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Diccionario de la corrupción

Por 16 de enero de 2011 Sin comentarios

Julio Ortega

  

I. “La plata entra sola”
 

El presidente peruano Alan García definió la política con una frase que el país ha asumido como la del año: “La plata entra sola.” Se la dijo a Jaime Bayly a propósito del sueldo de un presidente del Perú. Buscando sacar el pie del pozo, aclaró a la prensa que, en verdad, le había dicho a su amigo que es después de ser presidente que la plata entra sola.

 

El Perú crece económicamente más que cualquier otro país de la región pero, inversamente, el indice de percepción de la política aumenta su desvalor. ¿Cómo se explica, se preguntan los expertos, que el éxito económico del sistema sea tan grande como el desprestigio del sistema? El esperado “goteo” es demasiado lento, y el índice de la pobreza pasa del 30% de la población. El país está económicamente, es verdad, mejor que nunca; pero, moralmente, nunca ha estado peor. La corrupción ha terminado siendo aceptada como fatal: se ha hecho intrínsica al sistema. Todos los candidatos a las prontas elecciones prometen combatir  la corrupción, y quiero creer que casi todos están empeñados en ello; pero el hecho de que el fujimorismo sea una de las  cuatro principales fuerzas en competencia es un síntoma alarmante. La conversación, como en todas partes, se ha vuelto incivil: la corrupción reparte infamia en su gran teatro del mundo mercantil.

 

El psicoanalista Jorge Bruce ha diagnosticado la enfermedad: “Es esquizofrénico pregonar el éxito económico sin mencionar que somos el primer productor de cocaína del mundo. Una proporción considerable de la masa monetaria que circula, en toda suerte de inversiones y gastos, es dinero manchado de blanco…una de las filtraciones de Wikileaks indica al actual jefe del ejército como uno de los militares captados por el narco. Lo cual no sorprende a nadie.”

 

No estoy seguro de que la información de Wikileaks sea un tribunal de la verdad, aunque tampoco se puede trivializar sus revelaciones. El trabajo diplomático cultiva la épica del chisme, pero no se podría negarle a nadie la libertad de hacerlo público,  si uno cree ejercerla como derecho democrático. Mi libertad no es mejor que la tuya, quiero decir. Pero que la droga ha sido protegida por las fuerzas del orden es un hecho denunciado, aunque sin consecuencias, desde dentro del mismo estado. Bruce lleva razón cuando advierte la gravedad del caso:
 

“Limitarse a hablar de crecimiento económico sin mencionar esta fuente inagotable de dinero sucio es un acto psicótico. Creer que la corrosión del tejido social generada por el narco va a permanecer en los linderos de los valles de producción, centros de acopio, laboratorios y vías de distribución es de una frivolidad criminal…No podemos seguir hablando del modelo –ese que tantos comentaristas declaran intocable– ignorando ese reverso obsceno y violento.”

 

Se trata, así, del lenguaje, del valor que tú des a las palabras. El sociópata cree que todos son culpables pero no siempre está, como el asesino de Tucson, armado. La violencia verbal contamina la esfera pública, esa trama de las comunicaciones y la política. Y desnuda la subjetividad perturbada de quienes denigran aquello que supuestamente los niega. Esa negatividad divide el espacio social en buenos y malos, degradando no la diversidad social y humana, sino el lenguaje. 

 

Mirko Lauer piensa que la crítica de la corrupción se ha convertido en el espacio de debate porque, al no ser ideológica, la competencia electoral  no se decide en un cambio del sistema sino en su mejora social. Los partidos de centro izquierda son los más exigentes en la demanda de transparencia política, anulación del actual pereclitaje de delitos de corrupción, y control de las contribuciones partidistas.  Lo que está en disputa, así, es la definición del centro.

 

En español, todavía estamos lejos de desearle lo mejor a quien gane las elecciones.  Quizá porque todavía creemos que las ganaremos destruyendo minuciosamente al rival imaginario, ese espejo monstruoso.

 

 

II. Una modesta proposición

 

Excusa la deformación profesional, pero te propongo una hipótesis: la corrupción es el reverso del modelo económico dominante. Es un modo de sobrevivencia de los que no se han beneficiado, ni mucho menos, con las inversiones y las exportaciones; y un principio de acumulación de los gestores del modelo. La suma de las ganancias de inversión (de muy baja tasa y nula reinversión) es inversa a la resta en pobreza, servicios, educación, comunidad y sensibilidad ética. No se trata solamente de la brecha entre ricos y pobres, sino de la regresión civil,  la delincuencia y el desvalor de la solidaridad, que es el lado oscuro del mercantilismo, patente en el culto del exitismo y en la violencia cotidiana. Tampoco se trata sólo del mercado (las formas del intercambio en el mercado regulado, lo sabemos, promueven la individualización de los sujetos, la horizontalidad civil) sino de la comercialización regresiva de la vida cotidiana. Este mercantilismo autoritario, termina determinando el valor hasta de lo que no tiene precio. En esa sociedad sin comunidad, el mercado es sustituido por el marketing. No ha de extrañar, por lo mismo, que el gobierno peruano haya preferido declarar este 2011 “Año de Machu Picchu” para fomentar el turismo, en lugar de consagrarlo a José María Arguedas, quien cumple cien años. Mucho mejor así tratándose de un escritor que creyó en la suma de las naciones de un país donde cualquiera, dijo, podría ser feliz, si no ha sido “corrompido por el egoísmo.”

 

 

III. Para un diccionario panhispánico

 

Leyendo sobre estos temas, he encontrado que debajo del debate político actual en el Internet hay un léxico sobre la corrupción, del cual anoto algunas acepciones. Descarto insultos, y atiendo al uso, de regusto hiperbólico. No dudo que tú tienes otras acepciones que separen imparcialmente el grano.

 

 

Política: “Arte de combatir a los animales,” Platón

Nacionalismo: “El último recurso del pillo,” Dr. Johnson. Otras versiones prefieren “canalla,” “truhán,” “bribón,” “pícaro,” pero “pillo” me gusta más para sugerir la manipulación sentimental de una ideología arcaica

Nacionalismo de izquierda:  Monstruo de dos cabezas

Inmunidad parlamentaria: Impunidad

Candidateable: Que aguarda ofertas

Chorreo: Goteo prometido

Piloto automático: Intelectual multiempleado

Ultrasubevaluados: Terrenos de precio falso

Caciquismo académico: Ansiedad de herencia,  endogamia

Turista electoral: “Votante aburrido de su candidato favorito, ensaya otro,” M. Lauer

Politica: “Arte de impedir las revoluciones,” Aristóteles

Sin bandera: Narcocapitalista

Regalías: Ingresos extras

Internet gratis: Utopía anarquista

Carga tributaria: Atentado contra la libertad

Curva de experiencia: Valor simbólico de cambio

Empate técnico:  Valor añadido

Soborno: Derecho territorial

Economía subterránea: Horas extras

Cuota partidaria: Dinero invertido

Electorado: Clientela

Clientelaje: Suma presupuestable de facciones

Colchón electoral: Base de salario mínimo

Política: “Arte de mantenerse en el poder,” Machiavelo

Elecciones: Reorganización de las expectativas

Funcionariado difundido: Socios académicos

Pragmatismo: Buen precio

Masividad: electorado que no vota

Recicladísimo: Ministro de izquierda en gobierno de derecha

Red social: Opiniones antisociales

Opinionitis: Fiebre verbal omnipresente

Lobismo: Lobos del “lobby”

Residuo del poder: “Conjunto de materias y atribuciones sobre ellas que las constituciones federales o autonomistas no atribuyen expresamente ni al poder central ni a los regionales,” RAE

Residual: Sobreproducción de escribiente que termina dándose por leida
Absolutista: Sociópata realizado
Gúligan: Pasó sin transición del franquismo a la corrupción
Transición: Tiempo histórico en que se perdió la paz

Politica: “El arte de lo imposible,” Internet

 

 

IV.  Multimedia

 

En la juramentación del alcalde de un pueblo peruano, uno de los regidores exclamó: “Juro por Dios…y por la plata.”  El lapsus delata que el idioma de la corrupción interrumpe al lenguaje, poniendo en duda su valor de uso:

 

 

La siguiente intervención de “bolsillos vacíos” en el Banco Santander de Sevilla, declara, que el humor no está perdido:

 

 

El caricaturista Carlín (La República) comunica muy bien la suerte tragicómica de la política peruana y su actual fase electoral, donde trece candidatos purgan sus listas de corruptos embozados. El presidente García indultó a un empresario de la televisión, preso por corrupción,  pero se descubrió que el certificado médico que permitía esa licencia era falso. El empresario fugitivo fue capturado tres meses después. Carlín da una versión de esta moraleja sin moral:
 

http://www.larepublica.pe/11-01-2011/carlincaturas-11012011

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Julio Ortega

Julio Ortega, Perú, 1942. Después de estudiar Literatura en la Universidad Católica, en Lima,  y publicar su primer libro de crítica,  La contemplación y la fiesta (1968), dedicado al "boom" de la novela latinoamericana, emigró a Estados Unidos invitado como profesor visitante por las Universidades de Pittsburgh y Yale. Vivió en Barcelona (1971-73) como traductor y editor. Volvió de profesor a la Universidad de Texas, Austin, donde en 1978 fue nombrado catedrático de literatura latinoamericana. Lo fue también en la Universidad de Brandeis y desde 1989 lo es en la Universidad de Brown, donde ha sido director del Departamento de Estudios Hispánico y actualmente es director del Proyecto Transatlántico. Ha sido profesor visitante en Harvard, NYU,  Granada y Las Palmas, y ocupó la cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. Es miembro de las academias de la lengua de Perú, Venezuela, Puerto Rico y Nicaragua. Ha recibido la condecoración Andrés Bello del gobierno de Venezuela en 1998 y es doctor honorario por las universidades del Santa y Los Angeles, Perú, y la Universidad Americana de Nicaragua. Consejero de las cátedras Julio Cortázar (Guadajara, México), Alfonso Reyes (TEC, Monterrey), Roberto Bolaño (Universidad Diego Portales, Chile) y Jesús de Polanco (Universidad Autónoma de Madrid/Fundación Santillana). Dirije las series Aula Atlántica en el Fondo de Cultura Económica, EntreMares en la Editorial Veracruzana, y Nuevos Hispanismos en Iberoamericana-Vervuert.  Ha obtenido los premios Rulfo de cuento (París), Bizoc de novela breve (Mallorca), Casa de América de ensayo (Madrid) y el COPE de cuento (Lima). De su crítica ha dicho Octavio Paz:"Ortega practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso."

Obras asociadas
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