Louis Hamelin Cuatro personas, representando a los cuatro idiomas que están presentes en el...
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Louis Hamelin Cuatro personas, representando a los cuatro idiomas que están presentes en el...

inauguración No sabía, me enteré cuando llegué aquí, que el Festival América solía invitar solo...


Esta señora hace cien mil años que vive en el desierto de Namibia. Se separó del tronco común del resto de la candidatura a la humanidad, justo en la fase decisiva de la evolución anatómica del humano moderno. Fue la primera en conseguir una bóveda craneal, unas clavículas y un torso humanos, conforme a la preceptiva en uso. Lo han dicho unos sabios de la universidad de Upsala. Nosotros, vascos, catalanes y musulmanes, parece mentira, pero aún éramos homínidos indefinidos y estábamos en el limbo, a milenios de nuestras esencias amantísimas.
Esta señora no tiene Estado propio, sangrante privación que debiera quitarnos el sueño, si nuestra solidaridad de pueblos que aspiran al pueblerinato estuviera a la altura.
Es preciso dotar de un bello Estado confesional a cada señora y cada pueblo tratados sin el debido respeto a sus quintaesencias. Estados confesionales vascos, catalanes y musulmanes, porque ¿de qué sirven las leyes, las carreteras, la educación, la sanidad y el resto de palabrería, si los Estados no son confesionales y no muestran el sagrado celo necesario para hacer respetar las consonantes geminadas o la sharia?

Las mejores soluciones son siempre producto de las reglas de juego aceptadas por todos. En relaciones internacionales corresponden al método multilateral, que da voz y voto a todos los países y permite decidir por mayorías más o menos equitativas, aunque no siempre justas: no lo son en el Consejo de Seguridad, donde cinco jugadores tienen derecho de veto.
La regla de juego protege siempre a los más débiles. Incluso en el peor de los casos en que hay un grupo de privilegiados con derechos especiales, la sola existencia de reglas permite salvaguardar los derechos de los más pequeños.
A este método se le pide que sea efectivo. Estamos en el mundo del pragmatismo automático: si lo multilateral no funciona, se abre camino sin dilación el método bilateral, en el que no es la regla de juego sino la correlación de fuerzas la que cuenta. Es lo que China quiere aplicar ahora al rosario de contenciosos que tiene con casi todos los vecinos con los que comparte aguas y disputa peñascos e islotes, en vez de acogerse a los arbitrajes y resoluciones de las organizaciones y tribunales internacionales. Es también el tipo de negociación que le interesa a Israel y a la que no quiere someterse Palestina.
Cuando no funciona la vía bilateral, queda expedito el camino de la vía unilateral, en la que cada uno hace de su capa un sayo y procede a ejecutar su santa voluntad: Israel se retira de Gaza sin negociar o recupera el control militar de Cisjordania. EE UU es un consumado atleta en este tipo de ejercicios entre el bilateralismo y el unilateralismo, una vez ha renunciado al multilateralismo por inefectivo. La unilateralidad en un contexto de poderes militares en competencia es el camino de la fuerza bruta y de la guerra preventiva.
Todo esto también vale para la política interior española, donde hay una gradación de soluciones a las disputas entre las nacionalidades históricas, Cataluña y País Vasco fundamentalmente, y el Estado central. La multilateralidad es el mundo de las reglas de juego, que establece la Constitución y que, a pesar de todos los defectos, es la mejor y única protección para los débiles.
Según se desprende de la amplia mayoría del Parlamento Catalán que apoyó el Pacto Fiscal de Artur Mas y de los manifestantes del 11S en Barcelona, el camino multilateral quedó agotado con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de 2005. Recordemos que dicho Estatuto había sido refrendado nada menos que por cuatro instancias democráticas: tres representativas, como el Parlamento Catalán, el Congreso y el Senado español y una directa, como es el corpus electoral de los ciudadanos de Cataluña en referéndum.
El alto tribunal español no se dignó ni siquiera tener en cuenta estas circunstancias legitimadoras en su sentencia, leída como un severo varapalo desde Cataluña y por los juristas catalanes, incluidos los más críticos con el Estatuto. Es una actitud que contrasta con la deferencia hacia el legislativo de los tribunales equivalentes alemán y estadounidense ante decisiones de similar gravedad, como son el caso de los acuerdos y tratados monetarios europeos en el primer caso, y la reforma del sistema de salud de EE UU en el segundo.
Traducido a términos prácticos significa que la regla de juego y su máximo intérprete quedaron desde aquella ocasión deslegitimados, al menos ante un amplio sector de la opinión catalana. Es lo que sucede con el multilateralismo cuando su efectividad se ve obstaculizada por la posición irreductible o fundamentalista de una parte.
A falta de una regeneración del multilateralismo, que significa consensuar de nuevo la regla de juego, se abrió así la vía alternativa, la bilateralidad, en la que cada agente intenta extraer la máxima fuerza de su posición para aplicarla luego en una negociación bilateral. Quien prefiere bajar el escalón de la multilateralidad a la bilateralidad debe contar con fuerzas para hacerlo con éxito. No es el caso de Artur Mas con su propuesta de Pacto Fiscal, rechazada por Rajoy sin más contemplaciones.
Mas imaginó su Pacto Fiscal para unas condiciones más suaves que las actuales: no contaba ni con la mayoría absoluta del PP ni con la profundidad de una crisis que ha dejado a Cataluña al pie de los caballos (es la oportunidad, le soplan los aprendices de brujo). Ni siquiera contó con el empuje del independentismo, alimentado en parte desde sus filas. Lo quería utilizar para completar una mayoría insuficiente en Madrid, le ha servido para gestionar los recortes y ha rematado la jugada sirviéndose de él para cabalgar el tigre del independentismo pujante.
Así es como ahora no ve más remedio que amenazar con el paso siguiente: la unilateralidad, que no es otra cosa que una declaración de independencia más o menos matizada. Tiene el inconveniente de que en este caso solo hay que contar con las propias fuerzas y solo se hace efectiva si hay suficientes energías interiores para sostenerla, como hizo Israel en 1948. En caso contrario, hay que retroceder de nuevo a la casilla anterior: negociarla a la baja y a la defensiva con quien acabas de romper.
La vía más fácil y racional es la multilateral: rehacer el consenso constitucional para intentar mejorar las posiciones propias. La bilateral, en mitad de una crisis de caballo, es inviable sin palancas como son los votos parlamentarios que completen una mayoría. Pero la más complicada es la unilateral, sobre todo para la parte más débil de un conflicto, porque la negociación ulterior puede dar resultados más amargos para ambas partes que cualquiera de las dos anteriores. Su corolario suelen ser más de derrotas que de victorias. Permite incluso que todo el mundo salga derrotado.
Respecto a la vía unilateral, no es ocioso recordar quién tiene la paella por el mango. España tiene derecho de veto en la UE. La división de los votos de los dos países socios resultantes en las instituciones europeas constituiría por sí sola un pulso del que nadie saldría indemne. Luego habría que negociar la partición de bienes: activo y pasivo, sobre todo este último. Si no hubo acuerdo para fijar criterios objetivos para permanecer juntos, menos lo habrá para hacerlo por separado.
La única declaración unilateral que se puede hacer es la que no tenga valor jurídico ni político alguno. Declararse Estado propio, por ejemplo. Aunque sea unilateral, la ausencia de efectos le quita toda peligrosidad. A excepción de la sensación que se deduce de una grandilocuencia sin resultados: es lo único que Tarradellas se había prohibido a sí mismo. Sobre todo, no hacer el ridículo.
Sorprende la frivolidad del momento, unos en su ceguera ante el conflicto que han ido alimentando con su empecinamiento y los otros en la ingenuidad adolescente con que trivializan el paso decisivo que quieren tomar. El abuelo Pujol lo tiene claro y lo ha recordado a sus hijos y nietos: ?Es casi imposible?.
Cataluña es un país europeísta, y por ende multilateralista. Puede que la ley no vaya en favor suyo, pero peor le irán las cosas si se atiene meramente a la cruda correlación de fuerzas y de intereses. El camino es el del diálogo y del pacto, para cambiar la ley si hace falta. Y ahora hace falta. Pero jamás para ir contra ella. Con la multilateralidad puede llegar a tener a todos a su lado: sucedió en la transición. También pueden funcionar las cosas si tiene fuerzas para establecer una regla de bilateralidad con el Estado. Pero que nadie se engañe, donde tiene todas las de perder es en la actuación unilateral.

Frente a los ataques contra la creación de la nueva ciudad, el presidente Porfirio Lobo, alega que la soberanía está a salvo, y que lo único que habrá son reglas especiales. Aquellos que escojan vivir allí podrán hacerlo con dignidad, sin las amenazas de la delincuencia, o sea, sin maras ni carteles de narcotraficantes, llenos de confianza, amparados por la seguridad jurídica, con trabajos garantizados, y excelentes niveles de educación y salud. Es decir, lo que no puede ser posible en todo el territorio nacional, se podrá conseguir como por encanto en el enclave modelo.
Supongo que de ser así, los 33 kilómetros cuadrados que el presidente Lobo afirma tendrá esta primera ciudad, para cuya construcción Corea del Sur ya ha hecho su primer aporte de socio potencial, no serían suficientes para albergar a los miles que querrán irse a vivir allí, un rápido viaje del infierno al cielo.
En sus explicaciones acerca de la filosofía de sus charter cities, Romer se hace él mismo la pregunta: "¿Es esto colonialismo?". Y se responde que no, porque en este caso no será la voluntad omnímoda de un estado extranjero la que determinará todo, sino que los ciudadanos del enclave tomarán las decisiones de manera democrática. Nada menos que el ágora entre rascacielos y trenes de alta velocidad, en medio de la selva.
El relator para la Libertad de Expresión de las Naciones Unidas, Frank la Rue, tras visitar Honduras en agosto de este mismo año, consignó en su informe que el proyecto de Romer es "una violación a la soberanía nacional y la garantía de respeto y promoción de los Derechos Humanos que tiene el Estado con la población en su territorio".
La historia mordiéndose la cola.

«No quiero que llegue el otoño», me dice mi hija pequeña, y entre la maravilla y el estupor pienso cómo con cuatro años ya se puede sentir la nostalgia del verano, cuando el día es más largo y parece que cabe más vida en él. Entre algunas mujeres abstraídas como yo no hay síntoma más infalible del cambio de estación que el frío en los pies. Empezar a cubrirse como una forma tangible de sentir cómo avanza el tiempo. Y saber qué, a estas alturas, algunos de nuestros sueños son inalcanzables, pero, aun y así, nos seguirán habitando porque negarlos sería algo parecido a quitarnos el aire. «¿Por qué las mujeres siguen sin poder tenerlo todo?», se pregunta Anne-Marie Slaughter, que dejó un alto cargo político en el Departamento de Estado norteamericano para estar cerca de sus hijos adolescentes y sentirse mucho más satisfecha adecuando su trabajo a sus responsabilidades familiares. Suena a moralina. A discurso tejido por los enemigos de la igualdad y defensores del determinismo biológico que justificaba el clásico reparto del mundo. Pero desde hace tiempo leo estudios en los que si bien se atestigua que las mujeres como grupo han logrado grandes avances en salarios, educación, prestigio y poder, se concluye que son menos felices tanto en términos absolutos como en relación con los hombres. De 190 jefes de Estado, nueve son mujeres; y en el sector empresarial la cuota en los puestos de mayor poder alcanza el 15%. Pero ¿qué ocurre con aquellas que han llegado a lo más alto? Que esconden medias verdades y a menudo no pueden mantener el equilibrio y la cuerda cede. Cierto es que hoy está mutando el gen de la ambición: muchas mujeres renuncian a promociones y ascensos porque su horario profesional no coincide con el horario escolar. Y no hablemos de los fastidiosos viajes necesarios para mantener el éxito mediante la visibilidad. No es extraño que algunas mujeres decidan tirar la toalla, que se nieguen a imitar patrones masculinos. Incluso que algunas, como contamos en este número, vuelvan al campo intentando recuperar tiempo y equilibrio. Y los hombres, ¿qué papel ocupan en este nuevo rumbo de la mujer? El 30% de las divorciadas estadounidenses confiesan que el día de su boda sintieron que se equivocaban. La primera pregunta es: ¿por qué lo hacen, entonces? ¿Por qué no retroceden cuando aún están a tiempo? ¿Qué son doscientos invitados, un traje de novia, la ilusión de la familia y un hombre dispuesto a decir que te quiere, si las dudas te ahuecan el pecho? Hace tiempo que las mujeres no queremos ser víctimas; también sabemos que es difícil tenerlo todo. Pero urge cambiar el orden de las cosas, soltar lastres, complejos, dictados sociales, dejar de pensar en lo que la vida espera de nosotras y decir alto y claro qué esperamos nosotras de la vida. (Marie Claire)

Un tópico tan pesado como extendido es el que afirma que tras una desgracia importante, la vida se toma de otro modo pero especialmente "con más calma". No he visto, sin embargo, ningún caso que lo represente así. La vida se siente más frágil cuando la pierde un pariente o un amigo cercano y su desaparición hace tambalear las vagas ideas de inmortalidad con las que habitualmente vivimos. No obstante esto sucede durante un corto intervalo. La fantasía de que sólo mueren los demás retorna pronto y nuestra tarea, en todo caso, es tener en cuenta la brevedad de la vida, desaparecen pronto. Hay casos de gentes que se retiran de su trabajo o lo cambian por algo más sencillo en una localidad más simple. Pero ¿qué ganan? ¿Felicidad? Se trataría de una felicidad similar a la de los sanatorios y hasta de las UVIS. Alguien se recluye allí, en el pueblo o en la montaña, esperando a la muerte desde una posición supuestamente más sana pero, paradójicamente, también más oportuna.
Establecerse en una ocupación y un espacio "natural" para mejor tomar conciencia de la existencia y vivirla con mayor intensidad (sus olores, sus sonidos, sus luces) no significa otra cosa que hallarse preparando ya el decorado de la despedida, inmediata al entierro.
Todo esfuerzo por desprenderse de este mundo significa, de hecho, colgarse de un más allá que aún estando aquí es como el árbol significativo adonde acudirá la muerte. Vivir apartado de las vanidades de este mundo, se dice, ayuda a gozar de sus virtudes. Pero "mejor" no es otra cosa, tal como enseñaban los místicos, que dialogar mucho más con el instante final. Ese remanso campestre, por ejemplo, se toma como un bendito jardín pero se trata simultáneamente de una variedad de camposanto. Por el contrario, el bullicio de la vida urbana, las múltiples ocupaciones, la falta de reposo llevan a no pensar en morir. La tan lamentada pérdida de tiempo que provocan las ciudades es cronológicamente una verdad sin discusión. Pero ¿quién puede negar que ese trajeteo con horas perdidas procura secretamente horas ganadas al pensamiento funeral y, al cabo, horas vacías que nos procuran la idea (falsa, claro está, pero convincente) de que el tiempo se evapora. Y desaparecido el tiempo ¿quién puede, en su extremo, llegar a morir?

No hay mejor punto de observación. Para entender lo que nos está sucediendo, hay que observar a Europa desde China. La visión de la globalidad y el ángulo asiático proporcionan una perspectiva distinta. Y alarmante: nos encogemos y andamos cada vez más perdidos en el mundo global. No es el caso de un número creciente de empresarios y hombres de negocios, sino sobre todo de nuestros viejos Estados nacionales y de quienes están al mando.
Tiene su lógica. El centro de gravedad se ha desplazado hacia Asia y si dentro de ese centro de gravedad hay a su vez otro centro de gravedad, este está en China. Quienes más intensamente perciben el desplazamiento y la pérdida de poder que se está produciendo en el planeta somos los europeos. Para captar la dimensión del cambio nada mejor que situarse en el punto que más sube, China, y observar desde allí el que más rezagado se queda, Europa.
China se halla en un momento delicado, en las vísperas agitadas del 18º Congreso del Partido Comunista, que culminará el relevo en la cúpula del Estado y del partido único. El poder sigue funcionando según la metáfora de la caja negra: sabemos todo de lo que entra y de lo que sale, pero nada de lo que ocurre en su interior. Aunque la almendra del poder permanece inalterable e inescrutable, la sociedad se mueve cada vez a mayor velocidad, acelerada y reforzada en su capacidad de acción por la tecnología y las redes sociales.
Así es como China proporciona historias de primera página a los medios como no lo había hecho nunca. A pesar de la censura y del partido único, en China pasan cosas, muchas y muy jugosas cosas, y todas ellas conectadas dentro de la caja negra con el momento de transición o relevo en el poder. Ahí están los tumultos antijaponeses, controlados desde el poder a través de las redes sociales. O el mayor conflicto de los meses anteriores al Congreso, el culebrón de Bo Xilai, el príncipe rojo caído en desgracia tras el procesamiento y condena de su esposa por asesinato de un ciudadano británico. Bo era el patrono de Chongqing, ciudad emblema del desarrollo de la China interior, donde se ha efectuado un experimento izquierdista, en abierto contraste con el modelo de Guandong, donde el partido permitió otro experimento más liberal. La purga antizquierdista no se ha producido porque haya vencido una de las dos tendencias en pugna sino porque Bo desafió a la cúpula del partido, pretendiendo imponerse por su cuenta como una figura carismática sobre los funcionarios grises actualmente al mando.
El gigante sigue creciendo y desperezándose. Más rápido lo primero que lo segundo. Según explica el profesor Hu Angang de la Universidad Tsingua de Pekín, en su libro China 2030, dentro de ocho años será ya la primera economía del mundo y más que duplicará en PIB a la de Estados Unidos en la fecha del título. Su renta per cápita se acercará entonces al 60% de la renta de los estadounidenses. Su participación en el comercio mundial, cercana al 30%, le proporcionará unas palancas temibles a sus políticas monetarias. Según el profesor Hu, en 2030 será el primer poder mundial, el más innovador, con un Estado de bienestar de alto nivel, una economía verde y una sociedad de riqueza compartida. Demasiado optimista, pero la crisis europea es el combustible que alimenta entre los economistas chinos la idea de este horizonte radiante.
Veamos lo segundo: al desperezarse el gigante da zarpazos y patadas. Con lentitud, con el gradualismo y el incrementalismo practicados por la aristocracia reformista y autoritaria que está al mando. Pero zarpazos: la teoría de los pequeños pasos quizás no traerá la democracia, pero puede conducir a la hegemonía militar y política en Asia. El rumbo de colisión es evidente. Japón ya se halla en la trayectoria, gracias al conflicto por las islas Diaoyu o Senkaku. Pero lo mismo sucede con todos los vecinos (Vietnam, Filipinas o Indonesia) a los que disputa los islotes y las aguas circundantes. No solo por los tesoros energéticos que pudieran esconder o por el control del tráfico marítimo, que también. Sino ante todo por afirmación de un poder que se asienta y manifiesta con fuerza proporcional a la seguridad con que avanza hacia la primacía mundial.
Un think tank europeo, el European Center on Foreign Relations, ha facilitado a un grupo de exministros, politólogos y periodistas de Los 27, entre los que se encontraba el autor de esta columna, la atalaya para asomarse a Europa desde China, en un seminario en el que se han entrevistado y han discutido con decenas de especialistas y colegas chinos durante una semana. La conclusión más sintética que puede desprenderse es que desde China se observa una Europa que se debilita y encoge, cuando necesitamos con urgencia una visión y una estrategia europeas respecto a China, la superpotencia desafiante del siglo XXI. Una frase irónica oída en Pekín resume el momento: ?Europa necesita un plan Marshall chino para salvar su economía?.

Crusoe construye una casa y Crusoe habla
Cultivando los granos esparcidos por azar en el lado menos tórrido del entorno de su casa y así venturosamente fertilizados, viéndose como potencial criador de ganado, cuando tras haber curado una cabrilla salvaje y mantenerla ligada junto a la casa el animal se acostumbró a pastar en la yerba del entorno y fue domesticándose... Crusoe va descubriendo en sí mismo ese artesano que confiesa no haber sido con anterioridad (" I had never handled a tool in my life"). Pero Crusoe será algo más que artesano, pues en la satisfacción que experimenta ante la forma de la mesa que ha tallado, representa más bien el technités de los griegos, ese ser marcado indisociablemente por lo que nosotros llamamos técnica y lo que nosotros llamamos arte. Y cuando se siente perturbado por la idea de la muerte, Crusoe se halla tentado de buscar refugio en un dios...al que su sano espíritu rápidamente renuncia...
Pero dos son los rasgos que mayormente caracterizan a Crusoe y lo convierten en insignia del proyecto humano. Ya he indicado que Crusoe pese a su soledad construye no meramente una guarida un lugar protegido de amenazas (y en el caso de Crusoe como ya he indicado un verdadero fortín) sino una casa, un lugar dónde hay fuego y amplitud, es decir un lugar dónde recibir a los hombres y compartir con ellos el alimento y la palabra.
Y también he indicado que la soledad de Crusoe no significa que Crusoe está fuera de ese lazo intrínseco con los demás que forja la vida humana. Pues Crusoe no llegó a la isla como podría haber llegado otro animal, eventualmente mejor dotado para sortear los peligros que pudiera encontrar e imponerse en la lucha por la subsistencia. El individuo Crusoe es representante de una especie animal dotada de pensamiento y de palabra. Y la supervivencia de Crusoe no tiene cabal sentido mas que si en el sigue estando presente todo el acerbo que caracteriza a la especie y es en razón de ello que Crusoe construye una casa y Crusoe habla.
¿Con quien habla pues Crusoe si nadie puede escucharle? Pues con aquel mismo a quien se dirige Einstein cuando, entre sus convencionales tareas en una oficina de patentes de Berna, barrunta hipótesis para las que no hay quizás entonces interlocutor competente, y que tendrán consecuencias para nuestra representación del mundo inasumibles por el propio Einstein: tanto Crusoe como Einstein hablan consigo mismos en tanto uno y otro son representante de la humanidad. Y tal cosa hacemos cada una de nosotros en las ocasiones en las que el pensamiento en lugar de complacerse en lo dado se esfuerza por entender, metaforizar o resolver, ya se trate de asuntos teoréticos o de asuntos prácticos; ya se trate de organización general de la sociedad o de asuntos en los que propia intimidad es lo que está en juego.
Crusoe habla, como cada uno de nosotros, todo el tiempo, y lo depurado de su hablar, el hecho mismo de que su situación le fuerce a no corromper su pensamiento y su palabra en la vacuidad de los intereses vanos o meramente narcisistas, se refleja en que no hay barrera nítida entre este su hablar consigo mismo y el hablar con interlocutor en esos guiones, siempre estrictamente construidos, que no son fruto de la subjetividad consciente ( la cual sería incapaz de tal proeza literaria) sino de las fuerzas oscuras de los sueños.
