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No más de 100 palabras

Fuente: dell Una serie de escritores aparecerán por la Feria del Libro de Madrid, en el parque de El Retiro, y El País digital está preparando algunas entrevistas digitales aprovechando la coyuntura. Aquí les dejo las direcciones para que les hagan preguntas a algunos de ellos, los tres que más interesan a Moleskine Literario. Jorge Volpi, 2-06 Marcos Giralt Torrente 3-06 Chuck Pahlaniuk 3-06

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28 de mayo de 2010
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IV. Un país atacado por el mal de las dictaduras

El asunto está en que realmente tengamos esa oportunidad  electoral. En lo que toca al propio Ortega su decisión es presentarse como candidato, por mucho que la Constitución se lo prohíba, y ganar las elecciones a cualquier costo, con los votos contados por los mismos jueces electorales que cometieron el fraude en las elecciones municipales de 2008, y por eso mismo es que ha dispuesto por decreto que permanezcan en sus puestos.

Y no se trata simplemente de una reelección más. La sentencia ilegal de sus magistrados de la Corte Suprema permite una reelección presidencial para siempre, en consonancia con la estrategia electoral del partido en el poder, definida en documentos que se han hecho públicos, en donde se afirma sin sonrojos que han llegado para quedarse, y que no están dispuesto a renunciar al gobierno bajo ningún circunstancia.

Ortega controla, además, a los jueces y magistrados de los tribunales en todos los niveles, organizados en sindicatos militantes, los mismos que estuvieron en las calles cuando fue atacado el Holiday Inn; controla a los jueces del Tribunal Electoral, y controla a los contralores que se supone deben detener los actos de corrupción. Y quiere, además, controlar a la Policía Nacional y al Ejército, y ha empezado ya con la Policía, instituciones que hasta ahora se ha regido al amparo de la Constitución, y por eso han sido respetadas por los ciudadanos.

No se trata nada más de ruido en las calles, y ataques esporádicos con palos y piedras, y ventanales destruidos a morterazos. Se trata de la supervivencia de la democracia en un país atacado cíclicamente por el mal de las dictaduras a largo plazo.

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28 de mayo de 2010
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Borgeana

1

Una noche, en Nueva York, Yvonne Ochart recordó unos versos de Borges pero no pudo recordar el resto del poema. Es cierto que el lenguaje a veces nos devuelve la memoria que habita en el olvido; con suerte, entre palabras tentativas, un texto se nos impone. Todos hemos soñado el Poema, y al despertar hemos sentido el pánico de verlo desaparecer verso por verso. Yvonne desesperó ordenando su biblioteca. Estaba segura de que eran de Borges pero al no encontrarlos temió que fuesen versos de un poema que ella todavía no había escrito. ¿Qué buscaba preguntando por un poema disputado por el olvido? ¿Por qué esperamos de un texto de Borges lo que el lenguaje no puede ya decir?

2

Casi todo lo olvidaré menos el primer día de clases en la Universidad Católica, en Lima, cuando Luis Jaime Cisneros nos leyó la página de la enumeración de “El Aleph” (“vi el populoso mar, vi el alba y la tarde…”). Creí, con asombro, que Luis Jaime leía esa página para mí. Creí formar parte de la enumeración, asistir a una ceremonia, descubrir lo mucho que puede decir el español. Me fue dado ver el milagro del Aleph, la primera letra, que incluye a todas las demás.

3

En la Biblioteca Nacional de Madrid vi, por fin, el manuscrito de “El Aleph.” Leí cada palabra, reconociendo el estado original del relato,  la huella de la mano de Borges, la tachadura y la elipsis. El cuento se llamó primero El Mirab; Carlos y Beatriz fueron inicialmente hermanos. La página de la enumeración es conmovedora: Borges decidió su orden rehaciendo la sintaxis de los nombres en la visión. ¿Cómo no reconocer la parte de la lectura que nos ha tocado en la metáfora del Aleph?  Nos debemos a esa tinta del origen.

4

Después, en los archivos del Ramson Research Center de la Universidad de Texas, en Austin, en unas delgadas carpetas de Borges, di con tres páginas y un párrafo de su caligrafía; el título “Los Rivero” parece de otra mano, probablemente la de doña Leonor, la madre, quien le ayudaba con las transcripciones cuando la ceguera terminó por imponerse. De la letra de “El Aleph” a la letra de “Los Rivero” la escritura ha cambiado: la primera era del todo legible; la segunda es más laboriosa. Ese progreso de la miopía, en unos seis años, hacía de la escritura un documento intrigante. Borges, se diría, se aferraba a la letra a mano como si defendiera la lectura. Escribir, leer, son operaciones que debemos al lenguaje, donde buscamos habitar. Borges decía que la ceguera, después de todo, no estaba tan mal, aunque no la recomendaba. (Su padre, que presumía de galante, había padecido de una miopía aguda desde joven; una vez, en la plaza de Ginebra donde piropeaba a las señoras, una de ellas le respondió: “Pero Jorge, soy yo, tu mujer”).

5

“Los Rivero” es el comienzo de un cuento que Borges no terminó de escribir.  Releyéndolo, uno se pregunta por qué lo dejó de lado.  Lo llama “crónica,” y es un relato de origen histórico. Lo extraordinario es que un texto tan rico de latencias genéricas o discursivas haya sido abandonado. Pero quizá esa misma potencialidad disuadió a un escritor que descreía de la novela, a la que consideraba una prolongación indulgente de lo que podía ser un cuento preciso. Esa economía inversa no niega las grandes novelas que él admiró, desde el Quijote hasta el Ulises; pero revela la renuncia Modernista a lo que se dio en llamar la “prosa municipal y espesa” del realismo doméstico. “Los Rivero” son los descendientes de un militar argentino que dio batalla en las guerras de la independencia americana. Si el antepasado ilustre es un héroe fundador, los hermanos son personajes menores y patéticos, sin lugar social en una república de “gringos” nuevos ricos. Pero la historia de cada uno de ellos habría exigido un relato extensivo, profuso de incidentes, quizá excedido de énfasis criollos. En El informe de Brodie  hay una historia paralela ("La señora mayor"), sólo que el narrador interviene estableciendo una distancia más que irónica, burlesca, frente a los hechos narrados; con lo cual la historia de los descendiente de un fundador republicano se torna grotesca, ajena. “Los Rivero,” a pesar de ser sólo un fragmento, es mucho mejor: preciso, irónico, crítico. No menos inquietante es que “Los Rivero” sea posiblemente el último relato que Borges intentó escribir antes de perder la vista. El otro relato, el elocuente, que dictó ya ciego, demuestra que la composición mental y el dictado son operaciones de una escritura hecha en las simetrías de la memoria, cuando se ha perdido la letra, y la voz del narrador es menos impersonal. “Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres,” había especulado Borges. Y tal vez la novela, que muchas veces prolifera en palabras y lectores, también lo es, sino debate su lugar en la escritura.

 

Los Rivero de Jorge Luis Borges ha sido publicado en edición única de cien ejemplares, con ilustraciones de Carlos Alonso, por Del Centro Editores (delcentroeditores@telefonica.net), que dirige Claudio Pérez Míguez, y la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que dirige María Kodama (Madrid, 2010).

 

           
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27 de mayo de 2010
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Farenheit 2010

El otro día -quizá como preparación del día de Sant Jordi- emitieron en televisión Fahrenheit 451, película de François Truffaut sobre el relato de Ruy Bradbury. Se trata, ya saben, de la escenificación de un mundo en que los libros son perseguidos y quemados por parte de un cuerpo singular de bomberos que, en lugar de apagar incendios, se dedica a propagarlos, siempre que haya letra impresa por medio. Con algún anacronismo, la película conserva una gran intensidad visual. En cuanto a su diagnóstico profético, le sucede lo mismo que a las novelas de Orwell y Huxley: acierta en cuestiones esenciales, aunque es incapaz de prever los grandes cambios tecnológicos. Eso le otorga un cierto aire naïf tanto al contrastar la maldad como al sugerir la resistencia al mal.

Al contrario de lo que pronostica la película, como demuestra festivamente el día de Sant Jordi, estamos rodeados de libros, aunque en su mayoría nunca serán leídos y con mucha probabilidad, serán destruidos sin que ningún lector haya asomado la nariz en ellos (bajo la dictadura de la novedad los editores se han convertido, ellos mismos, en destructores sistemáticos de sus propios libros).

Lo curioso del caso es que, aun disponiendo de tantos libros, nuestros contemporáneos tienen la misma mentalidad que los habitantes de la película de Truffaut: en ambos casos se trata de una rabiosa necesidad de ser analfabetos, pese a que la sociedad haya gastado tanto en su alfabetización. Nuestros contemporáneos, como aquellos personajes ficticios, sienten miedo y desdén por los libros pese a que un día al año se sienten pródigos y compran un libro preferentemente televisivo. El olfato de Truffaut funciona con lustros de antelación: la verdad está en el marco publicitario que alecciona a los analfabetos a través de la pantalla.

La voluntad tenaz de analfabetismo coincide con la obsesión de unos seres humanos que creen que la felicidad reside en un igualitarismo por abajo. "Cuanto menos personas más felices seremos". Un buen lema antiilustrado que preside la película de Truffaut y nuestra vida social. Entre Sant Jordi y Sant Jordi, todo un año de Fahrenheit 451 en los cerebros.

El País, 24/04/2010
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27 de mayo de 2010
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Augurio del tiempo presente

 

La bronca del Partido Popular en el Senado y las dubitativas rectificaciones del Gobierno -y cito tan sólo los más recientes de nuestros disparates- contribuyen a consolidar el tradicional prejuicio popular contra la clase política española. La sensación de estar siendo gobernados por una corporación que no está a la altura de las circunstancias consolida el asombro de una ciudadanía consternada. La presunción de los políticos -ajenos al bochorno que inspira su comportamiento- sostiene la apariencia institucional y da visos de normalidad a su extravagancia. Pero su impertinencia es una corrosiva influencia sobre el más débil de los soportes: la confianza social en el sistema.

Los que ojean el paisaje político creerán que las convulsiones refuerzan las estrategias electorales y que no está de más agitar las emociones que nos arrastran hacia el sufragio. De este modo, desdeñan la importancia del furioso escepticismo que modula la conciencia colectiva de nuestro país. Tres décadas de retórica institucional para movilizar la participación responsable de la ciudadanía ante las urnas pueden ser liquidadas en uno de los momentos más convulsos de nuestra historia reciente. Algo que a los dirigentes no parece importarles demasiado. ¿Reflejarán sus informes el irreparable descrédito que fermenta en el imaginario público?

La numerosa clase política española (en el gobierno, en la oposición, en el parlamento, en el senado, en los parlamentos autonómicos, en las diputaciones, en los ayuntamientos...) debería anticiparse a los impulsos de renovación y encauzar la imaginación heroica que en encrucijadas históricas como la actual debe brotar con gran fuerza. Pero el aparato del partido, el aparto de cada partido, está en manos de un único dirigente y es a él a quién se debe ese espeluznante silencio de tan malos augurios.

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27 de mayo de 2010
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Dos libros de Boyd

‘Bambú' es un desafío a la mala prensa que puede tener, para un escritor, escribir en prensa. El fenómeno es sobradamente conocido en España, país donde muy pocas manos de escritores podrían tirar la primera piedra del escándalo; apenas hay poetisa, dramaturgo o novelista de cualquier sexo que no practique el periodismo, uno de los tres enemigos de la promesa literaria según el dictamen de Cyril Connolly (los otros dos eran el matrimonio y el dinero). Quizá pensando en Connolly, a quien dedica uno de los más juiciosos artículos recogidos en ‘Bambú', William Boyd ve preciso justificarse en una breve introducción a esta selección de escritos ocasionales de diverso género, que comprende sólo una parte (pactada con él por sus editores en castellano) de los recogidos en la edición inglesa de ‘Bamboo'; Boyd habla de que, al contrario de lo que sucede en Francia o Estados Unidos, los literatos británicos suelen ser reseñistas y colaboradores de ‘periodicals', desconociendo sin duda el autor de ‘Las nuevas confesiones' la proliferación periodística -de efecto tumoral según los contados nombres que no la practican- de sus homólogos españoles.

    La miscelánea que ofrece Duomo, muy bien traducida por Miguel Martínez-Lage, tiene piezas memorables, tanto evocativas (‘Recuerdos de la mosca salchicha', ‘Las penas del león', ‘Montevideo') como estrictamente críticas, apartado en el que destacan sus tres textos sobre Evelyn Waugh, el examen del acto íntimo o gesto para la galería de ‘Llevar un diario', y su peculiar compendio de ‘El relato breve', donde establece una tipología del género en siete apartados que sólo tiene un defecto: en ninguno de los siete le cabe Henry James, a mi juicio el más grande cuentista -al lado de Chejov y Maupassant- de la literatura universal. El artículo sobre los diarios muestra el habitual ‘common sense' inteligente y nada convencional del magnífico escritor que es Boyd; inclemente consigo mismo al juzgar sus diarios de juventud, reconoce lo mucho que le sirvieron para una de sus mejores novelas, ‘Las aventuras de un hombre cualquiera', compuesta a partir de las anotaciones del diario de su ficticio protagonista. Pero Boyd también se deja llevar a veces por una malicia irónica muy refrescante: al sugerir que algunas traducciones pueden mejorar el original (en ‘Ser traducido', divertidísimo recuento de sus experiencias propias) y, en el citado ‘Llevar un diario', calificando los diarios publicados en vida del autor como una "autobiografía bastarda" en la que el escritor sacrifica "la potente combinación alquímica que surge de la confesión y la confidencialidad, indispensable en todos los buenos diarios, a cambio de una satisfacción rápida a base de controversia y renombre". En la literatura española del momento se da, al menos en uno de sus diaristas más pertinaces, el vivo ejemplo de esta falsía de corte exhibicionista.

    Boyd nació en Ghana de una familia escocesa y vivió largos años en Nigeria, habiendo siempre figurado el continente africano en sus escritos de no-ficción y en su narrativa, que se inició en 1981 con ‘Un buen hombre en África', una novela ya muy lograda gracias a la cual, y a su siguiente libro de cuentos ‘On the Yankee Station', entró dos años después en el primer equipo de grandes promesas elaborado por la revista Granta. Aunque queda un tanto descolocado en el conjunto de ‘Bambú', estremece leer el perfil en tres etapas del escritor, periodista y editor nigeriano Ken Saro-Wiwa, amigo suyo ahorcado en una vendetta tribal por el dictador de turno de su país. En contraste con ese extenso texto de contenido cívico está el Boyd mundano que plasma el ambiente del festival de cine de Cannes en dos visitas distintas, 1971 y 1999. La primera, rememorada en clave de humor, es la de un estudiante de la Universidad de Niza que va en auto stop con una novia alemana a La Croissette y jura haber visto a John Lennon y Yoko Ono en la terraza del Hotel Carlton. El Boyd de 1999, por el contrario, acude a la Costa Azul como director de una película, la única que ha realizado hasta la fecha, titulada ‘La trinchera' y situada en los escenarios de la primera guerra mundial.

     William Boyd fílmico y cinéfilo: otro motivo por el que siempre me ha atraído este novelista viajero y culto, africanista y afrancesado, que no teme meter su cuchara en los más variados guisos de la cocina del arte.

      

2.  Boyd  policiaco

 

   ‘Tormentas cotidianas' está dejando una estela, en sus traducciones recientes al español (marzo) y al francés (abril), que puede parecer de origen volcánico. Ya era un ‘thriller' de actualidad cuando salió hace un año en inglés, pero su trama de conspiración farmacéutico-política (que por momentos hace pensar en ‘El jardinero fiel' de Le Carré) ha cobrado ahora otra resonancia, en función de que el protagonista del libro es un climatólogo apresado por azar en una erupción criminal de imprevisibles consecuencias tóxicas. El escenario por donde se mueve el inocente culpable Adam Kindred es Londres, y la capital llega a ser, con el eje central del Támesis, sus barcazas, su fauna comestible y su enredada flora, otro co-protagonista de una novela que, sin dejar nunca de cumplir con las normas del género, también aspira a ser un cuadro de costumbres y actitudes contemporáneas al modo de los grandes frescos de intriga social de Dickens.

   No diremos que William Boyd está a la altura del autor de ‘Nuestro común amigo', último título novelesco completado antes de morir por su compatriota decimonónico. ‘Tormentas cotidianas' se lee sin embargo como el espejo literario no muy profundo pero sí muy vivaz de una galería de personajes que algunas veces pueden parecer prototípicos; de hecho, el nombre de su anti-héroe, Adam Kindred, podría traducirse alegóricamente como "Adán Común o "Adán Afín", una especie de ‘everyman' triturado (aunque no del todo) por la maquinaria implacable de unas poderosas fuerzas dirigidas -desde las más altas instancias- contra él. No sorprenderá a los lectores de Boyd la riqueza del trazo figurativo, en particular en la pintura de Ly-on, el simple y a la vez perceptivo hijo de la prostituta, de la avispada policía Rita y de un perro de importancia casi filosófica. Destaca también el autor, como de costumbre, en tanto que paisajista, no sólo de los ambientes urbanos (esa esquina fluvial frente a una de las siluetas londinenses más características, la estación eléctrica de Battersea) sino de los espacios ‘morales': la secta religiosa, la redacción periodística, el alto mundo de los ‘happy few'.  

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27 de mayo de 2010
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Escucha Israel

El Gobierno que preside Benjamín Netanyahu tiene muchos motivos para la satisfacción. Acaba de obtener el enorme éxito diplomático que significa su ingreso en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), con el voto unánime de todos sus 31 miembros, incluyendo países muy críticos con su comportamiento en la franja de Gaza. Único inconveniente para el Gobierno israelí es que tendrá la obligación de desglosar las estadísticas según las fronteras reconocidas internacionalmente, de forma que pueda suministrar a los otros Estados miembros la información que le requieran sobre los Altos del Golán, Jerusalén Este y Cisjordania.

Una potente fronda judía y liberal se está levantando en EE UU y Europa contra Netanyahu Segundo motivo de satisfacción. Barack Obama, el hosco presidente de Estados Unidos que dejó plantado a Netanyahu la última vez que le recibió en la Casa Blanca, está preparando alfombras y fotógrafos porque quiere borrar el efecto de las malas relaciones y, como Sísifo, intentar una vez más que israelíes y palestinos hagan la paz. Su enviado especial a Oriente Próximo, George Mitchell, ha conseguido finalmente que avancen esas extrañas conversaciones de proximidad, en las que este veterano diplomático, sobradamente bregado en la zona y en la otrora espinosa Irlanda del Norte, se dedica a recorrer los 15 kilómetros que separan los despachos de Abbas y de Netanyahu para intentar dentro de tres meses su transformación en conversaciones directas para la creación de un Estado palestino al lado de un Israel reconocido por todos sus vecinos. Esto ha sucedido porque Netanyahu ha impuesto silenciosamente la congelación efectiva de nuevas construcciones en los asentamientos de los territorios ocupados, incluso en Jerusalén, aunque en este caso con doble sordina. Hasta aquí las viñetas rosa. Ahora llegan otras menos amables, e incluso oscuras. En lo que afecta a España, la suspensión de la Conferencia Euromediterránea que debía celebrarse en julio, entre otras razones por la insistencia del ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, en viajar a Barcelona, sabiendo que su presencia, considerada indeseable por la mayoría de los socios árabes, bastaba para impedir que asistiera el copresidente de la Unión por el Mediterráneo, Hosni Mubarak, al que en su día mandó al diablo. Poca emoción ha suscitado este golpe a la presidencia semestral española de la UE, todo lo contrario de lo que ha sucedido con la prohibición de entrada en Israel, donde estaba invitado para impartir una conferencia, al lingüista y militante izquierdista judío norteamericano, Noam Chomsky. Y también la va a suscitar, además de abundante polémica, al igual que ha venido sucediendo cada año, el informe anual de Amnistía Internacional, que denuncia "los crímenes de guerra y otras infracciones graves del derecho internacional en la Franja de Gaza", así como las "severas restricciones a la libertad de circulación de la población palestina de los Territorios Palestinos Ocupados", los desalojos forzosos, la demolición de casas y expropiación de tierras en dichos territorios, la ampliación de los asentamientos israelíes ilegales, el uso excesivo de la fuerza a veces con medios letales, los malos tratos a personas, las detenciones administrativas, los juicios militares injustos y los abusos graves e impunes contra palestinos por parte de colonos y militares. También hay una viñeta nueva, inquietante para el Gobierno de Netanyahu y muy reveladora acerca de las tensas relaciones con Washington, que responden a un mar de fondo que desborda ampliamente a las ideas y a la personalidad de Barack Obama. Una potentísima fronda judía y liberal (de izquierdas en lenguaje europeo) se está levantando en Europa y en Estados Unidos en contra del Gobierno extremista que preside Netanyahu, con la compañía nada recomendable de varios destacados ministros xenófobos y racistas, que quisieran unos expulsar a todos los árabes de Israel, y otros impedir por cualquier medio la constitución del Estado palestino. El periodista judío norteamericano Peter Beinart es quien ha encendido la chispa en Estados Unidos con su artículo El fracaso del establishment judío americano, publicado en la The New York Review of Books, en el que reivindica dramáticamente los valores liberales que han caracterizado la cultura judía frente al etnicismo identitario del judaísmo ortodoxo, muestra su preocupación por la democracia israelí y señala el divorcio entre el actual Israel de los colonos antiárabes y los jóvenes judíos norteamericanos. Algo similar ha ocurrido en Europa, donde cerca de 3000 intelectuales judíos, encabezados por filósofos como Alain Finkielkraut y Bernard Henri-Lévy, han firmado un llamamiento en el que expresan su temor por el futuro de Israel como Estado judío y democrático. "Esperemos que estas voces de los amigos de Israel en París, Londres y Bruselas se escuchen en Jerusalén", ha escrito el diario israelí Haaretz. La viñeta final de balance es bien clara: a pesar del ingreso en la OCDE y del viaje de Netanyahu, nunca un Gobierno de Israel había llegado tan lejos en su desprestigio internacional.

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27 de mayo de 2010
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Ecologismo como corolario del ideario humanista

Respecto a la cuestión del animalismo y en general del ecologismo reitero que yo me considero profundamente ecologista  si de lo que se trata es de  revitalizar el sentimiento de nuestra pertenencia a la naturaleza y la exigencia de proteger la biodiversidad. Me siento profundamente ecologista si se parte de la premisa la salud de la naturaleza es condición de la dignidad material y espiritual del ser humano, las cuales han de constituir el objetivo, aquello que determina nuestras máximas subjetivas de acción.  Reitero que mi divergencia sólo empieza cuando constato que el ecologismo se convierte en ideología y que (a través de una interpretación reducionista del alto grado de homología genética que se da entre humanos y otros animales) se procede a una inversión de jerarquía que supone una revolución en el concepto que tenemos de  comportamiento ético: este no pasaría ya por la exigencia de no  instrumentalizar a los seres de razón, de tratar al hombre como un fin y nunca como un medio, sino por la empatía con todos los seres susceptibles de sufrimiento, en cualquier caso con aquellos dotados de sistema nervioso central. Como  indicaba al propio  José Lazaro en una conversación  anterior en Barcelona,  la compasión, sentimiento noble e indispensable, que debe regir nuestro comportamiento con los seres humanos y los animales de compañía, no  puede sin embargo determinar en exclusiva nuestros principios éticos. Pues en ocasiones la compasión conduce a ser más sensibles al destino del ave que a nuestra vista cae de su nido que  de seres humanos de cuyo sufrimiento,  por alejado de nuestra vista,  no somos testigos. Transcribo al respecto lo que escribí junto al filósofo francés Francis Wolf en el diario El País:

"...Si se trata de repudiar los comportamientos crueles,  obviamente de acuerdo. Si se trata de mejorar las condiciones de vida de los bueyes  y los pollos, más de acuerdo. Pero si se trata de "liberar" a los animales de todo tipo de dolor y, en consecuencia, de toda subordinación al hombre; si se trata hoy de prohibir la corrida de toros  para  mañana prohibir la pesca y la caza y hasta el consumo de carne (es decir prohibirlos exclusivamente a los hombres, no a las demás especies animales) entonces se hace evidente que la conciencia animalista, pese a su disfraz de generosidad no es una extensión de los valores humanistas, sino más bien la negación de los mismos.

Este nuevo culto de una naturaleza mítica es peligroso. Cada vez que se ha erigido la defensa de la naturaleza en imperativo categórico absoluto se ha desvalorizado al se humano. De hecho el Animal empieza a tomar existencia absoluta en los lugares del mundo en los que Dios parece perderse en la niebla. Que los hombres inventen el Animal cuando dejan de creer en Dios no es necesariamente para ellos una buena noticia".

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27 de mayo de 2010
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Aprendamos el rito

Pon en la mesa el mantel adamascado, Trae las rosas más frescas del jardín, Echa vino en la copa, corta el pan, Con el cuchillo de plata y de marfil. Alguien ha venido a sentarse a tu mesa, Alguien a quien no ves pero presientes. Cruza las manos en el regazo, no preguntes: En las preguntas que haces es donde mientes. Prueba después el vino, come el pan, Rasga la palma de tu mano com el tallo agudo, Lleva las rosas a tu frente, cubre los ojos, Cumpliste el ritual, lo sabes todo. De Poesía completa, Alfaguara, p. 143 Oír Aprendamos el rito in Carlos do Carmo ao Vivo no CCB

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26 de mayo de 2010
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