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Algo más que fútbol

Son muchas las cosas que contribuyen a la forma en que esa "comunidad imaginada" llamada nación se entiende a sí misma y es entendida por los demás. Una de las más importantes es el fútbol. No es casualidad que muchos intelectuales se sientan atraídos por ese deporte; Albert Camus decía que lo más importante de la vida lo había aprendido en una cancha de fútbol. El fútbol como una escuela de aprendizaje a la vida, como la enseñanza de ciertos valores. Pero también como un espacio donde una nación puede redefinirse, descubrir algo que todavía no sabía sobre sí misma. El fútbol es siempre algo más que fútbol.   

Mundial de Sud África. Mediados de junio, después del primer partido de Alemania, que barre fácilmente a Australia. Los comentaristas vuelven al lugar común de la "eficiencia germana". Pero hay algo diferente en esta Alemania, y tiene que ver con lo que el escritor peruano Iván Thays, en un guiño a su compatriota José María Arguedas, llama su vocación a mostrar en el equipo "todas las sangres" que componen a la nación. Özil tiene sangre turca, la ascendencia de Gomez es española, Podolski y Klose nacieron en Polonia, Cacau en Brasil, Khedira tiene raíces árabes,  Boateng es hijo de inmigrantes de Ghana y Marko Marin viene de los Balcanes.

Algunos comparan a esta Alemania con la Francia de los años noventa, que presentó un mosaico multirracial y, de la mano de Zidane, alcanzó la copa. En ese momento, el seleccionado francés fue visto como un modelo de integración racial, el sueño de una Francia en que la integración de sus diversos grupos fuera armónica. Ya sabemos cómo anda esa historia: Francia vive un proceso traumático de adaptación de sus minorías, y el fracaso de su selección en este mundial ha avivado el fuego del discurso racista y xenófobo de la derecha. Anelka no sólo es un indisciplinado; es también un chiquillo de las barrios bajos que no lleva con orgullo los colores de su país. La descomposición del equipo refleja las tensiones locales: el capitán Evra y compañía han apartado al volante Gourcuff -un jugador que merecía ser titular-- porque es la hora de la venganza del "ghetto" contra la clase media alta.
De la mano de su selección triunfante, Alemania vive por ahora el lado utópico de la integración de las minorías en el proyecto colectivo. Las derrotas, cuando lleguen (porque también los alemanes pierden), harán obvia la fragilidad de ese sueño.
 
Si muchos latinoamericanos apoyaron a Chile en este mundial fue por lo que mostró. Había algo diferente a selecciones anteriores, y que no puede ser achacado únicamente a la disciplina táctica de un entrenador. La entrega y la vocación colectiva iban a contrapelo de la imagen que se tenía de Chile en América Latina: el país individualista y neoliberal. Por supuesto, Chile nunca fue sólo ese país tan fácilmente estereotipado como el vecino egoísta del barrio, ni es tampoco sólo esa voluntad de sacrificio mostrada por esta selección. Pero, en la lucha entre imágenes, lo que ha hecho esta selección es tornar más difícil la labor de simplificar a Chile, reducirlo a su versión menos amable. No es poco.

Sábado 3 de julio por la tarde en un café en Cochabamba. Una mesa larga de jóvenes ve el partido entre España y Paraguay con banderas y sombreros con los colores de la selección paraguaya; en una esquina, más tímido, un grupo aplaude las jugadas de España. Está claro que nadie aquí es español ni paraguayo. Dicen algunos que el fútbol aviva los nacionalismos, y es cierto; pero hay otro lado de la moneda, y es el hecho de que el fútbol también permite que uno vaya más allá de su parroquia, y termine apoyando una bandera supuestamente rival. Han sido muchos los bolivianos que han visto el partido entre Chile y Brasil con un nudo en la garganta, entusiasmados por el equipo de Bielsa. Que nadie se llame a engaño: esto suele durar poco.
 
(La Tercera, 6 de julio 2010)

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6 de julio de 2010
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Mujeres ricas

  

    

Hay varios programas en distintos canales de televisión dedicados a enseñarnos cómo viven los ricos, mejor dicho, las ricas. No está mal, porque la pobreza la conocemos en todas sus versiones: la pobreza urbana (no todo el mundo sabe cómo abrirse paso en la vida ni tiene la misma suerte) y la del tercer mundo; la indigencia provocada por el modo de vida, como la de los alcohólicos y yonkis de mi barrio (no todo el mundo sabe afrontar las contrariedades con la misma fortaleza), o la que llega con la falta de trabajo y precaria estabilidad. Estamos acostumbrados a ver cómo las mujeres tienen que ir por agua a varios kilómetros de distancia en algunos poblados de África y la explotación sexual en cualquier sitio y la explotación laboral en talleres clandestinos. Y además venimos de una guerra civil que nos empobreció hasta límites muy tristes. Conocemos de sobra lo que es la pobreza. Y sin irnos a África ni a India ni al pasado, sabemos que muchos de nuestros ancianos las pasan canutas para sobrevivir hoy en día. Y por lo que parece en medio de esta crisis los ricos siguen llevando vida de ricos. Así que me parece bien, instructivo, ver la otra cara de la moneda, cómo se es rico, porque no se trata solamente de quemar la visa o de tener caprichos carísimos, sino de ser del club de los ricos. Por ejemplo, mañana me toca la lotería, pongamos mil millones de euros, ¿y cómo me hago de ese club? ¿a qué tiendas voy a comprar? ¿cómo consigo que me reciban con la alfombra roja? ¿y a cenar? ¿cómo empiezo a relacionarme con el alto copete? ¿Tendría que hacerme amiga de las estilizadas mujeres de los futbolistas? ¿Quiénes son y qué hacen los ricos de Madrid?

Para empezar, ¿dónde viviría? Para responder a esta pregunta me recreo viendo un programa dedicado a casas buenas, a mansiones, cuyo mayor problema consiste en abrirnos sus puertas con los dueños dentro. Dichos dueños suelen tener un aspecto algo fantasmal como si su misión fuese vagar por salones de mil metros cuadrados, por dormitorios con enormes camas impolutas donde parece que nunca haya dormido nadie y por cocinas donde parece que tampoco nadie haya cocinado. A veces se quedan mirando melancólicamente una piscina, por cuyos alrededores corretea un perro, único ser realmente vivo de todo el conjunto.

Y hablando de perros, una de las imágenes más impresionantes que nos dedicó una señora rica (los maridos salen poco en pantalla, deben de estar ganando todo ese dineral) fue la de llevar a su perrito al salón de belleza y que allí le pintaran las uñas. Pobre animal. Otro episodio memorable consistió en esa otra señora que quería comprarse un cochazo. Los telespectadores la acompañamos a un exclusivo concesionario en que fue recibida por un empleado exquisito que le hablaba de las maravillas automovilísticas, pero la señora miraba alrededor insatisfecha. ¿No tiene algo más exclusivo?, preguntó. Entonces el empleado abrió una caja fuerte gigante en cuyo interior resplandecía un coche que costaba más que un piso. La señora y su acompañante, una especie de amigo mascota, se abrazaron emocionados. Lo habían conseguido, habían conseguido que el empleado les abriera la última puerta de la exclusividad. Sellaron el contrato con una botella de champán.

El champán siempre ha acompañado al dinero como el aura la cabeza de los santos, pero tampoco hay que caer en el topicazo como esta otra señora rica que nos recibió en su mansión metida en el jacuzzi saboreando una copa de champán mientras una doncella con cofia  la esperaba de pie derecho con un albornoz en las manos. Y este otro detalle en otra mansión, en otro jardín, en otra piscina: la mujer rica que ve un bañador colgando del brazo del sillón y en lugar de retirarlo ella misma llama a la doncella con cofia para que lo haga. Hay que saber ser señora, hay que saber tener lo que se tiene. En cuanto a las compra de ropa, salí de dudas cuando una de ellas nos dijo a las pardillas que la admirábamos desde nuestras casas que las tiendas exclusivas de verdad no están a la vista, a pie de calle, sino camufladas en pisos a los que no puede acceder todo el mundo porque esas tiendas no quieren cantidad, sino calidad en la clientela. Así que ¿si me tocan mil millones de euros cómo sé dónde están en Madrid esas tiendas? Seguramente la llamada alta sociedad se rebelará contra esta imagen un tanto frívola de gente que lee poco, pero es normal que no se nos muestre lo que hacemos todo, sino sólo lo que hacen ellos (quiero decir, ellas).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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6 de julio de 2010
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Una oportuna reflexión sobre lenguaje “sexista” y participios activos

Es bien sabido que el miedo a infringir la corrección política en materia de diferencia de sexos ha  perturbado hasta extremos de corrupción el vocabulario. Ello es sobre todo perceptible  en  la clase política, pero no exclusivamente. Si hace unos años un mandatario en Sevilla provocaba  la hilaridad al dirigirse a los miembros del cuerpo consular con la expresión " cónsules y cónsulas", un colega en tareas filosóficas se curaba en salud (hace ya más de un decenio) contra virtuales acusaciones de sexismo recurriendo para referirse a los miembros de la comunidad de hombres y mujeres,  al término que el creía neutro, de "humanes".

Como cada vez que la lucha efectiva contra aquello que margina a una comunidad de personas (sea o no  a  través del lenguaje) se sustituye por estéril denuncia meramente ideológica, cuya única ventaja es la de sentirse situados del buen lado, comprobar como una y otra vez los hablantes siguen pasiva y a- críticamente  estas convenciones lingüísticas, produce simplemente hastío. Pues bien:

Un amigo me hace llegar un texto sobre los participios activos de los tiempos verbales ( escrito al parecer por una profesora de instituto y que supongo debe estar ya circulando en Internet);texto cuya parte central me limito sin comentarios a transcribir aquí:

 

"El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "el ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a éste la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no "pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", o "residenta".

Y ahora, la pregunta del millón: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).

Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto... Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el violinisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, y sobre todo el machisto."

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6 de julio de 2010
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Europa y los 27 enanitos

La metáfora sonora de lo que está sucediendo a lo largo y a lo ancho de Europa nos la proporciona el molesto estrépito de la máquina cortadora que deja desnuditos e inermes a los árboles y a los arbustos. Además de meterse obsesivamente en la cabeza y de impedirnos la concentración en nuestras cosas, sabemos y tememos el momento en que la poda llegue finalmente a nuestra parcela y nos deje pobres de vegetación, descubiertos y sin sombra. El caso más espeluznante es el del gobierno británico, la flamante coalición conservadora y liberal demócrata, que acaba de anunciar los mayores cortes presupuestarios jamás conocidos, que pueden llegar hasta el 40 por ciento del presupuesto de algunos departamentos en los próximos tres años.

El anuncio del colosal recorte tiene sin embargo algo de maniobra y vacuna preventiva. Fue una orden transmitida por el departamento del Tesoro a los gabinetes de todos los ministros, menos Sanidad y Cooperación al Desarrollo, solicitando planes de contingencia para realizar reducciones drásticas en los gastos, inversiones y en personal. Con tales anuncios el gobierno quiere dejar bien claro que inversiones fundamentales, por ejemplo en seguridad o en educación, quedarán seriamente afectadas. Aunque todo el mundo espera que se rebajen las cifras iniciales, está bien claro que es el anuncio de una dura negociación, que afectará a la función pública y a los sindicatos. A esto se le llama pedagogía de la crisis. Ya sabemos de las divergencias entre quienes propugnan como Obama la continuación de los estímulos keynesianos y quienes consideran como Merkel que ante todo hay que limitar el déficit. Y sabemos también de la distinta apreciación de su efecto sobre la economía, que puede conducir a Europa a un decenio sin crecimiento y a un incremento pavoroso del paro. Pero a la vez se está abriendo otro debate, más estratégico todavía, sobre los resultados a largo plazo de una caída de las inversiones en educación, universidades, investigación y desarrollo o infraestructuras vitales para la competitividad. No tan sólo quedará exangüe la economía europea en el corto plazo, sino que puede quedar minusválida en el medio y largo. La reacción a la crisis de la deuda europea puede ser así la pócima fatal que pretendiendo curar a Europa la deje definitivamente en la cuneta. Europa puede estar hipotecando su futuro en el preciso instante en que los BRICS o vecinos como Turquía, todos ellos con economías que crecen, colocan las fichas que les van a asegurar posiciones de futuro. El definitivo eclipse europeo de la escena internacional puede quedar rubricado con la disminución drástica de los gastos de defensa que están preparando algunos países. En vez de dotarse ya de una vez de una defensa común, que permitiera reducir gastos sin perder presencia internacional ni capacidades, los europeos seguimos empeñados con nuestros ejércitos y estrategias nacionales a los que aplicamos recortes suicidas. Cada uno de los países socios, incluyendo los más grandes, ya eran demasiado pequeños para jugar en posición de igualdad en la nueva escena internacional. Como hemos visto, no hay forma de juntarnos como un solo jugador. Y para colmo, ahora la crisis nos obliga a recortar y limitar nuestros márgenes de maniobra. Después de la crisis y a este paso, no se podrá hablar de gigante comercial y económico europeo, sino de la Europa de los 27 enanitos.

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6 de julio de 2010
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Que me quiten de la lista

Alcancé a escuchar un trozo de conversación entre dos enfermeras en un policlínico cercano a mi casa. ?La semana que viene publican la lista?? decía una de ellas, mientras la otra ponía cara de alarma y le respondía algo que no conseguí oír. Unos metros más adelante, un taxista comentaba por su teléfono móvil ?Me salvé, porque hay un montón de choferes en la lista, pero yo no estoy?. El asunto empezó a intrigarme. Aunque en esta Isla sobran las enumeraciones y los inventarios ?en algunos aparecemos metidos a la fuerza y a otros no nos dejan ni asomarnos? uno de ellos está inquietando especialmente a mis compatriotas. He sabido que se trata del listado de quienes quedarán desempleados, hojas llenas con los nombres de esos trabajadores que sobran en cada plantilla. Alrededor del 25% de la fuerza laboral actual podría quedarse en la calle ante las reducciones de personal que ya se están aplicando. Algunos empleados han sido avisados una semana antes de que su empresa no tiene dinero para seguirles pagando y se han ido al paro sin garantías salariales que les permitan sostenerse hasta encontrar otra ocupación. Ante la disyuntiva de retornar a sus casas o trabajar en la agricultura y la construcción, la mayoría opta por sumergirse en la vida doméstica a la espera de nuevas oportunidades. Sacan la cuenta de que haciendo una labor de manicure ilegal o preparando comida por encargo, pueden tener mejores dividendos que doblando la espalda sobre un surco o levantando paredes de bloques. El tema de los despidos es preocupación compartida hoy por todos los cubanos, pues al menos un miembro de cada familia será afectado por los recortes. Sin embargo, la prensa oficial sólo habla de las cesantías en Grecia y en España, narra los llamados a la huelga general en Madrid y el colapso económico en Atenas. Los rumores populares se nutren, mientras tanto, de historias personales de quienes ya han aparecido mencionados en las temibles listas. En los centros de trabajo, los empleados se amontonan frente a los murales, recorren con el dedo índice el papel a la espera de toparse con sus propios nombres. Ninguno podrá salir a la calle a protestar por lo que le ha ocurrido, ni aparecerá en esa tele que sólo menciona el desempleo cuando ocurre a miles de kilómetros de aquí. Post relacionado: Plantillas infladas

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5 de julio de 2010
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Pase en profundidad

 

De este mundial de fútbol me han interesado dos lecciones: las de la ética, que compete a la conciencia;  y la copiosa participación de Dios, que se debe a la lengua española.

 

Hace tiempo que se ha estudiado el fútbol como un rito tribal de violencia negociada. Ya a fines de los años 60 el etnólogo peruano Luis Millones documentó  el ritual de agresividad exacerbada por las tensiones de región, clase y color.  El racismo se ha hecho oir en los estadios como un grito de las junglas. Y en Madrid, en un coloquio sobre el diálogo de las culturas, escuché al futbolista Etóo contar que en Barcelona los niños le decían a su pequeña: “Por qué no te marchas a tu país.”  En Perú hay dos equipos con nombres ilustres: Inca Garcilaso de la Vega y César Vallejo. Supongo que se enfrentan como una guerra civil.  Si el fútbol es una metáfora nacional, a los peruanos un agonizante empate nos sabe a triunfo. En cambio, en España, el fútbol ha remplazado a la siesta.

 

Pero el episodio del futbolista uruguayo, Luis Suárez, que en la puerta del arco de su equipo detuvo con las manos un gol, merece alguna consideración. Habría sido gol si no hubiese manoteado el balón. No me extraña que Suárez, que parece una persona inteligente, haya apelado a la autoridad de Dios. Y, enseguida, a Maradona. Dijo que se trataba de otra “mano de Dios” (en este caso, de ambas manos) en alusión a la mano divina con que Maradona se ayudó para anotar el gol de la victoria en un campeonato anterior. Ninguno de los dos pudo tapar el sol con una mano porque las cámaras documentan su infracción clamorosa. Y ya que Dios anda en ello, el dilema de este “caso de conciencia”  es digno de un dictámen de la casuística. 

 

Habiendo usado las manos para detener el balón, ¿debería el árbitro haber sancionado el gol? La pregunta es retórica porque lleva su respuesta: depende de si eres aristotélico o platónico. Pero la ley ha previsto una doble sanción equivalente: tarjeta roja para el infractor, y tiro de penal contra su equipo. Lo extraordinario es que ese tiro se estrelló (¿o fue estrellado por un dios tahur?) en el travesaño y no hubo gol. La figura es de una elegancia teoremática, digna del juicio de Wittgenstein, porque todo ocurre en el lenguaje, demostrando no los límites de lo real en las palabras sino, en español, su licencia. 

 

Porque allí no termina el dilema, que despliega una escena barroca: el partido concluye sin goles y hay que jugar tiempo extra, que así mismo termina sin anotación. Por lo tanto,  el partido debe definirse por  penales. Como en otra teoría de las equivalencias, las manos de Luis Suárez desencadenaron una tormenta de patadas al arco, hasta que, batido, el equipo rival quedó eliminado. Nunca un acto ilegal fue premiado más legalmente.

   

Espero que ningún chico de escuela llegue a la conclusión de que romper una ley puede terminar en un triunfo nacional.

 

Pero desde la tesis de Weber sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, cabe revaluar la infracción de Suárez. La primera es la moral de los principios generales, encarnizados e irrenunciables. La segunda es la moral de las consecuencias de los actos, decididos en conciencia. Si Suárez actuó por convicción, buscando impedir la derrota de su equipo a cualquier precio, tendría que asumir la ignominia de su acción, de otro modo la suya sería una mera convicción egoísta y selectiva.  En cambio, si actuó por responsabilidad, el hecho de que su transgresión beneficiara a su equipo, no lo exime de la irresponsabilidad. En ambos casos, se trata de un crimen moral.  Contra el equipo de Ghana, contra el suyo, contra su país. O sea, contra las reglas de juego del mercado universal del fútbol.

 

Confiemos que no haya una “burbuja del fútbol,” producida por la inflación de salarios y el costo mundial de inversión, equivalente a la crisis financiera de un mercado sin regulaciones ni sanción. Subvencionar al planeta futbolero, convirtiendo en funcionariado  a quienes hoy apelan a un Dios cara pintada, sería un circo romano o, mejor todavía, una distopia novelesca digna de Manuel Vilas o Juan Francisco Ferré.

 

Parece que la Virgen anda también activa en estas lides. “La verdad, pensé (dijo el futbolista español Piqué a propósito de la gran atajada del arquero Ike Casillas), que acababa de bajar la Virgen y había parado el penalti.” Tarjeta amarilla para la Virgen o, en rigor, para el idioma español.

 

Para mantener el humor, y a propósito de la abusiva presencia de Dios en los campos de fútbol, te dejo esta glosa, por si quieres prolongarla y mejorarla. Sólo hay una regla. La letra O de “dios” es un balón que circula  (o rebota) entre los versos y tus manos.

 

Pase en profundidad

 

Los jugadores que entran a la cancha,

tocan el ardiente grass y se persignan,

¿esperan de Dios el milagro del gol?

Rinden su paso al azar, pero la fe

eligen de un orden favorable.

Esa idea de orden asume la mirada

del Dios creador del hombre y del fútbol

que decide otro match a las 3 pm.

Salvo que Dios no haya previsto aún

usar cabeza y mano, foul o penal,

y esté el jugador librado al azar

de un pase en profundidad, dividido.

Nos repite el juego, pero cada match

Espera de Dios mayor certidumbre.

Y no, ¡oh Inconstante!, Tarjeta Roja.

 

 

 

 

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5 de julio de 2010
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Públicas pasiones

 

 

 

Ultima semana de fútbol y España sigue viva. Nunca habíamos visto una cosa igual y no podemos decir que no nos importe. No pudimos contener nuestras emociones. No nos supimos mantener fríos ante el peligro de algunos paraguayos, los despistes de algunos españoles y ese árbitro- ¡Uno de los mejores de Guatemala!- que parecía un funcionario de los tiempos de bigotes y ventanillas. Gritamos, nos asustamos, emocionamos y dimos vivas. Menos mal que no teníamos una bandera constitucional, ¡hubiéramos sido capaces de salir al balcón como vulgares y baratos patriotas!

El fútbol nos coloca ante nuestras pasiones. Contradice nuestra razón. Y descoloca nuestros sentimientos. No pudimos seguir la estela de Ángel González, el que siempre sabía estar con su dignidad contra España en cualquier campo y cualquier circunstancia. No hemos estado a la altura de Ángel, tampoco en eso. Incluso queremos derrotar a la fortaleza alemana. Somos unos soñadores. No rezamos, pero creemos en algunos milagros. Somos inocentes como ángeles de Rilke que no tenían nada que ver con los de González.

Nos vamos a Ronda. Pero nos vamos con la pasión de esa cosa que se llama fútbol incorporada a nuestras pasiones más reconocidas.

Busco un poema, lo encuentro en "Litoral", es de otro ángel, de Ángeles Mora, porque nuestros ángeles sí tienen sexo. Y es capaz de unir los amores por el juego del cuero y la pasión por el toreo, por ese arte que nació en la plaza de Ronda: uno de los más emotivos lugares del mundo. El Maracaná de los que amamos el toreo.

 

"Se va mi sombra, pero yo me quedo:

 

Mientras muerda un estadio la pasión

y un defensa burlado muerda el césped

y eléctrico y fatal de nuevo huésped

eterno de otros pies corra un balón.

Mientras un siete por la banda ruede

y la pelota habite el graderío

y de agua milagrosa surja un río

que gargantas y piernas desenrede.

Mientras el área rompa un cruel regate,

el balón reconozca a un compañero,

el gol se cante, el mito de desate

y herido ante la red quede un portero...

aunque nada en el campo lo delate,

entre nosotros brindará un torero"

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5 de julio de 2010
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Irving localiza en Madrid

Alguien pudo pensar que John Irving, a sus sesenta y tantos años, se había hecho gay. Hace pocas semanas, el escritor estadounidense andaba por Chueca mirando fijamente a los hombres, sentándose en las terrazas más concurridas de la plaza y entrando ciertas noches en los bares de ‘ambiente' de la calle Pelayo; algunos clientes le oyeron aplaudir estruendosamente, con sus recias manos de luchador, la interpretación mimada de una copla de Rocío Jurado en un local de ‘travestis' de Hortaleza. En su deambular por el corazón del barrio gay de Madrid, Irving iba a veces acompañado de otros dos hombres y de una mujer, pero también se le vio tomarse solo un vermú en el castizo bar de la esquina de Gravina y San Gregorio.

     Conocí a Irving un año impreciso del siglo pasado con motivo de la presentación en Madrid de su novela ‘El mundo según Garp'; yo no le había leído antes ni le conocía personalmente, pero sus editores españoles, por alguna razón misteriosa, pensaron en mí como presentador del libro, y a ellos les debo una velada muy grata y mi apego a su obra posterior. Ahora le he reencontrado en plena forma, aunque con dolor de muelas, en una visita que tuvo esa fase madrileña centrada en sus pesquisas por la ‘zona rosa' y una segunda en Barcelona para dar entrevistas y ruedas de prensa en torno a su nuevo título ‘La última noche en Twisted River' (Tusquets), que aún no he leído. Desde aquel primer encuentro inopinado a éste, Irving se ha casado de nuevo y ha sido padre de un chico -ya adolescente- con su segunda mujer Janet, una canadiense joven e inteligente que viajaba junto a él, acompañados casi siempre los dos en Madrid por el amigo común que nos ha vuelto a poner en contacto, Edmund White, otro excelente novelista norteamericano.

    Irving no ha cambiado su identidad sexual, pero comparte con una ingente cantidad de extranjeros -homosexuales y ‘heteros'- la fascinación por la vivacidad de la fauna y el paisaje gay que marcan esas pocas calles del centro de nuestra ciudad, ahora a punto de reventar de orgullo y falta de prejuicios. Me sorprendía lo mucho que al autor de ‘El Hotel New Hampshire' le gustaba todo lo que veía, como si los iconos, los atuendos y las maneras que tan parecidamente se dan en otras capitales europeas y americanas donde la homosexualidad se puede expresar libremente, en Madrid cobraran para él un novedoso relieve, una originalidad casi fundacional. Había una tarde en una terraza cerca de la calle Augusto Figueroa unas lesbianas del tipo chic, con aspecto de intelectuales centroeuropeas de los años 1920 (sólo les faltaba el monóculo), a las que Irving no quitó el ojo, aunque él lo que buscaba básicamente era un homosexual español de edad madura y largo pasado al que convertir en protagonista de su nueva novela aún en proceso de escritura. Es decir: estaba localizando exteriores y haciendo una especie de ojeo o ‘casting' puramente visual en Chueca.  

    Yo le recomendé que volviera durante la semana grande de las fiestas, y sobre todo para estar en Madrid el día de la gran cabalgata del pasado sábado. No podía él en esas fechas. A pesar de los cambios de sitio de las verbenas, el gentío fue tan grande como en años anteriores, y así pasó desapercibida para la mayoría la ausencia del camión engalanado que tenía intención de enviar (y pagar) el ayuntamiento de Tel Aviv; los organizadores del Madrid Orgullo tomaron la decisión política de eliminarlo, aunque en el desfile hubo homosexuales israelíes. Yo también opino que el actual gobierno integrista de Netanyhau, aunque elegido en su día democráticamente, es odioso, y criminal la incursión por mar y aire que acabó con nueve muertos entre los tripulantes de la flotilla; pero meter en el mismo saco militarista a todas las gentes de aquel país sería tan injusto como haber tildado en 1974 a todos los españoles de fascistas. Importantes intelectuales, periodistas y ciudadanos judíos escriben, se pronuncian y manifiestan contra sus dirigentes, mientras que -y esto conviene recordarlo estos días- en la tan heterogénea población hebrea que vive en Israel cada día tienen más voz las fuerzas retrógradas y fundamentalistas que, de poder, impedirían la marcha (y no me refiero a la nocturna de copas y bares) de los gays y lesbianas de Israel, en Israel, en Madrid y en cualquier lugar abierto del mundo.

    Ningún egipcio, ningún tunecino, ningún libio, iraní o nigeriano desfiló el 3 de julio por la Gran Vía representando a los gays de su país o ciudad. Los de Tel Aviv, por mucho que nos disguste Netanyahu, sí pueden hacerlo, y anteayer lo hicieron, aun sin carroza propia. Me parece a mí que el justamente celebrado e impresionante festejo reivindicativo del Orgullo Gay madrileño, este año centrado en la transexualidad, debería plantearse en los siguientes hacer ostensibles, preferiblemente con carruajes, a los hombres y mujeres homosexuales de tantísimos países musulmanes en los que se persigue, a veces hasta la muerte, no ya el ser visiblemente gay, sino el serlo.

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5 de julio de 2010
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Comedias y Dramas II

 

Vaya por delante que nunca en la vida había leído nada de Jacinto Benavente, así como tampoco había visto representada una sola de sus obras. O casi, porque cuando nos dio a todos por conocer a Buñuel hasta en sus raíces tuvimos que hacer una inmersión obligada en la cinematografía mexicana y, mirando aquí y allá, dimos con joyas colaterales tan de agradecer como La Malquerida (1949) del Indio Fernández, en la que Dolores del Río hacía de doña Raimunda, la dueña de la finca de El Soto y madre de Acacia (Columba Domínguez) la adolescente que mantiene una volcánica y destructiva relación amorosa con Esteban (Pedro Armendáriz), marido de doña Raimunda y por lo tanto su padrastro, un hombre tan celoso que incluso mata a los pretendientes que acechan a su hijastra/amante. Y de ahí el corrido que se escucha en la cinta: El que quiera a la del Soto/Tiene pena de la vida/Por quererla quien la quiere/Le dicen la malquerida.

                Pero es evidente que no resulta adecuado decirse conocedor de Benavente por haber visto una obra suya pasada por la más pura y esencial cinematografía mexicana. Claro que, puestos a decir absurdos,  también los borrachos europeos compran en las Ramblas de Barcelona unos sombrerazos charros convencidos de estar poniéndose en la cabeza uno de los símbolos más genuinamente españoles. Pero hoy, después de haberme leído de una sentada las quine comedias y dramas  repartido en las 912 páginas que tiene la edición de la Biblioteca Castro, debo reconocer que he salido renovado del intento, pero profundamente perplejo.

                De un lado, me parece  un verdadero lujo poder disfrutar del castellano que hablan sus personajes, de una riqueza que no se basa en el vocabulario sino en la sutileza, la ironía y la capacidad expresiva de unos parlamentos que si suenan vivos y ocupan la totalidad del espacio escénico es debido a la capacidad de Benavente para sacar el máximo partido de la técnica teatral, o de unos recursos que él parece manejar incluso con los ojos cerrados. Y a este respecto remito al lector curioso a una obra llamada La princesa Bebé, una farsa sobre princesas, emperadores, plebeyos y los amores de todos ellos que reúne ingredientes de sobras para ser un estereotipo de cartón piedra, pero que gracias al oficio del autor se lee con sumo gusto. Porque esa es otra, la lectura. A los numerosos enemigos de Benavente se les cortó el aliento cuando en 1922 le dieron el premio Nobel, pues entre otras cosas le acusaban de escamotear la dramatización en beneficio de la narración (muchas veces los acontecimientos esenciales ocurren fuera de escena y por lo tanto en ésta se "habla" de ellos pero no se presencian). Y eso, que desde el punto de vista teatral es evidentemente una grave carencia, en cambio para el lector actual es una bendición que la narratividad prime sobre el drama.

                Más elementos positivos: la guasa, la finura crítica y los magníficos retratos de unos personajes cuyos  modelos han desaparecido pero que perviven hoy  en estas obras. Y asimismo merece un elogio sin reservas su capacidad para enlazar directamente con la literatura picaresca en obras como Los intereses creados, probablemente porque al recurrir a personajes de la commedia dell´arte está haciendo una obra de género y ésta, curiosamente, resiste mucho mejor el paso del tiempo que la alta comedia o el drama rural que tanto cultivó.

                En el lado negativo, lamentar sobre todo que no decidiese llevar hasta sus últimas consecuencias su don para la organización escénica y la jerarquización espacial a partir de la palabra. Aprovechando que era hombre de fortuna viajó de joven por toda Europa y Rusia y llegó a conocer bien la obra de quienes luego marcarían el carácter del teatro europeo de finales del siglo XIX y principios del XX. Gente como Dannunzio, Maeterlink, Wilde, Ibsen, Chéjov o Stanislavsky, mientras que en España (cuando al mismo tiempo ya ejercía de algo tan prometedor como es ser empresario de circo) empezó asociándose con Valle Inclán para hacer un teatro basado en la calidad artística y una crítica social sin compromisos. Y se estrenó con El nido ajeno (1894) una obra que con el tiempo le hubiera llevado a una profunda renovación del teatro español pero que de momento le valió una lluvia de palos apenas compensados por los elogios de Azorín. Por desgracia, y  pese al éxito arrollador de muchas de sus obras posteriores, optó por una posición más acomodaticia y que hoy puede percibirse de la sola lectura de sus obras: más que hacer una crítica social tan demoledora como la de Valle, Benavente en el fondo respeta el orden establecido y a quienes ataca de verdad es a los transgresores de ese orden pero por arriba, es decir, los arribistas, los nuevos ricos y los groseros que no ven más valor social que el dinero, siendo todos ellos demolidos por la critica implacable de Benavente.  Las acusaciones de "moralizador" que se le hicieron en su tiempo hoy quedan desactivadas por una evidencia peor: Benavente era demasiado lúcido para creerse sus salidas de tono, y demasiado inteligente para no ver el despilfarro que hacía de sus dotes teatrales. Y no creo que le quedaran ganas de moralizar. Quería seguir siendo aceptado por la sociedad que tanto le había ensalzado y en ese sentido (y no por una convicción política) debe ser entendida su sonada aparición en una manifestación franquista en 1947 y que le allanó todo tipo de dificultades posteriores con el régimen de Franco. En resumen,  si hay que agradecerle sin reservas la calidad media de sus obras, también es de lamentar que no optara por sacar todo el rendimiento que le permitían su talento y sus recursos para manejar la lengua castellana. Y que todavía hoy, en sus manos, luce esplendorosa.

 

Comedias y Dramas, II

Jacinto Benavente

Biblioteca Castro  

 

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5 de julio de 2010
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De derrota en derrota…

Cada vez que Cataluña ha avanzado en su autogobierno ha sido como fruto del diálogo, la negociación y finalmente el pacto. Fue así en 1914, cuando el gobierno de Eduardo Dato accedió a la fusión de las diputaciones, bajo el nombre de Mancomunidad de Cataluña. Así sucedió en 1931, cuando Francesc Macià proclamó primero la República Catalana dentro de la España federal y negoció luego el Estatuto de Autonomía de 1932. Volvió a suceder en 1977, cuando el presidente en el exilio Josep Tarradellas acordó con Suárez la restauración provisional de la Generalitat. Y sucedió de nuevo en 1979 cuando se aprobó el estatuto llamado de Sau.

Hasta ayer mismo, los retrocesos o limitaciones, en cambio, se han producido por la fuerza de las armas y de la coacción. En dos ocasiones, en 1714 y en 1939, fruto de sendas guerras civiles en las que los catalanes, su territorio y sus instituciones se encontraron en el bando perdedor. En una ocasión, en 1923, por un golpe de Estado incruento, perpetrado desde la jefatura del Estado. En otra, resultado de una insurrección fracasada contra el Gobierno español legalmente constituido, en la que el gobierno catalán encabezó el bando de los rebeldes. Sólo en la actual las pretensiones de ampliación del autogobierno se han encontrado con las limitaciones marcadas por el más alto tribunal de un Estado de derecho constituido en democracia parlamentaria. La fiesta nacional catalana, el día 11 de septiembre, celebra la primera de esta serie de derrotas, algo que muchos han reprochado o utilizado irónicamente en relación al espíritu catalanista. Pero tiene también otra lectura, quizás vigente en la actual circunstancia: de las piedras hacen panes, de las derrotas victorias. Si es posible enumerar las victorias negociadas y las derrotas armadas es porque de todas ellas surgió siempre, una y otra vez, la voluntad de autogobierno catalana. Esta vez, afortunadamente sin armas ya de por medio e incluso con la ambigüedad de las numerosas e incluso diametralmente opuestas interpretaciones de la sentencia, la situación es radicalmente distinta. En primer lugar, porque el amplísimo grado de autonomía ya conseguida y en pleno ejercicio no quedará mermado ni un ápice y, en segundo lugar, porque la sentencia tiene el efecto de terminar con la ambigüedad que había presidido el pacto, el texto y el desarrollo constitucional y estatutario entre 1977 y 1979. Este efecto clarificador no será el punto final ni el cierre del Estado de las Autonomías. Los límites que ha marcado el Tribunal Constitucional respecto a la capacidad constitucional ?cuestión controvertida en los dos sentidos, de los que creen que caben más cosas y de los que consideran que ya no caben las que hay dentro? no van a convertirse en el techo del autogobierno catalán, al contrario. Lo dicen claramente las encuestas de opinión y los programas de los partidos. El resultado de la sentencia será la lista de la compra: ese cinco por ciento del Estatut declarado inconstitucional se convertirá en la reivindicación mínima de todas las fuerzas políticas, a excepción del PP y de Ciutadans. Zapatero ya lo ha concedido antes de sentarse con Montilla a analizar la sentencia. También lo conceden el silencio y los esfuerzos de contención de Rajoy, que quiere sacar votos en Cataluña y sobre todo gobernar en Madrid aunque sea con CiU. Tan evidentes son los efectos clarificadores que permitirán una mejor organización de las reivindicaciones catalanistas. Después de exigir el 5 por ciento inconstitucional del actual Estatuto queda todavía margen para reavivar el Estatuto que fue pactado en La Moncloa entre Artur Mas y Zapatero. CiU tiene ahora la oportunidad de recuperar todo lo que entregó a Zapatero en aquella reunión, a la vista ahora del grado de cumplimiento de los compromisos entonces adquiridos por el presidente del Gobierno. Y Esquerra Republicana y todo el independentismo tienen la oportunidad de resucitar el texto entero aprobado por el Parlamento de Catalunya, antes de que pasara por las sucesivos cepillos de unos y otros. El presidente Montilla declaró ayer que su único plan B es que se cumpla el plan A, es decir, la aplicación por una vía u otra del Estatuto en su cien por cien. Pero eso no va a evitar que, aunque sólo sea como cautela, quienes desconfían del plan A o incluso quienes quieren asegurarse de que se cumplirá, empezarán a preparar el plan B. Hasta ahora conocíamos un independentismo de sentimientos; ahora empezará el independentismo de la razón e incluso de la necesidad.

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5 de julio de 2010
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El Boomeran(g)
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