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Memorioso y disfrutón

“La vida da muchas vueltas”, admite Miguel Arias Cañete en el minuto 36 de la entrevista como argumento para no juzgar los diversos modelos de familia. “Se trata de una realidad con la que tenemos que convivir y a la que tenemos que crearle los marcos jurídicos que permitan su mejor desarrollo. Yo prefiero una familia de corte tradicional en un entorno estable y ordenado. Todo el mundo tiene sus circunstancias, y la vida da muchas vueltas”. ¿Su vida ha dado muchas vueltas?, le pregunto. “La mía ha sido muy constante”, responde. ¿Lineal? “No, lineal no. Hubo una época de juventud más movida y traviesa, pero una vez decidí casarme, mi compromiso fue para siempre”. La recepción de la sede del PP en Génova tiene empaque de multinacional. Podría ser el vestíbulo de una empresa del Ibex 35, provista de un mostrador semicircular donde atienden unas muchachas que se toman muy en serio su trabajo. Cubículos acristalados y funcionales componen la mayor empresa política española, con 800.000 afiliados. En una pequeña sala de reuniones animada con un desayuno, Miguel Arias saluda con un “hola” alargando la “a”, una vocalización muy propia de la jet madrileña más risueña. Es fácil percibir el sello disfrutón en su entrecejo, su mirada expectante, a punto de la ocurrencia. Este hombre orondo y barbudo cuenta con la simpatía de limpiabotas, reyes árabes, marquesas del barrio de Salamanca, pescadores y productores de aceite. Y con la animadversión de quienes lo tildan de excesivo y rancio. Dispuesto, solvente, campechano, histriónico, y lo que tanta falta le hace al PP: guasón. “Yo propuse como eslogan: ‘Vota Cañete’. Es potente, ¿eh? pero no me dejaron… a mí me disfrazan de Papá Pitufo”. Miguel Arias Cañete ha sido el ministro mejor valorado del Gobierno. El que se zampó un yogur caducado o un pepito de ternera en plena crisis de las vacas locas, emulando el show de Fraga en Palomares; el que provoca regalando titulares costumbristas sobre nuestro vino o jamón. ¿Bonhomia? “Sí, cien kilos. Soy un perfecto ejemplo del fracaso de las dietas. Cuando hago cinta, miro las calorías que quemo para poder hacerle hueco a una cervecita”. Primera revelación: conserva a sus amigos del colegio casi en la edad de la jubilación, y siguen comiendo juntos los primeros viernes de cada mes. La segunda: conserva una memoria fotográfica y recuerda al detalle los primeros años de su vida. También su familia -casado con Micaela Domecq y Solís-Beaumont desde hace treinta y seis años, con la que tiene tres hijos- y su compromiso con el partido (en 1982 ya pertenecía a la ejecutiva nacional de Alianza Popular) continúan intactos. El suyo es el manual del buen conservador aunque afirma que su carrera política es el resultado de un cúmulo de casualidades, y de suerte. “De estar en el lugar oportuno el día oportuno”. De joven fue “trabajadorcísimo y cumplidor, con mi puntito simpático”. El primer rayo de sol de su vida lo conoció en Tetuán, donde vivió hasta los seis años ya que su padre ejercía de asesor jurídico del Alto Comisariado del Protectorado de Marruecos. “El haber convivido con otra cultura te hace más tolerante”. Y desgrana un sinfín de escenas: la tortilla de patata con arena en la playa del Rincón, las sandías que enfriaban en el mar… “De mi padre heredé el sentido del esfuerzo, que no te regalan nada en la vida; de mi madre, la tolerancia, la mano izquierda, el hacer familia”, añade. Cuando Rajoy perdió sus primeras elecciones presidenciales en el 2004 y la vieja guardia puso pies en polvorosa, tan solo él y Ana Pastor lo acompañaron en su travesía por el desierto. Aún y así “conserva” su sintonía con José María Aznar. Era difícil meterlo en campaña, pero ahí estaba la destreza de Cañete. “Hemos regresado a donde tu nos dejaste” le dijo pública y sentidamente a Aznar. Le repito estas palabras, pero las elude. Igual que evita analizar el éxito eurovisivo de la drag queen Conchita Wurst, y aunque cueste creerlo, afirma que no lo ha visto aún: “escucharé la canción sin ver la imagen para que no me influya”. ¿Prejuicioso? “No, yo respeto a todo el mundo”, insiste. El candidato del PP pide un café con “una gota de leche” arrastrando un ligero deje andaluz. Hedonista pero recto. Nunca le ha faltado de nada, acaso por ello ha antepuesto la vocación política al dinero. Dice que si preguntáramos a su mujer, nos diría que es un altruista y un estúpido, capaz de cerrar su despacho de abogado para darse al partido. No representa al núcleo más ideologizado del PP pero se declara, con la boca llena de croissant, un hombre de derechas con unos principios inamovibles: “pocos pero muy claritos, economía social de mercado, modelo liberal, defensa de la familia y unidad de España”. Lo peor que le ha pasado en la vida fue un accidente que sufrió junto a su esposa, en 1992. Él estuvo dos meses en el hospital; su mujer un año y medio. Le tocó procesar su culpa, “quedamos escachifollados -mejor pon descuajeringado que lo de follado suena regular-”. Al darles el alta, invitó a las 36 enfermeras que los atendieron a Estrasburgo. Cree en Dios y en la vida eterna. Y se lamenta de la supresión del limbo como lugar de paso. Sus frustraciones confesables guardan relación con el amor por los coches de carreras: “No haber participado en unos juegos olímpicos”, por ejemplo. Ahora, defiende estas elecciones europeas como brújula y faro. Y en cuanto a las utopías, más Cañete que Arias recurre a un sofisma del torero Manolete: “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. (La Vanguardia)

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15 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Escena de idilio en una embajada rusa

No hace falta concretar la localización. Puede ser en Lisboa o Roma, en Bruselas o Berlín. Fecha: uno de estos días, tras los plebiscitos de Donetsk y Lugansk. Escenario. Arquitectura y decoración imperiales, las propias de la superpotencia que fue y aspira a volver a ser. La comida y el servicio, perfectos: vodka, caviar, salmón? Los diplomáticos, profesionales y amables, a la altura del poder imperial que representan. Buenos conocedores del país y de sus políticos, también de sus problemas interiores, que no dejarán de evocar en ejercicios de política comparada y de denuncia de la doble vara de medir, una especialidad que dominan. Los argumentos, conocidos, sin novedad. La sorpresa la proporcionan los convocados, variopinta fauna mayoritariamente conservadora, fuertemente nacionalista en casi todos los casos e incluso de posiciones ultramontanas en las esferas de la moral y de la religión. Antes de que abran la boca los amigos rusos, los amigos locales ya se han rendido ante los encantos ideológicos moscovitas, sin necesidad de que nadie adelante argumentario alguno elaborado en Moscú. Rusia no ha sabido explicarse ni hacer pedagogía. Ucrania no existe, es Rusia de toda la vida. Jruschov regaló Crimea a Ucrania ilegalmente. Odesa y Sebastopol son tan rusas como Marsella y Nantes francesas o Bremen y Rostock alemanas. No se puede hablar de anexión de Crimea. Son los ucranios los que quieren separarse de un régimen instalado por un golpe de Estado. Putin defiende mejor los valores cristianos occidentales que nuestros políticos cosmopolitas. Véase la cuestión del matrimonio homosexual. Nuestro país (rellénese aquí con el que se desee: vale España, claro está, pero también muchos otros se adecuan) y la Madre Rusia tienen historias gemelas de enfrentamiento contra la modernidad y frente a la americanización de la vida y de la cultura. Tenemos más que ver con una familia de Petersburgo, perfectamente europea, que con otra de Chicago, americana y lejana. Los diplomáticos callan o, como máximo, asienten satisfechos. Hubo un tiempo de violencia extrema en que había que escoger primero entre la cruz gamada de un lado y la hoz y el martillo del otro. Le siguió a continuación otro tiempo, más pacífico en las formas pero igualmente brutal en la capacidad amenazadora de la destrucción mutua asegurada, en que el dilema era entre la estatua de la libertad y el busto de Lenin. En ambos tiempos, los amigos de Moscú se hallaban en los partidos comunistas, aunque su capacidad de irradiación sobre la entera izquierda y sobre el mundo intelectual iba más allá de las ideas políticas. Llegó después el paréntesis de los 20 años unipolares, con Rusia desaparecida y acomplejada, al que le ha seguido el regreso geopolítico de la Rusia autocrática de siempre, similar a la que guerreó en Crimea entre 1853 y 56 contra una gran coalición europea en la que estaba el Imperio Otomano. Y esa Rusia, antimusulmana, reaccionaria, de un cristianismo elemental y primitivo, es la que de nuevo fascina en Europa como un modernísimo avatar de la Tercera Roma que se asocia a los orígenes del Ducado de Moscú.



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15 de mayo de 2014
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Johnny Cash: descenso a los abismos del country

No, no es ningún aniversario, ni salió una nueva película, ni lo versionan ídolos del momento. Simplemente, estuve escuchando, otra vez, a Johnny Cash, un artista imperecedero. Y quería invitarlos a poner otra vez sus discos, echarse para atrás y cerrar los ojos.

En Estados Unidos, el revival Johnny Cash ya había empezado poco antes de su muerte en 2003 y se disparó dos años más tarde con el biopic Walk the Line y la inspirada interpretación de Joaquin Phoenix. Hoy nadie duda de que sus canciones se seguirán oyendo por generaciones y que la voz de Cash, grave, sentenciosa y tan honesta como es capaz de ser una voz, durará por siglos.

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 Las guitarras martillean con un compás que con cada repetición se hace hipnótico y excitante. Por sobre el ritmo incisivo como un tren en marcha, surge una voz potente, bruñida como el metal, con la autoridad surgida del sufrimiento. No hay forma de ignorarla. Y esa voz comienza a contarnos una historia. Muchas de las canciones de Johnny Cash son relatos de perdedores, solitarios que perdieron al amor de su vida, o su libertad, o que cayeron por la cuesta del alcohol (Franky and Johnny; Folsom Prison Blues; Ballad of a Teenage Queen) . Cash habla de ellos sin falso sentimentalismo, pero con la íntima empatía de quien ha estado ahí. En los detalles de las historias está la piedad y el talento de un hombre capaz de envolvernos en una novela en tres minutos de canción.

Cuando no hablan de estos personajes, las canciones de Johnny Cash hablan de él (Man in Black; Cry, cry, cry; I Walk the Line). Son confesiones de un alma orgullosa y quebrada, que perdió la alegría pero no perdió nunca la dignidad. Aquí también hay un acto prodigioso de caminar en la cuerda floja entre la autoconmiseración y la autojustificación, y no caer nunca en ninguno de estos dos peligrosos abismos.  

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Cash nació en Arkansas, en el profundo sur y en plena depresión de 1932. Desde pequeño enchufó sus sueños a los músicos country que oía en la radio, de donde proviene su peculiar estilo de música country, que se profundizó y enriqueció con las influencias de sus compañeros de generación y de ruta Elvis Presley, John Lee Hooker y Bob Dylan.

Mientras ellos inventaban el rock y absorbían los excitantes sonidos de los rockeros ingleses, del folk, del jazz y del blues de los negros, Johnny Cash parecía cantar siempre la misma canción, como si martillara siempre en la misma pared. Pero el clavo cada vez iba más adentro, y sus canciones de los cincuenta suenan hoy mucho más modernas que tantas vanguardias de tres o cuatro décadas más tarde.

 

Pero no más cháchara, que empiezan a sonar las guitarras, como un tren que se pone en movimiento, y la voz granulosa está a punto de desgarrar el silencio…  

 

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14 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Cataluña, Escocia, Ucrania

De cerca, son como un huevo y una castaña. Pero de lejos, desde la Asamblea General de Naciones Unidas por ejemplo, la semejanza es notable. Lo sabe el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, que comparó en su día la secesión de Crimea con la catalana y ahora ha vuelto a hacerlo respecto a las consultas independentistas en Donetsk y Lugansk. Sabe que al final, para la llamada comunidad internacional, que es la que reconoce la existencia de nuevos Estados independientes, lo que importan no son los detalles sino la visión en perspectiva. Y ahí Cataluña se aleja de Escocia y se acerca a Ucrania, aunque las diferencias sean más que obvias. Nada que ver si tenemos en cuenta la gran potencia amenazadora, la violencia en las calles, los militares de verde rusos sin insignias, las milicias nacionalistas de uno y otro bando, el ausente Estado de derecho, la debilidad de una democracia secuestrada por los oligarcas? Para el ministro de Exteriores español lo que cuenta son las semejanzas: un derecho que se plantea como superación de la legalidad, una consulta convocada unilateralmente, la fecha y las preguntas ya fijadas? También avala dicha visión el candidato del Partido Popular Europeo, Jean-Claude Juncker, para incomodidad de sus amigos democristianos de Unió que votaron en favor del luxemburgués en la conferencia de Dublín el pasado marzo. La reivindicación del soberanismo catalán ha sido acogida hasta ahora con un clamoroso silencio en las instituciones europeas. Pero tras las elecciones, suponiendo que Juncker sea presidente de la Comisión, cabe incluso que Europa vaya más lejos. Hay argumentos para sospecharlo. Empieza a abrirse paso la teoría de que si Escocia se va del Reino Unido, también el Reino Unido se irá de la Unión Europea, y que entonces será la desbandada. Lo sostiene Hugo Dixon, comentarista político del International New York Times, respecto a los efectos en cadena que puede tener la victoria del Sí en el referéndum de independencia de Escocia el próximo 18 de septiembre.  La salida de Escocia, además de liquidar a Cameron, dejaría al laborismo con dificultades para obtener o sostener una mayoría de Gobierno en Westminster y facilitaría en cambio la llegada al poder de un conservador más euroescéptico que el actual primer ministro. Si Escocia se va, aumentan las posibilidades de que se celebre el referéndum para salir de la UE y el No tendrá más probabilidades, puesto que la ausencia de los escoceses, mayoritariamente europeístas, restará entre dos y tres puntos que pueden ser el margen decisivo. Finalmente, la única baza de Cameron sería la renegociación del estatus de Reino Unido en la UE antes del referéndum, pero se le complicaría enormemente si debe renegociar a la vez la continuación de Escocia en la UE a la que se ha comprometido. Si las cosas se complican hasta tal extremo, será difícil entonces que desde Europa no se vea el caso catalán como una contribución más a la desbandada europea, que en los sueños de los más optimistas del lugar corresponde a la Europa de los Pueblos y no de los Estados y las multinacionales.



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14 de mayo de 2014
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La barba de Conchita

Que Conchita Wurst (que en alemán significa salchicha o indiferencia) haya ganado el concurso televisivo decano en el mundo es todo un síntoma de cómo lo extraordinario acaba adueñándose de la realidad. Un hombre con cuerpo de mujer barbuda consigue levantar el trofeo de Eurovisión ante millones de espectadores que viven en un continente polvoriento a pesar de sus inmaculadas autopistas y sus surtidos de panes. Y que eso ocurra a las puertas de unas elecciones europeas, con una guerra civil latente en Ucrania (que, junto al enemigo ruso y Bielorrusia, ejerce una violenta intolerancia contra los homosexuales) redondea aún más el mensaje. Los austriacos, con serios problemas de ultras en su tejido social y una formulación de la belleza fijada por los frescos de Gustav Klimt, eligieron a Conchita su representante para la gala. Y no sólo por su voz, sobre todo por el mensaje. “Haz lo que quieras y sé quien quieras”, reza el lema de la artista, un personaje creado por el modelo homosexual Tom Neuwirth, que inventó a Conchita como respuesta a la discriminación homófoba que sufrió de chico. Con su triunfo, ha conseguido lo inaudito: resumir años de investigaciones y teorías acerca de las identidades nómadas. Una glamurosa estética contestataria al servicio del llamado tercer sexo. La mujer barbuda fue una de las atracciones de feria más humillantes de la tradición circense de los Barnum, Ringling Brothers y compañía para aquellas que además de ser pobres padecían hirsutismo. Hoy, el talle esbelto de Conchita, sus ademanes elegantes y su barba negra y recortada se hallan a años luz del escarnio, como el que provocaba la mujer que pintó José de Ribera: Magdalena Ventura de los Abruzos, que se dejaba crecer la barba desde hacía 15 años, y en el cuadro aparece con un bebé rollizo rozando su turgente pecho. Hoy, la rúbrica hipermoderna, la que exalta la moda andrógina en busca de lo diferente, la ha hallado -¡y de qué manera!- en el festival musical que empieza a derivar en una versión performativo-melódica del Cirque du Soleil. Eurovisión lo ha ganado un personaje ficticio. Así lo votaron los jurados, cuyas parrillas televisivas responden a un gran barullo populista y gritón empastado de realities en el que el vínculo entre sus personajes y la audiencia sustituye al santoral de antaño. Tampoco lo ha ganado únicamente la tolerancia. La apuesta disruptiva del festival planta cara a la decadencia del formato, y lejos de desaparecer -como la OTI- o conformarse con ser reliquia entre petarda y friqui, premia a una drag queen barbuda que canta con épica de superproducción americana. Ha ganado el espectáculo. Y la barba. (La Vanguardia)

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14 de mayo de 2014
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Un poeta en la sopa

Rubén Darío entra al mundo culinario con su cuento primerizo Las albóndigas del coronel: "Se chupaba los dedos el coronel cuando comía albóndigas, y, a las vegadas, la buena doña María le hacía sus platos del consabido manjar, cosa que él le agradecía con alma, vida y estómago...Albóndigas de excelente picadillo, con tomate y chile y buen caldo", dice en prosa golosa que nos trae el olor del infaltable culantro de la sopa de albóndigas.

En la sopa de albóndigas, común en los almuerzos de las casas leonesas desde tiempos de la colonia, los elementos de la cocina árabe trasegados a América a través de España encuentran componentes locales y se funden entre ellos. Y quizás es en las sopas, caldos y pucheros donde mejor hallamos esta mixtura, en la que las carnes son europeas y los vegetales son de la exuberante tierra tropical.

La palabra albóndiga viene del árabe hispano albunduqa, nuez, y es una de las herencias de la cocina andaluza en América Latina, sólo que en Nicaragua recibió el agregado sustancial del maíz para sustituir a la harina de trigo. Se hacen del tamaño de un limón pequeño, y la masa de maíz se compone con carne de gallina o pollo, de res, cerdo, o de res y cerdo, y aún las hubo de carne de venado; y para amarrar mejor la masa se suele agregar miga de pan remojada en leche y huevos. Se ponen siempre en una sopa que puede llevar verduras, como repollo, chayotes y zanahorias....así las fabricaba seguramente la hermosa viuda doña María, en busca de halagar al coronel.

Sopas tenemos no pocas. La sopa de carne, llamada también sopa de res, sopa de olla, y aún sopa de pobre, es heredera del puchero castellano, y guarda similitudes con la olla podrida, el cocido madrileño, el cocido catalán o carn d´olla, el puchero canario y el pot a feau francés; la sopa de olla es muy vieja en la cocina española como podemos verlo desde la primera página de El Quijote, cuando se nos dice lo que el hidalgo manchego tenía por lo regular en su mesa: "una olla de algo más vaca que carnero..."

No podía haber olvidado Rubén las nutricias sopas de olla de los almuerzos en la casa de su tía Bernarda Sarmiento,  teñidas con el hervor de diferentes clases de carnes de res sancochadas antes en ajos, chiltoma y cebolla, y que reciben todos los frutos de la tierra nicaragüense, una cuenta de agregados vegetales que no puede responder a ninguna ortodoxia y que depende de la estación, del territorio, y del gusto de quien cocina. Y sin olvidar la muy nutricia sopa de cola.

La olla es el universo donde se va echando todo, y esta suculenta sopa era común en el siglo diecinueve porque Nicaragua era un país ganadero, y en las mesas pudientes se servía a diario como primer plato del almuerzo. Parientes suyos son el ajiaco cubano y el sancocho colombiano.

Entre esas carnes diversas, hay unas que tienen hueso, como el chombón, que es parte del costillar; la aguja, la orilla de costilla, otras como la cecina y la posta, y otras que abundan en grasa o gordura, como el pecho. Contando los tubérculos y verduras, una sopa de ésas puede llegar a tener hasta una treintena de componentes. Cuando hierven ya las carnes en la olla, primero caen los vegetales que necesitan más tiempo para cocinarse, plátano verde, yuca, quequisque, elotes cortados en pedazos, luego van los ayotes, chayotes, chilotes, pipianes, y cebolla, chiltoma, tomates, el culantro, que nunca puede faltar, la hierbabuena y el apio, y aún jocotes verdes y maduros, y semillas de guaba.

De seguro la viuda doña María, joven y de buen ver, que regalaba al coronel del cuento de Rubén sus espléndidas sopas de albóndiga, también le ofrecía las no menos espléndidas sopas de carne, en días que no eran de guardar.

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14 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Sobre el realismo

En mi blog de siempre, Diario de Lecturas, he incluido un largo post, intentando comentar algunos libros recientes y su relación con el realismo literario, tan en boga últimamente. Por su extensión, se incluye la posibilidad de descargarlo como pdf, para facilitar su lectura:

http://vicenteluismora.blogspot.com.es/2014/05/la-construccion-del-realismo-fuerte-en.html

Materiales de trabajo: libros de Nicolás Cabral, Claudia Salazar, Javier Sáez de Ibarra, Doménico Chiappe, Ray Loriga, Elvira Navarro, Rodrigo Fresán, Miguel Serrano Larraz, Esther G Llovet, Federico Guzmán, Luis Rodríguez, Edmundo Paz Soldán, Coradino Vega y Blanca Riestra. Pequeños cameos de Amélie Florenchie, Damián Tabarovsky, Sara Mesa, Rafael Espinosa, J. S. de Monfort, Fernando Castro, Andrés Ospina, Gide, Thomas Mann o R. Piglia, entre otros. Libros de editoriales pequeñas, de grandes editoriales y autoeditados. Argumentos provenientes de teoría de la literatura, neurociencia, física, filosofía y otras hierbas. Por si les interesa.



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13 de mayo de 2014
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Asuntos metafísicos 50: Subversión en la noción de causa

¿Causa que no precede?

En la idea de causalidad arriba avanzada se considera que el evento B es un efecto del evento A cuando, además de tenerlo como antecesor se halla intrínsecamente vinculado al mismo. Esta concepción de la causalidad parece poco problemática  mientras consideramos acontecimientos temporalmente separados ( en el sentido expuesto de que el intervalo temporal que los separa es suficiente para que una entidad viajando a velocidad inferior a la luz cubra su distancia espacial), pues el orden de anterioridad- posterioridad de los mismos es un invariante de todos los referenciales galileanos, de tal manera que si  el  pitido  anunciador del paso del tren precede para el jefe de estación su propio gesto de alzar la bandera, esta precedencia se cumplirá también para el  maquinista.

Sin embargo al considerar acontecimientos separados espacialmente (es decir, tales que  ni la propia luz cubriría  su distancia en el tiempo que los separa) el asunto es menos claro. Supongamos que alguien asevera lo siguiente:

El acontecimiento A consistente en que   el fotón de la  izquierda  es ya flexionado (lo más tarde posible de su salida) hacia el polarizador posicionado en una dirección determinada, es causa del acontecimiento B consistente en la efectiva medición de la polarización a la derecha, y esta relación de causalidad se hace efectiva mediante el envío de un tachyon de un determinado tipo. [1]

Aquí nada se ha dicho de ordenación temporal y dado que el orden temporal entre A y B depende del referencial en el que se sitúa el observador, si consideramos el punto de vista de alguien para quien B viene antes que A diremos...que el efecto precede a la causa mientras que para otro observador es al revés. Cabiendo asimismo la posibilidad de que causa y efecto sean sencillamente simultáneos.

¿Barrido de la noción de causa?

En suma: la hipótesis del tachyon como forma de hacer inteligible experimentos como el de Aspect (y en general los casos de correlación entre entidades espacialmente separadas)  obliga, bien a liberar el concepto de causa de la idea de ordenación temporal, bien a referirse a fenómenos literalmente sin causa. Pues en el barrido de principios ontológicos y epistemológicos que las teorías físicas a las que me vengo refiriendo suponen, la causalidad convencional no tiene bula alguna y habrá que ir pensando en algún tipo de conexión que escapa  a la causalidad, sin por ello reducirse a  mera ordenación espacial (de consecución o de contigüidad),  sucesión temporal,  o similitud.

Si  la correlación cuántica no fuera  insertable en alguno de estos tipos de  lazo, archivados por Hume,  habrá simplemente que ir apuntando a alguna forma de intelección no contemplada   en la Enquiry concerning Human Understanding del  gran  pensador.

Tarea que a veces (paralelamente al proseguir de las investigaciones propias de su disciplina) se hallan hoy forzados a emprender los físicos, lo que les lleva a bordear  la disposición d espíritu que  caracteriza al filósofo, menos propenso como ya he dicho a proporcionar inteligibilidad a un dominio particular que a hurgar en los fundamentos mismos de la inteligibilidad y a preguntarse qué supone para el espíritu humano el que,  a la hora de enfrentarse al entorno natural y a sí mismo,  privilegie  el objetivo de la intelección.


[1]     En la hipótesis de que hay sólo dos direcciones de polarización en cada lado,  se supone que un tipo de tachyón será enviado en un caso y otro tipo en el otro (por ejemplo tachyón positivo o tachyon negativo): "for if the same type of tachyon is sent no matter how the polarizer is set, the  [other] photon will gain no useful information by its arrival" (o. c. p.71)

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13 de mayo de 2014

Eder. Óleo de Irene Gracia

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Antes está el derecho a dudar

En la duda y no en la certeza está la clave. Sin duda no hay pensamiento. Tampoco deliberación, ni confrontación racional de argumentos. En la duda y no en la certeza está el fundamento de la ciudadanía activa y en consecuencia de la democracia. La duda no sirve a quienes quieren reducir la democracia a depositar una papeleta en una urna cada cuatro años. Pero menos sirve todavía a quienes quieren organizar una votación única y definitiva, un vuelco inexorable, determinado por una dinámica de la historia inscrita en los astros. Los dubitativos, y todavía más los dubitativos conscientes y reivindicadores, son un estorbo para quienes quieren aprovechar una oportunidad inesperada. Las dudas no convienen a creyentes, convencidos y conformistas. Menos todavía a acomodaticios y oportunistas que se han pasado de bando y se han dejado empujar e intimidar. Nadie más intransigente que un converso. En tiempos de hegemonías oceánicas y unanimismos, las preguntas ofenden. Veamos lo que nos dicen las certezas. La hoja de ruta está ya trazada. No hay marcha atrás. Sí o sí, o incluso sí y sí. Hay líneas rojas que no podemos pisar. Tenemos un calendario y una fórmula irrenunciables. Hay plazos perentorios. Tenemos prisa. No reconocemos ninguna vía tercera o intermedia entre la nada que identificamos con lo que tenemos y el todo que queremos y creemos obtener de inmediato. ¿Qué papel queda para el ciudadano que duda? Quien dude de la fecha, las preguntas y el objetivo histórico, merecerá quedar descalificado, ya no como enemigo de la patria, sino incluso como enemigo de la democracia. Y sin embargo, la duda no excluye el problema. Al contrario, le da profundidad y amplitud. Si partimos de la duda, podemos al final incluirnos a todos. Si partimos de la certeza dictada por alguien que ha decidido ya el camino y el destino, entonces es seguro que nos dividiremos y fracasaremos. Todos por igual, por cierto. El problema es real y consistente. Es una cuestión de democracia: una población circunscrita en un territorio perfectamente reconocible no puede ser gobernada civilizadamente sin su consenso, algo que todos sabemos cuándo y por qué se rompió. El lehendakari Urkullu ha señalado los pasos y el orden de los factores, sea cual sea la sustancia: diálogo, negociación, pacto, y al final, ratificación democrática. El presidente Mas, en cambio, ha situado las urnas por delante, en forma de una consulta para la independencia. Todo lo ha decidido unilateralmente sin pasar antes por unas elecciones con un programa claro como los nacionalistas escoceses: Junqueras sí esgrimió la independencia; CiU, solo el confuso Estado propio dentro de Europa. Mas quiere el derecho a decidir lo que ya está decidido. Por eso quienes dudan estorban. El derecho a decidir está muy bien. Lo avala el Tribunal Constitucional. Pero antes y por encima está el derecho a dudar, obligación incluso para quien quiera pensar por sí mismo. Y eso es lo que ha avalado en sus declaraciones y en sus recitales, con su tranquila apología de la duda, el último Premi d'Honor de les Lletres Catalanes, Raimon Pelegero. Ya es notable y merecido que vaya a Raimon el premio que da Omnium Cultural a quien "per la seva obra literària o científica, escrita en llengua catalana, i per la importància i exemplaritat de la seva tasca intel·lectual, hagi contribuït de manera notable i continuada a la vida cultural dels Països Catalans". A fin de cuentas, es el primer cantante y autor de canciones que lo recibe. Pero más notable es que sea porque, en efecto, ha contribuido como muy pocos a la preservación de la lengua y de la cultura de los ciudadanos de habla catalana sin dejar de expresar dudas ni de interrogarse, incluso ahora mismo, en el tiempo de las grandes certezas y unanimidades. Independencia o asimilación, tal es la dicotomía radical que plantean quienes han impulsado el proceso, convencidos, nos dicen, de que no hay terceras vías en el futuro de Cataluña. Es una tesis que exige la foto fija del actual momento político, desde que han descarrilado los consensos y la crisis ha corroído las instituciones. Desde Valencia y también desde Mallorca, no tan solo es legítimo sino racional y obligado, incluso para la más plena visión catalanista, evaluar la tercera vía con algo más de cuidado. No está claro que la independencia sea más beneficiosa para la unidad de la lengua y la cultura catalanas de lo que pudiera serlo combatir por la continuación de la convivencia de todos los ciudadanos catalanohablantes dentro de una España plural, organizada como un Estado federal y plurinacional. Si en las dudas de Raimon despunta la tercera vía, no es solo por su temple de intelectual crítico sino también por su preocupación por la unidad catalana y por el futuro de la lengua en Valencia y Mallorca. Omnium Cultural ha premiado, quizás sin calcularlo, la ejemplaridad de sus dudas. Por eso el Premio y los cuatro recitales en el Palau desde el pasado jueves hasta ayer, además de un goce para sus numerosos admiradores y amigos, son una incitación a la duda y un llamamiento a que todos las respeten, tanto las del cantante como de quienes quieran seguir su ejemplo.



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12 de mayo de 2014
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