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Constatino Bértolo en Chile

Constantino Bertolo El editor español Constantino Bértolo estuvo en Santiago de Chile como jurado del concurso Paula. Crítico literario y editor a su vez (dirigió Debate en sus inicios) dice con conocimiento de causa: ?el editor es un crítico con poder ejecutivo?. Hoy está al frente de un nuevo proyecto: Caballo de Troya. Cuando se le pregunta por los tres chilenos que ha publicado (Guzmán, Gumucio y Lillo) decide referirse al espinoso tema de las literaturas nacionales: ?Guzmán escribe desde la tradición de lo que se llamaban las literaturas nacionales. Cuando existían las naciones, no hace mucho. Gumucio empezó escribiendo con conciencia de la sociedad a la que pertenece. Lillo podría ser perfectamente peruano, boliviano, venezolano. Hay un desprendimiento, que se da en todos lados, del espacio en que se constituye la literatura? Aquí otras preguntas de Pedro Pablo Guerrero en la Revista de Libros de ?El Mercurio?:

-¿Son incompatibles la crítica literaria y el trabajo editorial? -Yo no los veo compatibles. Creo que la crítica descansa en la credibilidad. Por la misma razón , me parece mal que un autor que publica en una editorial haga la crítica de un autor de esa misma editorial. O que un editor se edite a sí mismo. A lo mejor me estoy volviendo una reliquia, pero hay ciertas fronteras que no se deberían pasar. -¿Editar es una forma de hacer crítica? -No exactamente, pero un editor de alguna forma es un crítico con poder ejecutivo. Lo que luego se va a encontrar es que a él también lo ejecutan. Hay más poderes ejecutivos sobre él. A mí me ha tocado vivir los restos del mundo editorial clásico, con editores que eran auténticos directores de orquesta, y un trabajo que requería manejar muchos hilos. Los editores han ido perdiendo competencias, al final todos bailamos alrededor del departamento de marketing. -¿Por qué llamó a su nuevo proyecto Caballo de Troya? -Yo le añadí un lema que dice: para entrar o salir de la ciudad sitiada. Con un guiño de homenaje a La ciudad letrada de Ángel Rama. Es una definición de mi propia línea, dando por sentado que esa ciudad estaba sitiada por el mercado. Aunque con el tiempo he visto que es una forma de asedio muy curiosa, en la que ocurren osmosis y las fronteras no son tan rígidas. -¿Ha tenido oportunidad de leer a otros chilenos? -Tenía muchísima curiosidad de venir como jurado al premio Paula, porque iba a leer los sesenta cuentos finalistas. Es una especie de radiografía, no sé si muy cabal, de la escritura de gente que está empezando y del mundo en que se está moviendo. Y, bueno, si tuviera que concluir algo diría que Chile es una especie de colonia de California, en la parte vital. La gente vive como en los cuentos de Cheever. La incomunicación, el sálvese quien pueda, el egoísmo. Son historias de esto que llaman globalización. Yo prefiero llamarlo imperialismo. -Se habla de un mayor interés por los autores latinoamericanos. ¿Lo atribuye al efecto Bolaño? -Bueno, eso es algo que se dice para quedar bien. Si fuera un poco cínico diría que es el efecto Zoé Valdés. Nadie quiere recordarlo, pero luego de ella vinieron otros autores vendiendo sexo y anticastrismo. Bolaño no llegó a vender nada. Y por eso tiene el respeto que se merece.  -¿Se está armando un nuevo boom, como piensan algunos? -No, pero es un buen momento para los autores latinoamericanos. Lo sorprendente es todavía esta necesidad que tienen de ser homologados por el mercado español. No les gusta que se lo digan, se rebelan, pero en la práctica veo todavía un peaje terrible, que se acabará el día que el peaje esté en Miami. Cuando la generación de hispanoparlantes emigrados a Estados Unidos deje de avergonzarse de su lengua, y la nueva generación quiera recuperar señas de identidad, Miami acabará siendo el centro editorial hispano.

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30 de noviembre de 2010
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Homenaje a Tomás Eloy Martínez en la FIL

Sergio Ramírez, Ezequiel y Juan Cruz La FIL Guadalajara de este año tiene a dos grandes ausentes con enorme presencia: Tomás Eloy Martínez y Carlos Monsiváis. Patricia Kolosnikov, en la revista Ñ, comenta lo que fue el homenaje al escritor argentino, con la presencia de Juan Cruz, Sergio Ramírez y su hijo Ezequiel Martínez. Dice la nota:

?Tuvo una enfermedad durante muchos años, se reponía, tenía esa fortaleza. Cuando ya estaba muy mal pedía sentarse frente a la computadora y escribir. Y en los últimos tiempos, empezó a decir que le gustaría morir en una casa frente al mar.?  Ezequiel Martínez habla rápido, sin pausa, como si les diera un informe a las trescientas personas que están acá, en la sala principal de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, para hacerle un homenaje a su padre Tomás Eloy Martínez, el escritor, el periodista, el hombre que amasó juntos literatura y periodismo y sacó del horno de su escritura un género en el que ambas son indiscernibles. ?Recordaré a Tomás como el novelista que desafió a la historia y la venció? dirá el nicaragüense Sergio Ramírez, enseguida, apenas arranca el homenaje. Pero primero, para presentar a los oradores, está frente al micrófono Nubia Macías, la directora de esta Feria del Libro que convoca al pleno de la industria editorial en lengua española. Macías quiere hablar porque Tomás Eloy Martínez ?que murió el 31 de enero pasado? era un hombre conocido en Guadalajara: en 1991 participó de la fundación del diario Siglo XXI. Fue el maestro de muchos periodistas locales, que en unos días le harán otro homenaje y se corre la voz que llegará gente que ahora vive en otras ciudades. ?No importa que venga público, lo que haremos será llorarlo juntos?, desliza una de las organizadoras. Pero eso será recién en unos días. Ahora, en esta mesa, el español Juan Cruz toma la palabra. ?Cuando investigó para hacer ficción la historia de Peron y Evita, hizo una metáfora extraordinaria no sólo de la Argentina sino del poder, por tanto de la ambición, por tanto de América latina?, dice el escritor, que hace días estuvo en la Argentina como jurado del Premio Clarín de Novela. ?El mejor homenaje que se puede hacer a un escritor es seguirlo leyéndolo. Y será un placer?, dice. Sergio Ramírez también apunta a Santa Evita y La novela de Perón , dos clásicos de la obra de Martínez. ?Cuando Eva Duarte se encontró por primera vez con Juan Perón en el Luna Park la noche del 22 de enero de 1944 en que se daba una función artística de beneficencia por los damnificados del terremoto de San Juan ella le dijo cuando estuvieron sentados lado a lado: ?Gracias por existir??, lee Ramírez. ?O no se lo dijo nunca para los términos de la historia mezquina que resiente de imaginaciones, porque la frase la inventó Tomás en Santa Evita . Pero se lo dijo. La historia fue modificada a partir de la novela, igual que los propios personajes de la historia argentina y de la novela, Juan Domingo Perón y Eva Duarte, fueron modificados y ya no serían nunca más los mismos desde que pasaron por las manos de su novelista inevitable. Su creador, su inventor. Su falsario?. Años después, cuenta Ramírez, una pancarta hizo suyas las palabras de Martínez, tal vez dando por hecho que eran de Evita: ?General Perón: gracias por existir?. La historia, dice el ex vicepresidente sandinista de Nicaragua, se apropió de la novela. Y ?el novelista dejó de ser el inventor y pasó a ser el cronista? Delante de los oradores, el público observa atentamente. Hay adolescentes que vienen a ver de qué se trata, hombres mayores que oyeron de su obra, mujeres que alguna vez tuvieron un libro autografiado y hasta una librera venezolana que lo conoció ??En Venezuela dejó un sello cuando fundó el ?Diario de Caracas??, editores y hasta otros escritores y best?sellers, como la colombiana Laura Restrepo. Detrás del escenario hay una galería de fotos que se proyecta sobre una pantalla. Ahí está Tomás Eloy Martínez con Vargas Llosa, Martínez jovencísimo, Martínez con Carlos Fuentes, Martínez en una reposera en la playa. ?Era consciente de que no iba a vivir mucho más, pero soñaba con el mar?, cuenta su hijo. ?Quince días antes de su muerte dijimos: ?vamos a cumplirle el sueño?. Lo llevamos al mar, ya no caminaba, lo cargamos en una reposera, como a un faraón, quiso mojarse los pies, sentir las olas. La foto que ven es eso?. Ezequiel habla rápido, sin pausa. Es la única manera de que él y trescientas personas terminen el acto sin llorar.

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30 de noviembre de 2010
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El frigorífico (2): la vida congelada

Tener un frigorífico no es ya signo alguno de estatus. El estatus se manifiesta a través de los diferentes modelos de este electrodoméstico pero el frigorífico, como el coche, no posen ya poder simbólico de por sí dentro de la clase más amplia. Todos ellos sólo simbolizan en términos relativos dentro del sistema general de los aparatos  semejantes.

De este modo hay frigoríficos pobres y ricos, de mejor o peor calidad y de buen o mal diseño pero todos pueden ser contemplados como depositarios de una misma función esencial que divide el tiempo en dos gracias a su inducción del bajo cero.  De este modo, prácticamente  cualquier hogar se haya provisto de este ingenio que prolonga, gracias al helor,  la perennidad de los alimentos y que incluso, en su extremo, introduce una escalofriante fórmula de eternidad en la cocina.

Frutas y verduras, carnes y pescados, transitan por el espacio culinario cumpliendo el circuito tradicional alimentario: adquisición,  tratamiento y consumición de las comidas. Sin embargo, otra división más compuesta por  productos que se adquieren no para ser ingeridos de inmediato sino para ser sometidos a un enfriamiento extremo, añaden al hecho vital de comer un carácter adicional de relación con la muerte. No la muerte hedionda sino  una suerte de muerte incorrupta  de la que sólo volverán a la tibieza de la realidad  mediante un nuevo y delicado procedimiento biológco. El cuerpo del alimento abandona, en fin, durante un intervalo su condición de vivo para asumir una muerte teóricamente eterna y como consecuencia artificial deliberadamente marcada en la fecha de caducidad o en las mentes del amo.

El amo o el ama de casa son pues también dueños del doble destino que se le atribuye actualmente al,  llamado, vívere. Un doble destino consistente en decidir que la vivacidad del vívere se desarrolle desde su recolección a su  maduración y de su maduración a su descomposición de una manera espontánea o que la cadena se interrumpa mediante una barrera de hielo que paraliza la carrera existencial de las cosas. Que cambia, en fin, lo natural por lo sobre-natural, lo cálido por lo congelado, el infierno en llamas por el desierto helado, el color por la lividez, la ternura de la carne por la piedra. Transustanciación del producto en su cadáver yerto, no libre sino controlado, no elocuente sino enmudecido, no sexual sino emasculado.  El congelador realiza esta función múltiple y extraordinaria transformando,  mediante el frío artificial, el ser natural en artificio.

No importa si sus caracteres organolépticos se recobran más o menos al  descongelarlos, lo decisivo es que pierde prácticamente todas sus cualidades bajo aplastadas por el poder del frío,  tal como si hubiera efectivamente muerto en todos sus aspectos peculiares.

El congelador de la nevera procura esta muerte, tan terrible, para  alargar paradójicamente la vida. O, lo que sería lo mismo, detiene el tiempo que se acercaría a esos cuerpos y los protege de su contacto.  Serán, al cabo, provisiones que nos darán sustento pero son también  provisiones que per-viven en virtud de haber sido desprovistas. El terror implícito en este quehacer extirpatorio ha venido superándose humanamente con la colaboración de una sociedad que ha debido experimentar simultáneamente las operaciones de injerto de órganos y prótesis, la omnipresencia de la cirugía estética contra las marcas de la edad, la creación de productos transgénicos en los cultivos vegetales y en las granjas.

La manipulación de los alimentos forma parte, en consecuencia, de una  manipulación general en todos los campos, se trate de la información o de la alimentación, del cuerpo o del carácter. Se trate en definitiva de la realidad o su doble en el orden de las apariencias.

Una operación como el congelado aterraría a la sociedad de hace  cien años y todavía hasta cincuenta  el congelado se veía como la creación de inquietantes cadáveres.

La naturalidad con que ya actualmente se congela todo y en cualquier hogar se corresponde con la aceptación general de que la vida puede y debe ser controlada, y en su asíntota tratar de hacerla interminable, sea mediante la cosmética anti-edad o a través de los cuidados médicos para la vejez sin nombre donde parece alargarse sin término la prolongada esperanza de vida. (CONTINUARÁ)

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30 de noviembre de 2010
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Dientes largos

Que la nueva filtración de Wikileaks tiene relevancia y valor político e histórico es algo que está fuera de toda duda. Lo que no sabemos todavía y habrá que ir calibrando, sobre todo con la ayuda de historiadores y diplomáticos, es el tamaño, la envergadura y medida de la revelación, es decir, hasta dónde llegan su relevancia y su valor para las relaciones internacionales: si se trata realmente de un momento crucial en la historia del universo como Wikileaks asegura en sus mensajes, si es una formidable acumulación de ?gossip? de altura sobre los principales actores de la política internacional o si incluso queremos interpretarla con Hillary Clinton como un ataque a la comunidad internacional.

Lo que en cambio no ofrece duda alguna es su valor periodístico. Habrá quien prefiera acogerse a sus prejuicios o intereses y también quien quiera fingir o disimular, pero cualquiera que se reconozca a sí mismo como periodista desearía acceder en exclusiva a esta mina documental como lo ha podido hacer EL PAIS. Puedo asegurar, además, y de primera mano, que bucear en estos papeles es uno de los ejercicios más fascinantes y atractivos para quien sienta este oficio, equivalente a dejar a un goloso solo en una pastelería. Si leen alguna observación crítica sobre la publicación de estas historias salidas de Wikileaks deben saber únicamente que son periodistas con los dientes largos, razonable y justificadamente envidiosos: como la zorra de la fábula, cuando no alcanzan las uvas dicen que son verdes. Desde aquí leemos estas críticas como si fueran mensajes de enhorabuena.

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30 de noviembre de 2010
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Cubacel, del saqueo a la censura

Noche oscura, apagón en los alrededores del barrio Buena Vista, en Playa. El desvencijado taxi colectivo donde voy se queda parado, echa un resoplido de agotamiento y no quiere arrancar. Un pasajero y el chofer intentan arreglarlo, mientras a ambos lados de la calle se ve a gente sentada fuera de sus casas, resignadas ante el corte eléctrico. Busco el móvil en la cartera, quiero decirle a mi familia que demoro, que no hay por qué preocuparse. El panorama es feo: estamos en medio de la penumbra, en una zona donde la criminalidad no es juego de muchachos y para colmo mi celular no funciona. Cada vez que intento marcar un número aparece el mensaje de “llamada fallida”. Finalmente, el carro vuelve a ronronear y logramos avanzar, pero el servicio telefónico no se restablece en el inútil artilugio que tengo ganas de lanzar por la ventanilla. Cuando llego a casa, descubro que tampoco Reinaldo puede llamar desde el suyo y que mis amigos bloggers ni siquiera consiguen recibir sms. Nuestra única compañía telefónica móvil nos cortó las líneas durante toda la noche del viernes y parte del sábado; nos canceló por más de 24 horas un servicio por el que pagamos en moneda convertible. Con sus anuncios de “comunicación al instante”, Cubacel se comporta así como cómplice de la censura por motivos ideológicos y ayuda a que la reprimenda de la policía política se materialice en un mensaje de error en nuestras pantallas. Usa su poder de monopolio para castigar a esos clientes que se desvían de la línea de pensamiento oficial. Parte de su capital empresarial y el de sus inversionistas extranjeros se utiliza para implementar una infraestructura del boicot -momentáneo o prolongado- a ciertos números de celulares. Contradictorio papel para una empresa que debería conectarnos al mundo, no dejarnos colgados cuando más la necesitamos. No es la primera vez que ocurre algo así. De vez en cuando alguien acciona un interruptor y nos deja en el silencio. Curiosamente, ocurre cuando hay noticias importantes que reportar e informaciones urgentes que sacar a la luz. La cancelación forzada del concierto del grupo Porno para Ricardo quizás fue el detonante para que la telefónica rompiera su propia máxima de mantenernos “en línea con el mundo”. La posible cremación del cuerpo de Orlando Zapata Tamayo y todo lo que puede suceder alrededor de ese hecho podría haber sido otro motivo para apagarnos la voz. Lo cierto es que esa noche del viernes -en medio de la oscuridad y la preocupación- Cubacel me volvió a fallar, me mostró ese uniforme militar que esconde debajo de su falsa imagen de entidad corporativa

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29 de noviembre de 2010
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La biografía de Pierre Menard

portada de la edición francesa Michel Lafon ha decidido coger el guante (uno de los tantos guantes que dejó arrojados Jorge Luis Borges) del cuento ?Pierre Menard, autor de El Quijote? y ha escrito su primera novela Una vida de Pierre Menard. Juan Pablo Bertazza ha hecho una reseña sobre la novela editada por Lumen. Dice la reseña:

Una vida de Pierre Menard (ganadora del prestigioso premio Valéry Larbaud), el libro que eligió a su autor, es además su primera novela. Fragmentario, extraño y adictivo, este libro se compone de una serie de encuentros personales y epistolares entre Menard y un alter ego del autor llamado Maurice Legrand, más varios apéndices que van desde un supuesto texto inédito del supuesto Menard escapado de su escueta bibliografía hasta una impagable descripción que Lafon pone en boca de Borges sobre el día en que conoció a uno de sus personajes más famosos. El Pierre Menard de Lafon es un hombre melómano y neurótico cuya pasión por la literatura le impide ejercerla: traductor, agente literario honorario, escritor siempre interruptus (casi nunca termina de escribir lo que empieza y cuando lo hace, decide no publicarlo), este hombre que, como no podía ser de otra forma, no tiene descendencia ni gravedad visible en el mundo literario, resulta sin embargo íntimo amigo y hasta fuente de inspiración de Gide, Valéry, Miguel de Unamuno y el mismo Borges a quien, según esta novela, conoce en el año 1919, en pleno fanatismo ultraísta. Una de las características que más llama la atención de este libro es la distancia que, paradójicamente, toma de la lectura caliente del relato de Borges: ?Leí el cuento centenares de veces. Es una obra mayor y aparentemente breve, lo que permite una relectura infinita, y le da, como a todas las ficciones de Borges, la dimensión de una enorme novela, de una historia interminable. Sin embargo, decidí no trabajar a partir del texto de Borges. No lo releí durante aquel período, no quise armar un vaivén que hubiera sido gratuito, estéril y, digamos, demasiado universitario, entre cuento y novela. Quiero decir, todos los momentos de la novela que parecen anunciar, prolongar, confirmar, aclarar, contradecir un momento del cuento nacieron por casualidad, al correr de la pluma y en función del humor del día, de lo que me ocurría, sin que yo tuviera nunca un proyecto consciente de ilustración o continuación. Esta actitud fue la clave de mi escritura?, confirma Lafon. En ese sentido, el trabajo de invención que propone este libro es admirable, especialmente en lo que hace a la aproximación psicológica y sutil en torno de la personalidad de una figura literaria a la que conocemos por los tres capítulos calcados ?pero superiores al original? de Quijote. El Menard de Lafon es, entonces, una especie de escritor fracasado que, paradójicamente, cuenta con una carga vital y trágica de literatura en su propio ser: como traductor impuso la corriente de la menardización (tal como bautizó a su método un eximio profesor de la Sorbona). Defensor a ultranza de una absoluta fidelidad al original, pretende que sus traducciones ?dejen ver en su transparencia los orígenes, que el texto primero aflore por partes, si no en su totalidad, bajo el texto segundo?. Otro de los rasgos de conducta exquisitos que se le atribuyen a Menard en esta novela es una novedosa y traumática angustia por los contemporáneos: ?La visión de un libro de otro autor se me hace insoportable. No puedo ver sin náuseas esas acumulaciones de obras que ocultan las mías ?las que yo habría podido escribir, las que no he escrito todavía, las que no escribiré nunca??. Una vida de Pierre Menard sorprende porque nos dice todo acerca de Menard ?incluso nos habla de su pertenencia a una logia masónica? sin regodearse en el momento en que, finalmente, se larga a escribir el Quijote (la escena que hubiera motivado a tantos a escritores a escribir este libro). Pero, a la vez, se trata de un alegato inteligente y poético acerca de la trascendencia ilimitada y divina de la literatura (en una de sus desafortunadas obras, Menard descubre que las aporías de Zenón no son más que reescritura de ciertos versos homéricos). Y, como si eso fuera poco, constituye además una vía novedosa para ingresar otra vez al mundo inagotable pero a veces agotador de Borges; una propuesta mucho más inteligente y reveladora que esos libros de entrevistas de todo tipo y tamaño que, desde un tiempo a esta parte, atiborran los estantes de las librerías.

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29 de noviembre de 2010
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Mapa sonoro de América Latina

Mapa sonoro En ?Papeles perdidos? aprovechan la FIL Guadalajara y entregarán un ?mapa sonoro de América Latina?, testimonios orales de diversos autores de América Latina (uno por país) sobre Cuento, Novela, Ensayo y Poesía. Por lo pronto, podemos leer los testimonios sobre el cuento:

Los encargados de empezar son el colombiano Antonio Ungar (Bogotá, 1974) autor de dos libros de cuentos y tres novelas, la última de las cuales, Tres ataúdes blancos, acaba de obtener el Premio Herralde, editado por Anagrama. La ecuatoriana Gabriela Alemán (1968) tiene tres libros de cuentos y dos novelas, la chilena Andrea Jeftanovic  (Santiago de Chile, 1970) ha escrito tres novelas (Escenario de Guerra es del año 2000 pero publicada ahora en España por la editorial Baladí) y varios libros de cuentos;  el guatemaltecoEduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971)  ha publicado nueve libros, sobre todo de cuentos, y este año obtuvo el Premio de Novela Corta José María de Pereda por La pirueta; y el paraguayo José Pérez Reyes (Asunción, 1972) ha publicado varios libros de cuentos. 

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29 de noviembre de 2010
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El frigorífico

El frigorífico es una invención de finales del siglo XIX, años en los que se desarrolló una importante industria en torno al frío. Frío pata crear barras de hielo destinadas directamente al consumo y frío generado en barcos frigoríficos que transportaban carne y productos lácteos de Nueva Zelanda, de Australia y Argentina a lo ancho del mundo.

Esta segunda aplicación industrial tardó en verse representada dentro del hogar pero la neta fabricación de hielo que se repartía en bicicleta, envuelto en arpilleras durante los veranos vino a ser una referencia estival superlativa. No sólo se celebraba la regularidad del paralepípedo casi transparente sino sus desconocidas propiedades,  sus expresiones muy pesadas y resbaladizas, su magia de cristal derivado del agua y su inédito sabor que aunque debiera ser insípido adquiría un carácter peculiar debido a su composición bajo cero.

Con trozos de hielo se hacían los polos de diferentes colores y gustos pero, aún desnudo, el hielo poseía prestigio y personalidad inmanentes puesto que su íntima potencia le permitía mantener al agua unida, esforzadamente sólida, apegada a sí y con tal poder de apelmazamiento que lo igualaba a la identidad, igualmente misteriosa, de los imanes. El hielo en barra era como un imán que mantenía fuertemente unida la desleída propensión del agua y era, contradictoriamente, un imán lábil también, tan delicado que apenas recibía un fogonazo de calor iba demedrándose hasta presentar una imagen depresiva de sumisión o de triste evanescencia.

 Todo hielo que goteaba daba cuenta de este proceso  que habiendo empezado no había alcanzado todavía el punto de su muerte líquida, una suerte de muerte del imponente drácula por la sola legada de la luz solar.  El calor pues a la vista la flaqueza estructural del hielo pero sin él, la barra de hielo fabricado brindaba un espectáculo excepcional que, en efecto, gracias a la asombrosa tecnología de finales del XIX, se unía  a la batería de prodigios que estaban cambiando, material y moralmente, a la sociedad occidental.

La nevera que tantas satisfacciones proporcionaba en los primeros veranos del siglo XX operaba sólo en cuanto armario del hielo. Toda la producción de hielo en casa que desarrolló después el frigorífico fue una transposición, a pequeña escala, de los artefactos navales que transportaban carne y  quesos en sus desplazamientos oceánicos.

La nevera llegó a casa como una miniatura del vientre de esos buques o, más concretamente, como un órgano que fuera injertado por el progreso en la interioridad de esos buques para aumentar el beneficio de las navieras.

La nevera fue, en efecto, un símbolo de tener dinero, un primer electrodoméstico de inequívoco valor estatuario nacido de la naviera. Abrir la nevera y recibir su vaharada de frescor daba la sensación de haber incorporado a  nuestro servicio doméstico un animal mecánico que con su aliento nos refrescaba a voluntad y en su almario acogía las diferentes provisiones de alimentación para protegerlas con su eficiente  barniz de frío.

 El calor, el fuego, fue desde el origen la fuente primordial de vida. ¿Cómo podría ser el frío, su contrario, el símbolo de lo yerto, una razón también de vida?

 

(Continuará)

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29 de noviembre de 2010
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Savater al fogón

En las palabras de presentación de su nuevo libro ‘La música de las letras', Fernando Savater proclama que "la delicia es leer, escribir constituye solo una tarea [...] de igual modo lo que hace disfrutar es el banquete, no cocinar". Tratándose de un indudable gourmet de las letras como él, hay que añadir sin embargo que el autor ha cocinado mucho en esta fructífera vida suya que ‘solo' cuenta con 63 años. Los paladares de cientos de miles de lectores fieles, entre los que me cuento, pueden dar fe de ello y estarle además agradecidos: los platos de la cocina filosófica y literaria ‘savateriana' son pura proteína, saben muy bien y dejan un regusto que nunca adormece.

     En la recopilación que ahora edita Sello Editorial encontramos de vez en cuando al formidable polemista, con algún dardo certeramente apuntado a las malas causas que se lo merecen. Pero lo que prima en estas casi 250 páginas de deliciosa lectura es la figura inquieta del ‘afrancesado' con tendencias anglófilas, la del inteligente y voraz lector y la del compañero, fiable, informado y emprendedor siempre en la exploración de los viajes al fin de los libros. Los mejores libros (Camus, Gide, Montaigne, Borges, Schopenhauer, Octavio Paz, Cioran) y los libros también ligeros, hípicos, de aventuras juveniles y hasta de cómic.

    Al final del texto que abre ‘La música de las letras', una semblanza de Jesús Aguirre (que fue como es sabido sacerdote antes que duque de Alba), Savater evoca su primera y ya muy percutiente obra, ‘Nihilismo y acción', editada generosamente por Aguirre, director entonces de Taurus. "No soy el padre, sino el hijo de ese librito", afirma Savater, sugiriendo que el fecundo autor de tantas y tan esenciales obras posteriores surge del aquel descarado joven rebelde que un día a principios de los años 1970 se presentó ante el cultísimo cura con su manuscrito. De ahí que mi lectura de ‘La música de las letras' haya seguido, de un modo impremeditado pero natural, el itinerario de una saga biográfica en la que el filósofo donostiarra nos va deparando, en lugar de príncipes de leyenda y ogros no-filantrópicos, la galería de unos héroes dotados de elocuencia, de saber, de ingenio y no pocos de ellos de una remarcable bravura moral.

     En su imaginaria ‘Carta a Albert Camus', Savater le dice al autor de ‘El extranjero' que nadie definió mejor que él el encanto personal: "una manera de oír que nos responden sí antes de haber planteado claramente ninguna pregunta". Confieso haber sido, desde que nos conocimos como estudiantes de Filosofía en las aulas de la Universidad Complutense, una víctima voluntaria de ese encanto savateriano, y mi "sí" se lo he ido dando a lo largo del tiempo de una manera constante. Un sí a su siempre sugestiva obra plural y un sí lleno de admiración a sus pronunciamientos éticos y políticos, que han sido, lógicamente, cambiantes, sin dejar de ser nunca pertinentes y muy valientes.

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29 de noviembre de 2010
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El burka como excusa

  

El burka como excusa es un libro de combate. Y la autora, Wassyla Tamzali, una prestigiosa feminista argelina, lo deja en claro desde el primer momento al calificar a esa prenda de "sudario",  "cárcel de tela". "instrumento de opresión" y "objeto de envilecimiento para hombres y mujeres". Dicho lo cual emprende una implacable labor de demolición, para empezar contra el uso de la denominación de burka, una palabra de origen pastún que ha sido adoptada en todo Europa porque resulta más fácil de pronunciar que otras acepciones quizás más extendidas, como niqab, khimâr o lithâm.  Wassyla Tamzali también declara no sentirse interesada por el origen de esa prenda y que le da lo mismo si fue una desgraciada ocurrencia de Ciro el Grande o de un rey de principios del siglo XX llamado Habibullah el Celoso, y que la adoptó para velar a las doscientas esposas de su harén. Lo que a ella de verdad le interesa es poner las cosas en claro y terminar en lo posible con algunos de los equívocos y mixtificaciones más dañinos y generalizados a lo largo de los debates sobre el burka: "Lo que está en juego aquí no son trozos de trapos, de colores, de formas y longitudes diversas sino visiones del mundo y proyectos de vida diametralmente opuestos".

Y de ahí su violenta reacción contra posturas nada comprometidas, y que encima parecen dictadas por un falso progresismo,  como las de quienes opinan que, al fin y al cabo, se trata de costumbres importadas por gentes "que no son como nosotros, y que si quieren esconder a sus mujeres ello no afecta a la paz social". Esas posturas, unidas a las irrenunciables pugnas hegemónicas entre los principales partidos políticos europeos han provocado situaciones injustas y peligrosas de cara al futuro. Si el tema de la emigración ha sido adoptado por la derecha y la extrema derecha como uno de sus caballos de batalla, la izquierda, automáticamente, se ha creído obligada a oponerse a cualquier medida propuesta por sus contrincantes, lo cual conduce  a situaciones harto paradójicas, pues actualmente, y ello es particularmente cierto en España, propugnar la prohibición de todo tipo de velo es reaccionario e intolerante, y por tanto de derechas. Al mismo tiempo, la demonización del burka suscita consecuencias curiosas, como es por ejemplo la dignificación indirecta del velo, pues en comparación con el "sudario" del burka cualquier otra prenda resulta progresista.

El problema de fondo es que los islamistas más radicales - y no deja de ser preocupante que Tarragona se haya convertido en una especie de cabeza de puente del salafismo más retrógado y beligerante - están utilizando los supuestos símbolos identitarios como armas de combate para imponer su ideología. En los países árabes, los regímenes más o menos militarizados surgidos del poscolonialismo están pactando con los movimientos islamistas radicales con tal de conservar el poder. Y, desde hace algún tiempo, lo mismo está ocurriendo en Europa, y el rechazo o la suavización de las leyes que pretendían prohibir el uso del burka en Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Dinamarca o España son una prueba de esa  contemporización que, según  Wassyla Tamzali, no hace sino reforzar a los radicales islámicos a cambio de nada.

De todas formas, y unque sólo fuera por una cuestión de simetría, junto con los debates sobre "la cárcel del burka", deberían entablarse en Europa  debates similares sobre la "cárcel del desnudo" a la que se ven condenadas las mujeres  "del mundo libre". Y así como no hay una sola película española sin su correspondiente escena de cama (qué pretenderán enseñar a estas alturas) basta acercarse a un  quiosco de prensa  para comprobar  que incluso los editores de libretas de crucigramas consideran que para vender es imprescindible poner en la portada mujeres jóvenes y ligeras de ropa.

 El burka como excusa

Wassyla Tamzali

Saga Editorial

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29 de noviembre de 2010
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El Boomeran(g)
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