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La Kermés

Llama mucho la atención el arraigo, incluso en plena globalización, al nacionalismo y sus tóxicos. Llama mucho la atención que en estos momentos tan graves, gravísimos -dicen, el G-20 siga con sin crear un núcleo capaz de tratar los problemas del mundo de forma coordinada y conjunta. Se reúne, cenan, desayunan, comen, se fotografía y cada cual regresa a atender las circunstancias particulares de su país pensando concentradamente en la subida o bajada de los posibles electores con los que cuentan. El electoralismo mata la política, el paisanismo allana la visión, la pertenencia -la maldita pertenencia- se hace el peor motivo de ofuscación y de todos los males oscuros.

 Y, entre tanto, el paro avanza sin parar, desprovisto de todo control, desviando la vida hacia una miseria creciente mientras los responsables van y vienen, como en una kermés. Acordando el no acuerdo, recordando olvidadamente qué les ha hecho reunirse aquí o allí.

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29 de junio de 2010
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El desgobierno del mundo

De momento no hay quien gobierne la nueva multipolaridad global. Así lo acaba de demostrar el G20 reunido en Toronto. Aunque produjo el comunicado de rigor, nada hay en las conclusiones que nos tranquilice respecto a la existencia de una estrategia global para salir de la crisis. Todo lo contrario de la impresión que dio el G20 en su primera reunión de Washington, en noviembre de 2008, cuando todavía era Bush quien estaba en la Casa Blanca. Si en aquella reunión hubo un acuerdo para estimular coordinadamente las economías y evitar la entrada en recesión, en ésta ha sido el cada uno a lo suyo y la demostración de que todo está por hacer en cuanto a gobernanza económica global.

Con esta cuarta reunión desde entonces, está muy claro sin embargo que definitivamente el G8 ha dado paso al G20, y la prueba más evidente es que los que habían sido los países más ricos del G7 más Rusia han abandonado toda función en la organización de la economia internacional y se han convertido en una especie de gran ong mundial que se ocupa del hambre en el mundo y de la salud de las madres. No estaría nada mal si el G20 funcionara. Pero no es el caso. Quizás es verdad entonces que la única formación eficaz es bilateral, entre Washington y Pekín. El G2 sería la peor de todas las fórmulas y un golpe al multilateralismo. De momento hemos visto cómo la disonancia transatlántica es clamorosa. Mientras Obama quiere seguir con los estímulos al empleo, los plan E norteamericanos, Merkel sigue empeñada en su política de rigor. No se debe únicamente a las tres explicaciones que se han utilizado hasta ahora para justificar la intransigencia alemana, a saber: 1.- las exigencias de su tribunal constitucional que no quiere ni una mínima transferencia de soberanía sin que se le escuche previamente; 2.- una tradición monetaria restrictiva, preocupada por la estabilidad debido a la inflación galopante de los años 20; y 3.- la defensa de la cartera de los alemanes, que son los que han hecho las mayores transferencias de riqueza hacia otros países europeos hasta ahora. La clave de la disonancia es el euro. Tal como ha dicho Merkel, si cae el euro cae Europa. Para que no caigan los dos no hay ahora más remedio que cortar en seco los ataques contra las deudas soberanas más débiles y esto sólo se puede hacer con una política de drástica restricción del déficit que nos puede hundir en la deflación. O, alternativamente, mediante una súbita reacción europea a favor de la unidad política, como defiende brillantemente Wolfgang Münchau. El comentarista del FT señala, además, que esta crisis ?es más una crisis bancaria alemana y francesa que una crisis de la deuda en Grecia y España?. Su solución no implica, según su razonamiento, una transferencia de fondos del norte al sur, sino de dinero público francés y alemán al sector privado bancario francés y alemán. (El enlace con el artículo del FT. Y una rápida reflexión sobre la sentencia del TC de ayer: Que el catalán es la lengua de uso preferente en la nación catalana es un enunciado no conforme por varios conceptos con la Constitución española. En cambio, que la nación española es una e indisoluble tal como decía mucho mejor el lema del anterior régimen, eso sí es constitucional.)

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29 de junio de 2010
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Los abuelos descansan en mi jardín

Un jarrón de color azulado se destaca desde hace un par de días entre las plantas de nuestro jardín, a catorce pisos de altura. Aún no tenemos una idea clara de qué vamos a hacer con las cenizas de mis abuelos. Por el momento, están cobijadas entre los helechos y la sombra de una estirada yagruma que sobresale más allá del muro del balcón. Mi madre logró ?después de apelar a varias amistades y de estimular materialmente a los funcionarios indicados? cremar a sus padres que yacían en un panteón público del Cementerio de Colón. Terminada la acción del fuego, el resultado fue a parar al interior de un recipiente de barro al que se le nota ?en cada centímetro? que contiene los restos de una persona. Dentro del ánfora están Ana y Eliseo, los dos abuelos junto a los que nací y crecí en una cuartería de Centro Habana. Ella lavaba y planchaba para la calle, él trabajaba en el ferrocarril y fumaba su pipa frente a las dos curiosas niñas que éramos mi hermana y yo. Semianalfabetos los dos, habían levantado una pequeña familia a golpe de batea y jabón, de pico y pala sobre la línea del tren. Ambos exhibían esa mezcla de genio y autoridad que nos hacía quererlos y temerles. Tenían sangre asturiana y canaria, quizás por eso a ?Papán? le deleitaban los guateques campesinos y a Ana en el barrio todos la apodaban ?la gallega?. Sus máximas posesiones eran un escaparate y una cama de caoba y la vitrina con copas que nunca pudimos usar porque eran sólo para adornar la diminuta sala-comedor-dormitorio. El abuelo murió el mismo año del éxodo del Mariel. Su corazón estaba acolchado en la grasa de los chicharrones de cerdo que tanto le gustaban. Se fue en paz y dejó a Ana bajo su nueva condición de viuda, al menos durante cinco años. La partida de ella fue mucho más triste: estaba sentada en la silla equivocada en la cafetería El Lluera, cuando un par de borrachos entró tirando botellas y una la alcanzó en la frente. La etapa de tener abuelos se nos acabó pronto. Adiós a las malcriadeces, a las medias remendadas por unas manos diestras y a la leche tibia llevada hasta la cama. En todo este tiempo nunca fui a ver sus tumbas, para que el granito gris no reemplazara los recuerdos que tenía de ellos. Hoy ?testarudamente? han retornado junto a mí, en un pequeño jarrón tan sencillo y efímero como sus propias vidas.

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28 de junio de 2010
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El mal

En setiembre de 1991 Umberto Bossi anunciaba la creación de la "República de Padania in dependiente y soberana". La proclama se amenizaba con  retóricas referencias a la fraternidad de sus habitantes dispuestos a intercambiar como garantía de fidelidad a la nueva patria "nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado sentido del honor".

Las regiones septentrionales recubiertas por el nombre de Padania no tenían  lengua común que hubiera que defender frente a la  primacía del  Italiano, ni tampoco excesivo vínculo cultural e  histórico que las singularizara en el seno de Italia. Tampoco lo necesitaban, pues el programa se sustentaba simplemente en el rechazo. Rechazo a la unidad inter-territorial que vinculaba el Norte a un Mezzogiorno  al que Bossi se refería no sólo como indigente, sino como intrínsecamente parasitario. De ahí la distancia (concretamente en España) frente a la causa padana en   partidos nacionalistas que reivindicaban idearios de izquierda, y no sólo en ellos. Simplemente en aquellos años la relación de fuerzas imperante en el mundo no permitía aun (aunque ya se había iniciado el camino) que la reivindicación de la libertad de pueblos y culturas se sustentara en el repudio impúdico de comunidades menos favorecidas por el modelo de civilización fabril y el desarrollo capitalista. Gigantescos pasos se han dado desde entonces: 

"Nuestro pueblo primero"reza el lema del Bloque Flamenco, partido ilegalizado en 2004 por su carácter xenófobo. Con motivo de la victoria del NVA en las recientes elecciones belgas  ciertos comentaristas celebraron como excelente noticia que su líder de Weber hubiera logrado recuperar votos que años atrás capitalizaba la extrema derecha (también en España algunos decían que el ideario político de Aznar tenía la ventaja de hacer inviable la formación de un partido de tipo lepenista). Nada de extraño en esta recuperación si se miran los contenidos políticos: reticencias ante la incorporación de Turquía en la UE, liberalismo económico, privatizaciones, y sobre todo: proyecto de creación de un estado propio que liberara a Flandes del indeseable vínculo con el  Sur, ese Sur que, en palabras literales de de  Weber, no debería "tener miedo"por su victoria. Palabras que hubieran resultado mucho más convincentes si la campaña electoral no hubiera estado canalizada   hacia  la denuncia del carácter parasitario de la economía de esa Valonia sureña.  

 

Con motivo de las consultas "sobre el derecho a decidir"en localidades catalanas los dirigentes de Convergencia y Unió han encontrado un asidero  para no mojarse en exceso en ese pantano:la independencia no está madura,  pero sí debería estarlo...el concierto económico, es decir la gestión  independiente por Cataluña de sus recursos. Se esgrimen razones de  mayor eficacia técnica, pero en boca de comentaristas y tertulianos, cuando no de los propios dirigentes, se alude a un Sur de  masas agrarias habituadas a la existencia parasitaria  garantizada por subsidios bajo forma de peonadas que (mensaje más bien explícito que subliminal )estarían pagando en realidad los tan honestos como trabajadores y sufridos ciudadanos de Cataluña.

Ciertamente el Sur es extremamente flexible. Efectiva región meridional en boca de los padanos, el   Sur de los flamencos es norte para un parisino, y hasta podría  llegar a ser Sur esa Inglaterra  hoy repudiada   por los nacionalistas escoceses si no fuera que el enorme peso económico y financiero de  ese país niega lo que con la palabra se quiere denominar. Pues Sur se ha convertido en sinónimo de territorio de aquellos de los que conviene despegarse por que se les considera una rémora en la lucha por abrirse paso, en la brutal competición que enfrenta a individuos, culturas, lenguas, y pueblos enteros.

Lejos quedaron los tiempos en que el Norte, a través de los ojos lúcidamente militantes del Visconti de La Terra Trema, se acercaba al Mezzogiorno de los pescadores de Aci Trezza  a fin de entender y denunciar  las razones contingentes de su  postración económica para mejor captar las formas de organización de la  vida cotidiana y la dignidad en la confrontación de aquellos hombres con la naturaleza, que hacían de aquel  pueblecito meridional el espejo de una  arcaica y profunda civilización.  Luchino Visconti era un milanés alejadísimo por su condición social de sus modelos y protagonistas meridionales, pero sin embargo parece hacer su narración desde las propias entrañas. No se trata de una particular ascesis por identificarse al otro; de alguna manera su sensibilidad era entonces ampliamente compartida. Pues en el mismo Norte industrioso,  la moral social ambiente, hacía que el Mezzogiorno fuera percibido como una suerte de Italia secuestrada que, de liberarse, se revelaría en todo el esplendor de una civilización sellada por lo  elemental e inevitable, por lo que es común al ser humano en toda circunstancia.  De ahí el interés de Visconti por poner el énfasis en la losa económica y social que perturba hasta la corrupción la vida de unos pescadores que son como  paradigmas del lazo,  siempre conflictivo y hasta trágico, que el hombre mantiene con la naturaleza.

Simplemente el gran Visconti se acercaba al Mezzogiorno con mirada abierta y fraterna, y ello en razón de que   tal mirada no sólo era  posible sino que constituía  un corolario del sistema de valores que entonces regía y que tendía a trabar los lazos entre pueblos e individuos. Entonces la relación de fuerzas permitía apostar a la idea de que el hombre estaba abocado a un destino trágico, pero no a un destino miserable. De aquella disposición de espíritu no queda ya rescoldo, y así el sálvese quien pueda se convierte en lema de  individuos  y de  pueblos. El fantasma de fraternidad que recorría Europa ha sido reemplazado por un nuevo espectro: el del  miedo, la conservación a cualquier precio y  repudio de todo aquel  que desde la perspectiva de los logros propios ofrezca imagen de indigencia. Fantasma de derrota de las aspiraciones a la dignidad y a la libertad inherentes a la naturaleza humana;  fantasma, en suma,  del Mal.

                                                             ***

 

Hace unas semanas mantenía en este mismo foro una civilizada polémica con amigos míos como José Lazaro o Fernando Savater sobre la disposición de espíritu que, desde la Revolución de Octubre, había llevado a abrazar la causa del comunismo. Venía a decir que la deriva estalinista (posible en gran parte por el fracaso en la universalización del proyecto  y la canalización -en una Unión Soviética paranoicamente temerosa de la contaminación- de las energías a la vigilancia de la población interna) no permitía abolir el abismo que separaba la máxima subjetiva de acción de quien se afiliaba al Partido Comunista de la máxima subjetiva de acción de aquel que simplemente cerraba los ojos  ante un sistema cuya premisa es negar la equivalencia salva veritate de los seres humanos  y así intrínsecamente generador de esclavitud. Pues bien:

La proliferación de actitudes políticas como las evocadas constituye una muestra del tremendo fracaso para la condición humana que ha supuesto la decepción provocada por la Revolución de Octubre, la renuncia- inevitable quizás dada la relación de fuerzas- a la realización de su ideario y finalmente el desmoronamiento de los países que aun la representaban. Si todo ello no hubiera ocurrido, simplemente los Bossi y compañía no estarían en condiciones de salivar  sus impúdicas y odiosas declaraciones, no habría oídos que les prestaran atención, entre otras cosas porque lo que de noble pudiera haber en alguna de sus reivindicaciones concretas sería corolario ( como lo sería la causa de la igualdad entre hombres o mujeres o la de la salud de la naturaleza) de la lucha general  por la dignidad del hombre; lucha que la Revolución de Octubre encarnaba paradigmáticamente.

El mal no es la independencia de Flandes o Cataluña. El mal es que la reivindicación de la misma se sustente  en el desprecio. El mal es que la causa de dos pueblos con singularidad sustentada en esa cosa tan poco superestructural como es la existencia de una lengua, llegue a confundirse con la a todas luces inmunda causa de la inexistente Padania. Hubo un tiempo que se buscaban las causas de las diferencias sociales y de desarrollo entre los pueblos y se apuntaba a paliar aquello que tuvieran de injustas. Hoy se embrutece a los propios trabajadores en jornadas que retrotraen a la época de Dickens, se canaliza el resto de sus energías hacia la evasión futbolera, y se aliña el conjunto inculcando prejuicios sobre aquellos que no tendrían la suerte de ser tan trabajadores, limpios y eficientes desde el punto de vista de los intereses del sistema, como lo somos nosotros; como decía: el fantasma del Mal. 

 

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28 de junio de 2010
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Deportes, futbol, dioses y letras

 

 

 

Mientras algunos están leyendo, no muchos y sí un poco raros, la mayoría de la población, está viendo el fútbol. El escritor Eduardo Galeano sigue cerrado hasta que terminen los mundiales. Otros comparten como pueden su pasión,  sus trabajos y sus días. La verdad es que mañana no imagino hacer otra mejor que ver ese partido de pasiones ibéricas. Ni hoy nada mejor que ver a los esforzados chilenos- tan queridos- intentar derrotar al gigante brasileiro.

El otro día hablaba de la felicidad de los "domingos de la infancia" que es el fútbol para Javier Marías. Y no olvido las páginas de Vázquez Montalbán al fútbol. Uno de sus últimos libros se llama "Fútbol: una religión en busca de Dios". Habla de aquello que Valdano un día le explicó para diferenciar fútbol de izquierdas: el creativo. Y fútbol de derechas: el de la fuerza, la marrullería y el patadón. Eso no debía contar al mediático Beckham cuando se lacaba las uñas de los pies y se ponía las bragas de su señora. Eso, como mucho es socialdemócrata. ¿Entenderán los chicos de la "roja" que deben hacer un fútbol de izquierdas? Lo dudo, pero mantengo la fe. Que es esa cosa ciega y con Dios.

El fútbol como religión. Se preguntaba Vázquez Montalbán, ¿puede existir una religión, aunque sea civil, sin Dios? Lo que sí existen es muchos dioses en eso del fútbol. Es una religión pagana. Que no hay que confundir con los clubs, esos que son algo más que una inmobiliaria aunque no lo parezcan.

Me voy a ver el partido. Como dice el querido Juan Villoro: Dios es redondo. Me voy un rato con esos soportables dioses. Y me voy a África.- por la tele, eso sí- dónde fue el origen del hombre y dónde se encuentra el futuro del fútbol.

Me llevo, eso sí, la biblia de estos días. La vida de cada día contada a desde el fútbol. Escrita por Alfredo Relaño, publicada en Martínez Roca y con 366 historias del futbol mundial. Un seguro de no aburrimiento mientras esperamos el partido.

Un día como hoy en Santander, y en presencia de Carlos Gardel, Rafael Alberti vio la final de Copa entre la Real Sociedad y el Barca. En ese día de lluvia y emoción el poeta gaditano dedicó un poema al guardameta del Barca, la famosa "Oda a Plattko". El que quiera leerla que busque el número de la revista "Litoral" dedicado al deporte, es una joya de bellas letras, bellos deportes y bellas fugas. Menos mal que nos queda un poco de Mundial.

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28 de junio de 2010
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Las crónicas de Cranford

 

Es una verdadera delicia. El volumen que ahora presenta BackList, titulado Las crónicas de Cranford, reúne en realidad tres libros distintos: Confesiones del señor Harrison, Cranford y Milady Lundlow. Las tres son el resultado de técnicas literarias muy diferentes, están ambientados en épocas y lugares muy dispares y, así como en el primero la voz narrativa es masculina, los dos siguientes están contados por una mujer.

                Pero todos esos rasgos diferenciadores carecen de importancia porque, según avanza en la sucesión de relatos que componen cada libro, al lector ya  no le importa quién está contando en realidad cada historia o dónde y cuándo transcurre la misma porque quien habla de verdad es la sensibilidad de una época, los fundamentos de una cultura, los compromisos morales de una religión, los usos y costumbres de unas personas inmersas en un mundo que está siendo arrasado (por la Revolución manchesteriana, nada menos) y que se aferran a sus míseros signos de identidad  para no verse empujados hasta las  cloacas por los embates de la nueva era.

Elisabeth Gaskell nació en 1810 en Chelsea, entonces a las afuera de Londres. Pasó su infancia en la casa que tenía una tía suya en un pueblecito del condado de Cheshire llamado Knutsford y que ella se tomó grandes trabajos para camuflar bajo el nombre de Cranford, aunque de nada le ha servido porque la dinámica sociedad de amigos y admiradores suyos ha identificado alli cada casa y cada uno de los paisajes que salen en Las crónicas de Cranford y hasta ha organizado un itinerario para que sus entusiastas no se pierdan el menor detalle. Y hablando de entusiastas, fuera de Inglaterra y Estados Unidos, donde cuenta con importantes sociedades de apoyo y estudio, en Japón hay una Sociedad Gaskell que no puedo decir con cuántos socios cuenta ni a qué actividades se dedican  porque su página web está íntegramente en japonés, pero el día que yo entré allí había sido precedido por otros 11.725 curiosos.

Desde 1850, y hasta el día de su muerte con sólo cincuenta y cinco años de edad (1865) Elisabeth Gaskell se instaló con toda su familia en una mansión de Manchester situada en el 84 de Plymouth Grove, donde escribió todas sus obras y recibió a escritores de la talla de Charles Dickens, que fue su mentor y amigo durante toda la vida, y Charlotte Brontë, de la que escribió una espléndida biografía. Obviamente, viviendo en Manchester no podía mantenerse ajena a la explotación laboral y las espantosas condiciones de vida que sufrían las masas hacinadas en los suburbios industriales, y de eso hablan sus novelas Mary Barton (la primera, publicada anónimamente en 1848) y Norte y Sur (1855).

Pero las historias reunidas en el presente volumen no tienen nada que ver con los horrores del neocapitalismo y, en especial las que dan nombre al libro, ya digo que son una delicia.  Y un prodigio de observación, empatía por los personajes y un pulso fuera de serie para contar sin que en ningún momento decaiga el interés unas historias aparentemente triviales pero de una riqueza de matices pasmosa. Tómese por ejemplo la historia de la vaca que se cae a una balsa de cal viva y la rescatan con vida pero sin pelo. Ante la tesitura de matarla, su piadosa propietaria decide seguir el consejo del inefable capitán Brown y le confecciona un chaleco y unos calzones de franela con los que, ante el estupor general, aún tendría ocasión de salir a pastar durante muchos años. Y ya que sale la vaca, la narradora se ocupa de contar cosas de su propietaria, la pulcra y paupérrima Betsy Barker, de la cual pasamos al capitán Brown y sus dos hijas casaderas y también a las señoritas Jenkyns, Pole o Matty, todas  con su compleja vida social y unas invitaciones a tomar el té que se rigen por un protocolo no menos refinado que el de la homónima ceremonia japonesa, o el apasionante problema de las pastas que se servirán durante la recepción porque, Dios las confunda, algunas de las asistentes pueden comer más de la cuenta y causar con ello un grave quebranto a la anfitriona, estricta practicante como todos del "ahorro elegante", una norma ésta basada en el credo de que el ahorro resulta "elegante" y el despilfarro "ostentoso y de mal gusto", aunque luego resulta que es un sabio acuerdo no escrito y que permite sobrevivir con decoro a las honestas pero pobres señoritas locales. Y lo mismo vale para los sombreros y lo que pasa si van adornados con unas cintas amarillas que permiten identificarlos como pertenecientes a varias temporadas atrás, o con las velas, que deben encenderse y apagarse alternativamente para que se vayan consumiendo por igual, no vaya a ser que de pronto se presente una visita y quede al descubierto que en aquella casa, cielos, sólo se enciende una vela para ahorrar.

Es como si de repente hubiese salido a la luz un Dickens que al no necesitar superar cada vez la cota alcanzada en su novela anterior, se dedicase a contar historietas amables y distendidas de sus vecinos y conocidos.     

 

Las crónicas de Cranford

Elisabeth Gaskell

BackList

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28 de junio de 2010
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La mierda del arte

Si el mundo de la literatura se encuentra trufado de antiliteratura triunfante, no se diga ya del mercado del arte. En estos meses han aparecido varios libros que descubren las estratagemas, patrañas y añagazas que construyen, en estrecha complicidad, marchantes, galeristas, curators, críticos, casas de subastas y muaseos. No todos los libros publicados hablan de todo pero vale la pena leer El tiburón de 12 millones de dólares (Ariel) de Don Thompson donde además de una información actualizada de los tiburones reales y no reales se describen anécdotas muy sabrosas en el mundo de los multimillonarios. No hace falta empaparse la segunda parte del volumen destinada minuciosamente a casos particulares de ventas y cepos en las casas de subastas, pero sí merece detenerse en las informaciones que se ofrecen en la primera parte sobre el trasmundo que hace posible vender mierda, enlatada o recubierta de oro, por millones de euros.

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28 de junio de 2010
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Faltan palabras

Mientras José Saramago se moría yo le leía al otro lado del mar, un poco al norte de su isla de Lanzarote, en un lugar aislado de la costa marroquí donde las noticias llegan tarde; también yo llegaba tarde, con un año y medio de retraso desde su publicación, a ‘El viaje del elefante', el libro suyo que estaba leyendo. Pude reconstruir después, al conocer la muerte del escritor, qué era exactamente lo que yo leía de él mientras él se moría: la hermosa historia de la vaca que se pierde en los campos con su cría y se ve rodeada de lobos durante doce días y doce noches, obligada todo ese tiempo a defenderse y a defender al animalito que todavía no se puede valer, en una larga batalla, "la agonía de vivir en el límite de la muerte" (páginas 107-111 de la edición de Alfaguara).   

         Un día después de su fallecimiento en Lanzarote, y cuando ya el cuerpo de Saramago estaba en Lisboa, alguien me llamó por teléfono y me contó todo. La conversación, difícil por las interferencias de la línea en mi remoto rincón africano, fue corta, y al colgar el teléfono volví a la lectura de ‘El viaje del elefante', que había dejado abierto encima de un poyo de piedra. Abierto por la página 254, a punto ya de finalizar la novela, y en el pasaje en que el novelista introduce el motivo de la pobreza del vocabulario frente a la riqueza de la idea: "no es posible describir un paisaje con palabras. O mejor, posible sí que es, pero no merece la pena. Me pregunto si merece la pena escribir la palabra montaña cuando no sabemos qué nombre se da la montaña a sí misma".

         No es posible describir con palabras la pérdida, ni siquiera la de un escritor. Saramago, tan rico en ellas, lo afirma unas líneas antes del párrafo citado, en su "humilde reconocimiento de cuánta verdad hay en la conocida frase, Me faltan las palabras" (página 253). Nos faltan, efectivamente, las palabras. Y las personas. Todo nos falta cuando nos falta alguien.

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28 de junio de 2010
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LAS PEORES CAMISETAS DE LOS MUNDIALES Desde la políticamente…

1. Bolivia 1930 2. Alemania 2010 3. España 1994 4. México 1986 (Jorge Campos) 5. Inglaterra 1990 6. Camerún 2002 7. Brasil 1994 8. Corea del Sur 2002 9. Alemania 1994 10. Francia 1978 LAS PEORES CAMISETAS DE LOS MUNDIALES Desde la políticamente correcta camiseta de Bolivia en 1930 (cada camiseta llevaba una letra que decía VIVA URUGUAY) hasta la políticamente incorrecta camiseta negra de Alemania en 2010, pasando por Francia en 1978, quien debió jugar un partido con las camisetas de un equipo local (Atletico Kimberley), porque ambos equipos llevaron la alterna, blanca.  Aquí Las peores camisetas de los mundiales.

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28 de junio de 2010
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Una pregunta

La revista "El Ciervo" nos hizo llegar a unos cuantos individuos (no sé ni cuántos ni quiénes) la pregunta "¿Qué hacemos aquí?" para que respondiéramos si así lo deseábamos. Iban a publicarlo en el número de junio. Como es una revista católica, supuse que se referían a un "hacer" de orden más bien teológico, la mirada personal de cada mortal sobre nuestra condena a muerte. Esta fue mi respuesta. No he vuelto a saber nada de la revista, de modo que la cuelgo con variantes por si algún lector tiene mejor argumento. Siempre será instructivo.

 La frase "¿Qué hacemos aquí?" tiene dos posibles sentidos.

El primero equivale a "¿Qué pintamos aquí?". Traducido al akademe: ¿Cuál sería la razón suficiente que me permitiría justificar (o fundar) la existencia de los humanos en el cosmos como algo necesario y no como algo prescindible o trivial?".

El segundo sentido vendría a ser: "¿En qué hemos empleado o estamos empleando el tiempo que nos queda en este mundo?".

El primer sentido carece de respuesta o quizás más exactamente: la pregunta es la respuesta. ¿Qué hago yo aquí? Pues preguntarme sobre las razones de por qué el ser y no mejor la nada. ¿Cuál es la razón suficiente para preferir el ser sobre la nada? Ninguna, pero incapaz de conformarse con la nada, la conciencia genera una inquietud que constantemente pregunta por la razón de ser de las cosas. Entre las cosas por las que pregunta figura esa razón que pide la razón de ser. De este círculo vicioso no hay quien escape.

El segundo sentido sí tiene respuesta, pero es descorazonadora. De momento y después de un millón de años parece que hemos venido a no hacer absolutamente nada que no sea inquietarnos, agobiarnos, agitarnos, desasosegarnos, odiarnos, humillarnos, destruirnos y preguntarnos qué hacemos aquí. En cuanto tenemos una respuesta para esa pregunta, comienza otra matanza.

Entre matanza y matanza dice el Eclesiastés que hay un tiempo para amar.

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28 de junio de 2010
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El Boomeran(g)
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