Eduardo Gil Bera
Esta señora hace cien mil años que vive en el desierto de Namibia. Se separó del tronco común del resto de la candidatura a la humanidad, justo en la fase decisiva de la evolución anatómica del humano moderno. Fue la primera en conseguir una bóveda craneal, unas clavículas y un torso humanos, conforme a la preceptiva en uso. Lo han dicho unos sabios de la universidad de Upsala. Nosotros, vascos, catalanes y musulmanes, parece mentira, pero aún éramos homínidos indefinidos y estábamos en el limbo, a milenios de nuestras esencias amantísimas.
Esta señora no tiene Estado propio, sangrante privación que debiera quitarnos el sueño, si nuestra solidaridad de pueblos que aspiran al pueblerinato estuviera a la altura.
Es preciso dotar de un bello Estado confesional a cada señora y cada pueblo tratados sin el debido respeto a sus quintaesencias. Estados confesionales vascos, catalanes y musulmanes, porque ¿de qué sirven las leyes, las carreteras, la educación, la sanidad y el resto de palabrería, si los Estados no son confesionales y no muestran el sagrado celo necesario para hacer respetar las consonantes geminadas o la sharia?