Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

The Guardian: lo mejor del año

carátula inglesa de la novela Y empezaron a salir las listas de Lo Mejor del Año. Esta es de The Guardian. La lista es de Justine Jordan y la encabeza Freedom de Jonathan Frazen y One day de David Nichols. ¿El único autor castellano mencionado? Santiago Roncagliolo y la traducción de Abril rojo. Otros libros mencionados:

It was a great 12 months for the comic novel, with Howard Jacobson?s uproarious investigation of grief, friendship and British Jewishness, The Finkler Question(Bloomsbury, £18.99), a Man Booker winner that surprised and pleased in equal measure (?) Surely the year?s most pleasurable read and now a Costa contender, Skippy Dies by Paul Murray (Hamish Hamilton, £13.99), charted teenage highs and lows at an Irish boarding school: Patrick Ness called it ? a rare tragicomedy that?s both genuinely tragic and genuinely comedic?. Christopher Tayler applauded Ian McEwan?s ?elegant and surprising? response to global warming in Solar (Jonathan Cape, £13.99): ?instead of applying doom and gloom, he reaches for a lighter, more comic mode than usual?. Meanwhile, Alfred Hickling fell in love with Tiffany Murray?s Diamond Star Halo (Portobello, £12.99), a ?glam-rock Dodie Smith? extravaganza about coming of age in a rural recording studio in the 70s. Moving from Wales to San Francisco, later in the year he found Armistead Maupin back to his ?rapturous best? with Mary Ann in Autumn (Doubleday, £17.99), revisiting the Tales of the City cast 20 years on. Lloyd Jones followed his 2007 hit Mr Pip with a novel that Joanna Briscoe described as ?extraordinary?. Hand Me Down World (John Murray, £14.99), charting a woman?s quest for her child from Africa to Berlin and told through a series of unreliable testimonies, shows that ?Jones is becoming one of the most interesting, honest and thought-provoking novelists working today?. A mother?s journey also features in one of the most internationally acclaimed novels of the year, Israeli author David Grossman?s To the End of the Land (Jonathan Cape, £18.99).  For Michel Faber, it was a German novel that really stood out. Jenny Erpenbeck, he wrote, ?is one of the finest, most exciting authors alive?, and Visitation (Portobello, £10.99), the story of a grand house and its occupants in eastern Germany throughout the 20th century, ?allows us to feel we?ve known real individuals, experienced the slow unfolding of history, and bonded unconditionally with a place?. Blogger Sam Jordison, meanwhile, recommended Johanna Sinisalo?s Birdbrain (Peter Owen, £9.99), a Finnish wilderness thriller that takes its inspiration from Heart of Darkness: it promises ?a sense of lurking horror that will leave you troubled for weeks?. There were compelling debuts on our First Book Award shortlist, including Maile Chapman?s wintry tale of a Finnish sanatorium, Your Presence Is Requested at Suvanto (Jonathan Cape, £12.99), and Ned Beauman?s riotous Boxer, Beetle (Sceptre, £12.99). For our first novels columnist, Catherine Taylor, shortlistee Nadifa Mohamed?s Black Mamba Boy (HarperCollins, £12.99) created ?a compelling account of the refugee experience? out of the raw material of her father?s epic, unlikely journey from Somalia to postwar Hull. She also acclaimed Amy Sackville?s The Still Point (Portobello, £12.99), recent winner of the John Llewellyn Rhys prize, which contrasts an early polar expedition with the present day. ? Thriller columnist John O?Connell recommended Peter Temple?s Truth(Quercus, £7.99), a thwarted murder investigation set in Melbourne, as ?an unflinching examination of the way money buys power?, along with Stuart Neville?s Collusion (Harvill Secker, £12.99), a tale of dirty politics in post-ceasefire Belfast. For Steven Poole, Robert Littell?s The Stalin Epigram (Duckworth, £16.99), which follows turbulent poet Osip Mandelstam into the Lubyanka, was a ?masterclass? of paranoia. Maya Jaggi was impressed by Red April by Santiago Roncagliolo (Atlantic, £12.99), since named one of Granta?s Best Young Spanish-Language Novelists, which uses the serial-killer genre to lift the lid on Peru?s bloody recent history. Crime columnist Laura Wilson was an early fan of Belinda Bauer?s debut Blacklands (Corgi, £7.99), told from a child?s point of view, which went on to win the Crime Writers? Association Gold Dagger; she also recommended Zoë Ferraris?s City of Veils (Little, Brown, £11.99), a murder mystery set in Jeddah. Well-written horror novels are a rare breed: Eric Brown applauded Joe Hill?s Horns (Gollancz, £9.99), in which supernatural devilry and all-too-human evil mingle in smalltown America. Meanwhile, blogger Damien G Walter enjoyed the literary fantasy of the year, finding in China Miéville?s Kraken (Pan, £7.99), a tale of cops and apocalypse in an alternative London, ?a prodigious imagination letting rip?. Turning to short stories, Alex Clark called Yiyun Li?s second collection,Gold Boy, Emerald Girl (Fourth Estate, £16.99), which explores the changes in Chinese culture and society, ?hugely impressive?. Amy Bloom?s sharp eye was cast on American family life (Where the God of Love Hangs Out, Granta, £10.99), and Helen Simpson?s on the global betrayals of climate-change apathy and the personal privations of middle age (In-Flight Entertainment, Jonathan Cape, £14.99). Hermione Lee acclaimed Colm Tóibín?s collection The Empty Family (Viking, £17.99), stories of ?yearning, exile and regret? that range from 1970s Barcelona to troubled present-day Ireland. Finally, Steven Poole was entranced by Padgett Powell?s The Interrogative Mood (Profile, £9.99), a novel composed entirely of questions, from ??Are your emotions pure?? to ?Do you have any friends?? to ?Are you for or against canals, in principle?? ?Is this the most bloody-mindedly brilliant new work of fiction I have read this year?? he wondered. If Freedom seems too predictable a literary gift, why not take a chance on this?

Leer más
profile avatar
16 de diciembre de 2010
Blogs de autor

Lo normal es fracasar

No se puede pedir las peras de la paz a un olmo que siempre ha dado guerra. Ya se puede decir con todas las letras: Obama ha fracasado. Su agenda de paz para israelíes y palestinos, cuidadosamente calculada, ha saltado por los aires. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no ha sido capaz de aceptar la última y más generosa oferta estadounidense, que solo pretendía comprar tiempo para la negociación, apenas 90 días más de congelación de la construcción en las colonias, a cambio de una flota entera de bombarderos invisibles y garantías de apoyo en los organismos internacionales para evitar el reconocimiento del Estado palestino. Si esta derecha extrema israelí rechaza los regalos de su aliado y amigo norteamericano, porque no puede ceder ni siquiera unos meses en su impulso expansivo sobre territorio palestino, podemos imaginar fácilmente cuál será su actitud ante las cuestiones sustanciales.

Durante 22 meses los negociadores norteamericanos habían preparado las negociaciones directas que debían conducir a la paz y a la creación del Estado palestino. Obama nombró a George Mitchell, un auténtico experto en negociaciones difíciles, como enviado especial para sentar a los israelíes y a los palestinos frente a frente. Preparó primero el terreno ante la opinión árabe y musulmana. Activó la idea, también impulsada por Bush, de los dos Estados viviendo en paz y seguridad uno al lado del otro y obligó a adoptarla a Netanyahu. Puso en marcha las negociaciones indirectas o de proximidad en preparación de las definitivas. Finalmente, exigió, y éste es el punto donde se ha producido la avería, que Israel congelara toda construcción en las colonias en territorio palestino, cosa que Netanyahu aceptó durante diez meses, con la salvedad de Jerusalén Este y de ciertas construcciones ya en marcha, donde no hubo forma de conseguir congelación alguna. Que Obama haya fracasado no significa que haya fracasado para siempre. Pero sí que deberá rehacer ahora todos sus planes. Hillary Clinton ha levantado acta en un solemne discurso pronunciado este pasado viernes en Washington, donde ha expresado su ?profunda frustración?. El discurso se decanta suavemente, obligada por la intransigencia israelí, hacia el lado palestino. Reitera el rechazo de Washington a la construcción ilegal sobre territorio palestino, posición ?que no ha cambiado y no cambiará?. Y rechaza una Palestina meramente económica, sin Estado soberano, que es exactamente adonde quisiera llegar Netanyahu. La mayor de las paradojas es la velocidad con que la Autoridad Palestina está avanzando en la dirección de crear el Estado palestino, algo que el primer ministro Salam Fayad quiere conseguir en agosto de 2011. El incremento de la seguridad, el funcionamiento de los servicios a la población y el crecimiento económico han conducido al Banco Mundial a señalar que la Autoridad está ?bien posicionada para el establecimiento del Estado en un próximo futuro?. Mientras Palestina avanza, Israel retrocede y se aísla. Uruguay, Argentina y Brasil acaban de reconocer el Estado palestino. Un grupo de 26 ex primeros ministros y altos cargos europeos de primerísimo nivel, entre los que se encuentran Helmut Schmidt, Felipe González y Javier Solana, ha pedido a la Unión Europea que posponga toda mejora en las relaciones con Israel en tanto no se produzca la congelación en la construcción de los asentamientos. El enviado especial Mitchell intenta esta semana reavivar una nueva tanda de negociaciones indirectas. Por más que se esfuerce, es evidente que la agenda ha quedado vacía. Para Netanyahu se trata de seguir impávido a ser posible hasta la campaña presidencial norteamericana de 2012. Para los palestinos es el momento de buscar el reconocimiento de su Estado en Naciones Unidas, ya que no ha sido posible en la mesa de negociación. Obama tendrá toda la presión encima para cortarles el paso, utilizando si hace falta el veto en el Consejo de Seguridad. Pero los palestinos presionarán con un último cartucho: disolver la Autoridad Palestina y exigir a Israel que se haga responsable de Gaza y Cisjordania. Será el momento que el ministro de Defensa, Ehud Barak, ha definido con un dilema: si no hay dos Estados, entonces habrá uno solo, israelí pero con apartheid. Nadie en Israel, ni los demócratas, puede imaginar un Estado binacional en el que todos los ciudadanos, israelíes y palestinos, sean iguales y los partidos árabes terminen siendo los mayoritarios por puras razones demográficas. La derecha israelí está feliz con el fracaso de Obama, pero los israelíes necesitan el Estado palestino para asegurar el futuro del suyo.

Leer más
profile avatar
16 de diciembre de 2010
Blogs de autor

El colapso de la social democracia (I): el imperio de lo que cabe hacer

Cuando  se consumó el anunciado desmoronamiento de la Unión Soviética,  la reacción general fue a la vez de  estupor (¿quién podría suponer que un formidable imperio cuyo  ejército  había vencido al nazismo, se rendiría sin disparar prácticamente un sólo tiro?) y de aprobación, ya fuera por lo que  precipitación de los acontecimientos tenía de espectáculo gratuito, ya fuera por la propaganda imparable que predecía una   universal era de libertad.

 Sin duda en el bloque soviético, la permanente amenaza que suponía la guerra fría, la renuncia a la universalización del sistema socialista, el nihilismo respecto a las propias posibilidades de competir (en coexistencia pacífica) con un sistema  cuya esencia es la competencia, habían tenido como resultado la canalización de las energías hacia el control paranoico de la población. Interna y externamente fue inevitable que el proyecto comunista quedara identificado al de un sistema policíaco e inoperante, o incluso policíaco por inoperante. Sin embargo, mientras  se derrumbaba el muro de Berlín, una persona en mi entorno se atrevió a avanzar esta inquietante frase: "Quizás todo esto sea efectivamente bueno para los trabajadores de Moscú o de Berlín Este, está por ver si lo será para los  trabajadores de Lyon o de Hamburgo. Pues bien,  lo que entonces estaba por ver se ha ido viendo poco a poco, y pasados ya veinte años el asunto está sentenciado: para los trabajadores de Lyon de Hamburgo, o de Barcelona... el desmoronamiento de la Unión Soviética ha sido simplemente una catástrofe.

Pues sin contrapunto en un bloque socialista, sin el  polo dialéctico que dificultaba la libre realización de sus tendencias, el sistema de mercado se ha convertido en un angosto camino en el que mientras das pruebas de vigor serás tolerado, pero si desfalleces, serás aparcado en los arcenes. El taxista que trabajaba 35 horas trabaja hoy sin rechistar 50, y el empleado parisino autorizado por ley  a una formación complementaria en actividades no necesariamente vinculadas a su profesión, y que podían eventualmente responder a exigencias cognoscitivas o creativas,  sólo puede hoy responder con un sarcasmo al que  le evoque  reivindicaciones de ese tipo.

Entre tanto, sectores de la población que en Lyon votaban al Partido Comunista hoy votan a políticos filo-lepenistas,  y aquellos obreros de Flandes que mantenían alianza de intereses con los de Walonia y se manifestaban en función de los mismos, hoy pueblan  las filas del partido ultra-nacionalista ganador de las elecciones y proclaman que los males de su país se deben fundamentalmente a la unión con los poco competitivos (y en consecuencia, para ellos poco recomendables) walones.

 Todo esto obviamente no ha ocurrido por azar. Y desde luego no se trata de una historia de malos y buenos. Se trata más bien del Mal, sustantivo y casi sujeto, cuando mínimo substrato, y que se  recrea en múltiples epifanías. Ese  mal por el que la energía  antes   encaminada a la protesta es  hoy sofocada, o-lo que es peor- derivada hacia el resentimiento.

Estoy en efecto diciendo que la situación actual no tiene otra perspectiva que la acentuación del  enajenamiento de capas mayoritarias de la población, la progresiva usura de sus derechos y la canalización de su inevitable desazón hacia el desprecio del considerado en situación de mayor debilidad. Se trata en suma de que no es viable que el sistema de mercado se auto-regule a través de leyes con contenido social; no es viable que se eviten las situaciones extremas (como lo que suponían esos cuatrocientos veinte euros cuya supresión el mando exigió al gobierno español); no es viable, en suma, el proyecto de la socialdemocracia.

La socialdemocracia funcionaba en Suecia, en la Alemania  de Schmidt, y hasta parcialmente en los Estados Unidos de Johnson, en razón de que  la ley pura del mercado era imposible: su aceptación hubiera generado un tremendo movimiento de resistencia, inmediatamente utilizado por el bloque socialista. Se daba así la circunstancia de que "el estado era a la vez el protector y el regulador de la economía y de los mercados, de suerte que la distribución de los ingresos no se hiciera siempre en detrimento de las capas más desfavorecidas de la población"; se daba entonces, en suma, esa intervención  en  la economía capitalista no siempre conforme a la lógica del capitalismo mismo que constituye la esencia de la socialdemocracia.

La cita que precede es de G. Corm, ex-ministro de finanzas del Líbano y defensor de un grado de intervencionismo, para el cual simplemente no se dan las condiciones sociales de posibilidad. Pues una política efectivamente socialdemócrata no es cuestión que decidan libremente  unos cuantos más o menos poderosos. Es algo que constituye para el sistema capitalista un mal menor,  sólo  viable cuando hay riesgo de mal absoluto, cuando  el sistema de mercado tiene poderosísimo contrapunto, susceptible de provocar  su derrota. 

En el mismo artículo, publicado en varios países, el citado  G. Corm,  se pregunta: " ¿No sería hora, pues de abandonar discusiones estériles sobre el diálogo de  religiones y civilizaciones ...?¿No sería hora de abordar de forma inteligente y matizada los problemas reales de millones de parados...de campesinos desarraigados... de inmigrantes pobres a los que se ha tentado con el paraíso y que mueren en la travesía del Mediterráneo"

Ingenua interrogación, desde luego, en quien evoca a Hegel, y a otros grandes de la tradición ilustrada, Marx incluido. Viene a pedirle al señor Zapatero, es un ejemplo, que  se deje de monsergas sobre la convergencia de civilizaciones y aplique el programa de intervencionismo socialdemócrata con el que se presentó a las elecciones. Pues bien:

Si el señor Zapatero abandonara sus sermones biempensantes (cosa efectivamente hoy poco relevante, ante la brutalidad de los hechos, los cuales determinan su política efectiva) sería para consagrarse  con mayor atención a obedecer, es decir, a aplicar la sentencia evangélica (aquí varias veces evocada) según la cual "al que tiene le será dado y al que no tiene le será arrancado". Obediencia que le granjeará sin duda la crítica de los parados (de larga o corta  duración), pero los elogios del señor Sarkozy, quien recientemente lo puso (a la par que a la señora Merkel), como ejemplo de político responsable, es decir, "sea de izquierdas o derechas", político que, sabiendo lo que cabe hacer, no se le ocurre hacer lo que no cabe.

 El imperio de lo que cabe hacer,  rapiña  del débil, es sin embargo vigoroso fertilizante  para la simiente del mercado: "han de morir los niños y... ha de crecer la hierba".

Leer más
profile avatar
16 de diciembre de 2010
Blogs de autor

Mecenas

 

Cuando estudiaba en la regia e imperial universidad de Olmütz, decidí que escribiría mi autobiografía –llegado el momento, que imaginaba muy lejano–, con un estilo semejante al de Marco Aurelio, el emperador romano que murió en Viena. Yo tenía dieciséis años y rebosaba heroicos pensamientos. También disparates. Con todo, poseía cierto sentido de la proporción y enseguida vi que donde Marco Aurelio ponía: “De mi abuelo Vero, la bondad…”, yo tendría que poner: “De mi abuelo materno, el conde Karl Zichy de Zich, ministro austrohúngaro de la Guerra y el Interior, caballero magiar…” Imposible, me decía, el corsé marcoaureliano no es de mi talla.

Años más tarde, recordé aquellas preocupaciones y dudas de plumífero adolescente. Y me indigné. Tenía veintidós años y aún no había hecho ninguna heroicidad merecedora de fama. En mi diario sólo tenía apuntados algunos duelos sensacionales y un ramillete de aventuras galantes. No aguardé un instante más. Esa noche salí de Berlín y dejé atrás mi juventud. El sol del día siguiente me vio galopar hacia mi destino en la guerra de España. Y un año después, a la vista de Madrid, que íbamos a conquistar y luego ni siquiera nos aproximamos, anoté en mi diario de campaña: “La gloria es la decepción más embriagadora de todas las vanidades humanas”. Me gustaba la frase, era equívoca y vistosa. Pero lo que yo tenía decidido desde que asistí al impresionante entierro de Beethoven en Viena, era cultivar un músico famoso, como mi abuelo, que crió a Beethoven en nuestro castillo hasta que un día se le escapó.

Mi bisabuelo fue gobernador de las provincias costeras del imperio austrohúngaro. Hizo construir el puerto franco de Trieste y reunió en un gran emporio comercial, con franquicias aduaneras, el puerto y todos sus contornos. Luego, en nombre de la emperatriz Maria Theresia, promulgó un Edicto de Tolerancia que daba libertad de culto, negociación y posesión de bienes. Entonces, acudieron a la nueva Trieste gentes de todas partes del imperio y aún de fuera de él: italianos, serbios, croatas, prusianos, eslovenos, moravos, hebreos y griegos. Y se formó la gran ciudad cosmopolita y portuaria de Trieste que arrebató a Venecia, para siempre jamás, la supremacía comercial en el mar Adriático. Nosotros somos antivenecianos: ¿se conoció algún mecenas veneciano? Claro que no. Esa gente ramplona no puede comprender la delicadeza de esta ciencia.

Mi tío abuelo Moritz, que había estudiado con Mozart y era un virtuoso pianista, hizo traer en barco, desde Londres al nuevo puerto franco de Trieste, un magnífico pianoforte fabricado por John Broadwood.  Luego ordenó que lo transportaran en carro de caballos hasta Viena. Además, dispuso una escolta para el valioso instrumento y lo protegió de los asaltadores de caminos y aduaneros. De ese modo, puso en manos de Beethoven aquel pianoforte, que era el único de su clase en toda Austria, y que ahora ha vuelto a mi propiedad.

Beethoven llegó en diciembre de 1792 a nuestro palacio de Viena. Nos lo presentó Haydn, que era visitante asiduo y daba clases a mi abuela. En aquella época, Beethoven tenía veintidós años, era bajete, feo, renegrido y malencarado, y demostró enseguida que era el mejor improvisador al piano que jamás se vio en Viena, incluído Mozart.

Mi abuelo lo introdujo en las casas de la nobleza y le animó a escribir música. Porque Beethoven recibía clases de contrapunto de Haydn y otros maestros, pero aún no había compuesto nada. Todos decían que, si aquellas improvisaciones pasaran al papel, el resultado sería grandioso. En nuestro palacio de Viena, escribió y estrenó sus primeros tríos y otras muchas obras. Al principio, vivía en el ático, luego tuvo su apartamento en la planta baja y, al final, vivía como huésped distinguido en la planta noble, con el resto de la familia. Mi abuelo le señaló además una pensión de seiscientos florines para que no tuviera preocupaciones dinerarias y se dedicara a su arte. 

Beethoven también solía pasar temporadas en nuestro castillo de Grätz, donde se portaba como un oso. Vagaba a grandes zancadas por el parque durante horas. Siempre iba sin sombrero; ya podía llover, tronar o granizar. Asustaba a la servidumbre con sus brusquedades, entonaba melodías a grandes voces y marcaba el compás a patadas y manotazos. A veces, se encerraba en su habitación durante días, sin decir una palabra ni relacionarse con nadie. Sólo se oía su conversación obstinada con el piano.

Un día de septiembre de 1806, fueron invitados a cenar en el castillo unos oficiales franceses. Beethoven había sido admirador entusiasta de Napoleón y le dedicó varias obras. Pero, el día que Napoleón se autocoronó emperador, en mayo de 1804, Beethoven pasó a detestarlo como si fuera su enemigo personal. Esa temporada andaba especialmente malhumorado a causa del fracaso de su ópera Leonora. La crítica fue mala, los entendidos calificaban la música de ineficaz y reiterativa. Y algunos se atrevieron a sugerir a mi abuelo que obligara a Beethoven a efectuar unos cambios eliminando la pesadez del primer acto. Así que tuvo que quitar un aria con coro, un dueto cómico y un trío cómico. Se ve que Leonora les parecía poco seria. Encima, la soprano Anna Milder se negó a cantar el adagio de la gran aria. Durante la velada con los franceses, mi abuelo le ordenó que tocara el piano. Beethoven se negó y mi abuelo se puso furioso. Estalló una terrible tormenta, los relámpagos rasgaban el cielo ceñudo. Beethoven agarró sus partituras y salió del castillo, hecho una fiera en medio de la tempestad. 

Bajo una gran tromba de agua y todos los relámpagos de Silesia, con su mazo de partituras bajo el brazo y corriendo como un bandolero, llegó a Troppau y tomó la diligencia para Viena. La gran ópera que estaba componiendo en memoria de la bella Kunigunde, la reina de Bohemia, quedó destrozada por el agua. Una pena. “Al menos me dedicó la Quinta” decía mi abuelo.

También la bella Kunigunde residió en nuestro castillo de Grätz hace algunos siglos. ¿Acaso han tenido los venecianos jamás algo parecido? Ella era viuda del rey Ottokar II de Bohemia, muerto en la batalla, y se casó con Zawisch, el enemigo de su difunto. Zawisch era un cabecilla de la dinastía de los witigonios, que poseían Bohemia Meridional y se resistían al señorío del rey Ottokar II. Al casarse con la bella Kunigunde, Zawish se convirtió también en padrastro y preceptor del recién coronado rey Wenzel II de Bohemia. Cuando se hizo mayor, Wenzell II acusó a Zawish de ambicionar para sí la corona y le hizo cortar la cabeza ante la muralla de Hluboka. La historia era magnífica para una ópera. Y aunque Beethoven andaba entonces inseguro y desanimado por la mala recepción de su Leonora, habría compuesto una gran obra, pero a Kunigunde se la llevó el agua. 

La relación de mi abuelo con Mozart era distinta. Tenían la misma edad y lo que de verdad compartían sus almas era la pasión por el juego. El viaje que hicieron juntos, de abril a junio de 1789, desde Viena hasta Berlín, con estancias y conciertos en Praga, Dresden, Leipzig y Postdam, fue a causa de haberse hecho creer el uno al otro que tendrían una buena racha. Pero no la tuvieron. Además, los conciertos de Dresden y Leipzig, dados con el objetivo de que Mozart consiguiera dinero fresco para poder seguir jugando, fueron un fracaso taquillero porque se montaron sin previo aviso. La presentación al rey de Prusia, Federico Guillermo II, tampoco fue provechosa para Mozart porque apenas le encargó un par de cuartetos. Lo que sí sucedió fue que Mozart jugó con mi abuelo y perdió. Al cabo del viaje pagó una buena parte, pero aún le dejó a deber más de mil cuatrocientos florines. Y cuando se murió Mozart, mi abuelo se quedó con su ajuar.

Yo, en cambio, algo he aprendido de la delicada ciencia del mecenazgo y a Liszt nunca le he dicho que cambie una semicorchea. Y le he regalado el pianoforte Broadwood y la máscara mortuoria de Beethoven. Y respecto al dinero, hemos decidido que no eche a perder nuestra amistad, y es Liszt quien me paga el sastre y las chucherías.

 


Leer más
profile avatar
16 de diciembre de 2010
Blogs de autor

El síndrome de la cucarachita Martina

El dinero vino en un sobre blanco, traído hasta la puerta por una agencia -alternativa e ilegal- de distribución de remesas. Lo acompañaba una carta del tío que se fue hace treinta años hacia New Jersey y nunca más volvió. “Úsenlo para celebrar la Navidad”, decía con su letra estilizada y concluía la nota con un breve “bye“. La señora cerró la puerta aún sin creer que el pariente emigrado les hubiera mandado aquellos 50 salvadores dólares por fin de año. Llamó a gritos al hijo y a la nuera, mientras la gran pregunta comenzaba a cobrar forma en su mente: “¿Qué me compraré?” Primero pensaron en reparar el techo que se filtra con cada aguacero, pero al quitarle el 20 % de impuesto del USD en Cuba, no quedó suficiente para los materiales. Otra posibilidad era invertir en sacar la licencia de una cafetería para vender jugos en el portal de la casa. El hijo de la señora la convenció rápidamente de que no, pues las ganancias de tal labor por cuenta propia demorarían en llegar y ellos estaban urgidos de dinero cuanto antes. Le recordó que su esposa pariría en tres semanas y que la prioridad eran los pañales desechables para el bebé. Sin embargo, la dueña de la casa se negó a convertir todo en Pampers, pudiendo con el pequeño capital reparar el motor de la lavadora, roto desde hace años. “Además, yo necesito un par de zapatos, porque me da pena seguir yendo al trabajo así”, sentenció la ya malhumorada mujer. El tío -en la distancia- era ajeno a la agitación que su remesa estaba causando. Estuvieron el resto de la semana discutiendo qué hacer con los 40 pesos convertibles que les dieron como cambio en el banco. La querella tomó por momentos tintes agresivos, cuando la hija que no vivía en la casa se apareció para reclamar la parte que le tocaba a ella. Ninguno se planteó en serio cumplir con lo que el familiar exiliado había deseado: que adquirieran unos turrones, una botella de sidra y un pedazo de cerdo para Noche Buena. Al amanecer de un sábado de diciembre, la taza de baño apareció tupida. Buscaron un plomero que cobró 38 CUC por repararla y cambiar un trozo de tubería. La propia vida había establecido así sus prioridades de gastos. La mujer se sentó entonces en el sillón de la sala y volvió a preguntarse qué se compraría, ahora, con los 2 CUC restantes.

Leer más
profile avatar
15 de diciembre de 2010
Blogs de autor

¿Qué le pasa a José María Aznar?

Es muy difícil que quien ha tenido todo el poder pueda acostumbrarse a no tener ninguno. Y sin embargo, es la regla de la alternancia en democracia. Sirve para los gobiernos, del nivel que sea, y para los partidos. Dejar el poder en paz con uno mismo y con el mundo es más difícil que alcanzarlo. Y más difícil todavía es mantenerse luego en una distancia discreta y prudente de quienes tienen la obligación de ejercerlo o de aspirar a hacerlo. Los países de larga tradición democrática suelen codificar los comportamientos de quienes han ocupado el poder y no volverán a ocuparlo nunca más. No sucede lo mismo con las democracias todavía jóvenes donde a veces nos topamos con que quienes han dejado el poder nos dan lamentables espectáculos de una gran incomodidad incluso con sus propios conmilitones. El artículo que José María Aznar acaba de publicar en The Wall Street Journal, y que Abc ha traducido al castellano, es la muestra redonda de un ex presidente que no ha sabido apartarse del camino ni acomodarse al nuevo papel que le ha asignado la vida. Ni respecto a su partido, ni respecto al Gobierno de España y a su presidente que, quiera o no, es su Gobierno y su presidente. Haría bien Aznar en seguir el ejemplo de su amigo George W. Bush, modelo de discreción, generosidad y elegancia, tanto en relación al presidente Obama como respecto a su partido y sus candidatos.

No le falta razón a Aznar en el diagnóstico sobre la situación de España, que es lo que ocupa el primer tercio del artículo y se resume en su interrogación: ?¿cómo es posible que en sólo unos años mi país haya pasado de ser el ?milagro económico? de Europa a convertirse en su ?problema económico???. Pero no tiene ninguna duda luego cuando se inventa el momento en que todo se echó a perder, que fue la llegada de Zapatero a La Moncloa. Como si él no tuviera nada que ver ni con un modelo de crecimiento económico muy anterior a 2004 ni con la deriva política cainita que se instaló en la política española con su mayoría absoluta. Como si todo empezara a rodar mal desde el momento en que su mano provindecial soltó el timón. Es llanamente mentira que esta fecha de 2004 significara el abandono del ?proceso modernizador que la sociedad inició hace más de 30 años?. Es una trola inventada para lectores anglosajones que Zapatero ?rechazó el acuerdo plasmado en la Constitución de 1978 y rompió la estructura del Estado?. Cuando escribe que ?diferentes regiones del país se enfrentaron unas a otras?, debiera reivindicar su esfuerzos personales y de partido para atizar el enfrentamiento, incluso cuando estaba en La Moncloa, organizando una guerra por el agua entre los territorios turísticos donde se estaba construyendo innecesariamente y a mansalva y los territorios que la necesitan para la agricultura y las zonas urbanas ya existentes. Sin contar luego con el boicot del cava o la recogida de firmas para realizar un referéndum ilegal contra el estatuto catalán. Tiene gracia que Aznar critique ?las intervenciones arbitrarias del Gobierno en la vida empresarial, con un desprecio flagrante por las reglas de juego, incluso las europeas?. Sus privatizaciones de empresas públicas sirvieron para crear una estructura empresarial partidista al servicio del partido del Gobierno. Su intervencionismo en las guerras televisivas y del fútbol, con trasgresión de legislación europea incluida, ha sido uno de los episodios más vergonzosos de interferencia gubernamental en el libre mercado, en abierta contradicción con las supuestas ideas liberales que predica. Pocos gobernantes han hecho más que José María Aznar por dividir primero a los españoles y luego a los europeos. Recordemos su carta de apoyo a Bush y contra la vieja Europa, identificada con Francia y Alemania, en vísperas de la guerra de Irak (publicada, como este artículo, en el mismo diario conservador, propiedad de Murdoch). Recordemos su utilización del antiterrorismo como arma antinacionalista. Sin Aznar no hubiéramos tenido Carod. Sin la arrogancia del PP en su mayoría absoluta no habría habido tripartito ni Pacto del Tinell. Sin aquellos lodos aznáricos no hubiera habido esos polvos que Aznar critica. Aznar alcanza las cimas del ridículo cuando hace observaciones sobre la pérdida de peso y de relevancia de España en el mundo. Pase que eche sobre Zapatero incluso las culpas de las políticas que hicieron los gobiernos del PP. Pero que le endose los cambios producidos por el desplazamiento de poder en el mundo va más allá de los pecados, que no son pocos, de Zapatero. Aznar tiene una memoria selectiva y frágil. Su sionismo conservador y antiárabe, sobrevenido al dejar la presidencia, le ha hecho olvidar los besos y abrazos con Arafat y las promesas arrancadas a Bush de que resolvería el tema palestino. Como su defensa de la España unitaria pretende eclipsar sus concesiones fiscales a Cataluña y el País Vasco, su catalán hablado en la intimidad o sus palabras de reconocimiento del ?movimiento de liberación nacional vasco?. Tampoco se acuerda de sus políticas de suelo y vivienda, que, junto a los bajos tipos de interés, fueron el auténtico origen de la burbuja inmobiliaria y de la crisis. Ningún recuerdo tiene, naturalmente, de sus numerosas contribuciones al déficit público, algunas mediante ingeniosas fórmulas de peajes en la sombra para obras públicas, que sirvieron para cumplir los criterios de Maastricht y entrar en el euro, pero han diferido el efecto deficitario sobre nuestro presente. En algo vuelve a acertar Aznar en el último tercio de su artículo. Hay un amplio acuerdo sobre algunas de las recetas que hay que aplicar. Y de hecho, buena parte de las cosas que predica ya las está haciendo, aunque sea a regañadientes, el actual Gobierno, que Aznar tanto detesta. Pero hay dos cosas que no hace, ni sabe ni puede hacer el ex presidente: mirar primero cómo tiene su propio patio, las comunidades autónomas y las grandes ciudades endeudadas y cargadas de funcionarios donde manda el PP, y reconocer luego lo que ya se está haciendo en la buena dirección por parte de todos. No hemos entrado todavía en el meollo del problema. ¿Qué ha pasado con Aznar? ¿Por qué hace esas cosas tan extrañas en políticos responsables y adultos? ¿Qué le conduce a atacar sin piedad alguna a su propio país desde las páginas de un periódico extranjero? Algunos creen que no puede resistirse a los diablos que tiene dentro y que le impelen a situarse en primer plano y robarle el protagonismo a Rajoy hasta hacerse imprescindible para su partido, pensando incluso en su regreso. Pero es posible que su actitud no sea fruto de una extrategia, sino de una situación personal más espontánea. Aznar es consejero de News Corporation, el holding periodístico de Rupert Murdoch, y es constantemente solicitado y jaleado como uno de los líderes ultraconservadores más activos y radicales del mundo. Tiene un público fanático en las derechas norteamericana e israelí. Cada vez que mira al tendido y escucha los olés que levantan sus tomas de posición extremistas, hace un paso más a la derecha, aun a costa de desmentir sus anteriores políticas e ideas. Contempla, además, el mal ejemplo del Tea Party, el movimiento ultraconservador que actúa como tracción del republicanismo en Estados Unidos: a él le gustaría hacer un papel similar respecto al PP. Hay dos cosas habría que pedir a los ex presidentes: que fueran humildes, discretos y generosos. En el caso de Aznar, como ya he dicho, bastaría con que tomara ejemplo de su amigo George. Pero, además, al ex presidente español habría que pedirle, sobre todo desde sus filas, primero que no obstaculice el regreso de su partido al Gobierno, y segundo, que no le impida a Rajoy pactar con los nacionalistas vascos y catalanes a los que casi con seguridad necesitará en el futuro.

Leer más
profile avatar
15 de diciembre de 2010
Blogs de autor

Enrique Morente

En este día tan triste porque debemos despedirnos de un gran Maestro, os dejo una de las últimas entrevistas con él, publicada en la revista Mercurio en septiembre de 2010.

ENTREVISTA CON ENRIQUE MORENTE

"Me interesa insistir en la fuerza del silencio...el silencio de los intervalos; pan... pan... pan..."

FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO

Enrique Morente es un artista completo, un representante ejemplar de la cultura contemporánea. Nacido en la cuesta granadina de la Calderería, por donde se asciende a lo más alto del barrio del Albaicín, Morente es la voz más alta y profunda del flamenco, la voz que ha sabido combinar lo más genuino de esta tierra con los ritmos y los sones más universales. 
Le comento al comienzo de esta charla la afirmación de Nietzsche en El caminante y su sombra sobre los grandes creadores, que se imponen los modelos de los creadores anteriores e intentan vencerlos con gracia, de modo que se note al mismo tiempo la sujeción y la victoria.

Me dice que está de acuerdo con la afirmación de ese filósofo y que lo que usted intenta es interpretar bien todos los cantes, los que se consideran básicos y todos los demás:
Claro, a mí lo que me interesa es cantar bien la caña, por ejemplo, lo que no puedo dejar de hacer es introducir cosas mías, elementos personales, y para algunos “ahí está lo malo”. Antes de llegar tú al ensayo, estábamos haciendo la caña con cuatro guitarras, interpretándola a nuestro modo, sin olvidar a los grandes maestros. Uno de los que cuadraba la caña muy bien era El Gallina pero no podemos limitarnos a reproducir lo que él hacía. Tenemos que intentar incorporar creaciones nuevas.

Estamos por tanto en la polémica sobre lo clásico y lo innovador, que ya comentábamos hace unos treinta años.
Estamos exactamente en ese lugar, y se puede entender muy bien esa polémica recordando una frase que se decía en Granada y que repetía mi madre: “Al revés de la gente es mi marío”. En esa diferencia está muchas veces la raíz del cante. En mi caso concreto algunas veces sigo los estilos clásicos y en otras ocasiones marco más esa diferencia. Todo depende del momento y de las circunstancias.

En este año en el que celebramos, entre otros homenajes, el de Miguel Hernández, usted logró ser el primero en incorporar su lírica al repertorio del flamenco.
Vosotros fuisteis un poco los responsables de eso: Andrés Raya, Ortiz Nuevo y tú precisamente. Me acuerdo que en la cervecería Alemana de Madrid me enseñasteis un libro de poesía de Miguel Hernández y en seguida me di cuenta de que esos textos podían cantarse por flamenco.

En aquellos momentos constituía un acto de compromiso político cantar textos como los de las Nanas de la cebolla.
Ahora he retomado las Nanas de la cebolla. Hace ya tres o cuatro meses que las grabé. Todavía no ha salido el disco, pero me parece que de todo aquello que entonces elegí de Miguel Hernández era lo que más me apetecía volver a grabar. Con algunas variaciones, son las mismas que grabé entonces. En aquella ocasión me acompañaba a la guitarra Perico del Lunar y ahora Rafael Riqueni. Con éste y con otros grandes guitarristas, cantaores, bailaores, magníficos artistas todos, estamos realizando varios conciertos, como los de Madrid, los de Buitrago de Lozoya…

Yo creo que no existe una separación tajante entre la copla flamenca y la lírica popular. Por ejemplo, entre las muchas coplas que tú interpretas aparecen ya algunas populares recogidas por Demófilo o por Rodríguez Marín, como ésta: “Deseada una cosa / parece un mundo / luego que se consigue / tan sólo es humo”.
Entre la lírica popular y la copla flamenca suele haber pequeñas diferencias y matices. Existen letras populares que han interpretado siempre todos los cantaores, los de antes y los de ahora. A mí siempre me emocionan las letras populares. No las distingo yo mucho de las flamencas. Tienen el mismo sabor y la misma construcción. Pero bueno, cada una tiene sus matices aunque están muy mezcladas. 
En cuanto a la letrilla de “Deseando una cosa / parece un mundo…” es tan preciosa, tan pequeña, y dice una verdad tan inmediata que es curioso que a alguien se le ocurriera escribir una cosa así, ¿no? Una letra que no está en la SGAE. ¡Es algo tan sencillo, tan poco pretencioso y que dice tanta verdad! Es lo que sucede cuando te cansas de ser lo que ya eres.

Me parece muy acertado lo que dice. Es lo que comentaba Platón del amor como “la expresión del deseo de aquello que nos falta”. En cuanto a la intensidad de esas letras breves, en la célebre conferencia de García Lorca en el Concurso de Granada de 1922 afirmaba que “hay coplas en que el temblor lírico llega a un punto donde no pueden llegar sino contadísimos poetas” y pone como ejemplo la de “Cerco tiene la luna / mi amor ha muerto…”, que había recogido ya Rodríguez Marin.
Es una letra de una gran belleza. Es una imagen que presenta unos sentimientos extraordinarios. Esa letra ya la cantaba Pepe Marchena. Seguramente en esa época sería un crío. Pero esas letras que cantaban Marchena y otros artistas alguien las ha escrito, no han venido del cielo. Ese es el enigma, el milagro… y la estima que hay que tenerles a los recolectores de letras… a Rodríguez Marín y a los demás.

Esta es una cuestión en la que parecía no estar muy acertado Demófilo, que creía que la anonimia era el fundamento de lo popular cuando existen otros factores, como la difusión oral, la propagación colectiva, la introducción de variantes…
Claro, la cuestión de que sean conocidos o nos los autores de esas letras no quiere decir que no sean populares. A mí me habría encantado que cantaran letras que yo hubiera compuesto.

Es lo que opinaban también Manuel Machado y otros autores.
A mí el matiz ese de hacer diferenciación, de intentar averiguar si estas letras son o no de ciertos autores, de si estas son anónimas, de si estas son populares, de si estas son flamencas… es una discusión que no me parece importante. Yo pienso más bien que cuando se habla del cante de Curro Dulce o de cualquier otro cantaor, que cuando se hace ese cante de Curro Dulce o de quien se sea, cada cantaor lo canta con su estilo peculiar. Siempre se cambian los cantes; incluso a veces se cambian por una necesidad fisiológica: por estar en ese momento ronco o estar acatarrado. Por ejemplo, después de una noche de fiesta, probablemente le dices al guitarrista que ya no lo puedes cantar como el día anterior, que lo vas a cantar en un tono más bajo, de otra forma, con otra entonación…

Si hay un diálogo entre la copla flamenca y la popular, también lo hay entre ésta y la literatura culta. Ambas utilizan a veces las mismas estrofas. 
Yo en este tema cada vez hago menos distinción. Y por otra parte, tanto si el verso tiene ocho sílabas como si tiene dieciséis, si se puede cantar, se canta. Las letras no tienen por qué tener una métrica fija para poderlas interpretar. Ahora bien, hay que ser aficionado y conocer la métrica antigua y la moderna; eso es lo primero.

Siguiendo con la interpretación de autores cultos, usted les ha prestado especial atención a los poetas del 27, que cultivaban también poesía popular, como Alberti, García Lorca…
Toda la generación del 27, Lorca, Alberti, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Luis Cernuda constituyeron un grupo que es especial en la literatura y en el arte…tuvo que existir algo singular que llevase a juntar a toda esa gente en esa época, porque entre ellos hubo sus más y sus menos, digo yo. Pero es una especie de milagro el que se reuniera en la Residencia de Estudiantes ese grupo con esa idea del arte. A mí me ha gustado mucho interpretar sus textos.

En la Residencia de Estudiantes se produce un diálogo no sólo entre distintas voces poéticas sino también entre diversas manifestaciones artísticas, porque los escritores citados coinciden con otros artistas como Buñuel, Dalí, Falla… se relacionan con Picasso.
A mí me interesan los del 27, escriben con gracia; yo no soy un experto en estos escritores… y siempre estoy guiado por la intuición, por la emoción, por el instinto. Yo voy a las letras y ellas vienen a mí. Hay muchos modos de establecer ese contacto. En los últimos tiempos me ha sucedido algo muy curioso. Leí un trabajo sobre Picasso. En él había textos de ciertos escritores, que eran glosas sobre el pintor y algunos folios amarillos escritos por el propio Picasso y alguien me dijo: “Eso no, eso no se puede cantar”. Y yo le dije: “No, yo quiero cantar lo que dice el propio Picasso. Porque si él escribe unos textos y dice que son poesía, se pueden cantar”. La verdad es que era más fácil cantar las letras del propio Picasso que las glosas.

Lo que contiene el disco sobre Picasso entonces no son glosas sino obras originales del propio pintor.
Sí, pero no todas las composiciones son de Picasso. Se incluyen también las de algún poeta preferido por él, que se lo leía el barbero del pintor malagueño, que era de Buitrago de Lozoya.

¿Cómo se llama ese poeta?
Era Luis de Góngora. Canto un poema al que el propio Picasso le hizo un dibujo, el soneto X, que dice: “Mientras por competir por tu cabello / oro bruñido el sol relumbra en vano…”
Ese soneto no lo he interpretado en los últimos conciertos pero está grabado en el disco.

Hablando de sonetos, hay uno clásico que también ha grabado: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras…?” y otros muchos poemas muy hermosos.
Estamos en lo que hemos dicho antes, en que esos poemas se pueden cantar perfectamente por flamenco, que diferenciar demasiado no es bueno…el flamenco bebe de muchos sitios… ahora algunos están empeñados en que el flamenco viene de Rusia… pero no, de Rusia no viene el flamenco.

Volviendo a los del 27, el texto que interpretas de Pedro Garfias: “él iba solo tambaleándose…”
Es un poema precioso, que cuenta cosas que parece que están viéndose y que están viviéndose. El poeta refleja además que bebía un poco menos que algunos que yo conozco.

¿Es la propia lectura de los poemas la que le inspira el tipo de cante?
Cuando me pongo a hacer un disco basándome en un texto literario lo primero que hago es leerlo, luego cojo la guitarra y me pongo a cantarlo. Si es una letra complicada no pienso en principio si la voy a cantar por siguiriya o por otro palo… Por ejemplo en las letras que he cantado de Picasso puede haber algún palo clásico intercalado pero el resto tiene una construcción y una musicalidad más libre. Hay alguna malagueña, que cuadra bien con lo que escribe Picasso.

Usted ha alternado a lo largo de tu trayectoria literaria la interpretación de cantes canónicos con otros que ha creado. Viene practicando desde hace mucho tiempo lo que hoy se llama mestizaje, hibridación. Quizá por eso su arte es tan abierto, tan comunicativo.
Hoy, con la comunicación tan grande que existe, que con un aparato de radio puedes escuchar una canción de la India, que con internet puedes hablar con uno de China… no tiene sentido encerrarse. Por eso los encuentros con otras músicas, con otras artes siempre son buenos. Depende de lo que quieras hacer, claro. El flamenco clásico porsiguiriyas, por soleás, por tientos… no se debe perder pero eso es otra cosa.

Usted ha interpretado y sigue interpretando todos los estilos clásicos con una maestría indudable y luego ha ido incorporando las nuevas tecnologías, nuevos instrumentos, nuevas voces…
El flamenco está abierto, como la pintura y otras artes. El flamenco no debe estar encorsetado ni empeñarse en que hay que mantener el cante con una forma rígida porque así lo hacía fulanito o menganito, con dos tercios más…
Para hacer innovaciones hay que conocer bien los cantes. Hacer una taranta nueva es muy difícil porque hay que conocer la taranta antigua, la taranta de siempre. Y eso sirve para el guitarrista y para el cantaor.

No debemos incurrir, por tanto, en aquello que criticaba Pepe de la Matrona, de los que querían empezar a correr antes de saber andar.
Sí, y también decía Pepe que “quieren hacer la trampa antes de aprender a jugar”.

Ha cantado con Pepe de la Matrona, con Bernardo de los Lobitos, Pericón, El Gallina, Antonio Mairena. Combina el clasicismo con las formas más libres y oye a todos.
A mí me gusta todo el mundo que tiene arte. A todo el que canta lo escucho, no tengo problemas en ese aspecto. Todo el mundo que canta me interesa y pongo toda la atención. Hay sin embargo gente que se levanta cuando está tocando un guitarrista o está cantando un cantaor, y haciendo eso está perdiendo la posibilidad de aprender una lección.

Y la pregunta esa de ¿hacia dónde va el flamenco, hacia dónde vamos? 
Son cuestiones muy difíciles de contestar, pero una letra nos da la clave: “Lo de ayer ya se pasó / lo de hoy ya va pasando / mañana nadie lo ha visto / mundillo, vamos andando”.

Los grandes temas del flamenco, como los de la literatura, son los que llamaba Antonio Machado, “los universales del sentimiento”, es decir, la vida, la muerte, el amor…
Claro, son temas eternos, la muerte, la vida, el amor… pero también está lo que hoy pasa en el mundo, las injusticias, las guerras, el hambre en África…

Y junto a los temas trágicos, está también “la cara amable del cante”
Sí, pero esa chispa, esa cara amable y graciosa están muchas veces cimentadas en una tragedia, en una desgracia. En el mismo cante por alegrías la encontramos: “Nadie se arrime a mi cama / que estoy ético de pena, / que el que padece mi mal / hasta las ropas le queman”. Parece a veces que estamos muy contentos y por dentro hay una hecatombe. Yo creo que la poesía y la literatura del flamenco, la que llaman culta y la popular, siempre tienen esa parte trágica.

Todas estas letras han de someterse, como dice Caballero Bonald, a las insoslayables leyes del ritmo.
Del ritmo hay muchos conceptos. Hoy por ejemplo, cuando hemos empezado el ensayo del concierto quería que el percusionista encontrase un tempo lento, como que algo que fluye…pan, pan, pan…, en el aire… estábamos haciendo la soleá, y quería que también se marcasen los compases del silencio.

¿También en los conciertos sobre Picasso?
En los conciertos sobre Picasso canto letras del propio pintor, como alguna malagueña pero interpreto también otros palos, a los que contribuyen todos los músicos que me acompañan y los bailaores. Me interesa insistir en la fuerza del silencio… el silencio que se marca en los intervalos… pan, pan, pan… Mediante esa fuerza del silencio, vemos por ejemplo, que no estamos haciendo una soleá normal, que manejamos otro ritmo, sin olvidarnos de la soleá clásica… pan, pan, pan… y aquí estás llevando el ritmo interiormente, y cuando cantas, lo sientes luego especialmente. Yo llevo luchando mucho tiempo con este tema porque profesionalmente soy cantaor. Realizo un trabajo que recorre todos los palos, sustentado siempre en el compás. Mi trabajo es cantar pero este asunto es un reto que llevo persiguiendo desde hace mucho tiempo: el lograr que en el cante también se escuche el silencio.

Enrique Morente, como los grandes filósofos y poetas, quiere que junto a las palabras y las voces, suene la fuerza del silencio. El silencio no es un eco, es una forma más de voz. Pero para oír el silencio y las voces hay que estar bien despiertos, como decía Antonio Machado: “Despertad, cantores: / acaben los ecos / empiecen las voces”. 

(Link original de la entrevista:http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2010/mercurio-123/525-08entrevista-con-enrique-morente9

Leer más
profile avatar
14 de diciembre de 2010
Blogs de autor

El logo en pintura

Determinados pintores, no pocos pintores de renombre, basan su nueva obra en una simple réplica de la anterior. No van al estudio con la alegría de pintar cualquier cosa sino de recrear, en el mejor de los casos, lo que  se les ocurrió en un tiempo anterior. De este modo buscan,  fuerza de repetir lo mismo, ser identificables a distancia y con toda satisfacción por parte del espectador, el marchante, el coleccionista y el visitador.

Estos pintores garantizan, gracias a esa perfecta reedición de sí, la marca de la casa. Tienen poco que disfrutar mediante la pesada reiteración de su logo pero, probablemente, tienen mucho que ganar. Ser un experto capaz de distinguir en un cuadro sin firma el nombre de su creador puede ser una labor ímproba si el pintor trata hoy este tema y mañana cambia de melodía, técnica y composición. Ahora bien, si en cada obra plasma de forma  destacada el mismo sonsonete, aún el menos avezado de los contempladores acertará al emparejar pintura y pintor.

 De este talante se vale hoy y desde hace tiempo el mercado de la pintura. El comercio de obras de arte, como de galletas Fontaneda o bolsos de Louis Vuitton requiere que las obras muestren claramente el emblema de su producción. Efectivamente, la repetición del mismo logo, puede facilitar mejor la falsificación pero será sólo la primorosa falsificación del logo lo que más importe puesto que el resto de la obra, por lo general, no ofrece grandes dificultades de imitación. La clave de la buena falsificación exige pues la perfecta falsificación de ese logo puesto que la obra poco a poco, a fuerza de repetirse, ha perdido misterio y lo que deja acaso flotando sería  la originalidad de su primera ideación. ¿Y cuál será la originalidad de esa primera ideación? La primera y al cabo máxima originalidad de valor para el mercado del arte tiende a ser el buen logo, inconfundible y cabal, de modo que si se repite tan tenazmente en cada obra y se impone inconfundible en el cuadro es por razón de que aquella cosa, ese anagrama es la fuente de su valor. Una fuente pictórica pero no una pintura y menos, después, una creación. En realidad, el logo aparece una y otra vez como un sello sagrado. No es la firma sino unas formas seguras que aún no dibujando las letras del nombre de nadie, dan, sin equívocos, el nombre del cotizado autor. Podrían ser sus huellas, podrían ser sus garabatos, su semen, su sangre o su sudor, pueden ser muestras auténticas de la mano maestra llevada al punto en que la dinámica de la compraventa perfecta y millonaria lleva a la parálisis y  su desecación. Es decir, a  un estilo que en lugar de seguir resbalado sobre sí mismo para probar nuevos mundos de conocimiento y de construcción, se ha coagulado en aquel momento crítico, "divino",  coincidente con el momento de su máxima cotización comercial.  Sucede pues que, en no pocos casos, una obra y otra obra no son ni mejores sin peores, no inspiradas ni expiradas, ni óptimas ni asombrosas, son tan iguales que el precio se determina a través de su tamaño y, a su vez, resultan tan superponibles que el autor, antes de llegar a muerto siente que va sepultándose en los estratos iguales que derivan de su labor. Estratos que van cubriéndole de gloria o de pesantez, de fama o de cierre en la logia de su lógica fatal. Sepultado prematuramente en el coleccionable logo de su historia, la gloriosa historia de su calculada momificación.

Leer más
profile avatar
13 de diciembre de 2010
Blogs de autor

El Kubrick del mudo

Siempre he pensado que Erich von Stroheim fue el Stanley Kubrick del cine mudo. Mucho es lo que les separa, aparte del tiempo y las condiciones en que ambos trabajaron; les une sin embargo la ambición, la meticulosidad casi maniática en los procesos de realización de sus películas, el afán de independencia frente a la maquinaria industrial, además de un gusto por el exceso formal y una refinada sabiduría técnica. Respecto a su antecesor, Kubrick tuvo la inmensa suerte del éxito, lo que le permitió exigir y mandar casi sin límite, llevando así una trayectoria más continua y popular que la de Stroheim. Los dos ocupan por méritos propios sitios destacadísimos en la historia del cine.

   ‘Queen Kelly' (1928), aun en su estado incompleto y -según las intenciones de su autor- frustrado, es una obra fascinante; para mí el punto cenital de la carrera de este indiscutible maestro. Situada en gran parte en una de esas cortes centroeuropeas de opereta malsana que le gustaba evocar, la historia del príncipe enamorado de la huérfana que acabará como ‘madame' de un burdel en África no elude ninguno de los mecanismos del melodrama, pero los trasciende todos gracias a la riqueza sutil del relato, la suntuosidad, nada gratuita, de los decorados, y el dibujo de unos personajes -inocentes o retorcidos- que se quedan grabados en la memoria del espectador. Contiene varias de las secuencias capitales de la filmografía del cineasta de origen vienés, entre las que destacan el atrevido galanteo de la pareja protagonista en torno a las bragas de la muchacha, el rapto en el convento y la expulsión de Kelly del palacio real.

     Coincidiendo con una presentación en Madrid, repleta de un público que llenó las dos salas de la Fundación Juan March, sale ahora a la venta en DVD ‘La Reina Kelly', comercializada por la firma Versus en una edición en dos discos que contiene, en el de los extras, el interesantísimo episodio de la serie francesa ‘Cineastas de nuestro tiempo', donde se explican los pormenores del accidentado rodaje y los conflictos entre el director y los productores, encabezados por Joseph Kennedy, a la sazón amante de la protagonista, Gloria Swanson, y padre del futuro presidente de los Estados Unidos asesinado en Dallas.

    La película se ofrece sin los postizos de la versión sonorizada que quiso y no pudo estrenar la propia Swanson en 1931, pero con la música original escrita por Adolf Tandler, montando de la mejor manera posible la totalidad del material ‘auténtico' (casi 100 minutos) del film que acabaría con la carrera de director de Erich von Stroheim, a la vez que le consagraba como leyenda maldita e imperecedera de Hollywood.

Leer más
profile avatar
13 de diciembre de 2010
Blogs de autor

La música del Ebro

Como los peregrinos musulmanes a La Meca, así nosotros, cada año, a Zaragoza para el concierto del Grupo Enigma. No es que sólo den un concierto, es que siempre hay uno sobresaliente. El sobresaliente de este año unicamente se puede oír en el auditorio aragonés o en Bulgaria. Es menos aparatoso ir a Zaragoza en un AVE infectado de teléfonos móviles que a Sofia con este tiempecito. Por cierto, es una vergüenza que el concierto no viaje por España.

     En la primera parte se estrenaba una obra de Jesús Torres, discípulo de Guerrero que no se parece en nada a su maestro. De "bella, generosa y luminosa" califica José Carlos Garvayo la música de Torres, pero la pieza de hoy, "Aquelarre", es oscura y tenebrosa como corresponde a un motivo goyesco. A Torres le acompaña la Sinfonía de Webern que es un mosaico de Wagner (Otto) cubierto de ópalos, plata y lapislázulis. Hay en efecto un aire de familia entre el español, el vienés y la segunda parte del concierto.

     Cuando Mahler, aún sin cumplir los treinta, compone la sinfonía "Titán" es un ambicioso judío convertido al cristianismo con el propósito de ascender en la rígida sociedad vienesa, pero traumatizado por corrosivos fantasmas íntimos. O al menos así lo presentaba el psicoanalista Theodor Reik cuando escribió su ensayo sobre la neurosis obsesiva del compositor, aquella premonición de una muerte temprana y la ausencia de reconocimiento que torturaron su existencia. Obsesiones ambas, por cierto, que se cumplieron. No se equivocaba el desdichado Mahler: murió a los cincuenta años y sus sinfonías no comenzaron a ser populares hasta después de la segunda guerra mundial.

     En el ensayo, Reik, también vienés, manifestaba candorosamente su mala conciencia. Él quería averiguar por qué oscuros motivos un fragmento de la Segunda Sinfonía le asaltaba en momentos delicados, pero calificar a su autor de neurótico obsesivo no ayudaba demasiado. Reik, que se estaba autoanalizando, chocaba con el problema más insondable de la música: ¿en qué consiste su significación? ¿Cómo debemos entenderla? ¿Es en verdad sensato imaginar escenas, acontecimientos, figuras, situaciones? ¿O debemos limitarnos a una audición pura en la que sólo el avatar de la propia sonoridad nos oriente sobre la "narración" musical? Eugenio Trías acaba de publicar un segundo volumen de sus ensayos sobre música ("La imaginación sonora", Galaxia Gutenberg, con saludables críticas a Adorno a propósito de Mahler) y en sus apasionados comentarios asoma este problema una y otra vez. ¿Cómo decir lo que se significa en el relato musical? Todo conspira para que hablar de música sea imposible. Los analíticos y formalistas no hablan de música, se limitan a describirla técnicamente, pero, ¿podemos hablar de música del mismo modo que hablamos de pintura sin saber una palabra de pigmentos, soportes y barnices? ¿O hemos de hacer un doctorado en armonía antes de abrir el pico?

     Nos hemos distraído. Estábamos en Zaragoza. Este año el Grupo Enigma estrenaba en España la Primera de Mahler en la excelente reducción de Klaus Simon que permite comprimir los pupitres de ochenta a diecisiete. Juanjo Olives, el director del grupo y uno de los músicos más reveladores de este país, ha añadido timbales y arpa a la reducción. En verdad la célebre marcha fúnebre del tercer movimiento no se concibe sin esos golpes que acompañan a ciervos, osos y liebres, alegres portadores del ataúd del cazador, estampa magnífica. He aquí a las víctimas enterrando a su verdugo en un oficio de carnaval.

     Sí, pero, ¿está permitido imaginar esta escena y entender la música como si fuera su ilustración? ¿Hemos de tener presente el grabado de Goya durante la pieza de Torres? El propio Mahler, en carta a Max Marschalk, dijo: "Si pudiera dar cuenta de una experiencia interior mediante palabras, no la escribiría en música". Y sin embargo, él mismo proporcionó a su amigo un programa de imágenes para "entender" la Segunda Sinfonía como la escenografía del funeral de un héroe. Es evidente que esas figuras, como la grotesca procesión fúnebre de la Primera que Hoffmann tomó de un grabado de Callot, no forman parte del entendimiento verdadero de la música: es literatura de inspiración musical, pero ¿acaso es prescindible? Si el propio músico tuvo en la imaginación esas figuras literarias mientras componía, ¿debemos nosotros borrarlas de nuestro cerebro al escucharlas?

     Todas estas cavilaciones se disuelven como bruma al salir el sol en cuanto suenan los primeros y sorprendentes compases de la pieza. La pequeña orquesta aligera de tal manera la partitura que la música pierde toda su grasa y aparece como un cristal perfecto y translúcido. Cada uno de los pupitres actúa de solista. Son funámbulos jugándose la vida en la cuerda floja porque no pueden disimular sus errores. En una orquesta sinfónica siempre se puede contar con la ayuda colectiva, las cuerdas, las maderas, los metales forman un manto de protección para cada individuo que atenúa el despiste o la desafinación fortuitas, pero aquí cada uno de los músicos está solo y debe mantener la vida del texto a lo largo de una hora y pico sin distracción ni relajación. La orquesta wagneriana se ha convertido en un concierto de cámara con diecisiete solistas al borde de la extenuación.

     La sinfonía avanza como un ser vivo y si en los primeros compases aún imaginaba yo el amanecer del mundo y el canto del cuco, ahora ya me he olvidado de todo. Asisto al baile del tiempo sonoro sin referencias externas y a sus infinitas combinaciones, sus juegos, podríamos decir, como juegos son las múltiples invenciones de la arquitectura, formas agudas, de medio punto, abovedadas, planas, en aguja, acebolladas, de muro ciego, de muro cristalino, independientemente de su función. Funerales venatorios y amoríos malherianos se han desvanecido. La música suena en y para sí misma. Es tiempo puro, pero está fuera del tiempo: es un objeto que flota en la nube de su inmaterialidad.

     La conclusión deja el silencio en suspenso como último sonido que se apaga despacio. El silencio se prolonga de un modo extraordinario en el auditorio de Zaragoza porque en verdad "suena". Muy pocas veces he asistido a este recogimiento final sobrecogedor, un teatro entero y una orquesta todos detenidos y conmovidos por el silencio sonoro que se esfuma poco a poco. De pronto el público rompe a aplaudir con furia como si hubiera despertado súbitamente. Algunos oyentes, como yo mismo, nos hemos sorprendido en el último movimiento soltando unos lagrimones incomprensibles, monjiles, que tratamos de ocultar avergonzados. ¿Y por qué estoy yo llorando? ¿Por una cuarta descendente?

Cuando luego nos reunimos para cenar observo que, transcurrida más de media hora, el violín está tembloroso y ausente. Se percata de que le miro las manos y las agita ante mis ojos. "¡Aún estoy allí!", me dice. Allí, en efecto. Allí, donde la tragedia carece de palabras y sin embargo no es muda.

Leer más
profile avatar
13 de diciembre de 2010
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.