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Ópera en Madrid y Barcelona: exquisitos regalos de despedida de Mortier y Matabosch

Gerard Mortier cayó derrotado por el cáncer en marzo, pero dejó al Teatro Real de Madrid una exquisita temporada. Un ejemplo, este abril, fue un Lohengrin esencial hasta los huesos, presentado como una aguerrida fábula política. El lugar de Mortier en Madrid lo ocupa ya el talentoso director artístico del Liceu, Joan Matabosch. Como regaldo de despedida, Matabosch dejó a su teatro barcelonés de siempre una hermosa leyenda rusa, La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh. Gran música, servida con pasión y delicadeza; gran cultura en tiempos de miseria cultural y material.  

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El Teatro Real dedicó las funciones de la arrebatadora opera romántica Lohengrin, de Richard Wagner, a su director artístico recientemente fallecido, y el espíritu de Gerard Mortier se corporizó apenas se alzó el telón. Fue el soñador belga el que pensó en juntar la poderosa visión teatral del director alemán Lukas Hemleb con la mirada inquietante del artista plástico Alexander Polzin: juntos crearon un espacio cerrado, mezcla de cueva sagrada prehistórica y escondite subterráneo apto para las confabulaciones de una sociedad secreta y perseguida de hoy. En ese espacio, como esculpido a mano en arcilla y con aperturas violentas donde en momentos clave entra la luz, se desarrolla toda la acción.

El aspecto de leyenda mítica se enfatizó con la entrada y salida del caballero de la reluciente armadura en su cisne metafórico: todo se resolvió con impactantes efectos de luz. En este ambiente inquietante, los movimientos de los cantantes, precisamente coreografiados por Hemleb, mostraban una masa peligrosa y voluble, sometida a la capacidad de la música para mover a la acción. (Aunque algunos disfrutemos sin medida de las óperas de Wagner, no debemos olvidar su uso por los nazis. Hay un famoso cuadro que eterniza a Hitler disfrazado de Lohengrin.)

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En el momento del anuncio de la entrada del caballero, Hemleb hace surgir un rectángulo de luz de entre las piedras, y la horda lo adora como hacían los monos con el monolito al comienzo de la genial película de Stanley Kubrick 2001: Una odisea del espacio.

La precisión y vigor de la orquesta del Real es otro legado de Mortier. Durante sus cuatro años, no nombró director titular, sino que hizo rotar a sus favoritos, y entre ellos destaca la batuta de este complejo mosaico orquestal y vocal, Hartmut Haenchen. La orquesta se disolvía en los pianissimos, refulgía y machacaba en los fortes, bailaba con las intoxicantes melodías de esta gran ópera.

Entre los cantantes, me maravilló la Elsa de Catherine Naglestad. Sonaba, con voz firme y brillante, como una fanática demente, enamorada de su propio sueño. Cuando llegó Lohengrin a salvarla de la falsa acusación del malvado Telramund y su esposa la bruja Ortrud, se lanzó a sus pies en éxtasis. Así, al ser abandonada por el héroe por no poder reprimirse de hacer las preguntas que él le había prohibido (quién eres, cuál es tu linaje, de dónde vienes), su angustia es devastadora.

El tenor Christopher Ventris (Lohengrin), el barítono Tomas Johannes Mayer y el bajo Franz Hawlata (el rey Heinrich) la acompañaron con excelentes dotes actorales y voces de entre lo mejor del canto actual. Pero la rival de Elsa, la que le introduce la duda terrible que termina derrotando a Lohengrin, es Otrud. Y esta era la gran cantante  wagneriana de su generación, la norteamericana Deborah Polaski.

A una edad avanzada para estos trotes, Polaski ya no puede llenar el teatro con el vozarrón de antes, gritándole a Lohengrin que es un farsante y exigiendo al rey que lo desenmascare. Pero en la escena en que le susurra a Elsa que su amor debe tener un secreto terrible que esconder para prohibirle hacerle preguntas… es escalofriante. El juego de la falsa amiga, el comienzo de la tragedia, pone los pelos de punta, y me hizo pensar en lo que sentiría Mortier (que se solía sentar uno o dos asientos delante del mío, en la platea) al ver a sus talentosas marionetas cobrar vida y emocionarnos una vez más.

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Por los mismos días, Barcelona se aprestaba a ver una ópera muy pocas veces representada fuera de su país: La leyenda de la invisible ciudad de Kitezh, del maestro nacionalista ruso de principios del siglo XX Nikolai Rimsky-Korsakov.

Entre los operómanos, Rimsky-Korsakov tiene mala prensa. Durante casi todo el siglo XX, lo más escuchado de su producción musical en teatros de ópera alrededor del mundo fue la versión que hizo de la magistral Boris Godunov, de su amigo, el genio áspero Modesto Mussorgsky. Con la buena intención de que Rusia y Occidente escucharan la gran alegoría del poder absoluto, que en la versión dejada por Mussorgsky tenía disonancias extrañas, armonías poco ortodoxos y ritmos salvajes, la limpió y le limó las asperezas. Ahora esta versión suavizada casi no se escucha. Los músicos y los públicos prefieren el Mussorgsky original, imperfecto y genial.

Pero La leyenda de la invisible ciudad de Kitezh muestra otra cara del gran Rimsky-Korsakov: la del maestro de la melodía inspirada, espiritual, que va al corazón de la Rusia eterna. Un gran contador de historias, un excelente creador de personajes complejos. Su música es excesiva, grandiosa. En su época los rusos llegaron a llamar a esta ópera “la Parsifal rusa”. Y al verla a los pocos días de Lohengrin, pude ver los paralelismos: es rusa hasta la médula así como la música de Wagner es espeluznantemente alemana. Y también es universal.

Pero desde su estreno en 1907, casi nadie fuera de Rusia vio su grandeza. Casi nadie: solo en un teatro lejano La leyenda de la invisible ciudad de Kitezh causó furor: fue aquí, en el Liceu de Barcelona, donde los Ballets Russes del mítico Sergi Diaghilev trajeron esta monumental obra en 1926.

¿Qué despertó la imaginación de la burguesía catalana en plena República? ¿Tendría que ver con la locura wagneriana que para la misma época arrebataba a los ilustrados de Barcelona? ¿Se verían aquí también reflejados en la gran saga de un pueblo en busca de su identidad, luchando contra fuerzas superiores y enlazando su alma a una música envolvente? El hecho es que casi todos los años de la década siguiente, La leyenda de la invisible ciudad de Kitezh tomó por asalto Barcelona, hasta el comienzo de la Guerra Civil.

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La música impresiona por su inspiración constante, y siempre está al servicio de una trama angustiosa: Fevronaia, una joven campesina, cura al príncipe de Kitezh de una herida de caza sin saber quién es, se enamoran y el príncipe le envía mensajeros ofreciéndole casamiento y hacíendola traer a la ciudad. Pero en un pueblo a medio camino, atacan los tártaros, matan a todos menos a Fevronia y a un patético borracho, Grishka, de esos borrachos lúcidos, débiles y pesimistas tan propios de la literatura rusa.  

En Kitezh el príncipe junta a los hombres para enfrentar a los invasores, pero mueren todos en combate. Fevronia y Grishka huyen de los malvados, y la princesa mística ora para que la ciudad desaparezca en la bruma. Los tártaros no la ven, pero su reflejo en el lago los aterra y huyen. En la muerte, Fevronia se reúne con su príncipe y cantan a la gloria de la ciudad eterna salvada por la fe.

Como un último gran regalo al teatro al que dedicó sus mejores años de director artístico, Joan Matabosch programó una hermosa versión de esta ópera rara, con grandes voces, casi todas rusas, especialistas en este repertorio. El controvertido y muy creativo hombre de teatro Dmitri Tcherniakov, aquí en su doble faceta de director y escenógrafo, creó para cada uno de sus cuatro actos un especio cerrado, donde se mezclaban lo ancestral y mítico con lo actual y realista. Un poético campo de trigo, un bar de carretera, un colegio transformado en hospital y el mismo campo del principio, esta vez arrasado por el fuego, se transformaron en espacios simbólicos para un elenco en estado de gracia.

Svetlana Ignatovich recorrió con una voz poderosa y vibrante el paso de campesina a heroína de guerra y finalmente, santa en éxtasis. A su lado, defendieron con precisión y voces bruñidas sus papeles los tenores Maxim Aksenov (el príncipe) y Dmitry Golovnin (gran composición del ambiguo Grishka) y el gran bajo norteamericano Eric Halfvarson como el trágico rey de Kitezh. Y dirigiéndolo todo con pasión y mano segura, el nuevo director musical del Liceu, Josep Pons.

Cada una de estas óperas duró más de cuatro horas. Para muchos, una invitación a estos mamotretos de hace más de 100 años sería un castigo. Para mí fueron dos delicias, dos regalos de programadores musicales que no se resignan a la mediocridad. Uno se fue de casa; el otro nos dejó para siempre. Nos dejaron una visión nueva y original de un clásico de siempre y la recuperación de un título olvidado. Nos dejaron emociones e ideas. Para eso sigue sirviendo, a veces, el gran arte en la vieja Europa. 

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3 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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52. Donosos escrutinios

[En dos novelas recientes podemos encontrar sendos remedos, que supongo deliberados, del donoso escrutinio que Cervantes incluye en el Quijote. Como ustedes recuerdan, el barbero y el cura acuden a casa del amigo enajenado por la lectura, y descartan de sus anaqueles aquellos libros que le han comido el seso y le han privado de cordura. El episodio ha tenido numerosas continuaciones, ecos y revivals, como casi todo lo quijotesco, y me parece curioso y sintomático que reverdezca de nuevo en dos novelas tan próximas en el tiempo, si bien el tratamiento en ambas es diverso.] [La primera novela es Tiempo de encierro (Lengua de Trapo, 2013), del peruano residente en Barcelona Doménico Chiappe. Su personaje principal es una editora independiente que descubre, poco después de quedarse embarazada, que su marido y ella van a ser desahuciados por no estar al corriente de las deudas. Una de las primeras cosas que hace es segregar de su biblioteca los libros que estima indispensables, con el propósito inicial de vender o saldar los títulos restantes. Mientras que en las estanterías permanecen los libros canónicos (aunque no se dicen los títulos, se deducen por las descripciones del contenido: Borges, Conrad, Calvino, etc.), van cayendo al suelo volúmenes secundarios y fungibles.] [El segundo ejemplo se encuentra en la novela del joven Carlos González Fuertes Un viaje de estudios (autoedición, 2013), al describir la habitación de un estudiante de Psicología de alrededor de dieciocho años: "En la pared contigua se hallaban un cuadro con una foto de Nueva York y, al lado, una estantería con algunas películas en DVD, en vídeo VHS, videojuegos de PlayStation 2 y PlayStation 3, algunos libros entre los que se encontraban los tres primeros volúmenes de las aventuras de Harry Potter junto a textos de Terry Pratchett, Stieg Larsson, Ken Follet, Dan Brown, R.R. Martin, Chuck Palahniuk, Bret Easton Ellis y Arturo Pérez Reverte" (p. 57). No es en rigor un escrutinio, porque no se ejerce esa forma física de crítica literaria que es desechar lo residual y espigar lo valioso, pero el motivo profundo de no discriminar es que no hay casi nada salvable en esa biblioteca. Si a usted le gusta alguno de los autores citados, le recuerdo que he escrito casi, piense que el casi alude a él.] [Más allá del innegable hecho de que una editora y un chico no pueden tener, no deberían tener jamás, la misma biblioteca, creo que hay varios elementos que pueden deducirse de la lectura conjunta de estas páginas. En primer lugar, un cambio sociológico de empleo del tiempo libre, porque está claro que la editora de Chiappe no leería a los dieciocho años esos libros, ni seguramente su ocio estaba tan contaminado por los videojuegos y las series de televisión como el del chico retratado por González Fuertes. En segundo lugar, se aprecia la sustitución del gusto del canon por el del mercado; la editora lee con un sentido de construcción cultural de lecturas; incluso aunque se guiase de joven por esa forma de imposición ajena en que el canon consiste, ella ha ido adaptando y de/formando esa lista de lecturas y títulos, a los que ha agregado, ya como editora, sus propias apuestas de referencia. En cambio, el joven lee sin criterio la tendencia, lo que mola, lo publicitado, lo marcado por los medios. La editora lee para sí; el chico lee para otros, para poder hablar con otros, para comentar lo mismo que los otros comentan -y ve las mismas series y juega a los mismos videojuegos por la misma razón-. El retrato del espacio íntimo de la editora invita a su consideración como lugar de construcción de la persona y de su identidad; el espacio del chico revela justo lo contrario, la disolución sociológica de la suya, su despersonalización en el vientre del espectáculo y el entretenimiento.] [A lo largo de Un viaje de estudios se describen cientos de horas de ocio de personas de todas las edades. Nadie lee. Sólo hay una mujer que cita un libro que está leyendo en la página 115: se trata de un manual que aborda las ventajas de que los padres jueguen con sus hijos.] [Dice la editora de Chiappe: "Es Rita, trabajó conmigo en la editorial. Ella siguió ahí, hasta ahora. Dice que hace cuatro meses que le pagan con retraso, que la semana pasada le dijeron que ganaría quince por ciento menos. La empresa no tiene pérdidas, pero prevén que caigan las ventas. Les han pedido comprensión, que trabajen el doble" (Tiempo de encierro, pp. 217-18)] [Dos retratos implacables de la sociedad, con moralina el de Chiappe y mediante un gélido retrato conductista, sin valoraciones, el de González Fuertes. Y una conclusión terrible, establecida por oposición de modelos: A) Una editora independiente embargada. B) Un chico pijo que acude a la facultad en su todoterreno y que nunca leerá literatura.] ["‘¿Alguno de vosotros ha leído La metamorfosis, de Kafka?' Se oyen algunas risas en la clase de segundo de Bachillerato, pero nadie levanta la mano. ‘¿Habéis, aunque sea, oído hablar de Kafka?'. Pero nadie levanta la mano y el profesor vuelve a mirar el libro para seguir con su lección de literatura del siglo XX."; Un viaje de estudios, p. 64]

 

[La posible conclusión se ve con tanta claridad que da miedo.]

 

[P.S. Una nota de esperanza. Comparto el blog de Lucía. Una niña de 6 años -han leído bien, 6 años-, que tiene un blog de lecturas. Ella escribe el texto a mano y su madre lo pasa a ordenador y lo sube a la red. Quizá, quién sabe, no todo esté perdido. Echen un vistazo: http://juntandomaslibros.blogspot.com.es/]



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3 de mayo de 2014
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Luchar contra gigantes

Madrid en efervescencia. La primavera dulcifica su deriva decadente, y aunque la zafiedad low cost intoxique las calles y el nuevo Zara de Serrano se convierta en atracción turística, el Jardín Botánico empieza a oler a rosas Adelaide d’Orléans recalentadas y lascivas. Bajarán los impuestos anuncia el PP, al tiempo que proclama que “la vida es chula”. El hashtag #EstoyMuyContento de Rajoy dobla el espinazo de la oposición, aturullada. La banca va bien, gracias; y los magnolios del jardín de Ana Patricia Botín se preparan para estallar de belleza recreando la vista de sus vecinos, que tienen que soportar sus máquinas cortacésped y aspirahojas cada día, invariablemente, a la hora de la siesta. Así son los ricos, viajando siempre y dejando sus propiedades al cuidado de una ruidosa brigada de mantenimiento. Madrid por fin ganará la Champions. Mou y Guardiola se quedan en interruptus. Para triunfar hay que creérselo, y el Atleti de Simeone representa la fuerza ascendente de los David del mundo, de los que trata Malcolm Gladwell en un ensayo subtitulado “el arte de luchar contra gigantes”. Su teoría: Mientras poder y prestigio pueden ser paralizantes, los débiles vencen, con más frecuencia de lo que pensamos, porque compensan fuerza con esfuerzo, e ingenio. Hace un par de meses me encontré en el puente aéreo con la novia de Carlo Ancelotti. Habíamos coincidido, sin conocernos, en el vuelo de ida, y en el de vuelta empezamos a hablar cuando un grosero pisoteó nuestro equipaje. Le pregunté a qué se dedicaba: “Soy la mujer de Ancelotti”, respondió en un perfecto castellano. Cuando era más joven, no entendía cómo una mujer preparada, atractiva, ingeniosa y con sentido del humor podía elegir la “profesión” de esposa o pareja de un hombre poderoso. En el caso de los Ancelotti, los paseos por el Retiro, la sensatez del técnico italiano y un inmaculado perfil en LinkedIn suavizan el asunto. Mucho más arriesgado es asumir ser la novia de Donald Sterling, hasta ahora dueño de Los Angeles Clippers, siendo, además, mexicana y llevando sangre afroamericana, y llamándote Maria Vanessa Pérez (dice que se puso V Stiviano para caer mejor). ¿Se imaginan que un señor, con el que presumiblemente te acuestas aunque te separe de él algo más de medio siglo, cuestione por qué te haces fotos con minorías? Minoría es una palabra bella, sonora, pequeña a pesar de sus cuatro sílabas. Las exquisitas minorías han levantado los cimientos del mundo. Incluso presiden los EE.UU.. Pero los planes de salud pública mental aún no han beneficiado a algunos ciudadanos con serios problemas de tolerancia. Los Sterlings del mundo permanecen en los brazos de geishas latinas que, tras insultarlas, les dicen suavemente: “¿Qué puedo hacer por ti, cariño?” . Ya va siendo hora de que midamos las responsabilidades femeninas acerca de la tan victimizada posición de la mujer en el mundo. Misterio popular Guarda mucho más misterio del que aparenta su vis cómica, su no-sé-qué capaz de empastarse de ingenio y entusiasmo popular. Paco León ha roto con lucidez la baraja de las distribuidoras, hasta el extremo de regalar las entradas a la première de su Carmina y amén. Más de 50.000 personas la vieron gratis en una campaña viral como pocas. Dirigir (a tu madre), a una matrona que derrama verdad y disparate; aguantar diez años en el personaje más popular de la serie que revela el surrealismo de calcetín de España; demostrar altura en el teatro y querer ser de mayor Concha Velasco, como declara en la revista ICON… sólo se puede sostener desde la inteligencia. Y desde el legítimo deseo de querer ser guapo. Nadie es perfecto “La coca es la droga performativa. Con la coca puedes hacer cualquier cosa. Antes de que te haga estallar el corazón, antes de que el cerebro se te haga papilla, antes de que el pene se te quede fláccido para siempre…” escribe Saviano en su Cero, cero, cero. Seguro que el alcalde de Toronto, Robert Ford, que ha abandonado su cargo temporalmente para rehabilitarse, lo suscribiría. Ford, de quien su sobrepeso sea probablemente tan preocupante como su adicción a las drogas y el alcohol, ha declarado con autoindulgencia que “nadie es perfecto”. Una pipa de crack en los altos mandos. No será la primera ni la última. ¿La lucha? Coincide con la autopsia de Peaches Geldof: sobredosis de heroína. No hay otra: educación, prevención y legalización. Pierde la apuesta Hay algo perversamente encantador en los comunicados de renuncia: “Tras seis años, el señor Clooney siente que es hora de retirarse como mensajero de la paz de la ONU”, anunció el portavoz de la ONU. Pero aún más compuestos son los de los abogados humanitarios: “Doughty Street Chambers desean lo mejor y felicitan a la Srta. Alamuddin y al Sr. George Clooney por su compromiso matrimonial”, difundió el bufete de la brillante letrada. El soltero de oro, que pulió su atractivo hasta encarnar el paradigma de guapo del siglo XX, anuncia que está dispuesto a perder la apuesta y se casa. Extenuados con su colección de novias, esperaremos pacientes -George es George- otro hallazgo como el que consiguió con Los idus de marzo.

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3 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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China es noticia

El mayor país del mundo, 1.300 millones de habitantes, tiene siempre motivos para ocupar las primeras páginas de los noticiarios. No siempre buenos, lógicamente. Sus accidentes, sus catástrofes naturales, e incluso sus purgas políticas, corresponden perfectamente a su tamaño natural y al prominente lugar que ocupa. La última y más reciente no ha salido en los medios de comunicación chinos, sino en el Financial Times, el prestigioso diario de la City londinense, de la mano de su editor económico Chris Giles. Son cosas que suceden con frecuencia en un país donde no hay libertades públicas y menos todavía libertad de prensa, aunque en este caso el motivo de la primicia londinense nada tenga que ver con la censura. Déjenme que mantenga el suspense y desenfunde los adjetivos antes de entrar en materia: la noticia es colosal, de las que, esa sí, merecen el calificativo de histórica. Resulta que este mismo año de 2014 China se convertirá estadísticamente en el primer país del mundo en producción de riqueza, desbancando a Estados Unidos del primer lugar que venía ocupando desde 1872. ¿Cómo se producirá tan inesperada nueva, inicialmente prevista para 2019? El periodista nos cuenta que las cifras acaban de ser actualizadas por el Banco Mundial, a través de su Programa de Comparación Internacional, en el que se compara el PIB de cada uno de los países a partir del coste real de la vida y no de la tasa de cambio. En la última ocasión en que se hizo tal comparación, en 2005, China no llegaba a la mitad de Estados Unidos en PIB. Ahora, de pronto, aparece de nuevo en todo su gigantismo a punto de atrapar a quien ocupaba el primer puesto desde hace 140 años, al igual que en 2010 adelantó a Japón y se colocó en el segundo lugar. La mayor sorpresa no es el sorpasso, previsto y esperado, sino la rapidez con que llega. China es el primer país del mundo en multitud de clasificaciones económicas: mercado de trabajo, exportaciones, productos agrarios y materias primas a porrillo, automóviles o electricidad. Lo es, ante todo, y eso ya explica mucho, en población, algo que matiza su riqueza: en renta per capita es todavía un país pobre, que ocupa el lugar 99 del mundo. Y está muy mal situado en las clasificaciones respecto a libertades públicas y derechos humanos. La noticia ha pillado a Obama de vuelta de su gira por Asia, donde ha simultaneado dos mensajes contradictorios: que defiende a sus aliados asiáticos ante el irredentismo chino sobre peñascos e islas vecinos, y que no busca la polarización ni una política de contención hacia Pekín. El propósito del viaje era reafirmar el compromiso de Estados Unidos con la región asiática del Pacífico, donde se halla el pivote del mundo y donde deberá contar con un socio económico que seguirá creciendo como su principal rival geopolítico.



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3 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Los éxitos del fracaso

Kerry ha fracasado. Y detrás de él Obama. Todos los presidentes han tenido su fracaso en la negociación de la paz entre israelíes y palestinos. Incluso Clinton, que tuvo un éxito resonante con los acuerdos de Oslo (1993), fracasó luego al final de su presidencia en Camp David (2000) y quedaron abiertas de par en par las puertas del infierno. También fracasó Bush hijo, que arrinconó a Arafat junto a Bin Laden en su guerra global contra el terror, pero inventó la Hoja de Ruta para la creación del Estado palestino e intentó coronar su presidencia en Annapolis (2007) en una negociación también sin resultado. Obama ha ido más lejos. Ha fracasado dos veces. Lo intentó al llegar a la Casa Blanca, con la imprudente aunque justa exigencia de congelar la construcción de nuevas viviendas en los territorios ocupados por Israel: hubo primero negociaciones indirectas y luego una sesión inicial en Washington en septiembre de 2010, pero las conversaciones propiamente dichas nunca empezaron. Ha repetido ahora, sin directa responsabilidad personal, con el fracaso de John Kerry, su secretario de Estado, en un plan de negociaciones directas que pretendía alcanzar el acuerdo definitivo en solo nueve meses. El plazo venció este 29 de abril sin que se haya obtenido resultado alguno, salvo algunas concesiones para fomentar la confianza mutua. Lo normal de este tipo de negociaciones es que fracasen. Se diría que están hechas para dar rendimientos mientras se celebran sin que importe mucho si terminan conduciendo al final esperado. Todos saben que no llevan a ningún lado pero cada uno se espabila para ver qué saca. El rendimiento más directo se mide en unidades de tiempo. Durar es el primer objetivo de todo político. Desde este punto de vista las negociaciones ahora rotas han sido buenas tanto para Netanyahu como para Abbas, que han ganado tiempo; y malas para Obama y Kerry, que son quienes lo han perdido a espuertas. El israelí ha conseguido demorar las consecuencias del reconocimiento de Palestina en Naciones Unidas y el palestino prolongar su presidencia ya caducada y abrirse ahora a la recuperación de la unidad palestina para convocar elecciones y relegitimar sus instituciones. La duración es siempre especialmente saludable para Israel, puesto que con el tiempo gana siempre territorio. Desde Oslo, Israel nunca ha cesado de avanzar en la construcción de viviendas en los territorios ocupados. Lo ha hecho como respuesta y represalia ante la Intifada y el terrorismo y lo ha hecho como actividad normal durante las negociaciones de paz. Es decir, en cualquiera de los casos. En esta ocasión ha construido 12.000 viviendas más. Pronto serán ya unos 600.000 los israelíes establecidos en los territorios conquistados en 1967, Jerusalén Este incluido. Israel ha atravesado incólume un nuevo cambio geopolítico en la región sin realizar ni una sola concesión sustancial. Superó el final de la guerra fría en 1989, el sueño democrático que acompañó a la caída de los déspotas árabes en 2011 y ahora la decepción del regreso a la dictadura militar en Egipto y la persistencia de la guerra civil y sectaria en Siria. Su única concesión ha sido liberar un grupo de presos anteriores al proceso de Oslo. Es lo que han obtenido los palestinos. Israel se comprometió a soltar a 104, casi todos condenados por delitos de sangre, pero no ha querido liberar a los últimos 26 que quedaban. Es mucho si se considera la personalidad de los liberados. Pero poco en relación con la población palestina en las cárceles israelíes: casi 5.000 condenados y detenidos por delitos de intención política y 1.500 por residencia ilegal.



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1 de mayo de 2014
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El círculo de tiza

Embriagado por la gloria, el coronel Aureliano Buendía decidió que nadie podría acercársele a menos de tres metros de distancia, y sus edecanes trazaban a su alrededor un círculo de tiza que ninguno estaba autorizado a traspasar, ni siquiera su madre.

Dentro de ese círculo de tiza lo que hay es soledad absoluta, y no llegan hasta allí las voces de fuera porque el poder absoluto sólo tiene respuestas tajantes que no necesitan  preguntas. El caudillo, venga de la academia o del rango de los iletrados, busca convertir a las instituciones en meros decorados para imponer su voluntad única que termina siendo la razón de estado. Es la misma soledad sin ecos del dictador de El Otoño del patriarca, en toda su parafernalia arbitraria de desmanes.

Pero también es la soledad del poder con toda su cauda de miserias y derrotas, como en el último viaje de Bolívar hacia su muerte en El general en su laberinto, solo y ya sin gloria. García Márquez no eligió el resplandor épico del libertador cruzando una y otra vez los Andes a caballo, algo que de por sí entra en el reino de las exageraciones, sino el íntimo desastre del final de su vida sacrificada en vano.

Joseph Brodsky alega, refiriéndose a los escritores geniales del siglo veinte ruso, que "el talento no necesita historia".  En el caso de García Márquez sería una curiosa afirmación. En América Latina, la realidad es el sustrato de toda su literatura. Lo que él hizo como artista fue transferirla la historia a una dimensión diferente, tanto que a veces nos llega a parecer inverosímil, pero sin que deje nunca de ser esa misma realidad cuya materia ha sido transformada.

Cuando recibió el premio Nobel de Literatura en 1982, de la fantasía salta hacia el otro lado del abismo: el incendio del palacio de la Moneda y el sacrificio del presidente Allende, los dudosos accidentes de aviación en que perdieron la vida el presidente Jaime Roldós de Ecuador, y el general Omar Torrijos de Panamá.

El recuento se vuelve una elegía: "un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo".

Guerras, golpes de estado, cárceles y cementerios secretos, desaparecidos, recién nacidos secuestrados y dados en adopción clandestina. Es el recuento de una historia oscura desde las palabras iluminadas. América Latina se hallaba plagada aún en esos años ochenta de dictaduras militares que pronto deberían dejar paso a gobiernos civiles electos, surgían revoluciones como las de Nicaragua, que representaba una esperanza nueva, diferente al modelo de la revolución cubana que entraba en decadencia; la suya es una adhesión sentimental a la rebelión y la resistencia.

Y al mismo tiempo pide a los europeos recordar "que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos". Un reclamo en los tiempos de la guerra fría, cuando aún nadie vislumbraba el fin del mundo bipolar.

García Márquez venía de esa generación de latinoamericanos que había crecido bajo las dictaduras bananeras instauradas por Estados Unidos durante los años más álgidos de esa misma guerra fría, y entre sus palabras y la acción no había distancia. Un conspirador curtido, además, y fue en esa calidad que lo conocí, dispuesto a hacer todo lo que pudiera para lograr el derrocamiento de la familia Somoza. Un escritor comprometido, como decíamos ayer.

El relato del poder alcanza en su escritura esas dimensiones alucinantes que tan bien conocemos, y la realidad se vuelve la hija pródiga de la imaginación hasta desconcertarnos. Y a través de la ficción aprendemos que el poder, enquistado como está en las entretelas del corazón humano, es una bestia peligrosa que algunos logran domesticar y otros más bien azuzan dentro de sí mismos.

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30 de abril de 2014
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La soportable levedad

Vivimos tiempos de cambio de formatos. O mejor dicho, de adelgazamiento, recorte y levedad. De los libros cortos a las cenas frugales, lo mini -nano incluso- y lo light han catapultado su reinado. Queda descatalogado lo exhaustivo, lo latoso y lo fatigoso. El arte de la inmediatez exige ritmo y tijera; escapar de lo prolijo en favor de la transparencia es un imperativo que se cuela en todos los medios y registros. Mensajes sutilísimos amparados en la cultura de las app demuestran cómo el mundo se apoya en entidades invisibles: del genoma a los bits sin peso, la nube o el bitcoin. La inmensidad de la red, donde no hay límites de extensión, choca con esta nueva noción de la materialidad escuchimizada. Aunque lo ostentoso pierde fuelle mientras lo ingrávido cotiza. Tiempos donde se declaran nuevas y livianas adicciones. A las series, por ejemplo, aceptando la cantinela que venimos escuchando desde hace algunos años, mitad por verdadera, mitad por repetida, de que la ficción televisiva -la fórmula gafapasta para decir “las series de televisión”- ha superado al cine en calidad y originalidad. Al cine de Hollywood, claro, porque no deberíamos olvidar que hay cine -y de gran calidad- más allá de las palmeras californianas. En la oficina, en los periódicos, en las reuniones de amigo, todo el mundo habla de ellas, tanto que el término spoiler (literalmente el que arruina algo, en este caso revelando vericuetos de la trama) se ha convertido en uno de esos insoportables neologismos à la mode. La levedad es el ideal: de las colas de la burocracia a los expedientes on line, de las comilonas de antaño a las sojas, quinoas y alimentos bio, de las botas de cowboy a los zapatos con cápsulas de aire, o “zapatos que respiran”, reza una marca, pretendiendo alcanzar el sueño de poner alas en los pies. La materia voluminosa cae en picado en la nueva cotidianidad, y algunos tejidos ligeros, como el cachemir, se convierten en el auténtico must del llamado lujo experiencial. Adscritas a la tendencia micro -de microrrelatos a micropigmentaciones-, marcas y tiendas presentan sus llamadas colecciones “cápsula”, y las novelas lacónicas nos recubren de feliz eficacia (empezar y acabar rápido). Todos queremos pesar menos, andar como si fuéramos descalzos y liberarnos de cargas. “Existe una levedad del pensar, así como todos sabemos que existe una levedad de lo frívolo; más aún, la levedad del pensar puede hacernos parecer pesada y opaca la frivolidad”, escribía Italo Calvino acotando bien la noción de lo espeso. Y así es: bien sabemos que la levedad y la ligereza resultan insoportables cuando son triviales en lugar de sublimes.

(La Vanguardia)

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30 de abril de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Acta del Jurado Formentor 2014

Reunido el jurado del Premio Formentor, constituido por Cristina Fernández Cubas, Eduardo Lago, Aurelio Major, Ignacio Vidal Folch y su Presidente Basilio Baltasar, después de ponderar y evaluar las candidaturas presentadas por los miembros del jurado, ha decidido reconocer por unanimidad los méritos de la obra del escritor Enrique Vila-Matas y concederle el Premio Formentor de las Letras 2014.

El jurado desea subrayar la elegancia literaria con que Vila-Matas ha renovado los horizontes de la novela, dándole un ímpetu creativo que la ha situado de nuevo como gran crisol de las influencias, las voces e inspiraciones de nuestra cultura.

Vila-Matas ha desmentido con su prolífica obra narrativa la supuesta decadencia de un género que sigue mostrándose como el mas eficaz relato de la conciencia contemporánea. Los procedimientos narrativos inventados por el autor catalán han supuesto una enérgica contribución al vigor de la literatura escrita en español y ha sido reconocida en Europa y Estados Unidos como una de las más significadas creaciones literarias de nuestro país.

El autor de obras tan destacadas en la reciente historia de nuestra literatura, como La asesina ilustrada, Historia abreviada de la literatura portátil, Hijos sin hijos, Bartleby y compañía, El mal de Montano, Doctor Pasavento, Dublinesca, Aire de Dylan o Kassel no invita a la lógica, ha sostenido un empeño coherente que adquirió desde sus primeras creaciones en la decada de los setenta una voz propia e inconfundible. Un estilo personal que ha seducido a lectores europeos y americanos, entusiasmados por una imaginación que difumina las fronteras entre realidad y ficción, autor y personaje, lectura y vida.

Uno de los méritos del autor que los miembros del jurado quieren destacar es el modo en que ha sabido abordar asuntos conflictivos y angustiosos de nuestro tiempo con una destreza literaria que ha hecho del ingenio, el humor y el espíritu lúdico un reconfortante punto de vista. Un estilo narrativo pero tambien una certeza filosofica que restaura la soberanía del individuo como eje moral de una existencia destinada a la plenitud, la inteligencia y el desenfado.

Enrique Vila-Matas es además uno de los pocos autores españoles adoptados por el público joven latinoamericano, que ha reconocido en su obra cosmopolita la negación de unas fronteras que parecían insuperables. La complicidad y simpatía con que ha sido recibida confirma el territorio estético y lilingüístico inaugurado por su narrativa: un relato abierto a la imaginación libre de restricciones costumbristas y fertilizado por el incesante acontecimiento artistico contemporaneo y por las tradiciones literarias que le han precedido.

La absorción de autores y obras desapercibidas en nuestra memoria cultural, la perspicaz integración de olvidadas contribuciones literarias, han hecho de la obra de Vila-Matas una polifonía que da a la figura del Autor un nuevo significado: creador de formas narrativas inesperadas pero también heraldo de lo que había sido olvidado por la perezosa amnesia de nuestro tiempo.

La lectura de la originalisima obra de Vila Matas es también la lectura de una tradición felizmente entregada a la innovación que sólo pueden llevar a cabo los grandes creadores.

Por todo ello, nos complace conceder a Enrique Vila-Matas el Premió Formentor de la letras 2014.

Formentor, 27 de abril de 2014.



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29 de abril de 2014
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Asuntos metafísicos 47: la hipotética partícula que abriría el camino a la causalidad inversa.

Cómo garantizar que no hay influencia clásica.

Empecemos por refrescar algunos extremos ya avanzados:

Sean dos acontecimientos espacio temporales A, B.  Si  el intervalo temporal que va de la aparición de A a la aparición de B no es suficiente para que  la luz  cubra la distancia entre ambos, diremos que  estos acontecimientos se hallan espacialmente separados.  Así, si A ocurre a la hora cero y B un segundo más tarde y a 600000 kilómetros, un mensaje enviado por A, incluso a la velocidad de la luz, no llegaría a tiempo de determinar en modo alguno el acontecimiento  B.

 Si el intervalo que va de la aparición de A a la aparición de  B permite que una partícula  que se mueve a velocidad inferior a la de la luz cubra la distancia espacial que les separa, diremos que los  acontecimientos A y B se hallan temporalmente separados. Así, si A acontece a la hora cero y B un segundo más tarde a 150000 kilómetros, un electrón acelerado hasta  el cincuenta por ciento de la velocidad de la luz  llegaría justo a tiempo de determinar de alguna manera las características de B.

En fin,  si en el intervalo temporal que va del acontecimiento A al acontecimiento B,  la luz, y sólo la luz, cubriría exactamente  la distancia espacial entre ambos, diremos que  A y B se hallan separados por la luz. Así, si A acontece a la hora cero y B un segundo más tarde a 300000 kilómetros,  un fotón enviado desde A a B  llegaría justo a tiempo de determinar de alguna manera las características de B.

El problema se plantea con los acontecimientos espacialmente separados. Consideremos el caso de una distancia de 600000 kilómetros. Supongamos que tenemos razones de  sospechar  que  el acontecer de A (por ejemplo el hecho de medir la polarización de un fotón) tiene un efecto sobre las características de B. Para explicar esta influencia no cabe recurrir a la hipótesis de que desde A se ha enviado una partícula, por ejemplo contenedora de un mensaje encubierto, dado que  incluso un fotón (partícula por así decirlo nacida a la velocidad de la luz) llegaría  demasiado tarde.

Distancia espacial grande e intervalo temporal reducido hasta prácticamente la  simultaneidad: tal es la garantía de que entre un lado y el otro no hay influencia posible.  Ahora bien, la física cuántica tiene algo más que sospechas  para considerar  que, en determinadas circunstancias, esta influencia se ejerce: por un lado  tal influencia es concordante con sus propias previsiones; por otro lado  la constata experimentalmente. Mas, ¿cómo explicar el asunto? ¿como dar cuenta de este sorprendente lazo entre partículas que la distancia espacial debería proteger de toda influencia mutua?

 Una hipótesis sería la siguiente: A no ha influido en B mediante una partícula conocida que sólo puede desplazarse a velocidad igual o inferior a la luz, sino mediante una partícula que se trasladaría a velocidad superior a la de la luz y que respondiendo al significado de la palabra griega tachus, recibiría el nombre de tachyon.

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29 de abril de 2014
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El Boomeran(g)
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