Joana Bonet
Por un lado están los jóvenes y por otro los jóvenes-viejos. Los primeros responden, según el prestigioso centro de investigaciones Pew, a la etiqueta de milenials, nativos digitales que desconfían de las instituciones suplantadas por las redes. Menos propensos a definirse como ecologistas, son anticeremoniosos e hipercomunicativos y, en general, no militan, a diferencia de los jóvenes-viejos que se han sentido con los bolsillos vacíos de mensajes ante el suculento surtido de quesitos surgidos tras las europeas.
“Estos friquis” -como denominó Arriola a los integrantes de Podemos- han sido capaces de asaltar Bruselas con una campaña low cost. PP y PSOE se han revirado. “No me gusta este tipo de movimiento político”, aseguraba Patxi López en la Cadena Ser. El exlehendakari, que también dimite, afirmó que su partido es el más democrático de España porque celebra primarias. Cierto es, hubo unas en 1998 que ganó Borrell, a quien le acabaron dando la patada. Pero que le pregunten sobre democráticos congresos al equipo de Carme Chacón, que en 2012 asistió al espectáculo de Felipe y Guerra pidiendo el voto in extremis -delegado por delegado- para Rubalcaba.
El socialismo, hambriento de tendencia, necesita a su generación selfie a la búsqueda de un corpiño sexy que lo vista y una cabeza audaz que lo repiense. Ahora, todos los ojos se han posado en Susana Díaz, la esperanza blanca del partido aunque hace nueve meses nadie la conociera. Poderío dicen que trae, y habilidad para nadar a contracorriente. Eduardo Madina comparece como una oferta cuyo principal atractivo es ser un significante sin significado, sin que ello quiera ser peyorativo. No se le conocen ideas propias, pero es un excelente portavoz de la dirección del partido con verbo poético y más inquietudes intelectuales que las que se le conocen a Díaz. Con pose de niño bien de Deusto, en Twitter recomienda libros o discos y escribe artículos evocadores sobre la izquierda soñada.
“Un militante, un voto” reclamó Madina rompiendo la baraja. “Mejor un progresista, un voto” le replicó Chacón. Demasiado catalana en Madrid, demasiado española en Catalunya, pero, al fin y al cabo, la candidata con mayor currículum y experiencia política. Sus puntos débiles son también los fuertes: es mujer, es joven-vieja, y se codea con los demócratas norteamericanos. Díaz, avalada por los barones para borrar el pasado reciente, es andaluza 100%, a diferencia de Chacón que es mitad. Aunque acusen diferencias, se llevan bien. López está para ayudar a Madina, veremos si ellas hacen pinza. ¿Los chicos contra las chicas? ¿Nueva foto en Ferraz? El problema del PSOE es que aún no tienen selfie.
El ‘milenial’ mileurista
Me cuentan quienes han asistido a sus clases que Pablo Iglesias es de esos profesores que fascinan tanto a alumnas como alumnos con un cóctel de conocimientos, rebeldía y coleguismo, muy al estilo de El club de los poetas muertos.
Acaso se lo permite su brillante expediente académico. Las cámaras lo quieren, aguanta la mirada de sus adversarios sin despeinarse, y conecta con los milenials desencantados. Es tan carismático que incluso su foto aparecía en las papeletas de voto. Pedagogía de guerrilla y lustre de intelectual, eso sí, chavista. Pero hay algo que no cuadra: con tamaño currículum y tanto periplo por las tertulias televisivas, ¿Pablo Iglesias sigue siendo mileurista?
Mito y negocio
De blanco, con ese aire de santera, Mamá grande, el brillo rural de la Segarra en su porte desconfiado y la mirada torva, Carmen Balcells es uno de los personajes más interesantes de España. Astuta, tenaz, temida, protegió a los escritores, blindó sus contratos y profesionalizó el oficio. Su acuerdo ahora con el superagente Andrew Willie, el Chacal, provoca una orgía mediática en plena Feria del Libro.
Dos mitos se asocian, siguiendo la tendencia de las fusiones entre los poderosos. Dos supervivientes old school -de 83 y 67 años respectivamente-plantan cara a los gigantes como Amazon, Google y también a otros jovenzuelos. Dinosaurios convertidos en delfines.
La intimidad trasera
“Mi cuerpo es mío”, parece exclamar el rostro tan británico de Kate, como si tuviera un lóbulo expresivo y el otro hierático. El viento suele jugar malas pasadas. Medio trasero al aire le robaron los paparazzi en Australia. Los sensacionalismos no entienden de pudor. El fair play británico choca con la insidiosa persecución de los tabloides siempre en busca del culo, la teta o la raya de cocaína del ídolo del momento. En Madrid, en un desfile de Antonio Pernas hace ya algunos años, a Ana Botella se le cayó la falda al suelo y se quedó en medias y faja. Sus guardias de seguridad y el diseñador la cubrieron.
Nadie publicó la foto. Si hubiéramos sido británicos…
(La Vanguardia)