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¿Qué es daimon?

Por 15 de julio de 2010 Sin comentarios

Eduardo Gil Bera

¿Qué es daimon? dices mientras clavas en mi pupila tu mochila azul. Lo primero, que en griego significa “el que reparte”, “el distribuidor”. Y después, que en los poemas homéricos, un daimon es una intervención sobrenatural invocada como causa de lo inexplicablemente humano. Muchas veces no se sabe si un daimon viene de un dios, anda por libre, o qué giro lleva. Por ejemplo, en la Odisea, Menelao le recuerda a Helena su insidioso comportamiento durante la aventura del caballo de madera, y le dice: “entonces viniste tú; y te debió traer algún daimon que deseaba dar la victoria a los troyanos”. Se refiere a Afrodita, que un momento antes Helena ha mencionado como la diosa que le infligió la locura, pero Menelao no la quiere nombrar.
Los “daimones” en general son destinatarios de ofrendas, como temibles poderes que es preciso aplacar. Y “daimonios” es quien actúa bajo la guía o el impulso de un daimon, lo cual se entendía como “desgraciado” o “infeliz”, dicho de manera admonitoria. Así llama Antinoo a los pretendientes de Penélope, y les avisa: “evitad los discursos arrogantes”. Se ve que el daimon conduce a cierta soberbia, arrogancia, lujuria, ira —en al caso de Sócrates, a una particular elocuencia— y, en general, al punto de enajenación necesario para la perdición de alguien. También los dioses pueden ser instigados por un daimon;  Zeus se lo dice a su esposa Hera, obsesionada con ver la perdición de los troyanos.
La idea de rechazar al daimon de la estatua, o sea, el reverso de la intención griega, está presente en la escultura de Rodin, con sus desproporciones estudiadas y su utilización aparentemente negligente del trépano, haciendo vaciar piezas con la superficie perdida de agujeros, restos del proceso de punteado. Los griegos procuraban borrar todas las huellas del trépano; Rodin, en cambio, las exhibía. Aquéllos querían atraer al daimon, distribuidor de lo perdidamente divino; éste perseguía la imagen fieramente humana, que no hacía falta sujetar con amarras, porque quedaba presa en la materia sin desbastar. Ningún daimon en sus cabales codiciaría el bailarín sin cabeza o el Balzac de Rodin, que más bien parecen hechos para disuadir a los dioses de meterse en humanidades.
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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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