De una montaña de refrescos
y chuches,
vieojuegos y pizzas,
a domicilio,
se forjo un niño moreno.
Tan fácil de amar como
todos los elementos
que él amaba con fruición
y, a espaldas,
-para ser exactos-
de nuestra atención
y nuestro
sentido
de culpa,
in educando.
Enfrascado, empastado, enchufado,
afincada
su concentración
en la pantalla.
saturada de hechizantes y secuestradores
gadgets, medraba el niño moreno.
Personajes e historias
sencillas o no
que precozmente
ocuparon
el habitat de sus deseos
mientras dejaron los nuestros,
paternos y vetustos,
como reclamaciones
previsibles y sin diversión.
Nosotros anhelantes
- a sus espaldas-
por deshacer
esa doliente exclusión
y ellos seducidos
por factores superiores
más mágicos
que nuestro entender.
Porque, además, a su alrededor,
como una impenetrable
batería de armamentos,
blindados y divertidos,
se alzaba una pira de juguetes
Una pirámide de recreos
que se quemaba
entre incontables fogatas:
Las navidades, los cumpleaños, los santos, los viajes,
las recompensas con ton o son.
Los sobresaturados
caprichos infantiles,
reproducidos en la oscuridad
creaban hijos nuestros,
que apilaban ingenios mecánicos
en los rincones del hogar
como ropa usada,
vieja o nueva,
y a una velocidad
que ningún detergente
es capaz de aclarar.
De aclarar,
ante todo,
la mente adulta
dotada, con su corazón,
oxidado
cruzado de resortes caducos.
Y no importa la lástima
que este estado despierte
puesto que la lenta emoción
del pesar es ahora incompatible
con el disparo
Pesar pesado.
Ajeno a los dispositivos
de la nueva sentimentalidad
construida a lomos
de las ocurrencias.
Puesto que hoy,
-lejos del descrédito-,
"la ocurrencia"
es altamente productiva.
No banal
sino fundacional.
Porque si fuera ridiculizada
por su flaqueza
hace un siglo
hoy es
fuerte anatomía social:
en la infancia,
en la arquitectura,
en la política,
en el terrorismo
en el arte,
en la fe.
La ocurrencia es la carrera
por la que discurre
la civilización sin abrazos
sobre los niños
rubios, morenos, trenzados.
Con chuches y sin achuches
recorriendo
a todo chute
esta era narcisista
de cristal y espejos.