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Apunte de Saramago

Saramago era un Juan Rulfo portugués que había ganado el Nobel.  Como Rulfo, lo había leído todo, señal del autodidacta escolarizado por la novela. Y como Rulfo, poseía la inteligencia popular que los hijos de la ciudad, más livianos, confunden con sabiduría oral. Tenían ambos, además, un laconismo elegante, pero eran capaces de grandes arrebatos de protesta o de ternura. También fueron esa clase de escritores que  en los foros de este mundo, callaban tan profundamente que su silencio se hacía notorio. Parafraseando a Macedonio Fernández, se podría decir que si callaban un rato más, no quedaría nada que añadir.
 

La primera vez que lo vi, tal vez en un foro en Madrid, hablamos de Providence, mi ciudad, famosa por su población portuguesa. Me contó que había estado aquí, y que unos profesores portugueses lo llevaron a conocer un mercado auténticamente portugués. Lo divertía esa paradoja regional, porque él vivía rodeado de mercados portugueses verdaderos. Me di cuenta de que su laconismo era una forma del sentido común. Tenía un gusto empírico mundano y austero. No pertenecía a ninguna artistocracia literaria, pero tampoco hacía gala de sus orígenes campesinos. Se había hecho un hombre de la ciudad a través de los libros, el periodismo y la política, que en su caso fue la clandestinidad del Partido Comunista Portugués, al que adherió en 1969.  He llegado a la conclusión de que Saramago fue una clase de escritor que hemos conocido en América Latina: un escritor que pasó de la pobreza rural a la vida urbana a través de los clásicos. O sea, a través de la idea de la polis como espacio de la política, y de la civitas como lugar del debate, el ágora y el ágape.  Saramago debe haber sido el último artistotélico. Creía que la verdad se hace entre todos,  a pesar de todo. Su robusto sentido común era la fuente de su inmediato sentido de la justicia. Su voluntad de ser útil, revelaba no al hombre político sino al hombre dialógico.
 

Por eso, andaba por las ferias de libro de este mundo rodeado de una nube de periodistas, y era verdaderamente feliz hablando con ellos. García Márquez, que es amigo personal de los periodistas, en cambio, se niega a conceder entrevistas. “Lobo no come lobo,” les dice, para espantarlos. Las opiniones de Saramago, respuestas y  propuestas eran de tal sentido común, que resultaban irónicas y hasta atrevidas. Era capaz de poner a prueba su libertad para exceder las normas y la corrección política. A veces era imposible acompañarlo tan lejos, pero ese era un papel que hacía suyo. Una vez, hablando contra las guerras de Bush, me explicó su teoría sobre los terroristas suicidas: sólo alguien acorralado puede hacer de su muerte una bomba. Lo decía  alarmado de esa paradoja extrema.
 

Pero siendo un escritor mayor, era más complejo que su figura civil. Sus novelas son en sí mismas idependientes de una tesis previa, pero llevan por dentro una referencia literaria central: la gran poesía de Fernando Pessoa. Los varios poetas que inventó Pessoa postulan que el sujeto (pessoa, persona, máscara) está hecho de muchas voces.  Y, para él,  cada una merecía su nombre, vida y obra independientes. De los tres heterónimos que creó Pessoa, atribuyéndoles una obra distinta, el de Ricardo Reis es el más confesional y melancólico. Saramago escribió  su novela preferida, El año de la muerte de Ricardo Reis (1982) para contar su visión de Lisboa desde la máscara (Reis) de otra máscara (Pessoa). De modo que su Reis es una tercera instancia, y con esa libertad de mediaciones pudo levantar, por fin, su versión de la ciudad como espacio de construcción de la identidad emotiva. Una ciudad mórbida y memoriosa, donde el romanticismo es la forma de su agonía plácida. Por eso, cuando ha querido definirse como escritor, ha acudido otra vez a Pessoa para designarse en estado de permanente “desasosiego”. Pessoa había escrito:
 


”En la vida de hoy, el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.” (Libro del desasosiego)
 

Seguramente Saramago habría cambiado los calificativos pero, al final, diría otro tanto de lo mismo. Con menos patetismo, pero con parejo rechazo de la mentalidad dominante; esta vez, la del consumismo, el espectáculo, y la mediocridad del mal.
 

Pero las estrategias literarias de Saramago llevan todavía otra trama interior: su diversa biografía, rescrita con humor y desenfado. Hasta su nombre es una máscara: Saramago (una especie de rábano rústico) era el apodo que los campesinos aplicaban a su padre, y en la partida de nacimiento del escritor apareció el insulto convertido en apellido. El padre tiene que haber sido el primer personaje del escritor futuro: aceptó sin reparo el error y decidió asumir ese nombre. Se diría que José Saramago fue desde el primer día una creación del lenguaje.
 

La última vez que coincidimos fue en la primera edición de Lecciones y Maestros, en junio de 2007, organizada en Santillana del Mar, de la que fue anfitriona nuestra querida amiga Isabel Polanco. A mi me tocó hablar de Juan Goytisolo; de Saramago se ocupó, con brío, Laura Restrepo. En una de las cenas multitudinarias, buscando un lugar entré a una sala y encontré a Saramago, sentado a la mesa, solo. De modo que decidí acompañarlo. Lo vi más taciturno y vulnerable que de costumbre. Para animarlo, le conté que había conocido a Jorge Amado, a quien él estimaba, en un congreso en Puerto Rico, donde me había contado el origen de Doña Flor y sus dos maridos. Pero contrastándolos con la integridad de Amado, Saramago empezó una letanía contra los intelectuales sumados al sistema. Habíamos perdido, protestó, la capacidad de darle significado a las cosas, y vivíamos en la ausencia del significado.  La vida misma perdía sentido. Al final, me dijo, estamos solos. Felizmente, a poco estuvimos menos solos porque fueron sumándose a la larga mesa otros participantes del coloquio y, sin que nadie se percatara, nos quedamos callados. En verdad, es muy fácil quedarse callado en una cena española.
 

Pero pronto descubrí que la melancolía de Saramago no provenía de la pérdida del mundo tal cual, sino del hecho más urgente de que Pilar del Río, su mujer, lo había dejado solo. O más bien, se habia mudado a otra mesa de amigas. A su vuelta, José recuperó instantáneamente el optimismo. Hasta sonrió. Y pudimos remontar la decadencia de Occidente y hacer honor a los dones de Cantabria.
 

Me he quedado con esa imagen viva de José Saramago. La sonrisa de un hombre enamorado. 

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26 de junio de 2010
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Cuando la letra se parece al polvo

Durante varios días repasé a mi hijo para sus exámenes finales de la secundaria. Desempolvé mis nociones sobre funciones cuadráticas, fórmulas para calcular el área total de una pirámide y descomposición factorial. Después de más de veinte años sin tropezarme con esas complejidades de las matemáticas, reconecté neuronas en aras de ayudarlo a prepararse y así evitarme el pagar el alto precio de un maestro particular. Más de una vez ?durante esas jornadas de estudio? estuve a punto de renunciar ante la evidencia de que los números no son mi fuerte. Pero resistí. Sólo cuando Teo regresó de su prueba más difícil diciendo que había salido bien me sentí aliviada, pues muchos de sus colegas de aula están en peligro de repetir el grado. La razón es que en tres años en la enseñanza media estos estudiantes han visto desfilar ante sí tres diferentes métodos evaluativos. Les ha tocado padecer también la falta de preparación de los llamados maestros emergentes y las largas horas de clases impartidas por un televisor. Desde hace dos cursos, el grupo donde está mi hijo no tiene profesor de inglés ni de computación y la asignatura de educación física es una hora correteando ?sin supervisión? por el patio de la escuela. La falta de exigencia y la mala calidad educativa han llevado a los padres a poner los parches del conocimiento en las innumerables lagunas que les van quedado. Afortunadamente, la escuela de Teo no es de las peores. Aunque el olor del baño se pega en las paredes y en la ropa, porque nadie quiere trabajar como auxiliar de limpieza por la miseria que pagan, al menos no hay tantas arbitrariedades como en otros colegios habaneros. Tampoco ?y eso es un alivio? se compran y se venden calificaciones, práctica cada vez más común en los centros docentes. Los maestros que ha tenido, a pesar de estar mal preparados, son personas de carácter afable a los que la comunidad de padres hemos intentado ayudar. En comparación con los problemas que tiene una amiga, con una hija en un tecnológico, nosotros podríamos sentirnos felices del estado moral de la secundaria de nuestro retoño. Según me cuenta ella, el intercambio de sexo entre las adolescentes y sus profesores se ha constituido en maña habitual para tener un aprobado. Cada examen tiene una tarifa y pocos se mantienen incólumes ante la tentadora oferta de un teléfono móvil o de un par de tenis Adidas a cambio de una nota de sobresaliente. He evitado tocar este espinoso asunto del deterioro del sistema educativo por el temor ?lo confieso? de que mi hijo se viera afectado a causa de los criterios de su madre. Durante los tres años que él ha estado en la secundaria básica, apenas si he deslizado un par de críticas sobre el estado de la infraestructura escolar, pero ya no aguanto más. Ellos serán los profesionales del mañana, los médicos que tendrán nuestros cuerpos sobre una mesa de cirugía, los ingenieros que levantaran nuestras casas, los artistas que intentaran alimentarnos el alma con su creación y esta pésima base formativa pone todo eso en riesgo. No sigamos conformándonos con que al menos mientras están en un pupitre los niños no vagan por las calles a merced de otros riesgos. Entre las paredes de las aulas pueden estarse fomentando vicios muy graves, deformaciones éticas permanentes e incubando una mediocridad de proporciones alarmantes. Ningún padre debe quedarse en silencio ante eso.

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26 de junio de 2010
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I. Quevedo, o un personaje de Quevedo

Lo primero que se me ocurrió escribirle a Carlos Monsivais cuando me llegó en el 2006 la noticia de que había ganado el Premio Juan Rulfo, que se otorga cada año en México con motivo de la Feria del Libro de Guadalajara, fue que, ahora sí, su augusta cabeza quedaría eternizada en egregio mármol.  Bronce corintio, mármol de Jonia, a él que tanto le gustaba citar de memoria a Rubén Darío.

            Para quienes no lo sepan, los bustos de todos los ganadores del premio, desde que éste se concedió por primera vez en 1991 al poeta chileno Nicanor Parra, van sumándose en el salón de honor del Paraninfo de la Universidad de Guadalajara,  cabeza y torso de escritores tan irreverentes, algunos de ellos, como el propio Parra, Augusto Monterroso o Juan José Arreola, o el propio Monsivais. Todos ellos alguna vez se burlaron de bustos y otras clases de monumentos, en mármol, bronce o cemento. Pero al que no quiere caldo, dos tazas.

            No sé si fue a Carlos Fuentes a quien se le ocurrió decir, con toda fortuna, que Monsivais era el Quevedo mexicano. Un Quevedo contemporáneo, trasladado a tierras de América igual que don Pablos, el célebre buscón de la picaresca del siglo de oro, termina, al final de sus aventuras en la península, embarcándose hacia el nuevo continente.

Monsivais vino a ser así otro Quevedo, o un personaje de Quevedo, rodeado de sus célebres y celebrados gatos, dueño de su propia leyenda en el hacinamiento del infinito distrito federal, implacable y mordaz, incesante en el ingenio y despiadado en sus juicios de fingida inocencia.

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25 de junio de 2010
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Que no se calle nunca

Es un personaje milagroso: el hombre más urbano que conozco y el que menos pisa las calles de la ciudad donde vive, que ahora vuelve a ser Madrid. Una de sus razones para no caminar, ni siquiera de una esquina a otra de la zona centro, es su acendrada querencia al taxi, un gremio que le debería hacer un homenaje, pues, aparte de darles ganancias ininterrumpidamente en las últimas décadas y diferentes países, es un viajero animado y a veces muy parlanchín. Por encima del taxi, sin embargo, Javier Gurruchaga ama el tren.

      El tren figura en su vida desde la cuna, algo que sólo los íntimos sabían y ahora él divulga, en el libreto de su nuevo disco, haciendo unos homenajes a su padre, Vicente Gurruchaga, trabajador de los ferrocarriles del Urola que, a la hermosa edad de 95 años, "subió a su último tren" mientras el cantante ultimaba y grababa estas composiciones. El disco, que fue hace unos días presentado en el Museo del Ferrocarril, lleva por título ‘El maquinista de la General', y, más que un guiño a Buster Keaton en una de sus más geniales películas, yo diría que se trata de una auto-referencia. Los fecundos trayectos de Gurruchaga, entre el cine y la música, del teatro a la televisión, entre libros y obras pictóricas, han tenido siempre un marco ferroviario, y tal vez su apogeo lo constituyó el programa para la 1 de TVE que el artista donostiarra hizo triunfalmente en 1988, con el nombre de ‘Viaje con nosotros' y los sugestivos decorados de vagones y estaciones de tren que le diseñaba Gerardo Vera.

    He seguido a Javier Gurruchaga desde hace más de veinticinco años, si bien mi mejor ‘trip' con él tuvo lugar no en un taxi ni en un expreso sino en calesa, un carricoche histórico tirado por un caballo en el que nos paseamos por las calles de Guadalajara, México, él vestido a la federica, con casaca, medias altas y sombrero de tres picos, y yo sólo de mí mismo, mientras conversábamos de literatura y nos grababa un equipo del Canal 22 de la televisión mexicana. La capacidad de transmutación histriónica y su saber circular entre lo cómico y lo serio con asombrosa facilidad son las dotes del gran showman que es.

     Gurruchaga ha vivido los últimos años en la capital de México, primero en el Hotel Catedral, junto al Zócalo, que sólo abandonaba para tomar los taxis de aquella capital, tan famosos por su peligro, conjurado por Javier gracias a una pequeña flotilla de confianza reservada para sus desplazamientos, la mayoría a las librerías de segunda mano y a la Cineteca Mexicana, donde se ha hecho un experto en el cine inagotable de aquel país; únicamente mi amiga Miriam Gómez sabe más que él de la edad dorada de los estudios de Churubusco. El Hotel Catedral tenía las mejores vistas sobre el bellísimo Centro Histórico del D.F., y estaba un poco dilapidado, como muchos de los mejores hoteles literarios del mundo. Después dejó el hotel, tomó un apartamento en la plaza de Santa Domingo, al lado del grandioso caserón donde se albergó tras la conquista nuestra Santa Inquisición, y, aparte de trabajar en el cine de allá y dar conciertos, preparó y grabó con mimo ‘El maquinista de la general', un Gurruchaga ‘vintage' muy bien editado por el sello El Cuarto Hombre.

   Lo mexicano le ha sentado maravillosamente a nuestro vasco. En la presentación madrileña del Museo del Ferrocarril, la Orquesta Mondragón iba vestida de ‘mariachi', adquiriendo esa tarde su colaborador perpetuo Popotxo Ayestarán un aura de divinidad azteca. Juan Cruz, que introdujo el pequeño concierto con unas palabras muy elocuentes, no llevaba visibles signo ‘mexicas'. Entre las diecisiete canciones del disco destacan especialmente para mi gusto ‘Metro Balderas' (un clásico del rock muy célebre en toda la América Latina), ‘¿Quién parará esta locura?' (peculiar canción de protesta ‘altermundialista' interpretada al alimón con la gran actriz y cabaretera Tiaré Scanda), ‘Pasó cerca la bala', con su impresionante solo de trompeta, y la versión personalísima y estupendamente cantada del clásico de Lennon&Mac Cartney ‘I´m so tired'. El disco se cierra con un homenaje al tabaco, vía Sara Montiel, que cobra su sentido de tolerancia al estar hecho por un no-fumador de toda la vida como Gurruchaga.

    Me quiero detener para acabar en ‘¿Por qué no te callas'?', que no es política ni está cantada a dúo con Hugo Chávez. Se trata de un divertido mambo-rock con algún aire ranchero, en el que el cantante, que también es autor de la música, utiliza en el estribillo el famoso exabrupto del rey Juan Carlos llevándolo al terreno de la intimidad amorosa. Javier Gurruchaga es locuaz, ocurrente y a veces extravagante, pero todo un demócrata, un hombre comprometido cívicamente, como ha demostrado más de una vez ante las circunstancias de nuestro país. Su voz no debería nunca dejar de oírse.

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25 de junio de 2010
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Arte y moda

La moda y el mood de la época evolucionan en continua conexión como es natural. Balenciaga en tiempos duros se inspiraba en Zurbarán e Yves Saint Laurent en tiempos locos  conectaba con los atrevimientos pictóricos de Picasso.

Ahora hay una extensa e intensa obsesión en la pintura por el empleo de nuevos materiales, un afán por lograr efectos inesperados en el cruce de elementos antagónicos o en el empleo -cuanto más inédito mejor- de toda especie de potajes, mezclas y porquerías. Pero también, además de continuar con este oscuro gusto por la fealdad y el desgarro que se proyecta igualmente en, hay un creciente interés por un depurador énfasis de la sutileza en el vestido, como también  en el cuadro, el vídeo o la instalación. Los logros en tejidos de piel que posee la finura, la levedad y el tacto del papel se corresponden con una nueva inclinación a la pintura sin peso, sin apenas elementos. Pintura de la escasez podría decirse o del espíritu famélico frente a la falta de los sustanciosos sabores (y beneficios) de la prosperidad. Paralelamente, en la moda, las prendas  regresan a la arruga tal como si se tratara de  orografía de lo que no está ni liso ni claro. Como una metáfora, en fin, conjunta, en pintar o coser, de lo muy retraído en sí mismo, temeroso cualquier explanación.

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25 de junio de 2010
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Análisis del grupo F

Japón espera superar a Dinamarca Lo probable.- Que Holanda gane o empate a Camerún y pase primero en su grupo. En el segundo, Japón y Dinamarca se juegan la vida. Será un partidazo. Lo probable es que Dinamarca, que vino de jugar muy bien con Camerún, logre superar al ordenado pero tímido Japón y sea el siguienre clasificado del grupo. Lo sorprendente.- Que Japón, que tiene mayor diferencia de goles, logre empatar o quizá ganar a Dinamarca y sea quien pase segundo. Por papeles puede ser, Japón tiene todo a su favor para lograrlo. Pero si vale el fútbol, lo veo sorprendente. La calidad mostrada por Dinamarca merece estar en octavos. Lo improbable.- Que Holanda pierda contra Camerún y Japón o Dinamarca sean primeros en el grupo. Para ello, tendrían que golear a Holanda, o tendría que haber una goleada entre Japón y Dinamarca. Es muy improbable. 

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24 de junio de 2010
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Otros maestros, otras lecciones

 

 

Volvemos a Juan de Mairena, nos colamos en su clase de Retórica y Poética, por ese libro tan vivo de sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo que publicó en 1936, un poco antes del principio de la tragedia. Después nada fue igual, las pistolas valieron más que las plumas.

Decía Juan de Mairena: "La verdad del hombre empieza donde se acaba su propia tontería. Pero la tontería del hombre es inagotable. Dicho de otro modo: el orador, nace; el poeta se hace con el auxilio de los dioses.

Y sigue hablando de Dios:

"-Dios existe o no existe. Cabe afirmarlo o negarlo, pero no dudarlo.

  • - Eso es lo que usted cree"

Y sigue: "Un Dios existente- decía mi maestro- sería algo terrible. ¡Que Dios nos libre de él"

Todo esto venía por el principio del machadiano libro del maestro Mairena, esencial maestro de los maestros de la literatura escrita y oral que se citan en Santillana.   El singular profesor de los escritores en nuestra lengua pasados, presentes y futuros, comienza así su libro:

"La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.

  Agamenón.- Conforme.

  El porquero.- No me convence"

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24 de junio de 2010
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Fibra pretoriana

"Hice la campaña sin consultar a nadie: no habría hecho nada de provecho si hubiera tenido que conciliar mi punto de vista con el de otro. Si me imponéis obstáculos de todo tipo; si debo explicar todos mis pasos a los comisionados del Gobierno; si estos tienen derecho a cambiar mis movimientos, a quitarme o a mandarme más tropas, no esperéis nada bueno. Si debilitáis vuestros medios dividiendo las fuerzas; si rompéis en Afganistán la unidad de pensamiento militar, os lo digo con dolor, habréis perdido la mejor ocasión para imponer las leyes en Afganistán".

Stanley McChrystal es un militar duro y fibroso, todo músculo y cabeza, sin una gota de grasa ni una concesión a la frivolidad. Su única estética es la militar, la de la fuerza bruta debidamente domesticada y comandada. Su biografía no admite dudas sobre el carácter y la fuerza de este hombre con vocación de caudillo. El reportaje que Michael Hastings publica esta semana en Rolling Stone documenta el tipo de militar que hasta ayer comandaba las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán. Como cadete en West Point fue un adolescente indisciplinado y rebelde, dispuesto siempre a asumir riesgos y a meterse en todos los líos. El periodista describe la academia militar de la época en que estuvo McChrystal como "una potente mezcla de testosterona, hooliganismo y patriotismo reaccionario". McChrystal no es un intelectual, sino un hombre de acción. Aunque tuvo su año sabático en Harvard, donde se puso al día en asuntos políticos en la Kennedy School of Government, lo suyo es la acción militar y de alto riesgo. Algunos comentaristas le han comparado erróneamente con el otro general de cuatro estrellas, David Petreaus, el comandante en jefe en Irak que le sustituirá en Afganistán, este sí, un universitario y hombre de pensamiento. El grueso de la trayectoria de McChrystal ha transcurrido en las fuerzas de asalto, los Rangers, con los que se labró su fama de comandante implacable y eficaz, especialmente en Irak, donde se hizo célebre por participar personalmente en misiones de patrulla nocturna y entrar en combate junto a sus soldados. A sus fuerzas se deben la detención de Sadam Husein y la muerte del líder iraquí de Al Qaeda, Musab al Zarqaui, pero también la fama de Camp Nama, un centro de interrogatorio donde sus soldados torturaron a detenidos iraquíes, y el escándalo de la muerte por fuego amigo del jugador de fútbol americano Pat Tillamn, presentada como una caída heroica en combate por el general. Con estas credenciales no es extraño que fuera el niño mimado de George W. Bush y su secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, responsables de su ascenso a general en 2001. Con ellos actuó de portavoz del Pentágono durante la guerra de Irak, por lo que comparte la responsabilidad de parte de las manipulaciones y ocultaciones. La llegada de Obama a la Casa Blanca poco afectó a buena parte de los militares más implicados en las operaciones en Irak y Afganistán, al contrario. Entre otras razones porque el propio secretario de Defensa, Robert Gates, ya lo fue de Bush en el último tramo de su presidencia. Pero el nombramiento de McChrystal como comandante en jefe en Afganistán, en 2009, sí se identifica con la nueva estrategia de Obama en el país afgano, hasta el punto de que con su destitución tambalea todo el esquema de contrainsurgencia destinado a permitir la salida de las tropas en julio de 2011. McChrystal, en realidad, no podía estar de acuerdo con los planes de Obama para salir de Afganistán y solo se adaptó a ellos para intentar sacar más de lo que ya estaba recibiendo. Su objetivo era obtener más medios y tropas e intentar alcanzar una victoria militar limpia y clara, en vez de una retirada gradual con el traspaso de responsabilidades al gobierno de Karzai. El reportaje de Rolling Stone pudo ser, en su intención, un nuevo medio de presión sobre la Casa Blanca, en la misma línea de la filtración a la prensa a finales de 2009 de un informe en el que pedía un incremento de 40.000 soldados. En aquella ocasión Obama le llamó a capítulo. Ahora, además del acto de indisciplina intolerable, Estados Unidos se ha infligido un revés a sí mismo en la guerra de Afganistán, donde las cosas andan de mal en peor y se atisba un final poco glorioso para Washington y para la Alianza Atlántica. Hay muchas citas célebres sobre Afganistán, país donde caen todos los imperios. Las frases con que se encabeza este artículo podrían haber salido de la pluma de McChrystal, pero hay una pequeña modificación respecto al original: en la cita original, donde dice Afganistán decía Italia, país donde nunca combatió nuestro general e hizo en cambio la fortuna militar su autor, de sobra conocido, que responde al nombre de Bonaparte.

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24 de junio de 2010
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Deuda

Hasta el mismo The New York Times que se considera uno de los medios mejor informados y mejor analistas de la actualidad del mundo se explican cómo Europa ha llegado a endeudarse en brevísimo plazo con una suma de más de 2, 5 billones de dólares: "Una deuda misteriosa", dice el titular.

Los bancos centrales emitían deuda que compraban los bancos privados y los bancos privados solicitaban  préstamos a otros bancos que, a su vez, tomaban dinero de  bancos e instituciones públicas.

Este simplista carrusel que parece más un juego o un artefacto infantil, desencadenó el vertiginoso movimiento rotatorio que fue perforando el funcionamiento de la taladradora misteriosa.

Pero el ml misterio de todo es también el misterio mejor guardado. Todos han ido mintiendo, falseando cuentas, engañándose entre sí con la certeza,  más que la sospecha, de que se mentían y engañaban. Estaban creando día tras día una nueva realidad fingida tejida mediante suma de ficciones que siendo a la vez ricas especulaciones impulsaban a seguir y seguir tal como si en una borrachera el mundo etílico, más fluido, hubiera reemplazado iluminadamente al mundo ético más severo y enteco.

Embriagados antes y embargados ahora. La película de la crisis calca la muy frecuente peripecia de la misma vida individual, de muchas  familiares. Copia el modelo tambaleante de la vida en general, la vida de la inestable e infausta condición humana. He aquí casi todo el misterio de la quiebra, la tragedia, la destrucción.

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24 de junio de 2010
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Pérdida de una capacidad bíblica

Refiriéndose a los placeres mundanos ("que causan el malestar provocado por la ingestión de  un alimento abyecto" IV, 454), el Narrador escribe que los que a ellos se entregan, pura y simplemente quedan privados de una capacidad bíblica: "En todos los extractos de la sociedad, una vida mundana y frívola paraliza la sensibilidad y arranca el poder de resucitar a los muertos" (IV, 158).

 A menos de renunciar a leer la Recherche, esta declaración ha de ser tomada muy en serio. Marcel Proust tiene una concepción radicalmente redentora de su tarea, y de hecho la palabra "resurrección" aparece múltiples veces en los párrafos en los que se reflexiona sobre la misma. Obviamente  resurrección no significa aquí retorno de los cuerpos a la vida y con ello abolición del dolor de los que han amado tales cuerpos, pues el destino de los cuerpos de los muertos es la pura corrupción. Recuérdese: "Sólo hay recuerdo doloroso de los muertos. Pero estos se descomponen rápidamente y en el entorno de sus tumbas sólo perduran la belleza de la naturaleza, el silencio y la pureza del aire" (IV, 453).

Marcel Proust no es un negador del segundo principio de la termodinámica. La resurrección de la que nos habla es compatible con la flecha del tiempo y de hecho la presupone, como bien muestra el texto relativo a la muerte del escritor, como emblema de lo que supondrá la desaparición de la especie humana: "Iba así enfriándose progresivamente, pequeño planeta que ofrecía una imagen anticipada de lo que serán  los últimos días del grande, cuando poco a poco el calor se retirará de la tierra, y tras el calor la vida. Entonces la resurrección se detendrá, pues por muy adelante que en las generaciones futuras alcancen a brillar las obras de los hombres, nada renace ya cuando no hay hombres." (III, 689).

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24 de junio de 2010
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