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El peso de Borges

Borges murió hace casi veinticinco años, pero su vuelo se sigue viendo por todo el cielo de la literatura. El influjo de su obra en los escritores es tal vez el más universal que hoy existe, y también en la tierra que pisan los lectores, muchos de ellos en las antípodas, crece el número de quienes lo descubren o lo releen. Lo que sucede con Borges en la Argentina es de un carácter distinto, quizá más preocupante; allí su peso sobre los escritores cae inexorable, marcando de un modo tan indeleble a tantos de los mejores que uno se pregunta -haciendo un juego de ucronía- cómo habría sido en los últimos treinta años la ficción escrita en Argentina de no haber nacido en Buenos Aires, a finales del siglo XIX, un hombre llamado Jorge Luis Borges.

    Aunque la nómina es extensa (y comprende, por supuesto, a escritores en castellano de otros países; Bolaño, por ejemplo, ‘tampoco' sería Bolaño de no existir un Borges), yo estoy pensando en algunos ejemplos de ese ‘borgianismo' instintivo o quizá genético tal y como lo veo en excelentes escritores argentinos que he leído recientemente: Edgardo Cozarinsky, César Aira, Fogwill, Ricardo Piglia, fijándome en los dos últimos, uno por su reciente y lamentable desaparición a la edad de 68 años, y en Piglia por la actualidad de su estupenda ‘Blanco nocturno' (Anagrama), de la que un crítico español ha dicho ocurrentemente en su reseña que es la novela gauchesca que Borges nunca escribió.

     El caso de Fogwill tiene otro perfil. Me lo presentaron el viernes 6 del pasado agosto en Montevideo, donde participábamos, junto a otros escritores, en el Festival Eñe, le oí esa misma tarde hablar, compartí el desayuno y sus gruñidos al día siguiente en el buffet del Hotel Columbia, frente al Río de la Plata, y dos semanas después leí su necrológica. Al margen de sus méritos literarios, que son muchos, Fogwill fue un maestro de la invectiva, aunque no siempre la mordacidad de su discurso tuviera consistencia; en la charla de Montevideo, quizá su última comparencia pública en vida, consiguió que varios autores conocidos (cuyo nombre silencio por discreción post-mortem) se salieran de la sala donde peroraba, hartos, con toda razón, de sus insubstanciales ‘boutades'. Lo curioso es que las ‘boutades' de Fogwill son absolutamente ‘borgianas', siendo los dos tan diferentes en ideología, en modo de vida y hasta en sus presupuestos literarios. Pero Borges pesa mucho.

   Sin la circunspecta ironía de aquél, Fogwill arremetió a las bravas en ese festival financiado por entidades privadas y públicas de España contra los españoles, uno de los pasatiempos preferidos -tanto en privado como en algunos de sus escritos y declaraciones- por el autor de ‘El Aleph'. Y también Fogwill usaba con frecuencia la conocida argucia engañosa de Borges de poner por las nubes a escritores curiosos o secundarios (Cansinos Assens) para vituperar mejor a los verdaderamente importantes como Valle Inclán o Lorca. Las bromas sobre españoles (o ‘gallegos') abundan en los textos de Fogwill, y son en su mayoría francamente divertidas, sobre todo leídas en España y por nativos. La escena cómica en la "pizzería de españoles' de su relato ‘Muchacha punk' es memorable, pero yo me quedo con ese apunte del hermoso texto autobiográfico que precede a sus ‘Cantos de marineros en La Pampa', donde, tras decir otras maldades, señala porqué los grandes almacenes londinenses nunca emplearían a españoles. La explicación que da es ‘puro Borges'.

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18 de octubre de 2010
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El plasma vital

No hay conciencia que no sea conciencia de algo. No hay sujeto sin objeto ni objeto sin sujeto. Esta tautología viene a ser sin embargo, el plasma vital.

No hay conciencia presente por sí misma, no hay conciencia de sí sin rebote en el objeto. No hay, en fin, conciencia que no se represente en objetos o simulaciones de objetos: imágenes, signos, cosas más o menos apropiadas, figuras triviales o abstractas. La conciencia y el sujeto se dicen en términos de cosas.

El recuerdo difiere de la representación por una cualidad: la cualidad de la vivencia. Mientras hay recuerdo, el pasado se enlaza con lo actual y conserva la vivacidad cambiante del presente. Lo cual no significa haber recobrado una presencia sometida a los avatares de las circunstancias presentes sino de haber construido una ausencia en la presencia. La ausencia se hace presente y participa de sus representaciones, de sus figuraciones y desfiguraciones. Y, un paso más, la ausencia experimenta también las circunstancias de la memoria y el olvido. Memoria de la ausencia, ¿olvido de la ausencia? La suma de la desmemoria y la desmaterialización componen un nuevo estadio del conocimiento, el sentimiento y la figuración. La ausencia de la ausencia, el sueño del sueño, el recuerdo del recuerdo son pares de una realidad desrealizada, parte de un mundo que vivimos sólo como inconsciente y que, sin embargo, pesa como el plomo, a su vez inconsciente, sobre el campo del porvenir.

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18 de octubre de 2010
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Te echamos de menos, Tom Wolfe

El 'nuevo periodismo' de hace 40 años es lo más viejo que se conoce. No por las cuatro décadas o más transcurridas desde la invención de aquella etiqueta, sino porque era viejo en el mismo momento en que se inventó, y lo era porque era periodismo del bueno, periodismo del que nos cuenta las cosas como son, los detalles más exactos y a veces inapercibidos de la sucia realidad; es decir, era periodismo del de siempre, viejo como lo es el arte de narrar sobre las cosas que pasan.

?El valor revelador de la anécdota?, he ahí el secreto del periodismo nuevo, viejo o mediopensionista. La frase es del arquitecto Oscar Tusquets Blanca y pertenece al estupendo prólogo que le ha puesto a una reedición de dos libros de Tom Wolfe, 'La palabra pintada' y '¿Quién teme al Bauhaus feroz?', publicados por Anagrama en 1976 y 1982 respectivamente, y reeditados ahora en una colección magnífica que se ha sacado de la chistera Jordi Herralde con el nombre de 'Otra vuelta de tuerca' para aprovechar y resucitar su riquísimo fondo editorial. ?Por favor, intelectuales, denme anécdotas?, remacha Tusquets después de las correspondientes citas de autoridad (Pla, Merimée, Rabelais y Montaigne). Según el prologuista, el periodismo que hacía Wolfe antes de dedicarse a ganar pasta con novelas de ventas millonarias, está en trance de extinción. No hay apenas observadores críticos sino meros cronistas sociales, que nos narran los aspectos más ininteresantes de los acontecimientos artísticos pero son incapaces de observar esos detalles donde se esconde el diablo, aunque Tusquets nos recuerda que según Mies van der Rohe era Dios quien se agazapaba en ellos. Los ejemplos evocados por Tusquets demuestran su excelente nariz periodística y el mediocre estado del periodismo, el arte de las anécdotas y de los detalles. No sabía yo, por ejemplo, que la famosísima Zaha Hadid prometió visitar Zaragoza por primera vez después de la inauguración de su proyecto con el que venció el concurso de la Expo, ni ninguno de los numerosos chismes que el arquitecto catalán nos cuenta de su colega iraní, como sus malos modales y carácter o ?sus frecuentes eructos en la mesa?. Tampoco conocía la deliciosa anécdota de la que fue protagonista el diseñador Miguel Milà, ante la pregunta del maître de un restaurante con pretensiones: ??¿Está el señor familiarizado con nuestra carta??, a lo que Miguel responde: ?No, es que hoy es el primer día de clase??. Ferran Adrià también aparece en el texto de Tusquets, algo especialmente pertinente esta temporada, después de la clase magistral que el cocinero catalán impartió en Harvard, donde reprendió a la universidad considerada como la mejor del mundo por la nulidad de su biblioteca en cuanto a gastronomía. Tusquets evoca en su prólogo, escrito hace varios meses, la canonización de Adrià en la Documenta de Kassel, algo que ocurrió en el verano de 2008 y catapultó definitivamente las artes culinarias a las páginas de cultura de los periódicos. ?Tom, nos encantaría que en alguna ocasión hablases de estas novedosas engañifas?, acaba diciendo el prólogo en tono de carta personal al periodista. Tusquets echa de menos a Wolfe y todos quienes leímos en su día aquellos espléndidos reportajes también nos sentimos atacados por una cierta nostalgia. Todo suena, el prólogo y estas líneas, a lamento elegíaco. Parecen viejos argumentos y argumentos de viejos, es cierto. Pero a la vez es tan fácil dejar correr la imaginación y pensar qué personaje de la vida barcelonesa hubiera llamado la atención a un Tom Wolfe joven, anterior a la vocación novelística, en caso de aterrizar en la Barcelona conmocionada por el saqueo del Palau de la Música. Quizás hay que entender el elogio de Oscar Tusquets como una finta para evitar que el lector caiga en la cuenta de que nadie como el brillante arquitecto que reformó el edificio de Domènech i Montaner tiene el conocimiento de los detalles y de las anécdotas que rodean la vida y milagros del Bernie Madoff catalán, ese Félix Millet que saqueó el Palau y avergonzó a toda la sociedad catalana, sin haber encontrado todavía el bardo que convierta sus proezas en poema.

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18 de octubre de 2010
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Invención del ajedrez moderno

 

 

Lessing empezó a estudiar español en 1750 y lo practicaba con su primo Mylius, a saber qué dirían. Ese mismo año planeó emprender una traducción memorable, y dudaba entre La vida es sueño de Calderón y las Novelas Ejemplares de Cervantes. Tenía entonces veintiún años, llevaba dos matriculado en la facultad de medicina de la universidad de Wittenberg, y fustigaba la mediocridad de la especie humana con poemas inspirados en Juvenal.

Al principio de 1751, acometió sin previo aviso la primera página de las cuatrocientas cincuenta que abarcó su traducción al alemán del Examen de ingenios de Huarte. Disponía de un ejemplar en español de la edición de Amsterdam de 1662, y utilizó como rompehielos la traducción latina Scrutinium ingeniorum de Joachim Caesar. El motivo del súbito interés despertado en Lessing por la obra de Huarte fue el ajedrez. El Examen de ingenios era la primera obra científica que se ocupaba del significado del ajedrez, de las facultades mentales de los jugadores, e incluso de su dieta. Hasta entonces, 1575, sólo se habían publicado reglamentos del juego. Como recordarán los aficionados, Lessing fue un ajedrecista apasionado, y el centro de gravedad de su obra capital, Nathan el sabio, es un tablero de ajedrez. 

En su época de bibliotecario, Lessing se ocupó de la literatura sobre el ajedrez y comprobó que había un máximo de concentración de publicaciones sobre el “nuevo” juego que se situaba en España, a finales del siglo XV y los primeros años del siglo XVI. Aunque no podía acceder a las obras originales, muchas de ellas raras o perdidas, Lessing deducía que la forma de jugar al ajedrez había experimentado entonces un cambio radical.

Hoy sabemos que ese cambio sucedió el 7 de noviembre de 1489, día en que llegó al cerco de Baza la reina Isabel de Castilla. La partida se prolongaba desde el verano; y el largo y ostentoso desplazamiento de la reina desde Jaén  supuso el jaque mate. Cumpliendo el anuncio pregonado a la población sitiada en Baza, se suspendió el bombardeo de la artillería para que todo el público pudiera contemplar la recepción y los festejos desde la muralla, y la reina, a su vez, admirara la ciudad, el dispositivo guerrero, y la multitud de súbditos presentes y futuros. 

Llegó Isabel de Castilla montada en una mula blanca, y la gualdrapa carmesí y oro casi tocaba el suelo, la silla estaba recamada en oro y plata, y las bridas eran de raso bordado con letras áureas. Desde gran distancia se percibía el acercamiento de la reina en la inclinación de los estandartes de los batallones y las aclamaciones de la muchedumbre. Llegó ella primero al real del noroeste, donde estaba la artillería, y venía acompañada de la infanta Isabel y el cardenal Mendoza, los dos bien guarnecidos, forrados y enguantados con terciopelos, púrpuras y brocados. Su esposo el rey Fernando de Aragón salió a recibirla desde el real del sureste al frente de sus nobles. Vestía jubón carmesí, calzas de raso dorado, gran balandrán florido, cimitarra de precio excesivo, y redecilla de seda en los cabellos. Las gualdrapas del séquito regio eran azules con estrellas de oro. El rey y la reina se hicieron tres reverencias, y cuando ella levantó su sombrero y mostró la cara, el rey la besó en la mejilla, y luego hizo el mismo gesto con la infanta Isabel.

A continuación empezaron los festejos, que duraron tres días, y las negociaciones para la rendición de Baza, que dieron lugar a las capitulaciones más generosas. Durante meses, el rey había dirigido las operaciones militares en el cerco, mientras la reina organizaba la intendencia desde la retaguardia en Jaén. Por fin, el festejado desplazamiento de la reina hasta Baza causó la debida impresión en sitiados y sitiadores, y cerró la partida. Entre las piezas cantadas y representadas durante las fiestas por la entrada en Baza, estaba el célebre romance del cerco

Sobre Baza estaba el rey,

lunes, después de yantar

de cuyo artífice todo lo ignoramos, así como del ajedrecista que homenajeó a la reina con la introducción del movimiento que revolucionó  la forma de juego. En el ajedrez antiguo, la pieza que estaba junto al rey se movía con apocamiento oblicuo en desplazamientos de un solo cuadro. Desde la toma de Baza, esa pieza se llamó “reina”, y se convirtió en la más fuerte sobre el tablero, de modo que el juego adquirió trazas nunca vistas.

También nació entonces la literatura sobre el ajedrez. Entre las obras que se ocupaban de la explicación del juego renovado, se tiene noticia del Llibre dels jochs partits dels schacs en nombre de 100, de Vicent, impreso en 1495, en Valencia; y Repetición de amores e arte de axedrez con 150 juegos de partido, de Lucena, que se publicó en 1497, en Salamanca. 

El nuevo modo de jugar con reina poderosa tuvo un éxito arrasador. En el manual de Damiano Questo libro e da imparare giocare a scacchi et de le partite, editado en Roma en 1512, el moderno estilo de juego se describe como alla rabiosa, lo que da idea del cambio que trajo respecto al antiguo.

En los festejos de la coronación del papa Pío IV, a primeros de 1560, se quiso dar relieve a la nueva relación con Felipe II, mediante la celebración de un campeonato mundial de ajedrez donde debía dirimirse la supremacía de los jugadores españoles o los italianos. Ganó un cura de Zafra llamado Ruy López, reputado campeón de España, que batió a los maestros italianos. 

El propio Ruy López publicó al año siguiente en Alcalá el Libro de la invención liberal y arte del juego del axedrez, traducido, copiado y adaptado en multitud de otros libros, en particular en Das Schach- oder König-Spiel de Selenus, libro gordo que hizo gemir la imprenta en Leipzig en 1616, y reputado como primer manual de instrucciones sobre el juego de ajedrez en alemán. El señor Selenus, seudónimo de un duque godo vergonzante, se preguntaba con mucha pertinencia de dónde vendría la función suprema de mariscal otorgada a la reina en el juego descrito por Ruy López, y el motivo de que tan alta función fuera desempeñada por una dama.

Pocos días antes de la segunda bancarrota de la Hacienda real, en el verano de 1575, se organizó otro campeonato mundial en Madrid, con victoria del italiano Leonardo da Cutri, recompensado por Felipe II con mil ducados, una capa de armiño, y una cadena de oro con bello colgante en forma de torre. Ese mismo año había aparecido el Examen de ingenios donde Huarte sostenía que la imaginativa es la facultad que más se descubre en el jugador de ajedrez, y citaba a Juvenal. ¿Qué más hacía falta para interesar a Lessing?

 

 

 

 

 

 

 

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18 de octubre de 2010
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EL ANTICUARIO.- Este jueves debí estar en la mesa de…

EL ANTICUARIO.- Este jueves debí estar en la mesa de presentación del libro El Anticuario de Gustavo Faverón (célebre en América Latina por su blog Puente Aéreo). Un accidente en Madrid, que me tendrá inmovilizado hasta el 8 de noviembre, me impidió estar en la mesa. He leído la novela y puedo afirmar que es extraordinaria. Aunque Faverón es un crítico literario, y ha hecho una carrera docente en EEUU, es innegable que su verdadera vocación es la literatura y solo la auto-crítica, esa exigencia que a veces resulta anuladora, justifica que su primera novela haya demorado tanto en salir. Sin embargo, para quienes la lean es obvio que no será la primera novela y, sobre todo, que no es la obra de un improvisado. Pronto espero hacer una reseña y resaltar las complejas relaciones que va tejiendo la novela con sutileza, a veces, y otras veces como una obvia relectura de clásicos. El video fue grabado por RELIT.

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17 de octubre de 2010
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Tarará

"Bienvenido Mr. Marshall" (1952) filme del director español Luis García Berlanga

Dos semanas en el campamento de pioneros Tarará y mi hermana y yo regresaríamos a casa contando las zambullidas en la playa. Pero esa vez sería distinto, pues íbamos a formar parte de una actividad para mostrar a alguien muy importante que la villa de casonas particulares era ahora una zona para el disfrute de los hijos de obreros. Sobre el césped ?en la rivera del río? formaríamos cinco grandes círculos que representaban los continentes y  nos tomaríamos de las manos vestidas con los trajes típicos de cada región. A mí me tocó ser lituana. Mi madre alquiló los disfraces en una tienda de la calle Galiano de la cual sólo queda hoy una fosa albañal drenando hacia la acera. Debía usar una blusa de mangas largas, sobre ella un chaleco de tela gruesa con bordados de colores, además de una diadema en la cabeza y polainas sobre los zapatos. El traje no era nada adecuado para el agobiante sol de aquel  julio de 1984, pero resistí varios días de ensayo por la curiosidad sobre quién sería el distinguido visitante. Cerca de mí, unas colegas de la misma escuela rabiaban de calor, embutidas en un multicolor atuendo mongol. El guía tocaba el silbato y dábamos vueltas en una dirección o en otra sobre la hierba cortada, a la espera de esos  encumbrados ojos que nos mirarían girar. El día planeado para representar en directo nuestra danza mundial, yo descubrí que en el albergue me habían robado una polaina y mi hermana mostraba los primeros síntomas de una insolación. Bailamos en redondeles con desgano, mientras se propalaba el rumor que el hermano del Máximo Líder llegaría en cualquier momento. Una caravana de autos veloces cruzó el puente sobre el río Tarará, eran tres Alfa Romeo color vino tinto. Un minuto después nos dijeron que podíamos abandonar la formación; el eminente visitante ya había pasado. Raúl Castro, como en el filme español Bienvenido Mr. Marshall, nos había dejado con la ropa puesta y la coreografía ensayada.

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17 de octubre de 2010
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Michon medieval

Pierre Michon La editorial Alfabia se ha animado a editar un libro extraño, casi diríase que medieval, del gran Pierre Michon titulado Abadia. Por otro lado Anagrama editará Los Once, una nueva obra de su descubrimiento francés. Aquí alguna nota:

Pierre Michon está en la liga de los autores franceses exquisitos. Se le ha emparentado con Julien Gracq. Ha sido también relacionado con Rimbaud, con Flaubert, y con otros grandes nombres de las letras galas. El autor coquetea con la Historia, representándola con genialidad, y la ficciona a veces, algo que, si se ha hecho siempre, en el posmodernismo goza de particular predicamento. En ?Los once? (Anagrama), Michon inventa un cuadro en el Louvre con los cabecillas del Terror de la Revolución Francesa. A partir de ahí se arranca. En ?Abades? (Alfabia) nos sitúa en el año 1000, tomando, al parecer, como referencia, una serie de crónicas medievales, como la ?Crónica de Maillezais?. Ciertamente, el libro es inclasificable. Sólo cabe el elogio ante tres breves historias de abadías y un lenguaje calmo y fastuoso. La traducción, a cargo de Nicolás Valencia Campuzano, resulta digna de encomio por el cristal limpio que ofrece. ?Abades? casi se puede cantar, además de leer. Hombre de breve obra, Michon, un clásico contemporáneo, que ha ganado el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, tiene grandes admiradores de crítica. Leamos un comentario del difunto Rafael Conte sobre el autor, hace ya 5 años: ?No parece, pues, que Pierre Michon sea un novelista puro, sino un narrador sólo, pero por encima de todo, original, supremo y fabuloso, que mezcla la literatura con todo lo demás, con la pintura, con la escritura, con la cultura en general, multiplicando así lo que más aprecia, la literatura propiamente dicha, en una serie de tropos, de metáforas, de cascadas de imágenes que la reflejan y espejean de manera deslumbrante?. Reflejar, espejear. Michon es una rareza de muchas cosas. Extraño en este panorama como en cualquier otro. Un hallazgo de Jorge Herralde. Es más, Alfabia escribe al final: ?Nos gustaría que este libro sirviera de homenaje a la figura de Jorge Herralde, uno de los más grandes editores de este país. Entre sus innumerables aciertos se cuenta el haber dado a conocer la obra de Piere Michon al lector español?.

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17 de octubre de 2010
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Una grieta en el mausoleo de Mao

El capitalismo salva al comunismo. La prosperidad de la economía china es el cemento sobre el que se asienta el férreo dominio del Partido Comunista. Como en la España franquista del desarrollo, el acceso de unas nuevas y multitudinarias clases medias al consumo y al incipiente bienestar neutraliza las tensiones sociales y la actuación de las escasas energías de quienes se oponen al régimen. Aunque China cuenta con una ventaja adicional: el papel crucial de su economía, como pieza fundamental del capitalismo globalizado, actúa como escudo internacional que protege al Gobierno de las presiones excesivas y de las campañas en contra de sus violaciones de derechos humanos y de sus abusos de poder.

Las críticas y los ataques al régimen tendrán así efectos contraproducentes y favorecerán a los más duros, que contarán entonces con motivos para cerrar la mano si acaso la habían abierto en algo. Tal es el argumento que esgrimen sus defensores y, aunque parezca mentira, también buena parte de la opinión pública internacional. El desarrollismo democrático creía en los efectos benéficos del crecimiento económico, que se traducirían en algún momento en una especie de epifanía liberalizadora, hasta el momento inexistente. Al contrario, la evolución china apunta hacia la instalación de un capitalismo sin democracia, que se consolida en momentos como el de la actual crisis en la que China se revela como una superpotencia económica imprescindible, a la que hay que agradecer la compra de deuda soberana europea y americana y rogar humildemente que abandone el dumping que significa su moneda infravalorada. De ahí la oportunidad y acierto de este Nobel de la Paz para el disidente Liu Xiaobo, condenado a 11 años por defender la libertad de expresión y el pluralismo político, pues es una muestra de escepticismo respecto a la consolidación del capitalismo iliberal chino. Una economía sana y competitiva necesita las reglas del Estado de derecho y las libertades indivisibles que necesariamente deberán alcanzar a la esfera política. La carta de 23 ex dirigentes comunistas a favor de la libertad de expresión indica que Noruega ha dado en la diana. Este premio Nobel interpela al propio primer ministro Wen Jiabao, que fue mano derecha del Gorbachov chino, Zhao Ziyang, purgado por su solidaridad con los estudiantes de Tiananmen en 1989. Los sucesos de la plaza pequinesa donde reposan los restos de Mao se iniciaron a raíz de la muerte de Hu Yaobang, el patrono reformista de Zhao y de Wen. El actual primer ministro ha superado todas las purgas y ahora se espera de él, cuando le quedan apenas dos años de mandato, pues la sucesión está prevista para 2012, que los utilice para aplicar finalmente el programa reformista y liberalizador de sus dos maestros.

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17 de octubre de 2010
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Reseñan a Mairal y Quintana

Pilar Quintana reseñada en España Dos amigos del Bogotá 39, el argentino Pedro Mairal y la colombiana Pilar Quintana, han sido reseñados elogiosamente en el suplemento Babelia de El País. Ambos libros han aparecido reeditados en la editorial española El Aleph. Comparto con uds. las dos reseñas. Sobre Coleccionistas de polvos raros dice Fernando Castañedo:

Tal vez la anécdota con la que arranca esta primera novela de Pilar Quintana lleve a algunos a pensar en Sin tetas no hay paraíso, el best seller de Gustavo Bolívar que ha triunfado también como serie de televisión. Sin embargo, dejando a un lado la anécdota común de la muchacha que se implanta prótesis de silicona para convertirse en la querida de un capo, y que los dos libros documentan la intrahistoria de una sociedad regida por el narcotráfico, las diferencias saltan a la vista. Ambientada en Cali, la novela de Quintana narra el encuentro de dos jóvenes: la Flaca Estrellita, hija natural de una modista a quien un mafioso de segundo orden pone pechos y un piso, y el Mono Estrada, un tipo feo de familia bien. Sin embargo, lo que en un primer momento parece un coito esporádico reaviva antiguas pasiones en ambos y empuja al narrador a hacer inventario de sus vidas. Por ello la historia va más allá del encuentro entre dos coleccionistas de polvos raros, como los describe el título, y más allá del ascenso de una trepadora social. También trasciende la rivalidad entre el Mono y su amigo Aurelio, el seductor que le usurpa todas las mujeres, incluida Estrellita. La novela va más allá porque socialmente refleja el encuentro de dos ciudades, la de arriba y la de abajo, la rica y la pobre, con sus urbanismos y sus áreas de intersección geográfica y humana. Y sobre todo porque refleja la necesidad moral de dignificarse o de justificarse por el amor que, como decían los antiguos, todo lo vence. En una ciudad donde los cheques procedentes del narcotráfico pasan de mano en mano sin encontrar quien los blanquee, el sexo en cualquiera de sus formas parece lavado con Ariel. Formalmente, la novela se articula en breves secuencias que despliegan un repertorio de recursos impresionante, desde los juegos con los tiempos verbales hasta los cambios de una tercera persona omnisciente al monólogo interior, y desde algunos vertiginosos saltos temporales hasta esa forma modesta y contundente de resolver las intrigas. La trama principal, sin embargo, queda en suspenso, como si se hubiese quedado pequeña para una prosa de un virtuosismo tan fuera de lo común, o como si fuese irrelevante frente a los problemas de una sociedad que busca renunciar al dinero fácil y a una opulencia de cartón piedra, y no sabe cómo hacerlo.

Mientras tanto, Ernesto Ayala Dip comenta Salvatierra de Pedro Mairal.

En menos de dos meses leo otra novela del escritor argentino Pedro Mairal. Fue primero El año del desierto, y es ahora Salvatierra. Una novela breve si la comparamos con la primera, pero en la misma estela de sorprendente simbiosis entre materia y forma. Si en El año del desierto primaba el aliento audazmente imaginativo, o una cronometrada libertad a la hora de apurar el realismo para que dejara de ser el realismo de todos los días, en Salvatierra se despliega un relato aparentemente realista desde el principio, con tintes incluso naturalistas, pero desde el fondo del cual emana una historia fantástica. Salvatierra es un pintor casi secreto que al morir dejó a sus hijos una herencia hermética. Cuatro kilómetros de rollos donde el pintor (mudo desde los nueve años debido a un accidente) plasmó cada minuto de su vida. Miguel, el hijo menor (su hermano mayor, Luis, se suma luego a la aventura), es el principal encargado de llevar a cabo algunas gestiones alrededor de la insólita obra: rescatarla del almacén donde estaba escondida o abandonada y tramitar su traslado a un museo holandés, tras intentar rescatarla de la tutela patrimonial del municipio de una ciudad del Litoral. Miguel y su hermano se trasladan de Buenos Aires al Litoral. Y aquí comienza el trabajo de estudio de la obra, un estudio íntimo mediante el cual cada escena de los rollos es entendida con diferente espíritu según se trate de un contenido u otro. Miguel se ve en uno de los rollos cuando era pequeño, circunstancia que le depara una pequeña sorpresa emocional, toda vez que no esperaba tal atención de parte de su padre. Miguel y Luis otro día descubren a una mujer que no es su madre, como si se tratara de una mujer furtiva, una presencia hiriente en la memoria de la progenitora. Todas son escenas vívidas. Y a la vez reveladoras de un hombre distinto al que conocían. O desconocían. Mairal crea un espacio narrativo distinto al que exigía su historia. El espacio literario que no espera el lector. Los rollos pictóricos, llenos de incógnitas, son las páginas que se leen. Son la historia familiar de Salvatierra y su historia secreta. Mairal hace de pronto que su escritura desaparezca de nuestro foco de atención. Solo nos importa la obra indescifrable de Salvatierra. La otra escritura y la otra materia de su novela. Pedro Mairal es mi descubrimiento personal de este año editorial. Solo me sirve a mí. Pero si el lector quiere compartirlo, bienvenido sea.

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16 de octubre de 2010
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El huracán Katrina desde una canoa

Más que un escritor, Dave Eggers es una industria cultural. Aparte de ser editor de McSweeney's, una de las editoriales independientes más respetadas y creativas de los Estados Unidos, está a cargo de 826 Valencia, un centro de escritura para jóvenes en San Francisco. También ha organizado Voices of Witness, una colección de libros de historia oral con el tema de los derechos humanos en el mundo. En cuanto a textos, sólo el año pasado Eggers ha estado a cargo de dos guiones cinematográficos (El mejor lugar del mundo y Donde viven los monstruos), una novela (Los monstruos) y un libro de no ficción (Zeitoun).

Zeitoun redime a Eggers de un guión tan pretencioso e indulgente como el de El mejor lugar del mundo; es su mejor libro desde el sublime Una historia conmovedora, asombrosa y genial. Hay libros que cuentan de manera más detallada lo que significó el huracán Katrina; ninguno ha logrado el registro íntimo y confesional de Zeitoun. Eggers se centra en la historia de Abdulrahman Zeitoun, un inmigrante sirio, y su esposa Kathy. Cuando está a punto de llegar el huracán, Kathy decide evacuar Nueva Orleans con sus cuatro hijos; Zeitoun, terco como siempre, decide quedarse.

Eggers se mueve con soltura del mundo doméstico y ansioso de Kathy, al enfrentamiento épico de Zeitoun con Katrina. Cuando pasa el huracán, Zeitoun, que se ha guarecido en el segundo piso de su casa inundada, recuerda que tiene una canoa en el garaje, y sale en ella a recorrer el "nuevo mundo". Gracias a la canoa, Zeitoun, un musulmán muy religioso que siempre se ha sentido destinado para grandes cosas, podrá ayudar a sus vecinos. Hay momentos de gran poesía: cuando la canoa de Zeitoun golpea las antenas de los coches sumergidos en el barrio, o cuando se encuentra en un parque con tres caballos salidos de quién sabe dónde. También están los aullidos incesantes de los perros dejados atrás por sus dueños. Esos aullidos condensan el impacto emocional del huracán.

La última parte del libro es kafkiana: Zeitoun, confundido con un ladrón, es arrestado por la policía. En una ciudad con un sistema administrativo deshecho, Zeitoun pasará un mes en una cárcel improvisada en la estación de buses. Los soldados creen que pertenece a Al-Qaeda, y él comienza a asustarse: después del 11 de septiembre, esas cosas también pasan en los Estados Unidos. Zeitoun, humillado, se vuelve más humilde, pero eso no le impide perder su optimismo: es un buen hijo de su patria adoptiva.

Son muchos los méritos de Eggers en Zeitoun: haber logrado unir los dos grandes traumas norteamericanos de la década pasada (el 11 de septiembre y Katrina); contar una historia de gran alcance social sin perder de vista la microhistoria del individuo. Balzac decía que la novela es la vida privada de las naciones; Eggers demuestra que la no ficción a veces puede contar esa vida privada mejor que las novelas.
     
(Babelia, El País, 16 de octubre 2010)  

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16 de octubre de 2010
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El Boomeran(g)
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