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I. México en el punto de quiebre

Alejandro Cossío es un fotógrafo como cualquier otro, que trabaja desde hace trece años para el semanario Zeta de la ciudad de Tijuana, y va con su cámara adonde la obligación del día lo lleve. A buscar la mejor jugada de un partido donde se enfrente el equipo de béisbol Los Potros, a cubrir un concierto de música norteña de los ídolos locales Los Tucanes, una exposición de pintura en el museo interactivo el Trompo, un mitin político en el Centro de Gobierno, y si es preciso, una boda elegante en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen.

 O lo que más le ocupa en los últimos años: retratar una pila de cadáveres abandonados en un baldío,  un cuerpo colgado de un puente urbano, en el cuello un rótulo de advertencia o amenaza de alguno de los carteles de la droga contra otro cartel enemigo, o contra la policía y el gobierno. Es lo que más abunda hoy en día en Tijuana, como en Ciudad Juárez, o en cualquiera otra ciudad fronteriza con los Estados Unidos. Cadáveres colgantes, decapitados, descuartizados, apilados en montones.

            Le hemos entregado hace pocos días en Monterrey el Premio de Fotografía, uno de los galardones anuales que patrocinan Cemex y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) creada por Gabriel García Márquez, por su serie de imágenes "México en el punto de quiebre", que tienen que ver con el horror del narcotráfico; y el título escogido por él para su colección premiada es más que elocuente: se ha llegado al punto en que el estado sobrevive, o sucumbe ante el embate constante de los carteles de la droga que buscan sustituir la autoridad legítima y hacerse con el poder en base al crimen y al miedo.

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30 de septiembre de 2010
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El Gran Israel contra Israel

No hay forma de congeniar esos dos conceptos antitéticos. El Estado de derecho democrático reconocido internacionalmente que es Israel, en el que todos los ciudadanos deben gozar de idénticos derechos, ha venido pugnando desde su nacimiento con el Estado de derecho divino establecido exclusivamente para los judíos entre el río Jordán y el Mediterráneo. Una parte de Israel, la más nacionalista y extremista, considera insatisfactorias las fronteras que reconoció Naciones Unidas en el momento de la creación del Estado en 1947 y por eso apoya la persistente colonización del territorio palestino de Cisjordania y Jerusalén oriental, iniciada en 1967 tras la Guerra de los Seis Días, que ha instalado a 500.000 colonos en territorio conquistado, en flagrante transgresión del derecho internacional.

La colonización de Cisjordania, apoyada por todos los gobiernos, financiada con presupuestos públicos y ayudas privadas internacionales, incluidos fondos norteamericanos exentos de impuestos, empezó como una actividad provisional, vinculada a la seguridad militar; pero pronto viró hacia una colonización pura y dura, en nombre de los derechos milenarios sobre las tierras bíblicas de Judea y Samaria. Las colonias y sus glacis territoriales, junto a las carreteras reservadas para sus habitantes, el muro de seguridad que las rodea y los controles de seguridad han convertido Cisjordania en un territorio difícilmente sostenible, en el que se hace evidente que cada nuevo avance en la colonización aleja materialmente la viabilidad geográfica del Estado palestino. Netanyahu se ha mostrado públicamente a favor de la creación de tal Estado, pero nada garantiza su sinceridad, al contrario. Si atendemos a lo que piensan su padre, el reconocido historiador de la Inquisición española Benzion Netanyahu; su partido Likud y su Gobierno de coalición, todo es una maniobra de diversión. Su ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, acaba de declarar que la paz es inalcanzable para esta generación y ha propuesto un canje de territorios y de población, lo más parecido a la limpieza étnica practicada en los Balcanes. Netanyahu quisiera la fórmula imposible: es decir, que la comunidad internacional y sobre todo los países árabes reconozcan a un Israel asentado sobre su territorio bíblico con capital en Jerusalén, y que los palestinos se apañen y acomoden a unas franjas más o menos interconectadas donde administren su vida cotidiana sin nada parecido a la dignidad de contar con la plena soberanía nacional. Esto no sucederá. Antes de que suceda, incluso, los palestinos renunciarán a un Estado propio y optarán por exigir la integración de Cisjordania a Israel, acompañada, claro está, del reconocimiento de todos los derechos ciudadanos para sus habitantes. De ahí que el punto muerto actual, con las conversaciones directas en el alero, sea quizás el momento decisivo. Netanyahu no quiere decretar la congelación total y permanente de la construcción en los asentamientos, algo exigido y aceptado por Israel en 2003 con la Hoja de Ruta fabricada bajo auspicios de George W. Bush. Y Mahmud Abbas se niega a negociar las fronteras mientras la otra parte siga avanzado y dictando las fronteras antes de negociarlas. Las negociaciones, a su vez, no pueden avanzar si nadie cede. Y nadie va a ceder. Aunque nadie quiere tampoco aparecer como responsable del fracaso de las negociaciones. El juego está en cargar el muerto sobre el adversario e intentar hacerle pagar un precio bien alto por la ruptura. Hay una solución virtual: una negociación rápida y definitiva de fronteras que permita a los israelíes seguir construyendo pero ya sólo en las colonias que se incorporarán a su territorio. O una inmediata crisis de Gobierno que desalojara al extremista Lieberman e incorporara a la centrista Kadima con Tzipi Livni a un Gobierno preparado para hacer la paz. Netanyahu podría presidirlo. La experiencia demuestra que son los duros quienes tienen finalmente márgenes para hacer concesiones y aguantar los ataques y críticas de los más radicales de su bando. El actual punto muerto, con la moratoria de los asentamientos liquidada y los colonos en plena exhibición de su voluntad constructora, termina el próximo lunes, en El Cairo, donde el presidente Abbas pedirá el apoyo de los 22 Estados de la Liga Arabe, comprometidos a reconocer a Israel a cambio del regreso a las fronteras de 1967. Entonces sabremos si hay futuro para las actuales negociaciones patrocinadas por Obama. Si no lo hay, se abrirá inmediatamente otra pugna y no será entre Israel y el Gran Israel, sino entre un Gran Israel judío sin derechos para los palestinos o un Estado binacional en el que todos gocen de los mismos derechos.

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30 de septiembre de 2010
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Felliniana 2

En la literatura hay más costumbre conmemorativa -y más que conmemorar- que en el cine, un arte comparativamente niño, pero la celebración del cincuentenario de ‘La dolce vita' se presta a muchas glosas. Por un lado empezaba una década que luego supimos, algunos de nosotros incluso viviéndola de cerca como adolescentes, que iba ser ‘epoch making'. Cinematográficamente hablando, la revolución de los llamados ‘nuevos cines' también se iniciaba (de 1959 son ‘A bout de souffle' de Godard y ‘Los golfos' de Saura), y las Nuevas Olas fueron llegando a las costas más remotas, sobre todo en la Europa central comunista con y sin mar. En la propia Italia, 1960 es el año de ‘La aventura' de Antonioni y de ‘Rocco y sus hermanos' de Visconti.

    Revisitada ahora, ‘La dolce vita' asombra, y no sólo por sus grandes méritos. Asombra desde luego su duración, cercana a las tres horas, pero aún más la locuacidad de sus personajes centrales, en una obra que se articula a través de episodios esencialmente hablados y concentrados en un solo espacio. Industrialmente, este sexto largometraje del director revela el gran empaque del cine italiano de entonces: el extraordinario arranque de los dos helicópteros sobrevolando Roma, la masa de figurantes en las escenas de los falsos milagros marianos, la imponente reconstrucción de Via Véneto en los estudios de Cinecittà. Ideológicamente, lo que llama la atención es la fidelidad de Fellini a su cristianismo de base en una película atacada con virulencia entonces por la prensa vaticana bajo las acusaciones de una obscenidad que, efectivamente, tiene, y no sólo en virtud de las imágenes de Anita Ekberg vestida de cura en la basílica de San Pedro y bañándose con poca ropa en la Fontana de Trevi. Y es que en realidad ‘La dolce vita' es un ensayo sobre el vicio, realizado con la delectación carnal, el instinto de penitencia y la mirada de puritano de la cámara que son la marca del autor.

    Marcello Rubini, el escritor frustrado y periodista de conveniencia que interpreta Mastroianni, es el ‘alter ego' del cineasta  (y no se trata de la única película suya donde el actor desempeñó tal misión), tan fascinado Rubini como Fellini por las cercanías del pecado y tan ansioso de fustigarlas, en búsqueda de una salvación espiritual nunca encontrada o no verdaderamente deseada. En los episodios que tienen como co-protagonista a Maddalena (Anouk Aimée, en un interesante personaje que parece modelado en el rico hastiado por sus excesos sensuales y su sobreabundancia, el Des Esseintes de ‘À rebours' de Huysmans), al igual que en la larga, yo diría que demasiado larga, secuencia de la fiesta final, los ojos ávidos pero de Rubini/Fellini se fijan ávidamente, tediosamente, en la decadencia moral de la que forman parte con invencible apego e invencible repugnancia. La aportación profética, muy lúcida, que la película hace a esa primera capa moralizante de su argumento es la denuncia de la sociedad del espectáculo, poniendo en circulación ‘avant la lettre' la figura de los ‘paparazzi', las corruptelas del periodismo, la simonía de la iglesia católica, incluso el síndrome de un ‘new age' musical orientalista.

      Por encima de su mérito oracular, ‘La dolce vita' deslumbra por la fogosidad narrativa que caracteriza al cineasta de Rímini, maestro indiscutible en el dominio de los espacios  -las escaleras, las calles oscuras del centro de Roma, los arrabales desolados, los palacios pomposos y un tanto ajados- y en la formalización de interior y exterior, que brilla particularmente en el desenlace: esa escena de los pecadores saliendo borrachos de la fiesta y encontrando en la playa, a modo de Leviatán acusador, el monstruoso pez-raya recién capturado, y, un poco más allá, a la angelical muchachita rubia que se ofrece como salvadora de Marcello y es amargamente rechazada.

    Tal vez ‘La dolce vita' no es la mejor película del año 1960; a su altura están, en una terna histórica, ‘El apartamento' de Billy Wilder y ‘Psicosis' de Hitchcock, cinematográficamente más perfectas, me atrevo a decir. Su espíritu del tiempo, sin embargo, siendo tan puramente ‘felliniano', es más universal. Tan universal como el carrusel grotesco, desmesurado, arrollador y humanamente revelador creado por él, de modo inolvidable, entre 1950, fecha de su debut cinematográfico, y 1990, cuando se despidió de nosotros con ‘La voz de la Luna'.

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30 de septiembre de 2010
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Punch line


 

 

La hazaña más recordada de Charles Oliver, cacique de Kilmallock, Kilfinane, y todo el suroeste del condado de Limerick, de la raza de los Oliver, poseedores de todos los cargos oficiales en aquella región y partidarios profesionales del gobierno inglés, la hazaña, decíamos, tuvo lugar en marzo de 1798, y consistió en hacer atar a un carro y arrastrar por las calles al granjero Patrick Wallis, miembro de los United Irishmen. Días después, lo hizo ahorcar y, por fin, decapitar. La cabeza colgada de una escarpia estuvo largo tiempo expuesta en el mercado de Kilfinane. Casi treinta años después, el nieto de la cabeza, también llamado Patrick Wallis, y de oficio poeta, mató en Barbastro al nieto de Charles Oliver, también así llamado, y de oficio subteniente. Los dos nietos se habían enrolado en el ejército español, pero en bandos diferentes. 

Wallis había ganado todos los campeonatos de limericks y tenía previsto pasar a la lírica mayor, en cuanto cometiese alguna hazaña que pudiera luego versificar. Un limerick, como no ignoran los poetas, es una quintilla epigramática con exageraciones, absurdos, obscenidades y otras agudezas, que tiene un verso final, llamado punch line, donde se entra a matar. El nombre se debe a su país natal, Limerick, reputado por la concisión, doblez y prontitud habladora de sus moradores.

 Destacados miembros de los Irish Limericksmen, club poético irlandés con boletín propio, hicieron una excursión a Barbastro en 1922 y dejaron como recordatorio una cruz, con placa y poema, en el memorable lugar.

Poco antes, en mayo de 1837, una expedición de miles de hombres y cuadrúpedos, con cañones, sables, fusiles, boinas y penachos, se puso en marcha y salió de Estella. Era una expedición pretendiente, unos pretendían gloria, y otros, milagros. Era sabido que si ganaban la guerra, todos ascenderían. Don Carlos, a rey; y los demás, a conde, a general, o al cielo. En cuanto llegasen a Madrid. 

Mientras tanto, llegaron a Barbastro. Allá se demoraron durante cuatro días en funciones religiosas y en deliberaciones sobre el lugar por dónde cruzarían el Ebro, punto transcendental del recorrido. Los cortesanos preparaban la noticia de que la expedición carlista había pasado el Ebro, para hacerla saber a las cortes de Austria, Prusia, Holanda, Nápoles, Cerdeña y Rusia, que estaban a favor del pretendiente don Carlos.

Como después de pasar el Ebro, habría otros muchos quehaceres y ceremonias, decidieron preparar el comunicado antes. El comité ocupado en fabricar la noticia del paso del Ebro estaba formado por el infante don Sebastián, el marqués de Monasterio, el de Villafranca, el conde de Orgaz, y una veintena de ingenieros, topógrafos, y escribientes. Entre quienes debían traducir la noticia al inglés estaba el poeta Wallis.

El día 2 de junio de 1837, atacó Barbastro el ejército gubernamental al mando del general Oraá. Eran 18.000 hombres y 2.000 caballos, mientras en la ciudad había unos 10.000 carlistas, con 1.600 caballos. No era fácil organizar a tanto figurante, y sólo las Legiones extranjeras supieron encontrarse en el caracierzo de un cabezo aguas arriba del río Vero. Allá se entabló lucha encarnizada entre la Legión extranjera del ejército carlista, que tenía unos novecientos hombres, y la Legión extranjera de los cristinos, igual de numerosa. Los dos cuadros se masacraron en los olivares sin perder la formación, después de que sus miembros intercambiaran saludos en francés, inglés y alemán, y se llamaran por sus nombres de cofrades. Todos ellos se conocían de otras batallas, y habían sido compañeros de fortuna. No consta si Wallis el poeta le metió al subteniente Oliver la bayoneta por la nuez y le pegó un tiro que entró por la aleta derecha de la nariz, rompió los dientes, y salió con la oreja por delante. Eso es materia de limericks amantes de la simetría. En todo caso, el subteniente Oliver está censado entre los muertos de ese día, y el poeta Wallis, no. El ataque de Oraá fracasó, y los carlistas cargaron al arma blanca a lo largo de la carretera de Monzón. En total, el ejército cristino tuvo dos mil bajas, y el carlista, unas mil.

Como consecuencia de la batalla, hubo que reiniciar la redacción de la noticia del paso del Ebro, porque ahora vendría después de la gran victoria de Barbastro, que también era preciso hacer saber a las potencias europeas. El equipo redactor se enriqueció con la incorporación del hijo único del marqués de Artasona, ofrecido por sus padres a don Carlos, que estaba alojado en su palacio de Barbastro. El joven Artasona tenía dieciséis años, sabía idiomas y era un portento en matemáticas, pero lo mejor era su habilidad como sonetista. Todo el equipo redactor, y Wallis en especial, estaba entusiasmado con el joven Artasona.

El día 4 de junio, después del Te Deum y los festejos, sonó el toque de generala en plena siesta, y corrió la voz de que había que dirigirse al Cinca. En la expedición de diez mil soldados, con sus oficiales, topógrafos e ingenieros, más otro millar largo de clérigos, cortesanos y funcionarios, después de una semana para decidir por dónde pasarían el Ebro y cómo lo harían saber a la humanidad, nadie había previsto el detalle de cómo cruzar el Cinca.

Había dos barcas de sirga, que empezaron a transportar tropas y bagajes a media tarde. Muchos quisieron vadear la corriente o pasarla a nado, y a todos se los llevó el Cinca.

A la mañana siguiente, los ahogados ya eran multitud, y las barcas no daban abasto pasando tropa. Cuando el ejército gubernamental llegó a Barbastro y atacó a la retaguardia carlista, faltaba por pasar el Cinca el cuarto batallón de Castilla. Las dos barcas se hundieron por el sobrepeso. Wallis y el joven Artasona figuran entre los ahogados que se identificaron. De las pertenencias del primero son destacables una antología de Pope, una gramática francesa, el manual de instrucciones Rhyme and Reason, lápices de dibujo y una flauta con llaves plateadas. 

El recordatorio que se puso en el embarcadero de Estadilla se lo llevó el Cinca, verde punch line.

 

 

 

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30 de septiembre de 2010
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Prix Femina 2010, primera selección

Alberto Barrera Tyszka, en la long list del Prix Femina 2010 Apareció la primera selección, la longlist digamos, del Prix Femina 2010 tanto para Mejor Novela en francés como parsa Mejor novela extranjera. En este segundo rubro encontramos a dos escritores de los cuales Moleskine Literario es fan absoluto: Alberto Barrera Tyzska y Goncalo Tavares. Aquí las dos listas:

Romans français: - El-Mahdi Acherchour pour Moineau (Editions Aden)- Claude Arnaud pour Qu?as-tu fait de tes frères ? (Grasset)- Virginie Despentes pour Apocalypse Bébé (Grasset)- Philippe Forest pour Le siècle des nuages (Gallimard)- Gisèle Fournier pour Le dernier mot (Mercure de France)- Mikaël Hirsch pour Le réprouvé (L?Editeur)- Michel Houellebecq pour La Carte et le territoire (Flammarion)- Fabienne Jacob pour Corps (Buchet Chastel)- Maylis de Kerangal pour Naissance d?un pont (Verticales)- Patrick Lapeyre pour La vie est brève et le désir sans fin (POL)- Olivia Rosenthal pour Que font les rennes après Noël ? (Verticales)- Violaine Schwartz pour La tête en arrière (POL)- Antoine Volodine pour Ecrivains (Seuil)

Romans étrangers:

- Alberto Barrera Tyszka pour La maladie (Gallimard) - Venezuela- Bernardo Cavalho pour Ta mère (Metaillé) - Brésil- Shirley Hazzard pour La baie de midi (Gallimard) - Australie- Michel Heyns pour Jours d?enfance (Philippe Rey) - Afrique du Sud- Henrik B. Nilsson pour Le faux ami (Grasset) - Suède- Audur Ava Olafsdottir pour Rosa candida (Zulma) - Islande- Edna O?Brien pour Crépuscule irlandais (Sabine Wespieser) - Irlande- Sofi Oksanen pour Purge (Stock) - Finlande- Kate O?Riordan pour Un autre amour (Joëlle Losfeld) - Irlande- Hwang Sok-Yong Shim Chong pour Fille vendue (Zulma) - Corée du sud- Amanda Smyth pour Black Rock (Phébus) - Etats-Unis- Gonçalo M. Tavares pour Apprendre à prier à l?ère de la technique (Viviane Hamy) - Portugal- Maria Velho da Costa pour Myra (La Différence) - Portugal

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29 de septiembre de 2010
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Chaplinescas

El aguador de Sevilla de Diego Velázquez El hombre de traje raído, sombrero de bombín y enormes zapatos llevaba también un cristal a la espalda. Su compinche, un niño de apenas cinco años, rompía a pedradas las vidrieras de los negocios o las ventanas de las casas para que el cristalero vendiera sus servicios a los desesperados clientes. Juntos formaban un dúo de la supervivencia, un equipo de trabajo emergente que apenas si daba para mantener encendido el fuego en el hogar. La historia descrita en el filme “El Chicuelo” (1921) de Charles Chaplin ha vuelto a pasar frente a mis ojos al repasar el listado de actividades por cuenta propia que publicó el periódico Granma. Como un repertorio de la miseria y de la dependencia, esa enumeración de labores privadas más parece destinada a una aldea feudal que a un país en el siglo XXI. Leídas de un tirón ?conteniendo el disgusto? salta a la vista que apenas hay ocupaciones vinculadas directamente con la producción. Los emprendedores tampoco contarán con un mercado mayorista que los provea de materias primas y la posibilidad de acceder a créditos bancarios sólo ha sido enunciada sin mencionar el por ciento de los intereses. Ni hablar de que los cuentapropistas puedan importar directamente mercancías desde fuera de nuestras fronteras, pues eso sigue siendo monopolio absoluto del Estado. De las 178 actividades aceptadas, ya muchas se realizaban sin licencia y al ser incluidas en esa enumeración, lo único que cambia es que comenzarán a tener la obligación de pagar impuestos. De ahí que el escepticismo ronde al anuncio que estas ?flexibilizaciones? a la inventiva privada contribuirán a solucionar los graves problemas de nuestra economía. Qué traerá como consecuencia esta lentitud en aplicar los necesarios cambios: que los ciudadanos sigan nutriendo las largas colas frente a los consulados para marcharse del país o se sumerjan de lleno en la ilegalidad y el desvío de recursos. Si nuestras autoridades creen que las transformaciones a cuenta gotas evitarán que el sistema se les deshaga entre las manos mientras intentan actualizarlo, subestiman la sensación de urgencia que recorre la Isla. Tanta tibieza para aplicar las impostergables aperturas fragiliza la situación social y nadie puede prever cómo reaccionarán los frustrados ?chicuelos?, los desfavorecidos con los despidos masivos y la falta de expectativas. ¡Ojalá no terminen echando abajo las vidrieras!

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29 de septiembre de 2010
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El pudor y la prudencia

He ahí la síntesis y clave de todo: el pudor y la prudencia. Finalmente creo que me toca hoy escribir aquí sobre el libro que acabo de fabricar a dos manos con Javier Solana y sobre Javier Solana. Y esas dos palabras pronunciadas por Jorge Semprún me dan el escabel donde encaramarme en este comienzo. El pudor y la prudencia definen la trayectoria y la actitud de Javier Solana en sus sucesivas responsabilidades políticas, que le han conducido a trenzar una trayectoria única en la historia contemporánea de España. Y el pudor y la prudencia definen también sus respuestas y su actitud ante las decenas de preguntas mías con que le he bombardeado durante las casi veinte horas de conversaciones que hemos mantenido para escribir ?Reivindicación de la política. Veinte años de relaciones ?internacionales?, que tal es su título.

Ayer lo presentamos en la Biblioteca Nacional de Madrid, con Semprún, que ha sido mucho más que un ministro de Cultura de un Gobierno socialista, y con Felipe González, que está demostrando todavía ser mucho más que un ex presidente del Gobierno, siendo ya muy difícil ser un buen ex presidente del Gobierno como lo es él. González abordó la clave del asunto con otro tipo de síntesis, en forma de contraposición. Solana es erasmista en vez de maquiavélico. No voy a entrar en detalles ni explicaciones y será el lector quien saque las consecuencias de tales conceptos. Sí puedo decir, por mi parte, que pude hacer y creo que le hice a Solana todas las preguntas que debía hacerle, incluidas las impertinentes a las que todo periodista está obligado. Solana recordó que fue Semprún quien le introdujo en la cultura centroeuropea y concretamente le hizo leer ?La cripta de los capuchinos? de Joseph Roth. González apuntó también que nada le había ayudado a entender mejor los Balcanes que ?Un puente sobre Drina? de Ivo Andric, que bien pudo leer por recomendación de Semprún. Todo esto me hizo pensar, mientras charlábamos sobre el libro, en el papel que ha jugado Jorge Semprún, el escritor francés y español, el militante comunista y el disidente, el intelectual y el político, en la educación democrática y europeísta de las nuevas generaciones de españoles que llegaron a la vida pública a partir de los años 70. Necesitaría algo de tiempo y mucho más espacio que el de un blog para desarrollar estas ideas, pero sólo quiero ahora mencionar un detalle, como una piedra blanca en el camino. España siguió viviendo durante el franquismo e incluso en parte la transición de espaldas a Europa y al mundo, y sobre todo, de espaldas a una experiencia primordial para sentirnos europeos en toda su profundidad y dramatismo. Semprún es quien rompe este aislamiento y establece un hilo rojo entre nuestra democracia y el europeísmo a través de su experiencia en los campos nazis y sus reflexiones sobre el Holocausto de los judíos de Europa. Gracias Jorge.

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29 de septiembre de 2010
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“¿Qué es una cosa?” (I)

"Una exposición relativa a cualquier área de las ciencias físicas contendrá inevitablemente términos que forman parte del trasfondo no sólo  científico sino cultural de la época en la que tal exposición se realiza.

La significación y aplicabilidad de tales términos son generalmente consideradas como  algo obvio y en consecuencia no necesitadas de ulterior explicación. Y sin embargo, a intervalos temporales, nuevos conceptos surgen que desafían este orden pre-establecido de verdades y mueven a una replanteamiento  radical de esos conceptos que no reflexionábamos..."

Quien así se pregunta por el ser mismo de las cosas, retomando y refiriéndose  explícitamente a la interrogación de Heidegger de 1967 (Die Frage nach dem Ding) es un profesor de Física en el curso de su tarea ordinaria, es decir, impartiendo un curso relativamente avanzado de la disciplina en el Imperial College de Londres [1] El autor evoca inevitablemente la decapitación por la Teoría de la Relatividad de los presupuestos sobre los que construíamos nuestras ideas de Tiempo y Espacio,  presupuestos que  se revelaron ser meros prejuicios. Pero el asunto va mucho más allá.

Ejemplos de tales términos en apariencia inocuos que hoy habría que mirar con  lupa antes de remitirnos a ellos serían, entre otros,  observable en una entidad física, propiedad de esa misma entidad, cantidad física, medida de una propiedad, causa de un evento, efecto de tal causa, y un largo etcétera. Simplemente el honesto profesor de una disciplina especializada que es Chris J. Isham, no se siente autorizado para referirse a tales conceptos ante sus alumnos  dando por supuesto que la significación de los mismos es inequívoca y que por consiguiente son susceptibles de objetivo acuerdo entre todos los seres razonables.

No es fácil encontrar en un texto técnico de Física Teórica referencias al Psicoanálisis, y menos aun referencias a un psicoanalista tan controvertido como era C. G. Jung ( que nunca he leído más que fragmentariamente  y ante el que siempre he tenido más bien prevención). Por ello es tanto más sorprendente encontrar en el libro de  Isham una reflexión de Jung  sobre la idea de causalidad, su aleatoriedad o carencia de concepto propio o universalizable, y el modo en que esta aleatoriedad misma puede  determinar hasta el desvarío  la subjetividad  de los seres de razón:

"De igual manera que la conducta sexual  frecuentemente transforma al hombre en un monstruo, también la categoría elemental de causalidad puede llegar a adquirir los caracteres de una necesidad, una insaciable exigencia que arrastra  todo consigo y para satisfacer la cual la cual las personas pueden incluso sacrificar sus  propias vidas. Se trata de una infatigable pulsión que nos inflama  y que hace despreciar todas las arduas tareas e imperativos de los hombres,  haciendo que sonriamos ante aquello que los demás hace llorar "

Lo que Isham pone de relieve en esta cita es el enorme poder emocional que son susceptibles de vehicular las categorías más abstractas, aquellas que no son objeto de reflexión porque aparecen más bien como condición de posibilidad de la reflexión misma. Enorme poder emocional de aquellos conceptos o categorías que Ortega denominaba ideas que somos, por oposición a las ideas que tenemos, es decir, aquellas que engrasan nuestra relación cotidiana con el entorno y los demás  y que en última instancia tienen soporte en las primeras.

Las ideas que somos, las ideas que dan soporte al pensamiento,  no son por definición pensadas ellas mismas o sometidas a juicio...hasta que algún tipo de conmoción en el conjunto de lo sustentado en tales ideas, algún tipo de  fallo en la previsible sucesión de los fenómenos o de contradicción en la descripción de los mismos, sea  esta  descripción ingenua o científica, hace que sintamos la imperativa  necesidad de volcarnos sobre tales ideas, de convertirlas en objeto de reflexión y  juicio. El ejemplo standard es el cúmulo de aspectos conflictivos en el seno de la Física que condujeron a Einstein a forjar una teoría que hacía recuperar la consistencia de la disciplina... al precio de repudiar como si se tratase de meros prejuicios las ideas preestablecidas de Tiempo y Espacio.

Decía que no es usual ver citado a Heidegger (a fortiori a Jung) en un texto rigurosamente técnico de Física. Menos usual es aun encontrar  una preciosa referencia al Jorge Luis Borges  de 1964, en la que el escritor se refiere a la más o menos consciente voluntad del hombre de constituirse en soporte del mundo. Guiado por tal voluntad el hombre forja imágenes de regiones, valles,  montañas, barcos, islas, instrumentos de conocimiento, estrellas o galaxias, para finalmente, cercana ya la hora de la muerte, descubrir que el laberinto  de rasgos que ha venido forjando sólo designa la imagen de su rostro.

Y el físico británico glosa su cita del escritor argentino poniendo el énfasis en  que, en el seno de la ,  la Mecánica Cuántica es un emblemático territorio de la actividad humana dónde constatar que  las "verdades" que creemos ser la referencia de nuestras construcciones no sólo son fruto de esas mismas construcciones, sino que precisamente  por ello  pueden llegar a erigirse en esas causas cargadas de peso dogmático a las que hacía alusión el texto de Jung:

"La interpretación de la teoría cuántica es un poderoso ejemplo de este fenómeno: no es usual encontrar un físico o filósofo de la ciencia, defendiendo una posición específica con tal fervor y pasión que ultra-pasa con mucho el grado de emoción asociado normalmente con las creencias científicas: en efecto, a veces se diría que su propia existencia dependiera de los resultados del debate." (p.66)


[1]              Chris J. Isham. Lectures on Quantum Theory Imperial College Press London, 1995. Las referencias a Heidegger se encuentran en la página 65

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29 de septiembre de 2010
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Música para no estar

Hay música para música para bailar, música para  amar, música para recordar según se proclama  en los textos de publicidad a través de las emisoras de radio. Falta además enumerar la especie  destinada a  no estar.

No estar ante los demás. Y no ya aislándose a la manera de encerrarse en una habitación de casa, sino música para recibir, como una inoculación auricular, la anulación de lo real y obtener el efecto de no sentir siquiera al  yo, disuelto en la melodía. No sentir al latoso yo de ser un famoso jugador de fútbol, por ejemplo y anularse en la completa turbación del oído, tal como parece que les ocurre a los futbolistas cuando bajan del autobús.

¿Gentes arrogantes los jugadores? ¿Ídolos que nos desdeñan tapándose los oídos con sus auriculares? Precisamente se trataría de todo lo contrario. Sin pinganillos el jugador sufriría, a causa de la pesada conciencia de su "yo famoso", el ruido de los hinchas y padecería, en consecuencia, la división entre el "motivo" (de su viaje)  y el "tema" (de sus admiradores).

El yo famoso se tapona pues mediante el i-Phone donde se compactan mil composiciones. Música a granel y favorita que elude con su  redundancia en el tímpano toda presencia exterior. Música que sella precisamente  la otra música sin "sello", sin marca,  que emite el desafinado jolgorio del seguidor.  

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28 de septiembre de 2010
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Herramientas de antaño

El escaparate del nuevo reparto de poder es la escena internacional, con sus momentos estelares significativos, en los que vemos desfilar a los rumbosos nuevos agentes mundiales y captamos los gestos de preocupación de quienes tenían hasta ahora el monopolio de las decisiones que nos afectaban a todos. Ahí están las reuniones del G20, las cumbres sobre cambio climático, las grandes negociaciones internacionales de paz y de desarme, o las citas del Hollywood de la política internacional que es Nueva York en septiembre. Pero detrás del escaparate, en los rincones más oscuros, también se reparten de nuevo las cartas. Los cambios geopolíticos y los desplazamientos de poder se están se producen en los grandes espacios al igual que en los patios domésticos.

Los sindicatos de clase han sido un agente muy poderoso e influyente en la Europa del siglo XX y, sobre todo, en la configuración del Estado de bienestar que constituye una de las características de las sociedades europeas. Ha sido históricamente decisivo su papel en la formación y consolidación de los partidos socialdemócratas --ahora en caída libre--, asociados a su paso por los gobiernos y a la huella profundísima que han dejado en las políticas sociales y de solidaridad. Ahora mismo han revelado una vez más un resto de fuerza política en Reino Unido: han sido los votos sindicales los que han decantado la elección de Ed Miliband como líder del Labour en vez de su hermano David, más centrista. Pero no nos engañemos. Esas organizaciones europeas de encuadramiento obrero y defensa de los intereses de los asalariados pertenecen a otra época. La clase obrera se ha ido diluyendo en el mundo globalizado, erosionada hasta su desaparición por la deslocalización industrial que ha trasladado los puestos de trabajo desde las cuencas europeas hasta las aglomeraciones chinas, y por la automatización de la producción, que ha convertido enteras ramas de empleo intensivo en silenciosas plantas conducidas por ingenieros. En la intemperie de la globalización han aparecido dos nuevas clases sociales sin apenas defensa sindical: los parados fabricados por las crisis tecnológicas, las deslocalizaciones y las recesiones como la que terminamos de atravesar ahora; y los inmigrantes que huyen en masa de la miseria y el hambre de los países vecinos. La huelga general, noble y utilísima herramienta de la lucha de clases clásica, constituye hoy un enigma de difícil comprensión para las nuevas generaciones educadas en el teletrabajo, la multiculturalidad y el individualismo: tiene poco o nada que ver con la realidad de la estructura productiva actual. Como instrumento de acción política es también de dudosa eficacia, sobre todo cuando se esgrime ante gobiernos que ya han cedido la parte sustancial de la soberanía nacional en políticas monetarias y económicas. Queda sólo su valor simbólico o emblemático, como envite de los sindicatos ante el nuevo reparto de poder que se produce en el mundo, esta vez puertas adentro. Los sindicatos históricos de la gloriosa y desaparecida clase obrera quieren estar en el nuevo mapa que estamos trazando entre unos y otros. Este mundo nuevo que está surgiendo también necesitará gente y organizaciones que pugnen por los derechos de los trabajadores, por la solidaridad y por la justicia, no hay duda. La duda sobreviene cuando nos planteamos si servirán aquellas nobles y antiguas herramientas o si serán incapaces de adaptarse y defender a las nuevas clases desposeídas con la misma eficacia e intensidad que lo hicieron con la clase obrera clásica. Algo de esto está en juego en la huelga general, otra vieja herramienta, convocada en España este 29 de septiembre. En ella los sindicatos dilucidan su poder y su destino.

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28 de septiembre de 2010
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El Boomeran(g)
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