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LUTO POR JOSE SARAMAGO.- ¿Quién dijo que el fútbol y la…

LUTO POR JOSE SARAMAGO.- ¿Quién dijo que el fútbol y la literatura están siempre peleados? Puede ser que el siempre antipático para todo lo popular que no impliquen gauchos y asados de tira de Jorge Luis Borges haya despreciado el fútbol, pero lo cierto es que muchos escritores adoran el fútbol y que, además, muchos futbolistas respetan y admiran a sus escritores. Por ejemplo, este homenaje tan bonito de la selección portuguesa a José Saramago, su Premio Nobel, fallecido durante el Mundial. Salió Portugal a golear a Corea del Norte y cantar el himno con un brazalete negro en homenaje al novelista. Un momento muy emotivo de unión entre fútbol y literatura. Que México haga los mismo con Carlos Monsiváis (aunque al llamado ?cronista de la cultura popular latinoamericana? no le gustaba el fútbol según tengo entendido), pero da lo mismo, al fútbol sí le gustaba Monsiváis. IT

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21 de junio de 2010
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Bret Easton Ellis: Obsesivos días circulares

No todos los escritores celebran los veinticinco años de publicación de una novela célebre publicando una suerte de continuación de la historia. Bret Easton Ellis sí, con Imperial Bedrooms, que homenajea a y dialoga con Menos que cero. No podía ser de otra manera: Ellis se ha mostrado siempre consciente de su status de escritor célebre; en las últimas novelas, la celebridad del escritor se ha vuelto incluso un tema autorreferencial: en Lunar Park el personaje central se llama Bret Easton Ellis, un escritor perseguido por un adolescente disfrazado como Patrick Bateman (el personaje central de American Psycho).
   
El narrador de Imperial Bedrooms, Clay, es un personaje de Menos que cero. Las primeras páginas de la novela juegan con la realidad/ficción de la primera novela de Ellis: "Habían hecho una película sobre nosotros. La película estaba basada en un libro escrito por alguien que conocíamos". Clay habla con ironía del escritor de ese libro, que había mostrado "la indiferencia juvenil, el resplandeciente nihilismo" y "presentado con glamour el horror de todo esto". Clay es ahora guionista de Hollywood, y desfilan en torno a él los personajes de la primera novela: Rip, el rostro desfigurado por inumerables cirugías plásticas; Trent, el productor, y Blair, su esposa; Julian, a cargo de un servicio de acompañantes.
   
Bret Easton Ellis retorna a la escena del crimen y descubre que casi nada ha cambiado: su mundo autorreferencial es obsesivo y cíclico. La novela se lee rápido: el estilo es el de los primeras libros, de frases cortas, lenguaje básico y mucho diálogo. Los adolescentes nihilistas de antes son ahora adultos con dinero, cínicos que a una vida de privilegio le han añadido algo de poder. Clay se acuesta con actrices jóvenes con la promesa de conseguirles un papel en su próxima película. Cuando se ve en el espejo, se asemeja a un "adolescente viejo". Eso parece ser lo único que ha cambiado: el paso del tiempo ha hecho que Clay y sus amigos, que viven entre jóvenes, estén muy dispuestos a la próxima cirugia (o a la droga, para olvidarse de todo).
   
En este universo en que lo superficial es un valor por sí mismo, Clay se descubre con sentimientos hacia Rain, una actriz tan bella como mediocre. La novela, de pronto, se convierte en un homenaje al Chandler de El largo adiós: todos traicionan a todos. Eso se combina con la parafernalia de múltiples películas de horror -los mensajes que llegan al celular sin saber quién los envía, el auto que sigue a Clay todo el tiempo--, y se crea ese vago aire de amenaza que Ellis domina tan bien. Como en Lunar Park, la culpa y la ansiedad aparecen, el duelo y la melancolía se instalan. Los personajes de estas novelas saben que algo han hecho mal, pero no están seguros de qué es. Así, el escritor del cinismo amoral demuestra que también sabe narrar la culpa imprecisa.
   
Pero Ellis no sólo se conforma con visitar Menos que cero o Lunar Park. También están las referencias a American Psycho, sobre todo en la violencia de los juegos eróticos -en los que hay más sadismo que placer--, y en las muertes grotescas de algunos personajes. Esta novela, claro, no se compara con lo se despliega en American Psycho. Eso sí, un dato interesante: la aparición de lo mexicano como algo asociado a lo violento (los jóvenes torturadores de una pandilla en Los Angeles, la mención a muertes ritualísticas en Ciudad Juárez).

Queda la sensación de que esta novela se ha escrito antes. Quizás ése era el objetivo de Bret Easton Ellis: mostrar que algunas cosas cambian para que todo permanezca igual. Si ésa es la conclusión principal, digamos que es poco. 

(La Tercera, 21 de junio 2010)

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21 de junio de 2010
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Funcionarios

         

De las medidas que está tomando el Gobierno para frenar el gasto público sólo la bajada de los sueldos de los funcionarios no es impopular, el recorte de las pensiones suena mal, la subida de impuestos suena peor. A todo el mundo (que no sea funcionario) le parece bien que se le haya empezado a meter mano a esta clase privilegiada a la que no puede echarse a la calle por las buenas y que cobra a fin de mes pase lo que pase. Ahora la tranquilidad de espíritu del funcionario, el poder dormir a pierna suelta por las noches sin preocuparse por caerle al jefe mejor o peor tiene un precio. Al funcionario se le ha puesto delante la imagen de las colas de parados que dan la vuelta a la manzana para que se conforme y reforzar de esta manera el "complejo de funcionario" que todo funcionario lleva dentro.

No he hablado con una sola persona estos días que se haya solidarizado con los funcionarios, todo el mundo considera que trabaja más que ellos. Se los imaginan andando por los pasillos muy lentamente hacia los despachos mientras dan vueltas al café de la máquina con un palito de plástico o se los imaginan desayunando en el bar de abajo durante dos largas horas. Se los imaginan despachando sus asuntos personales por teléfono para llegar a casa con todo hecho e incluso escribiendo una novela en un ordenador último modelo que pagamos los contribuyentes. Se los imaginan disfrutando de los llamados "moscosos" más de la cuenta y entrando tarde y saliendo temprano. Se los imaginan haciendo lo estrictamente necesario para cubrir el expediente y ni un esfuerzo más. Se los imaginan no siendo simpáticos con el público porque no tienen necesidad de caerle bien a nadie. Se los imaginan con la tarde libre y que si se ponen enfermos no es un drama que falten. La imagen funcionarial es terrible, ya venía arrastrándose por el fango cuando Larra escribió aquel artículo de "Vuelva usted mañana". La fijación en nuestra memoria colectiva de un pequeño ser pobre y déspota que nos trata mal detrás de una ventanilla ha sido tan fuerte que el hecho de que le bajen el sueldo parece una compensación cósmica por toda la incomprensión que hemos padecido de su parte. Pero el funcionario no es sólo el que se encuentra tras esa ventanilla invisible que ha quedado como metáfora de la máquina burocrática. Funcionarios son los profesores que se ocupan de que nuestros hijos aprendan algo en unas condiciones nada boyantes. ¿Por qué no se compara su nómina con la de un consejero cualquiera de un banco?, ¿qué trabajo es más importante? Funcionario es el cirujano que nos va a extirpar la vesícula en un hospital de la seguridad social o que nos va a trasplantar un hígado, ¿por qué no se compara su nómina con las comisiones de esos broker tan listos que nos han llevado a la ruina? Y, no es por nada, pero a la hora de la verdad cuando tememos por nuestra vida, preferimos ponernos en manos de alguien que haya pasado por muchas pruebas y selecciones. Ni la enseñanza ni la sanidad públicas deberían perder una milésima de calidad por el bien de todos.

Conozco a funcionarios que se tocan las narices y a otros que trabajan mucho y bien. Los que se tocan las narices se las seguirían tocando en la empresa privada y viceversa. El que es perro encuentra un gran placer en hacer que hace, es su habilidad particular y no conoce fronteras. Hay que tener en cuenta que el funcionario de carrera ha tenido que hincar codos y pasar por una o varias oposiciones, y que no todo el mundo está dispuesto a esto. Y que también son empleados públicos el personal contratado, los cargos de libre designación, los asesores y muchos más.

Tampoco la figura del opositor tiene muy buena prensa. Nos lo imaginamos con gafas y pálido malgastando su juventud en una academia durante años. Y ese era el pacto: el opositor se arriesga a tirar su tiempo por la ventana si no saca las oposiciones, pero si las saca el puesto es fijo. No hay trampa ni cartón. La trampa está en no hacer bien las cosas, en la administración o en la empresa privada. De todos modos, el funcionario es una especie en extinción, los nuevos tiempos nos están enseñando que cualquier seguridad es pasajera. Y algún día esta figura tan unida Madrid sólo la encontraremos en la literatura, desde los funcionarios imperiales que inundan la tradición literaria china hasta la culminación de Miau de nuestro Benito Pérez Galdós o los personajes de García Hortelano. Sea como sea, siempre guardaremos en nuestros corazones al funcionario como el más auténtico antihéroe de la vida cotidiana.

 

 

 

 

 

 

  

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21 de junio de 2010
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Benet y la comedia

Juan Benet tuvo en vida fama de hombre agrio y escritor infranqueable. A veces era muy impertinente, y al escribir moroso, con la delectación en la frase que nadie se atreve a criticar en Proust o en Musil o en Faulkner. Tuve la suerte de conocerle y tratarle de cerca más de veinticinco años, y a su lado, pero también leyéndole, no paré de reír.

   Ahora sale en un hermoso volumen ilustrado de 432 páginas su ‘Teatro completo', que es mucho más extenso de lo que lo fue una primera edición en 1973 publicada bajo el mismo sello, Siglo XXI. Yo mismo he contribuido con un prólogo al libro, en el que me detengo con detalle en los trece títulos dramáticos del conjunto, pero aquí sólo quiero hablar del humor ‘benetiano'. El hecho de que el ingeniero de Caminos y novelista madrileño muerto en 1993 planeara sus grandes novelas con la misma complejidad estructural y detalle en la construcción verbal que ponía en sus presas y conductos hidráulicos puede despistar al lector medio, como durante tantos años despistó a una buena parte de la crítica. Benet era sublime en la escritura, cultivador de un "gran estilo" repleto de meandros y alusiones eruditas, pero en ninguna página de ninguna de sus obras faltaba el brillo de la comicidad y del esperpento, de los retruécanos y las situaciones disparatadas. Como sucede con otro gran escritor del siglo XX, Samuel Beckett, el arbolado trágico y nihilista de su obra (también compuesta, como la de Benet, de novelas y piezas escénicas) puede ocultar el fondo de su personalidad literaria, que es esencialmente cómica.

    Benet no tuvo suerte en las tablas. Como cuenta con detalle el compilador del volumen, Miguel Carrera, los directores y programadores españoles de su tiempo nunca se acercaron a los tres títulos mayores de su producción escénica, ‘Anastas o el origen de la constitución', ‘Agonía confutans' y ‘Un caso de conciencia', escritas entre 1958 y 1967. ‘Anastas', una farsa política de elocuente causticidad (y yo diría que lacerante actualidad), tuvo alguna representación no profesional, que, pese a su modestia, ilusionó a su autor, el cual, por desgracia, no vivió lo bastante para ver el estreno en París de su ‘Agonia confutans', traducida al francés y puesta en escena en uno de los grandes teatros parisinos, MC 93 Bobigny. Aquel montaje de Daniel Zerki, interpretado por dos grandes actores de la Comédie Française daba razón además al latente espíritu de comediante que en su vida y en sus escritos siempre tuvo el autor de ‘Volverás a Región'.

   En el ‘Teatro completo' están los textos largos, alguna pieza anterior y, como novedad absoluta, entremeses ocasionales que muestran una variedad de registros a la vez que ciertas prefiguraciones del mundo ficticio de Región creado por el novelista. Destaca para mí en esa parte totalmente inédita su micro-relato escénico ‘Apocación', la incompleta ‘El caballero de Franconia' y el extraordinario disparate cómico-taurino ‘El último homenaje', escrito en colaboración con Pepín Bello, amigo mayor y compañero (al lado otras veces de Rafael Sánchez Ferlosio, Javier Pradera o Carmen Martín Gaite, por ejemplo) de las representaciones a puerta cerrada a las que se tuvo que limitar el teatro breve de Benet.

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21 de junio de 2010
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La memoria histórica

Lo vemos a veces en reportajes televisivos con vocación geográfica: hay lugares en el planeta tan pobres, miserables y raquíticos que los nativos rascan la tierra, escupen sobre ella y clavan un grano de cereal robado. Luego, esperan. Al cabo de cierto tiempo nace una espiguilla escuálida de la que vivirá una familia entera durante semanas.

Nosotros somos más civilizados y nos habita un alma santa y trascendental. También nuestra tierra es un secarral, está cubierta por pedrizas cortantes, la habitan víboras y hormigas rufas, pero aún contiene algún cadáver de hace setenta años al que se le pueden sacar unos duros sin mucho trabajo.

Hombres de galana presencia buscan esos cuerpos momificados dando un jornal a quienes cavan con ahínco en periódicos e informativos audiovisuales, para venderlos luego en el zoco, si alguno encuentran, secos como pieles de lagarto y adornados con banderolas. No hay mucha demanda, pero siempre anima la feria un conjuntillo con vocalista en idioma vernáculo.

Si salgo de paseo, oigo todos los días a escritores y periodistas vocear por las esquinas la venta de momias a bajo precio mientras observan de reojo al rufián que desde la esquina panóptica controla el tráfico de los muertos por la Idea. A veces una familia se acerca, foto en mano, a constatar si el muerto es uno que ellos conocieron hace muchos, muchísimos años. Casi nunca coinciden. Los escurridos esqueletos se parecen tanto entre sí que las familias dudan. Quisieran creer, pero no es fácil traicionar al corazón. A veces se quedan con unos huesos por no perder el día y llevarse algo. Los feriantes cuentan los billetes dándole saliva al pulgar.

Si la duda es resistente y ven que se les escapa una venta, tratan de convencer a la familia para que se quede con un muerto que algún parecido tiene y también merece una familia que lo lleve consigo para enterrarlo en sagrado. Pero si, decepcionados y molestos, arrancándose a la obstinación de los esbirros, los familiares se alejan del mercado de los muertos, aquellos les gritan palabrotas, les acusan de infamia y de no amar a sus padres. Toman nota de sus nombres y algunos funcionarios de baja estatura apuntan los números de las matrículas en los aparcamientos cubiertos de polvo.

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21 de junio de 2010
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El cazador de mostruos

José Saramago fue la conciencia de la literatura, una voz con consecuencia. En una época en que la palabra compromiso ha perdido todo su significado, él se lo siguió dando, haciéndonos recordar que detrás de las palabras del escritor hay una responsabilidad con lo que se dice, y con lo que se hace. Y para comprometerse de esa manera, tenía que ser un inconforme, inconforme hasta la impertinencia, capaz de aguarle la fiesta a cualquiera porque no tenía pelos en la lengua.

Él decía que su oficio era levantar piedras, y no era su culpa si debajo de esas piedras había monstruos que quedaban al descubierto. Un juez severo de su época, de sus iniquidades e injusticias, pero un juez sensible y amoroso al mismo tiempo, como lo fue con las palabras, que al fin y al cabo fueron su pasión.

No hay palabra mal colocada en las páginas de sus novelas, ni alguna que sobre, ni alguna que falte. Un seductor gracias a las palabras, como me sedujo a mí desde la lectura de El evangelio según Jesucristo. Un escritor de su tiempo, y para la posteridad que ya lo aguardaba desde hace ratos. Y un amigo entrañable, de sonrisa dulce y acogedora, un tanto irónica siempre, viejo rebelde con causa que me hará tanta falta.

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21 de junio de 2010
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Ferrer Lerín

Hace muchos años, pongamos treinta y tantos,  cuando todavía aspiraba a ser un buen poeta acudí a un concurso, el premio Ocnos, con un libro, luego editado, que se llama Poleo Menta. Ese volumen, como en otros poetas que admiraba, reunía corregidos y vueltos a corregir casi todos los versos que había escrito a lo largo de diez años. No era al cabo de tanto esfuerzo un libro extenso sino la condensación absoluta, pensaba yo,  y de una intensidad incandescente, creía.

El premio Ocnos se lo dieron aquel año a Francisco Ferrer Lerín con una obra titulada La hora oval. Tendría que haberme bastado la belleza de ese título para reconocerle el honor de haber sido galardonado, pero cuando fue editado y pude leerlo me dejó literalmente de rodillas. No quise que pasara esa admiración sin ofrecérsela y le llamé a un pueblo de Andalucía para felicitarle y darle a saber de qué modo me sentía rendido y feligrés de su  escritura. Tras no sé cuantos años de silencio acaba de publicar ahora Fámulo en Tusquets y es de nuevo su mano excepcional, la calidad innata e insuperable de su tino, lo que ofrecen estas nuevas páginas. Esta calidad  radiante y algo más, muy estremecedor para mi: su vida.

Este libro se aparta de La hora oval no tanto por lo que hubiera evolucionado su oficio -que también- sino por lo mucho y grave que ha debido transcurrir por su vida. De la inocencia a la matanza, de la sutileza a la crueldad, de la sazón a la carne tumefacta.

Guardo ahora la impresión de esta diferencia porque la literatura que, en ocasiones parece como un juego o un oficio infantilizado, se revela aquí, en la grandeza de  Ferrer Lerín, como el franco trasunto de un estrago. Lo que se lee en la impresión del libro es aún menos  impresionante de lo que se ve detrás. Como con las novias que envejecieron horrorosamente al pasar los años y su rostro nos destroza, un profundo horror, como una tuneladora, ha traspasado la literatura de  Ferrer Lerín. O simplemente, el tiempo engarzando horas de todo tipo,  ha convertido las certeras lindezas ovales en tragedias carnívoras y el fino fluir de la línea en una sangría de la  respiración.

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21 de junio de 2010
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Después de la crisis, Cataluña

Nuestra sociedad hipercomunicada es capaz de las mayores incomunicaciones. Apenas han suscitado informaciones y comentarios dos entrevistas, emitidas con poco más de una semana de intervalo con motivo del octogésimo cumpleaños de Jordi Pujol, presidente de Cataluña desde 1980 hasta 2003. Se trata de dos documentos excepcionales, tanto la primera entrevista, emitida el 9 de junio en directo, como la segunda, un documental montado a partir de varias entrevistas realizadas desde principios de mayo y emitida este pasado jueves, ambas por TV3. La duración es similar, casi una hora, y similares los temas suscitados; pero son muy distintas en viveza y frescura, mayores en las preguntas y el talento periodístico de Josep Cuní, y en dramatismo y en lenguaje visual, extraordinarios en la realizada de Manuel Huerga, con preguntas de Miquel Calzada. Lo extraño es que estos dos documentos, de valor noticioso pero también histórico, hayan conseguido limitar su repercusión a las páginas y columnas de televisión.

De las dos horas de conversaciones sólo quiero destacar un hilo temático. Europa no tiene proyecto. El catalanismo ha agotado su camino. España es una nación fuerte y avasalladora que terminará comiéndose a Cataluña y su lengua. El independentismo merece una simpatía comprensiva e indulgente: pero hay pocas dudas sobre su irrealismo e inviabilidad política, no económica evidentemente. Pujol no quiere decir con todas las palabras todas estas cosas, duras como pedernal, porque no quiere convertirse en un personaje de la desesperanza. Pero eso es lo que se trasluce de sus palabras, y sobre todo de los funerales de Sefarad, el mito poético creado por Salvador Espriu sobre una España reconciliada y plural, que anuncia y declara una y otra vez con palabras graves e incluso solemnes: ?El camino está cerrado?; ?la solución de Espriu y de Vicens Vives no ha funcionado, y ahora nos ofrecen que liquidemos esto de Cataluña en treinta o cuarenta años?; ?la respuesta que nos llega ahora desde España es que no somos nada, que España debe ser como Francia, una sola lengua y una sola cultura, el resto no existe?. No sabemos cómo será el paisaje del mundo después de la crisis. Lo único que conocemos es el grado de desconcierto y desorientación, de la que son una medida estos dos magníficos documentos televisivos sobre Pujol. ?Hay que encontrar de nuevo el camino?, dice el presidente. ?No tenemos una fórmula de recambio a lo que inspiró y funcionó durante la transición?, añade. El notario Juan José Burniol, en sintonía con Pujol en esta cuestión, ha señalado que ya no quedan márgenes: o la España federal que la propia España real no admite o la independencia. Nadie, desde el campo nacionalista, apuesta ya por recuperar aquellos caminos del diálogo y del respeto anhelados por Espriu en La Pell de Brau; tampoco o apenas desde fuera de Cataluña, aclarémoslo. Pujol es un héroe de la retirada, como lo han sido los grandes políticos del siglo XX. Artistas del repliegue desde posiciones ideológicas encastilladas hacia el pragmatismo. Pero en su caso con una paradoja: eran muy pocos los encastillados al principio; no tuvieron muchos problemas en someterse al realismo, que utilizaron, legítimamente por supuesto, para acrecentar sus filas. Ahora son más: Cataluña se halla en una posición incomparablemente ventajosa en relación a hace 50 años, cuando Pujol empezó sus combates, pero en cambio son muchos mas los decepcionados y embravecidos. Cabe preguntarse, por tanto, hasta qué punto esta sensación de fracaso es producto de la coyuntura o amenaza con quedar incrustada en las futuras relaciones entre catalanes y españoles. Antoni Castells, conseller de Economía y destacado dirigente del ala más catalanista del PSC, proporcionó la semana pasada un inicio de respuesta al callejón sin salida del nacionalismo en la jornada organizada por EL PAÍS bajo el título Catalunya després de la crisis. ?Estamos a punto?, dijo. Cataluña se encuentra preparada como nadie más en España para salir de la crisis y preparada para tirar de nuevo del crecimiento de España, con su economía internacionalizada y sus exportaciones. No es verdad que esté perdiendo peso industrial en relación a Madrid, como dice el primer mandamiento de los decepcionados. Es la hora de Cataluña y es la hora de la política, remachó en un apasionado discurso con ecos del propio Pujol. Hay que volver a empezar. Sefarad está viva. ¿Después de la crisis?: Cataluña. (Enlaces: con la entrevista de Josep Cuní en 'Els matins' de TV3; con 'Jordi Pujol, 80 anys' de M anuel Huerga.)

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21 de junio de 2010
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Saramago y Pilar

 

 

Cuando terminé de leer "El año de la muerte de Ricardo Reis" quise conocer a José Saramago. Llegué a Lisboa desde el sur portugués y en compañía de Teresa Madruga, la deliciosa protagonista de la película "La ciudad blanca". Nos despedimos y yo oculté el lugar de mi alojamiento: el hostal Braganza, en uno de los callejones de la Baixa. Pedí una habitación concreta. Estaba libre. No era cómoda, ni bonita pero para mi tenía historia. Era la misma habitación que Ricardo Reís ocupaba en la novela de Saramago. Desde allí se oían las voces de los prostibularios, de las mujeres que se alquilaban y se veía la ciudad que miraba y escribía Reís.

Después conocí a Saramago. Se quedó muy sorprendido de mi periplo. Y le extrañó que yo me quedara a dormir en un lugar dónde nunca pudo dormir alguien que solo existió en la imaginación de Pessoa y en la suya propia. Han pasado veinticinco años. Han pasado muchas cosas. Aquél caballeroso y serio escritor se casó con una española, con una amiga y compañera llamada Pilar. Siguió escribiendo entre la lucidez y la desnudez. Nos admitió muchas veces a su lado aunque no compartiéramos algunas de sus ideas esenciales. Le disfrutamos entre sonrisas y sentencias, con su seriedad y su humor, con su amable y firme manera de ser él mismo. Ganó el premio Nobel. Y siguió siendo ese hombre educado, discutidor y mordaz ser humano que escribió para mejorar a los hombres y al mundo.

He seguido sus obras, su capacidad para decir cosas muy serias cargadas de ironía. Desde aquella primera lectura de "El año de la muerte de Ricardo Reis" a su reescritura del viejo testamento, "Caín", he sido un lector casi sin intermitencias. La noticia me llegó en Granada, la ciudad dónde creció Pilar del Río. Y el día anterior, por el fútbol recordé a Pessoa. Por Pessoa pensé en Saramago.

Hoy, desde Santillana del mar, dónde hace años compartimos días y noches con ellos, volveremos a recordar a ese ser humano que creció sin libros, entre animales y buena gente, cerca de un río, en un pueblo llamado Azinhaga dónde hoy volarán sus cenizas como si fuera aquél niño descalzo y libre. Mañana, parte de él, se irá con su amor a la isla del viento, a ese lugar de Lanzarote dónde Saramago y Pilar supieron ser felices y compartir su felicidad. Se fue diciendo Pilar como si dijera agua.

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20 de junio de 2010
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El Boomeran(g)
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