspiran contra la credibilidad del artificio, como serían las costuras de un traje. O el revés de un bordado. Voltear la tela al revés para examinar las costuras, es solamente un vicio del lector que lee como escritor y quiere ver la calidad de las puntadas, o la trama de revés de la tela, donde se esconden los secretos del procedimiento. Pero ésta es una deformación del oficio, que no le deseo a nadie que emprende la lectura de un libro por el gusto y el placer de leer, que es, al fin y al cabo, la razón de que existan los libros.

            Entrar en la lectura de un libro es entrar en la novedad que no debe ser mancillada. La costumbre, la familiaridad, terminan matando la sensación, o la ilusión de novedad, cuando uno lee como escritor para advertir los procedimientos, las mecánicas de relojería del libro, sus costuras, la trama al revés del bordado. Es la misma familiaridad  que permite descubrir, en la sala de la casa ajena que nos ha seducido la primera vez, tras repetidas visitas, las sombras de humedad en las paredes, la rotura de la alfombra, la insistencia de la presencia de determinados objetos que si nos maravillaron al principio, ahora nos resultan demasiado pobres, un desorden y un descuido que antes no estaban allí. Es la desilusión de la intimidad la que se apodera del ánimo, y en esa desilusión empiezan a habitar también ruidos, voces, olores, con su presencia incómoda.

 

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9 de abril de 2010
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Cuba Libre preso en La Habana

Justamente ayer, la víspera de presentarse en Chile una compilación de mis textos con el título Cuba Libre, me llegó una   información de la Aduana General de la República. En ella me confirmaban la confiscación de diez ejemplares de mi libro enviados a través de DHL. En las rancias y breves palabras de la burocracia, me explicaban:

Al realizar la inspección física del envío se detectó documentación cuyo contenido atenta contra los intereses generales de la nación, por lo que se procede a su decomiso en correspondencia a lo establecido en la legislación vigente.

Trato de reproducir la escena de ?los especialistas? dilucidando si permitían o no que el libro traspasara las fronteras de esta Isla y llegara hasta mis manos. ¿Buscarían en sus páginas alguna imagen obscena que pudiera ofender la moral? De seguro no la encontraron entre las fotos de vallas inflamadas de consignas políticas, las desvencijadas entrañas de un automóvil abandonado y las banderas cubanas exhibidas en un mercado donde no vale la moneda nacional. Esto último puede parecer obsceno, pero no es mi culpa. ¿Serían celosos doctores de la gramática esos que manosearon las frases de Cuba Libre buscando quizás una errata  o un tiempo verbal mal usado?  ¿Se trataba acaso de analistas militares, indagando entre los párrafos de mis crónicas por códigos ocultos, revelaciones sobre la economía o documentos secretos de la Seguridad del Estado? Nada de eso hallaron, ni siquiera la receta de cómo fabricar guarapo, esa casi extinta bebida nacional que se logra exprimiendo la caña de azúcar. Me conformo con fantasear que quienes impidieron a la versión española de mis textos llegar hasta cientos de amigos entre los que circularía eran unos uniformados con más disciplina que lecturas. Probablemente ya estaban avisados por los escuchas que monitorean constantemente mi teléfono; pueden haberles advertido incluso que no fueran a leer el contenido. Si tres años de publicar en el ciberespacio hubieran servido solamente para hacer llegar mi voz hasta estos torvos censores, sería suficiente motivo para sentirme satisfecha. Algo de mí quedará en ellos, como mismo su represiva presencia ha marcado mis crónicas, las ha empujado a saltar hacia la libertad.

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8 de abril de 2010
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Cerezas nucleares

Hoy daremos por terminada definitivamente la guerra fría. Una vez más. Con aquella contienda sin batallas ocurre algo extraño. Terminó en 1989, pero una vez y otra, en las dos últimas décadas, la hemos ido dando por solemnemente clausurada en unos gestos repetidos de conjuro o de reafirmación que no pueden ser más que tácita expresión de incredulidad. No nos faltan razones para la desconfianza. Pero esta vez será de verdad: la guerra fría queda atrás, es cierto; pero su lógica ha seguido hasta ahora mismo, y esto es lo que hoy terminará formalmente en Praga, donde Barack Obama y Dimitri Medvedev firmarán la renovación del Start, el tratado de reducción de armas estratégicas que conduce al punto más bajo de los arsenales nucleares desde aquellos tiempos en que el mundo vivía protegido bajo el paraguas del terror, al que se le llamaba la Destrucción Mutua Asegurada.

Yeltsin y Clinton la dieron también por liquidada en 1997, cuando pactaron el nuevo sistema de relaciones entre la Alianza Atlántica y Rusia, los enemigos jurados de antaño. Lo mismo hicieron Bush y Putin, cuando acordaron una reducción de arsenales en 2002. Barack Obama también acudió a este efecto-anuncio, justo ahora hace un año y en la misma ciudad, cuando pronunció uno de sus más brillantes y emotivos discursos. Pero el acto de hoy en Praga demuestra que lo que dijo entonces era verdad. Sus palabras de entonces se convierten en hechos que quieren clausurar la lógica de aquella guerra. A la firma del nuevo Start, le ha acompañado esta semana la presentación de la nueva doctrina nuclear de Estados Unidos, que sustituye a la elaborada con Bush en 2002, en los meses posteriores a los atentados del 11 S. Seguirá luego la Cumbre sobre Seguridad Nuclear, que reunirá la próxima semana a más de 40 primeros ministros y jefes de Estado. Y culminará en mayo con la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación en la sede de Naciones Unidas. Todo son pequeños pasos, es verdad. La reducción de arsenales desplegados a un límite de 1550 cabezas estratégicas todavía se queda corta. La nueva doctrina nuclear conserva elementos de la antigua. Obama es un centrista, gradualista y pragmático del que no caben esperar giros de 180 grados ni revoluciones en cuestiones estratégicas. Pero estos pequeños pasos van exactamente en la dirección contraria a la involución que se había producido en los años de Bush. Su objetivo central, expuesto hace un año en Praga, es la eliminación de las armas nucleares, y su estrategia desplaza el papel de estas armas del corazón del concepto militar norteamericano en el que la situaron los neocons. Bush fue un presidente proliferador. Abogó por mantener las armas nucleares e incluso por desarrollarlas. Salió del tratado de limitación de pruebas para poder ensayar con nuevos ingenios tácticos, llamados también bombas de bolsillo. La deriva de su presidencia hizo temer que intentara lanzar una cabeza nuclear táctica contra Irán, en una acción que habría significado el segundo golpe nuclear de la historia, después de Hiroshima y Nagasaki y habría sido de consecuencias devastadoras. Puso en peligro la doctrina de la no proliferación con el acuerdo cerrado con India, un país con el arma nuclear que no ha firmado el tratado de no proliferación (TNP) y que en buena lógica no debía tener asistencia de los países firmantes. Y lo peor de todo, con su guerra de Irak, impartió una auténtica lección proliferadora a Corea e Irán: quien no quiera ser atacado como Sadam Husein, que no tenía armas de destrucción masiva, mejor que las adquiera lo más rápido posible para evitarlo. Obama tiene una visión totalmente distinta, inspirada no por el miedo, sino por la esperanza en un mundo sin armas nucleares, al que quiere llegar mediante la acción multilateral. No lo plantea en términos ingenuos: de ahí la lentitud de sus pasos, que exasperarán a los pacifistas. Al contrario, quiere que sean prácticos y ofrezcan resultados tangibles: con su nuevo concepto, que mantiene intacta la capacidad disuasiva de Washington, quiere convencer a los senadores republicanos para que completen los dos tercios de votos que exige la ratificación del nuevo Start firmado con Rusia. Con la complicidad de Moscú, quiere plantear una actuación global en aquel Gran Oriente Próximo que Bush quiso remodelar y democratizar a cañonazos. En su caso, lo que busca es descargar a Israel de la preocupación por la amenaza existencial que supone un Irán nuclear e imponer un plan de paz que ninguna de las partes tenga fuerzas ni argumentos para rechazar. La suya es la doctrina de las cerezas: tiras de una y siguen las demás.

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8 de abril de 2010
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I. El árbol y el mueble

Quiero detenerme en una imagen que es el símil de mi oficio de escritor: un mueble. Puede que resulte un ejemplo un tanto arbitrario, pero mi abuelo materno era ebanista por afición. Del trabajo de sus manos conservo una hermosa mesa de roble, de amplia superficie y patas torneadas como airosas cariátides sin rostro que sostienen su arquitectura simple pero firme. Esta mesa, es la mesa sobre la que descansa la computadora en que escribo, los libros que consulto, mis cuadernos de apuntes.

            Para fabricar un mueble se parte de una idea de árbol, el árbol que se alza ante los vientos entre la abigarrada y oscura multitud del bosque. Es necesario elegir uno de ellos, apreciar su fuste, las rugosidades de su corteza, la extensión de sus raíces, la solemnidad de su estatura, la frondosidad de su ramaje, y entonces, hay que cortarlo. Y después de cortarlo, aserrarlo en piezas, ensamblar esas piezas, darles una forma; cuidar que las junturas no dejen luces ¾entre juntura y juntura no puede pasar la luz, saben de sobra los buenos artesanos¾; y por fin tallar, lijar, barnizar.

            Nada sobrevive de aquella forma de árbol, pero es el árbol. Entre el árbol y el mueble, entre la materia del árbol y la transformación de la materia en un mueble, queda de por medio la apropiación de esa materia, que es el proceso de convertir la realidad en imaginación y la imaginación en lenguaje; un proceso que requerirá de diversas herramientas, como las del carpintero que era mi abuelo: plomada, escoplo, buril. Y rigor, disciplina, sentido de las proporciones, amor de la perfección aunque la perfección se vuelva siempre inaprensible. Volver a lijar, volver a pulir. Tachar, sustituir, desechar. No dejar luces en las junturas.

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7 de abril de 2010
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La modestia de los más grandes

Cuando comparamos nuestros héroes habituales con los antiguos, es imposible no sonreír ante la paradoja de que todo siga igual siendo por completo distinto. Hoy me refiero a los héroes de las multitudes. En el origen de los actuales (y actualas) acaparadores de la adoración social, sean figuras del rock, maniquíes, futbolistas o similares, se encuentra aquel magnífico personaje, Lord Byron, que fue el primero en abrir el espectáculo.

    Me lo ha recordado el delicioso libro del gran Giuseppe Tomasi di Lampedusa publicado por Nortesur y que en apenas cien páginas da un retrato exacto, irónico, encantador y sagaz del primer gran ídolo de masas. Hoy puede parecer un disparate que el mundo entero adorara (o bien odiara) a aquel aristócrata cojo y guapo, rico y pobre, inteligente y descerebrado, revolucionario y conservador, seductor de mujeres y seducido por hombres, poeta inmenso y versificador mediocre, aquel nudo de contradicciones que exaltó a la juventud europea y la condujo a los excesos de entonces, que eran tan peligrosos como los nuestros aunque más sanos. El Pete Doherty del romanticismo nos parece hoy un ser tan fabuloso como el ave fénix y sin embargo tenía ya todos los ingredientes de la popularidad mediática.

    No obstante, lo que más me ha emocionado del libro ha sido el tono de voz, la presencia casi física del inmenso artista que fue Lampedusa. En 1954, fecha de redacción, le quedaban tres años de vida. No lograría ver editada su obra maestra, El Gatopardo, rechazada por todos los editores italianos. Casi al final de este librito, escribe: "Lo que le haría falta a nuestra sociedad sería un Byron, es decir, un poeta que no fuera esclavo del público ni de los editores". Lo decía como si hablara de algo imposible, pero muy discretamente él lo había realizado, no con la poesía sino con una prosa que es lo más cercano a la poesía de los tiempos prosaicos. Su modestia no le permitía admitir que había escrito, sin esclavitudes editoriales o populistas, la novela decisiva de la Italia moderna. Tan libre como Byron, más sabio.

 

Artículo publicado el domingo 4 de abril de 2010.

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7 de abril de 2010
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Camino de perfección

El modelo es italiano. Como en tantas otras ocasiones. De la civilización casi todo llega de la península itálica, lo más alto y lo más bajo. No hay estadio de perfección más elevado en este capítulo. Nadie ha llegado más lejos en la integral transformación del entero sistema político y de la moral de la sociedad. Los niveles alcanzados en otras naciones europeas se quedan cortos con lo que allí ha sucedido, donde los electores han convalidado y siguen convalidando las actuaciones del gobernante más corrupto de toda su historia desde los tiempos del Renacimiento hasta conseguir invertir la jerarquía de los valores. En Italia no hay corruptelas, ni corrupción política en sentido estricto; no hay financiación ilegal de los partidos políticos, ni políticos corruptos; el entero sistema se ha convertido en una maquinaria corrupta al servicio de quien es a la vez el corruptor y el corrupto en jefe, que sigue campando a sus anchas, adaptando las leyes y el Estado a sus intereses, comprando a diputados y funcionarios, a jueces y periodistas, gracias a la convalidación de sus métodos y de su altísima moral por parte de los electores.

No es fácil alcanzar tanto virtuosismo. Y no está claro que quienes en España aspiran a culminar este camino de perfección tengan las cualidades personales y la enorme capacidad corruptora que tiene el condottiero italiano que nos ocupa. Pero hay que reconocer que ponen mucho de su parte y con esto ya tienen la mitad del camino recorrido. Es difícil superar en cantidad y en calidad, en extensión y en intensidad los niveles de corrupción alcanzados entre nosotros por el partido que precisamente llegó al poder como abanderado de la regeneración moral y del Estado de derecho, frente a la corrupción y los crímenes de Estado del socialismo. Esa superioridad moral de partido incompatible con la corrupción, de partido irreprochable y legalista, era la coartada mayor para la mayor cueva de Ali Babá que jamás se haya visto en la democracia española. Lo único que falta ahora son las circunstancias políticas y económicas que les eleven a los altares de la sublimidad berlusconiana, en las que la corrupción quede bendecida y consagrada por las urnas como virtud democrática; y sea promovida y estimulada luego desde el Gobierno y las instituciones con el mismo ahínco con que se combaten los accidentes de automóvil en carretera. Una buena crisis económica, que destruya puestos de trabajo y deje en la intemperie a millares de familiares desahuciadas por sus hipotecas impagadas; un gobierno tan inepto como sea posible, incapaz de pasar un mensaje claro y siempre preparado para desmentirse varias veces al día; y un país polarizado por la inquina territorial, ideológica y religiosa, pueden bastar para que las próximas elecciones nos ofrezcan el milagro de la corrupción convalidada por las urnas. La fidelidad berroqueña del voto conservador y la crisis de la izquierda pueden hacer el resto. Esto no lo hemos visto todavía en unas elecciones generales en España. Sí se ha visto ya a pequeña escala en dos autonomía como mínimo, en la Comunidad Valenciana y en Madrid, donde la identificación ideológica puede más que los escrúpulos morales de los electores. Pero si este Partido Popular agusanado de arriba a bajo no se regenera antes de dos años ni consigue revertir su identificación con la corrupción, lo que nos espera puede ser tan grave como lo que ha vivido Italia bajo el berlusconato.

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7 de abril de 2010
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