Vicente Verdú
Tuve la fortuna
de que las mujeres
a quienes más amé
(bellísima todas)
también me amaron.
Y algunas,
incluso después de tantos años,
siguen queriéndome
con inesperada riqueza.
Parece excepcional.
Pero,
de otra parte,
es muy cabal.
Nos quisimos
,aún efímeramente,
sin dobleces
y cuando la vida
se dobla y redobla tanto
aquello que fuera
un descampado carnal
(con algún delirio. Y lirios)
luce ahora
mucho más.
Son puntos
de amor iluminado,
voces a ti debidas
que guardo como
un puñado de brillantes,
monedas o fármacos,
para casi toda adversidad.
Con ellas,
intercambio
a su gusto
raciones de dolor
por cucharadas de esperanza,
decepciones repetidas
por su consuelo
sin causa.
Canjeo, en suma,
Hasta donde
humanamente puedo
el mal
por este privilegio
capaz de reabsorber,
con la memoria
endulzada,
aquello que fue,
en muchas ocasiones,
un pastel de primera.
Un confite
cuyo sabor
más certero
no ha caducado
ni con
el salobre
de la edad.