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Herta Muller en la FIL Guadalajara 2011

Herta Muller en la FIL Guadalajara (FIL/Bernardo De Niz) Herta Muller se presentó también en la FIL Guadalajara 2011, como la protagonista del País Invitado de Honor, Alemania. En un encuentro con la prensa habló de todo, especialmente de lo que le gusta hablar más: de la situación política en Alemania. Dice La Vanguardia:

?Después del nacionalsocialismo encabezado por Hitler, los alemanes han aprendido su lección y esa etapa fallida aún sigue presente en sus mentes, no me cabe duda?, aseguró la escritora rumano-alemana Herta Müller, premio Nobel de Literatura 2009.La escritora respondía así a una pregunta acerca de los posibles riesgos a artir del nuevo y creciente predominio económico y político de Alemania en la Unión Europea, por encima de otros países del continente.?No lo sé evaluar, pero no me imagino que Alemania hoy día quiera tomar ese papel. No puede ser algo malo que tenga poder económico. Siempre oigo que en la crisis (europea) los alemanes también tienen que impulsar a otros países con un programa de salvación. Si la señora (Angela) Merkel habla en Bruselas con el señor (Nicolás) Sarkozy, no sé de qué hablen, pero no creo que se puedan sacar esas conclusiones sobre la base de estas conversaciones?.Vigilancia ostensibleHerta Müller (1953), cuya familia pertenecía a una minoría de lengua alemana en Rumania, está en México para participar en la versión 25 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, cuya sede es vigilada de manera visible por fuerzas municipales, estatales y federales ante la nueva ola de violencia que sacude a la ciudad, donde este jueves aparecieron 26 personas asesinadas.La autora de ?En Tierras Bajas? comentó con la prensa que para entender la situación de un país no es necesario que alguien que viva ahí escriba sobre ello, y precisó que, por ejemplo, al leer a Gabriel García Márquez o a Thomas Bernhard, que hablaban de Colombia o Austria, entendió lo que pasaba en su pueblo rumano.?Finalmente, cuando estamos leyendo, lo que queremos es mirar dentro de las personas y encontrar en los libros a individuos que podemos conocer más. Así es como uno se entera de cosas de la vida. Son mecanismos muy indirectos en la literatura?, platicó.Muchas veces, consideró, las carencias en las dictaduras ?se planean? y la pobreza es un medio para mantener ?pequeña y sometida? a la gente. ?Mientras más productos no se consigan, o sólo bajo el agua, con relaciones personales con la burocracia, uno más se concentra en la propia sobrevivencia. Siempre he pensado que eso se hacía a propósito para que la gente no pudiera pensar en otras cosas?.Definió varias palabras en relación con su vida. Censura: ?Existe en todas las dictaduras. De izquierda o derecha, o Estados religiosos. No sólo existe en el arte. En Rumania, en la época del dictador Ceaucescu, toda la sociedad estaba sometida a la censura, incluso en aspectos como los alimentos, porque no había acceso ni a la canasta básica. Teníamos zapatos y dientes de mala calidad, no había algodón ni aspirinas en las farmacias. Todas esas carencias eran censuras?.Migración: ?Se relaciona con las necesidades, pues quienes emigran no pueden seguir viviendo en sus hogares por razones económicas o políticas, por ser perseguidos. Yo me fui de Rumania (en 1987) por esas razones. Desgraciadamente, hay millones de personas que migran por el mundo y arriesgan la vida para mejorar su situación o sobrevivir?. 

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27 de noviembre de 2011
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La historia de los humanos

"Los próximos meses verán un nuevo mundo, en el que la historia global será definida de nuevo?. Esta frase aparentemente enigmática, y por ello mismo oracular, apareció hace justo un año en la cuenta de Twitter que mantiene Wikileaks, la organización que milita por la transparencia y dirige el australiano Julian Assange. Poco antes, otro tuit anunciaba la publicación de los cables del Departamento de Estado, que luego sería conocido como el Cablegate, y denunciaba la existencia de ?intensas presiones?.

Mucho se ha discutido sobre los efectos de aquella espectacular filtración, en la que participaron cinco grandes periódicos de referencia europeos y americano, uno de ellos EL PAÍS. La prestigiosa revista estadounidense Foreign Policy (FP) publicó en marzo pasado un reportaje que tituló ?Wikilosers? en el que contaba quiénes han sufrido más intensamente las consecuencias. Encabezan la lista el propio Assange, pendiente de su extradición a Suecia, y Bradley Manning, el sargento procesado por el desvelamiento de los documentos secretos. También aparece el dictador tunecino Ben Ali: la revolución que le derrocó fue la primera y mucho tuvo que ver con la filtración de las historias de corrupción de su familia. Fue una wikirrevolución al decir de los más entusiastas, aunque sería exagerado atribuir a Julian Assange el mérito de la primavera árabe. No está, en cambio, el dictador de Yemen, Ali Abdalá Saleh, que acaba de renunciar después de una accidentada resistencia, y fue también víctima del Cablegate, pues se atribuía los ataques contra Al Qaeda que efectuaba el Ejército estadounidense. Wikileaks ha cambiado muchas cosas. La que más, probablemente, la vida de Assange y de sus compañeros de cuitas. Mucho menos, en cambio, los Gobiernos, la diplomacia, el espionaje o el periodismo, que han sabido reabsorber el golpe en su favor, como suele suceder con las actividades fuertemente institucionalizadas. Pero en el año transcurrido desde la filtración, la catástrofe de Fukushima nos ha redefinido las políticas energéticas; las revoluciones árabes se han llevado por delante a cuatro dictadores y han trastocado el mapa geopolítico de medio mundo; nuevas generaciones de indignados han salido a las calles y acampado en las plazas desde Atenas hasta Nueva York, pasando por Madrid; y, sobre todo, Europa se ha empantanado en la crisis de las deudas soberanas, que ha hecho caer también a cuatro Gobiernos y amenaza con liquidar al euro y al entero proyecto europeo. La frase oracular de Assange ha resultado ser verdad. Aquella filtración fue como la cortina que abre el escenario en el que aparece un nuevo mundo y una nueva historia. Lo dice muy bien una vieja sentencia, atribuida a pensadores de signo distinto como Carlos Marx y Raymond Aron: son los seres humanos los que hacemos la historia, pero no sabemos la historia que hacemos.

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27 de noviembre de 2011
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Sueño con mujeres que ni fu ni fa

En principio hay al menos dos formas de aproximarse a esta novela, la primera de Samuel Beckett y que después de cosechar varios rechazos editoriales el autor decidió guardar en un cajón y sólo se publicó tres años después de su muerte. Curiosamente, Dream of Fair to Middling Women, hace ahora su primera aparición en castellano bajo el título de Sueño con mujeres que ni fu ni fa en traducción firmada por José Francisco Fernández y Miguel Martínez-Lage, dos héroes que han llevado a cabo una verdadera obra de creación porque no es un texto que se pueda verter automáticamente de un idioma a otro. Y no hay más que ver la transformación sufrida por el título para imaginar lo que habrá sido traducir todo lo demás.

 

De las dos vías de aproximación a las que antes aludía una, la más sencilla, consistiría en abrir el libro por la primera página y llegar a la última, sin más. Otra posibilidad, que por utilizar una palabra muy en boga podría calificarse de interactiva, exigiría una buena  investigación previa y unas cuantas lecturas de cultura general o incluso relecturas de textos primordiales de Beckett, fundamentalmente novelas como Mercier y Camier o More Pricks than Kicks, y también hojear con cierto detenimiento a James Joyce, más que nada para refrescar el sonido de ambos en sus mejores momentos. En cualquier caso no se pierde nada y serán unas relecturas muy parecidas a un premio.

Sueño con mujeres es un texto lleno de trucos, trampas y guiños. Estamos de acuerdo en que nada de eso (lo que podría llamarse metaliteratura) hace mejor o peor un texto literario, pues éste no debe rendir cuentas a nadie y sólo se justifica ante sí mismo. Pero estar un poco en el ajo, ponerse en situación de interactuar, hace mucho más entretenida la lectura.

Beckett escribió esta su primera novela cuando contaba veintiséis años y salía de una relación tan intensa con Joyce que no sólo se sumergió literalmente en la obra de éste (llegó  a traducir al francés  una parte sustancial del Finnegans Wake)  sino que a punto estuvo de quedar emparentado con él de por vida porque Lucía (la hija de Joyce y que en Sueño con mujeres… aparece  como la Syra-Cusa) se enamoró locamente del joven discípulo de su padre. Al cabo de innumerables discusiones (o lo que fueran porque ninguno de los dos podía ser acusado de ser un tipo hiperactivo y parece ser que se tiraban tardes enteras derrumbados en sendos sillones, con las piernas estiradas y  bebiendo whisky en medio de largos silencios meditativos) de tanto despotricar contra la novela tradicional ambos se dispusieron a terminar con ella.

Como se podrá comprobar leyendo Sueño con mujeres… aunque en principio el discípulo se muestra  totalmente influido por el maestro y lo imita sin piedad (a ratos parece que estenos leyendo fragmentos directamente sacados de Joyce, con esbozos de  continuous stream, recurso a palabras y frases en varios idiomas, invención de palabras como úterotumba y todo el resto de la parafernalia joyceana) bien mirado el experimentalismo de Beckett, o su deseo de acabar con la novela tradicional, es mucho más radical incluso que el de Joyce. Para entendernos, éste puede crear un espacio físico reconocible (Dublin) en el que las palabras prolonguen sus significantes como si fuesen un diapasón, o bien puede crear un texto opaco (Finnegans Wake) sin más orden de referencia que sí mismo. Beckett por su parte va más lejos porque, aun tomando algunas de las técnicas del maestro, está haciendo una mezcla de los dos, pero negándose a si mismo sin cesar y sin permitirse el menos atisbo de salvación y esperanza. Lo cual es más curioso si se tiene en cuenta que se trata de una novela tan autobiográfica que los estudiosos han logrado identificar a todos los personajes y muchas de las situaciones que de forma tan distanciada y desengañada se cuentan en la novela. Toda ella trufada de intervenciones del narrador deliberadamente anticlimáticas: “no crea el lector…”, “qué bien me han quedados estos puntos suspensivos…”, “ya me gustaría ahora poder decir…”.

Si escribir tiene algo de darse de cabezadas contra la pared, elegir la pared equivocada es el colmo. Y eso es lo que pasa aquí. Aparentemente, el Beckett de Mercier y Camier o Godot no tiene nada que ver con este Beckett lleno de trucos y acertijos, multilingüe y reivindicativo. Pero el pobre Belacqua, su alter ego, aparentemente crucificado por su atracción adolescente por  unas mujeres que ni fu ni fa, está menos perdido de lo que parece. Y por ejemplo cuando dice “la experiencia del lector tendrá lugar en los intervalos, no en el término de los enunciados” no es difícil reconocer al hombre que un día escribirá Fin de partida. Y cuando, al cabo de una noche de sudores y amores pegajosos,  el pobre Belacqua busca distanciarse y apoya la mejilla en un cristal. “…los resuellos y murmullos seguían oyéndose a su espalda. Era como el goteo de una úlcera purulenta en un cubo vacío”, no cabe la menor duda de que estamos ante el Beckett más feroz e irremisiblemente desengañado y, por ende, condenado al silencio. Hasta él mismo debía de ser consciente de que no se puede hablar así del amor.

 

Sueño con  mujeres que ni fu ni fa

Samuel Beckett

Tusquets

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26 de noviembre de 2011
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Leonardo con sol

Londres a 15 grados, con un sol enredado entre bruma pero sol al fin y al cabo, que refulge sobre los edificios blancos de South Kensington, abrillanta los puentes del Támesis y estalla en los escaparates de Harrods decorados con juguetes antiguos con un lujoso aire de desván. Desde las siete de la mañana, en Trafalgar Square, bordeando The National Gallery, hay largas colas de gente con gorro y anorak. En este mundo cada vez más gaseoso que líquido, que no acierta a desnudar sus múltiples capas, como una cebolla, la gente es capaz de madrugar un sábado para admirar a Leonardo da Vinci. El sistema de la moda ha colonizado los museos. Son los nuevos templos, un lugar adonde ir y sentirse mejor persona, como si el influjo del pintor-intelectual que fue Leonardo nos produjera un inmensurable beneficio espiritual. «Dime qué consumes y te diré quién quieres ser, y cómo quieres sentirte». Consumir cierto tipo de objetos contribuye a definir simbólicamente nuestra identidad. Lo importante no es la posesión en sí misma, sino la carga simbólica que asociamos a ella que, en definitiva, nos hará sentir personas más exclusivas. Siento, luego existo. Hace un par de años, mientras contemplaba Las cuatro estaciones de Cy Twombly en el MoMA de Nueva York, sentí un intenso aroma de flores blancas, y a la vez escuché un grito. Un alarido desgarrador, mientras los ojos se mecían entre las manchas amarillas del otoño de Twombly y el olfato despertaba con los jazmines que volatizaban su dulzor. Yoko Ono había instalado una perfomance en el hall. Un micrófono y la invitación a los transeúntes para vaciarse gritando. Y un poderoso ambientador exhalaba notas olfativas. Los sentidos se desplegaron en bloque aquella mañana de domingo: vista, oído y olfato convergían a la búsqueda de una experiencia estética. Lo mismo que me ocurre esta mañana de sábado en The National Gallery, frente a la reproducción de La última cena. Basta la ilusión de esos empolvados que escapan de la piedra, la luz envolvente, «la exploración de Leonardo sobre la apariencia de las formas, cuestionando los principios que rigen las modalidades sensoriales de toda observación emprírica, minuciosa y precisa», escribe Larry Keith, sobre la búsqueda de la perfección de Leonardo. La vida moderna, con sus fragilidades, ha dado fe de que no existe garantía: que estudies y por ello obtengas un puesto de trabajo, que te perfumes y por ello seas admirada, que ames y por tanto seas amada. No siempre existe una correspondencia con el valor de tus actos. El amor no es duradero. Vence la inmediatez sin moderar las expectativas. O todo o nada. Por ello, las promesas de intensidad se han convertido en uno de los valores más absolutos de hoy en día. Aprovechar Londres con sol. Leer a media tarde Trabajos forzados (Impedimenta) y la ardua vida de los escritores: el salón de belleza de Colette, Orwell lavaplatos, Gorki pinche de cocina, el agente de seguros Frank Kafka. Al atardecer, descubrir las velas de ámbar de Annick Goutal en ese desván lujoso, puro oxímoron, llamado Harrods. Y acabar el día sintiendo de nuevo calor en la sien, el aguijón stendhaliano, al contemplar La última cena de Leonardo aún con la incómoda certeza de no distinguir el original de la copia.

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26 de noviembre de 2011
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Javier Marías en Penguin

Javier Marías Solo cinco escritores en castellano tienen el honor de pertenecer a Penguin Modern Clasics: Jorge Luis Borges, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Octavio Paz y Gabriel García Márquez. Y ahora son seis, con la presencia de Javier Marías. Al respecto, Javier García lo entrevista para La Tercera donde declara: ?No creo ser un referente, los escritores solo citan a Bolaño?. Dice la nota:

¿Qué le parece compartir colección con Marcel Proust y Vladimir Nabokov? Ellos han pasado a ser ?Classics? a secas, como es natural. Pensar que en el futuro alguien pueda confundirme con autores así no puede sino parecerme un malentendido monumental. Pero usted ya es un referente para la literatura en español, ¿no? No creo ser un referente en modo alguno. Tengo la impresión de que los escritores hispanoamericanos casi sólo citan a Roberto Bolaño. Sobre todo a raíz de su muerte prematura y triste. La verdad, ni siquiera estoy muy seguro de ser leído con regularidad en Latinoamérica. Luego de Tu rostro mañana afirmó que le fue muy difícil volver a escribir. Este año publicóLos enamoramientos. ¿Hay un antes y un después con esta novela?  Me temo que el antes-después lo marcó Tu rostro mañana. Tras terminar esa larguísima novela pensé que no escribiría ninguna más, y que si lo hacía serían ?propinas? o ?notas a pie de página?. Al parecer, Los enamoramientos no ha sido recibida así, ni por la crítica ni por los lectores. En seis meses, en España lleva vendido más de 100 mil ejemplares. Lo cual me alegra, pero yo escribí ese libro con mucha inseguridad, pensando que era una ?propina?. Y me temo que seguiré pensando lo mismo de cuanto escriba en el futuro, si hay algo más. ¿Y hay algo más? ¿Haría una novela histórica por ejemplo? De momento no escribo aún ninguna novela nueva. En todo caso, si empiezo algo, seguro que no pertenecerá a ese género, que nunca me ha interesado, a diferencia de lo que le ocurre a la población lectora actual. Me cuesta creerme las novelas históricas. En cuanto hay diálogos, me chirrían casi siempre. Y la documentación que suele acompañarlas me resulta tediosa. Esas novelas están llenas de pasajes que son los que, de niños, nos saltábamos cuando leíamos a Walter Scott, Salgari o incluso a Julio Verne. En eso me sigo comportando como el niño que fui.

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25 de noviembre de 2011
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II. Olvido y decrepitud

 Es a partir de la obsesión por el paisaje natal que todo lo nicaragüense que hay en Morales se convierte en universal. No hay color local en esta pintura que borra todo lo anecdótico, que suprime lo decorativo. Es la infancia siempre vivida y revivida de donde la memoria saca a flote esas mujeres sin rostro que se ocultan al secarse la cara con un paño tras salir de las aguas del lago. Sus pinceles trabajan siempre gracias a esa corriente que va de la memoria a la mano, un pintor de recuerdos que copia en imágenes misteriosas lo que está viendo de su pasado, y, por eso, quien se sitúa frente al cuadro donde las aguas rugosas del lago, con una rugosidad de animal viejo, se mueven inquietas bajo un cielo de borrasca, se adueña de esa nostalgia.

            Su memoria siempre está buscando en los recovecos más íntimos y remotos. Esos coches de caballos suyos siempre nos enseñan algo de desolación y de abandono, como las bañistas desnudas de carne frutal que ya empiezan a envejecer. Y luego las haciendas donde la técnica del color y de la composición lo que busca siempre concretar es el ayer perdido en la textura de los brocales de cemento de las pilas, en las paredes de las casonas, en los trapiches de caña , y ya presentimos, o tenemos la certeza, de que todo ha sido abandonado hace tiempo, que todo es materia del olvido y de la decrepitud, y fue un paisaje de esos el que puso como fondo en el retrato que pintó de García Márquez, y en el de Carlos Fuentes, una manera de hacer entrar la pintura dentro de la literatura.

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25 de noviembre de 2011
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El yogur de la crisis con frutas

A nadie se le oculta que esta Gran Crisis se compone de una parte real y de otra, incomparablemente mayor, donde la incertidumbre cambia en horas haciendo bajar o subir las bolsas, bajar o subir las quitas soberanas, alterando las calificaciones de las agencias de rating o teatralizando cumbres y cumbres sin llegar al final. Cumbres que, de un día a otro, transforman las expectativas como por ensalmo, como por ficción.

La técnica, que gira hacia lo virtual, se corresponde con la economía que se desliza hacia la ficción total

Lo único que parece real es el ser humano que sufre envuelto en este mundo sin empleo y, a menudo, sin nada que inventar ya. Pero también, paradójicamente, los millones de parados y, particularmente, el altísimo paro juvenil en todas partes adquiere un carácter irreal puesto que lo real sería una revuelta total o una guerra interna. Algunos de los ministros de finanzas ya lo han insinuado más de una vez dentro de la Unión Europea. ¿Guerras civiles? ¿Guerras para ganar fuentes de energía en el tercer mundo?

Un analista internacional como Jeremy Rifkin alerta en La tercera revolución industrial (Paidós, Barcelona, 2011) sobre el importante salto entre el par compuesto por automóvil/petróleo de la época anterior al binomio Internet/ energías renovables, tras un gran colapso. La insignia del coche como motor general se desvanece en un automóvil/sucedáneo silencioso. El humeante motor desaparece en el vacío de la transparencia eléctrica. Todo lo pesado, en fin, se hace ligero, sea en los teléfonos o en los ordenadores, todo lo visible se hace casi intangible, sea en la informática o en la física.

La técnica, que gira hacia lo virtual, se corresponde con la economía que se desliza hacia la ficción total. Miles de millones de dólares que repetidamente inyectados nunca serán suficientes para recuperar la salud, interminables recortes presupuestarios que nunca acaban por estrangular el mal. Matan, sin embargo, unos y otros a millones de personas tal como en una guerra sin bajas militares y cientos de millones de bajas civiles.

¿Será pues ésta una Tercera Guerra Mundial de nueva plana? Primera plana: falsa como todo lo sensacionalista; transparente como todo lo "auténtico", indeterminable como lo genuinamente "actual".

La ficción nunca es enteramente una irrealidad sino la realidad más invenciones incrustadas en ella, tal como yogures con algunos supuestos trozos de fruta.

"La sociedad de ficción se presenta" -decía el historiador Jacques Baynac en Lé débat, noviembre-diciembre de 2009- "como una colosal acumulación de valores sin valor. Y casi nada escapa a su movimiento de devaluación de lo real. Valores individuales y colectivos, valores morales y valores sociales, valores artísticos y valores económicos, valores fiduciarios y valores financieros son falsificados y, al cabo, desvalorizados".

De este modo, sin el peso del valor las situaciones vuelan de un punto a otro. A un abismo, sigue otro abismo más y a un borde del precipicio sigue otro precipicio horas después. Nada se colapsa "realmente" cuando todo se haya, en verdad, colapsado.

¿Los políticos trajeados? ¿Los bancos centrales en coro? ¿La codicia de los altos y malditos ejecutivos? ¿El delirante poder de los mercados? Todo parece pertenecer al reparto de un filme en cuyo nudo se encuentra la impotencia para bajar a la tierra lo ficción que domina y planea sobre el cosmos del sinsentido. ¿Respuestas? ¿Soluciones? ¿Explicación? He aquí lo que declaraba a mediados de octubre Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2007. Decía: "Si no tenemos una mejor comprensión de las causas de la crisis, no podremos implementar una estrategia eficaz de recuperación. Y, por el momento, no tenemos ni lo uno ni lo otro".

¿Qué tenemos pues? Cábalas, fantasías, especialistas chiflados, recetas mostrencas, políticos sin fuste, fantasmas, aporías. O bien, para acabarlo de rematar, derivados de derivados, deudas para deudas, bonos sobre los bonos, créditos de los créditos, liquidez y más liquidez con el resultado de gota cero. Sequedad de la razón crítica. Apoteosis de la ficción.

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25 de noviembre de 2011
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Libertad prohibitiva

 

Por primera vez en la historia de la ficción se ha catalogado una valoración de la libertad con métodos científicos. Ha sido el Instituto Stuart Mill para la Investigación de la Libertad, aliado con el Instituto Allensbach de Demoscopia y la Universidad de Maguncia. Se acaban de publicar los resultados y parece que cunde el desaliento. Tras la pasmosa invención de un “índice de libertad”, consistente en una escala entre -50 y +50, los demoscopistas alemanes se han visto en el doloroso deber de suspender a sus paisanos con un -3. Otros valores, como igualdad, justicia y seguridad obtienen mejor aprecio por parte de los usuarios. Lo cual ha sumido en la aflicción a los expertos en lo como es debido. Solo dicen hallar cierto consuelo en la alegre conclusión de que la “orientación hacia la libertad” aumenta entre los interrogados menores de 30 años, porque el 53 por ciento está de acuerdo con la expresión “cada cual es artífice de su suerte”, que en 2003 solo fue aprobado por un 43 por ciento. A los aficionados, que reconocemos en el refrancillo  el viejo "Suae quisque fortunae faber est " de Salustio, nos produce la perplejidad propia del ignorante ver que se interpreta por la jerarquía demoscópica como piedra de toque del aprecio de la libertad. Nos parecía que tener en más o menos esa frase salustiana es algo que no sale de lo literario, en su apartado de las ensoñaciones del qué sé yo, pero desde ahora remitimos nuestro juicio a las autoridades sapienciales.

Uno de los apartados que por lo visto impacienta a los científicos de la opinión es que los encuestados no quieran ver contradicción alguna entre su aprobación teórica de la libertad y su demanda de mayor control estatal, que desearían extender a la vida privada de los demás. De modo que la mayoría está por la prohibición de todos los alimentos considerados poco sanos y la negación de créditos a quién esté endeudado, como métodos para corregir el desarreglo en que ven sumidos a sus conciudadanos.

Para elaborar el índice de libertad, no solo se ha procedido a interrogar con criterios científicos salustianos a mil ochocientas personas, sino que también se han valorado  más de  dos mil artículos de prensa, con la enfadosa conclusión de que los medios estiman la libertad todavía menos que sus lectores, sin desdoro de su cometido de máximos defensores de las libertades de prensa y opinión.

Todo para llegar a la convicción, digna de Bouvard y Pécuchet, de que no es posible proponer ninguna prohibición que no consiga un indeseable grado de adhesión. Pues sí, señorita encuestadora, ya que me lo pregunta, creo que la adquisición de películas, juegos de ordenador, alcohol de alta graduación o coches de gran cilindrada debiera restringirse habida cuenta de lo irresponsable que es la gente. Y, metidos en harina, también debiera prohibirse que los jubilatas se operen gratis en la seguridad social, ha contestado el 42 por ciento. Casi los mismos que quieren recuperar la pena de muerte, tienen a la homosexualidad por una enfermedad, creen que las mujeres están mejor recogidas en su casa y tienen a los americanos por culpables del 11 de septiembre.

Para más animación, la intolerancia con la opinión ajena registra empates muy prometedores. El 30 por ciento desearía que la expresión “comer carne es asesinato” fuera penalizada, el mismo porcentaje de los que prohibirían la opinión “la cría masiva de animales es necesaria”.

El año que viene, más. Los científicos se proponen investigar el valor dado a la libertad en la legislación, más que nada por ver qué parte del cuerpo legal habría que ilegalizar.

 

 

 

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25 de noviembre de 2011
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El poeta Nicanor Vélez

 
Nicanor Vélez es el poeta que todos llevamos dentro.  Alguien que escribe sin prisa, de paso, y brevemente.  No escribe poesía, escribe poemas. Escribe porque escribe, a favor de una pausa del lenguaje, conversando con los poetas que admira y frecuenta. Porque sabe muy bien lo que es la gran poesía, a cuya devoción, ahora que lo piensa, le ha dedicado la vida.  Le ha dedicado, quiero decir, cuadernos, anotaciones, fragmentos, imágenes. No es el autor de una obra, es hechura él mismo de la obra que tributa, entre borradores y papeles que el tiempo pule y alguna editorial acoge.  Es el poeta reluctante que rescribe más de lo que escribe, sin énfasis ni demanda. Muy de tanto en cuando le regala a sus amigos un delgado cuaderno de pocos poemas, breves todos, y más entredichos que decidores.  De pronto, leyéndolo, sus elipses nos embargan con la nostalgia del silencio palpado por esta poesía verdadera. Siempre he creído que la emoción estética es una nostalgia de lo genuino.

 

Pero he aquí que su nuevo libro, La vida que respira (Valencia, Pre-Textos, 2011) es sin proponérselo, una plena revelación.  No sólo porque revela la destreza y certeza de un poeta liberado del lenguaje mismo, capaz de decirlo casi todo con un puñado de palabras, sino porque la noción de que la poesía es la última verdad creíble irrumpe aquí con intensidad y, a la vez, con sobriedad; de modo que da de hablar, por fin, al silencio, y nos hace parte de su lacónica elocuencia. Porque ahora la verdad es lo indecible, pero también aquello que el lenguaje aferra en un puño. Lo sabe el poeta, y nos dice lo que no se sabe:

El poema celebra

o abre la grieta del silencio;

con el dolor, una secuencia

indescifrable de palabras,

intenta recoger

el gesto, y se hace trazo,

intenta dialogar

con esa parte de nosotros mismos

irreductible a las palabras.

El poema no dice:

crea el misterio con su trazo.

Nunca acaba su gesto:

empieza, siempre recomienza.

(La poesía)

 

De la poesía, creo que nos confiesa, sólo nos queda su trayecto: aparece y desaparece, pero está cuando no está, y en esa tensa y tersa expectación nos devuelve, impecablemente, sin palabras.  Pero nos queda, entiendo, esa promesa de volver a nombrar, vana y feliz porfía.

Pero el poema es también la libertad de los nombres, y la epifanía del mundo en la mirada que recobra una palabra:

Roca que no precisa de alas,

pues cuando se vive profunda

se hunde en el mundo de lo oscuro,

al fondo del abismo:

levita, se alza y vuela como el pájaro,

su más cercano descendiente.

(Sobre la levedad del peso)

 

El temblor de lo ignoto recorre este libro desde las agonías de la muerte de los amigos, los parientes, y la madre. Pero esta biografía (“La lámpara se enciende./El cuerpo se calcina”) es una meditación sobre la dimensión del “graphos”, de la escritura, más que sobre la “bio” (“en ese hueco de la muerte/vertemos toda nuestra vida”). Y, así, es una reflexión vivencial sobre la propia precariedad. Y en esa dimensión es una lección moral (“nuestra concepción de la historia tiene que ver con nuestra concepción de la muerte”).  La escritura, al final, es una transformación revelada: fuego, pájaro, pez, le dice a José Ángel Valente, son el verbo hecho carne en el poema.  Unas palabras bastan para hacernos libres.

 

Con mi amigo Nicanor Vélez he compartido muchas horas de conversación amena, crítica, memoriosa, erudita y placentera.  Cuando preparé el tomo de la Poesía reunida de Rubén Darío para el Círculo de Lectores/Galaxia Gutemberg,  lo vi dedicarle tanto tiempo a una coma que me emocionó su pulcritud, y le pedí firmar la edición conmigo. Supongo que me vio tan conmovido que por cortesía aceptó. Nicanor ha sido responsable de las mejores ediciones establecidas y solventes  de la obra de Octavio Paz, Julio Cortázar, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Su trabajo de alquimista editorial estaba dedicado a la poesía. Tanto a Valente como a Blas de Otero. Me doy cuenta, al leerlo ahora, que siempre hemos hablado de los poemas que no hemos leído pero confiamos leer como buenos lectores que lo esperan todo de un poema. No es tampoco casual sino de necesidad que Manuel Ramirez y Manolo Borrás hayan publicado, en el sentido más cierto de dar a conocer, este libro en su magnífica editorial. Pre-textos es una casa donde la poesía vive perdurable y suficiente.

 

Nicanor Vélez es el amigo más íntimo de la poesía, y por ello de todos los que todavía creemos en la gracia de lo gratuito.

 

 
 
      

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24 de noviembre de 2011
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Solo es el comienzo

Es una revolución y su camino, como el de todas las revoluciones, es incierto. La rapidez con que cayeron los dos primeros dictadores, Ben Ali y Mubarak, pudo crear el espejismo de un movimiento instantáneo, limpio y eléctrico como la tecnología usada por los revolucionarios para comunicarse. Nada más lejos de la realidad: una revolución es más un proceso que un acontecimiento. Sus vericuetos son sinuosos y con frecuencia no conducen a ningún lado o regresan al punto de partida. Tienen más de laberinto oscuro que de alameda luminosa. Su éxito no está asegurado ni es como un paseo militar.

Los egipcios, a diferencia de los tunecinos, solo han despachado al faraón, que ya es mucho. Pero nada han tocado del sistema, una dictadura militar desde la misma fundación de la República en 1953, tras la expulsión del rey Faruk por parte de los Oficiales Libres encabezados por Gamal Abdel Nasser. Ni siquiera la idea de la dictadura castrense agota lo que es el ejército egipcio. Su papel en el sistema económico es central, como lo es en la preservación del núcleo vital de los grandes intereses y los pactos estratégicos (Israel, Estados Unidos) que definen el Egipto contemporáneo. Para Shadi Hamid, director de investigación del centro que tiene en Doha (Qatar) el think tank estadounidense Brookings, "la revolución egipcia, en vez de representar una ruptura brusca con el pasado, puede ser entendida mucho mejor como un golpe militar de inspiración popular" (The Arab Awakening. Varios autores. Brookings Institution Press). El punto en que ha llegado ahora, a pocos días de la primera cita electoral para elegir un nuevo parlamento, es la segunda fase de la revolución, en la que hay una pugna entre los socios anteriores, los manifestantes y los militares, unos para sustituir el actual poder militar por un poder civil y los otros para seguir ganando tiempo y evitarlo. Los militares egipcios se guían, como los militares de casi todo el mundo, por el mito que les identifica con el pueblo al que se presume que defienden. De ahí que eviten o difieran hasta el límite la decisión de disparar a su propio pueblo cuando creen que están en juego los intereses supremos. Incluso cuando lo hacen, como ya ha sucedido este año en varias ocasiones, la más reciente esta semana, se evita usar a la tropa y se enmascara para eludir un punto sin retorno en el que el poder militar carezca de todo margen fuera de la represión. La tentación de zanjar Tahrir como Tian Anmen, la plaza pequinesa donde el ejército chino masacró a los estudiantes en 1989, cuenta con potentes argumentos disuasivos, sobre todo desde el prisma de los propios militares. El mariscal Tantaui no puede admitir ni siquiera que la institución que preside tenga deseos o intenciones de perpetuarse en el poder. Ha señalado fecha, junio de 2011 lo más tarde, para unas elecciones presidenciales que deben situar en la cúpula del Estado al primer presidente civil de la historia y planteado la necesidad de un referéndum para decidir si los militares deben entregar el poder inmediatamente. Pero no ha negado, en cambio, ninguna de las pretensiones castrenses, como es mantener un estatuto especial de guardianes de la Constitución, contar con presupuestos e inversiones fuera de la acción y el control parlamentario y seguir con un dominio reservado en un sector de la economía que se evalúa en un 25 por ciento del PIB egipcio. Por eso es de temer que maniobre y manipule la agenda electoral, y las urnas si hace falta, para salir de esta con el poder militar intacto. Hay una situación de doble poder, el militar por un lado y el de la calle por el otro, que los Hermanos Musulmanes quieren desequilibrar en su provecho. También hay dos modelos en competencia: el de una república tutelada por los militares y el de una democracia islamista. Ambos son de inspiración turca aunque referida a distintas épocas: el primero de la Turquía de Ataturk y el segundo de la Turquía de Erdogan y su partido de la Justicia y del Desarrollo. Cabe que del cruce y acuerdo entre ambos salga un híbrido peor, en el que cada uno de los vectores mantenga su vigilancia, militar y religiosa respectivamente, al estilo del muy iliberal modelo saudí. El futuro de las revoluciones árabes se juega de nuevo en Tahrir. En Mayo del 68 se hizo famosa una frase: ?Ce n'est qu'un début, continuons le combat? (solo es el comienzo, continuemos el combate). Era falsa: fue el final de una época y apenas hubo más combates de barricada como aquellos. Ahora es al revés, los últimos compases revelan que, a poco de cumplirse un año del comienzo, estamos todavía en el comienzo, el largo comienzo de una revolución incierta. Si Egipto avanza hacia la supremacía del poder civil, la revolución recibirá un nuevo impulso. Ya sabemos qué sucederá si quienes avanzan y consolidan posiciones son los militares.

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24 de noviembre de 2011
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El Boomeran(g)
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