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ADULTEROS

 

 

Termina el mes. Nos quedan en la memoria muchos largos días sin hacer nada demasiado, un placer. No nos hemos librado de pensar, ni de leer. Hemos reído y escuchado músicas entre amigos. Disfrutado en las playas del Morrazo, apenas hemos salido del Morrazo que sigue siendo nuestra patria preferida de tantos veranos. También hemos leído. De algunas lecturas iré dando cuenta. De dos novelas paralelas lo haré ahora mismo. No tienen mucho, casi nada que ver en cuanto a estilo, intenciones y personajes y sin embargo se me enredan, se me parecen. Una es de un médico convertido en escritor, Jed Mercurio. Creo que será un best seller su novela sobre la vida privada- y algo de la vida pública- del más seductor de los presidentes americanos, John Fitzgerald Kennedy, casado con una mujer tan encantadora como elegante, Jacqueline Bouvier Kennedy, con Onassis ya fue otra cosa. Ella sabía de hombres, tuvo dos complicados y complejos hombres como pareja. Dijo que "los hombres son una combinación de cosas buenas y malas". Lo suyo no era la complejidad del pensamiento. Eso les pasa a los hombres, las mujeres, los gatos o a las lagartijas.

La novela "Un adúltero americano", es sobre todo una excursión por la imparable y compulsiva necesidad de aventuras sexuales de su marido. Una vida sexual llena de encuentros efímeros, de un obsesivo deseo de hacer el amor con casi todas las mujeres que se cruzaron en su vida. Parece que estuvo muy enamorado de Jacqueline, pero no impidió sus rápidos encuentros con Marilyn Monroe y otros cientos de mujeres de toda condición, edad o cultura. Generalmente las prefería jóvenes y no enamoradizas. Quería encuentros de usar y tirar, aunque algunas excepciones hubo en su imparable vida sexual. Un adúltero sin fisuras.

"Las jóvenes hermosas a veces recompensan con sexo la posición o los méritos de los hombres, y nuestro hombre lo considera un tributo adecuado y lo recibe con mayor gratitud que una medalla al civismo. Es una costumbre que él cuestiona sólo ocasionalmente, puesto que cuando es él el beneficiario lo considera una transacción natural, apropiada y pertinente. Hombres sobresalientes en el comercio o las artes a menudo reciben los favores de una joven admiradora, aunque no poseen la prestancia del presidente y aunque a menudo se engañen creyéndose dotados de un carisma corporal o espiritual, como si su opulencia y su poder o ambas cosas no tuvieran nada que ver con la transacción"

¿Un mecánico de la Ford tan atractivo como el presidente Kennedy o un empleado de banca hubieran tenido las mismas posibilidades de ser un adúltero cotidiano? Lo dudo pero cuando se tiene mucha afición tanta, siempre se encuentran voluntarias, creo.

La otra novela, también de un confeso adúltero, pero de un libertinaje mucho más complejo, mucho más evolucionado e interesante en sus relaciones, en sus gustos, en sus motivaciones, sin dejar de reconocerse en el lujurioso, egoísta y vanidoso, que tantos hombres llevan dentro, es la historia inventada de Raphael Haffner, un rico judío que recuerda su vida, y vive su momento, en un balneario de los Alpes. Está escrito por Adam Thirlwell, y es una gran novela. Llena de irónica melancolía, de alegrías y tristezas del sexo, de la carne. "Todos los álbumes de fotos son tristes, cada uno a su manera". Ciertamente hay una mirada de carencia sentimental cuando vemos esas fotos dónde parecemos felices, dónde fuimos tan jóvenes, antes de ser adúlteros.

¿Habrá hombres interesantes que no  hayan sido adúlteros? Llevo pensando unos días. No recuerdo a nadie que no sea Manuel de Falla. Tengo que revisar mi catálogo de adúlteros y adulterios. Naturalmente estoy hablando de los demás. Yo no juego en esa liga.

P.D. Como siempre tienen razón los otros, aunque sean extraterrestres. la novela de Thirlwell se llama "La huida", en Anagrama, la misma editorial que la de Mercurio.

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26 de agosto de 2010
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Diario de Oaxaca

 

A primera vista no parece una propuesta de lectura demasiado atractiva. Primero porque se trata de la reedición de una obra relativamente reciente (2002). Y segundo porque es el relato de un viaje de diez días realizado por unos botánicos norteamericanos aficionados para ver helechos en el estado mexicano de Oaxaca. Si además de despistado (por no haberse enterado en su día de las excelencias del presente escrito) el lector es algo desconfiado tiene todo el derecho de preguntarse: "¿Helechos? ¿Cómo pueden dar material para escribir un libro las andanzas de unos adultos tirándose por los suelos provistos de una lupa para captar las intimidades anatómicas de unos hierbajos medio secos y perfectamente anodinos?". Para verificar que de verdad se trata de unos hierbajos anodinos y que no se ha perdido una fiesta espectacular  el lector acude al saber no partidista de la enciclopedia. Y allí, tras ser rebotado a la entrada Pteridofitas, se ve sucintamente informado de que se trata de plantas cormofitas (porque tienen cormo) y de raíces adventicias. El esporofito es el órgano productor de las esporas, una unidad de dispersión que puede aguardar durante siglos la llegada de las condiciones idóneas para la reproducción. La cual tiene lugar porque en el gametofito se forman los arquegonios, origen de las gametas femeninas, y los anteridios, origen de las gametas masculinas móviles flageladas. A partir de ahí seguirán seguramente varias columnas más de apretado texto en las que se dan indicaciones igual de misteriosas (más que nada por ininteligibles), y escasamente alentadoras. Porque si las 155 páginas que tiene el libro de Sacks van de lo mismo, estamos apañados. Piensa el lector.

Pero esa desconfianza es fruto del no conocer lo que sabe hacer un buen escritor con un tema cualquiera, por poco prometedor que parezca dicho tema. O sea, que el verdadero problema es una cuestión de sabiduría, y el propio Sacks lo dice a su manera: ese mismo paisaje pedregoso y salpicado de matojos que el hastiado viajero inexperto lleva horas contemplando desde la ventanilla del autobús, para el conocedor es el escenario de una grandiosa epopeya en la que cada vegetal, perfectamente individualizado y poseedor de rasgos caracterológicos únicos, forma parte de un ejército en lucha por la supervivencia frente a otro ejército impulsado por la misma necesidad de persistir, con zonas en las que uno de los combatientes está batiendo a su enemigo y ocupando claramente el territorio en disputa, mientras que en otro sector el resultado de la batalla es del signo contrario. Ello es así a veces por la perturbadora acción del ser humano, pero a veces por la intervención de aliados inesperados, como pueden ser esos pájaros que al comer los frutos de árboles y arbustos luego dispersan las semillas al defecar. O esos insectos que al ser atraídos por los lujuriantes e irresistibles colores de las flores polinizan a las plantas que las producen en detrimento de aquellas cuyas floraciones son irrelevantes y que perderían definitivamente la batalla de no ser porque, en ocasiones, cuentan con la inestimable ayuda del viento que hace las veces de insecto y se encarga de dispersar el polen. Otras veces el factor decisivo es la evolución, o un cambio climático que se demostró letal para unas especies y beneficioso para otras (capacidad de adaptación, etc). Es decir, el paisaje es el mismo, pero un buen guía es capaz de transformarlo, como bien dice Sacks: "Esto me recuerda otro viaje en autocar, por el estado de Washington, con otra amiga de Guam, cuyo conocimiento de la geología hacía que el paisaje inorgánico, las formas del terrenos que se sucedían a nuestro alrededor, cobraran vida. Casualmente, también ella era pteridóloga, pero su "ojo geológico", tan bien desarrollado, aportaba una dimensión y un significado adicionales a cuanto veíamos".

Personalmente he podido observar que pasa lo mismo si viajas con alguien que sabe de meteorología y de su signo más visible, las nubes; o de quien sabe leer el curso de los ríos y la lucha de éstos por la subsistencia, tan dramática que el observador apasionado puede incluso tomar partido y mantener una querella personal contra alguno de ellos, como le pasa a Rafael Sánchez Ferlosio con el Jalón, al que invariablemente califica de "río ladrón" porque, allí donde su cuenca casi se toca con la del Tajo, a lo largo de los siglos le ha "robado" más de un afluente, y todo el mundo conoce la preferencia del maestro por el Tajo a partir de su río favorito, el Jarama. Y lo mismo pasaba con Juan Benet, pues de pronto podía decirle a su chófer "Para un momento ahí" y ese ahí era un altozano desde el que se divisaba un valle sin el menor interés aparente, aunque una estrecha garganta situada a mitad de la ladera de enfrente resultaba ser el lugar elegido por Asdrúbal para tender una mortífera emboscada a los hermanos Escipiones, aunque también podía ser el escenario de una escaramuza entre moros y cristianos o una persecución de las tropas napoleónicas contra una partida de guerrilleros. No obstante, lo más frecuente era que se tratase de  uno de sus temas favoritos, por ejemplo, una maniobra de distracción planeada por el general Rojo en el frente del Guadarrama para aliviar la tensión en la Ciudad Universitaria de Madrid. O sea, unos viajes altamente instructivos pero interminables.

Lo cual no es el problema de este ameno e instructivo diario, y el lector despistado que se perdió la anterior oportunidad de conocer las andanzas de Oliver Sacks y su banda de amables chiflados pteridólogos hará bien en vencer su desconfianza y llevarse esta vez el libro a casa. Total es el relato de diez días de viaje, y diez días se pasan volando, como bien estarán comprobando en sus propias carnes quienes ya estén de regreso de sus vacaciones estivales.

Diario de Oaxaca

Oliver Sacks

RBA

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26 de agosto de 2010
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Región en el tiempo

Esta región de la primavera en la que el viaje de nuestra morada errante a través de las estaciones acababa tres días atrás de detenerse (...) me parecía el país de las mujeres, al igual que era el país de los árboles. (III, 905)

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26 de agosto de 2010
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El mapamundi de Mileto

 

Hace tres mil setecientos años, unos colonos minoicos de Creta fundaron la ciudad de Mileto al suroeste de la península anatolia, sobre una península en la desembocadura del río Maiandros. El lugar era la juntura de dos mundos: la civilización del Egeo y Oriente Próximo. Más tarde, los micénicos cretenses siguieron apreciando las ventajas del emplazamiento, y Mileto fue la cabeza de puente de los griegos de la edad de Bronce ante el gran imperio hitita. Desde su situación en la costura del mundo, Mileto  prosperó, y promovió la fundación de más de cincuenta colonias, desde el mar Negro hasta África.

Pero en 625 a. C., Mileto no sólo se encontraba en la juntura serrátil de dos mundos, sino que también estaba a punto de descoyuntarse: sufría una guerra civil y se hallaba al borde de la escisión. En ese trance, los milesios recurrieron a los de Paros, para que arbitrasen el cierre de la disputa interna. Los árbitros estadistas (καταρτιστῆρες) acudieron de Paros a Mileto, vieron y oyeron a las partes, y propusieron que gobernasen la ciudad dos hombres: el ciudadano de Mileto que mejor administraba y mantenía su propiedad, y un juez supremo especializado en el establecimiento y aplicación de las leyes. Como tirano, propusieron a Trasíbulo, y para árbitro de la ciudad (αἰσυμνήτης), a Tales, que no era de Mileto, sino cretense. Fue la primera vez en que se instituyó una separación de poderes, dos mil trescientos setenta años antes de Montesquieu.

Bajo la tiranía de Trasíbulo arbitrada por Tales, un período que duró unos cuarenta años, la ciudad de Mileto alcanzó su máxima prosperidad, riqueza e influencia. En aquel tiempo, hacían furor los poemas homéricos interpretados por un elenco singular, los homéridas, que se jactaban de poseer el legado literario de Homero, de quien decían proceder.

Un pasaje notable de la Ilíada era la descripción del escudo de Aquiles, en el canto XVIII, donde el poeta narra cómo Hefaistos “creó numerosas imágenes con mente ingeniosa”. La enumeración y reseña de las figuras cinceladas en el escudo se dilata durante más de cien hexámetros. Empieza con “la tierra, el mar, y el cielo, más la luna llena y el sol infatigable, y todas las estrellas que coronan el cielo…” Sigue la descripción de dos bellas ciudades habitadas por hombres mortales. En una hay paz, en la otra, guerra. Se pueden divisar también los campos cultivados, los rebaños, y la gente que celebra la cosecha. La descripción se cierra con “el poderío de la corriente del Océano en torno a la franja más exterior del escudo sólidamente forjado”.

Era llamativo cuánto se parecían aquellas imágenes cinceladas en el escudo de Aquiles a los avatares de la propia ciudad de Mileto, que había sufrido la guerra con Lidia durante más de una década, desde 613 hasta 602 a. C., y por fin celebraba la paz. 

El milesio Anaximandro apreciaba en particular cómo el poeta había resumido en la imaginería del escudo el universo entero circundado por la corriente del océano. Había en el pasaje una singular fuerza de abstracción que conjugaba la enumeración de detalles con la forja de una perspectiva vertiginosa que abarcaba la totalidad. Esa particular fuerza también radica en la cartografía que, como se ve, nació de la poesía, porque Anaximandro fue, según testimonio del geógrafo Agatémero, “el primero que se atrevió a inscribir en un mapa el universo habitado”. Ese mapamundi era circular, como el escudo de Aquiles, y estaba igualmente rodeado por la corriente del océano, mientras la ciudad de Mileto ocupaba el centro.

El mapamundi de Anaximandro inspirado en el escudo de Aquiles descrito en la Ilíada, fue corregido y mejorado por Hecateo, otro milesio dos generaciones posterior, que mantuvo el diseño original, con Mileto en el centro, y la corriente del océano en el borde exterior. Heródoto, que conoció esos mapamundis, criticaba su problemática exactitud porque (IV, 36) “representaban al océano fluyendo en torno a la tierra en una circunferencia perfecta, como si estuviera trazada con compás, y ponían Asia del mismo tamaño que Europa”. El mapamundi de Hecateo era simétrico, lo formaba un círculo con dos masas continentales iguales, que eran Europa y Asia, la cual incluía Egipto y África. El continente europeo se extendía desde las columnas de Hércules hasta el Cáucaso, y el asiático, desde el mar Negro hasta el río Indo.

Entretanto, los milesios quedaron tan satisfechos con la forma de gobierno que les había traído la prosperidad y la paz, que siguieron sujetándose al régimen de tiranía arbitrada. Después de Tales y Trasíbulo, vinieron Toas y Damasenor, y el importante cargo de árbitro de la ciudad que atempera la tiranía se mantuvo sin interrupción durante siglos. También surgió entonces el primer bipartidismo. El consejo de la ciudad de Mileto estaba dominado por dos facciones de nombres tan gráficos y sempiternos como “Riqueza” (Πλουτίς) y “Trabajo” (Χειρομάχα). 

Hacia 500 a. C., Aristágoras, el tirano de Mileto,declaró la igualdad de los milesios ante la ley y, un tanto achispado por el aplauso, decidió derrocar el dominio persa. Empezó por llevar el mapamundi de Hecateo a Esparta, para negociar con el rey Cleomenes una alianza, en su designio de sublevar a las ciudades jonias contra los persas. El mapa, según Heródoto, contenía en una placa de bronce (V, 49) “todo el contorno de la tierra, todos los mares y todos los ríos”. También estarían las provincias del imperio persa, las tierras conquistadas y las ciudades jonias. Con ayuda del mapamundi, Aristágoras podía dar noticias de riquezas en frutos y rebaños, metales y selvas, hasta llegar la residencia del gran rey persa en Susa, ¡a tres meses de camino desde Mileto! A la vista del mapamundi, y contra lo esperado, el rey espartano Cleomenes quedó muy confuso, y se inhibió en el proyecto de sublevación contra los persas.

Por su parte, Hecateo intervino en la asamblea celebrada en Mileto para el asunto de levantarse contra los persas. Y discrepó frente a la mayoría. Su conocimiento le permitió enumerar los pueblos sobre los que dominaba Darío el persa y las fuerzas de que disponía. En su opinión, la sublevación sería un desastre para la ciudad. La revuelta fue en efecto catastrófica para Jonia, y en especial para Mileto, que la encabezó.

En la batalla naval de Lade, la isla frente a Mileto, los persas se presentaron con seiscientas naves, mientras los jonios reunieron unas trescientas cincuenta. Antes de empezar, los aliados de Samos se dieron la vuelta y huyeron; lo mismo hicieron después los de Lesbos, y el frente jonio colapsó. Sólo el contingente de Quíos aguantó con los de Mileto hasta el final. Quíos, la patria de los homéridas, se portó con la misma lealtad que poco más de cien años antes, cuando sostuvo a Mileto en su guerra con Lidia.

Una vez deshecha la flota jonia, los persas ocuparon y arrasaron el centro del mapamundi. Los hombres y viejos fueron pasados a cuchillo, y las mujeres y niños, deportados como esclavos a Mesopotamia. La destrucción de Mileto en 494 a. C. fue la gran noticia que conmovió al mundo griego.

 

 

 

 

 

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26 de agosto de 2010
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Eskups del antiprogre: Impostor

El antiprogre suele ser una vocación tardía, con mucha frecuencia un advenedizo y a veces directamente un impostor.

Le sucede como al general Della Rovere, el farsante fusilado como jefe de la resistencia italiana contra el fascismo. Ahora daría la vida por ese antiprogre en el que ha conseguido encarnarse. En el fondo es un mártir desgarrado de la modernidad: su alma está en el pasado, pero su cuerpo no se pierde ni una sola fiesta del presente.

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26 de agosto de 2010
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Eco vuelve a la novela

Umberto Eco vuelve a la novela Freud, Garibaldi y el Capitán Dreyfus son algunos de los invitados de honor a la cena que significa la nueva novela de Umberto Eco. El autor que hace casi dos décadas saltó a la celebridad inmediata con El nombre de la rosa, y nunca más pudo repetir la fórmula mágica por la cual un discurso semiótico se convierte en un best-seller, dice que esta novela nueva será impactante. Se titula El cementerio de Praga.  Dice la reseña en revista Ñ:

Pasaron siete años y cinco libros desde la última novela de Umberto Eco. Ahora se termina la espera. El cementerio de Praga (Lumen) narra la historia del capitán Simonini, un piamontés radicado en París que se gana la vida falsificando documentos. Simonini no recuerda bien quién es, pero siguiendo los consejos del propio Sigmund Freud, con quién solía compartir la mesa en el restaurante diez años antes, decide poner por escrito su vida. Eco narra, a través del protagonista de la novela, su propia y particular visión de la historia europea del siglo XIX .El gestor de la unificación italiana Giuseppe Garibaldi, el capitán del ejército francés Alfred Dreyfus y el mismísimo padre del psicoanálisis confluyen en el relato de Eco, que vuelve a repetir algunas estrategias narrativas de sus ficciones anteriores. Se trata, de hecho, de una novela anclada en el pasado, pero con reminiscencias al presente. En su anterior novela La misteriosa llama de la Reina Loana , el protagonista, Yambo, debía como Simonini en El cementerio de Praga  recuperar y preservar su identidad. La flamante novela de Eco incluye, además, ilustraciones, como las que solían vestir los folletines decimonónicos. ?Es una novela folletinesca donde todos los personajes, excepto el protagonista, existieron realmente?, señaló el autor en un comunicado difundido por la editorial. 

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25 de agosto de 2010
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ABRAHAM ENTRE BANDIDOS por Tomás González

RESEÑAS SIN PLUMAS Por: Iván Thays EL SINDROME ESTOCOLMO Leer la contratapa de la nueva novela de Tomás González, Abraham entre bandidos,  es como escuchar, en plena función de magia, que un mago advierte que va a sacar un conejo del sombrero. Sabemos que no pueden haber demasiadas variaciones en el truco, a lo más un conejo más grande o de otro color o dos seguidos, así que lo único que nos mantiene en vilo es el propio mago y su técnica. ?Una mirada sobre la tragedia colombiana íntima y certera? anuncia la contratapa. ¿Una más?  ?Desdibuja con maestría los lugares comunes de un tema que creíamos conocer bien? promete también. ¿Y eso es cierto? No, no lo es. La verdad es que leer la novela en el contexto de la narrativa colombiana última (tan ocupada de la violencia por el narcotráfico, secuestros y sicarios), así los hechos narrados ocurran en 1954, es leer más de lo mismo.  Al final, un conejo es siempre un conejo. El dueño de una finca y del café del pueblo, Abraham, es secuestrado junto a su compañero de juergas, Saúl, por un bandido llamado Enrique Medina, conocido como Pavor. Con ellos dos a cuestas, y uno más que es asesinado apenas empezada la novela, acusado de soplón, se internan en el bosque y empiezan a hacer sus fechorías. Los secuestrados están al cuidado de un niño bandolero, más salvaje que cualquiera, pero más sensible y cuidadoso también, al que apodan el Piojo. Resulta obvio que Pavor siente afecto por el niño bandolero (el imaginario de los niños sicarios se activa de inmediato), así como también que Abraham y Saúl poco a poco se van identificando con él, estimándolo y admirándolo. Lo que no resulta obvio, ni para el lector ni para los protagonistas, es por qué Pavor los ha secuestrado. Descartada la hipótesis del rescate y del asesinato, a Abraham y Saúl solo les queda ser testigos del horror de los bandoleros dando vueltas en círculo por el intrincado bosque, matándose entre ellos, robando a las poblaciones vecinas y enfrentándose contra los militares.  ?Testigos? es la palabra precisa porque, además, más de un bandido se acerca a ellos para contarles sus verdades, historias a veces tristes, a veces épicas y otras tan fantasiosas que podrían calificarse como macondianas. También hay momentos de baja defensa entre los más bravos. El bandido más feroz de todos escribe una carta a su madre, donde dice que no la olvida y le comenta que aun está vivo. Por otra parte, no puede faltar  la referencia a políticos que están a favor de los bandoleros, a cambio de generosas cantidades de dinero. Se describen crímenes a balazos y machetazos. Se comentan violaciones a las mujeres de los poblaciones saqueadas. Pero sobre todo, se come mal y se bebe mucho aguardiente, mientras Saúl tiene los pies hinchados y está casi inválido, y Abraham tiene una diarrea que no cede durante toda la novela. Pero queda flotando la pregunta: ?¿para qué nos han secuestrado?? La respuesta que da Saúl es ambigua pero parece la única correcta: ?Porque le dio la real gana. Es decir porque sí, porque puede. Lo que pasa es que le caemos bien y nos sacó a pasear el hijoeputa? (p.108) Los capítulos sobre la captura y las hazañas se alternan con otros donde se ve a la familia de Abraham y Saúl buscándolos, donde los militares los acusan de ?liberales? y casi se niegan a ir a buscarlos, donde nombres laterales como Susana, José, Milena, Julián y otros del pasado y del presente evocan una saga familiar que se contrapone con el presente inmediato. Las idas y venidas de los bandoleros y el relato del pasado deberían formar un calado muy fino que, solo a veces (muy pocas veces, lamentablemente) se logra, y pronto terminamos esperando con ansiedad que se nos deje de contar la novela familiar y pueblerina y seguir con la historia de bandidos agazapados. Imposible no recordar ahora otras novelas de bandidos idealizados y románticos, como Hombres de Caminos de Miguel Gutiérrez, aunque a favor de Tomás González hay que decir que en su obra la idealización de la imagen del bandolero no conduce a ninguna conclusión ideológica, como en el caso de Gutiérrez. La simpatía que el lector puede llegar a sentir por Pavor y por el Piojo no es una postura ética sino un reflejo del Síndrome de Estocolmo que ataca a Saúl y Abraham. Es decir, no se trata de la justificación dialéctica de la violencia sino un proceso de empatía e identificación entre capturados y captores. El hecho que nunca se explique por qué se los han llevado presos ayuda a darle verosimilitud a esa identificación, y el lector podría terminar (como algunos del pueblo) inclinándose a pensar que esos días de penurias y de experiencia directa con el horror, la violencia y la muerte, no han sido sino unos días en que los compadres  ?se habían largado a beber al monte con Enrique Medina y sus bandidos?.   (p. 205) Hasta aquí hemos mostrado el conejo que salió de la chistera. Pero aún no hemos hablado del mago. Tomás González es un prosista maravilloso que en esta novela tiene momentos tan altos como Primero estaba el mar y La historia de Horacio. Lo atractivo de su prosa es que siempre descifra una poesía que nace del contacto y a observación de la naturaleza. El color, el sonido, el olor de animales y plantas, y en especial el agua que rige todas sus novelas (a manera de río o de mar), aparece en los momentos justos para hacernos recordarla. La presencia de la naturaleza es la mano del autor (del mago) que nos advierte que no estamos leyendo un atestado policial ni oyendo una aventura en un café, sino participando de la experiencia estética de una obra literaria llena de detalles notables, como el perfil de sus personajes, el oído para transcribir parlamentos, las poderosa capacidad de observar y describir el mundo que rodea a sus protagonistas. Fiel al concepto que unifica todas sus obras, Tomás González cuenta historias de hombres y mujeres que aceptan el pacto tácito de vivir rodeados de la naturaleza, sabiendo que es ella quien gobierna y decide el destino de esos personajes. La Naturaleza ?ahora la escribo así, con mayúscula- no representa la barbarie ni el contrario de la civilización, como en una novela regionalista, sino una realidad continua, superior, cuya existencia transcurre ajena a la voluntad de los fugaces humanos.  Por eso, no es de extrañar que luego de la escena más violenta y triste de la novela, y después de una caminata sin compasión que los deja devastados física y espiritualmente, el narrador concluya: ?Se tendieron como fardos los mejor que pudieron y casi de inmediato todos dormían, a pesar del frío y de la niebla que poco después, compasiva, los borró por un tiempo de la Tierra?. (p. 174) Esa Naturaleza, a veces compasiva, a veces indiferente, a veces realmente feroz y destructiva, es la mayor creación de Tomás González desde su primer libro hasta Abraham entre bandidos. Y es ahí, y no en los conejos que saca del sombrero, donde reconocemos el auténtico y renovado talento del mago. 

Abraham entre bandidos Tomás González Alfaguara, Bogotá. 2010

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25 de agosto de 2010
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II. Sarcófagos que se abren

Regreso a Nicolás Ceausescu, que tanta inspiración sacaba del príncipe Vlad, alias el conde Drácula, porque acaba de ser removido de su sarcófago, junto con su esposa Elena, poco más de veinte años después de que ambos fueron fusilados tras un juicio sumario el 25 de diciembre de 1989, bajo cargos de genocidio, enriquecimiento ilícito, daños a la economía nacional y toda clase de abusos de poder.

No les cobraron en esa lista la megalomanía, el desorbitado culto a la personalidad, ni los delirios de grandeza, pues las efigies y las estatuas de ambos estaban por todo Bucarest y por todas las demás ciudades del país, y el Palacio del Pueblo, que se habían mandado construir  en la capital, competía por ser el edificio más grande del mundo, sólo comparable al Pentágono, y sino el más suntuoso, el de peor mal gusto.

En 1989 el matrimonio Ceausescu se hallaban en la cúspide de su poder, después de haber empezado desde muy abajo, él electricista y ella obrera textil, lo que no impidió que la universidad le obsequiara el título de doctora en Ciencias Químicas. Eran dueños del mando supremo sobre el ejército, sobre el aparato del Partido Comunista, sobre la burocracia gubernamental, sobre los servicios secretos, los tribunales de justicia, los sindicatos, las fuerzas de choque, las organizaciones juveniles, y en fin, sobre las masas que acudían a sus manifestaciones, y dueños del poder, claro está, de mandar a empalar a cualquiera que no estuviera de acuerdo con el credo de que Ceausescu era el Gran Conductor, armado de un cetro real que él mismo se había mandado hacer en oro puro. Ella, mientras tanto, se hacía llamar la Madre de la Nación. Pero es lo que pasa con todos los dictadores, que cuando creen hallarse en la cúspide, es cuando la polilla se les ha comido el piso sin que se den cuenta.

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25 de agosto de 2010
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Sacrificio

Rostros que las batallas de la existencia han endurecido, ya para siempre convertidos en algo militante o extático. El uno, en razón de la fuerza continua de la obediencia que somete la esposa a su esposo, más que al de una mujer se asemeja al de un soldado; el otro, esculpido por los sacrificios que cada día ha soportado la madre por sus hijos, es el de un apóstol; un tercero, tras años de navegación y tempestades, es el rostro de un lobo de mar, en cuerpo de mujer del que sólo la vestimenta muestra el sexo (II, 259)

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25 de agosto de 2010
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Eskups del antiprogre: Prochino

En un caso como mínimo tiene toda la razón histórica de su parte. Fue prochino cuando era progre y es prochino cuando se ha vuelto antiprogre.

Le gusta, como a los comunistas chinos, lo peor de los dos sistemas. Le caen bien los chinos porque gracias a su Confucio recuperado son los más antiprogres del planeta.

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25 de agosto de 2010
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El Boomeran(g)
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