Víctor Gómez Pin
El escrito de José Lazaro que evocaba en la entrega anterior, incluye una simpática referencia personal acompañada de una advertencia (sin duda destinada también a sí mismo):
"Nadie más favorable que yo a la transdisciplinariedad (he conseguido que me paguen por hablar de historia, literatura y filosofía en una facultad de medicina). Pero tenemos que pensar muy bien las condiciones de posibilidad para que un proyecto como los que a nosotros nos gustan adquiera la suficiente solidez y consistencia para que sea capaz de resistir a las críticas "a lo Sokal" que sin duda recibirá (en el mejor de los casos: en el peor no recibirá ni siquiera críticas). En el fondo, ya hasta el pueblo español lo ha dicho siempre con aquello de lo que se abarca y lo que se aprieta."
Se recordará que estas consideraciones sobre los peligros de una filosofía que aspira a servise de varias disciplinas pero que se quedaría en lo superficial de cada una de ellas se inscribía en un epistolario a tres bandas, en el que Javier Echeverría abogaba por una actitud filosófica que fuera más allá de la relectura devota de textos considerados sagrados. De alguna manera Javier planteaba la cuestión de si permanecer fiel a la filosofía no implicaba precisamente abandonar la facultad-panteón de filosofía, cosa que él ha hecho (lo cual no es asunto baladí si se recuerda que tras su fundación por Ramón Valls, Javier contribuyó como nadie a que se asentara la facultad de filosofía en un Pais Vasco entonces auténticamente conmocionado por la violencia).
Lo cierto es que yo también he tomado distancia frente a la la facultad de filosofía,y espero que no para cambiar de manera de afrontar la vida, sino precisamente para no hacerlo. El intento de trabajar directamente con científicos, concretamente con físicos en mi caso, va por ese lado. La orteguiana barbarie del especialismo tiene paradójica traducción en las mismas facultades de filosofía. Es muy sencillo: si has de escarbar en la filosofía medieval (tan fascinante por otro lado) y ponerte al nivel de los eruditos, necesitas la vida por entero. Y si no haces tal cosa, te expulsarán-al menos simbolicamente-de la academia. Por eso quizás sea cierto que la facultad de filosofía es a veces incompatible con la exigencia filosófica.
Pero abogar por la necesidad de abrir el espíritu a ámbitos sin los cuales la filosofía se ahoga en un aire viciado, obliga a tener aun más presentes las consideraciones de josé Lázaro sobre la necesidad de no lanzarse inprudentemente al pantano, o charca de ranas, de lo interdisciplinar. No se trata en absoluto de barnizar la especialización filosófica con una capa de conocimiento superficial de disciplinas científicas. Tomando el ejemplo, aquí tantas veces considerad de la Mecánica Cuántica: se trata de acceder realmente al meollo del problema, a partir del cual la cuestión ontológica sale de inmediato. Tecnicamente ello implica estar casi a la altura del científico en el tremendo asunto del formalismo matemático. ¿Dónde puede el filósofo dejar de seguirle? Pues inmediatamente despues, cuando (tal es su oficio) el físico tiene la obligación de escarbar en el universo experimental que recubre tal formalismo. Seguir ahí sería consagrar la vida a ello…y dejar de interesarse por las implicaciones filosóficas de la disciplina. Mi tesis es que el primer paso puede darse pese a las dificultades técnicas. No se trata de yuxtaponer disciplinas sino de usar el meollo teórico de una disciplina u otra.