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Las listas de la infelicidad

Vivimos tiempos de formatos cortos. Aunque internet no nos ponga dificultades en extender alfombras de contenidos ilimitados, la necesidad de seleccionar, jerarquizar y sintetizar ha convertido a las listas en un género en sí mismo. “La lista es el origen de la cultura”, según Umberto Eco. Del libro del Génesis al ranking que acaba de publicarse de los ejecutivos españoles mejor pagados, el ser humano se ampara en una de sus herramientas organizativas preferidas. Ya sea el recuento de la creación del universo en seis días; la exploración de la virtud por Benjamin Franklin, apoyada en la fijación de objetivos; la sistematización de derechos y libertades del ciudadano o el top ten de cualquier cosa: ¿por qué sentimos tanta curiosidad por conocer qué atrae a los otros? ¿Y qué clase de autoridad real -cualitativa- otorgamos a los rankings cuantitativos? Ahí están las listas morbosas, como esa que tanto revuelo ha causado de periodistas y líderes de opinión antiindependentistas que viven en Catalunya; y las escandalosas -los millones que cobran Pablo Isla de Inditex o César Alierta de Telefónica- de efecto reactivo en la sociedad, a fin de determinar que el mundo parece hundirse sólo de un lado cuando una mínima élite acumula tales dividendos. Las listas no recogen la letra pequeña, y eso las hace sexis y resolutivas, aunque la obsesión por querer clasificar incluso lo inclasificable alerta acerca de nuestra pulsión dominadora. Las más seguidas tienen que ver con el dinero, la fama o la belleza; y las culturales con lo leído, oído y vendido. También nos entretienen las listas pedagógicas o lúdicas: de los 10 mandamientos de la enseñanza de Bertrand Russell a las grandes definiciones del amor, pasando por cómo preocuparse menos por el dinero, 100 cosas curiosas que no sabías o los mejores discursos para agradecer un Oscar. El periodista científico John Tierney y el psicólogo Roy F. Baumeister han coescrito un libro sobre la fuerza de voluntad: Willpower, que ha cosechado elogios de la prensa norteamericana por desmontar la entronización de las listas. Sobre la base de la mitología cultural contemporánea, los autores llevan a cabo numerosos experimentos relacionados con el autocontrol y la motivación. Y le dedican un capítulo entero a las listas: “Una breve historia de la lista de tareas. De Dios al comediante Drew Carey”, lo titulan, demostrando que si bien esas enumeraciones de tareas pendientes nos ayudan a crear un marco para no perdernos, procurando una sensación de bienestar al permitirnos avanzar marcando cruces o tachando con firmeza los objetivos cumplidos, también producen angustia o frustración cuando se pretende abarcar demasiado, de forma que algunos objetivos entran en conflicto. Veamos si no qué sensación producen las bucket list, tan de moda: cosas que hay que hacer antes de morirse. Menudo agobio. (La Vanguardia)

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24 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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56. Gafas

En un curso de doctorado, con el profesor Pedro Ruiz Pérez, hemos reconstruido parte de la historia occidental de las ideas a partir de las gafas: el nacimiento del empirismo medieval con la creación por Francis Bacon de los anteojos; el racionalismo more geométrico demonstratae a través del pulidor de lentes Spinoza; el moralismo con los gracianescos "antojos para no ver o para que viesen" del Criticón (I, VII), el catalejo de Saavedra o los "antojos de cuadrillos" de Covarrubias; el conceptismo barroco con los quevedos; la Ilustración, mediante las reflexiones del portugués Teodoro de Almeida sobre la concavidad de los cristales de gafas en su Recreación filosófica (1792); el Romanticismo, con el catalejo a través del que Nathaniel observa algo que le induce a la locura en El hombre de arena de Hoffmann; la alta modernidad, mediante los verres grossissants de la alcoba infantil de Proust o mediante el prisma cristalino con que la madre de "La novia" de Chéjov divide los colores de la vida; la baja modernidad con los impertinentes a las que los surrealistas sometieron a shock, con el fin de evidenciar su "aura perturbadora", o las "verdosas antiparras" tras las cuales se ocultaban los vacuos ojos del Tirano Banderas; el tardomodernismo con la lupa de mariposas de Nabokov; el posmodernismo con las gafas de Guillermo de Baskerville, protagonista de El nombre de la rosa de Eco, que se confiesa uno de los primeros "cuatro ojos" de la historia y amigo de Bacon (o en las gafas borrosas que un personaje de Deconstructing Harry, de Woody Allen, coloca a sus familiares para que vean tan mal como él); el poder de los media para cambiar la visión del mundo y la aparición del simulacro virtual se apreció bien con las gafas 3D; la crisis de la postmodernidad se refleja en el poema de Ben Lerner sobre las gafas tranquilizadoras (1), y la etapa pangeica vendría representada, claro está, por el pavor panóptico de las Google Glasses.

 

[Imagen de María González]

 

(1)

"PERSONAS CON CUALQUIER TIPO DE FOBIA, con temor a las alturas, las muchedumbres, los mercados, con miedo a hablar en público o a la sangre o a los números primos, han logrado sobreponerse al pánico gracias a unas gafas, no con lentes correctivas, sino de plástico irrompible, que no sólo introducen un plano mediador en­tre ellos y el objeto de su miedo, sino también aplican una presión tranquilizadora en el tabique nasal. Al toparse con alguien que es presa del terror, se debe presionar con suavidad esta estructura ósea y de inmediato se apaciguará. En época de lentillas y opera­ciones láser, es lícito suponer que, si alguien sigue usando gafas, es que está en tratamiento."; Ben Lerner, Elegías Doppler; Kriller71, Barcelona, 2015, p. 47.

 

 



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23 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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La extinción de los intelectuales

El 23 de octubre de 1968, el suplemento La Cultura en México publicó al fin, luego de la llamada “tregua olímpica” impuesta el día 12 en realidad un periodo de censura extrema, el poema que semanas antes Octavio Paz había dirigido a los coordinadores del programa cultural de la Olimpíada. Apenas el 18 de octubre se había hecho pública su renuncia a la embajada en la India, y las voces afines al régimen no cesaban de vituperarlo.

“México: Olimpíada de 1968” incluía algunalíneas poderosamente explícitas(Los empleados/ Municipales lavan la sangre/ En la Plaza de los Sacrificios) y habría de convertirse en un ejemplo para muchos de los poetas más relevantes de laépoca, como José Emilio Pacheco, Gabriel Zaid, José Carlos Becerra, Marco Antonio Montes de Oca o Juan Bañuelos. En el ambiente de represión posterior all 2 de octubre,sus versos fueron el más abierto desafío contra el gobierno.

La renuncia de Paz encarnó uno de los momentos más brillantes de la tradición del intelectual público en México. Siguiendo el modelo iniciado en 1898 por Émile Zolacon su célebre J’accuseel poeta usó todo su prestigio para señalar los abusos del poder. Desde entonces, la figura del escritor comprometido adquirió cada vez mayor prestigio en nuestro país, y la carrera personalidades tan disímbolas como Fuentes, Zaid, Monsiváis o Poniatowska se fraguó en buena medida gracias a la legitimidad alcanzadaen el 68. De hecho, el poder simbólico de los intelectuales se volvió tan grande que lospolíticos de entonces nunca dejaron de verlos con una rara mezcla de temor, admiracióndesprecio.

Estperverso sistema, en el cual los intelectuales fungían como guías morales de la sociedad, siempre dispuestos a exhibir los abusos de un gobierno que a su vez se esforzaba en complacerlos o neutralizarlos, comenzó a extinguirse en el 2000. Pordisfuncional que haya resultado nuestra transición a la democracia, acarreó una drástica mutación en el modelo de autoridad. Como revela el caso extremo del 68, durante la larga época del autoritarismo priista los intelectuales eran casi las únicas voces disidentes, y sus opiniones eran escuchadas tanto por los círculos de poder como por laspequeñas élites ilustradasSus palabras adquirían, pues, un carácter netamenteperformativo y tenían claros efectos en la realidad.

  A partir del 2000, con una sociedad cada vez más abierta y plural, ese rol de gurú o de oráculo se erosionó drásticamente. Las razones son múltiplesPrimero, los medios de comunicación se abrieron poco a poco a otras voces, en especial de quienesse presentan como auténticos expertos en la agenda pública, hitoriadoressociólogos,politólogos y economistas. O bien se dio lugar a opinadores profesionalesopinócrataslos llama Jorge Castañedacuya celebridad no se basa en su obra artística o científica, sino en el éxito social de esas mismas opiniones.

En segundo término, tras el vago interludio de Fox con el Grupo San Ángel, los gobiernos sucesivos ya nunca sintieron esa morbosa fascinación hacia los intelectualesde sus predecesoresen tanto que muchos de éstos comenzaron a acercarse más al poder económico qual político. En tercer lugar, mientras que los escritores de las últimas generaciones nacidos de los sesenta en adelante dejaban de escribir sobre asuntosde interés público, sus maestros inevitablemente han ido desapareciendo (de quienesbrillaron en el 68, sólo quedan Zaid y Poniatowska). Y, por último, la proliferación deblogs y el auge de las redes sociales ha provocado que locomentarios sobre temaspúblicos hayan dejado de ser bienes escasos, como en el 68, para convertirse en una moda omnipresente.

Ninguna de las opiniones de escritores, artistas o científicos que hoy circulan en los medios (incluida por supuesto esta columna) alcanzan siquiera de lejos la relevanciaque tuvieron hace apenas unas décadas. Y quizás esté bien que así sea: el modelo delintelectual engagé respondía a una época de autoritarismo ahíta de figuras admirables. Hoy, la opinión pública se modela de forma más plural, más caótica, más interactiva. Aunque sin duda hay pérdidas: basta leer cualquier artículo de Paz de Fuentes, Zaido Monsiváis, para saber que, si acaso hemos ganado en precisión o variedad, sin duda hemos perdido en términos de estilo. De ese gran estilo que, en el pasado reciente, les servía a nuestros grandes escritores para desmenuzar la realidad e incordiar al poder.

 

Twitter: @jvolpi

 

 




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23 de marzo de 2014
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Frías y calculadoras

A Beyoncé, Jennifer Gardner, Condoleezza Rice, Diane von Fürstenberg o Sonia Sotomayor no les gusta que las llamen mandonas. Fichadas por Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, todas ellas protagonizan el vídeo Ban Bossy, en el que reivindican la palabra jefa. Y recuerdan cuando de pequeñas nos decían: “No levantes la mano, ni la voz. No tomes el mando. Si lo haces no le gustarás a la gente”. Un adocenado consejo que repartió toneladas de inseguridad entre las almas femeninas, y cuya vigencia ha quedado comprobada en sangrantes juicios públicos que incumben a mujeres tan distintas como la princesa Letizia, y su “déjame hablar”; Carme Chacón, con su esmoquin; Mercedes Alaya, con su trolley y sus modelitos, y su inédita sonrisa renovando los sagrados votos del matrimonio; Arantza Quiroga, que ha pasado de deseada a díscola, y Alicia Sánchez-Camacho y su vía crucis entre Madrid y las banderas independentistas, o la intensita -le dicen- Isabel Coixet, que ahora tendrá nada menos que a Juliette Binoche a sus órdenes, y a quien le siguen preguntando en las entrevistas por qué se va tan lejos a rodar, cuestión a la que ni Bayona, ni Fresnadillo se enfrentan. Sandberg es la nueva gurú de la feminidad combativa. Detesta las voces heterodoxas del nuevo feminismo que sostienen que una mujer no puede tenerlo todo, y que, en lugar de excluir la biología, hay que surfear las olas del determinismo y la cultura patriarcal que nos ha ido envolviendo como capas de cebolla. En ellas se agazapan las fantasías que engordaron el ideal del hombre protector que nos rescatara de la melancolía existencial. Y la constatación de cierta impostura: ¿acaso es un imperativo mostrarse seria para gozar de mayor credibilidad? Cospedal afirmó en una ocasión que sí, que puede que a fin de que la tomaran en serio se hiciera la antipática. Es arriesgado agitar tanta retórica en el mismo frasco. Sandberg ha desarrollado una carrera impresionante recibiendo el apoyo de varios hombres. También cuenta con una brigada de cuidadoras que la ayudan a conciliar, así como con una fortuna de más de mil millones. En su superventas Lead it animaba a las mujeres a trepar y denunciaba que cuando ascienden, se les escupa una lluvia de dardos: Fría y calculadora, ambiciosa, conflictiva, marimacho, trepa o incluso loca. No sé si a ella le ha ocurrido, con lo bien que le han ido las cosas, ni el por qué de su superioridad moral. He buscado Sandberg españolas, y no las encuentro. Claro que hay mujeres poderosas y preparadas, pero apenas se cuentan las lideresas. ¿Por que no permitir entonces que nos tachen de mandonas? Puede ser incluso cariñoso. Antes nos llamaban frígidas. Hippie y cínico Neil Young sale de su habitáculo repleto de contradicciones: “Escribir es muy cómodo, tiene pocos gastos y es una forma estupenda de pasar el tiempo”, asegura con cinismo y sin poesía. Young es de estos tipos al que sólo nos gustaría escucharlos, pero del que preferiríamos ignorar sus filias políticas e incluso culturales. Asegura, por ejemplo, que juega con trenecitos pero no lee libros, porque interfieren en su proceso creativo. De El sueño de un hippie, traducido al español por Malpaso, dice Young, a sus 68 años, que ha sido escrito sin estar fumado, porque el médico le aconsejó que dejara las drogas. Lo cuenta con más pedagogía Boy George que con nuevo disco declara que le ha costado 47 años aprender a no ser autodestructivo. Media vida. Las señoras Jagger Bianca Jagger hace años que cambió los focos por las oenegés. Su esmoquin blanco, escotado, con pamela, marcó un antes y un después en las bodas de famosos. Conversé con ella y me ilustró acerca del viaje interior de una mujer cuya notoriedad arranca al casarse con Mick Jagger. También he conocido a Jerry Hall, su opuesto. Rubia chispeante, cansada de ser una has been, ha acabado por montar una agencia de modelos con sus hijas. Ser novia o mujer del Rolling debe ser un trabajo en sí mismo. L’Wren Scott destacaba por alta, y delgada, con una feminidad muy masculina. De nuevo se entona la triste balada de los suicidas fashion, que parecen tenerlo todo, incluido un ático en Manhattan, cuando no se tiene nada. La Pantojita Si en este país los asuntos populares se enfocaran con cierta profundidad, más allá del consabido morbo, la maternidad de Isabelita se hubiera acompañado de una matraca de reportajes sobre los embarazos adolescentes y el riesgo de exclusión social que corren esas chicas que, de la noche a la mañana, pasan de jugar con muñecas a tener un bebé en brazos y abandonan los estudios. Aquí, prima el vodevil, representado por la pintoresca familia de la folklórica, cuyos últimos años han alumbrado más tropiezos que triunfos. También la mofa: a su hija le han criticado que saliera “demasiado peinada” del hospital, idolatrando que con dieciocho años sea madre. Ahora, a esperar la exclusiva de la nueva familia derrochando felicidad y photoshop. (La Vanguardia)

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22 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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True Detective y la ficción "weird"

Hace algunos años fui invitado por el escritor y académico Mike Wilson a participar en un simposio de narrativa "weird" en la Universidad Católica en Santiago. Confieso que pensé que el título se lo había inventado Mike. En la descripción del simposio, se habla de "fisuras" en los dogmas del realismo, y de la aparición de narrativas extrañas que "transgreden los límites de los géneros y... samplean la ciencia ficción, el terror, lo fantástico, el cine clase B, la televisión, los comics y los videojuegos". Esos días  en Santiago, aprendí lo importante que era lo "weird" para la narrativa chilena contemporánea (marca la obra de escritores tan diferentes como el mismo Wilson, Álvaro Bisama, Jorge Baradit y Francisco Ortega).

Uno de los logros de la serie televisiva True Detective consiste en haber resumido en ocho capítulos la historia de la narrativa "weird". Nic Pizzolatto, el único guionista de True Detective, ha sembrado su obra de guiños a esta narrativa, desde sus inicios a fines del siglo XIX, con las citas a Carcosa y el Rey de Amarillo, provenientes de Robert Chambers y su capital El Rey de Amarillo (1895), hasta las parrafadas del detective Rust Cohle (Matthew McCounaghey) acerca del sinsentido de la vida, que toman como punto de partida la obra de Thomas Ligotti, un maestro del horror y del "new weird".

La narrativa "weird" aparece antes de la consolidación de los géneros populares (horror, ciencia ficción, policial), cuando escritores como Lord Dunsany, Arthur Machen y Robert Chambers -muy queridos por Borges y Javier Marías-- tenían libertad para mezclar las fórmulas. Lo "weird" era, digamos, aquella ficción que podía coquetear con lo fantástico pero no encajaba bien en ninguna parte. En textos paradigmáticos de Machen como "El pueblo blanco", el horror provenía de un caldo que juntaba las tradiciones galesas con corrientes místicas y ocultistas y la obra de Stevenson.

Fue Lovecraft quien dio una de las mejores definiciones de la ficción "weird", al apuntalar sus ambiciones metafísicas y existenciales: más que muerte, sangre o fantasmas, debía haber "cierta atmósfera de temor inexplicable y sin aliento de fuerzas desconocidas que provienen de afuera... una suspensión o derrota maligna y particular de aquellas reglas fijas de la naturaleza que son nuestra única defensa ante los asaltos del caos y los demonios del espacio insondable". Por supuesto, Lovecraft estaba definiendo su propia narrativa, tan imponente que convirtió a los escritores de la ficción "weird" en sus apenas precursores y en cierta forma los hizo desaparecer. La idea del Necronomicon, el libro prohibido y mágico de Lovecraft, tiene conexiones con la obra teatral citada por Chambers en El Rey de Amarillo, que vuelve loco a quienes lo leen (en Chambers, el Rey de Amarillo es también un personaje de la obra teatral y está conectado con fuerzas siniestras; en True Detective es un asesino serial, que mata a casi todos a los que se les acerca; quienes sobreviven terminan enajenados). 

En los primeros capítulos de True Detective, el detective Rust Cohle (Matthew McCounaghey) habla de fuerzas extrañas provenientes del "espacio insondable" y las conecta con un mirada nihilista de la condición humana. Sus frases están inspiradas por The Conspiracy Against the Human Race (2010), un ensayo de Thomas Ligotti (1953) contra la idea misma de la existencia en el universo ("Quienes se reproducen no deberían ser injustamente vistos como los peores conspiradores contra la humanidad. Cada uno de nosotros es culpable de mantener la conspiración viva"). Junto China Mieville y Jeff Vandermeer, Ligotti es uno de los maestros de la ficción "new weird". En los magistrales cuentos de La fábrica de pesadillas (1996) -"El retozo", "El último festejo de Arlequín", "Nethescurial", "El manicomio del doctor Locrian", "La torre roja"--, está claro que Ligotti ha aprendido de Lovecraft: lo suyo es el horror cósmico, que se "arrastra con sus innumerables cuerpos por todas las islas giratorias del espacio impenetrable".

A veces Ligotti no necesita contar una historia; le es suficiente crear una atmósfera siniestra, con edificios abandonados -el manicomio, la torre roja- que devoran todo aquello que les rodea. Las ruinas góticas donde vive el Rey de Amarillo en True Detective conectan con toda la historia de este subgénero: se llaman Carcosa, como el territorio amenazante de El Rey de Amarillo de Chambers (quien tomó el nombre de un cuento de Ambrose Bierce), y también remiten a los edificios en ruinas de los cuentos de Ligotti.    Eso sí, la televisión comercial termina traicionando el ethos oscuro de Ligotti: en el último capítulo de True Detective, Cohle habla del enfrentamiento entre la luz y la oscuridad y sugiere que la luz está ganando la batalla (en Lovecraft y Ligotti, la luz nunca gana la batalla).  

Como dice Álvaro Bisama, True Detective "se propuso como lugar de encuentro de varias tradiciones de géneros menores o invisibles de la literatura y el arte del siglo XX". El éxito es tal que la ficción "weird" se ha vuelto muy visible. En tiempos revueltos en que la mezcla es la norma, quizás pronto esta narrativa se vuelva demasiado popular para su propio bien. Por ahora, sin embargo, importa más que, gracias a esta serie, hay lectores que están descubriendo a Ligotti y redescubriendo a Chambers.

 

(La Tercera, 22 de marzo 2014)

 

 

 

 

 

 

 



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22 de marzo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Quiebro estratégico

Del golpe de mano de Putin va a salir un mundo nuevo. Probablemente más peligroso y en todo caso peor que el anterior. La fulgurante crisis ucrania no ha sido una acumulación de desgracias y despropósitos fruto de la casualidad, sino la erupción de un volcán que yacía dormido esperando el momento propicio para abrirse camino por las grietas de la tierra. Pronto nos daremos cuenta de que ya no sirven las viejas ideas. La multipolaridad, el G-2 formado por Estados Unidos y China, el mundo de nadie, están caducando a toda prisa mientras emergen dos grandes bloques, más permeables que los de la guerra fría, menos polarizados, pero dispuestos a pelearse a cara de perro por la hegemonía, es decir, por el dominio y la influencia territorial, la capacidad de disuasión militar y el control de recursos naturales, materias primas y fuentes de energía. Quedará matizado el nuevo pivote del mundo, que iba a desplazarse hacia Asia, con el regreso del viejo pivote europeo, al que dábamos por enterrado, y la revalorización como primera cancha del pivote medio oriental. Oriente Próximo será el patio de las inmediatas disputas, con tres mesas para medir la capacidad de acuerdo, sobre Siria, el desarme nuclear de Irán y la disputa entre israelíes y palestinos. La relación transatlántica, en su aspecto militar, la OTAN, y todavía más en sus aspectos comerciales, tendrá poderosos estímulos para reforzarse. También convendrá anudar bien los lazos transpacíficos de la alianza comercial entre Estados Unidos, Canadá, México, Perú y Chile con Australia, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Brunéi y Singapur. La primera tendrá a Rusia enfrente y la segunda a China, sometidas ambas al nuevo magnetismo de atracción mutua que provoca la erupción crimea. Los 28 enanos europeos se verán empujados a dotarse de una política energética común para evitar que se los coma en dos inviernos el gigante gasístico vecino: veremos qué queda de los buenos propósitos medioambientales sobre prohibición del gas de esquisto, cierre de centrales nucleares o reducciones de emisiones de CO2, y del veto estadounidense a toda exportación energética. Lo mismo sucederá con las inexistentes políticas de defensa y exterior europeas, azuzadas ahora por la exhibición del vecino bravucón y por la autoridad de la única voz que sale del Kremlin. Frente a una alianza transoceánica global, aparece el dibujo de puntos de una gran alianza terrestre promovida por Moscú sobre la mayor parte del continente euroasiático. El capitalismo regirá en ambos segmentos del nuevo planeta dividido, pero las reglas, sistemas políticos y valores diferirán radicalmente. Y nos sorprenderemos al ver cómo funcionan bajo este nuevo régimen aquellos viejos términos aparentemente liquidados que dividían sociedades y países entre derechas e izquierdas.



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22 de marzo de 2014
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El Boomeran(g)
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