Skip to main content
Category

Blogs de autor

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Tunecinos y españoles

No basta con alcanzar la libertad. Hay que asegurarla y organizarla. Esta segunda tarea, tan o más difícil que la primera, requiere de una constitución, el marco legal que incluya a todos los que la han obtenido e incluso a quienes la combatieron y están dispuestos luego a aceptarla. Para constituirse en una sociedad política libre hay que hacer dos cosas, ambas difíciles: alcanzar la libertad y luego organizar sólidamente su ejercicio. Las coaliciones para romper con las dictaduras suelen ser extensas y relativamente fáciles de armar. Más difícil es convertirlas luego en la base ancha y estable de un consenso constitucional en el que todos quepan y que pueda superar las pruebas del tiempo. Los tunecinos han sabido hacer ambas cosas, alcanzar la libertad y ahora organizarla, no sin dificultades y penalidades, que han incluido brotes terroristas y dos asesinatos políticos. No hubo tregua de las viejas fuerzas de la dictadura pasada ni de las nuevas de las dictaduras futuras que ya asoman. Afortunadamente ha sido más fuerte la disposición al pacto, sobre todo por parte del islamismo político y de la izquierda laicista, exactamente las fuerzas contrapuestas que no han sabido acordar posiciones en Egipto. Cuando todos ceden, como han hecho los tunecinos, todos también ganan. Ceder no quiere decir renunciar a las propias ideas, sino aplazar la confrontación o someterla a otros ritmos, transacciones o arbitrajes. La nueva constitución tunecina, aprobada por una holgadísima mayoría cualificada parlamentaria, ofrece un lugar preeminente al islam, pero a la vez defiende los principios de la laicidad. Cuando no haya acuerdo, que no lo habrá en algún momento, decidirá el Tribunal Constitucional. Tres años ha tardado en llegar, pero el resultado es ejemplar, sobre todo para quienes todavía pugnan por la libertad en el mundo árabe, a los que ofrece un espejo donde mirarse. Establece una república presidencialista inspirada en el modelo francés, pero equilibrada con una cierta bicefalia en la cúpula del Estado y una fuerte división de poderes. Pocas constituciones en el mundo protegen los derechos de la mujer y ninguna en el mundo árabe la libertad religiosa como lo hace la tunecina. Para que las constituciones duren hay que echar primero unos buenos cimientos, como han hecho los tunecinos; luego hay que cuidarlas. Quizás los tunecinos han encontrado alguna inspiración en la Constitución Española, cuando los españoles alcanzamos y constituimos una libertad que incluía a todos. En el futuro también debieran buscar inspiración en nuestro contraejemplo, cuando aquí hemos dejado de cuidarla y cultivado el disenso y la polarización en vez de ir renovando y refrescando aquel pacto constitucional que proporcionó al mundo una sorpresa similar a la que están dando ahora los tunecinos.



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
1 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El futuro y sus disidencias

Tuve la oportunidad de visitar en San Francisco Dissident Futures, la exposición sobre futuros alternativos posibles organizada por el Yerba Buena Center for the Arts. Resulta natural que un museo del área de la bahía ofrezca esta exposición; en esta región se encuentran algunos de los más influyentes creadores de nuestro futuro: Silicon Valley está a menos de dos horas de aquí (con todo lo que ello implica: Apple, Microsoft, Google, Facebook, una legión de compañías de alta tecnología), y Berkeley y Stanford, con sus laboratorios de investigación de alta tecnología, también están cerca. Por supuesto, por más que uno se esfuerce en imaginarlo de la manera más pragmática y detallada posible, el futuro nunca es lo que queremos que sea, y esta región también es ideal para explorar cómo las más bien intencionadas utopías pueden convertirse rápidamente en distopías. En los años 60, San Francisco fue uno de los centros del movimiento hippie, con el sueño de un mundo posible para todos, una comunidad universal. ¿Quién hubiera pensado que el boom tecnológico experimentado por esta región en los últimos veinte años habría producido aquí una suerte de versión un poco más sofisticada de Los juegos del hambre, con una ciudad que sigue siendo liberal y progresista pero es cada vez más excluyente de tan caro que se ha vuelto vivir en ella?

            En una exposición como Dissident Futures, la división entre artista y científico resulta obsoleta a la hora de imaginar el futuro. Los artistas deben tener una mirada científica y cierto dominio de las nuevas tecnologías; los científicos visionarios necesitan tener una imaginación de artista para conjugar futuros posibles. Así, todo posible invento en un laboratorio puede ser entendido como una instalación artística, y los cuadros post-apocalípticos de un pintor la base para explorar científicamente nuestros futuros posibles. De esa hibridez conceptual salen los proyectos más interesantes de Dissident Futures, llenos de nombres extraños como "documental de ciencia ficción etnológica" o "idea art".

            Imaginar el futuro significa dar cuerpo al presente, a ciertos sueños, ansiedades y pesadillas de hoy. La exposición recibe al visitante con un ruido de estática y varias pantallas con escenas de metal compactado: se trata del "Cyber Landscape" de Kamau Ann Patton, que filmó horas de material en una compañía dedicada a la basura electrónica (los equipos de DVD, televisores y celulares que se descartan todos los días). En un circuito infinito, la basura electrónica compactada parece un cuadro de Pollock, y esa estática permanente es el "ruido blanco" de nuestro futuro (también el del presente). El fotógrafo Trevor Paglen, que también es geógrafo, se ocupa de capturar otras imágenes que aluden a un futuro que de pronto se ha vuelto de actualidad: las de actividades militares clasificadas de los Estados Unidos. Paglen fotografía a satélites de reconocimiento norteamericanos orbitando en el espacio; están ahí, en medio de las estrellas, observándonos todo el día, transmitiendo su información a la malhadada y omnipotente N.S.A. (Agencia de Seguridad Nacional). Con sus fotos, Paglen es al mismo tiempo un artista y un periodista de investigación, trabajando al límite de lo que puede hacer la fotografía documental. 

            Algunos de estos futuros imaginados cuestionan al sistema capitalista: The Otolith Group se enfoca en las pantallas táctiles de nuestros celulares y tabletas, formatos digitales que todos los días, a través del muestrario alegre de sus colores, entre aplicaciones y emoticones, van introduciendo la ideología del capital en nuestros "espacios psicológicos y emocionales"; David Huffman, pintor "Afro-futurista", se inventa el "traumonauta", un ser africano-americano del futuro que representa a las minorías raciales oprimidas en un sistema basado en el abuso de su mano de obra; Melanie Gilligan trabaja en videos y medios digitales los resultados distópicos de la crisis del sistema financiero del 2008. No hay muchos espacios para la esperanza en estos futuros.

            Los de Future Cities Lab, un grupo de científicos y artistas liderados por Jason Kelly Johnson y Nataly Gattengo, se atreven en cambio a ser más optimistas, y reimaginan San Francisco como una ciudad eco-amigable, llena de jardines, parques acuáticos y granjas hidropónicas. Una ciudad verde para el ser humano del futuro, un individuo conciente de la necesidad de establecer una relación orgánica con su entorno. El problema, sin embargo, es que no sabemos cómo será esa ciudadano; en sus trabajos, Lynn Herhman Leeson hace instalaciones que muestran el impacto de la tecnología biológica en el concepto mismo de nuestra identidad. ¿Cómo evolucionaremos, ahora que el AND también puede ser programado y todos nos vamos convirtiendo en ciborgs y avatates?  

            William Gibson escribió alguna vez que "el futuro ya ha llegado, sólo que está distribuido de forma desigual". El futuro no siempre se comportará como el futuro; habrá también espacio para tradiciones ancestrales, como muestra el trabajo de Neïl Beloufa, que hace "documentales de ciencia ficción etnológica". Beloula entrevistó a los jóvenes de un pueblo en Mali y les pidió que hablaran en presente de cómo concebían el futuro. El resultado es fascinante: de esas voces surge un mundo animista, donde los seres humanos hablan con las vacas y se casan con ellas. Entre tanto sueño y pesadilla tecnológicos, ese fue uno de los futuros que me resultó más creible y conmovedor.

 

(revista Qué Pasa, 3 de enero 2014)

 

 

 

 

 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
1 de febrero de 2014
Blogs de autor

Foster, el amante no sentimental

Coincidiendo con el medio siglo de profesión de Norman Foster, la revista Arquitectura Viva le ofrece el homenaje de un supernúmero de 350 páginas en cuché y a todo color. ¿Una barbaridad?

Foster es de por sí un bárbaro. Lo es en sus casi 400 proyectos en todos los lugares imaginables del mundo y en su presencia ante la vida que podría parecer orgullosa si no fuera como su admirable actitud de un deportista elemental. A sus casi 80 años hace bicicleta a diario y, en el amor, si se le ve cerca de Elena Foster, no parece haber perdido un gramo de testosterona. De ahí se deduce también la potencia de sus grandes edificios (estadios, pabellones o torres) y una inclinación hacia lo que Fernández Galiano califica como artistas "ingenuos".

En efecto, hay una clase de artistas "sentimentales", como Wagner, y hay otra personalidad de creador "ingenuo", como Verdi. Los arquitectos de corte sentimental como Borromini, Le Corbusier, Moneo o Koolhaas suelen pasarlo muy mal aunque digan que no se cambiarían por nadie. Son artistas a la manera romántica, o de crucifixión, que les hace crear padeciendo, y al revés. Dan a luz con dolor y se torturan en beneficio del mundo y de sí mismos. Los "ingenuos", por el contrario, son tipos que se lo pasan la mar de bien. Tienen una idea no a través de un tortuoso paso por el averno sino como ángeles que nacieran espontáneamente de Dios. Norman Foster es de esta clase y eso explica, probablemente, que no se haya muerto con un cáncer ni que haya caído exhausto ante la envergadura y número de sus proyectos alzados como un titán.

¿Un titán? Una vez le dije a Saénz de Oiza que profesionalmente me parecía "un titán" y me respondió: "Sí, un Titanlux". Los ingenuos son de esta clase. Tintan la historia con su trabajo simple y obrero. Ni se dan cuenta ni dan importancia al resultado. Calatrava es, por hablar de un personaje en candelero, la mezcla de ambas tipologías: de un lado hace aquello que le viene en gana y, de otro, aparece como "el gran masturbador" sentimental.

Foster es, en cambio, como son Bernini, Gaudí, Mies o Sejima, hijos de la inspiración. Hijos naturales de la idea que les sobreviene, sencillamente sale a pasear. ¿Qué mayor recompensa para un artista que no sentirse artista?

Lo digo porque ser o autoconsiderarse artista es una condena. Los "sentimentales" son muy sensibles a esta consideración y en su trayectoria se proponen -incluso a su pesar- cumplir una misión sagrada. Por el contrario, los "ingenuos" no sienten que deban cumplir con mandato alguno. Son lo que son y hacen lo que Dios quiere sin pasar por el expediente de la crucifixión.

Efectivamente, no sería posible hacer tanto como Norman Foster ha hecho si hubiera tenido que matarse en cada realización. Es decir, estaría ya muerto. Si vive y colea es gracias a que no ha pedaleado para hacer músculo sino que posee músculo génico para pedalear. En consecuencia, la admiración que despiertan las obras de Foster no las suscita su esfuerzo sino su placer. Es decir, la repartición comunitaria de su gozo y la bendición de su ocurrencia expandida para la concurrencia que lo ve.

Leer más
profile avatar
31 de enero de 2014
Blogs de autor

Marea baja

Marea baja en Madrid. Como cuando las olas arañan la orilla pero fracasan en su intento de espumear la playa. Marea sin mar que se convierte en marejada, y no sólo blanca, sino antracita, dejando tras de sí una estela de guijarros y malas hierbas. Marea negra de grafitis, como si más que nunca pudiera gritarse cualquier tontería sobre las fachadas mudas, o los ventanales chapados y ciegos de las oficinas de Bankia. Marea naranja de “se alquila” o “se vende”, que regurgita desde la calle Churruca a Príncipe de Vergara, o en General Martínez Campos, donde en un rótulo se lee: “Créditos avalados por tu vehículo”. Marea de enfermos hacinados en los pasillos del hospital de Móstoles y de mamografías aplazadas sine die. En calles señeras (y señoras) como Gran Vía o Serrano la tormenta imperfecta ha arrasado con el rancio señorío. Cerró la tienda Samaral, abierta en 1934 y de la cual Ava Gardner, la Dietrich o Elizabeth Taylor fueron clientas; y el esplendor del Palacio de la Música sigue pendiente de rehabilitación -el Ayuntamiento aún estudia cambiar su uso de cultural a urbanístico a fin de que pueda campar a sus anchas otro H&M o similar-. Hoy, en la T4 los pasajeros que se dirigen a la puerta deben pasar al lado de los módulos de gloss labial de Christian Dior. Ese no lugar donde el ciudadano debe demostrar a cada rato que es inocente se ha convertido en un gran centro comercial, propio de la macdonnaliación (o zaratización) del mundo, según George Ritzer. Los símbolos castizos acusan cansancio. En la Castellana incluso la señal del estadio del Real Madrid está de rebajas: “S Bernab”, se lee. Porque Madrid, después de la huelga de la limpieza, no ha vuelto a ser el mismo. Las hojas de octubre siguen arremolinadas en las alcantarillas. Y una cadena de actos fallidos desde el comando central del poder madrileño se acumula en los contenedores orgánicos. Pero ahí está el pueblo, esa raza gladiadora y tozuda, que refunfuña día sí y al otro también, el Madrid protesta de los dj, los tekis, también de los Milans del Bosch y los Álvarez de Toledo, de los cómicos sin camerino y los quiosqueros rojos que agitan la mañana de invierno con un par de churros y una leche manchada. Nunca hubieran podido elegir mejor momento para programar en el Prado una exposición de Velázquez y la familia de Felipe IV. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
30 de enero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Krzhizhanovsky y Zamiatin en la tierra del No

La reciente publicación en los Estados Unidos de Autobiography of a Corpse, del escritor soviético Segismund Krzhizhanovsky (1887-1950), ha hecho que muchos se pregunten cómo es posible que una obra tan brillante haya permanecido escondida durante casi un siglo. Krzhizanovsky es un caso extremo, pero otros escritores vanguardistas soviéticos tuvieron destinos similares. Sólo hay que recordar a Yevgeni Zamiatin (1884-1937), autor de la influyente novela de ciencia ficción Nosotros. Nosotros, una sátira más que obvia de la Unión Soviética, fue la primera novela prohibida en su país por el Gozkomisdat (la temible oficina de censura), en 1921; publicada en los Estados Unidos en 1924, llevó a Zamiatin a la lista negra y, gracias a la intercesión de Gorki, al exilio en París en 1931; Zamiatin murió en la pobreza. Los cuentos de Krzhizanovsky también fueron censurados, y recién comenzaron a ser publicados en Rusia en 1989, gracias al glasnost de Gorbachev; Nosotros sólo volvió a ser editada en Moscú en 1988.   

Krzhizhanovsky y Zamiatin fueron escritores temerarios: se atrevieron a criticar al estado totalitario emergente de la revolución soviética. En su crítica había humor, pero ese humor no escondía la feroz disidencia ante un régimen que bloqueaba la libertad individual en provecho supuesto del bien colectivo. Nosotros se presenta como las memorias de D-503, uno de los constructores del Integral, una nave que irá a la conquista de otros planetas. D-503 vive en One State, una utopía en la tierra donde se han realizado los principios colectivistas del taylorismo y donde se adora a las matemáticas, la ingeniería, la ciencia, la Razón. D-503 defiende el sueño colectivo de One State: "el instinto de la no-libertad ha sido característico de la naturaleza humana desde tiempos antiguos... Me veo como parte de un cuerpo enorme, vigoroso, unido; ¡y qué precisa belleza! No hay ningún gesto superfluo". Zamiatin usa un registro irónico para contrastar ese presente de una utopía de la no-libertad en un estado donde la gente vive observada, en casas con paredes de cristal, con el pasado de los antiguos, donde la gente era tan libre que podía caminar irresponsablemente por las calles de la ciudad hasta las altas horas de la noche, y no seguía los dictados de la razón. Aunque no hay final feliz para D-503, Zamiatin concluye su novela sugiriendo que hay esperanza para los ciudadanos "felices" de One State, en el inicio de una insurrección que hace caer las murallas que rodean al estado del resto del mundo.

Si Zamiatin trabajaba dentro de una tradición distópica (y le daba nuevas alas para el siglo XX: de Nosotros aprendieron Orwell y Huxley), Krzhizhanosky estaba más cómodo en el género del cuento fantástico. Este escritor nacido en Kiev escribía parábolas que a ratos recuerdan a Kafka y a Borges, con una imaginación disparatada que lo emparenta con Felisberto Hernández: en sus cuentos hay hombres que, literalmente, se pierden en la pupila de una mujer, y pianistas cuyos dedos comienzan a tocar solos el piano y se escapan de su dueño. Uno admira tanta maravilla poética, juegos irreverentes que pueden llevar a una seria disquisición existencial (ver "Autobiography of a Corpse") o metafísica (como en "The Collector of Cracks"), y piensa que este autor no parece muy interesado en narrar la situación política, hasta que se encuentra con un texto como "The Land of Nots". En la tierra de los Noes, "los libros sagrados dicen que su mundo fue hecho de la nada. Esto es verdad; estudiar su mundo significa encontrar a cada paso aquel material extraño del que fue creado-la nada... Los Noes viven vidas inventadas, lloran sobre penas que no existen, se ríen de un gozo ilusorio". Quien narra el cuento "no puede no ser", pero son muchos los que no pueden ser. En esta parábola, no es difícil pensar en los Noes como esos ciudadanos como Krzhizhanovsky, borrados por el Estado totalitario.

La obra de Krzhizhanovsky permaneció durante mucho tiempo en la tierra de los Noes. Alejada de esa tierra, hay esperanzas de que pueda al fin existir.

  

(La Tercera, 25 de enero 2014)

 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
29 de enero de 2014
Blogs de autor

?Rom-com?

Si bien es cierto que, en los últimos años, las comedias románticas han acabado por sucumbir a la disneychanelización, el amor nunca ha dejado de ser tendencia. Aunque su complejidad haya levantado un cableado de resignada melancolía y, afortunadamente, ya no creamos en los cuentos de hadas, regodearse en los amoríos de ficción es un entretenimiento placentero para días griposos. A pesar de que no destellen en ellas ni la sofisticada modernidad del toque Lubitsch ni esos diálogos dignos de ser enmarcados de Billy Wilder, el género sigue contando con el incondicional favor del público. Porque ni la decadencia manierista de las rom-coms ni la asunción de rasgos bipolares repetidos hasta la extenuación (el conflicto primero y después la recompensa) han tenido mal acomodo en la taquilla. Y así, mientras la crítica ningunea los merengues que, entre algunos espectadores, actúan como electrochoque hasta hacerles esbozar una sonrisa endorfinada y boba, un viejo adagio sentencia que las comedias no se llevan premios, o al menos no los de relumbrón. Con los mayordomos de los Oscar puliendo escaleras y cepillando kilómetros de alfombra roja, es fácil dar por bueno ese axioma. Este año, en la categoría de mejor película los argumentos rozan lo abisal: años de esclavitud, la soledad de las pantallas, padres alcohólicos y madres despojadas de sus hijos, secuestros por piratas somalíes… El buen cine debe mover las ideas, desenvolver preguntas y dejar respuestas a medias; atrapar y conmover, hable de lo que hable. Por ello, celebro que se rueden historias de amor sin sacarina, pobladas de travesías desérticas y azarosas claridades. En Sobran las palabras, el estreno post mórtem de Gandolfini, el amor surge cuando ya no se espera; y en Antes del anochecer, la reflexión sobre los sentimientos, la pasión y el futuro trasciende ese lugar común entendido como “construir el amor”, por mucho que su significado sea cabal. Demasiada carpintería para sostener un vínculo tan inmaterial como terrenal. Dos recientes películas españolas, a cuyos artífices sigo con atención, ponen una sonrisa en su The End. En Presentimientos, de Santiago Tabernero, el amor, de tan a la deriva, sobrevive, no sin antes mostrar los dientes. En La vida inesperada -aún por estrenar-, dirigida por Jorge Torregrosa y escrita por Elvira Lindo, el romanticismo llega de puntillas al nanoapartamento de un español en Manhattan. En ambos casos, un rugoso coraje se dispone a sobrevivir a los deseos inalcanzados, las mochilas de ideales y las rutinas embrutecedoras al peinar una ola de intimidad. El amor no siempre equivale a plenitud, pero los finales felices, tan impropios de las películas interesantes, abren ranuras de luz entre la borrasca y nos alivian de tantas madejas de intensidad. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
29 de enero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

El color de la metáfora

Aquí dejo la entrevista que recientemente me ha realizado la revista Joyce  sobre mi obra pictórica:

 ***

Texto: Mª. E. Alberti.

La entrevista como género periodístico me ha parecido siempre una indiscreción. Una batería de preguntas que tratan de sonsacar, de desvelar, de airear... Un ejercicio conminatorio y reductivo que por oficio nos inclina a clasificar y clarificar. Mi intención en este caso era mostrar a mis lectores la obra pictórica de Vicente Verdú, porque sus cuadros me dieron la impresión de estar -¿de entrar?- en otro territorio, en una zona de inexperimentada libertad, una abertura a nuevas perspectivas emocionales. La primera vez que vi su obra, rememoré aquella declaración de principios que Matisse hizo en 1941: "para mí un color es una fuerza. Mis pinturas están hechas con cuatro o cinco colores que se entrechocan y la colisión produce una suerte de energía". Sus yuxtaposiciones de colores son un caos organizado sobre la superficie del lienzo, un completo abandono de la figuración para bascular en esa abstracción lírica donde los colores parecen flotar en la ingravidez. A punto estuve, por deformación profesional, de  someterle a un interrogatorio de oficio. ¿Por qué buscar a toda costa un mensaje en el arte? ¿Por qué una obra de arte ha de ser narrativa, de virtudes formativas? ¿Por qué preocupaciones tan literales? ¿Por qué engrosar la polémica del predominio de la forma sobre el sujeto? ¿O del sectarismo del arte contemporáneo? ¿Por qué obligar a un artista y amigo a elegir entre pintar y escribir, cuando Ramón Gaya y Leonardo entre otros muchos no eligieron? Vicente, desde laexperiencia de sus certidumbres y la acumulación de sus competencias, nos responde que su trabajo habla por sí solo, y lo que expresa son sensaciones, no pruebas, intuiciones y no razonamientos, sin intenciones deliberadas.

¿La vida imita al arte?
El arte y la vida son una sola cosa para el artista verdadero. Ese tipo trabaja, ama y considera al mundo desde la sencilla visión del ser vivo.

¿Es arte todo lo que ve?
Claro que no. Pero él sabe cuándo ha visto clara esa íntima correspondencia entre arte y vida.

¿Podría decirse que usted pinta más bien lo que piensa/sueña que lo que ve?

Pinto lo que siento. Pero no lo que siento de antemano sino lo que voy sintiendo en la danza o la conversación con las progresivas formas y colores del cuadro. De su elocuencia se deduce unas veces un malestar y otras una emoción feliz que luce porque es compartida: compartida dichosamente por el lienzo y por la ilusión del que pinta.

¿Qué pasa por su cabeza cuando pinta?
Es la actividad en que mi cabeza no tiene conciencia de que le pase nada a través. La pintura que consigue el éxito a los ojos del artista es aquella que no se le pasó nunca por la cabeza sino que se hizo sin aparente mediación alguna.

¿Tuvo usted (y cuándo) la convicción de que estaba destinado a hacer precisamente este ejercicio de la pintura además de tener otra vocación tan marcada como escribir?

No me reconozco escribiendo sino en el ejercicio simultáneo de que las palabras sedujeran por su sonoridad, su colorido y sus proporciones. Todo a la vez. Siempre he escrito pintando y viceversa, como creo que les pasa a la mayoría de los poetas que yo quise ser y, al cabo, ha venido a realizarse de este modo. Mi primer libro Si usted no hace regalos lo asesinarán, publicado por Anagrama en 1971, estaba ompuesto de palabras pintadas o cuadros escritos. Ahora me asombra cómo estaba de claro lo que deseaba hacer como artista. Baudelaire afirmaba que lo bello es siempre sorprendente.

¿Lo cree usted así?
La belleza es una potencia física de la obra maestra. Nos golpea con tal capacidad que duele. Lo bello duele como el amor más fuerte. Sin entender por belleza, claro está, lo que es ‘bonito'. Lo que resulta bonito está cerca de haber fallado ridículamente.

¿Cómo se opta por un ‘estilo' figurativo, abstracto, expresionista...? ¿Usted por cuál ha optado?
No he optado, sino que me ha cooptado el expresionismo abstracto. Con esa forma de expresión puedo decir todo lo que quiero, aunque de antemano lo querido no se revele y sólo se muestre al haberse captado. En el arte, en los medios artísticos, hay normas muy establecidas, clasificadas, ordenadas en compartimentos estancos o por categorías y estilos, especialidades...

¿No encorseta al artista esta ‘especialización'?
Esta especialización lo enmarcaba en otros tiempos. Lo enfatizaba y le otorgaba categoría. Ahora lo limita. Y pienso que hoy un artista sea escritor o pintor no es artista sino se expresa pintando, escribiendo, componiendo, bailando o proyectando edificios. Todos los artistas (novelistas, pintores, arquitectos o músicos) que me interesan no hacen una de esas cosapor especialidades estancas demuestra la obsolescencia de estos valores del arte, como los de cualquier otra relación de valor, en la política, en la cultura, en la religión, en la economía.

¿Por qué casualidades de la vida, pulsión instintiva, caminos tortuosos, ha llegado usted a pintar?
Nada de caminos tortuosos. Si he sido mucho tiempo un insoportable adicto a la tortura del perfeccionismo, poco a poco he descubierto que la libertad del amateur es lo gratificante y la imperfección la vida. Los filósofos griegos le habrían preguntado: "¿El arte debe estar al servicio de los bello? o ¿cuál es la función de un artista?". El artista (y esto es cada vez más obvio) no es sino un trabajador más. ¿Su función? Hacer las cosas bien y con gusto de manera que el gusto y la bondad se contagien a quien sea receptor de la obra.

¿Tiene usted alguna obsesión, incluso ‘abstracta'?
Soy de talante asquerosamente obsesivo pero ahora sólo me perdono y hasta me acepto cuando libremente escribo o pinto, que casi lo mismo es ya.

¿Qué relaciones encuentra entre la línea y la superficie, el fondo y la forma, el color y la luz?
Sería incapaz de exponer algo así. Gracias a Dios lo que yo hago no pretende exponer nada a nadie sino exponerme yo a la voluntad de estilo que actúa por sí mismo.

¿Qué diálogo cree que se instaura entre su obra y el que la contempla?
La obra habla y se entiende o no, se disfruta o se padece en los diálogos que por su cuenta entabla con quienes la contemplan, la desean o la repudian. Cada cual habla con su propia lengua y con su propio corazón irrepetibles.

Háblenos del artista comercial.
El artista comercial es un artista que tiene la suerte de vender sus cuadros bien porque encandilan: son tan simples que mejoran la estimación que el comprador más simple tiene penosamente de sí mismo

¿Busca usted un impacto visual inmediato?
No busco nada en particular sino disfrutar haciendo. Cuando el cuadro que En este momento de productividad inflacionista que atraviesa el arte contemporáneo, ¿se requiere un gran coraje para pintar? El que realmente hace algo que le gusta no entiende el significado de productividad, inflación y coraje. Sencillamente se lo pasa bien. Aunque también muchos buenos pintores profesionales lo están pasando muy mal debido a esos factores espurios que le niegan hasta el salario.

¿Qué es pintar hoy?
Lo mismo que proyectar edificios, diseñar coches o inventar recetas de cocina.

www.vicenteverdu.net

 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
29 de enero de 2014
Blogs de autor

Novísimos mexicanos

La creciente visibilidad internacional del cine mexicano está dando carta de naturaleza a una nueva ola que no deja de sorprender. En España se han estrenado, sólo entre finales de noviembre y comienzos de diciembre, dos películas recientes, ‘Heli' y ‘La jaula dorada', que se suman a las que antes nos llegaron de Carlos Reygadas, Rodrigo Plá o Fernando Eimbcke, premiado con la Concha de Plata en el último festival de San Sebastián. Nunca salieron aquí comercialmente, que yo sepa, la excelente ‘Después de Lucía' de Michel Franco (nominada sin embargo a los premios Goya al mejor film latinoamericano), ni las obras de Julián Hernández, tal vez demasiado osadas para la cartelera española, que acepta la truculencia de gran estilo de ‘Batalla en el cielo' (Reygadas) o de la propia ‘Heli', dirigida por su antiguo ayudante y discípulo Amat Escalante, pero no tiene aguante para los delirios homoeróticos de Hernández, cineasta de culto gracias a ‘El cielo dividido' (2006) y ‘Rabioso sol rabioso cielo' (2009). Ahora que se anuncia una edición europea de la filmografía de este último quizá pueda valorarse debidamente un cine como el suyo, deudor a mi modo de ver del de un infravalorado veterano, Jaime Humberto Hermosillo, y sobre todo de un título capital entre los suyos, ‘Exxxorcismos' (2002), que combina el refinamiento visual, el arrojo sexual cercano al ‘soft porn' y una verbalidad ampulosa que en los peores momentos de esa singular y memorable historia de gótico ‘queer' más allá de la muerte provoca tanto la seducción como la carcajada. Lo mismo sucede en más de una escena de los dos citados títulos de Hernández, dotado, como Hermosillo, de un descaro que desafía los límites del ridículo, apoyado siempre en un indudable talento para la composición plástica.

    La osadía de ‘Heli' no es de índole sexual. Tercer largometraje de Amat Escalante, ‘Heli', rodada en Guanajuato, habla de la violencia en México sin estridencias (el tratamiento formal alterna elocuentemente la cercanía y la lejanía de las acciones mostradas), inspirándose, como declaró el director, en un suceso real acaecido en aquella ciudad, cuando una patrulla militar en aparente tarea de vigilancia y protección secuestró a un pacífico grupo de cazadores y acabó asesinándolos después de torturarlos. El estilo ‘frío' pero nunca enmascarado de Amat Escalante acrecienta la nitidez, la patencia del material dramático, y su punto de vista narrativo, siempre congruente, es el que nos guía, el que nos deja ver o nos impide ver. Se ha hablado mucho de la impresionante escena de tortura en planos frontales; la última persona en hacerlo fue la escritora Elena Poniatowska, quien, entrevistada tras su obtención del premio Cervantes, y pese al vínculo familiar que la une a un destacado miembro del equipo artístico del film, mostró su rechazo visceral. Aunque desde luego trucada (el fuego en los genitales es un efecto realizado por unos especialistas españoles), esa escena cumple un propósito alejado totalmente del morbo sensacionalista; funciona, como las escenas de intimidad amorosa o atropello policial, metafóricamente. Y la metáfora es el territorio donde Amat Escalante opera, en esta película con maestría: la brutalidad, el erotismo elemental, la miseria, el apego, son segmentos de una realidad que parece haberse impuesto tan fatalmente que ya forma parte del tejido de lo cotidiano. La detective Maribel, un personaje interesantísimo, cumple con su misión confusa, por no decir corrupta, de oficial de policía, pero también trasmite calor humano cuando se le insinúa al joven protagonista, mostrándole sus monumentales pechos dentro del automóvil. Y el director usa la elipsis sabiamente para contrastar la visibilidad de lo macabro, haciendo de sus elusiones un argumento. Por ejemplo esa escena en que la joven esposa de Heli vuelve con el niño de consultar a una quiromante y encuentra la matanza, que no se muestra; sólo el reguero de sangre que sale del chamizo y sobre el que la muchacha, espantada, retrocede de espaldas, sin que nunca le veamos el rostro. O la muerte del violador en un largo plano-secuencia desde el ventanuco que sólo deja ver los hechos silueteados y en fuera de campo. El final es bellísimo y dulce, aunque ajeno al sentimentalismo; el bebé duerme abrazado a su hermana, que ha vuelto del infierno, y cerca de ellos se produce el milagro de un pequeño cielo carnal.

    De origen español, pero asentado en México, Diego Quemada-Díez hace en ‘La jaula de oro' un documental levemente ficcionalizado, basado en un amplio trabajo de campo, sobre la emigración clandestina que desde Guatemala y otros países cruza México con el destino incierto de los Estados Unidos. Es el mayor de edad de estos novísimos de quienes hablamos, y su experiencia cinematográfica es larga y variada, lo que sin duda redunda en el excelente pulso de su relato, que escapa en todo momento de lo previsible y lo edificante. Hacer alegatos sobre este terrible ‘tema de nuestro tiempo' que es la emigración corresponde a la sociedad, a la clase política, a nosotros mismos en tanto ciudadanos. Quemado-Díez tiene menos pretensiones, y por ello es más contundente, más revelador. Sus tres adolescentes en fuga buscan la subsistencia y sueñan: la nieve, los trenes de juguete, el baile desbocado, secuencias de refinado trazo. Esa búsqueda de la felicidad no lleva a la felicidad, aunque tampoco hay truculencia en los perfiles trágicos. Hay verdad, dramáticamente elaborada. El desenlace, con el más afortunado de los tres, Juan, despedazando pollos y limpiando los desechos en una factoría estadounidense, vestido asépticamente de plexiglas, es una imagen de una potencia poética, en lo que insinúa, difícilmente olvidable.

Leer más
profile avatar
29 de enero de 2014
Blogs de autor

Caballos para montar y comer

La hipofagia es el arte de degustar la carne de caballo, o la necesidad de alimentarse de ella, como quiera vérsele. En Francia ha sido común esta vianda en las mesas no muy bonancibles, así como en el resto de Europa, y aún en Centroamérica, pues a Costa Rica, al menos, llegó la costumbre gracias a los inmigrantes que instalaron carnicerías donde era obligado colgar encima de la puerta una herradura. Rubén Darío debió saberlo bien pues vivió allá entre 1891 y 1892, recién casado con la escritora salvadoreña Rafaela Contreras, un matrimonio de recursos modestos, expuesto a la obligada dieta de la carne de equinos.

Marvin Harris explica en Bueno para comer, que en el siglo VI después de Cristo, cuando la amenaza musulmana imponía a los fieles defensores de la fe conservar sus propios caballos de batalla, no podían consentir la nefasta costumbre de comérselos, y así el papa Gregorio III escribía a San Bonifacio en la Germania: "Mencionaste, entre otras cosas, que unos cuantos comen caballo salvaje y todavía más caballo doméstico. Bajo ninguna circunstancia has de permitir, santo hermano, que esto se haga. Antes bien imponles un castigo adecuado con todos los medios que, con la ayuda de Cristo, tengas para impedirlo. Pues esa costumbre es impura y detestable".

Hay quienes afirman que el gusto por esta vianda cobró impulso tras la feroz batalla de Eylau en 1807, cuando las tropas famélicas de Napoleón no tuvieron más remedio que destazar a los caballos muertos, ya fueran de montura o de tiro, desunciendo sus cuerpos sin vida de los carros y las cureñas de los cañones.

Sea o no cierto, la carne de caballo, magra y dulzona, lejos de cualquier repugnancia, es un manjar decente. Se cuece y se corta en rebanadas delgadas como el mejor roaf beef, y adornada con perejil, puede servirse fría o caliente. Hay en España un estofado de caballo a la Pedro Ximenez, que se prepara con el jerez de esa marca, aderezado con papas, castañas, tomates, cebollas, azafrán y otras especias; lo mismo que hay en otras latitudes chuletas de caballo adobadas; o se come en picadillo, o en hamburguesas, como en Japón. Existe también el asado de caballo con setas silvestres.

Pero no nos hagamos ilusiones. No es  que haya alborozo en el hogar si el ama de casa anuncia: ¡a la mesa! ¡Hoy tenemos filete de caballo con papas fritas! ¿Por qué no se come la carne de caballo en Estados Unidos?, se pregunta Harris. ¿Es que no les gusta la carne roja? La del caballo es más roja aún que la de res, y "aunque los caballos nunca se han criado por la calidad de su carne, esta es tierna no sólo cuando son aún potrillos, sino también en la madurez".

Es, además, una carne magra, sin vetas de grasa, y sin tantas calorías y sin tanto colesterol, y por eso debería atraer más los paladares en tiempos cuando tanto preocupan las cuestiones dietéticas. Pero la tradición está de por medio. El caballo, costoso de criar y mantener, ha prestado diversos servicios, como animal de tiro y de carga, de recreo y también deportivo. De modo que no se olvidan así no más sus múltiples servicios para descuartizarlo en un matadero, habiendo otras opciones de cuadrúpedos que no tienen más oficio que engordar para ser comidos; a menos que sobrevenga un sitio militar, como ocurrió en París cuando la guerra franco prusiana de 1870, y entonces los ciudadanos se comieron no sólo los caballos, sino también los animales del zoológico, gacelas, cebras e hipopótamos por igual.

Otras veces el consumo de la carne de caballo pasa al plano clandestino, y se hacen pasar sus postas y lomos por lo que no son, antigua costumbre delictiva de los carniceros. En estos casos se trata de animales de descarte, viejos y cansados. De modo que hay que cuidarse de que no le den a uno no sólo gato por liebre, sino caballo por res.

Leer más
profile avatar
29 de enero de 2014
Blogs de autor

Asuntos metafísicos 33. Entrada en el mundo cuántico

Motivaciones.

A la teoría cuántica se llega, como prácticamente a todas partes,  por múltiples caminos. Uno de ellos es el ya evocado, consistente en que, tras oír campanas sobre la trascendencia que tendría
la Mecánica  Cuántica a la hora de medir el peso de relevantes leyes y conceptos sobre el orden natural, se ve en ella  una promesa de fuga ante aquello que nos forja determina y limita, tanto espacial como temporalmente.  Escapismo que se halla en el origen de tantos discursos literalmente delirantes que pretenden encontrar apoyo  en esta disciplina.  

Una segunda entrada es la del estudiante de Física que,  tras topar con la asignatura como una más de las consignadas en el programa de la carrera, descubre que la eventual pericia para resolver con facilidad los problemas técnicos no hace sino acrecentar el desconcierto que producen algunas de las afirmaciones que se postulan, o algunos de los corolarios que de  la resolución meramente técnica se derivan.

Ello puede suponer para este estudiante una inflexión en el propio destino, consistente en que,  al interés por la descripción de los fenómenos naturales, su archivación matemática, la previsión de fenómenos concomitantes a los primeros y la eventual canalización de todo ello hacia objetivos prácticos, se superponga un interés por la inteligibilidad del orden natural, el cual puede llegar a ser lo realmente prioritario. En tal caso cabe decir que el estudiante de física se ha convertido  en estudiante de filosofía, o si se quiere: que el vocacionalmente  físico se ha convertido en filósofo.

Camino inverso es el del estudioso de materias caracterizadas como filosóficas que, conducido por reflexiones en principio abstractas o especulativas, se siente interpelado por la reflexión de los físicos cuánticos. Tal  sería el caso de quien, estudiando las categorías o conceptos generales y los principios que los grandes metafísicos consideraban como condición de posibilidad de nuestra aprehensión del mundo, recibe información de que algunos de tales conceptos o principios han sido puestos en tela de juicio por los descubrimientos de los físicos cuánticos, o cuando menos han dejado de constituir obviedades. 

Ejemplo no azaroso.

Supongamos que, enfrentado a los retos de la kantiana Crítica de la Razón Pura e inmerso en los párrafos sobre la universalidad del principio de causalidad (asunto que separaba a Kant de Hume), el estudiante o estudioso de filosofía se entera de que la Mecánica Cuántica tiene razones para sostener que en determinadas circunstancias  la medición  de un mismo atributo físico, realizada  sobre múltiples copias absolutamente idénticas de una misma partícula exactamente en las mismas condiciones y excluida la  intervención de cualquier variable perturbadora... no da necesariamente como resultado un mismo valor cuantitativo. Inevitablemente ese estudiante encontrará que se tambalea un principio regulador, tranquilizante para nuestro comercio con el orden natural. La polémica de Kant con Hume adquirirá entonces para él una inesperada resonancia,  querrá estar al tanto de este asunto de manera precisa  y con ello se apresta a una dificilísima aventura, que le exigirá someterse a la mediación de la física.

Pues aunque sea cierto que en ausencia de concepto propio de la cosa una metáfora ya es mucho, en materia de ciencia la metáfora deja insatisfecho. Las explicaciones "cualitativas" de algunos de los tremendos (filosóficamente hablando) asuntos  de la Mecánica Cuántica no hacen otra cosa que avivar el apetito. La exigencia de intelección cabal se impone, y esta se hace imposible sin un mínimo de recursos técnicos.

Habrá aquí también una inflexión en sentido contrario a la arriba señalada.  Pues tenga o no  el estudiante de filosofía  previa formación matemática, se sentirá en todo caso obligado a actualizarla en un sentido concreto. No se tratará en absoluto (como Hegel decía en  su crítica de la actitud pitagórica en materias  filosóficas) de "someter al espíritu a la tortura de convertirse en máquina", es decir de sustituir la vida (excitante precisamente porque perturbada y llena de equívocos) de los conceptos por la asepsia de los números, sino de hacer de los números auxiliares que participan de la energía misma de aquello a lo que auxilian. Este esfuerzo permitirá al estudiante o estudioso de filosofía  entender relativamente  desde dentro la situación arriba señalada  del científico al que su propia disciplina ha conducido a un reto fundamental, situación a la que ahora volvemos. [1]


[1] Trabas en el natural paso de la ciencia a la filosofía.   Si el que no es  científico puede ser acusado de ingenuidad por atreverse a formular un interrogante como (por ejemplo) el  relativo a la efectiva  independencia  de la realidad que consideramos exterior,  ese temor también alimenta hoy al científico que, a partir de sus propios trabajos o el de sus pares,  se encuentra con un hecho que le mueve a  una interrogación no estrictamente técnica pero sí fundamental. 

Pues al osar simplemente  formularla se le acusará de ignorar que otros ya la habían formulado y que han abundado en la misma con aspectos muy a menudo contingentes, de los que debería estar al tanto,  y que desde luego  no le hubieran  interesado nunca de no haber sido (por fortuna para su condición de ser de razón) a un momento dado  presa de ese estupor que, como hemos visto,  era para  Aristóteles el punto de arranque  de la filosofía.

Desgraciadamente, la exigencia de erudición pesa en ocasiones  más que la fidelidad al espíritu marcado por tal estupor. No es exagerado decir que la abrumadora cantidad de información que circula en torno a alguna de las cuestiones esenciales a las que se ve abocada la ciencia enturbia el punto de partida, e impide precisamente formularlo en términos límpidos, formularlo con las  claridad y distinción cartesianas, casi siempre atributos de la interrogación fresca e ingenua.

Es obvio, por ejemplo,  que las discusiones, a menudo de gran complejidad técnica, sobre los pros y los contras de una u otra interpretación de la teoría cuántica hacen más sutil la reflexión (que en cada paso ha de integrar todas las consideraciones avanzadas por otros al respecto), pero no hacen más sutiles los interrogantes de salida, cuya cristalina sencillez está en la base de la misma necesidad de interpretaciones. Interpretaciones que se hallan en conflicto, por lo cual precisamente se acumula la erudición, es decir la forja de nuevas armas para defender  una o  otra de tales interpretaciones, para rechazarlas de pleno, o para avanzar una nueva. 

Pero el tiempo se condensa en extremo para la atormentada actividad del erudito. Apenas acaba de redactar el artículo  en el que sintetiza las observaciones filosóficas  que le sugirió  tal experimento que mereció la publicación en Science  o en Physical Revue...cuando se apercibe de que una veintena de papers le han precedido, de los cuales debería dar cuenta al menos en nota, so pena de ser tildado de hablar sin estar al corriente de lo publicado. En ocasiones ocurre que han pasado 10 años y  la multiplicación de artículos que hacen referencia los unos a los otros (sin añadir nada esencial al descubrimiento que es su razón des ser) es tal, que citar el artículo originario y atenerse al mismo puede incluso parecer una antigualla.

Leer más
profile avatar
28 de enero de 2014
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.