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Eder. Óleo de Irene Gracia

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Lionel Asbo

 

En el encabezamiento de las cuatro partes de que consta el libro se pregunta reiteradamente: “¿Quién dejó entrar a los perros? ¿Quién?”. Y a renglón seguido se especifica: …”Ésta, nos tememos, va a ser la cuestión”.  Teniendo en cuenta que el subtítulo dice “El estado de Inglaterra” resulta razonable sospechar que la mencionada cuestión consiste en averiguar por qué Inglaterra, poseedora de una clase alta aquejada de grandes vicios pero que dedicaba sus mejores esfuerzos a dirigir a una clase trabajadora domesticada y muy productiva, ha dejado entrar a unos perros proletarios que no sólo han copado los resortes del poder sino que imponen a todos sus gustos plebeyos y la satisfacción de sus abyectas pasiones. O algo así.

Si alguien está de verdad  interesado en averiguar tan intrigante proceso más le vale ir a buscar la respuesta en otras fuentes porque aquí no la va a encontrar. Pero quien abra la novela con la esperanza de que le cuenten una historia formidable, encarnada en unos personajes a la vez fascinantes y repulsivos, y cuyas andanzas son igual de fascinantes y repulsivas (o sea, como la vida misma, vaya) habrá acertado de lleno.

El planteamiento es muy sencillo: un chico de quince años y que ha quedado huérfano desde muy temprano (un chico con inequívocos rasgos negroides en una familia suburbial y cuyos miembros están en el límite  mismo de la border line pero que son todos inmaculadamente blancos) está al cuidado de su tío Lionel, un tipo brutal y descerebrado al que vemos alimentar con cerveza y tabasco a unos perros de presa que él necesita feroces para su negocio de intimidación y extorsión; al que vemos también propinar palizas bestiales sin motivo, vender a unos proxenetas a un adolescente que él considera rival  y entrar y salir continuamente de la cárcel, aprovechando sus periodos de libertad para aleccionar a su protegido en contra de la escuela, los estudios y el saber en general; al que incita a consumir porno inmoderadamente cuando no se lo lleva a locales de top less y al que le impone una única barrera moral: que no se acueste con su madre, es decir la abuela del chico, pero eso es algo que ya está ocurriendo, como bien sabrá el lector desde la primera línea: “Estoy teniendo una aventura con una mujer mayor […] El sexo es fantástico y creo que estoy enamorado. Pero hay una complicación grave y es la siguiente: ¡es mi abuela!”.

Obviamente, con un material así Martin Amis tendría de sobra para llegar hasta el final de la novela, pero más o menos hacia la mitad de la misma ocurre algo que toma a todos por sorpresa ( y me inclino  a pensar que en ese todos está incluido el propio Amis): encontrándose en una de sus habituales estancias en  la cárcel, al tío Lionel le cae la lotería: no ochenta mil, ni trescientas mil, ni novecientas setenta mil libras sino ciento cincuenta millones. De libras. Nada menos.

A cualquiera se le ocurre que en una sociedad como la actual (y esto se hace extensivo a cualquier sociedad, no sólo a la inglesa) poner en manos de un bruto descerebrado  el poder absoluto que implica  disponer de esa inimaginable cantidad de dinero es suficiente para romper todos los esquemas e incitar a quebrantar cualquier promesa previa. Frente a la obligación no deseada de ser testigo de su época y erigirse en conciencia moral de sus contemporáneos (el arte comprometido, la creación de una realidad mejor, etc) es comprensible que un narrador de raza como es Martin Amis se desdiga de todos sus planteamientos y promesas y se dedique a seguir hasta el final el filón literario que ha encontrado. Y al diablo con la sociología y sus perros. ¿Y que, en resumidas cuentas, quién los dejó entrar ?

Martin Amis, quién si no.  


 Lionel Asbo. El estado de Inglaterra.

Traducción de Jesús Zulaica.

Anagrama


 



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23 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El cero y el excremento

En los últimos tiempos, una larga cadena de huelgas de limpieza proporciona la expresiva imagen de nuestra coyuntura orgánica. Las basuras cubren las calles de la ciudad o los pasillos de los hospitales, las escuelas públicas y no importa qué dependencias sagradas. En cualquier momento volverá a repetirse el escenario de las basuras como protagonistas de la ciudad porque una enfermedad, más allá de lo visible, induce sin remedio a esta masiva defecación del sistema. De hecho, podría tomarse estas huelgas como una protesta más en medio del malestar, pero la suciedad es, por sí misma, algo más que un hecho confinado. Lo sucio enseña la insidia interna o intestinal del sistema y su presencia crean alusiones tan oscuras como pestilentes.

La limpieza de las superficies, cualquiera que sea su clase es, en cambio, semejante al vacío mágico (espíritu santo) que guarda el espacio tridimensional, y ambos se alían para conformar la arquitectura del progreso. Sobre la base limpia e iluminada nace la creatividad, tal como el lienzo en blanco llevaría, en manos de un artista, a un resultado efectivo y bienaventurado. A partir de esa plataforma brota la feracidad del cuadro, de la máquina o de la mente. Sin este vacío (vacío puro y originario) derivaría cualquier mamarracho estético, correlato de la ideología sin ideación y de la coyuntura sin otra propiedad que su crisis.

Igualmente, sin un primer vacío luciente, toda teoría acaba en una feria de máscaras. Tanto es así que la inexistencia del vacío primero y auténtico -igual a la conciencia exigente- mata la producción de la ciencia y de todas las creencias que la merodean.

La crisis actual es policéntrica, pero comporta precisamente la consecuencia de haber perdido su tejido transparente, sea este igual a la honestidad o la exaltación de la honra sin antifaces.

Todos los órdenes afectados por montañas de suciedad, atestados de bolsas negras arrugadas, apiladas y malolientes, acaban descomponiéndose frente al sol y sustituyendo la organización por el caos, el caos por la ignominia y el sistema por el accidente.

De ahí que la pulcritud primordial, tanto del vacío tridimensional como del plano, requieran, en la construcción, material o no, un desarrollo que eluda, gracias a su pulcritud, la angustia del vómito y sus rastros agrios.

Ser limpio de corazón es el tropo que alude a un ser cimentado en el hueso humano y, por tanto, ajeno a la tufarada nauseabunda del yo. Ser limpio de corazón es lo contrario a la cadencia de la contabilidad opaca y a la biliosa maniobra del dinero (o jugo) negro.

La firmeza del zócalo, la belleza encantada de la bóveda, la rectitud de un pilar componen una parte decisiva de la secuencia arquitectónica que afianzará en su desnudo la clave de su belleza y de su natural beneficencia.

La vida limpia, sin corrupción, asciende hacia vidas más complejas. La corrupción, por el contrario, promueve, en su interior, un lastre mortal y, en su exterior, el rostro de lo ominoso, la cara de los grandes explotadores intoxicados por la desaforada acumulación de su dinero o su excremento. He aquí, por tanto, el balance de esta mórbida época de mierda.

 



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23 de febrero de 2014
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Cuarentones con show

Con lo encantadoras que resultan las tardes de sofá acompañadas por una vela perfumada de vainilla, una novela rusa, Chet Baker invariablemente y alguna pequeña adicción. Incluso una tableta de chocolate negro 70%, cuya imparable ascensión lo ha situado ya incluso en los mostradores de los quioscos, en dosis de bolsillo. Quién nos lo hubiera dicho, que en la setentización del cacao tendría tanta responsabilidad nuestra generación. ¿Qué íbamos a hacer, sino, comer pipas? Ser jóvenes en los años ochenta nos marcó la piel con veneno, pero ahora que ha llegado la edad de ser jefecillos de algo, aunque sea de uno mismo, tenemos peperos en lugar de poperos. Calcinada la frontera entre lo público y lo privado, emerge una nueva moralidad que acucia con un mandato: ?reinvéntate?. No hay palabra efecto de la crisis que aborrezca más. Me gustaría saber cuántos reinventados prosperan, o simplemente deben de agarrarse a la oportunidad y sacar la ambición por los carrillos. Como esa hornada de cuarentones que lucen poder, patillas y Twitter. Esta misma semana, dos hombres de cuarenta años, católicos, hiperactivos y temerarios, han ocupado la atención mediática. Ahí está Matteo Renzi, nuevo primer ministro italiano, que ya ha dejado bien claro como quiere a su equipo de gobierno: ?Con un cuchillo entre los dientes?. El chaval, descamisado, con muy buena agenda, conchabado con el diablo para, cual Bruto, acabar con Enrico Letta, tiene 39 años, va a misa los domingos, y está dispuesto a superar el verso de Marvell: ?Me engendró la unión de la desesperación con la imposibilidad?. Y qué decir acerca de Leopoldo López, un patiquín que afean en Venezuela, niño pijo y voluntarioso que le planta cara a la represión de Maduro. López, aupado por la meca del pop latino que le tuiteó mensajes de apoyo, se entregó a la policía con show, de blanco, con flores en la mano y un crucifijo en el pecho. Pero antes grabó un vídeo en el sofá de su casa, piernas abiertas, junto a su esposa, a quien agarra la rodilla durante veinte minutos de speech. Al final ella lo abraza, orgullosa. La escena psicoafectiva de estos políticos temperamentales atrae la fábula a la vida. López no tiene reparos en desplegar encanto personal, como ese otro figurín de la política internacional con mucha tesis: Axel Kicillof (42 años), mano derecha de Cristina Kirchner, un keynesiano impregnado de marxismo que ideó la expropiación de Repsol. Los nuevos cachorros de la política son desacomplejados, audaces, pulidos y 70% cacao. Que tome nota Madina (38 años), a ver si tiene show.

(La Vanguardia)

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22 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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El nazismo de nuestros días

Quienes están habituados a referirse frívolamente al nazismo para descalificar a sus adversarios políticos deberían leer urgentemente el informe que acaba de publicar el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas sobre Corea del Norte, en el que se denuncian los crímenes contra la humanidad cometidos por el régimen comunista de Kim Jong-un y se caracteriza a dicho sistema como lo más parecido en la actualidad al régimen genocida que dirigió Adolf Hitler. La investigación realizada por un equipo de juristas documenta ?violaciones de los derechos humanos sistemáticas, generalizadas y graves por parte de la República Popular Democrática de Corea?, que en buen número de casos califica como de ?crímenes contra la humanidad? a cargo de la policía, el ejército y el aparato judicial, bajo el directo control del Partido de los Trabajadores y de su Líder Supremo. Las prácticas represivas incluyen sistemáticamente la violencia y los malos tratos, entre los que se denuncian detenciones arbitrarias y prolongadas, torturas, ejecuciones sumarias, desapariciones, violaciones y abortos forzados, efectuadas en buena parte en los campos de detención de presos políticos, conocidos como kwanliso, en los que hay actualmente entre 80.000 y 120.000 presos. Estos centros de internamiento constituyen una auténtica maquinaria de exterminio que el Consejo de Derechos Humanos compara ?con los campos del horror de los Estados totalitarios establecidos durante el siglo XX?. El propósito que persiguen los autores del informe no es la mera denuncia de los abusos, sino presionar a Pyongyang y obtener resultados. El primer destinatario del documento es el Consejo de Seguridad, donde se sienta el único aliado de Corea del Norte que es China, país que puede impedir con su derecho de veto la apertura de una causa contra el jefe del Estado coreano y las principales autoridades del régimen en la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad. Además del apoyo diplomático, el régimen norcoreano tiene grandes similitudes y afinidades con la China de los años cincuenta y sesenta bajo Mao Zedong y surge de la misma fuente de inspiración estalinista y soviética. El documento añade una acusación que concierne directamente a China como es la devolución de millares de norcoreanos fugados a territorio chino sin atender al destino fatal que les esperaba de vuelta a su país. El informe sobre Corea del Norte honra y prestigia al Consejo de Derechos Humanos, un órgano reformado hace ocho años, pero que no había conseguido hasta ahora desembarazarse de las críticas por su escasa actividad ante los regímenes dictatoriales supuestamente progresistas y sus dobles raseros en la evaluación de los derechos humanos cuando concernía a países como Israel o Estados Unidos.



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22 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Ir de tiendas

Como saben, especialmente las mujeres, no es lo mismo "ir de compras" que "ir de tiendas". Los hombres, por su parte, aceptaron con obvia facilidad la necesidad de ir de compras pero a muchos les ha parecido detestable o, claramente afeminado, "ir de tiendas". Y, sin embargo, el dilema hoy se sublima en el sentido general de la experiencia estética en el recinto urbano.

Todos las prescripciones sobre los hábitos saludables incluyen hoy la recomendación de andar diariamente alrededor de una hora. Pero no es lo mismo "andar" que "pasear". Baudelaire, que ni hacía mucho ejercicio ni se cuidaba en nada la salud, invitaba, sin embargo, a deambular por la nueva ciudad. La ciudad moderna y sus pasajes, sus escaparates o sus comercios, emergidos hace cien años cuando su atractivo sería la centésima parte de lo que ahora se ve.

Contra el mandato de "ir de compras" se halla el placer de "ir de tiendas" y frente a la medicina del caminar se halla la estética del flâneur. Ahora estoy en París y por eso hablo así, afrancesadamente. Pero, cursilerías aparte, la cuestión radica en que "caminar" o "andar" mucho borran con su destino clínico la experiencia estética de pasear la ciudad.

Es cierto que estamos en crisis y determinadas ciudades no se hallan en su máximo esplendor pero también es verdad que bajo el imperativo de hacerse deseables, las tiendas han ido ganando mucho en seducción.

El arte de tradición ya había incluido el gusto de salir un sábado de galerías. Pero ya el arte de nuestro tiempo incluye el estético recreo de ir de tiendas. Es fácil, desde luego, decir esto en París pero no retiro la afirmación para muchas capitales españolas y, desde luego, para todas esas metrópolis desde Nueva York a Sidney que han promovido la creación y la inventiva comercial.

Cualquier viajero dispone, para su gozo, no ya la arquitectura, la naturaleza o la gastronomía local. Hay un arte, fuera de las galerías o los museos, que no siendo el street art, se halla también por las avenidas y es la importante aportación de numerosos establecimientos a la degustación de la mirada. Baudelaire quedaría maravillado de esta ciudad posmoderna que ha superado en mucho a la modernidad. Una ciudad que, por resumir en las líneas que me quedan, se halla representada en un comercio como Merci en París a doscientos metros de la Bastilla.

Lo que aquellos desarrapados revolucionarios violentaron en provecho de la Humanidad, lo hace Merci, dando las gracias a los curiosos de su almacén donde se expenden cafés y rissotos, se prestan libros y se vive, en general, arriba o abajo, según los meses, un despliegue en torno al cine o, actualmente, el viaje en avión. Paneles con la información de los vuelos, cintas transportadoras de rodillos como las del control policial, mochilas, sacos de dormir, maletas y mil enseres, muebles y ropas, que componen ahora su teatro interior.

Hay más ejemplos a tiro porque la misma empresa se ha desplegado en la ropa de niños, en la peluquería y hasta en la caricatura del fotomatón. Pero es mejor que se lo crean y se recreen donde quiera que estén. La ciudad no se compone solo de graves monumentos sino de importantes y livianas oportunidades que yendo de tienda en tienda, de calle en calle, ofrecen el arte de vivir, urbanamente, (¿cómo no?) l´écume des jours.



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22 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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60. Nostalgia

Hace poco escribía Gonzalo Torné que "un rasgo distintivo de mi generación es su hipersensibilidad nostálgica: ahí están las sesiones vintage en cines, la enumeración sentimental de las marcas o el éxito de Yo fui a EGB, cuyo lema es extraordinariamente certero: ‘no somos nostálgicos, más que nada  porque no hay nostalgias como las de antes'. El fenómeno es apabullante"[1]. En efecto, y recordando títulos junto a Álvaro Colomer, con quien he comentado este tema alguna vez, han publicado novelas o libros de cuentos orgánicos sobre sus años infantiles o juveniles en los setenta y ochenta Ismael Grasa (La tercera guerra mundial), Carlos Peramo (Me refiero a los Játac), Lolita Bosch (La familia de mi padre), Javier Cercas (Las leyes de la frontera), David Castillo (El Mar de la Tranquil.litat), Javier Pérez Andújar (Los príncipes valientes), Eloy Tizón (Labia), Andrés Neuman (Una vez Argentina), Julián Rodríguez (Unas vacaciones baratas en la memoria de los demás, Cultivos), Daniel Gascón (La vida cotidiana, Entresuelo), Aloma Rodríguez (Sólo si te mueves), Pablo Gutiérrez (Rosas, restos de alas y Nada es crucial), David Torres (Niños de tiza), Juan Bonilla (Una manada de ñus), Llucía Ramis (Todo lo que una tarde murió con las bicicletas), Blanca Riestra (Pregúntale al bosque), Miguel Serrano Larraz (Autopsia) y Alejandro Zambra, entre muchos otros. / Zambra ha vertebrado un libro ágil y profundo a la vez, construido bajo la poética habitual de los libros que bucean en el recuerdo: "Martín se lanza en un monólogo sobre el pasado en que entremezcla pinceladas de verdad con algunas mentiras obligatorias" (Mis documentos, 2014). En la novela que comentábamos aquí la semana pasada, No soy Stiller (1954), exponía Max Frisch que "Uno puede contar cualquier cosa, menos su verdadera vida". Alguno de los relatos del libro de Zambra, como "El hombre más chileno del mundo" son piezas excelentes disfrazadas de normales pero que, como a la camarera italiana del relato, basta con mirarlas dos veces para descubrir su auténtica y perfecta belleza. Además, otro factor interesante en el libro es que la perspectiva sobre el pasado no es melancólica ni endulzada; muy al contrario, es crítica y los personajes masculinos -que podrían ser, en algún caso, trasunto o recreación del propio Zambra- están dibujados sin complacencia con sus contradicciones, problemas y errores. / "Quizá", anotaba hace años el poeta Eduardo García, "el rastro mítico más más patente en la literatura de nuestros días reside en la nostalgia por los orígenes no ya de la cultura, sino del individuo: la infancia, la adolescencia, el descubrimiento del amor"[2]. Y citaba a Baudelaire: "el talento poético es la infancia recuperada a voluntad". / Hasta aquí todo bien, siempre que no se caiga en el escapismo sentimentalista. La otra cara de la moneda la expone Darwix: "La nostalgia miente y no se cansa de mentir, porque se cree sus mentiras. Mentir es la profesión de la nostalgia. La nostalgia es un poeta malogrado que reescribe un mismo poema cientos de veces"[3]. / Lo seguiremos leyendo.

 

[Poema de la imagen perteneciente a Juan de Dios García, Ártico, 2014]


[1] G. Torné, "Melancolía instantánea", El Cultural de El Mundo, 14/02/2014, p. 49.

[2] Eduardo García, "Rescatar el sentido", Una poética del límite; Pre-Textos, Valencia, 2005, p 34.

[3] Mahmud Darwix, En presencia de la ausencia; Pre-Textos, Valencia, 2011, p. 134; traducción de Luz Gómez García.



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21 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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¿Existe Ucrania?

La fuerza del mapa coloreado que representa las viejas naciones se sobrepone con frecuencia sobre una realidad mucho más precaria y frágil. Esa Ucrania que parece encontrarse ahora en un momento crucial de su historia tiene solo 22 años de vida como nación política unida e independiente. Su nombre eslavo no es ni siquiera el de un país, sino literalmente el de la frontera, que es lo que significa su denominación. Todo lo demás son proyecciones del presente sobre el pasado y fantasías habituales en la narrativa nacionalista. Según el investigador de la Fundación Juan March, Leonid Peishakin, ?si hay algo que define la experiencia ucrania es la división, entre la unión polaco-lituana y Rusia desde 1569 hasta 1795, los Imperios austriaco y ruso entre 1795 y 1917, y el catolicismo griego y la ortodoxia rusa desde 1596 hasta hoy?. Las raíces de la actual división de Ucrania en dos segmentos al borde de la guerra civil están inscritas así en su historia y su personalidad. Según un diplomático británico que viajó allí en 1918, cuyo testimonio recoge el historiador Orlando Figes, ?si preguntamos a un campesino medio de Ucrania cuál es su nacionalidad nos dirá que es griego ortodoxo; si le preguntamos si es granruso, polaco o ucranio, nos diría probablemente que es un campesino; y si insistiéramos respecto a qué lengua habla, nos diría que la lengua local?. La división actual responde en un primer plano a la doble opción que se les ha venido ofreciendo a los ucranios entre la integración en la Unión Europea, tal como corresponde a su pasado austro-húngaro, y el regreso a Rusia, ahora en forma de una unión aduanera, que recrea tanto el expansionismo del viejo imperio zarista como el de la desaparecida Unión Soviética. En un segundo plano afecta también a dos modelos políticos, sea la democracia soberana, corrupta y autoritaria que Yanukóvich intenta mantener a flote mediante sus poderes presidenciales, sea el régimen parlamentario de tipo occidental demandado por los manifestantes. Pero incide en la propia identidad y existencia del país, es decir, en la improbable capacidad de los ucranios para mantenerse unidos a partir, y no a pesar, de estas diferencias que han venido separándoles hasta ahora y que en este momento les sitúan al borde de la guerra civil. Hay muchas responsabilidades en el deslizamiento violento del conflicto que empezó en noviembre tras la negativa del presidente Yanukóvich a firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea y su decantación en favor de Putin. La primera, del propio presidente ucranio, inepto y mendaz hasta molestar a su propio patrono del Kremlin. También las tiene el presidente ruso con sus ambiciones imperiales frente a Washington y Bruselas. Son evidentes las de la vacilante Unión Europea. Y no puede faltar la oposición, incapaz de controlar un movimiento que ha ido cayendo en el descontrol de la violencia o bajo el control de la extrema derecha. Ucrania vive una mezcla de conflicto civil y de guerra geoeconómica que está derivando hacia la contienda armada. Están en juego las fronteras de Europa, e indirectamente la capacidad de la UE para existir en el mundo. Pero lo más sustancial concierne a los ucranios y es su capacidad para construir Ucrania juntos, país que solo podrá sobrevivir si consigue convertirse en un Estado democrático que respete e incluya todas las diferencias e identidades.



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20 de febrero de 2014
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Asuntos metafísicos 37: “¿quién se ocupa de los principios firmes?”

En el libro IV de la Metafísica, tras la aseveración (aquí ya comentada) según la cual a la filosofía concierne el estudio del ser en tanto que meramente  es  y precisar  que el ser se dice de manera múltiple, aunque la significación primordial es la sustancia o entidad (ousia), soporte de todas las demás atribuciones posibles (cualitativas, cuantitativas, relacionales etcétera), Aristóteles inicia una singular interrogación que cabe sintetizar de esta manera: sabido es que los matemáticos utilizan en sus deducciones unos principios  que califican de axiomas, pero ¿quién se ocupa de inspeccionar tales axiomas? El párrafo,  en versión estilísticamente algo libre (pero que creo fiel al contenido), dice lo siguiente:

"Nos toca ahora examinar si la disciplina (episteme) que se ocupa de  aquello que los matemáticos llaman axiomas es la misma que la que se ocupa de la sustancia. Pues bien, es evidente que se  trata en ambas de una inspección   única, la cual es llevada a cabo  por el filósofo. En efecto, los axiomas rigen  en todos los seres( apasi gar hyparchei tois ousin)  y no sólo en tales o tales  géneros del ser  con exclusión de los demás. Todos [los que se ocupan de algo]  se sirven de los axiomas, porque estos  se aplican al ser por el mero hecho de ser,  y cada género [del que quepa ocuparse] es. Pero no  los utilizan más que  en la medida en que lo exige  el género  particular que es objeto de sus demostraciones.  Y así, dada la evidencia de que los axiomas lo son del ser por el mero hecho de ser (porque son lo común de todo modo de ser), al conocedor  del ser en cuanto que meramente es corresponde la teoría relativa a los axiomas.

Es por ello que ninguno de los que se ocupan de disciplinas particulares intenta demostrar  si los axiomas son verdaderos o falsos. Ciertamente  ni el geómetra ni el aritmético lo hacen, aunque ciertamente sí lo han hecho algunos físicos, estimando que esto les corresponde, pues los físicos son los únicos que han considerado que  su inspección de la entera naturaleza lo era simplemente  del ser. Pero la physis es tan sólo un modo del ser, y algo prima sobre lo físico, y aquel que se ocupa de lo universal y de la substancia primera ha de ocuparse asimismo de ese algo. Pues siendo la física una especie de filosofía, no es sin embargo la filosofía primera". (1005a 19- 1005 b 2).

Varios asuntos relevantes en este texto:

Los llamados axiomas de las matemáticas no son asunto que concierne a los matemáticos. De hecho, siendo tales axiomas  universales del conocimiento, me atrevería a decir que universales del espíritu, no se ocupa de ellos nadie concentrado en un particular dominio. Si los físicos, o algunos de ellos,   han pretendido lo contrario,  es en razón de que estimaban (erróneamente para el Estagirita) que la physis recubre la totalidad del ser.

No se trata aquí de introducirse en el problema textual de saber a qué se está refiriendo Aristóteles cuando nos dice que algo prima sobre lo físico (tou physikou tis anotero). Para los intereses de esta reflexión basta referirse a un ámbito que juega un papel determinante en la vida del ser humano  y que, sin embargo, de manera alguna es para Aristóteles  físico, a saber, el ámbito de las entidades matemáticas, las entidades de las que se ocupan precisamente  los que ilegítimamente se han atribuído como cosa propia  los axiomas.

El argumento de Aristóteles parece centrado en la polaridad particular/ universal, de tal manera que  lo que impediríae al físico tratar de los axiomas sería el hecho de que la physis no agota el ser (y así, en la hipótesis contraria,  el volcarse de los físicos sobre los axiomas sería legítimo).  Hay sin embargo un argumento de mayor peso para cuestionar la reivindicación de los físicos, argumento que el propio Aristóteles utilizará inmediatamente:

 Sin duda, los físicos hacen conjeturas sobre el soporte de los fenómenos las cuales se revelan más o menos fértiles; los físicos   explican,  o al menos tienden a explicar. Vocación no desmentida por ninguna de las  disciplinas que a lo largo de la historia han merecido el nombre de física, desde la de los fisiócratas evocados por Aristóteles, a la teoría de la relatividad.  Y si no incluyo la mecánica cuántica no es tanto porque tal voluntad explicativa  no se de en los físicos no se de en los físicos cuánticos, sino porque a veces parecen verse forzados a renunciar a la misma o a forjar otro concepto de inteligibilidad.

En todo caso, cuando los tales físicos se empeñan en asentar la verdad de los axiomas revelan simplemente ser "ignorantes de  los principios  de la demostración", principios  puestos sobre la mesa  por el propio Aristóteles en sus  Analíticos.  Y entonces esta sentencia sin concesiones: "Pues el saber de los axiomas es previo, y no hay que esperar encontrarlos en el curso de la demostración" (1005b 2-5).

De ahí que, unas líneas después,  Aristóteles se refiera al axioma arquitectónico, el  de no contradicción, como  "principio más firme"  y como aquel respecto al cual es imposible engañarse o tomarlo como mero postulado: "pues un principio cuya posesión es necesaria para cualquier conocimiento no puede constituir una mera hipótesis" 15-16). Por ello, si alguien asevera que tal principio no rige en el ser y en el pensamiento, diremos simplemente que  no hay concordancia entre su decir y el hecho mismo de que esté diciendo algo, pues aquel que efectivamente  viviera sin experimentar la primacía del principio dejaría de pensar y hablar, y su estatuto ni siquiera sería homologable al de un animal, por lo cual razonar ante él sería como dirigir la palabra a una planta (omoios gar phyto ho toioutos...1006 a 14-15).

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20 de febrero de 2014
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