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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los del rifle hacen diana

Hay muchos tratados sobre armas estratégicas que nadie ha usado, al menos desde 1945. Pero nunca la comunidad internacional se había puesto de acuerdo sobre las armas con las que se mata y muere cada día, en las calles de México, en asaltos terroristas, la actual insurrección siria o las guerras africanas. No era nada fácil para Naciones Unidas conseguir un acuerdo que no fuera meramente virtual y regulara unas mercancías cuya libre circulación tanto dolor produce. Muchos son los intereses que han venido obstaculizando la regulación de uno delos mercados más anárquicos de la economía mundial. Ahí estaba la enorme y temible coalición formada por la industria de fabricación de armas y munición y por los numerosos clientes de todo bordo que siempre hay para estas sucias mercancías.

Ningún país del mundo sintetiza mejor que Estados Unidos la alianza entre los intereses de oferta y demanda que ha salvaguardado a las armas de la regulación. El 40 por cierto del mercado mundial está en manos de la industria estadounidense. Y este país es el que tiene los más poderosos grupos de presión de usuarios individuales, amparados en una peculiar interpretación de la Segunda Enmienda de la Constitución.

No puede extrañar, por tanto, que Washington fuera hasta 2006 el principal boicoteador de cualquier intento de control sobre el comercio de armas en el mundo, al mismo nivel en que sus grupos de presión han venido impidiendo hasta ahora mismo la regulación del comercio interior y defienden la venta libre de armas de asalto y la existencia de ferias y convenciones donde se pueden adquirir sin control alguno.

El primer paso del Tratado sobre Comercio de Armas ahora aprobado lo dio la Asamblea General de NN UU hace siete años con una resolución que tuvo en frente precisamente a EE UU, único país que votó en contra de lanzar el debate para la regulación. La administración de George W. Bush, entonces al mando, había declarado a Naciones Unidas irrelevante y se oponía firmemente a cualquier acción multilateral.

Todo cambió con la llegada de Obama a la Casa Blanca. La administración demócrata oficializó el cambio de posición en 2009, cuando estuvo a favor de una nueva resolución que impulsaba el Tratado, en la que el único voto en contra fue el del Zimbabue del viejo dictador Robert Mugabe.La posición de Washington todavía iba a evolucionar más. La secretaria de Estado del momento, Hillary Clinton, pedía la aprobación por consenso, una forma de dar derecho de veto a cualquiera de los estados miembros. En 2013, tras el bloqueo de la Conferencia internacional, que se ha reunido en dos ocasiones, una el año pasado y otra este pasado mes de marzo, sin alcanzar el acuerdo, EE UU ha cambiado de nuevo de criterio y accedido a que fuera la Asamblea General la que aprobara el tratado, sin que entrara ya en juego la eventualidad de un bloqueo.

El Tratado ha contado con tres votos en contra, Corea del Norte, Irán y Siria, países que también bloquearon la aprobación por consenso en la Conferencia Internacional. Es una irónica paradoja que diez años después de la guerra de Irak y de la ofensiva de Bush contra NN UU, sea el organismo más democrático de la organización internacional el que designa por exclusión a los tres componentes del Eje del Mal, los tres proliferadores nucleares más o menos confesos, que reclaman como los neocons la libertad de mercado y la soberanía.

En el mismo instante en que Obama está perdiendo la batalla contra el libre mercado de las armas en su país, acaba de ganar otra más amplia en la escena internacional. Es una batalla modesta y realista, basada en la transparencia y el control nacional bajo supervisión de NN UU. Contiene huecos y salvedades: la munición y las partes sin montar quedan fuera del control más estricto; no entran los drones, los vehículos blindados y el material antidisturbios; los acuerdos bilaterales entre países quedan también exentos. Pero ha permitido obtener la abstención de grandes comerciantes como China y Rusia.

Aunque no se entromete en el derecho individual a portar armas que defienden los grupos de presión estadounidenses, la reacción de estos no deja lugar a dudas. Aliados con Assad, Kim Jong-un y Jamenei, denuncian el atentado a la libertad de los ciudadanos y la soberanía de los Estados y se escandalizan ante el poder de la Asamblea General de NN UU. Su airada reacción indica la bondad del camino emprendido por la comunidad internacional, aunque es casi seguro que el Tratado se encontrará con un muro cuando llegue para su ratificación al Senado, donde los republicanos tienen la minoría de bloqueo.



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4 de abril de 2013
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Cualquiera de nosotros

Mediodía, en un colmado-restaurante del Eixample. La cercanía de las mesas favorece la promiscuidad auditiva hasta el punto de que la conversación ajena, vigorosa, se mete en tu plato. ?La echaron embarazada, era subdirectora de un periódico? y ahora la han desahuciado. Es un testimonio brutal?, dice el hombre. ?Habría que conocer toda la historia, lo que no cuenta, porque me entran muchas dudas? replica la mujer. El hombre insiste: ?lo importante no es solo su propia experiencia sino lo que representa en este momento?. La mujer ?Chiqui, la llama él? sigue sembrando desconfianza, como si la autora fuera una desahuciada deluxe. Esa sombra cainita: algo habrá hecho. Sostiene que es ?muy raro? que una profesional que ha ocupado cargos de responsabilidad en la prensa no tenga para pagar la hipoteca, y va esparciendo sospechas sobre el mantel mientras ellas piden postres, ellos gin tonics y los niños dibujan. Por un momento estoy a punto de confesarles que conozco a la autora, Cristina Fallarás, y que en su historia no hay palabras impostadas. Acaso su tono bronco, su tinta rabiosa, esa querencia por el taco, empezando por el título de portada: A la puta calle (Planeta); aunque también por el corte delgado y tierno con el que nombra la desdicha: ?Mamá, y si nosotros compráramos la ropa que llevo, ¿yo qué estilo tendría??. En el relato de Fallarás asoman las voces de los niños que apenas comen carne y toman la leche mezclada con agua. La historia de las deudas acumuladas, a pesar haber publicado tres libros y montado una web. Primero eliminas las cremas, luego los zapatos, los bistecs, las copas, hasta que los amigos dejan de llamarte, dice. Pienso cuán reconfortante es que un libro aún de pie a una conversación de sobremesa. La periodista y escritora ?Premio Hammett en la Semana Negra de Gijón? sabía que se la juzgaría a priori, por ello en el libro desglosa gastos e ingresos, durante cuatro años de paro. Recientemente intentó una dación de pago, pero llegó tarde. Su vida está ya metida en cajas. Con su testimonio anima a salir del armario a sus semejantes, porque también hay arquitectos, editores, periodistas e informáticos que pierden la casa. Les rodea un silencio que choca estrepitosamente contra la bronca a domicilio del escrache. Cierto es que el político en mocasines se convierte de noche en un hombre en zapatillas que respira hogar. Y que el mundo civilizado defiende las soluciones con diálogo, en lugar de las caceroladas. Pero también es cierto que la clase política se ha desentendido de un problema que va ampliando su brecha y no entiende de vértigo ni extremos. Digamos, pobreza de clase media. Digamos, cualquiera de nosotros. (La Vanguardia)

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3 de abril de 2013
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I. Centroamérica, la paz y sus consecuencias

En agosto del año pasado celebramos en Centroamérica el 25 aniversario de los acuerdos de Esquipulas, que fueron la llave para la solución política de la guerra que envolvió a toda la región a lo largo de la década de los ochenta del siglo pasado. Y este mes se celebra un cuarto de siglo de los acuerdos de Sapoá, firmados entre el gobierno sandinista y la Resistencia Nicaragüense, los contras, que abrieron el camino hacia las elecciones pacificadoras de 1990, y que el sandinismo perdió.
El escenario global cambiaba entonces, se deshacía el bloque soviético, se acababa el mundo bipolar, y en esta pequeña esquina del tablero la democracia se convertía por primera vez en décadas en el actor principal, y decisivo. Desde entonces empezamos a elegir gobiernos, sin importar más su color ideológico, y los golpes de estado se volvieron asuntos del oscuro pasado, salvo por el derrocamiento del presidente Zelaya en Honduras, que ojalá siga siendo una excepción.
Hay dos gobiernos electos provenientes de organizaciones guerrilleras, en El Salvador y Nicaragua. También hay en Guatemala un presidente que procede de los altos rangos militares, pero no a consecuencia de un golpe de estado, sino de elecciones democráticas. Podemos afirmar que por primera vez estamos viviendo bajo las reglas de la democracia representativa.

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3 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Nada de nada, ¿la nada?

A muchos escritores jóvenes o poco conocidos no se les publica o, en otros casos, se es paga una miseria: más o menos, podría decirse, como en los tiempos anteriores al boom de la construcción y a las otras burbujas que barboteaban hace unos años casi por todas partes.

La situación sería ahora similar a la que correspondía a los tiempos heroicos de la literatura -o de la pintura- en que resultaba tan arduo comunicar lo escrito o pintado para el público en general.

En esos tiempos, Vicente Aleixandre repetía una frase que yo no he dejado de repetir cuando ha llegado la ocasión: "El poeta que por fin decide escribir para sí mismo muere por falta de destino".

Nadie deseaba morir de un modo tan miserable pero conociendo la miseria de la cultura ¿qué se le iba a hacer en aquellos años no mediáticos? Pues luchar y luchar de modo que el autor no solo debía abrirse camino en las procelosas aguas de la creación sino ante los escasos medios del mercado.

Ahora han aparecido un sinfín de pequeñas editoriales que, como un archipiélago o una constelación, prestan oportunidades para editar lo más privado o galerías de arte, apenas compuestas por las paredes de una portería, un taller mecánico o una casa de comidas. Paralelamente discurre el infinito universo de la red pero ¿cómo no sentir que en esa inmensidad, la obra se disuelve antes?

La circunstancia actual en el arte no difiere de la que se padece en los demás ámbitos. Los recortes cortan la cabeza a no pocas cabeceras de periódicos y arruinan a no poco emprendedores de buena fe porque, contra el eslogan de que el porvenir se halla en el emprendimiento, el presente se encarga del desprendimiento. De ahí que cierren más empresas que abran, se hundan más editoriales y galerías de las que emergen. El recorte corta como una segadora universal y deja al borde del suicidio no solo a los desahuciados de sus casas sino a los cuellos más tiernos de los nuevos creadores.

¿Qué hacer pues? El profesor universitario Miguel Catalán acaba de publicar un libro (La nada griega, Sequitur) donde recuerda las muchas veces que fue rechazado el manuscrito de Marcel Proust. En Le Figaro les pareció que dar aquellas 300 páginas por entregas no era recuperar el tiempo sino hacérselo perder a sus lectores y por añadidura otros buenos editores llegaron a la misma conclusión. ¿Conclusión? Proust no publicó en aquellos primeros 13 años del siglo XX, pero esa denegación hizo posible que los 300 folios fueran creciendo hasta los 4.000 y con ellos se conformara En busca del tiempo perdido, el mayor monumento literario del siglo XX.

Este siglo XXI, nacido como el teorema de Bernoulli que acelera el fluido tras el estrangulamiento del cristal del siglo XX, se adorna hoy, como en las faenas de José Tomás de una lentitud que nadie consideraría hasta hace poco juiciosa. De hecho, como ocurre con el toreo de José Tomás, su flema podría tenerse por altamente temeraria. Pero ¿temor realmente a qué si las editoriales y las galerías perecen antes de la alternativa?

El método, como le impusieron a Marcel Proust, es seguir pugnando. La obra que habría sido trivial en manos del orden supermediático, gana peso e incomparable sabor en el guiso doméstico. Un tiempo nos espera donde la calidad será un valor de primer orden. Frente al imperio de la celeridad el filo de la precisión, ante el camelo de lo llamado artístico la majestad del arte encalmado. Arte y creación contra la comida basura y los restos fecales en las tartas de chocolate. Proteínas puras en los productos de la alimentación o la creación. Porque bastaría los múltiples accidentes de ceguera que pueden haber provocado las adulteradas ofertas de estos años para esperar que la luz volverá, sea con las marcas blancas o bien sea con los lienzos y folios en blanco que aún quedan realmente por culminar.



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3 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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EN EL DÍA DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL.- Les dejo la reseña que…

EN EL DÍA DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL.- Les dejo la reseña que escribí para mi cuento para niños favorito, Runnaway Bunny (traducido como El Conejito Andarín), de Margarte Wise Brown. Además, podrán ver la escena maravillosa -subtitulada- de la película Wit de Mike Nichols donde una maestra lee el cuento frente a una moribunda. Un abrazo a todos los maravillosos autores y editores que se dedican a la literatura infantil y juvenil.



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2 de abril de 2013
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Ni la O con un canuto

Todo el episodio es grotesco y nos arranca una de esas carcajadas seguidas de mucha tos que suenan a cascajo y desesperación. El asunto comienza con unos aspirantes a maestros que a duras penas podrían llevar las cuentas de un figón con tiza sobre barra. Una vez constatan los examinadores (a quienes ya me gustaría examinar) que no pasa el examen ni el veinte por ciento, deciden publicar algunos de los disparates más atroces para que la población en general se haga una idea del nivel educativo del país.

    Bueno, no era necesario. Hace veinte años que los profesores, no de primaría sino de universidad, venimos diciendo que habría que publicar los exámenes de los actuales universitarios para que la población se percatara del grado de analfabetismo que hemos alcanzado con tanto esfuerzo y solidaridad. Seguramente sería inútil porque a la población no sólo no le parecería una monstruosidad sino que incluso a lo mejor se maravillaba de lo mucho que saben los universitarios. El caso es que las propias autoridades administrativas, rectores y demás personal imprescindible, siempre han prohibido la divulgación del genocidio educativo que ha tenido lugar en España en los últimos veinte años, por lo menos.

Ea, pues tenían toda la razón los burócratas: una vez publicados los resultados, de inmediato los sindicatos de la educación, principales causantes del subdesarrollo pedagógico hispano, han saltado como un resorte, se han indignado, amostazado, enrabiado y amenazan y denuncian. Dicen que publicar esos horrores significa humillar a los profesores y maestros. En realidad, como es lógico, los que humillan a profesores y maestros son esos aspirantes beocios convencidos de que su ignorancia es un mérito para llegar a profesor en España, pero los sindicatos es que son muy sensibles.

A los sindicatos parece como si les gustara, como si prefirieran ese tipo de maestro totalmente en blanco, sin el menor conocimiento, con el cerebro lobotomizado. Es posible que así se lo parezca porque ellos, los que amenazan y denuncian, se sienten hermanados con los analfabetos eufóricos. Porque si no, no se comprende que los sindicatos de la educación (insisto, de la educación) quieran humillar a profesores y maestros exigiendo la ocultación de los inútiles, de los pícaros, los majaderos, los enchufados, los atontados, las nulidades a quienes se precipitan a proteger.

¿Pero qué idea de la educación ha acabado por imponer esta falsa izquierda obsesionada por defender sus intereses burocráticos, sus chanchullos, sus subvenciones, sus privilegios, y a la que estar en el último lugar de la comunidad europea en educación les parece haber alcanzado el mayor premio de su carrera?

Seguramente mantienen la misma opinión, en verdad surrealista, que una tal Teresa la cual, en sus mensajes electrónicos, escribió que enseñar los ríos españoles a los estudiantes es puro franquismo. Y que lo que habría que enseñarles es lo de "las fosas". Textual. Posiblemente alguien debió decirle a esta buena mujer que lo de las fosas era hablar con excesiva claridad sobre el nivel intelectual del partido y entonces borró esa parte. Pues bien, la tal Teresa ha sido ministra de vivienda de Zapatero. Voy a repetirlo: ministra de Zapatero. Que Zapatero nombrara ministros (y ministras, claro, como dice Santiago) con semejante dotación intelectual lo dice todo sobre este esperpento de país.

Porque estamos hablando de lo que se supone que es la izquierda, aquella ideología que impulsaba el estudio, la cultura y la enseñanza de calidad a quienes más lo necesitan, que protegía al trabajador y ayudaba al talentoso persiguiendo al mentecato. Que veía en la enseñanza el instrumento de superación esencial de los explotados, sin el cual no hay izquierda que valga.

En consecuencia, una de dos, o sindicatos y ex ministros (o ex ministras) se han pasado a la derecha extrema, o están dispuestos a hundir este país con tal de mantenerse con los sueldos que tan generosamente les pagamos.

Artículo publicado en Jot Down.

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2 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Mi vida querida

Los lectores asiduos de Alice Munro suelen resaltar el asombro que les produce constatar que esta mujer, que lleva escribiendo sobre las mujeres desde mediados del siglo pasado, parece no haber contado nunca dos veces la misma historia ni haber repetido una sola protagonista. Y el asombro está tanto más justificado si se tiene en cuenta que casi todas sus narraciones tienen lugar en una época muy concreta (cuando quiera que tuvo lugar un cambio social decisivo en el curso del cual las mujeres dejaron de tener el matrimonio y la maternidad como destino único obligado y empezaron a vivir según sus deseos y a tomar sus propias decisiones, asumiendo de paso las consecuencias de las mismas) y están localizadas en un espacio físico muy concreto (directa o indirectamente los personajes femeninos de Alice Munro tienen una relación muy estrecha con el mundo rural y las estrictas leyes que lo han regido ancestralmente, y todas viven o han vivido en una zona geográfica en los alrededores del lago Huron en Ontario, que no por casualidad es el lugar de nacimiento y residencia de la autora).
Por descontado que los caracteres femeninos de los relatos de Alice Munro han terminado por configurar una tipología inconfundible. Por lo general son personas tranquilas y rutinarias, pero propensas a llevar una doble vida: debajo de una apariencia apacible y maternal suelen bullir sentimientos y pasiones que un buen día, con el mismo aire apacible y maternal, dan motivo a una infidelidad matrimonial, a un inesperado e impremeditado abandono de hogar e hijos o a un súbito cambio de trayectoria vital de consecuencias impredecibles pero siempre irrevocables. Las encarnaciones físicas son de lo más variable: una mujer que da cobijo a un asesino; una madre que reencuentra al hijo del que se separó hace años o dos mujeres que comparten sin la menor solidaridad, un terrible secreto de infancia. Y también puede ser una madre que visita en la cárcel al hombre que dio muerte a sus tres hijos.
En lo que se refiere a Mi querida vida, las cosas van más o menos por el mismo derrotero: una mujer que viaja en tren con su hija, conoce a un actor ambulante y, de buenas a primeras, acuesta a la niña y ella hace lo mismo con el cómico para encontrar, a su vuelta, que la niña ha desaparecido. Encima, casi al final el lector es sucintamente informado de que el motivo del viaje es encontrarse con un hombre al que ha visto una sola vez en su vida. En otro cuento, una joven de buena posición se lía con un hombre casado que la hace creer que son víctimas de un chantaje a costa de su adúltera relación. O una mujer cuyo momento vital decisivo tuvo lugar cuando su hermana de nueve años decidió tirarse junto con su perro a las aguas heladas de una cantera. El problema, según se va poniendo en claro según avanza el relato, fue el acto perpetrado por la niña, pero sobre todo el hecho de que la narradora, en lugar de correr en busca de ayuda, se quedó quieta "esperando a ver qué pasaba". Y en el relato que cierra y da título al libro, y que según la propia Alice Munro es "casi" autobiográfico, después de hablar extensamente de su madre, y de las intensas pero conflictivas relaciones madre-hija, la narradora dice con toda sencillez: "No volví a casa la última vez que mi madre cayó enferma, ni para su funeral. Tenía dos hijos pequeños y nadie en Vancouver con quien dejarlos. No estábamos para gastar dinero en viajes, y mi marido despreciaba las formalidades. Aunque, ¿por qué achacárselo a él de todos modos? Yo sentía lo mismo. Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos a todas horas".
En el relato que abre el presente libro, titulado "Llegar a Japón", cuando Greta, la madre que ha abandonado a su hija para acostarse con un cómico la encuentra finalmente sana y salva, se dedica a ella en cuerpo y alma durante el resto del viaje. "Sabía que nunca se había volcado tanto en su hija. Por descontado siempre había cuidado de ella [...] pero Greta siempre tenía cosas que hacer en casa, su atención iba por rachas". Y el pasaje se cierra con esta observación: "[...] su ternura a menudo formaba parte de una táctica".
Esa lúcida falta de autocompasión, la mirada infalible para no dejarse pasar nada a uno mismo, quizá sea el rasgo más distintivo de la presente recolección de cuentos, y que encima tiene el valor añadido de arrojar una luz retroactiva sobre esa espléndida galería de personajes femeninos que pueblan los relatos de Alice Munro y a los que pueden sobrevenirles toda clase de calamidades, muchas veces a consecuencia de sus propias decisiones, pero que en modo alguno son víctimas. No se quejan y no se arrepienten porque, en el fondo, se perdonan a sí mismas. 

Mi vida querida
Alice Munro
Lumen



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2 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Hilda Mundy, la vanguardista

Cuando hablamos de vanguardias literarias tendemos a imaginarnos a un grupo de escritores planeando manifiestos, participando en happenings, editando libros conjuntos. En muchos países de América Latina no todo fue tan colectivo; ese es el caso de Bolivia, que tuvo a Hilda Mundy (1912-1982) como su única escritora de vanguardias (de hecho, una de las pocas mujeres vanguardistas en el continente). 

Hilda Mundy sólo publicó un libro, Pirotecnia (1936), subtitulado "Ensayo miedoso de literatura ultraísta". El libro fue olvidado, hasta que el 2004 una nueva edición rescató esta obra valiosísima (Ediciones La Mariposa Mundial, Bolivia). Sus cincuenta textos en prosa tratan de atrapar el ruido de la urbe moderna y, pese a que a veces señalan dudas ante el costo del progreso, nunca dejan de admirarse ante los avances tecnológicos -el tranvía, el alumbrado público, etc--. Mundy se muestra como un espíritu lúdico cuyas influencias pasan por Gomez de la Serna ("El foot-ball es un de porte bíblico"), el modernismo de Julián del Casal, el futurismo de Marinetti y los juegos tipográficos tan caros a la época. Sus recursos estilísticos son variados, pero como buena ultraísta el eje central de su obra es la metáfora audaz: "un tentador escote es el hall de un gran hotel por las notas de un delicioso jazz-band que viene del ruido discreto y armonioso de los collares de piedras fantásticas". 

Con apenas veinticuatro años y una obra tan promisoria, Hilda Mundy optó por el silencio; lo lógico es pensar que pagó el precio de muchas mujeres escritoras del período, que, consumidas por el matrimonio y la familia (Mundy se casó dos años después de publicar Pirotecnia), no tuvieron posibilidades de seguir una carrera literaria. Sin oponerse a esa lectura, el poeta y crítico Eduardo Mitre ensaya otra, recordando que en el epílogo de su libro Mundy menciona, entre tres tipos de artistas, al que "siendo Genio calla... porque callarse es hacer florecer el pensamiento en la ruta de la perfección". Mitre también señala que en el prólogo Mundy dice que sus textos son "fuegos fatuos que representan nada". Después de esta "pirotecnia", entonces, el gesto consecuente del gran artista es el silencio, con lo que esta escritora sería tan radical en su ethos vanguardista como la misma Cesárea Tinajero de Los detectives salvajes.   

(El País, 22 de marzo 2013)



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1 de abril de 2013
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