Ficha técnica
Título: La imaginacion crítica. Prácticas de innovación en la narrativa contemporánea| Autor: Julio Ortega | Editorial: Ediciones Universidad Alberto Hurtado | Facultad de Filosofía y Humanidades | Género: Ensayo | ISBN: 978-956-8421-35-9 | Registro de propiedad intelectual: 187700 | Páginas: 620 | PVP: 20,00 € $16.000 (IVA incluido) | Publicación: Marzo de 2010
La imaginacion crítica
Julio Ortega
EDICIONES UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO
Julio Ortega (Perú, 1942) es considerado uno de los críticos literarios vivos más importantes en el tema de la literatura latinoamericana. Reconocido por la crítica internacional como uno de los innovadores de la lectura crítica en América Latina, se ha ocupado también de la difusión de las nuevas letras, a través de congresos, antologías, foros y colecciones.
Figura imprescindible de la Universidad de Brown, referente de cientos de estudiantes de doctorado, escritores y críticos, es reconocido por su generosidad y altura de miras en la labor académica y crítica. Es un gran relacionador público del mundo de la literatura y la academia; además, sus vínculos con España y su validación profesional en ese país, crea un puente fundamental entre autores hispanos y latinoamericanos.
Este es un libro que invita a un recorrido literario por los textos y autores fundamentales -sin que se entienda como sinónimo de consagrado- de la narrativa contemporánea hispanoamericana, aunque principalmente latina. Ortega entra en los libros y los abre para relecturas más profundas y más sensibles, con una prosa amigable y fluida que revela el sólido bagaje cultural que posee el autor y del cual no hace ostentación alguna. Los ensayos son en sí mismos piezas literarias, parecen crear un género propio y construir una estética, como si interpretaciones, imágenes e intuiciones se anclaran a pensamientos, saberes y conceptos y fundasen un conocimiento nuevo, que se ofrece generoso a la discusión, al diálogo y a la relectura de las obras reseñadas.
Transmite en sus escritos, además, un intenso deleite por lo leído; parecería que compartir el placer por la lectura y los universos que ella abre, fuese el designio fundamental de su escritura. Y es este goce literario un goce libre, una invitación a despojarse de prejuicios temáticos y formales, a desviarse de los carriles rígidos por los cuales avanzamos comodones movidos por la inercia, y adentrarse por rutas nuevas, para descubrir en ellas cuánto hay de nuestras identidades cada vez menos severas, cada vez más necesitadas de constante reformulación, reinterpretación y reacomodo.
En este texto se reúnen estudios sobre Rulfo, Fuentes, Sarduy, Lezama Lima, Borges, Pacheco, Cortázar, Arguedas, Eltit, Vargas Llosa, García Márquez, Arenas, Ferré, Bolaño, Boullosa, entre muchos otros.
BGH
No soy crítico literario, pero a fuerza de leer los trabajos que se han escrito sobre mis libros he terminado por distinguir entre lo que no pasa de meras reseñas y lo que se interna profundamente en la materia literaria buscando explicarla, es decir desplegarla en todas sus facetas. La labor de Julio Ortega pertenece a esta segunda categoría, poco frecuente todavía en América Latina porque exige una dedicación y una suma de conocimientos que las dinámicas actuales de la escritura y sus ediciones tienden a reemplazar por rápidas y siempre subjetivas reseñas, en las que los prejuicios, los temperamentos y casi siempre la suficiencia de los falsos críticos sólo alcanzan una visión superficial de algo que, como las flores aún cerradas, guarda los pétalos de lecturas más hondas, ésas en las que está verdaderamente contenido el escritor. La crítica de Julio Ortega busca abrir esas capas sucesivas en busca del fuego, del perfume central. Julio Cortázar
Julio Ortega… practica el mejor rigor crítico: el rigor generoso. Octavio Paz
LA ESCRITURA DE JULIO ORTEGA:
UNA EXPERIENCIA COMUNITARIA DEL PORVENIR
Debo mi primer encuentro con el nombre de Julio Ortega a la prestigiosa académica chilena Lucía Invernizzi. Tratando yo de seleccionar materiales sobre la nueva narrativa hispanoamericana, me pasó un texto crítico que, en sus palabras, revelaba el espíritu libre de esa vanguardia. Por de pronto, el título me pareció inquietante: La contemplación y la fiesta, un poético retablo de nuestra modernidad. De esto hace mucho tiempo, en un gris y melancólico Santiago de Chile, cuando yo amenazaba con convertirme en un estudiante eterno. ¿Habrá que añadir que esa fue la última vez que la profesora Invernizzi vio su libro? Releo ahora el prólogo de esa obra. El mundo de los dualismos -hispanistas e indigenistas, realistas y fantásticos, comprometidos y puristas- es contenido por una voluntad integradora, cuya matriz es un lenguaje que renueva las utopías de cambio y transformación americanas.
Como todo preámbulo, vino más adelante el encuentro real, esta vez teniendo como actor a Enrique Lihn. Era yo entonces un flamante Licenciado en Letras, sin empleo. De un modo aparentemente casual, me indicó un día que yo podría ir a estudiar un postgrado a Austin, con Julio Ortega, un joven escritor y crítico peruano, quien le había escrito señalando su interés por la venida de estudiantes chilenos y latinoamericanos. A continuación, Enrique deslizó algunas frases capciosas, que tenían que ver con los estudios literarios en Chile: acaso demasiado científicos, con muchas citas francesas y alemanas; una cultura de la imitación. Agregó que este amigo suyo era un crítico de los creativos porque además, era escritor. Para dejarme tranquilo, concluyó que de seguro era muy buen profesor. Releo ahora algunas páginas que Julio le ha dedicado: «Frente a la ingenuidad conmovedora de quienes escriben para compensar lo no vivido, la poesía de Enrique Lihn ocurre para descompensar lo vivido excesivamente. Vida y poesía no se confunden, pero se inquietan mutuamente en el teatro que comparten» (1994: 263). En una palabra, viajé.
La figura de Julio Ortega como un intelectual que lidera el diálogo cultural americano aparece para mí algunos meses después, en agosto de 1981, en el gran Encuentro de Letras Mexicanas, organizado por él en la Universidad de Texas en Austin. Memorables discusiones críticas de Ángel Rama, Noé Jitrik y Carlos Monsiváis, diálogos sobre la traducción animadas por el poeta concretista Haroldo do Campos, y muchas mesas redondas de escritores: Margo Glantz, Marco Antonio Montes de Oca, José Emilio Pacheco, Gustavo Sainz. Todos reunidos en torno a la amistad literaria de Julio, a su convocatoria personal, a su aura crítica. No es que yo nunca haya vivido esa celebración del espacio americano. De niño ya había escuchado ese rumor en Concepción, en los encuentros organizados por el poeta Gonzalo Rojas, alrededor de los años 60. Años después, en otro tiempo y en otra constelación, habría de retornar a ese flujo vital de una palabra comunitaria siempre innovada. Allí escuché a Julio decir de Gonzalo: «[poeta que] habla desde un espacio desamparado, indagando con voz desnuda y a la vez fracturada, herida en el centro del discurso insuficiente, abierta para su propia demanda intransigente ante la mudez esencial con las que se enfrenta armado de sílabas y silabeos» (1987: 4).