Skip to main content
Category

Blogs de autor

Blogs de autor

El yo móvil

Por qué las mujeres ladeamos la cabeza en un escorzo cuando nos hacemos una selfie? Antes de intentar responder esta pregunta, vayan por delante algunas consideraciones: el autorretrato ha sido siempre un género practicado con ánimo lúdico por artistas, a fin de expresar la percepción de su yo, de la misma manera que hoy resulta un entretenimiento propio de jóvenes que llevan a cuestas su conflicto entre individualidad, gregarismo e hipercomunicación. Pero el fenómeno de las selfies trasciende la edad: los usuarios de smartphones quieren mirarse -admirarse- más que nunca, por ello se prestan a inmortalizar momentos eufóricos, conmemorativos o etílicos (que a menudo coinciden). El móvil ha logrado que hoy quepan en la palma de la mano una cámara de fotos, un mapa, una agenda, una discoteca, un surtido de videojuegos, un servicio de meteorología o un buzón de mensajes. En algunos países se ha convertido, de hecho, en una herramienta de supervivencia, aunque en Occidente nos aísle tanto como nos conecta, y produzca adicción. Algunos adolescentes, cuando tienen que estudiar de verdad, dejan el móvil en otra habitación, incapaces de fiarse de sí mismos. Y no hay más que ver los piques entre adultos si no les funciona la cámara cuando han terminado de asar la carne en la barbacoa. Con frecuencia, en lugar de estar contemplando un paisaje o un espectáculo, se fotografía indiscriminadamente, sustituyendo la vivencia por la foto. Basta apretar el botón, y uno se queda tranquilo; tal es nuestra ansia de posesión de la imagen, en lugar de la experiencia. Todos los perfiles de Narciso emergen en las imágenes de yo a yo en las que nos gusta escrutarnos. Esa obsesión por congelar cualquier instante antes de vivirlo, como si lo que más importara fuera exhibirlo, evidencia la imperiosa necesidad de contar con notarios de nuestra existencia a fin de que nuestros actos y elecciones tengan sentido. Pero no nos engañemos: en ese gesto se agazapa un desmesurado ombliguismo. La telefonía móvil da titulares día sí día no, y en el Mobile World Congress de Barcelona la estrecha relación entre movilidad y economía queda bien patente. Deberían analizar también cómo los smartphones han modificado la cartografía de nuestra realidad, e incluso la realidad misma. Poco nos falta para enamorarnos de nuestros sistemas operativos, al estilo Her: hemos idealizado la tecnología porque nos sorprende y nos mima con inaudita docilidad. Igual que un amante complaciente. Las mujeres, pues, más susceptibles a la belleza, inclinan la cabeza un 150% más que los hombres en una selfie, rendidas a la seducción de su propio yo.

(La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
26 de febrero de 2014
Blogs de autor

La conspiración de leer

Al tratar de iniciar a alguien en la lectura, lo peor es anteponer entre el lector y el libro algún aburrido propósito pedagógico. Un libro sólo es capaz de enseñar si primero gusta. Sino hace reír, sino conmueve, toda enseñanza, toda filosofía, se volverán inútiles, pues nadie llega a la última página de un libro fastidioso; y cuando se abandona la lectura al apenas empezar, es como si ese libro nunca hubiera sido escrito para quien llegó a tenerlo entre sus manos. 

Al hablar de la enseñanza de la literatura, Jorge Luis Borges cita una frase del doctor Johnson, el sabio británico de las letras que vivió en el siglo dieciocho: "la idea de la lectura obligatoria es una idea absurda: tanto valdría de hablar de felicidad obligatoria".

No hay felicidad obligatoria, pero la lectura depara felicidad; cuando un libro nos atrapa, y llegamos a un punto en que nos sobrecogen el asombro y la admiración, estos sentimientos se transforman en dicha. No podemos sacar gozo del castigo, y un libro impuesto viene a ser un castigo. "Si el relato no los lleva al deseo de saber qué ocurrió después, déjenlo de lado", agrega el doctor Johnson.

La Odisea, El Quijote, La Biblia, o La Divina Comedia. Son obras clásicas, y a muchos esa palabra los pone en alerta. A los clásicos, por definición se les considera soporíferos. Al contrario. Un clásico es una promesa de dicha que siempre estará allí.

Las novelas no son sobre períodos de la historia, espacios geográficos, teorías filosóficas, ni asuntos religiosos. Tratan sobre seres como nosotros, sus ambiciones, su idealismo, su perversidad, sus heroísmos y debilidades, la maldad y la nobleza, la generosidad y los celos, y nos muestran cómo estos atributos, siempre en tensión y contradicción, se dan dentro de los mismos individuos.

El padre avaro y despiadado que se disputa a la misma mujer con su propio hijo, llega hasta nosotros en toda su plenitud en las páginas de Los hermanos Karamazov porque somos capaces de reconocerlo tal como lo retrata Dostoievski;  existió,  sigue existiendo, así como los muertos de Rulfo que hablan debajo de las tumbas en Pedro Páramo nos son familiares porque lo que cuentan son ambiciones mal cumplidas y pasiones de amor que carcomen hasta en la muerte.

No hay que creer a quienes nos dicen que sólo debemos aceptar lecturas edificantes, porque así nunca seríamos lectores adictos. Cuántos buenos lectores se han perdido por causa de las imposiciones escolares, que mandan leer libros indigeribles, o que por falta de método son presentados como tales. Y cuántos buenos lectores, y a lo mejor escritores, se han ganado gracias a los libros prohibidos por la escuela, por el hogar, por la religión, porque lo que la imposición no consigue, lo consigue la curiosidad por lo prohibido. Y los censores son, sin excepción, personas amargadas y hostiles al espíritu de libertad que campea en los libros.

Y quien no aprende nunca a leer, quien no se vuelve desde temprano un vicioso de los libros, no sabe de lo que se pierde. Se expondrá a llevar una vida mutilada y a lo mejor, amarga, igual que la de los censores, lejos de los espejismos y los fragores de la imaginación.

¿Cómo crearse ese vicio?  Empezando por un cuento de los hermanos Grimm, luego yendo a uno de Chejov, o de Rulfo, antes de llegar por fin a una novela de Faulkner, o al Ulises de Joyce, ya no se diga. O yendo primero a los capítulos y pasajes más divertidos de El Quijote, a alguno de los cuentos de Las Mil y una noches.

Para que un niño o un adolescente adquieran el vicio de la lectura, antes deben adquirirlo los padres y los maestros, con espíritu cómplice, lejos de la severidad de quien encarga una tarea. Ser parte de la conspiración de leer, comportarse como cabecillas de una hermandad de iniciados. Abrirles una puerta al paraíso, donde espera la manzana dorada entre las frondas del árbol del bien y el mal.

Leer más
profile avatar
26 de febrero de 2014
Blogs de autor

Asuntos metafísicos 38: un programa de trabajo para la metafísica.

Aristóteles nos presenta los axiomas de la matemática como los principios rectores  del ser y, por consiguiente, tanto principios de esa modalidad del ser que constituyen las entidades matemáticas como de la modalidad del ser que constituye la physis. De hecho,  en general, serían asimismo principios rectores del pensamiento y el lenguaje y en definitiva principios absolutos o auténticamente firmes.

Pero sin ir a tal grado de firmeza, aunque jerárquicamente estén subordinados a los anteriores,  radicalmente importantes son también los principios rectores de la physis y de la determinación cognoscitiva de la misma, esos principios sin los cuales para Einstein "el pensar de la física, en el sentido ordinario del término sería imposible".

Pero tales principios rectores parecen en nuestro tiempo  ya no ser tan firmes, y esta suerte de calamidad cognoscitiva, este derrumbe de los fundamentos de la inteligibilidad, es curiosamente extraordinario alimento para la metafísica, que ha encontrado en ello la ocasión, no ya de retornar a la problemática abordada por Aristóteles, sino quizás de sumergirse en  ella de modo más abisal. Pues simplemente, Aristóteles, que no dudaba ciertamente de los axiomas de la matemática, tampoco tenía ninguna razón para dudar de los principios reguladores que Einstein reivindica con radicalidad tanto mayor cuanto que los ve amenazados. Es más,  Aristóteles los da hasta tal punto por universales de la physis que, o bien no se ocupa de los mismos, o cuando lo hace (así en la Física sustentando en  la contigüidad su concepto de espacio,) es de manera exclusivamente descriptiva,  dando por supuesto que nada en los tales es cuestionable y que  sólo alguien privado de  juicio  pudiera exigir darles fundamento. La metafísica tiene pues ante sí un  amplio programa, del cual es preliminar la precisa delimitación de varios puntos:

1. Compendio de los principios que la física a lo largo de su historia ha erigido en axiomas (en ese sentido de evidencia que el término axioma tiene en la lengua griega) y consideración del vínculo que mantienen entre sí, pues un alto grado de imbricación supondría  que  el eventual   repudio de uno de ellos arrastrara  a otros, eventualmente a la totalidad.

2. Delimitación del grado de incompatibilidad entre los postulados cuánticos y los principios rectores, retomando desde este punto de vista la cuestión del entrelazamiento entre estos últimos. Asunto tanto más importante cuanto que alguna de las interpretaciones más relevantes ha pretendido salvaguardar sólo una parte del conjunto, por ejemplo el principio  de realismo sacrificando el de localidad.

3. Análisis del problema desde el punto de vita  de la teoría de la relatividad, y ello en dos vertientes: a) mostrando  el aspecto comparativamente  "conservador" de la relatividad restringida, dado que el desmoronamiento de postulados tan importantes como los newtonianos relativos al tiempo y al espacio, no cuestiona sin embargo estos principios. b) Preguntarse sí, y en qué grado, el cuestionamiento de los principios rectores  por la física cuántica pone en tela de juicio postulados propios  de la teoría de la relatividad restringida (así el carácter límite de la velocidad de la luz) o general.   

4. Elucidar si la tabla de  principios cuestionados es total o parcialmente reemplazable, de tal manera que su pretensión de absolutez supondría en cierto modo  una usurpación, o  si por el contrario  no hay tabla de reemplazo, quizás entre otras razones porque la noción misma de fundamento sólo tendría  sentido en base a la postulación de dicha tabla.

5. Abordaje de la cuestión  propiamente metafísica  de lo que supondría un pensamiento sin anclaje en lo que parecía soporte de la physis, y sobre todo de lo que supondría la plena "interiorización"  de tal visión del mundo.

Leer más
profile avatar
25 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

La luz de Hernán Ronsino

        El narrador de Lumbre (Eterna Cadencia, 2013), la magnífica tercera novela de Hernán Ronsino, deja la capital por unos días y vuelve a su pueblo, Chivilcoy, en la pampa argentina. Ha muerto un amigo, Pajarito Lernú, y le ha dejado una vaca. Se trata de un inicio pintoresco, tragicómico. ¿Qué hará Federico Souza con la vaca? Pregunta inquietante, aunque sabemos desde el principio -desde los epígrafes, desde el tono mismo de la escritura--, que en responderla no radica el principal interés de Ronsino. El narrador va en busca de la vaca, y de pronto, le asalta un mundo que creyó haber dejado atrás: "Cada pedazo de pared de esta ciudad lleva, como una piel, las huellas de mi historia".

            Lumbre narra la forma en que se construyen las historias individuales y la gran historia colectiva. Es una novela ambiciosa, que deja atrás el pequeño universo de Glaxo, la novela anterior de Ronsino (menor, a pesar del juego con las múltiples perspectivas y la adscripción a ese gran libro de Walsh que es Operación Masacre), para adquirir, en su misma forma digresiva, ramificada, el fondo mismo del relato. Souza encuentra rostros de su pasado, y le cuesta reconocerlos: "el follaje avanza, espeso, cuando hay descuido y, entonces, impide que coincidan, como en este caso, el nombre de Sebastián Prado y su cara -esa cara- diluida en la niebla del pasado. El follaje teje velos. Y se devora, sin tregua, la senda hecha a fuerza de insistencia". Somos esos recuerdos difuminados, esas falsos reconocimientos, esas invenciones de fábula a partir de la trama precaria de la memoria. No solo el recuerdo es mentiroso; también la escritura de ese recuerdo deforma.

            En su mirada sobre la ciudad, Ronsino recuerda a Juan Cárdenas, que está narrando como pocos acerca de la descomposición de nuestras ciudades y el fracaso del proyecto modernizador. Como en Los estratos, la maravillosa novela de Cárdenas, el narrador de Lumbre ve, al caminar por un barrio, cómo éste "se va cubriendo de capas que se montan unas sobre otras, componiendo suelos, planos sedimentados que ocultan el tiempo, las horas viejas". Estaciones de tren, "edificios amputados", casas "avejentadas", "el chasis quemado de un micro": todo es erosión, decadencia. Y así, mientras camina por Chivilcoy, Federico Souza va imbricando su historia personal a la de la ciudad-pueblo. La novela se abre a los ruidos de la política --en las batallas decimonónicas entre unitarios y federales que todavía marcan el lugar, en la presencia inevitable de Sarmiento-- y a los de la cultura -en el paso de Cortázar por el pueblo, en la muerte de un poeta modernista. Todo se mezcla, y ya no se sabe a qué Borges recuerda un letrero con el que se topa Souza (¿al coronel? ¿al escritor?). De manera paradigmática, cuando Pajarito trabajaba en el museo -cuenta el padre del narrador-, había cambiado el orden de las tarjetas de unos carruajes: la historia es un equívoco. La novela es el relato de cómo se construye ese equívoco.

La paradoja de Ronsino consiste en su capacidad para hablar de manera tan luminosa de las oscuridades de toda historia. No es casual el título, ni tampoco el despliegue abundante de imágenes y metáforas en torno a la luz, el vuelo poético del lenguaje. Federico recuerda que Pajarito quería escribir una teoría sobre la luz y las cosas: "Quería desmenuzar los cambios de luz. La manera en que la luz iba definiendo un lugar, las cosas... La forma misteriosa que iba tomando el cementerio a medida que oscurecía". En Lumbre, Federico articula esa teoría buscada por Pajarito: toda historia es un juego de luces y sombras; aunque puede que estén equivocados, tanto el recuerdo como la escritura son "partos luminosos".    

           

(La Tercera, 23 de febrero 2014)           

 

 



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
24 de febrero de 2014
Blogs de autor

Recuerdos crueles: Juan Ayala da voz a los ‘colimbas’ de La Plata en Malvinas

Pasaron casi 32 años de la Guerra de las Malvinas, y siguen asombrándome los muy buenos relatos, memorias, investigaciones periodísticas que no dejan de brotar sobre el conflicto. 

Ahora, una vida más tarde, los sobrevivientes nos enfrentamos con lo que nos pasó, pero también reflexionamos sobre lo que ocurrió, tanto en el llamado Teatro de Operaciones como en “el continente” argentino y en Gran Bretaña.  

Quiero hablarles de varias obras recientes que me emocionaron, que me hicieron pensar, que me reafirmaron en que pese a todo el mal producido por la cruel arrogancia de un gobierno dictatorial, el de Galtieri y de un gobierno elegido, el de Thatcher, nos ha quedado algo bueno: la necesidad interna de contar, de compartir, de luchar para que, al menos, entre tanta muerte y sufrimiento, hayamos aprendido algo.

*          *          *

Hoy hablaré de un hermoso y duro libro: Malvinas, la primera línea, de Juan Ayala.  

Hace 12 años, los periodistas Juan Ayala y Daniel Riera publicaron en la edición argentina de la revista Rolling Stone la más impactante y sabia de las crónicas sobre la tragedia de la posguerra. Nuestro Vietnam sigue a un puñado de ex combatientes que 20 años después de la guerra están rotos, desesperados, en el límite. Varios de estos muchachos se suicidan; otros quedan lisiados del cuerpo y del alma para siempre. El drama de los suicidios de veteranos de Malvinas no se contó jamás con tanta empatía y tanto valor literario.

Yo había seguido la carrera de cronista de Riera, que era un niño en el 82. En su fructífera carrera, contó la historia de su propia transformación en ventrílocuo, se sumergió en el Buenos Aires Bizarro y publicó perfiles y reportajes en las principales revistas del continente.

*          *          *

Pero no había seguido la carrera de Juan Ayala, el otro autor de ese texto memorable. El año pasado, Ayala vino a verme a la Fundación Tomás Eloy Martínez en Buenos Aires, donde yo estaba dando un seminario, y me regaló trajo su último libro, Malvinas, la primera línea, publicado por una pequeña editorial de nombre adecuado: Libros del náufrago. Recién esta semana pude entrarle, y me deslumbró.

Ayala sí es de la “generación Malvinas”, aunque no fue a las islas. Pero a diferencia de Riera, a él la guerra no lo dejó escapar, y tras Nuestro Vietnam, se sumergió en la experiencia de los conscriptos del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 de La Plata.

El RIM7 fue enviado a primera línea son armamento adecuado, sin ropa para el frío, sin comida, casi sin instrucción. En la noche fatídica del combate final, se enfrentaron a un ejército profesional provisto de visión nocturna. Era como pelear con los ojos vendados. Murieron 36. Todos menos tres eran colimbas.

*          *          *

La historia de los chicos de "primera línea" es un gran ejemplo de memoria histórica, de historia oral. Hablan en primera persona los soldados. Sus voces se entretejen para contar el drama, desde el momento de ser enviados a las islas hasta que vuelven al continente, exhaustos y famélicos, y son internados en el regimiento para alimentarlos a la fuerza, para que sus familiares y el país no vieran cómo volvían.

Sus voces son claras y están muy bien hilvanadas. Me gusta sobre todo la construcción del jefe inmediato de los soldados, el subteniente Baldini. Un “loco de la guerra” cruel e injusto, Baldini muere en combate, mientras el capitán abandona a sus hombres y corre montaña abajo. Baldini podría ser un gran personaje de esas películas bélicas de Stanley Kubrick u Oliver Stone. 

Pero alternados con estos capítulos, se cuenta el andamiaje bélico, político, diplomático que llevó a la catástrofe. Ayala se muestra como un investigador profundo, con gran habilidad para resumir en pocas páginas un enorme cúmulo de datos y análisis.

Y el autor combina hábilmente los relatos de guerra y la historia del conflicto con un tercer elemento: hacia el final, cuenta dolorosas entrevistas con el gobernador militar de las islas, Mario Benjamín Menéndez y con el oficial el hijo del presidente de la comisión que juzgó y condenó a los responsables de la guerra, General Benjamín Rattembach. Es un gran acierto trasladarle a uno de los principales responsables y al hijo de su juzgador las preguntas que quedan doliendo desde la historia de los chicos.

*          *          *

Malvinas, la primera línea es un homenaje a nosotros, los ex combatientes, pero también un libro que deberían leer todos los argentinos, y no solo nosotros, porque habla del valor de la honestidad, del coraje, del recuerdo como cura, de los costos humanos de la guerra, de la justicia, de la naturaleza humana. 

Leer más
profile avatar
24 de febrero de 2014
Blogs de autor

Reloj no marques?

Debo confesar que la relación de los individuos con las horas me fascina. Cómo el tiempo se escurre o se alarga igual que un chicle insípido. Siempre que puedo, procuro indagar acerca de los hábitos de la gente que me interesa: a qué hora se escriben, cuándo hacen ejercicio y, en el caso de las mujeres que concilian trabajo y familia, cómo ejecutan malabarismos horarios al coincidir los actos de las ocho de la tarde con la cena de los niños. Cuando se tienen hijos, una se cuestiona la frontera entre la tarde y la noche, que representa la ebullición pública. Las presentaciones de libros, estrenos, mesas redondas se programan cuando la curva del día desciende y en las casas con pequeños se agita un frenesí de toallas mojadas, peines dolorosos, purés de verduras y terrores nocturnos. Todo eso sucede, comprimido en unos 120 minutos, mientras afuera el mundo se saluda perfumado, “hace contactos” y multiplica el tiempo que no tiene. Expresiones como gestión del tiempo, horas productivas o higiene del sueño proliferan a día de hoy, cuando hay coaches para todo, incluso para organizarse un horario como quien escribe una partitura. Y la partitura española lleva mal el compás con el reloj internacional. Nos acostamos más tarde que cualquier vecino nuestro europeo, dormimos una hora menos, desayunamos cuando otros comen y nuestro prime time empieza una vez que belgas o alemanes ya se han tomado el diazepam. La semana pasada The New York Times publicaba el tema en portada, y nos reñía por cenar tan tarde y dormir la siesta, aunque esa dulce costumbre que tantos sabios han aplaudido apenas nos la permitamos los fines de semana. Las fotos que acompañaban el reportaje no muestran a un español perezoso en un sofá de Ikea o una terraza con encanto, sino que retratan una imagen zafia, a años luz de esa otra terca marca España. Y apelan a nuestra pobre cultura en economizar el tiempo. La que tantas veces han expuesto Ignasi Buqueras y su Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles con los demás países de la UE, relacionando nuestra extensa jornada laboral con nuestra baja productividad. Pero, en cambio, no señalan dos obstáculos de peso: por un lado, la antigua creencia de que echar horas en el trabajo significa hacer méritos y dar ejemplo. Sin duda un asunto espinoso para modificar en tiempos de precariedad y paro, pero que nos aísla de la agenda internacional. El segundo obstáculo es aún más inasequible: las cosas no suceden linealmente, una detrás de otra, sino que a menudo se simultanean, y un instante cabe dentro de otro instante. Cuando la luz del día se alarga, también parece que la vida se alargue. De ahí el apurar hasta el último sorbo de claridad. No, no es que nos pirremos por la chanza, seamos juerguistas, siesteros y desorganizados. El del español, catalán, vasco y gallego es un sueño de omnipotencia. Lo que queremos es vivir más que nadie. (La Vanguardia)

Leer más
profile avatar
24 de febrero de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

Blogs de autor

Estado de emergencia

Decir que la nación se halla dividida o ferozmente enfrentada es, además de una obviedad, una salida fácil. En efecto, de un lado están los chavistas fanáticos -difícil imaginar maduristas-, que se solazan en mil variaciones de la teoría de la conspiración: los otros son por fuerza fascistas, enemigos del pueblo, topos de la CIA, traidores que deben ser condenados de manera expedita. Y del otro lado se encuentran, por supuesto, los antichavistas fanáticos: quienes antes aborrecían al líder no por su deriva autoritaria, sino porque detestaban a cualquier gobierno que renegase de su ortodoxia financiera o porque no toleraban su popularidad, y ahora ven en Maduro a un títere manipulado desde ultratumba.

            Pero, insisto, decir que hay dos bandos enemigos, con radicales en uno y otro, resulta anodino. Olvidémonos pues de los izquierdistas irredentos que defenderán a Maduro haga lo que haga; y olvidémonos, a la par, de los ultras de derechas -y muchos de sus aliados liberales- que no le reconocerán un solo mérito a Chávez por una alergia visceral hacia su figura. Y concentrémonos en lo que de verdad está pasando en Venezuela: un país sometido a un estado de emergencia que no ha hecho sino acentuarse con cada nueva medida tomada por Maduro, un hombre sin la astucia política de su mentor.

            Si, como ha señalado Giorgio Agamben a partir de las ideas de Carl Schmitt, el estado de emergencia en el que un individuo o un grupo se desembaraza de la legalidad para hacerse con poderes extraordinarios que les permitan enfrentar una "grave crisis" se ha vuelto el sello de nuestra época, Venezuela -y sus aliados- lo han conducido al extremo. Imbuido con la idea de que el antiguo régimen no hizo otra cosa sino explotar a las mayorías, el chavismo ganó su legitimidad en las calles, y luego en las urnas, a fuerza de desacreditar a las viejas instituciones democráticas, mostrándolas como los instrumentos usados por la oligarquía para preservar sus privilegios. Aunque parte de éste análisis fuese certero, a partir de entonces Chávez no cesó en su empeño de desvalijar a la democracia desde el consenso, asumiendo que las votaciones que ganó, al menos hasta su penúltimo intento, le permitirían arrogarse la tarea de combatir, como los antiguos dictadores romanos, todas las amenazas que se cerniesen sobre la república bolivariana.

            El fallido -y torpe- golpe de 2002 no hizo sino confirmar su paranoia: en efecto, la ultraderecha conspiró en su contra y lo apartó de la presidencia por la fuerza. Una vez que Chávez recuperó el poder, ya no había marcha atrás: el estado de emergencia se volvería permanente y sólo él, provisto ahora con esa legitimidad secundaria generada por su regreso, podría salvar al país de sus enemigos. Más allá de la retórica bolivariana, de eso se trataba: de erigirse en el único prócer de la nación. Hasta que lo consiguió.

            En esta lógica, Chávez aún logró convertirse en un émulo del Cid cuando, postrado y moribundo, consiguió que el líder opositor Enrique Capriles reconociese su postrera victoria. El poder puede heredarse; el carisma, no. Y Maduro no es -y nunca será- Chávez. De allí que, para enfrentar una crisis cada vez más alarmante, su apuesta fuese por exacerbar el estado de emergencia al conseguir que el congreso lo habilitase con nuevos poderes especiales. Todo lo ocurrido desde entonces no es sino consecuencia de este acto de soberbia, pues si, como en Roma, el dictador no contiene la amenaza -en este caso la doble hidra de la inseguridad y el desabasto- su legitimidad no tardará en desvanecerse, como ha ocurrido.

            Aprovechando el descontento popular, la parte de la oposición encabezada por María Corina Machado y Leopoldo López apostó, contra la opinión del gradualista Capriles, en impulsar manifestaciones que aceleraran la caída del régimen. Amenazado por todos los flancos -la crisis batiente; las protestas callejeras; los grupos armados sin control; y en especial el amago de los militares-, Maduro decidió dar un golpe de fuerza. Desde entonces ha silenciado a todos los medios críticos y perseguido a los líderes opositores, responsabilizándolos de la violencia. Y ha querido presentarse, de nueva cuenta, como salvador. No se trata aquí de ser de izquierda o de derecha, bilioso chavista o furibundo antichavista, sino de condenar sin titubeos a un régimen que, de por sí dueño de poderes que exceden cualquier espíritu democrático, se ha decantado enfáticamente por la represión.

 

Twitter: @jvolpi



[ADELANTO EN PDF]
Leer más
profile avatar
23 de febrero de 2014
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.