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Las tarjetas postales de García Lorca

Letra de Federico García Lorca Tiempos anteriores al email, al facebook y al skype. Tiempo de postales. Ese fue el tiempo de García Lorca y, gracias a eso, podemos tener cerca de un millar de tarjetas con su hermosa letra dedicada a amigos y familiares. Angeles García comenta una exposición de las postales de García Lorca en ?El País?:

Federico García Lorca, como la mayor parte de sus contemporáneos, no pudo sustraerse a la fascinación de comprar una postal de los lugares por los que pasaba. En un tiempo en el que aún no existía la televisión y los periódicos solo reproducían ilustraciones, era muy difícil no dejarse llevar por la tentación de compartir con los demás los descubrimientos hechos en pequeños o grandes viajes. El espacio en blanco de la parte posterior permitía dar noticias escuetas o hacer breves comentarios de los más sorprendentes asuntos. Depende del destinatario y grado de confianza. Un millar de imágenes, escogidas por el fotógrafo Martin Parr entre el ingente material que custodian las fundaciones García Lorca y De los Ríos, se muestra en la exposición Geografía postal, que hoy se abre en Aranjuez, en la sede de la Obra Social de Caja Madrid y que después itinerará por otras ciudades españolas. Son postales escritas, enviadas y recibidas, dibujadas y coleccionadas entre los años 1910 y 1960; unas décadas en las que estas dos familias no dejan pasar casi ni un día sin ponerse una postal. Es un material recogido también en forma de libro (publicado por This Side Up Editorial) que da cuenta de una colección con testimonios inestimables de la obra de Federico, sus amistades, la guerra, el exilio, los viajes y las relaciones fraternales de dos familias que son todo un símbolo para España. Martin Parr, fotógrafo de la agencia Magnum y gran coleccionista, recuerda que la postal fue uno de los grandes inventos de la comunicación de comienzos del siglo XX. ?Elegir una imagen para enviársela a un amigo o a un pariente con un breve texto al dorso, parecía un acto inocente?, escribe. ?Sin embargo, ambas cosas, la elección y nuestras palabras, acaban por definirnos?. El escritor Enrique Vila-Matas confiesa en el libro que las tarjetas postales son una de sus debilidades. Coleccionista entregado, considera que son un ?fichero mental? del que emergen arquetipos o fantasmas milenarios y que puede ser considerado un museo de la huella humana. En el caso de Federico García Lorca y su entorno, la huella da cuenta de sus relaciones, vivencias y descubrimientos. Escoger entre tanto material es difícil. Martin Parr reconoce que esta maravillosa colección de postales ha sido una tarea complicada y ?estimulante?. Además de las divertidas tarjetas que se intercambian Lorca, Salvador y Ana María Dalí en un tono descarado y provocador, hay muchas tarjetas que dan cuenta de las preocupaciones domésticas de la familia. Para el comisario, lo mejor de la exposición es la sucesión de imágenes contenidas en las tarjetas: un avión de la TWA en pleno vuelo, un volcán en erupción o un hotel modernista neoyorquino junto a una iconografía más local, como los coloreados retratos de vírgenes, escenas rurales o plazas castellanas presididas por fuentes de un solo chorro. Ordenadas cronológicamente, las tarjetas expuestas permiten seguir los movimientos familiares y unos mensajes que, en general, no iban protegidos con sobres. La privacidad era escasa. Mientras Francisco García Lorca vive en París, envía numerosas postales a su hermano Federico. Con la torre Eiffel al fondo, en abril de 1924 escribe: ?Federico: hace días te escribí otra carta que no sé si habrás recibido porque no llevaba franqueo suficiente (han subido). Ahí va esa acusando señales de vida y de salud. El día 2 (mi día) espero carta tuya. ¡Nada! Van tres meses que no tengo de ti la menor noticia. Yo escribo poco, pero tú mucho menos. Si no escribes, no vuelvo a acusar señales ni de vida. Paco?. También desde París, el pintor Benjamín Palencia escribe a Federico en 1927. ?No te puedes imaginar lo interesante que es esto. He visto mucha pintura moderna y entre todo Picasso, Matisse, Derain y Braque son los que más me han gustado?. Otro pintor, Manuel Ángeles Ortiz, reclama la atención de Federico desde París con un lenguaje que al escritor le incomoda: ?Querido Federico: ya veo que tus propósitos de escribirme se desvanecieron al mismo tiempo que yo me desvanecí aunque esto ya lo sospechaba yo y no por eso he de dejar de enviarte mis recuerdos. Aquí he conocido a Bores y a Benjamín Palencia con su primo, esa especie de animal imbécil y de Zoroastro (en cuanto a Kultura) que tiene por primo; este dice ser muy amigo tullo[sic] pero ¿!!!Es posible!!!? Benjamín me parece un tontaina apaciguado, aún no he visto lo que hace, y muy amigo de Juan Ramón Jiménez? ¿Que el escribirte de esta manera te pone muy nervioso? No hagas caso?. El tono de Federico es siempre cariñoso, especialmente con su familia. En una postal de la Feria de Abril sevillana de 1935, les cuenta: ?El lunes me iré. Ya he aprovechado ver la feria, que no conocía. Lo he pasado muy bien y Sevilla está hermosísima. Un abrazo de vuestro hijo, Federico?. La correspondencia postal afecta también a los encargos profesionales: Buñuel le reclama participar en sus obras, otros le piden nuevas piezas teatrales o su opinión sobre cualquier acontecimiento político o cotidiano. Es un trasiego de noticias cuyo anverso da cuenta de los cambios más fantásticos ocurridos a principios del siglo pasado.

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17 de enero de 2011
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Negocio con nicotina

Imagen tomada de www.esacademic.com Las manos se mueven seguras, veloces, apenas tienen 30 segundos para colocar en la parte inferior de la mesa los tabacos que irán hacia el mercado negro. Dos cámaras panean el salón donde las olorosas hojas se enrollan y terminan en cajas con el nombre de Cohiba, Partagás, H. Upmann. Cada ojo de vidrio gira 180 grados, dejando ?por muy breve tiempo? una zona ciega, una estrecha franja de torcedores sin vigilancia. Buen momento para poner fuera de las vista de los supervisores aquel lancero o ese robusto, que después será vendido al margen del mercado oficial. Otro empleado se encarga de pagar a los custodios para lograr sacarlo del recinto y en veinticuatro horas su fuerte aroma ya estará en las calles.

Cuando mis estudiantes de español me preguntan sobre la calidad de los tabacos que se venden ?por fuera?, bromeo diciéndoles que en el interior de dichas cajas bien podrían encontrarse el periódico Granma enrollado. Sin embargo, también sé que una buena parte de esa oferta clandestina es sacada de los mismos lugares institucionales donde se confeccionan los que se exhiben en las tiendas legales. Tres de cada cinco habaneros, en caso de ser interpelados, se vanagloriarán de conocer a un verdadero torcedor que consigue puros auténticos y frescos. El negocio de la nicotina involucra a miles de personas en esta ciudad y genera una red de corrupción y ganancias de incalculable tamaño. Su reto es que el producto final se parezca al que comercia el Estado, pero cueste tres o cuatro veces menos. Entre las proposiciones más comunes que reciben aquí los turistas se escuchan aquellas de ?¡Mister, cigars!?, ?¡Lady, habanos!?que les lanzan en cada esquina. Al menos, no resulta tan chocante como cuando el proxeneta les susurra un catálogo que incluye ?Chicas, Chicos, Chicas con Chicos?. Así la secuencia que comienza en la fábrica, en esos 30 segundos en que el lente de la cámara mira hacia otro lado, termina en un extranjero pagando por veinticinco tabacos lo que de otra manera sólo le alcanzaría para comprarse un par. Todos salen felices: el torcedor, el custodio, el vendedor ilegal y ? ¿el estado? bueno? ¿a quién le importa?

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17 de enero de 2011
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El mundo sin Sigfrido

Desde su cuarto piso sin ascensor, Sigfrido Martín Begué seguía como un diablo burlón la lenta marcha del mundo del barrio de Salamanca, sin necesidad de sobrevolarlo con escoba ni fisgar bajo los tejados pudientes de los edificios, como hacía aquel demonio clásico de Vélez de Guevara. Aunque tenía coche, y lo conducía con determinación, citando a la vez a Cocteau, fumando y posiblemente cantando un aria de Rossini, Sigfrido era un caminante de su ciudad, y por eso se cayó un día en una zanja de Jorge Juan, donde vivía y ha muerto, a los 51 años, en la mañana del día de San Silvestre. Contaba su percance sin inquina municipal, pese a la gran lata que le dieron, como a todos los vecinos de esa zona, las interminables obras subterráneas de la calle Serrano. Al caer en el hoyo mal señalizado, Sigfrido, que era un esteta hasta en las desgracias, se fijó -y así me lo descubrió- en la calidad floral, como de amapola mecánica, que tenían unos conductos de largo tallo pintados de rojo. "Flores del mal, sin duda".

   Le conocí en los primeros años 80, y me sorprendió que fuera autentificadamente madrileño. Ya es sabido que esta ciudad pertenece a sus periféricos (yo soy uno de ellos), lo cual le da sus señas de identidad más acendradas. Lo frecuente era, y aún sigue siendo, trabar amistad con castellano-leoneses, con andaluces, con el contingente elegíaco de los gallegos, y algún que otro vizcaíno desarbolado. Encontrar en medio del Madrid de la Movida a un nativo impecablemente vestido de inglés -aunque con calcetines de un color que ni Beau Brummell habría asumido- causaba desconcierto y daba consuelo: crecía entre nosotros, así pues, un dandy que pintaba cuadros con metafísica y tenía en su casa, siempre abierta, un florilegio de escenas de las peores películas de la historia montadas por él mismo en la cinta de modo que el ‘peplum', la astracanada española o los teléfonos blancos de la comedia italiana cobraban en el collage un surrealismo más hondo que el de los poetas automáticos franceses.

    Pintor, arquitecto, diseñador de objetos, muebles y exposiciones, he conocido a pocos artistas de su inmenso talento con menos pretensión de afirmarlo o ‘firmar'. Nunca me pude hacer con ninguna de sus alfombras o cómodas en forma humana, ya demasiado caras o agotadas cuando supe de ellas, aunque sí le encargué la portada de uno de mis libros, para alegría del editor, Jorge Herralde, que admiraba mucho la obra de Martín Begué y quiso en un momento dado comprarle cuadros y tenerle de portadista regular en Anagrama. El libro, ‘El cine estilográfico', salió con su estupendo dibujo del muñeco fílmico, pero el acuerdo, lo contaba hace pocos días Herralde, no se cerró, como a menudo no se cierran, por ‘nonchalance', estas cosas que uno, después de acabarlas, no encuentra la voluntad de vender. Los lectores memoriosos de El País Semanal recordarán sin embargo las preciosas ilustraciones que cada domingo hacía Sigfrido para acompañar los artículos de Antonio Muñoz Molina; dos temperamentos artísticos sin duda diferentes que adquirían en la página del suplemento la complicidad de los opuestos.

    Sus ilustraciones, sus exposiciones, sus publicaciones, sus decorados y vestuarios escénicos, su obra de pintor. Todo eso queda y será difundido o redescubierto. Lo que la muerte de seres tan especiales como él significa es la pérdida, más que de la persona, de la personalidad literalmente irrepetible, dotada de una ocurrencia constante, inteligente, que no impedía, por sardónica que fuera, la dulce y sabia entrega que sus amigos, sus amores y, en los últimos años, sus alumnos de la facultad de Bellas Artes de Cuenca, disfrutamos. Y se pasaba el tiempo tan bien a su lado. Su originalidad no se detenía ni en el antiguo reino de Valencia, por el que manifestaba un aprecio global difícil de entender en el septentrión. No sólo le gustaba mucho, incluso como concepto, Benidorm, sino que le llegó a encontrar un punto a Rita Barberá, aunque no creo que fuese el punto G.

    Su gente más cercana sabía lo impaciente que era, lo atropellado. Yo por ejemplo, habiendo estado toda mi vida rodeado de fumadores compulsivos, no recuerdo a nadie con un ansia de nicotina menos resolutiva que la suya; Sigfrido sostenía siempre el cigarrillo en la mano, sin llegar a fumarlo, por tener otras cosas en las que ocuparse, y causando así la desesperación de algunos propietarios de alfombras persas del siglo XVIII, sobre las que él, mientras peroraba incansablemente en cenas y fiestas de rango, iba dejando caer la ceniza ardiente del tabaco.

   Por desgracia, esa impaciencia, ese frenesí de apurarlo todo, se ha manifestado también en su muerte, escandalosamente prematura. Pero conviene que nos detengamos aquí. Seguir hablando de él podría ponernos trágicos, o huraños, y a Sigfrido hay que rendirle, ahora que ya no está, el honor merecido: el de su alma alegre y confiada.

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17 de enero de 2011
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True Grit, entre el western y su parodia

Todavía no he visto True Grit (Valor de ley), la nueva película de los hermanos Coen, pero las reseñas elogiosas y los comentarios me llevaron a una librería en busca de la novela en la que se basa, publicada originalmente en 1968. El autor, Charles Portis, había sido descrito en el New York Times como "el escritor de culto de los escritores de culto"; muy leído en los años setenta gracias a una versión de True Grit (1969) con la que John Wayne ganó su único Óscar, fue luego olvidado por el gran público a pesar de que hubo siempre escritores y críticos dispuestos a defender su obra. Gracias a los hermanos Coen, las cinco novelas de Portis han vuelto a ser editadas.

Aunque algunos críticos han leído True Grit como una parodia del western, lo interesante de esta novela es que también se defiende y se sostiene dentro de todas las convenciones del género. Mattie Ross es una chiquilla de catorce años dispuesta a vengar la muerte de su padre, asesinado cobardemente por Tom Chaney; para ello consigue la ayuda de Rooster Cogburn, un alguacil conocido por su crueldad. Que Chaney tenga el rostro marcado y que Cogburn sea tuerto son algunas de las tantas bromas de Portis (su humor lacónico, de situaciones, fue probablemente el que atrajo a los hermanos Coen); eso no quita nada del carácter épico de la historia narrada.

De una manera simple, casi como si se tratara de un mito fundacional, True Grit cuenta una búsqueda y un viaje. Mattie, ya una anciana, narra esta historia ocurrida en 1870, poco después de la guerra civil. Su búsqueda es obsesiva y nada la detiene ni la distrae; cuando un Ranger le dice que le deje Chaney a él, que lo hará pagar por un crimen cometido en Texas, Mattie responde que no es lo mismo: "Quiero que Chaney pague por matar a mi padre". El viaje es el de Mattie, Cogburn y ese mismo Ranger en busca de Chaney: los tres se internarán en el Territorio, una región peligrosa porque, al hallarse en ella varias naciones indias, los estados no tienen jurisdicción (lo cual es aprovechado por muchos bandidos y asesinos para esconderse allí).

Se ha comparado a Mattie con Huckleberry Finn. La novelista Donna Tartt, una de las grandes defensoras de Portis, sugiere que hay diferencias importantes: mientras Huck es despreocupado y carece de "civilización", Mattie es "el puro producto de la civilización tal como la definiría un profesor de estudios de la Biblia en el siglo XIX en Arkansas: es evangélica, presbiteriana, ordenada... el soldado perfecto". Sin embargo, Mattie también carece de compasión, jamás duda y nunca sonríe. Uno de los grandes aciertos de Portis es hacer que ella sea la narradora: puede ver ahorcamientos y caer (literalmente) en una cueva llena de víboras, pero jamás se despeina. El efecto general de la novela, de comedia trágica, tiene que ver con la forma neutral en que Mattie narra las situaciones más absurdas y violentas.

Pero no todo es comedia en Portis. Si Mattie elige a Cogburn como acompañante es por su conocida crueldad: en su pasado está el haber formado parte de la banda de Quantrill, responsable de la peor masacre de la guerra civil. A lo largo de la novela, Cogburn crece como personaje y se muestra capaz de piedad, de compasión, incluso de ternura; eso no impide que, en procura de administrar justicia en su nuevo rol de alguacil, sea capaz de disparar a hombres desarmados. Estamos en el Lejano Oeste: han llegado la ley y el orden, pero no terminan de imponerse. O mejor: se imponen en base a violencia.

True Grit termina con un guiño metaficcional, con la historia de Cogburn convertida en mito y en parte del show business. Es un final perfecto para una novela tan buena que algunos admiradores han quedado resentidos: dicen que su perfección formal opaca injustamente a las otras novelas de Portis, quizás no tan redondas pero aun así mejores. Por lo pronto, este lector se alegra de saber que le quedan cuatro novelas por recorrer.

(La Tercera, 17 de enero 2011)

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17 de enero de 2011
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Otra vez, otra más

Ha debido de ser un lugar común desde la aparición de las primeras aglomeraciones humanas, quizás en Babilonia, habrá que preguntarle a Gil Bera. Aunque el éxito internacional se lo lleve el Beatus Ille horaciano, seguro que le venía al latino de mucho antes. Ya debieron darle el peñazo sus abuelos y bisabuelos, ¡qué quietud, qué armonía, este fin de semana en la quinta de Etruria, qué aire finísimo, qué aroma a resina! ¡No entiendo cómo aguantas en la Urbs!

Será que es verdad, que para quienes vivimos en ciudades la vista del campo bien arado (no es necesaria la selva ni el espeso bosque), del firmamento un punto nuboso, de algo viviente que vuela, salta o se arrastra, nos apacigua. Y para el herido, no hay mejor bálsamo.

El mes de enero es el más admirable del año en esta parte. Duerme la dura tierra cubierta por una pelusa que cada mañana aparece escarchada, los escasos canales apenas mueven agua, en el valle hay siempre una columna de humo leve que se aplasta contra el suelo y forma cendales entre las cañas, las piedras lucen líquenes sulfurosos, todo está quieto, el silencio es absoluto, no hay nadie, ni labradores, ni turistas.

El caballazo del vecino se me acerca a curiosear cabeceando, seguramente muerto de tedio. Incluso se deja halagar los ollares, algo inadmisible en temporada, cuando los niños le atormentan con sus chillidos, pobres críos que no pueden entender la delicadeza de este bruto de orejas temblorosas. Al caminar vuelvo una y otra vez la cabeza por ver si me sigue el podenco. No hubo suerte. Ni siquiera puedo saber si vive o ya está en su paraíso, con las podencas, en beatífica contemplación del Supremo Can mirífico y compasivo. Me lo imagino coronado por un círculo con los colores del arco iris y el largo morro a modo de compás celeste, todo ello gótico.

Las urracas se dejan caer en el vacío dibujando perfectas sinusoides de Hogarth. En el tendido eléctrico, al gavilán de cada año se le ha añadido una pareja más pequeña que se mantiene a distancia de dos palos en estoica vigilancia sobre su parte de cuneta, cañada real de ratones, lirones, musarañas, topillos. Un brillo verde en el camino anuncia al pito real, ahora conspicuo gracias al escaso follaje. A veces baten alas los pinzones que levantan el vuelo siempre en grupo con gran alarma y cuando ya estás sobre ellos.

Y hoy, además, se puede oír el leve grito de la gran paridora: los almendros están echando sus primeras flores. Débiles, canijas, esmirriadas, dispuestas a morir con el primer frío, pero pugnaces e irredentas. A su llamada acuden unos abejorros gordos y eróticos que dan su toque bufo al inexorable mes de enero. Como en Shakespeare, los bufones admiramos embobados las tiernas criaturas del año. Nos costarán la vida.

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17 de enero de 2011
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El miedo de unos es la esperanza de los otros

Los pueblos árabes consiguieron sacarse de encima a sus colonizadores. Pero hasta esta pasada semana nadie en un país árabe había conseguido sacarse de encima a sus propios déspotas. No es fácil. Tampoco lo conseguimos los españoles, que tuvimos que esperar a la muerte del dictador en 1975 para que empezara la transición democrática. Los tunecinos han sido más espabilados y valientes, o el régimen más débil y corrupto todavía, porque la dictadura ha sido liquidada en un mes de manifestaciones callejeras.

El prestigio y la seguridad de los déspotas árabes son hoy un poco más frágiles. Se les puede echar. No son eternos. No hay que permitirles que conviertan en hereditarios los Estados que han ocupado y sometido a pillaje. Desde Marruecos hasta Arabia Saudí corre un tweet que recoge a la perfección este estado de ánimo: ?Todos los líderes árabes observan Túnez con miedo, todos los ciudadanos árabes observan Túnez con esperanza y solidaridad?. La revuelta de Túnez es el fin de una maldición: el despotismo no es una obligación árabe, los árabes pueden ser libres, nadie está condenado a la privación de la libertad. La tradición dictatorial de los árabes se basaba en la dureza represiva. No se entiende que pueda haber autoridad sin un ejercicio cruel y desmedido de la violencia sobre el pueblo. Esto también va a terminar. Debe terminar. No extraña la solidaridad de la familia real saudí con el dictador Ben Ali y su clan familiar. Defienden lo suyo, su autoridad, su idea del Estado como bien privado familiar y la utilización de la policía y el ejército como instrumentos de dominación sobre sus pueblos. Este sistema no funcionaría sin la aquiescencia y la complacencia de los países occidentales. Ni Europa ni Estados Unidos han movido un dedo para llevar la democracia y la libertad al mundo árabe. Al contrario, han preferido contar con regímenes represivos, capaces de controlar a sus poblaciones, garantizar el suministro energético y limitar la inmigración y el contrabando. Los mejores colaboradores de Estados Unidos y Europa han sido los jefes de policía árabes, perfectos en la lucha contra el terrorismo, pero más perfectos todavía en la opresión de sus conciudadanos y en el pillaje del erario público. La reacción que mejor recoge el cínico realismo con que los occidentales hemos tratado al mundo árabe es la que ha tenido el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a quien sólo le preocupa la estabilidad de su vecindario y considera que lo sucedido en Túnez demuestra las dificultades para firmar y mantener un acuerdo de paz en una región tan inestable. Netanyahu dice claro y en voz alta lo que todos los gobernantes occidentales piensan y dicen en voz baja. Les preocupa la estabilidad y les importa muy poco la libertad de los pueblos árabes. En algún caso, incluso, la temen. La actitud de los tres países europeos más directamente vinculados al Magreb no ha sido mejor. Nada justifica la vergonzosa cautela diplomática de España, Francia e Italia ante la primera revolución democrática magrebí. Desde Europa se ha comprado la amenaza islamista fomentada y armada por los déspotas como sistema de chantaje ante los europeos. Al igual que los saudíes fomentaron la guerrilla islamista contra los soviéticos en Afganistán, han seguido luego fomentando el fundamentalismo islámico como última trinchera para evitar que sus pueblos alcancen la libertad y la democracia. Los tunecinos han terminado también con esta monserga, que conducía a que las democracias europeas apoyaran golpes militares para evitar la llegada de regímenes islamistas. Está por ver todavía si Túnez podrá encarar la transición democrática o se encontrará con fuertes resistencias para que regrese a la dictadura. Ya sabemos quiénes van a intentar cerrar el camino de la libertad. Sería una vergüenza redoblada que los gobiernos europeos no se pusieran inmediatamente al lado de la democracia y en contra de quienes quieren mantener los viejos regímenes policiales. De momento, sólo hemos visto declaraciones tardías y torpes, y malas y vacilantes palabras. Faltan gestos contundentes y decisiones de estímulo, apoyo y ayuda al nuevo Túnez libre.

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17 de enero de 2011
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Del antiguo nombre de Olite

 

 

 

Hacia el final del siglo II se documenta por primera vez en las ciudades italianas un curator rei publicae. No se trataba de un irrelevante magistrado local, sino de un funcionario especial nombrado por el emperador. Antes de Diocleciano ya se conocen al menos diez curatores rei publicae en la Galia Narbonense, que pueden verse como instrumentos de centralización imperial. Entre otras funciones, el curator fijaba los precios del mercado y se ocupaba de los impuestos. En otras palabras, no era un funcionario local, sino que representaba la larga mano del emperador. En la ley del emperador Mayoriano, del año 458 (Nov. 7) se lee este importante apunte sobre el cargo Curiales nervos esse rei publicae ac viscera civitatum nullus ignorat. Y en efecto, Diocleciano pretendió establecer mediante los curiales un estricto control de las ciudades.

En una carta imperial a la ciudad de Efeso datada en la segunda mitad del siglo II y, sobre todo, de la correspondencia de Plinio en Bitinia, se evidencia que el término griego correspondiente al curator civitatis / curial latino es logistes, y el nombre de la función logisteia puede leerse en P. Oxy XXXVI 2780 (530 d. C.).

En el Egipto romano y bizantino, en el período 300-500 d. C., o sea, a partir de la reforma diocleciana, la presencia documental de logistes alcanza su máximo, y su competencia cubre áreas de poder que hasta entonces se atribuían a cargos ya arcaicos como prytanis, exegetes, riparios, agoranomos, pater poleos y otros. En el área bizantina, el cargo de logistes con nombramiento imperial  y con funciones de regulación de conflictos, fijación de precios y política social en general perduró, o al menos está documentado, hasta entrado el siglo VII (P. Lond. I, 217).

Christoph Müller ha constatado en una investigación sobre curiales y obispos que, en las ciudades galas de los siglos IV - VI, se pone de relieve una importancia creciente del papel del obispo en cometidos que antes eran exclusividad del curator civitatis. Del abuso y desprestigio de los curiales trata Salviano en un tratado significativamente titulado De Gubernatione Dei y escrito a mediados del siglo V, donde dice (5, 18): Quae enim sunt non modo urbes sed etiam municipia atque vici, ubi non quot curiales fuerint, tot tyranni sunt? Los curiales aparecen por lo tanto, ya en esa fecha, como parte del aparato de represión imperial, ante la inflexión que supuso el paso del gobierno urbano mediante curiales imperiales al gobierno por notables de la propia ciudad.

En ese contexto se produce también la evolución de la ciudad bizantina, que pasa de cristiana a episcopaliana para mejor gestión del imperio, y se concibe el bizantinismo tardío del theologistes, un logistes que abarcaba cometidos sacros y profanos pero que, en esencia, mantenía la función imperial del curator civitatis y del logistes poleos.

Este nombre de inspiración bizantina tardía aparece en la antigua denominación de Olite, ciudad fundada por Suintila hacia el 621, que en una inscripción conmemorativa recién publicada en la prensa y datable hacia el siglo XII se lee (TH)EOLOGITE NEON. Suintila, por lo tanto, no sólo fundó la ciudad, sino que la hizo sede episcopal y le impuso una administración de impronta imperial bizantina inspirada, a su vez, en la antigua romana. No es el único caso en que la denominación del cargo queda en la toponimia, porque el nombre Curiel presenta un paralelo latino, pero sí es el unico caso atestado de nombre griego fuera del área bizantina que, cuando se fundó Olite, aún incluía el sureste peninsular. El adverbio griego neon, tanto si reproduce una inscripción previa, como si es de la conmemorativa, indica que, pese a la erosión de la forma plena, en el siglo XII en Olite aún se sabía que el nombre de la ciudad era griego.

El nombre antiguo de Olite ha sido motivo de controversia desde tiempo atrás: ahí está el testimonio de Esteban Garibay, quien de paso que identificaba como primer vasco de la historia a Tubal, el arquitecto de Babel que trajo consigo una de las setenta y dos lenguas a España, se inspiró en el pasaje de Isidoro de Sevilla que data la fundación de Olite para confeccionar un “Erri berri”, con el éxito fervoroso que suelen tener esas invenciones en la parroquia. Ahora, dejando la fantasía y volviendo al problema epigráfico que representa Theologite, desde la antigüedad se ha pensado que es un término absurdo y hasta ridículo, de modo que las letras iniciales THE han sufrido un editing que las ha hecho desaparecer en la mayoría de las versiones. Así, la redacción convencional establecida del texto de Isidoro postula Ologitin civitatem que remitiría a un Ologitis como nombre de la ciudad.

Pero ahora la presencia epigráfica de Theologite en la propia Olite obliga a un confrontación con la lectura recta que nos remite al cargo de theologistes, y a su nombramiento o reposición por parte del rey Suintila como hito fundacional de la población.

Es natural preguntarse cómo es que Suintila se preocupa tanto por un nombramiento episcopal y, sobre todo, parece escoger un hiperbizantinismo para definir el cargo. Hay que recordar que los concilios de Toledo eran un instrumento de la monarquía visigoda. De entrada, eran convocados por el rey, y no sólo participaban los eclesiásticos, sino los principales personajes de la corte, la llamada aula regia, que también era nombrada directamente por el rey. Las atribuciones conciliares no eran solo ni principalmente de disciplina eclesiástica, sino que el concilio representaba el cuerpo legislativo más importante de la monarquía y venían a representar a unas verdaderas cortes nacionales. De modo que un obispo visigodo era un secundus a rege en todos los sentidos.

La elección de un término bizantino para el importante cargo plenipotenciario se encuadra en la admiración y aversión que inspiraba entonces el imperio bizantino a un visigodo, una particular relación que incluía la emulación. En aquel momento, el bizantino era un imperio real, mientras el visigótico no pasaba de aspirante. Por ejemplo, el emperador bizantino debía dar su aprobación a la elección papal y cobraba por ello una tasa. Todo sugiere que Suintila hizo en Olite un nombramiento de emulación bizantina.

Una buena pregunta sería cómo pudo formarse un theologistes condenado a ser tan semejante a theologos que no podía ser viable. Y la mejor prueba de su inviabilidad es que el Theologite de Olite ha sido unánimente reputado absurdo y ridículo, aunque constaba su documentación. Al respecto es preciso saber que, en el ámbito bizantino y oriental en general, theologia no tenía entonces el significado actual. Era un término técnico y erudito que se refería exclusivamente a la teoría trinitaria, al tiempo que se distinguía expresamente de oikonomia “economía”, que era la teoría sobre Cristo. Con la “teología” sucedió lo mismo que con esa acepción cristológica de “economía” que ha sido suprimida y reducida a arcaísmo por el uso que vino luego.

La hipótesis de que hubiera una inscripción griega de ínfulas bizantinas que fuera modelo de la inscripción latina del siglo XII está reforzada por la chocante presencia del adverbio griego neon y la llamativa irregularidad per suhintihilanem. El autor de la inscripción sabía poco latín y quizá menos griego, y su testimonio hace pensar que trató de trasladar un theologistes neon pros suinthilan basilea que en griego podría tener este aspecto:

ΘΕΟΛΟΓΙΣΤΗΣ

ΝΕΟΝΠΡΟΣΣΥΙΝ

ΘΙΛΑΝΒΑΣΙΛΕΑ

y que significaría: “Theologistes de nuevo (nombrado) en presencia del rey Suintila”. Se aludiría de ese modo a la reposición de un theologistes, lo que sugiere que algo pasó con el anterior, y también a la presencia efectiva de Suintila que emulaba así una conducta imperial bizantina.

 

 

 

 

 

 

 

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17 de enero de 2011
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El Thriller legal de Turow

Scott Turow Scott Turow publicó en 1987 un best seller titulado Se presume inocente, que fue el comienzo de los célebres ?thrillers legales?, con tanto éxito en librerías como en series de TV. Ahora, casi 25 años después, aparece la secuela de su novela, editada en castellano por Mondadori y titulada Inocente, y Rodrigo Fresán hace la reseña para Radar Libros. Una fórmula literaria que, dice Fresán, tiene antecedentes en El mercader de Venecia de William Shakespeare, Casa desolada de Charles Dickens, Billy Budd de Herman Melville, Resurrección de Leon Tolstoi, El proceso de Franz Kafka, Pasaje a la India de E. M. Forster y Matar a un ruiseñor de Harper Lee. Dice la reseña:

En defensa del definido por la revista Time como ?Bardo de la Era del Litigio? (aun en sus altísimas horas bajas como Presunto culpable, Héroes corrientes y Punto débil o cuando, como en Las leyes de nuestros padres, el resultado final no colma del todo la ambición de la propuesta) cabe señalar que Turow presenta, siempre, casos cuidados en los que el entretenimiento no está reñido con la calidad de la prosa y la exploración psicológica de personajes. Digámoslo así: Scott Turow es a John Grisham lo que los Beatles son a los Rolling Stones. El primero siempre es profundo, meditado e innovador, y se toma su tiempo; mientras que el segundo no deja de lanzar veredictos dudosos y apresurados y repetitivos.

Aclarado este punto, cabe preguntarse qué llevó a Turow (Chicago, 1949) a cometer una secuela de su éxito más sonado. Está claro que no fueron apuros económicos (no hay libro suyo que no sea best-seller mundial) y que la cosa no pasaba simplemente por el difuso atractivo de ver qué había sucedido con los personajes de entonces. La lectura de Inocente ?que se aborda con cierto inevitable temor a que la revisita no esté a la altura de las circunstancias? enseguida pone en evidencia que Turow no sólo tiene una buena historia para contar sino que, además, la cuenta con una inesperada pero bienvenida vuelta de tuerca. Casi un cuarto de siglo después, lo que Turow propone es una astuta variación sobre el aria original. Así, el alguna vez ayudante de fiscal y ahora sexagenario juez Rozat K. ?Rusty? Sabich ?aquel tan hitchcockiano inocente con culpa? vuelve a meterse en problemas. Ya saben: el entonces acusado de haber asesinado a su ambiciosa y cortesana amante de entonces es acusado, ahora, de asesinar a su volátil esposa (que entonces fue la verdadera asesina) y regresamos a las cortes de Kindle County y orden en la sala. Y otro experto procedural que ?a diferencia de la locura tecnogeográfica de los demasiados C.S.I. y derivados? investiga la sangre y el sudor y las lágrimas y el ADN de los vivos y no de los muertos. Porque aunque la haya y sea parte importante del asunto, lo que interesa aquí ?como en todo Turow? no es tanto la asimilación de data compleja y muy especializada sobre medicamentos mortales y memoria de computadoras o el devenir de juicios expertamente coreografiados (y, en esta ocasión, de una estructura temporal endiablada pero eficiente), sino ese otro proceso paralelo. El que no tiene lugar en audiencias públicas sino en la implacable e inmisericorde intimidad de dormitorios de casas y habitaciones de hoteles, de salas de estar y de jardines, de fiestas y cenas. Tribunales domésticos todos donde el juicio siempre se pierde y, aun exonerados, nunca se lo recupera del todo; porque no es que la justicia sea ciega, es que nosotros preferimos mirar a otro lado.

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17 de enero de 2011
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Editarán "Ah Pook Is Here"

carátula del libro Ah Pook Is Here es una novela gráfica de William Burroughs, ilustrada por Malcolm McNeill, escrita hace 40 años pero que nunca consiguió editor. Este año, sin embargo, verá la luz en una edición de lujo. Una faceta más del poeta beatnik más versátil de su generación. Verónica Abdala, en el suplemento ADN de La Nación, comenta los pormenores de la escritura de Ah Pook Is Here Dice la nota en el ADN Cultura:

Tal vez lo que pasó con Ah Pook? es que hace 40 años estaba adelantada a su tiempo. Mirando la historia del negocio editorial, no es extraño que una obra en extremo experimental como ésta haya sido rechazada. Era el resultado esperable ante la aventura inquietante de un escritor que no narraba para el placer de los catedráticos ni para el de los lectores tradicionales. (?) La obra que se publicará ahora, en la que Burroughs trabajó durante siete años en la década del 70 junto con el ilustrador Malcolm McNeill, era por entonces un proyecto demasiado arriesgado. El material apareció originalmente en forma de tira cómica mensual en la que fue la primera revistaunder de la historieta británica, Cyclops , con el título de The Unspeakable Mr. Hart ( El inefable Sr. Hart ). Burroughs tenía entonces 56 años y McNeill, 23. El dibujante recordaría años más tarde su paso por la revista: El editor de International Times , Graham Keen, convenció a Burroughs de que colaborara con una tira y el resultado fue The Unspeakable Mr. Hart . Él le mostró los dibujos de los que podría disponer y Bill, aparentemente, señaló el mío y dijo: ?Trabajaré con este chico?. No conocí a Bill en aquella época. Simplemente me daban media página de texto cada mes y me dejaban imaginar qué diablos significaba. A Burroughs le gustó el trabajo de McNeill. Tras el cierre de Cyclops , que tuvo vida corta, el escritor invitó a McNeill a su casa (número 8 de la calle Duke, en Londres) y le propuso trabajar duro: quería convertir la historieta original en un buen libro, que trascendiera en el tiempo. Reconocía en su compañero el mismo impulso creativo del que se sentía dueño y una gran capacidad de interpretación de sus ficciones. A Burroughs -que decía que el lenguaje era un virus- le interesaba explorar el significado de las palabras. McNeill era un artista intrépido que les daba una vuelta de tuerca más a los guiones a través de ilustraciones impactantes. Escritor y dibujante comenzaron a fantasear con la obra. En una primera etapa titularon el libro Ah Puch -nombre del dios maya de la muerte- y lo definieron como una ?novela de palabra e imagen?. Querían crear una suerte de gigantesca pintura, un continuo de imágenes desplegables, con el objetivo de contar la historia que Burroughs tenía en mente y sin más limitaciones conceptuales que el desafío de conmover a los lectores. No había en aquellos días otros libros de esas características: todo era experimentación. Admitirían tiempo después que, para ambos, el proyecto había resultado revelador. Juntos discutían el guión, el significado de las palabras y su comunión con las imágenes. Partiendo de las once páginas originales de las que había surgido el proyecto, llegaron a completar ciento veinte de ilustraciones, con el correspondiente guión. Burroughs explicaba en una entrevista con la revista Rolling Stone , en 1972: ?Estoy trabajando en un comic book que tiene secuencias enteras de acción en dibujos. Pero también hay sesenta páginas de texto, así que es en realidad algo intermedio entre un comic booky un libro ilustrado. Malcolm McNeill se encarga del dibujo. Es muy parecido al formato real de los códices mayas, que eran una historieta temprana. Hay un montón de secciones que funcionan como una película, pero el texto es esencial. Hay sesenta páginas de texto y tenemos algunos problemas para trasladar eso a imágenes. No es que no podamos hacerlo, sino que nos llevaría trescientas páginas ponerlo todo. Si tomamos cada frase y la trasladamos al dibujo, tendríamos un libro enorme, que se escaparía de nuestro presupuesto?? Por su parte, McNeill lidiaba con otras preocupaciones: Le dije a Bill: ?Si escribes ?la nave espacial aterrizó en el campo y los marcianos salieron de ella y saludaron?, eso está bien, pero es completamente inespecífico?. Si debo hacer una imagen tangible de la misma escena, tengo que imaginarme qué tipo de prado es, qué hora del día es, qué tipo de nave espacial es, cómo funciona, cómo aterriza, qué tipo de puerta tiene y qué aspecto tiene el marciano. Incluso tengo que imaginarme la longitud de su brazo. Bill pensó un rato y entonces dijo: ?Tienes razón, Malcolm. Entonces, ¿cuál es la longitud del brazo de un marciano??. Las dificultades aparecieron cuando juntos ofrecieron la idea a editores más amigos de los éxitos seguros que de un proyecto aventurero como aquél. Además de que las ilustraciones exigían un nivel de impresión que encarecía demasiado el producto, el contenido era absolutamente osado para quien quisiera convertirlo en un negocio. Autor y dibujante se habían propuesto que la obra produjera un gran efecto en los lectores, por lo que no hacían concesiones ni medían riesgos. El argumento tampoco parecía demasiado vendedor, porque era poco claro: la historia gira en torno a la vida de un multimillonario y magnate de los medios llamado John Stanley Hart, que está decidido a encontrar nada menos que la fórmula de la inmortalidad. Con la información que recopila en antiguos libros mayas, construye una máquina que supone eficaz, y termina invocando al dios maya Ah Puch. Después, grupos de jóvenes mutantes viajan al pasado para conseguir fórmulas mágicas mayas que les permitan destruir a Hart. El trasfondo filosófico de la historia de Burroughs alude a la idea de que el sistema de organización del tiempo, entre otras medidas de control, sirve a las elites dominantes para manipular a las masas. En el fondo, lo que se narra en el libro es una guerra por el poder. Los editores les dieron la espalda y, tras siete años de trabajo en colaboración, escritor e ilustrador renunciaron a la posibilidad de publicar su trabajo. En 1978, Burroughs explicaba: A lo largo de los años en que colaboramos, Malcolm McNeill produjo más de cien páginas de dibujos. No obstante, debido en parte a la carestía de la reproducción a todo color y porque el libro no calza del todo ni en la categoría convencional de novela ilustrada ni en la de historieta, ha habido dificultades con la resolución del trabajo en su totalidad y con su aceptación, aunque, de hecho, es un libro único.

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16 de enero de 2011
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Diccionario de la corrupción

  

I. “La plata entra sola”
 

El presidente peruano Alan García definió la política con una frase que el país ha asumido como la del año: “La plata entra sola.” Se la dijo a Jaime Bayly a propósito del sueldo de un presidente del Perú. Buscando sacar el pie del pozo, aclaró a la prensa que, en verdad, le había dicho a su amigo que es después de ser presidente que la plata entra sola.

 

El Perú crece económicamente más que cualquier otro país de la región pero, inversamente, el indice de percepción de la política aumenta su desvalor. ¿Cómo se explica, se preguntan los expertos, que el éxito económico del sistema sea tan grande como el desprestigio del sistema? El esperado “goteo” es demasiado lento, y el índice de la pobreza pasa del 30% de la población. El país está económicamente, es verdad, mejor que nunca; pero, moralmente, nunca ha estado peor. La corrupción ha terminado siendo aceptada como fatal: se ha hecho intrínsica al sistema. Todos los candidatos a las prontas elecciones prometen combatir  la corrupción, y quiero creer que casi todos están empeñados en ello; pero el hecho de que el fujimorismo sea una de las  cuatro principales fuerzas en competencia es un síntoma alarmante. La conversación, como en todas partes, se ha vuelto incivil: la corrupción reparte infamia en su gran teatro del mundo mercantil.

 

El psicoanalista Jorge Bruce ha diagnosticado la enfermedad: “Es esquizofrénico pregonar el éxito económico sin mencionar que somos el primer productor de cocaína del mundo. Una proporción considerable de la masa monetaria que circula, en toda suerte de inversiones y gastos, es dinero manchado de blanco...una de las filtraciones de Wikileaks indica al actual jefe del ejército como uno de los militares captados por el narco. Lo cual no sorprende a nadie.”

 

No estoy seguro de que la información de Wikileaks sea un tribunal de la verdad, aunque tampoco se puede trivializar sus revelaciones. El trabajo diplomático cultiva la épica del chisme, pero no se podría negarle a nadie la libertad de hacerlo público,  si uno cree ejercerla como derecho democrático. Mi libertad no es mejor que la tuya, quiero decir. Pero que la droga ha sido protegida por las fuerzas del orden es un hecho denunciado, aunque sin consecuencias, desde dentro del mismo estado. Bruce lleva razón cuando advierte la gravedad del caso:
 

“Limitarse a hablar de crecimiento económico sin mencionar esta fuente inagotable de dinero sucio es un acto psicótico. Creer que la corrosión del tejido social generada por el narco va a permanecer en los linderos de los valles de producción, centros de acopio, laboratorios y vías de distribución es de una frivolidad criminal...No podemos seguir hablando del modelo –ese que tantos comentaristas declaran intocable– ignorando ese reverso obsceno y violento.”

 

Se trata, así, del lenguaje, del valor que tú des a las palabras. El sociópata cree que todos son culpables pero no siempre está, como el asesino de Tucson, armado. La violencia verbal contamina la esfera pública, esa trama de las comunicaciones y la política. Y desnuda la subjetividad perturbada de quienes denigran aquello que supuestamente los niega. Esa negatividad divide el espacio social en buenos y malos, degradando no la diversidad social y humana, sino el lenguaje. 

 

Mirko Lauer piensa que la crítica de la corrupción se ha convertido en el espacio de debate porque, al no ser ideológica, la competencia electoral  no se decide en un cambio del sistema sino en su mejora social. Los partidos de centro izquierda son los más exigentes en la demanda de transparencia política, anulación del actual pereclitaje de delitos de corrupción, y control de las contribuciones partidistas.  Lo que está en disputa, así, es la definición del centro.

 

En español, todavía estamos lejos de desearle lo mejor a quien gane las elecciones.  Quizá porque todavía creemos que las ganaremos destruyendo minuciosamente al rival imaginario, ese espejo monstruoso.

 

 

II. Una modesta proposición

 

Excusa la deformación profesional, pero te propongo una hipótesis: la corrupción es el reverso del modelo económico dominante. Es un modo de sobrevivencia de los que no se han beneficiado, ni mucho menos, con las inversiones y las exportaciones; y un principio de acumulación de los gestores del modelo. La suma de las ganancias de inversión (de muy baja tasa y nula reinversión) es inversa a la resta en pobreza, servicios, educación, comunidad y sensibilidad ética. No se trata solamente de la brecha entre ricos y pobres, sino de la regresión civil,  la delincuencia y el desvalor de la solidaridad, que es el lado oscuro del mercantilismo, patente en el culto del exitismo y en la violencia cotidiana. Tampoco se trata sólo del mercado (las formas del intercambio en el mercado regulado, lo sabemos, promueven la individualización de los sujetos, la horizontalidad civil) sino de la comercialización regresiva de la vida cotidiana. Este mercantilismo autoritario, termina determinando el valor hasta de lo que no tiene precio. En esa sociedad sin comunidad, el mercado es sustituido por el marketing. No ha de extrañar, por lo mismo, que el gobierno peruano haya preferido declarar este 2011 “Año de Machu Picchu” para fomentar el turismo, en lugar de consagrarlo a José María Arguedas, quien cumple cien años. Mucho mejor así tratándose de un escritor que creyó en la suma de las naciones de un país donde cualquiera, dijo, podría ser feliz, si no ha sido “corrompido por el egoísmo.”

 

 

III. Para un diccionario panhispánico

 

Leyendo sobre estos temas, he encontrado que debajo del debate político actual en el Internet hay un léxico sobre la corrupción, del cual anoto algunas acepciones. Descarto insultos, y atiendo al uso, de regusto hiperbólico. No dudo que tú tienes otras acepciones que separen imparcialmente el grano.

 

 

Política: “Arte de combatir a los animales,” Platón

Nacionalismo: “El último recurso del pillo,” Dr. Johnson. Otras versiones prefieren “canalla,” “truhán,” “bribón,” “pícaro,” pero “pillo” me gusta más para sugerir la manipulación sentimental de una ideología arcaica

Nacionalismo de izquierda:  Monstruo de dos cabezas

Inmunidad parlamentaria: Impunidad

Candidateable: Que aguarda ofertas

Chorreo: Goteo prometido

Piloto automático: Intelectual multiempleado

Ultrasubevaluados: Terrenos de precio falso

Caciquismo académico: Ansiedad de herencia,  endogamia

Turista electoral: “Votante aburrido de su candidato favorito, ensaya otro,” M. Lauer

Politica: “Arte de impedir las revoluciones,” Aristóteles

Sin bandera: Narcocapitalista

Regalías: Ingresos extras

Internet gratis: Utopía anarquista

Carga tributaria: Atentado contra la libertad

Curva de experiencia: Valor simbólico de cambio

Empate técnico:  Valor añadido

Soborno: Derecho territorial

Economía subterránea: Horas extras

Cuota partidaria: Dinero invertido

Electorado: Clientela

Clientelaje: Suma presupuestable de facciones

Colchón electoral: Base de salario mínimo

Política: “Arte de mantenerse en el poder,” Machiavelo

Elecciones: Reorganización de las expectativas

Funcionariado difundido: Socios académicos

Pragmatismo: Buen precio

Masividad: electorado que no vota

Recicladísimo: Ministro de izquierda en gobierno de derecha

Red social: Opiniones antisociales

Opinionitis: Fiebre verbal omnipresente

Lobismo: Lobos del “lobby”

Residuo del poder: “Conjunto de materias y atribuciones sobre ellas que las constituciones federales o autonomistas no atribuyen expresamente ni al poder central ni a los regionales,” RAE

Residual: Sobreproducción de escribiente que termina dándose por leida
Absolutista: Sociópata realizado
Gúligan: Pasó sin transición del franquismo a la corrupción
Transición: Tiempo histórico en que se perdió la paz

Politica: “El arte de lo imposible,” Internet

 

 

IV.  Multimedia

 

En la juramentación del alcalde de un pueblo peruano, uno de los regidores exclamó: “Juro por Dios...y por la plata.”  El lapsus delata que el idioma de la corrupción interrumpe al lenguaje, poniendo en duda su valor de uso:

 

 

La siguiente intervención de “bolsillos vacíos” en el Banco Santander de Sevilla, declara, que el humor no está perdido:

 

 

El caricaturista Carlín (La República) comunica muy bien la suerte tragicómica de la política peruana y su actual fase electoral, donde trece candidatos purgan sus listas de corruptos embozados. El presidente García indultó a un empresario de la televisión, preso por corrupción,  pero se descubrió que el certificado médico que permitía esa licencia era falso. El empresario fugitivo fue capturado tres meses después. Carlín da una versión de esta moraleja sin moral:
 

http://www.larepublica.pe/11-01-2011/carlincaturas-11012011

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16 de enero de 2011
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