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La verdad de los mentirosos

Lo que sea la verdad es algo bien difícil de dilucidar. No solo los filósofos se han aplicado durante siglos a tratar de averiguarlo sino que, de creer al Evangelio de San Juan, Poncio Pilatos hubiera debido pasar a la historia, no tanto por lavarse las manos ante la sentencia de muerte a un inocente, sino porque, en un acto de desesperación escéptica, le espetó a Cristo: ¿qué es la verdad? Quid est veritas? Una pregunta con una respuesta difícil, quizá la más difícil de todas las que podemos plantearnos. Y, sin embargo, en los últimos tiempos estamos cansados de escuchar a personajes públicos que, ante cualquier dificultad, responden machaconamente: "Nos limitamos a decir la verdad". Y también los derivados más crudos de esta afirmación: "Es lo que hay" o "así es la realidad".

No pasa día en que alguna de estas tres frases -y a menudo las tres- sea pronunciada por consejeros, alcaldes, presidentes autonómicos, ministros y jefes de Gobierno. A partir de ahí el dominio de lo que es la verdad, presentada asimismo como revelación de lo que era la mentira, justifica cualquier acción, pues el responsable público, amparado por lo inevitable de la situación, acaba presentándose, ya no como un servidor sino como un salvador de la comunidad o, para los que prefieren una mayor grandilocuencia, como salvador de la patria. Una de las más grotescas paradojas de la situación actual es que la "verdad sobre lo que hay" (arcas vacías, deudas insostenibles) sea el argumento para agredir los dos territorios más sensibles de la sociedad, la educación y la salud.

El embuste implícito a esta verdad con que ahora se nos abruma está originado, cuando menos, en dos fuentes: quiénes son los albaceas de aquella supuesta verdad y cómo se forjó la mentira de la que ahora quieren liberarnos. No obstante, ambas fuentes confluyen en el hecho de que quienes ahora dicen revelarnos la verdad son los mismos que estaban en condiciones, durante años, de desentrañar la mentira. Me cuesta encontrar un solo responsable político actual de envergadura que no haya estado comprometido con aquella ocultación, ni en el partido del Gobierno ni en los principales de la oposición. Esta complicidad en la mentira o, si se quiere, en el mantenimiento de una opacidad culpable, es la que ha creado un clima moralmente inquietante, en el cual no solo hemos contemplado la corrupción de políticos sino de amplias capas de la ciudadanía, que han premiado la corrupción con vergonzosos respaldos electorales. En las próximas elecciones la mayoría de los candidatos están atrapados en aquella complicidad pues, a pesar de los desastres económicos de los que venimos hablando desde hace unos tres años -pero no antes, el detalle es importante-, no se ha producido autocrítica real ni catarsis colectiva. Es fácil tener la verdad hoy; lo auténticamente difícil era denunciar la mentira ayer.

Y no denunciaron la mentira. Este verano, y como noticia de un par de días y sin seguimiento, apareció la información de que España no estaba en condiciones de pagar lo que había adquirido en material militar en los últimos 15 años, primero con Aznar y luego con Zapatero: creo recordar que eran unos 30.000 millones de euros, los suficientes quizá, de no haber sido gastados, para que ahora no hubiera que recortar el presupuesto de educación. De acuerdo con la información, lo peor y lo más frívolo es que no estaba claro en absoluto el destino de estos productos más bien siniestros por los que habíamos contraído una deuda tan abultada. No recuerdo ninguna explicación de Zapatero o Rubalcaba, de Aznar o de Rajoy. Ni las recuerdo ni las espero porque forman parte de la omertà en la ocultación de la mentira por parte de los que en la próxima campaña electoral se nos presentarán como fervientes amantes de la verdad. Y, sin embargo, por ese lado hubiéramos podido salvar nuestros presupuestos educativos.

Y acaso también podrían salvarse los presupuestos sanitarios si el Estado español presentara una demanda masiva contra la banca por negligencia, como ha hecho Estados Unidos. La Agencia Federal de la Vivienda espera una indemnización multimillonaria tras su demanda contra Bank of America, JP Morgan Chase, Deutsche Bank, HSBC, Barclays y Citigroup, entre otros. Acusación: vender hipotecas de baja calidad y faltar a la obligación de comprobar la excelencia de los activos. ¿Les suena? Durante años y años asistimos al esperpéntico espectáculo de la especulación inmobiliaria, sin apenas denuncias por parte de los grandes partidos. Tuvo que ser una diputada danesa del Parlamento Europeo la que, a instancias de Greenpeace y otros grupos similares, denunciara el caso con la resistencia activa de la mayoría de los diputados españoles. También aquí funcionó la ley del silencio, a la que lamentablemente se sumaron muchos grupos de comunicación. Eran los días en que los tentadores ofrecían créditos e hipotecas de alcance casi celestial y los tentados aprendían a vivir como aspirantes anouveaux riches en medio de un simulacro general. Primero, se educó para la estafa, y cuando la estafa ya era demasiado evidente, en lugar de castigar a los estafadores se marchó a su rescate con dinero público. Si los que ahora se presentan a las elecciones se atrevieran a pedir cuentas a los saqueadores, como intenta hacerse por parte de algunos en Estados Unidos, tal vez no sería necesario recortar en sanidad, pues la devolución del dinero del saqueo cubriría muchos déficits. Pero ninguno de los que puede ganar lleva en el programa la exigencia de la restitución. En consecuencia, nadie devolverá el dinero robado, ni los delincuentes confesos, de Roldán a Millet, ni aquellos banqueros corruptos que nunca serán declarados delincuentes.

En esta tesitura es de una hipocresía inaguantable que tantos responsables públicos, alentados muchas veces, como corifeos, por economistas sin escrúpulos, aleguen que se limitan a expresar "la verdad" que exige sacrificios, nada menos que en educación y sanidad, los fundamentos, precisamente, de una sociedad justa. Los mismos, exactamente los mismos, que cerraron los ojos y las bocas cuando la mentira crecía sin cesar.    
 
El País, 21/09/2011 
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25 de septiembre de 2011
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La última apuesta de Abbas

Mahmud Abbas, a quienes sus partidarios llaman Abu-Mazen ("el padre de Mazen", por uno de sus hijos que falleció de un ataque cardíaco), posee la apariencia de un profesor jubilado -el cabello cano, los lentes gruesos, el porte alicaído- pese a la energía que se desprende de su mirada y el leve sarcasmo de su sonrisa. Con sus trajes perfectamente cortados y su estilo impasible ofrece un contraste absoluto con Yasser Arafat, su legendario compañero de batallas, a quien sucedió como presidente de la Autoridad Palestina en 2005.

Pese a su pasado radical -su tesis de grado en el Instituto de Estudios Orientales de la Academia Soviética de Ciencias se tituló El otro lado: la relación secreta entre el nazismo y el sionismo 1933-1945-, su nombramiento recibió el beneplácito de Estados Unidos e incluso de Israel: entonces se le veía como un líder endeble y moderado al cual era posible apaciguar. En efecto, Abbas no dudó en condenar la violencia y llamó al fin de la Segunda Intifada. Su disposición al diálogo provocó el rechazo de grupos radicales, en especial de Hamás, quienes no han dudado en boicotear todas de sus iniciativas.

            Pese a ello, Abbas jamás ha dejado de sentarse en la mesa de negociación y, pese al acoso que sufre su gobierno, nunca ha dejado de condenar los ataques lanzados contra Israel desde suelo palestino. Aun así, los acuerdos no han avanzado un ápice, debido entre otras cosas a la repentina muerte cerebral de Ariel Sharon y a la incorporación de la extrema derecha al gobierno de Benjamin Netanyahu. Pese a las advertencias de Barack Obama y otros líderes, éste no ha querido detener la construcción de nuevas colonias judías en Cisjordania, uno de los pasos indispensables para avanzar en el proceso de paz.

            Acorralado entre Israel y Hamás, y a punto de dejar el poder a los 76 años -es presidente en funciones-, Abbas estaba a punto de convertirse en un cadáver político. De pronto, las revueltas en el norte de África trastocaron drásticamente la percepción de los pueblos árabes en el resto del mundo: en vez de dóciles rehenes de sus tiranos o carne de cañón de los islamistas, los jóvenes de Túnez, Egipto o Libia demostraron una envidiable vitalidad democrática. Y, si bien aún no es posible aquilatar el resultado final de la primavera árabe -que en realidad incluye ya al verano-, ya no resulta tan fácil invocar el peligro terrorista o el fanatismo musulmán para excusar a Israel por la represión que ejerce en los territorios ocupados.

            Hasta hace poco, Israel lucía como la única democracia en Medio Oriente -una democracia peculiar, reservada en plenitud sólo a los ciudadanos judíos-, pero ahora se halla rodeada por estados que, al menos hasta el momento, buscan implantar regímenes más libres e incluyentes. Abbas ha sabido leer este cambio de ambiente y, decidido a escapar del fracaso y la ignominia, se lanzó a buscar el reconocimiento de Palestina como un estado de pleno derecho en Naciones Unidas sin tomar en cuenta la oposición israelí.

            Su gesto, que ha recibido la simpatía de unas más de un centenar de países, ha sido bruscamente desestimado por Estados Unidos, que ya ha hecho público su eventual veto en el Consejo de Seguridad. Consciente de ello, Abbas no ha querido abortar su iniciativa en una muestra de tozudez que acaso sea la prueba de que a veces sólo las iniciativas arriesgadas (como la decisión de Sharon de evacuar Gaza) pueden remover la parálisis política de la zona.

Israel no quiere que Palestina se convierta en estado de pleno derecho, y ni siquiera en estado observador ante la ONU, pues ello lo obligaría a cumplir las leyes internacionales de guerra, y sus soldados -y políticos- podrían verse acusados ante el Tribunal de La Haya. La posición de Obama es más compleja: su veto lo llevaría a alienarse de los pueblos árabes que ha apoyado durante las revueltas, pero, a unos meses de su posible reelección, no puede perder el apoyo de la comunidad judía. De allí el galimatías que lo ha llevado a afirmar, en su triste discurso ante la ONU, que la elección de Palestina como estado no es un buen paso para lograr que Palestina se convierta en un estado. 

            Abbas ha sabido mover sus fichas: aunque a la larga sólo se reconozca a Palestina como estado observador, gracias al apoyo mayoritario con que cuenta en la Asamblea General de Naciones Unidas, ha conseguido que la opinión pública global esté de su lado. Su apuesta por la vía pacífica y multilateral, ha puesto a Estados Unidos contra las cuerdas y ha exhibido la división que impera en la política exterior de la Unión Europea. En este contexto, sería una vergüenza que México, cada vez más dócil ante las imposiciones estadounidenses, terminase por abstenerse en la votación. 

Israel tendrá que acostumbrarse a este cambio de paradigma: a partir de ahora tendrá que negociar con un estado que, al menos en el ámbito de la legalidad internacional -pues en términos económicos y militares aún mantiene el control sobre sus adversarios- se encuentra en condiciones de igualdad. Pese a la agresividad retórica de Netanyahu, a la larga no le quedará más remedio que barajar las concesiones que tendrá que realizar para que sus tropas -o él mismo- no terminen indiciados en La Haya. Más allá del resultado final de su apuesta, por una ocasión -acaso la última-, el profesor Abbas ha ganado la partida.

 

twitter: @jvolpi

 

 

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25 de septiembre de 2011
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A veinte años del grunge

Hace exactamente 20 años, el 24 de septiembre de 1991, yo caminaba por Telegraph Street en Berkeley cuando me llamaron la atención las vitrinas de las tiendas de discos más importantes, Rasputin y Amoeba. Estaban tomadas por copias de un disco de vinilo con la cubierta impactante de un bebé nadando hacia un billete de un dólar. Se trataba de Nevermind, el nuevo álbum de una banda llamada Nirvana de la cual pocos habían oído hablar (incluido yo). En la radio no tardó en escucharse, una y otra vez, su canción emblemática, "Smells Like Teen Spirit", que se convertiría en el himno de una generación. El disco, del cual se habían hecho 45.000 copias, llegaría a vender 30 millones.
Nevermind popularizó el sonido grunge, rock influido por la energía y la intensidad del punk y el heavy metal, con mucha distorsión en las guitarras (ruptura de afinación en la nota D, dirían los entendidos). El estilo era muy marcado: letras con un tono de angustia y desesperación, look descuidado, actitud de rebeldía ante el deseo de las grandes corporaciones de convertir al músico en una deslavada estrella de rock que se debía al público. Con la llegada del grunge, los ochenta llegaron a su fin. Las bandas grunge debieron lidiar con la contradicción de ser rebeldes con un éxito comercial superlativo; pocas lo hicieron bien.
 
Aunque el sonido parecía haber aparecido de la noche a la mañana, su historia es larga y compleja; el libro de Mark Yarn, Everybody Loves Our Town: A Oral History of Grunge, la cuenta a través de más de doscientos cincuenta entrevistas, con un impresionante exceso de detalles. El grunge comienza en verdad a principios de los ochenta, en la escena musical de Seattle, con bandas post-punk com U-Men y The Melvins. Seattle era entonces una ciudad aletargada, lejos de los centros donde se creaban las principales tendencias musicales. Ese aislamiento ayudó a que apareciera ese estilo crudo, tan poco amable.Sub Pop, un sello musical nacido en Seattle, se dio cuenta antes que nadie del poder de esa música; hacia 1983, uno de sus fundadores, Bruce Pavitt: "la escena musical de Seattle dominará el mundo". El mérito de Pavitt es el de haber dicho esa frase cuando bandas como U-Men apenas llegaban a congregar a treinta personas en sus conciertos.
    
Del libro de Yarn impresiona la mención a una cantidad de bandas prácticamente olvidadas que contribuyeron a la consolidación del grunge: Screaming Trees, Mother Love Bone, Green River, TAD, Babes in Toyland, etc. A fines de los ochenta, el grupo por el que todos apostaban para llegar al gran éxito era Mudhoney; Mudhoney logró una audiencia importante, pero no el triunfo masivo de los cuatro grandes del movimiento (Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains).
    
Con su voz potente y gran presencia escénica, Chris Cornell, el cantante de Soundgarden, fue la primera estrella grunge. A principios del 91, Alice in Chains sonaba mucho en la entonces influyente MTV. Luego vino Nevermind y arrasó con todo. Comenzaron los problemas: nadie quería menos que el impacto mundial de Nirvana; grupos de todas partes de los Estados Unidos se mudaban a Seattle para ser considerados parte del movimiento; a los productores musicales se les pedía el "sonido Nevermind", como si eso pudiera ser fácilmente replicado; el look grunge se convirtió en algo tan comercial que hasta la revista Vogue le dedicó sus páginas.
 
El suicidio de Kurt Cobain en 1994 puso fin a los años de euforia. Lo que ocurrió con el grunge es un capítulo más en la larga lucha del artista con las fuerzas del mercado, que parece concluir siempre de la misma manera: a la larga, el mercado termina cooptando hasta a los punks y anarquistas. El sonido grunge fue influyente, pero sobre todo en bandas alejadas de la estética rebelde (Creed, Silverchair, Nickelback). Sin embargo, basta volver al origen para descubrir que Nirvana, Pearl Jam y Mudhoney están tan vivas como en los primeros días.

(La Tercera, 24 de septiembre 2011)

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24 de septiembre de 2011
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“Un uso más elevado”… De las teorías científicas

Constatando que la capacidad creativa  de los matemáticos estaba en múltiples ocasiones empobrecida por la subordinación de la disciplina a otras cuya conveniencia para la vida práctica no las  hacía necesariamente relevantes para la vida del espíritu, René Descartes reivindicaba en el Discurso del Método "un uso más elevado de la Matemática". Cabría hoy en día retomar tal exigencia en relación a la Mecánica Cuántica, susceptible de una utilización cabalmente filosófica  que no debe en ningún caso ser confundido con el evocado uso meramente ideológico. La Mecánica Cuántica (como de hecho toda teoría y toda ideología ) es impotente para salvar el alma, pero es extraordinariamente poderosa para despertar en cada uno de nosotros la exigencia de lucidez y enriquecernos en el mantenimiento de tal reto.

Pues esta disciplina tan eficazmente descriptiva de los entresijos de la materia y tan útil para la utilización de los mismos al servicio de la técnica,  tiene ella misma un enorme problema de justificación. Pues resulta que los comportamientos que describe literalmente no se entienden, si  entender  algo consiste en encontrar su adecuación a determinadas reglas y principios,  de siempre aceptados como armazón de la naturaleza en general y en consecuencia de la naturaleza  ( racional y lingüística) de los hombres,   la cual entre otras cosas  aspira a dar cuenta de la primera. Como antes evocaba, el comportamiento de las entidades microscópicas llenó en ocasiones de  estupor a los propios descubridores del mismo y tal estupor les movió en algún caso a la exigencia de replantear la cuestión de los pilares  del conocimiento, es decir les convirtió en filósofos. Ello ciertamente no ocurrió con todos y menos aun ocurre en nuestros días. Cabe decir que muchos de aquellos sobre quienes recae la responsabilidad de sostener el edificio de la ciencia abdican de todo cuestionamiento radical y se instalan en una posición que cabría denominar  "pragmática", caracterizada por la aceptación  del  primado de las cosas, sin preguntarse por lo que significa el término mismo cosa.

Esta posición pragmatista, que no deja de ser una suerte de filosofía (en el sentido  convencional de actitud ante el mundo, en este caso excesivamente  conservadora y por ende perezosa) determina enormemente la ideología de los ciudadanos y por ello merecería ser expuesta con cierto detalle. Sin embargo se imponen  ciertas  consideraciones  preliminares, que abordaré en el próximo texto.

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23 de septiembre de 2011
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IV. Esperan las olimpiadas de Londres y verán

El valor extremo, el desafío de lo imposible, la burla de los límites de la resistencia, todo eso es una filosofía que Elizabeth Streb convierte en espectáculo en su teatro Park Avenue Armory en Manhattan. Teatro, arena, circo. Su inspiración mágica para probar que lo imposible es posible, viene del vuelo de los trapecios en la altura de las carpas iluminadas, de los jinetes que montan en pelo los toros y caballos salvajes en los rodeos, de los volatineros que se lanzan desde los trampolines, al agua o al suelo duro. Los actores y las actrices de su compañía son atletas extremos, son danzarines, son acróbatas. Saltan uno tras otro rompiendo paredes de cristal, ejecutan flexiones sobre el entarimado, capeando el cuerpo antes de que pase encima de sus cabezas a toda velocidad una enorme viga de acero, o un enorme bloque de hormigón.

La acción extrema entraña también el peligro extremo, nunca ha sido de otro modo en la aventura. Ella lo explica en pocas palabras: "asomarse al borde del abismo. Estar dispuesto a saltar y a salir herido en la caída. Pero no tan herido como para no volver a intentarlo". 

Para las Olimpíadas Mundiales de Londres el año que viene, Elizabeth ha sido llamada a montar un espectáculo que verán decena de millones a través de la televisión, y por supuesto, en vivo y directo miles de espectadores agolpados en las orillas del Támesis. Nos ha mostrado los sketches.  Decenas de sus artistas harán acrobacias colgados del puente de Londres y de la rueda del milenio, dos escenarios gigantes de alturas que de solo pensar en ellas erizan los pelos.

Pero de eso se tratará, explica Elizabeth, hacer que las sensaciones pasen del cerebro a las tripas, lograr "un espectáculo al aire libre que sea a la vez un evento físico, capaz de motivar  y conmover a la gente lo mismo que lo haría la lectura de una novela épica o un concierto sinfónico".

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23 de septiembre de 2011
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Sensacionalmente distinta

 

La verdad es una sensación, escribe Azúa. Y añade que la visión inmediata de que la solución dada a un problema matemático es verdadera no es distinta de la aprobación placentera del ebanista, el pintor o el músico, que rematan su obra. La reflexión está muy bien traída porque pone en problemático entredicho a las sensaciones que no dejan de ser nuestras guías ineludibles y preeminentes en el interminable equívoco entre lo bueno, lo bello y lo verdadero.

 Con todo, yo sostengo que hay para el hombre una sensación de la verdad distinta a todas las otras. Dar con la verdad que está ahí y que todos verán cuando se les muestre, sea como sea, bajo otro régimen o en otra dimensión estética, difiere esencialmente de la sensación narcisista y de sumo alivio  que produce el último toque feliz, ese momento dichoso en que uno  se despide, “ahora sí que no puedo hacer más por ti”, y deja la obra a merced del público y la nada. Porque, al cabo, uno sabe que en el mejor de los casos se trata de su personalidad, su verdad, que ahora quedará expuesta a la intemperie de aprobación, indiferencia o vituperio. La exaltación se abigarra con irisaciones de inseguridad, esperanza y desmesura. La plenitud llega a irradiar una aureola de impotencia. La necesidad de aprobación ajena se parece inesperadamente al miedo.

Con la verdad, es distinto. Cierto es que urge la compulsión de hacerla saber,  la más humana de las urgencias, pero la cuestión personal se reduce a un problema táctico, exclusivamente de organización, a un “veamos cómo digo esto para que se entienda”. La inseguridad limita su reino a las siempre necesarias precauciones para no explicarse tan espeso que aumente la dificultad para la aproximación y el entendimiento ajenos. En la visión de la verdad no hay último detalle, sino comprensión del conjunto. Los detalles tendrán que concordar, o no valdrán, y serán falsos e irrelevantes. No hay exaltación, sino confort repentino, algo parecido a cuando se enfoca una lente.

Durante años tuve cercado al sospechoso de la cuestión homérica. Es difícil interrogar a un sospechoso a tanta distancia, y yo mismo creía que nunca pasaría de las conjeturas. En el verano de 2008, el confuso océano de la cuestión se había reducido a un esfera, todavía con el centro en muchas partes, pero la circunferencia ya no estaba en todas. Una tarde de julio me fui a la siesta. Por si sirve a los especialistas, puntualizaré que había comido oveja, que según los entendidos infunde la virtud de la paciencia, justo la que yo no tengo. En el mejor sopor, con la élite de mis funciones dedicadas a la digestión, a punto de quedarme frito, entendí el epigrama dórico, no solo el significado, no solo el imperativo final, también con qué verbo de la Ilíada había que relacionarlo para hacer incontestable la exposición. Lo supe todo. El sospechoso ya no era un sujeto legendario y difícil de interrogar a a través de los milenios, sino un poeta que salva las distancias dejando por escrito su confesión con toda suerte de anotaciones e instrucciones para entenderla. También supe lo que tenía que escribir, cómo lo argumentaría, en qué dirección llevaría el crescendo, en qué orden vendrían los rittornelli y cómo administraría las pruebas. Ninguna exaltación, nada de levántate pamplonica. Me dormí igual. La certeza, con toda su exposición y consecuencias, ocupó mi mente el mismo lapso de tiempo y produjo la misma emoción que si me hubiera preguntado por el lado en que tenía la ventana. 

Se diría que una parte de mis entendederas se había dedicado por su cuenta, haciendo horas extraordinarias, a reflexionar y comparar, conjeturar y desechar, y presentaba el resultado sin hacer aparatos, como quien responde cuando le preguntan qué hora es. La verdad entonces se asimila de modo que parece que se sabía de siempre, y cuesta imaginar cómo pensaba uno cuando aún la ignoraba. Ahora mismo, al corregir las pruebas, me acuerdo de aquella hora meridiana y te puedo asegurar que la sensación de la verdad es distinta a las demás.

 

 

 

 

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23 de septiembre de 2011
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Coetzee, broche de oro

JM Coetzee en FILBA Tal como lo sospeché, el broche de oro del FILBA con JM Coetzee estuvo repleto, seguro me quedaba fuera como siempre. Felizmente no fui a Buenos Aires. Pero qué placer para quienes vieron a quien, sin duda, es uno de los más importantes escritores vivos. En la Revista Ñ Julietta Roffo comenta lo que fue este estupendo final para un FILBA inolvidable. Dice la nota:

Fue la periodista de Clarín y escritora Matilde Sánchez, quien se encargó de presentar al autor sudafricano, aunque los primeros aplausos ya habían llegado cuando el escritor entró al auditorio para esperar su turno detrás del telón. Su presentación fue, más que invitación al escenario, una exhaustiva disección de su obra, en la que destacó ?una emoción muy contenida y concentrada, que sin embargo llega a puntos de desnudez que pocos autores consiguen?. Otro elemento de la literatura de Coetzee que subrayó Sánchez fue su modernidad en distintos aspectos, que hacen que su realismo resulte innovador: ?Algunas de sus novelas hibridan distintos géneros. En Diario de un mal año, rompe la unidad de la página, la convierte en pantalla con dos y hasta tres hipertextos, que pueden leerse de manera alterna o bien lineal. La segunda razón es que a menudo ha dado una vuelta inesperada (?) asumiendo la voz de narradoras y personajes femeninos?, explicó, y valoró la imagen que el autor construyó de sí mismo en Verano, la última entrega de su autobiografía: ?En los tiempos actuales de obsesiva primera persona, es difícil encontrar memorias más autocríticas?, señaló. Coetzee, en un castellano anglosajón y cuando la segunda tanda de aplausos le dio permiso, agradeció a las más de doscientas personas que lo escuchaban en atento silencio, a Sánchez y a la Fundación Filba y su comité literario por la invitación a Buenos Aires. Enseguida, el escritor leyó ? en el inglés que aprendió al mismo tiempo que el afrikáans en su casa natal ? un texto titulado La vieja y los gato s (Ver recuadro). Es un texto que ya había leído en la India en 2010. Resultado: más de media hora de público en silencio, dentro y fuera de la sala. Algunos seguían la lectura con atención y con risas cuando asomaban la ironía o el humor. Otros ?no hubo traducción simultánea ni ejemplares disponibles con el texto en castellano? con cara de estar perdiéndose algo importante, sobre todo cuando los que seguían el cuento sonreían. Recién el turno largo de los aplausos, justo después del punto final, volvió a reunir a todo el auditorio. Pablo Braun, director del festival, anunció que firmaría ejemplares y la cola de lectores se improvisó enseguida. Braun aprovechó la masividad del cierre para anunciar que en 2012 la Fundación Filba aspira a lanzar el Festival Nacional de Literatura, que rotaría por distintas ciudades del país. El escritor Noé Jitrik, el artista plástico Guillermo Kuitca y los novelistas invitados a esta edición del Filba Andrés Barba, de España, y Richard Gwyn, de Gales, estuvieron entre el público que escuchó al autor de Elizabeth Costello. ?Era una buena ocasión para dedicarse a la reventa?, había bromeado Barba en el bar del Malba antes de entrar al auditorio. Y la cola de espectadores que serpenteaba por la avenida Figueroa Alcorta le daba la razón.

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22 de septiembre de 2011
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Los 25 de Guadalajara

Cartel de la FIL Guadalajara 2011 Como ?secretos literarios mejor guardados? considera la FIL Guadalajara a 25 autores de Latinoamérica, a quienes ha invitado para que se presenten ?en sociedad? en la Feria Internacional. Son autores de diversas nacionalidades, distintas edades, obviamente diferentes estilos y también, hay que decirlo, cada uno con su propio destino literario. Algunos de ellos, como Jacinta Escudos o Pablo Soler Frost, son muy reconocidos en su país. Otros, como Dani Umpi o Fabián Casas, lo son a nivel Latinoamericano. Hay también escritores que han sido nombrados de vez en cuando, y otros que no se conocen demasiado más allá de círculos pequeños incluso en sus países. Quizá el rasgo general es que ninguno de ellos ha logrado dar un salto a España realmente notable (aunque Fabian Casas ha sido premiado y muy elogiado en Alemania) y que sus nombres no suelen circular en la lista de autores latinoamericanos contemporáneos. Veremos qué sucede en Guadalajara. He leído a varios de ellos y creo que la selección es estupenda. Por el Perú, por ejemplo, me parece muy justo el reconocimiento a Enrique Planas, con obras bastante sólidas desde hace años.  La lista es la siguiente:

Juan Álvarez (Colombia, 1978), Luis Alberto Bravo (Ecuador, 1979), Andrés Burgos (Colombia, 1973), Fabián Casas (Argentina, 1965), Miguel Antonio Chávez (Ecuador, 1979), Carlos Cortés (Costa Rica, 1962), Francisco Díaz Klaassen (Chile, 1984), Jacinta Excudos (El Salvador, 1961), Nona Fernández (Chile, 1971), Fernanda García Lao (Argentina, 1966), Ulises Juárez Polanco (Nicaragua, 1984), Roberto Martínez Bachrich (Venezuela, 1977), Emiliano Monge (México, 1978), Javier Mosquera (Guatemala, 1961), Diego Muñoz Valenzuela (Chile, 1956), Enrique Planas (Perú, 1970), María Eugenia Ramos (Honduras, 1959), Luis Miguel Rivas (Colombia, 1969), Giovanna Rivero (Bolivia, 1972), Hernán Ronsino (Argentina, 1976), Pablo Soler Frost (México, 1965), Daniela Tarazona (México, 1975), Dani Umpli (Uruguay, 1974), Eduardo Varas (Ecuadro, 1979) y Carlos Oriel Wynter Melo (Panamá, 1971).

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22 de septiembre de 2011
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Flotante rizo

Hay dos romanticismos en los relatos inéditos de Juan Benet que ahora se rescatan. El primero lo pone la imagen memorable del mechón de pelo de la larga melena de un librero y periodista español afincado en México, Cipriano de las Cagigas, amigo y protector de José Zorrilla en su larga estancia centroamericana. La amistad, los viajes conjuntos y la muerte, atacado por el "vómito negro", de Cagigas, ocupan una parte importante de las extraordinarias memorias de Zorrilla, ‘Recuerdos del tiempo viejo', contando el poeta cómo ese mechón de Cagigas quedó fuera por descuido al cierre del ataúd y se fue meciendo al viento en el largo trayecto hasta el cementerio, donde el autor de ‘Don Juan Tenorio' no pudo contenerse más y cortó, antes del sepelio, "aquel flotante rizo". Y añade Zorrilla: "Sobre mí lo he llevado mucho tiempo, y aún lo conservo".

    El ‘tema' del título del libro, ‘Variaciones sobre un tema romántico' (que lleva como pórtico la escena del pelo suelto y cortado de Cagigas) es la breve historia, una sola página, de una pareja de novios a la que un macabro accidente de moto impedirá casarse. Y a continuación empieza a sonar el teclado romántico de Benet, componiendo las cinco variaciones del libro, al que le falta una, encontrada entre sus papeles de un modo demasiado fragmentario como para aconsejar su inclusión. Hay que decir, sin embargo, que esa ausencia, por mucho que nos pese o intrigue, de ningún modo deja insatisfecho al lector; la última variación, ‘El legado', no sólo es, junto a la primera y única conocida de antemano, ‘Amor Vacui', la mejor, sino que cierra perfectamente, en su final asombroso y esclarecedor, el bucle narrativo de la obra. Las cinco variaciones son, en todo caso, un maravilloso ejercicio de virtuosismo, a la altura de las mejores páginas ‘benetianas' del período en que este libro se fue escribiendo y guardando en una carpeta, los años 1975-1985, es decir, entre otras, las de ‘En el estado', ‘El aire de un crimen', ‘Saúl ante Samuel', ‘Trece fábulas y media' y las dos primeras entregas de ‘Herrumbrosas lanzas'. La brevedad de los movimientos, la alegre soltura del impromptu, así como la auto-impuesta plantilla de la variación temática a partir del motivo fúnebre y capilar de Cagigas, permiten al autor el juego de un intérprete inspirado que se desmelena sin perder de ojo las notas de su aleatoria partitura.

     Es particularmente apropiado por ello que Lumen haya hecho coincidir, en elegantes volúmenes de tapa dura, las ‘Variaciones' con los ‘Ensayos de incertidumbre', una antología al cuidado y criterio de Ignacio Echevarría, quien además de haber elegido inteligentemente las piezas (todas posteriores al libro ensayístico seminal de Benet, ‘La inspiración y el estilo') la prologa y la culmina con un prontuario de opiniones y dichos ‘benetianos' sin duda útil para lectores curiosos y neófitos, aunque tal vez impertinente al espíritu del novelista madrileño. Echevarría retoma los cuatro ensayos capitales de la que a mi juicio es la obra de pensamiento artístico más radical y vigente de Benet, ‘En ciernes' (1976), donde destacan dos conferencias originalmente dictadas en Salamanca y Berlín, y que leídas ahora, en conjunción con la escritura alada, de pérfida belleza, que caracteriza estas ‘Variaciones', alumbran y sostienen vigorosamente la naturaleza del arte literario del creador de Región, su singular potencia verbal, la poética del eterno retorno de la metáfora, la comicidad entre sublime y astracanada, que alcanza un hito en las páginas 104-106 del libro al describir los preparativos y efectos, inducidos por el bicarbonato francés, de un eructo en el vestíbulo de techo neomudéjar de una sede provincial de Correos:  el Benet del rechazo a "la determinación y la funcionalidad" de la novela, y la defensa del "componente de arbitrariedad de toda creación artística".

     Esta segunda cita procede de otro texto recogido y resaltado por Echevarría en sugestiva comparación con un pronunciamiento de Gil de Biedma sobre Juan Ramón, la carta abierta de Benet a Pedro Altares, entonces director de ‘Cuadernos para el diálogo', a propósito de Galdós, una proclama de 1970 que no tiene desperdicio, en sus brillantes invectivas contra la "novela asertórica" y de "levantamiento catastral" y en sus manifiestas veleidades (Benet reconoce haber frecuentado poco la vasta obra de Don Benito), no por ello desprovistas de gracia, como al hablar de la "imaginación litográfica" del autor de ‘Fortunata y Jacinta'.

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22 de septiembre de 2011
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Multilateral y legitimadora

La iniciativa del presidente Abbas solicitando el reconocimiento de Palestina en Naciones Unidas ha sido tachada por Benjamin Netanyahu de unilateral y deslegitimadora para el Estado de Israel. Como sucede con las consignas eficaces, fruto de un trabajo político y diplomático cuidadoso, ambos argumentos ya han hecho fortuna y hoy no faltan en ninguno de los debates sobre los acontecimientos que se producirán en los próximos días en la sede de la organización internacional. Un tercer inconveniente o tacha se deduce de los dos anteriores: su propósito es aislar a Israel.

De todos los pasos que han realizado los palestinos a lo largo de la historia para ejercer sus derechos, el movimiento diplomático elegido por el presidente Abbas es de los más pacíficos y multilaterales posibles. Se trata, de entrada, de una petición. Que se somete al juicio de la entera comunidad internacional. No de una acción irreversible que se toma al margen del multilateralismo. La Autoridad Palestina solicita de los otros países un gesto similar al que obtuvieron los judíos de Palestina en 1947 cuando se aprobó el plan de partición que les permitió crear el Estado de Israel. La petición cierra el círculo, puesto que lleva a consagrar interna y externamente dicha partición, entonces no aceptada por el conjunto de los Estados árabes; y de ahí, no cabe olvidarlo, la oposición al gesto de Abbas del campo radical ?Hamas e Irán-- que quieren meramente la desaparición de Israel. No es un gesto deslegitimador. Del reconocimiento del Estado palestino sobre las fronteras de 1967, surgiría por primera vez un Israel reconocido por sus vecinos. En el ?impasse? actual, entre los vecinos solo lo reconocen los que tienen acuerdos de paz, Egipto y Jordania, y muy pocos más en el entorno árabe y musulmán. La precariedad de las relaciones con estos y otros países hace temer, por el contrario, que el ?niet? de Israel no hará más que complicarle el futuro, convertido en esta fortaleza que no quiere integrarse en su marco geográfico natural, según descripción del rey Abdalá de Jordania. Tienen razón quienes esgrimen este argumento si centran la deslegitimación en los territorios ocupados de Cisjordania. Son los colonos, esos okupas ilegales y consentidos, quienes quedan deslegitimados. Lo único que podía justificar la defensa de las colonias, incluso retrospectivamente, era su utilización como arma negociadora, y así fueron concebidas en los años posteriores a la conquista militar de 1967 por los gobiernos laboristas. Hasta que llegaron los derechistas del Likud, con los mapas del Gran Israel bajo el brazo, el mandato bíblico sobre la entera Palestina histórica y el propósito de hacer saltar los Acuerdos de Oslo por los aires, perfectamente cumplidos. No es un gesto unilateral en la forma, como dice Netanyahu, porque rompa la negociación multilateral de una negociación rota y suspendida como la de Oslo. Tampoco lo es en su contenido: su objetivo es regresar a Oslo y a la fórmula de esos dos Estados que no quieren ni Hamas ni tampoco el socio de Netanyahu, Avigdor Liberman; el padre centenario y consejero del primer ministro e historiador de la Inquisición española, Etzion Netanyahu; y probablemente el propio Netanyahu. Sin contar con la ironía de una acusación de unilateralidad desde Israel, país surgido del multilateralismo pero asentado en el unilateralismo y en el derecho de veto de Washington en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Llegamos así a la tercera tacha, la voluntad de aislar a Israel que esgrime el partido de Netanyahu. Las pruebas son evidentes: Abbas quiere negociar de Estado a Estado y tener la oportunidad de actuar internacionalmente en condiciones más equilibradas, algo que puede conducir a emprender acciones penales internacionales contra los colonos, sus gobernantes y los militares. Pero este no es argumento respecto al Estado de Israel, sino a determinados responsables políticos. Que compromete también a los palestinos que actúen fuera de la legalidad internacional, como es el caso de Hamas. Si Israel está aislado no es por la acción diplomática de Abbas, sino por la acción aislacionista y deslegitimadora de Netanyahu, que ha roto la entera arquitectura de alianzas forjada durante los 60 años de historia de su país. El mérito de Abbas es su camino legal y pacífico, que no debe abandonar en ningún caso. ¿Cómo no quieren que la comunidad internacional aplauda a unos palestinos que ahora solo esgrimen la rama de olivo y al fin han entregado la pistola? La palabra es lo que les da su fuerza moral y política; desautoriza y anula el erróneo camino violento que algunos todavía quieren transitar; y coloca a EE UU e Israel en un brete. La derecha israelí está a punto de repetir aquel gesto de 1948 pero con las tornas cambiadas. ¿Declararán la guerra los conservadores israelíes como hicieron entonces los árabes?

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21 de septiembre de 2011
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El Boomeran(g)
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