Rafael Argullol
8 de julio de 2006. Pagsanjang. Isla de Luzón, Filipinas. Esta mañana he sido testigo de la prodigiosa habilidad de los remeros del Pagsanjang para remontar el curso del río a contracorriente y superar los saltos de agua. Como las lluvias monzónicas mantienen alejados a los turistas, he hecho la excursión en solitario. Uno de los remeros, Willy, me ha hecho sentar en el centro de la banca, una especie de piragua de madera que he contratado. Él se ha quedado de pie, detrás, mientras Edwin, su compañero, se colocaba delante. (…)
Willy me ha contado que una vez al año, antes de la Navidad, todos los remeros que no son demasiado viejos se trasladan a los grandes saltos del Pagsanjang, más allá de donde hemos estado nosotros. La marcha dura tres días, en el transcurso de los cuales no comen ni duermen sino que únicamente reman. Al superar la cascada final, la mayor de todas, comen arroz y plátanos y beben el mismo aguardiente de caña que nosotros estábamos bebiendo. Reparadas las fuerzas los remeros se echan a dormir en la orilla. A menudo duermen también tres días, o más, y a este descanso prolongado lo llaman muerte. La muerte del remero, más exactamente: rower’s death ha dicho Willy. Durante esta muerte del remero los sueños son muy importantes, porque informan de cómo ha sido realmente el año que se despide y de cómo repercutirá en el que está a punto de empezar.
Visión desde el fondo del mar, pgs. 39-40