Ficha técnica
Título: Atravesé las Bardenas | Autor: Eduardo Gil Bera | Editorial: Acantilado | Colección: Narrativa del Acantilado, 289 | Encuadernación: Rústica cosida | Formato: 13 x 21 cm | Páginas: 144 | ISBN: 978-84-16748-41-9 | Fecha: abr-2017 | Precio: 14 euros
Atravesé las Bardenas
Eduardo Gil Bera
En 1956, el señor Yaben, un ingeniero del Instituto Nacional de Colonización, idea un pueblo de colonización que construirán y habitarán presos en una inhóspita zona de las Bardenas. El proyecto no sólo servirá para que los reos rediman sus condenas, sino que además los convertirá en colonos de la región. La realización de esta utópica población, alegoría de la naturaleza de los sueños humanos, reunirá en el desierto de Navarra la condición humana en toda su desnudez, y se convertirá en una fábula de tintes bíblicos.
EL AÑO DEL FRÍO
En febrero de 1956 vivía en Mélida un joven llamado Dámaso Torrentera. Aquél fue el mes de febrero más frío que nadie recordaba. Por la noche, la temperatura bajaba hasta quince grados bajo cero, y durante el día el sol no llegaba a deshelar los charcos. Torrentera sufría congelación en las manos y no dormía con los demás presos. Tenía permiso para pernoctar en una corraliza más cerca de Mélida e ir al médico.
Llegaba al pueblo caminando por la tierra crujiente por el hielo y se paraba, envuelto en su manta, ante la casa del señor Yaben, que le hablaba desde la ventana.
-¡Entra!
-No…
-¿Has ido al médico?
-No. Ahora voy.
-¿No vas entrar? ¡Entra!
Torrentera negaba con la cabeza, sin contestar.
-Pues anda al médico.
Cada mañana de aquellos días glaciales, se repitió la escena. Torrentera se detenía ante la casa del señor Yaben, que le invitaba, pero el joven preso nunca entró.
Se produjo las lesiones de congelación en las manos durante la extinción del incendio de la fábrica azucarera de Tudela, cuando los presos que trabajaban en la construcción del poblado de colonización de Rada fueron trasladados para luchar contra el fuego. Fue idea de Yaben, siempre empeñado en conseguir beneficios de redención para sus presos.
El incendio de la azucarera de Tudela era gigantesco, los almacenes con millares de sacos de pulpa ardían cerca de los depósitos de alcohol, y había que evitar la gran explosión que pondría en riesgo muchas vidas. Entretanto, las cañerías de la fábrica habían reventado por las bajas temperaturas. Los presos hicieron prodigios de valor, igual que los bomberos.
Como forma de entrar en calor, se distribuía coñac a discreción. El frío era tan intenso que cada media hora había que llevar al botiquín a turnos enteros con síntomas de congelación o asfixia. Por fin, el sexto día vencieron al fuego, pero no al frío, que continuó todo el mes.
Hasta que una mañana más templada, Torrentera se paró ante la casa de Yaben al volver de la consulta, levantó la mano vendada y dijo:
-¡Señor Yaben! Ha dicho el médico que pasado mañana me dan el alta.
-¡Muy bien!-contestó Yaben-. Estoy muy satisfecho de tu conducta. Es muy probable que podamos hablar de la redención total de la pena. Sólo faltan algunos trámites. Pronto tendré noticias…
Pero ese día no le invitó a entrar. Y Torrentera temió haber perdido su favor. ¿Qué importaba el alta médica y la redención de la pena si el señor Yaben no le invitaba más a su casa?