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¿Quién era Longino?

Por 2 de junio de 2014 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

Eduardo Gil Bera

De las tres obras que el canon clásico ha retenido como referenciales de la preceptiva literaria, la Poética de Aristóteles, la epístola Ad Pisones de Horacio, y el tratado De lo sublime de Longino, esta última es la que más interés ha suscitado en la modernidad, primero por la rara excelencia y audacia de su texto, y luego por la controversia sobre su época y autoría. 
Este año se celebra el 340º aniversario de la venerable traducción de Boileau, que recuperó De lo sublime para la historia de la crítica literaria. Con tan fausto motivo, Acantilado publica este mes una nueva traducción, que será por lo menos la décima española desde 1770. Es el momento adecuado para volver a preguntarse quién era Longino.
¿Cuándo se escribió De lo sublime?
El primer paso en busca del autor sería determinar la fecha de su texto. No hay muchos elementos que ayuden a determinar cuándo se compuso De lo sublime, pero todos los disponibles apuntan a la época del emperador Augusto. 
Los autores  que Longino cita como contemporáneos, Teodoro de Gadara y Cecilio de Calacta, son de época augustana.
El autor que muestra la más notable influencia de De lo sublime en sus textos es Séneca. En De tranquilitate animi se pueden leer consideraciones sobre el riesgo de la grandeza literaria y otros temas típicos del tratado. Por su parte, en De brevitate vitae, escrito en el año 49, ofrece un importante indicio de datación de De lo sublime cuando dice que la moda de estudiar letras y diseccionar la Ilíada y la Odisea fue algo que ocurrió en el pasado: “Graecorum iste morbus fuit”  [fue una manía de los griegos]. Lo que hace pensar que se refiera como mínimo a la generación de su padre. 
En un pasaje de las epístolas a Lucilio (95, 23) menciona Séneca las aulas vacías de los maestros de artes liberales y de preceptiva literaria, ya no se estudia, los jóvenes se han vuelto tabernarios. 
¿Cómo se llamaba?
Han pasado de moda denominaciones como Pseudo-Longino o Anónimo. La primera procede de una atribución errónea, ¿por qué cargar al autor con la equivocación? Respecto a la segunda, el tratado ha sido transmitido con un nombre, que ese nombre haya podido ser juzgado por algunos incompleto o dudoso, es un motivo menos que endeble para declararlo anónimo.
El manuscrito conservado dice que el autor es “Dionisio o Longino”. Esto se ha leído siempre como si el copista expresara una duda, o sea, no se sabe si fue el uno o el otro. Pero la disyuntiva ἤ también admite ser leída como “alias”. Es decir Dionisio el Longino, siendo la segunda parte un sobrenombre o nombre de pluma, como Azorín o Molière.
En todo caso, lo más llamativo de Longinus, sea nombre o sobrenombre, es que no es griego, sino romano, mientras el autor de De lo sublime deja bien claro que él es griego y extranjero en Roma. Entonces, ¿cómo es que se llamaba así?
Longinus fue el apellido de la Gens Cassia, reputada como una de las estirpes más nobles y antiguas de Roma. Así se apellidaron sus miembros durante la República, de modo que todo Longinus tenía alguna relación parental, clientelar o de homenaje con la Gens Cassia.
En la Gens Cassia regía la tradición del estudio de la lengua griega. Gaius Cassius Longinus, el tercero de los conjurados que apuñalaron a Julio César, estudió filosofía en Rodas, la capital de los estudios estoicos, y hablaba y escribía griego perfectamente. Dos de sus descendientes eran jóvenes estudiantes en  la época augustana:
Gaius Cassius Longinus, jurista y autor de varios volúmenes sobre su especialidad, procónsul de la provincia de Asia, y gobernador de Siria durante los reinados de Calígula y Nerón. Se casó con una nieta de Augusto y tenía en su mansión una estatua de su abuelo Gaius Cassius Longinus, el helenista estoico mencionado arriba que se clasificó en tercer lugar en el apuñalamiento de Julio César. Nerón desterró al nieto por ese motivo a Cerdeña en el año 65. Tácito recuerda que para entonces se había quedado ciego y que en el año 61 intervino en el foro para que todos los esclavos de un senador asesinado fueran ejecutados en estricto cumplimiento de la ley.
Lucius Cassius Longinus, hermano mayor del anterior, fue también cónsul y cuñado de Calígula, que lo mató en 41, porque un oráculo le advirtió que un Longinus lo asesinaría. 
Estos Longinus pudieron ser discípulos del autor de De lo sublime, que a su vez habría adoptado el sobrenombre familiar de sus patronos. Cecilio de Calacta, autor de otro tratado hoy perdido sobre lo sublime y que sirvió a Longino como pretexto competitivo para escribir el suyo, también dejó su nombre original y se hizo llamar así en honor de sus patrones, los Metelli.
  El dedicatario
De lo sublime está dedicado a Postumius Terentianus, a quien Longino se dirige con el epíteto kratistos, que según la preceptiva corresponde a una persona de alto rango, como hace Plutarco al referirse a su protector el senador Fundanus. Pero ese discípulo de Longino no ha sido identificado.
¿Era judío?
Una de las particularidades del texto es que denota un familiaridad extraordinaria con la versión bíblica Septuaginta. Hay palabras y fraseos que sólo se leen en la Septuaginta y en De lo sublime. Además Longino menciona la impiedad del poeta de la Ilíada al tratar a los dioses, e insinúa que ve mayor grandeza literaria en la descripción de la potencia divina por parte del legislador de los judíos. Pero su confidencia más reveladora es cuando, en su defensa de la pasión,  asegura al final del capítulo VIII que, para su gusto personal, “nada hay más grande que una pasión noble en su momento justo, cuando por obra de la inspiración se inflama en ráfagas entusiastas que dan a sus palabras tintes proféticos”. Esa defensa del entusiasmo profético anuncia el pasaje en el capítulo XLIV donde Longino compone efectivamente un vehemente discurso inspirado en el Oráculo contra Babilonia, uno de los grandes poemas del profeta Isaías.
La grandeza de los juegos universales
Para Longino, la literatura, como la vida, es una competición de magnanimidad, ingenio y pasión, unos juegos universales donde hay que ser ambicioso, arriesgarse y aspirar a lo más alto. Es el motivo medular que le lleva a repasar los modos, medios y antecedentes de la grandeza y el tono elevado. No es el menor de sus méritos que, gracias a él, se haya conservado uno de los poemas más importantes de Safo.

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Eduardo Gil Bera

Eduardo Gil Bera (Tudela, 1957), es escritor. Ha publicado las novelas Cuando el mundo era mío (Alianza, 2012), Sobre la marcha, Os quiero a todos, Todo pasa, y Torralba. De sus ensayos, destacan El carro de heno, Paisaje con fisuras, Baroja o el miedo, Historia de las malas ideas y La sentencia de las armas. Su ensayo más reciente es Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero (Pretextos, 2012).

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