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Eder. Óleo de Irene Gracia

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El pensar

Somos en buena parte lo que pensamos. O, más concretamente, nos pasan las cosas malas y buenas con gran intervención del código que el pensamiento les aplica. Por eso hoy, que he leído el anuncio de un libro titulado El arte de pensar (Ediciones B) he comprendido que efectivamente, siendo atinado, haya vendido cientos de miles de ejemplares.

No se trata de que el autor se muy  sabio y nosotros ignorantes sino que hay quien conoce los entresijos de la mente mejor, incluso mero instinto, y con ello sabe caminar con beneficio. Otros que nos hacemos fácilmente enredos padecemos mucho más tiempo y más intensamente y más improductivamente. Siendo de este modo fosco nos dañamos pero también dañamos a los demás que efectivamente queremos.

Este autor suizo y de 47 años, Rolf Dobelli, puede pensarse que no ha podido aprender mucho más que las personas que le adelantamos en edad y en peripecias  pero no tiene por qué ser así. La virtud del pensamiento certero, orientado a procurarnos verdad y salud en lugar de perjuicios, sólo se correlaciona débilmente con la edad. La edad, ciertamente, nos hace, en general, conocer más número de situaciones pero no es una garantía de que cuando se repitan algunas de ellas actuemos mejor que la primera vez. "Tendemos a pensar que nosotros somos los listos y los demás tontos", dice Dobelli. Y esa tendencia ya es en sí una reflexión perjudicial. De este modo cargamos con toda la carga y no sometemos su peso a otra báscula que la calcule con mejor puntería.  Y que advierta, además, de su composición. A fin de cuentas si somos el resultado de  lo que nos componemos deberíamos estar atentos al buen estado de los ingredientes y a su mejor articulación. Esas personas que ven con claridad frente a las que empañamos nuestros cristales son clave en la resolución de conflictos, puntales en el cambiante resultado de nuestros metabolismos tan sosos o penosos a causa de ser más tontos de lo que se tendría que ser.



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22 de abril de 2013
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Charles Bowden: el gringo viejo salvado por la locura

La ciudad del crimen, que la editorial Debate publicó en España en 2011 en magnífica traducción de Jordi Soler, es una obra maestra de la prosa poética de no ficción. Charles Bowden, su autor, es un veterano, encallecido y aguardentoso cronista de la frontera entre Estados Unidos y México.

Bowden ive en el borde de la frontera, en Tucson, Arizona, y tanto su estilo como su pinta en las fotos me hacen pensar en un Charles Bukowski de la no ficción.Ya había ganado premios con Down by the River y con Some of the Dead are Still Breathing, y sus crónicas en las más importantes revistas de periodismo literario le habían traido un público fiel. Pero apenas se lo conocía en Latinoamérica y en España.

Hay algo viejo, de aliento clásico, en La ciudad del crimen. Tal vez eso es lo moderno: al buscar entre los cronistas o periodistas literarios norteamericanos actuales, uno de los hilos que se perciben es el desarrollo en la depuración, la sofisticiación de la prosa, el diálogo con los nuevos novelistas y cuentistas y con la poesía, hasta llegar a un punto casi experimental.

Contar el argumento de lo que sería un documental, imitar las formas de contar de lo audiovisual y el relato multimedia con imágenes y voces y cosas de colores que se mueven es hacer que la escritura siempre vaya a la zaga. Bowden para mí representa el camino inverso: de vuelta a lo que hace grande a la literatura, el fulgor del verbo, el construir mundos reales solo con palabras. Nada menos que con palabras.

“Estoy mirándola en su celda, en el asilo. Un pequeño colchón lo coupa todo, y al lado hay un recipiente amarillo de veinte litros para el producto de las micciones y las defecaciones. Las paredes son de baldosas blancas, porque los pacientes como Miss Sinaloa tienden a pintar las superficies con sus propias heces. La puerta es de metal sólido con una pequeña ranura para que las Miss Sinaloa del mundo no puedan arrojar sus heces al personal. Mantas de cuadros cubren los colchones.

“Esa fue su casa durante al menos dos meses. Nadie podía visitarla. Deliraba, estaba muy enojada. En parte fue encerrada para protegerla de otros pacientes que deseaban su piel clara y su belleza. Y en parte, porque en cualquier momento podía volverse loca.

“Estaba calva. El personal había tenido que cortar su hermosa cabellera porque constituía un riesgo. Hay pacientes que tienen tendencia a estrangular a las personas con su propio cabello.”

Miss Sinaloa es una hermosa muchacha de pueblo, violada durante días por una pandilla de policías, que acaba encerrada en un asilo y que el autor encuentra transitando al borde de la locura, de la desesperación, de la rabia y el odio a sí misma y al mundo. Así es Tijuana, el mundo de la frontera, un mundo a punto de romperse en mil pedazos que solo se puede entender y contar si uno se coloca, como Miss Sinaloa, en la frontera entre lo que se debe contar y lo que no se puede entender.

Bowden aparece entre los muertos, los futuros muertos, los deudos destrozados de los muertos, los periodistas que se apresuran a contar los muertos antes de que los maten a ellos también, los asesinos sensibles y los corruptos honesto. Sale y entra en escena como un fantasma. Es una voz que sobrevuela el escenario intolerable de crimen, droga, muertes y violaciones, una ciudad que si fuera una persona ya estaría muerta.

*          *          *

“El silencio es mi viejo amigo aquí: una cosa que se siente como una mano en la gargata que elimina todos los sonidos. No es el silencio de la tumba o el silencio de la iglesia, es el mutismo del terror. Las palabras apenas se forman en la mente. Y después de un tiempo, incluso la idea pierde la forma y flota como un fantasma. Las cosas se explican ,pero las frases no tienen sujeto, solo un indicio de verbo, y después de un rato; incluso el objeto es algo confuso. Encuentran a dos hombres muertos, con signos de torutra no muy evidentes, hay casquillos alrededor de sus cuerpos. Ciertos elementos están matando personas en la ciudad. Las autoridades expresan su indignación por el caos y el trastorno. Todo esto es una forma de silencio. Juárez es un lugar donde una declaración puede ser un acto de suicidio”.

Y también:

“Hay dos maneras de estar a salvo y cuerdo. Una de ellas es el silencio, fingir que no ha pasado nada, y negarse a decir en voz alta lo que pasó. La otra es un pensamiento mágico, inventar explicaciones para lo que te rehúsas a decir, y gracias a estas explicaciones pas desestimando esa cosa que no puede llegar a tus labios. Por supuesto, estolo se aplica a los individuos. Prensa, políticos y agencias gubernamentales tienen un tercer método: citan a los carteles de la droga y dicen que todo l oque pasa es culpa de ellos. Esta táctica es muy atractiva y lo remita a uno a la infancia, cuando la noche pertenecía a los monstruos y a los fantasmas. Ésta era la herramienta de la guerra fría, cuando los comunistas estaban escondiddos debajo de la cama, y es la herramienta de las nuevas guerras contra el terrorisimo y las drogas. Como un reloj parado, es puntual ahora y entonces. Organizaciones de todo tipo mienten, engañan, roban y matan. Sin embargo, en Juárez casi nadie asocia que los asesinatos están vinculados a un hecho”.

Seguimos el hilo de sus palabras, nos parece que de alguna manera entendemos lo que nos dice. Pero es una verdad más verbal que basada en datos, entrevistas, la descripción fiel de escenas vistas y documentos revelados. Todo está entendido y asumido a un nivel muy profundo y en un área poética de la mente. Bowden grita en susurros, porque nos habla como quien cuenta una historia terrible y explica cosas que son inexplicables.

¿Cómo explicar los cuerpos de mujeres jóvenes y pobres, como Miss Sinaloa, que aparecen todas las semanas en el desierto? ¿Los cadáveres mianiatados y con signos de tortura que brotan a diario, sin que nada cambie, sin que los discursos tengan el más mínimo efecto?

La violencia extrema se apoderó hace décadas de Ciudad Juárez, y Charles Bowden le canta a la sinrazón metiéndonos en la cabeza de gente como Miss Sinaloa, que sufrió más de lo que alguien puede soportar, y al mismo tiempo nos cuenta a quién sirve este ambiente de terror, quién quiere que no termine el tráfico de droga y la lucha entre pandillas, por qué siguen en su puesto policías tan obviamente corruptos, crueles y cobardes. 

*          *          *

¿Se puede contar semejantes historias, se puede entender este paisaje descorazonador desde el periodismo tradicional, o desde el periodismo narrativo elegante y bajo control del típico estilo New Yorker? El polvo de los muertos se te mete adentro, y uno comienza a desvariar al tratar de relatar ese horror.

Bowden está adentro de su tema, pero sale al borde a tomar aire y a escribir sus relatos espléndidos. La prosa siempre está al borde del eflubio poético, pero en su prólogo decide directamente escribirnos en un poema narrativo, un poema de no ficción, que interpela directamente al lector y lleva al autor, con una seguridad pasmosa, a escribir un prólogo directamente ne versos libres, interpelando al lector:

“Voy a decirte algo sobre la temprada de asesinatos.

¿Qué?

¿No te gusta la violencia?

Entiendo.

Pero súbete al coche.

¿Dices que es difícil ver por las ventanillas oscuras?

Ya aprenderás lo que es la oscuridad.

Miss Sinaloa es un detalle. Era especial, muy fina.

Subió al coche, por supuesto. Qué paseo, Dios mío.

Bueno, sí, está el tema de la cocaína, el whisky y la cordura que podría socavar su posicion en la comunidad.

¿Ves a esa gente en la calle fingiendo que no existes y esta máquina entorme con las ventanillas oscuras, fingiendo que nada de esto te está pasando a tí?

Eso eras tú hasta hace unos pocos minutos.”

¿Es esto periodismo, incluso en la acepción más inclusiva y laxa del término? Sí, si decides subirte al coche de Charles Bowden.

El camino al que nos invita en su versión fascinante y dolorosa de la narrativa de no ficción no es para cuaquier reportero, no es para cualquier tema y no es para cualquier lector. Pero en muchos blogs americanos y europeos estoy viendo intentos de transitar este camino. Ahora que el maestro Bowden está en castellano (y tenía que ser un novelista mexicano quien lo tradujera) podemos acercarse a una forma radicalmete nueva y osada de escribir periodismo.

Les desafío a asegurarme que no han cambiado después de leer La ciudad del crimen. 

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22 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Un futbolista africano en México

 
La mayoría de los niños futbolistas del tercermundo quiere fichar en Europa. A veces, cuando ya son jóvenes y todavía no cumplen su sueño, buscan destinos alternativos. 
 
Hace un par de años Jackson viajó a México para convertirse en futbolista profesional de la primera división, una liga que cada temporada realiza transferencias de jugadores hasta por 28 millones de dólares. No tuvo suerte. Entonces decidió jugar en los llanos como amateur, en donde sin planearlo encontró una forma de vida y el pretexto perfecto para no regresar por un buen rato a Nigeria. Hoy, él es uno de los 174 nigerianos radicados en México.
 
Se eso se trata la historia que Zenyazen Flores Barrios escribió para la Escuela de Periodismo Portátil.
 
Actualmente, Zenyazen es reportera del periódico El Financiero, antes trabajó en Milenio Diario y la Agencia Notimex. Estudió periodismo en la UNAM, tiene 27 años y es originaria del Distrito Federal. Le gusta observar a las personas, viajar y escribir en las madrugadas con música de fondo. Unos pantalones azules con bolsas a los lados son sus favoritos para salir a caminar y buscar historias que contar.
 
 
Para leer completa la historia EL FUTBOLISTA AFRICANO QUE GAMBETEA EN MÉXICO, tienes que entrar AQUÍ
 
 
 
 
 
@menesesportatil 
 
 
 
 


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22 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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De elecciones a elecciones

La jornada electoral se inicia con el ominoso presagio de las últimas encuestas, que pronostican un cerrado empate técnico. El nerviosismo invade a los candidatos -y a sus fervientes seguidores- conforme las votaciones se acercan a su conclusión. A las pocas horas de cerradas las casillas resulta evidente que el margen entre los dos punteros es muy pequeño: lo peor que puede ocurrirle a una sociedad devorada desde el inicio del proceso por una creciente crispación. Una y otra vez, el candidato opositor ha denunciado la inequidad de la contienda, la grosera intervención del aparato del Estado a favor de su rival y los infinitos recursos que han beneficiado su proyecto.

            Tras largas horas de expectación, por fin el órgano electoral -igualmente cuestionado por su servilismo con el régimen- anuncia la "tendencia irreversible" que señala la victoria del candidato oficial. Convencido de que se ha operado un siniestro fraude, el líder opositor se niega a reconocer los resultados y convoca una serie de protestas que se tornan cada vez más airadas y ruidosas. El virtual triunfador acusa a su oponente de incitar a la confrontación social y de despreciar el estado de derecho. Éste, por su parte, anuncia el redoblamiento de las manifestaciones para exigir la apertura de todos los paquetes electorales ("voto por voto,").

            Hasta aquí, ¿hablamos de la Venezuela del 2013 o del México del 2006? ¿El candidato oficial es Nicolás Maduro o Felipe Calderón? ¿Y el opositor que se niega a reconocerlo es Henrique Capriles o Andrés Manuel López Obrador? A primera vista los relatos apenas se distinguen, de no ser porque la diferencia entre los políticos mexicanos fue de 0.58% frente al 1.77% de los venezolanos: un margen en cualquier caso demasiado estrecho como para que no se generasen dudas sobre el proceso.

            Lo más llamativo de estas elecciones ha sido constatar la reacción de buena parte de nuestros analistas y políticos en uno y otro caso. Mientras aquellos que se consideran liberales, demócratas o simplemente de derechas no vacilaron en condenar la actitud de López Obrador, acusándolo de ser un populista mesiánico incapaz de respetar las instituciones y el marco legal, en cambio no han dudado en secundar la posición de Capriles, convertido a sus ojos en un héroe de la libertad y en un hombre responsable que ya no podía tolerar la desfachatez de su enemigo. De otro lado del espectro, quienes se presentan como antiimperialistas, globalifóbicos o simplemente de izquierdas, no dudaron en tachar a Calderón de espurio y secundaron las acciones de resistencia civil del PRD y sus aliados, mientras Capriles les parece una figura despreciable al servicio de Estados Unidos y los grandes capitales.

            En pocas ocasiones ha quedado más patente la incoherencia demostrada por los dos bandos, incapaces de percibir que su sesgo ideológico les impide reconocer los innegables paralelismos entre ambas situaciones. Ello no quiere decir, por supuesto, que no se impongan algunos matices necesarios. Aunque en los dos lugares el Estado actuó de manera obvia -e ilegal- a favor de candidato oficialista, los años de gobierno de Hugo Chávez erosionaron de manera mucho más profunda la democracia venezolana que el régimen de Vicente Fox, nacido justo como una alternativa al autoritarismo previo. Pero en cualquier caso el primer presidente del PAN no dudó en usar toda su influencia para acabar con López Obrador, a quien consideraba una especie de enemigo personal, mientras que el influjo de Chávez se llevó a cabo desde ese mundo ultraterreno en que le susurraba consejos a Maduro. Hoy, Maduro no ha dudado en amenazar a Capriles con acciones legales en su contra, mientras que ayer Fox quiso torcer la ley para apartar a López Obrador de la contienda mediante un polémico intento de desafuero.

Éste, por su parte, tuvo el descaro de aparecer en todas las televisiones mientras aún no cerraban las casillas, pero del otro lado no hay que olvidar la campaña pagada por distintos empresarios que, con el fin de desprestigiarlo, buscaban asociar a López Obrador ni más ni menos que con Chávez. Otra diferencia en otro escenario paralelo: en las elecciones anteriores, Capriles se apresuró a reconocer el triunfo del Comandante pese a la inequidad de la contienda, consciente de que la distancia que lo separaba de éste era demasiado grande. En una situación similar, en las elecciones de 2012, López Obrador en cambio se negó a reconocer la victoria de Enrique Peña Nieto pese a los millones de votos obtenidos por éste.

            Como fuere, más que para determinar el papel histórico de estos personajes, las similitudes y diferencias entre las experiencias mexicanas y venezolanas deberían servirnos como un llamado de atención a quienes solemos juzgar a los demás, amparados en la inquebrantable fe en nuestras convicciones, sin darnos cuenta de la verdadera dimensión de nuestros prejuicios.

 

Twitter: @jvolpi

 



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21 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Violencia interior

Triste semana la de Barack Obama. Empezó con el atentado de Boston, le siguieron los sobres envenenados que llegaron al Capitolio y a la Casa Blanca y la misteriosa explosión de West, localidad texana vecina de Waco donde hace veinte años se produjo la matanza de los davidianos. Y luego el golpe a su autoridad propinado por el Senado, que ha rechazado su legislación sobre control de armas, prioridad presidencial después de la matanza en la escuela de Newtwon, en Connecticut, el pasado diciembre.

En contra de la opinión tópica, la opinión pública estadounidense apoya al presidente en su afán por someter a control el comercio de las armas. Todas las medidas que ha propuesto contaban con el respaldo de mayorías suficientes, según los sondeos del Pew Research Center: un 53% quería prohibir la venta de munición por Internet, un 54% limitar el tamaño de los cargadores, un 55% acabar con la comercialización libre de las armas de asalto y un 58% de las semiautomáticas, un 67% quisiera un registro federal de las compraventas de armas, un 80% que las personas con enfermedades mentales no puedan comprarlas y un 85% que se impongan controles en las ferias y ventas privadas, donde se produce el mayor número de transacciones y se aprovisionan los delincuentes. Ninguna de estas propuestas ha prosperado, incluidas las más moderadas, en una demostración de poderío del lobby que defiende el derecho a poseer y portar armas, que ha exhibido su capacidad de intimidación sobre unos congresistas y senadores temerosos de perder las elecciones si osan enfrentarse a sus exigencias.

No basta tan solo el poderoso lobby del rifle para explicar el revés sufrido por Obama. Los senadores que han bloqueado la legislación representan una fracción de población mucho menor que los que votaron en contra. Cada uno de los Estados se halla representado por dos senadores, con independencia de su población, de forma que un puñado de pequeños Estados rurales, conservadores y de población mayoritariamente blanca tienen más poder que los grandes Estados urbanos, progresistas y de población multirracial. Las dos senadoras de California, que votaron en favor de los controles, en nombre de 38 millones de ciudadanos, tuvieron en frente a 26 senadores de 13 Estados que suman 34 millones de habitantes, según el cálculo de Thinkprogress, un lobby demócrata. La derrota de Obama es una muestra del limitado poder del presidente en política interior y de las dificultades de gobernanza que tiene un país como EE UU en una cuestión crucial para la seguridad de sus habitantes. La Casa Blanca cuenta con todos los poderes para combatir el terror cuando llega desde el exterior, pero alcanza el grado cero de sus capacidades cuando debe combatir la violencia que viene de dentro.



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20 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La metáfora escenario

No habrá, desde su puesta de largo en la Poética de Aristóteles, metáfora más frecuentada que la del escenario. Los políticos y los médicos, los economistas y los publicitarios, todos hablan de escenarios. Un uso particularmente sobrecogedor se puede leer en los textos de Freud y sus epígonos, sobre todo Biswanger, cuyo personaje más famoso, Ellen West, describe su estar en el mundo como un escenario con todas las salidas cerradas por gente armada. 
 
Ahora, donde más se distingue la metáfora escenario es en la literatura y sus emanaciones tipo cine o internet. Entonces, ¿por qué le llamamos voz,  si es un texto, y  por qué decimos tener voz propia o hacer voces, si hablamos de un texto? Pues porque hay voces que tejen un escenario. Es el caso de la escritura de Bonilla, que ha publicado Prohibido entrar sin pantalones, una novela de escenario y temperamento, abigarrada y profética, con el poeta Maiakovski como protagonista en un tablado perdido de voces: yo mismo me veo en tales textos y no me asombro, lo encuentro natural. Esta novela atrevida también es una biografía, y buena, de un poeta que creíamos conocer. Y un fragmento de la historia de la literatura ilustrado con ambición. Aquí tampoco hay azar, el estrechamiento del espacio vital no deja margen, el escenario tiene gente armada en las salidas, y llega el futuro, que ya no es lo que era.


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19 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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98. Escritura y conocimiento

En la correspondencia de Flaubert, encuentro esta reflexión, profunda y exacta: “Para escribir habría que saber de todo (...) Los libros de los que han nacido literaturas enteras, como Homero o Rabelais, son enciclopedias de su tiempo. Esa buena gente lo sabía todo; nosotros no sabemos nada. En la poética de Ronsard hay un curioso precepto: recomienda a los poetas que se instruyan en las artes y oficios de herreros, orfebres, cerrajeros, etc., para  extraer metáforas”. Esta segunda parte, menos interesante, tiene el encanto de traernos al recuerdo la anécdota transcrita por Borges según la cual Colerigde habría asistido a clases de química (de Davy, según he sabido luego), para acrecentar su caudal metafórico. Desde otro punto de vista, también Cansinos Asséns en El divino fracaso y el poeta norteamericano Gary Snyder recomendaban (no sólo para encontrar imágenes, sino para aprender respeto al oficio) el trato con carpinteros. Sin embargo, es la primera parte de la carta la medular. Borges habló alguna vez de los problemas de documentación. ¿Acaso el escritor no debe ser documentación? Flaubert deja caer que si el escritor, sobre todo novelista, no empeña en sus novelas su conocimiento, no estruja su memoria, no consigue documentarse universalmente de modo que aparezcan en su obra no sólo la verdad del personaje y unos pensamientos adecuados a su época, sino también ésta por completo y su entorno vital, social, técnico y cultural, no conseguirá nunca de modo pleno la eficacia de los caracteres ni del argumento, al quedar éstos desarraigados de su contexto, sin perspectiva intrahistórica sobre su propio tiempo, que diría Unamuno. Tendríamos unos hechos pero no su explicación; tendríamos los fenómenos desconociendo la causa, que es su antecedente necesario y suficiente, como dejó explicado sabiamente John Stuart Mill. Las novelas se quedan batiendo en el aire, incompletas. Son dogmas de fe que hay que creer para seguir leyendo. Frente a este modelo tenemos el modelo de escritor cultivado, atesorador de conocimientos. Pensemos en Pierre Michon, Iris Murdoch, Vollmann, Borges, Pynchon o Juan Goytisolo, que aprehenden culturas enteras y otras lenguas para entenderlas. Martin Amis, en Visitando a Mrs. Nabokov, escribe sobre John Updike: “Su cerebro, horriblemente enciclopédico, es sorprendente: sabe (...), de música (...), de coches (...), de árboles (...) de informática (...) de pintura (...), de embarcaciones de recreo (...), de fotosíntesis (...) teología, física nuclear, linotipia, oro a futuros, aerodinámica, cocina, cosmogonía y no sé cuántas cosas más”. Nótese, por su importancia, la omisión: Amis ni siquiera cree necesario aludir a los conocimientos de Updike sobre literatura. El escritor actual debería ser una especie de Internet andante que resuma, para bien y para mal, con todas sus contradicciones, el espíritu de su tiempo, como lo fue el último Flaubert, que murió en el intento de realizar tal empeño –si bien negativa, irónicamente– en su Bouvard y Pécuchet. El escritor debe convertirse en una red inteligente de proceso de datos, que absorba su evolución y contenido, pero a la vez reflexione con profundidad sobre su significado.



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19 de abril de 2013
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I. El elegido de Dios

El 23 de marzo de 1982 el general Efraín Ríos Montt se hallaba predicando con la Biblia en la mano en un templo de la Iglesia del Verbo, cuando una patrulla militar llegó a buscarlo porque acababa de ocurrir un golpe de estado y los cabecillas lo querían como jefe de la junta militar. Eso es lo que propagaban sus cófrades, que fue la providencia misma la que lo buscó para que cumpliera su misión de salvar a Guatemala de la subversión diabólica del comunismo internacional, y guiara al país hacia los brazos de Cristo.
Lo cierto es que él mismo dirigió el golpe, pero lo es también que para entonces era parte del consejo de ancianos, una suerte de obispos, de esa iglesia neo pentecostal y ultraconservadora, que el mismo año cumplía cien años de haber sido fundada en Eureka, California, y sus jerarcas vieron una señal de los cielos en el hecho de que por primera vez en la historia de Guatemala un evangélico pasara a ocupar la presidencia, aunque fuera de facto. A las once de la mañana de ese día, el escogido de la providencia comparecía en uniforme de campaña, rodeado de sus cómplices de la cúpula militar, para anunciar el golpe y hacer una serie de advertencias, la primera de ellas que quien fuera encontrando con armas en la mano sería fusilado, "fusilado y no asesinado, ¿estamos?".

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19 de abril de 2013

Eder. Óleo de Irene Gracia

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The Orphan Master's Son, premio Pulitzer 2013

Después del escándalo provocado por la no concesión del Pulitzer de Ficción el año pasado -pese a que había candidatos como David Foster Wallace y Denis Johnson--, que derivó en un falso debate acerca del nivel de la narrativa norteamericana contemporánea, había mucha expectativa en torno al premio de este año. Las noticias son positivas: Adam Johnson ha ganado con The Orphan Master's Son, una novela ambiciosa que quizás no era la favorita pero que deja satisfechos a todos.

The Orphan Master's Son es la historia de Jun Do, desde su infancia en un orfanato en Corea del Norte hasta su paso por el ejército -enviado en misiones de alto riesgo a secuestrar a ciudadanos japoneses en la zona desmilitarizada--, su ascenso social y su confrontación con el Estado totalitario de King Jong Il. La crítica ha destacado la capacidad de Johnson para narrar una deslumbrante historia de intriga y romance con un trasfondo histórico y político; no sabemos mucho de la verdadera Corea del Norte, pero la que construye Johnson, llena de prohibiciones absurdas -no se puede mirar a las estrellas-, obsesionada con lo que ocurre más allá de sus fronteras e incapaz de proveer una vida digna a sus ciudadanos, es totalmente verosímil. Para Michiko Kakutani, crítica estrella del New York Times, este universo remite a Orwell, pero hay un espectro aun más presente en las páginas de la novela, y es el de Kafka.

Johnson muestra su versatilidad en las diversas voces narrativas utilizadas en esta novela. Está el registro satírico, que parecería el más obvio para contar las cosas que ocurren en un país en el que el Querido Líder "guía" a los ingenieros a cargo de ensanchar el canal del río Taedon, y por la radio se escuchan historias inventadas de norteamericanos que huyen de su país para refugiarse en Corea del Norte, "un paraíso para los trabajadores en el que los ciudadanos no necesitan nada". Pero Corea del Norte es un blanco demasiado fácil para la sátira, por lo que Johnson no abusa de ese registro y prefiere privilegiar un realismo más descarnado, a través del cual se dibuja un incesante y desolador retrato de un mundo en el que el individuo poco puede hacer ante el Estado. De vez en cuando hay excepciones: en medio de las muertes por las hambrunas y la vida en los campos de concentración para los "disidentes" al régimen, está Jun Do. Para saber lo que le ocurre, hay que leer esta arriesgada novela.     

(El País, 17 de abril 2013)



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18 de abril de 2013
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El Boomeran(g)
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