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Exotismo radical

Visité un colegio suburbano y hablé con adolescentes que no conocían a ningún escritor español.

Me fascinó su ignorancia, en cierto modo edénica. No conocer a ningún escritor español me parecía más difícil que conocer a uno o dos, me parecía casi imposible.

Su pureza era tan definitiva, tan admirable, que ni siquiera conocían a Cervantes.

Si la cultura española es, entre otras cosas, un conjunto de saberes entre los que se incluye su literatura, aquellos alegres muchachos no pertenecían a la cultura española, no pertenecían a ninguna cultura.

 

Eran los buenos salvajes tan buscados por la antropología, y me bastó intercambiar alguna palabras con ellos para saber que su lenguaje era el del Paraíso: simple, elemental, tosco, inmediato.

 

Me maravilló comprobar que no conocían las metáforas, y que a menudo hablaban con gestos más que con palabras.

Ya no es necesario ir demasiado lejos para experimentar el exotismo más radical, me dije a mí mismo cuando regresaba a mi casa.

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24 de febrero de 2015
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Nietos asesinos

No diré demasiado, porque acabo de perder una larga perorata sobre el asunto y me encuentro ahora exhausto y malhumorado. La idea sobre la que me entretenía en la versión anterior hacia mención a la beata y almibarada actitud (que hasta se les cae la baba) que los abuelos prestan o dicen experimentar ante la contemplación de los nietos. Los nietos nietos son. No son tus nietos en sentido lúdico ni tampoco existencial. Sólo la biológicamente los indicaría. 

Ciertamente, estos infans nos quiere a su modo pero no entienden de modo alguno lo que más nos preocupa. Frente a esta exaltación de la inconmensurable felicidad atribuida a ser abuelos se alza la confirmación de que somos ya los últimos eslabones, ya herrumbroso, de la generación. El resto será desprendimiento y muerte infernal. Un fenómeno que lamentarán los nietos durante horas antes de volver a jugar pero que a nosotros, abuelos, nos asesina irremediablemente como desoladas piezas sin un maldito playboy.    

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23 de febrero de 2015
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Egotistas

A comienzos del verano de 1832, ocioso en Roma, Stendhal empieza a escribir ‘Souvenirs d´égotisme', un bellísimo recuento autobiográfico que quedaría inacabado, siendo publicado póstumamente en 1892. El novelista titula esos recuerdos con un término inglés acuñado por el ensayista y poeta Joseph Addison en 1714 para definir la muy francesa disposición "a hablar demasiado de sí mismo" que los Señores de Port-Royal, dice Addison, reprobaban. Siendo similar a ególatra o a egocéntrico, egotista, por su ilustre ascendencia anglo-francesa, nos suena mejor, sobre todo desde que el memorial fue traducido como ‘Recuerdos de egotismo' por  nuestra eminente ‘stendhaliana' Consuelo Berges. En uno de sus párrafos iniciales, Stendhal dice: "¿Tendré el valor de contar las cosas humillantes sin preservarlas con infinitos prefacios? Así lo espero", redondeando su pregunta con esta afirmación insolente: "Estoy profundamente convencido de que el único antídoto que puede hacer olvidar al lector los eternos ‘Yo' que el autor va a escribir es una perfecta sinceridad".

       Dos películas británicas de éxito, ‘Mr. Turner' y ‘The Imitation Game', tratan de egotistas desaforados y geniales, cada uno en su territorio, y lo hacen con la verdad por delante. En ‘The Imitation Game', el ególatra protagonista es Alan Turing, según Winston Churchill el hombre que más contribuyó a la victoria aliada en la Segunda Guerra con sus trabajos de desciframiento de los telegramas del alto mando alemán, teniendo esa labor suya la peculiaridad de que, mientras descifraba los enigmáticos mensajes nazis, Turing envolvía en una nube de misterio su propio enigma; el matemático, superdotado y poseído de sí mismo, se veía obligado a esconder el entonces grave delito de la homosexualidad, que le llevaría, pese a su reconocida heroicidad, a la deshonra y el suicidio. El director noruego Morten Tyldum cuenta con perfecta sinceridad, como lo quería Stendhal, el autismo y las tendencias amorosas del siempre un tanto infantil matemático, una personalidad rica en contrastes que ni siquiera resultaba aceptable explicitar en el año 2001, cuando, en ‘Enigma', el cineasta Michael Apted, a partir de un guión de Tom Stoppard que cambiaba los nombres de los personajes históricos, reflejó con más enjundia narrativa pero disimulo de su intimidad la misma operación llevada a cabo por Turing y sus colaboradores en los cuarteles secretos de Bletchley Park. ‘The imitation game' no amontona prefacios mixtificadores de la naturaleza sexual del genio, pero su relato es superficial, desvirtuando la interesante figura de Joan Clarke (Keira Knightley, poco más que voluntariosa), la mujer que se enamoró del hombre de ciencia sospechando que el sentimiento no podía ser recíproco. Quien sí se luce es Benedict Cumberbatch, uno de los actores más estimulantes de los que hoy trabajan en inglés.

     En el mismo registro de desvelación íntima de un prodigioso egocéntrico se mueve ‘Mr. Turner', ‘costume drama' de Mike Leigh sobre los últimos años de la vida del gran pintor que, cumpliendo sus funciones ilustrativas y biópicas, decepciona por ser obra de un director a quien le pedimos más que una bonita estampa plagada de frases rimbombantes y anécdotas escolares, como la del diminuto elefante que hay que buscar en la famosa pintura de ‘Aníbal cruzando los Alpes'. Tiene interés, un tanto morboso, la larga secuencia del día pre-inaugural de la exposición de la Royal Academy, con las apariciones de los artistas del momento, Wilkie, Stothard, Sir John Soane, el atormentado Haydon y, sobre todo, Constable, laborioso en el acabado del paisaje que presenta y receloso del imprevisto asomo de genio díscolo de su colega Turner; el figurón de John Ruskin, un tanto astracanado, produce hilaridad. Es para mí incomprensible, sin embargo, que, pese a las eruditas justificaciones lumínicas dadas por Leigh y su director de fotografía Dick Pope, el ámbito y la plasmación del arte turneriano, proto-simbolista, a menudo ambiciosamente literario y tendente a la abstracción, queden reducidos a un pictoricismo más bien relamido y de sabor holandés.

     Cinematográficamente, el mejor ególatra de la cartelera actual es el que interpreta, con guiños autobiográficos, el actor Michael Keaton, célebre por sus ‘Batmans', en la nueva película de Alejandro González Iñárritu, quien también se gana con toda justicia, al menos en términos estéticos, el calificativo de egotista. ‘Birdman' fascina y puede irritar desde el comienzo, con su mezcla de virtuosismo narrativo y levitaciones psíquicas que dejan chicas a las que se producían en ‘Cien años de soledad', tildadas en su día maliciosamente por Cabrera Infante de "escenas Mary Poppins". Pues bien, es una lástima que un film inteligente y atrevido como el del director mexicano incurra en la media hora final en un ‘marypoppismo batmaniano' tan innecesario, y, todo hay que decirlo, técnicamente poco lucido. ‘Birdman', emulando Iñárritu la ambición de Hitchcock en ‘Rope' (‘La soga') y de Sokurov en ‘El arca rusa', filma casi todo el metraje de su larga película en un plano secuencia trucado con habilidad, pero rompe incongruentemente esa unidad de lugar y espacios cuando se produce el disparo real en el escenario, punto en el que la plástica y el tempo fílmico frenético y arrebatador se contagia del mal moderno que yo llamaría el síndrome de ‘El árbol de la vida', la patochada trascendental de Terrence Mallick.

    Ni siquiera esa grave infección estropea el placer ofrecido casi siempre por ‘Birdman', que escenifica un combate permanente de egos situados en el interior de un teatro, una construcción musical que alterna los trozos solemnes de, entre otros, Mahler, Tchaikovsky, Rachmaninoff y John Adams, con estupendos solos de batería en plan de comentario épico, y escenas memorables, todas las que interpretan Mike (Edward Norton), rival egotista de Riggan (Michael Keaton), la joven Sam (Emma Stone) y Tabitha, la crítica de teatro mortífera (Lindsay Duncan), así como esa salida en calzoncillos a las calles de Broadway de un Riggan que durante unos minutos, accidentalmente, ha perdido la vigilancia del superego y se queda en cueros con su yo.

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23 de febrero de 2015
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Muy persuasivo

En una sobremesa con Plutarco ha salido el viejo  chiste del archipersuasivo que fue a persuadir y quedó persuadido (Symposiaka 1.1.3) que no es política actual, pero como si fuera, es lo que tienen los chistes eternos. En la antigua épica griega, Pisístrato es hijo de Néstor. Como otros hijos de grandes héroes, lleva un nombre que resalta un rasgo de su padre, aquí es el superlativo de persuasivo, el muy persuasor o el archipersuasivo. Hubo un tirano Pisístrato en Atenas y Heródoto informa que llevaba ese nombre en honor del hijo del Néstor épico, del que se pretendía descendiente.
 
Los poetas aduladores propusieron al tirano Pisístrato otra etimología para su nombre y, en lugar del evidente superlativo que entendía cualquiera y por lo visto en Plutarco se prestaba a la burla fácil, le dijeron que su nombre se componía gloriosamente de Perseo (hijo de Zeus), y Estratio (epíteto de Zeus: conductor del ejército). Y le propusieron proclamar esa noticia sensacional dejándola escrita en la lista de los hijos de Néstor, en la Odisea. Y en efecto, bajo la tiranía de Pisístrato, se promovió la versión de la Odisea con la lista desde entonces aceptada de los hijos de Néstor: ésa y no otra era la versión que debían recitar los rapsodas en la fiesta Panatenea.
 
Nadie ha sospechado nunca de la lista de los hijos de Néstor en la Odisea, pero es una interpolación casi confesa. Su primera carácterística es la irregularidad: está redactada al revés. Según la preceptiva, los hijos tendrían que citarse de mayor a menor: Antíloco, Trasímedes, Pisístrato, Areto y Equefrón. En la Odisea, se empieza por el menor, Equefrón, luego vienen “Estratio” y “Perseo”, las dos etimologías inventadas y puestas en orden inverso, porque si apareciesen como “Perseo” y “Estratio” podría saltar a la vista que se habían fabricado a partir de Pisístrato. Para disimular la manipulación, los dos nombres interpolados se ven separados al máximo: “Estratio” es final de un hexámetro, y “Perseo”, principio del siguiente (III, 413-414).
 
Los poetas aduladores, que son tan demasiado humanos como los demás, no pudieron dejar de contarlo, aunque quizá exagerando un poco, y en la época helenística se decía que el Pisístrato de la Odisea era un personaje inventado  e introducido en el poema en honor al tirano. Para inventarse a Pisístrato e introducirlo en la acción de la Odisea, era preciso inventarse los cuatro primeros cantos, labor ímproba e improbable.
 
En cambio, en la lista de los hijos de Néstor por Hesíodo, la relación corre de mayor a menor. Esta lista hesiodea es anterior al texto de la Odisea, pero tiene lagunas, y cuando Merkalbach y West reconstruyeron en los años 60 del siglo pasado el fragmento de Hesíodo donde se enumeran los hijos de Néstor (frag. 35, 10-11, Oxirrinco 2481) simplemente tiraron del texto odiseico… falsificado. Al voltear la lista en el sentido preceptivo, tendrían que haber visto lo que el interpolador temía que se viera: que Perseo y Estratio proceden de la división amañada de Pisístrato.
 
El perjudicado ha sido el personaje épico que, con todo lo archipersuasivo que era, no sólo ha quedado como sospechoso en la Odisea, sino también expulsado de su sede más antigua en Hesíodo.
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23 de febrero de 2015
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Genes solitarios

Estabilidad es una de esas palabras que pronunciamos como un seguro de vida, y que hace tiempo ha dejado de ser un estado para convertirse en un principio. A primera vista, nadie desea una vida inestable, aunque el propio fluir de la existencia se inscriba en su naturaleza impredecible. Corrientes mansas pero también huracanadas nos ponen a prueba, y no importa si se trata de lo que viene de fuera o de lo que nos corroe por dentro. Una sociedad que apenas rinde culto al conocimiento, cuando en realidad es uno de los pocos valores estables -a diferencia de la belleza o el dinero-, informa acerca del cuadro patológico que padecemos sacudido por la insatisfacción y la voluntad del control metida en el entrecejo. “Ser dueños de nuestro tiempo, se dice a menudo, a fin de que nos roben las horas o nos hagan tropezar con malentendidos. Procurarse un cordón de seguridad gracias al cual no haya que dar explicaciones, esconder secretos ni callar verdades, ha prestigiado la soledad desde finales del siglo XX. En treinta años -según el Instituto Nacional de Estadística- el número de personas que viven solas en España ha crecido en un 350%: unos diez millones de españoles viven consigo mismos. En Europa, la media ronda el 30%, y en EE.UU. casi se han duplicado desde 1999: un cuarto de la población. Muchos de ellos ya han sustituido la fase de viajes para singles y portales de relaciones con desconocidos por un encierro balsámico cosido de pequeños rituales intercambiables que se afianzan como clavos. Son los mismos que rechazan las fiestas sociales, sin complejo alguno para seguir saliendo a pasear el perro. “Individuales”, igual que los mantelitos sobre los cuales la quinoa y la dieta vegana expanden su ilusión de control en esos hogares donde una sola persona es la responsable de convertir el orden en caos. Personas convencidas de construirse un nido a medida donde sólo se oirán sus pasos y cada anochecer se encenderá la luz de la rutina, eso sí, con la fantasía de que en su sala de máquinas es posible comunicarse con el resto del mundo sin necesidad de roce. “Ojalá me pase algo nuevo”, dicen en voz queda algunos, deseosos de tener una nueva razón para levantarse de la cama. Por un lado, descartan encontrar a alguien para compartir la vida, celosos de su libertad, pero, por otro, aguardan que las agujas del reloj se muevan a mayor velocidad. La idealización de la vida solitaria languidece a golpe de series de televisión e investigaciones médicas. Steven Cole, investigador en genómica de la Universidad de California (UCLA), analizó la actividad de los genes entre las personas que viven con diferentes grados de soledad, y según sus resultados, la soledad crónica se correlaciona con cambios reales en la expresión génica, perjudicando al sistema inmunitario. Ya lo decían las abuelas: no es bueno estar tanto tiempo solos, aunque seamos nuestro mejor animal de compañía. (La Vanguardia)

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23 de febrero de 2015
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Sin conductor

En este nuevo tipo de guerras sigilosas las treguas son un instrumento bélico más. Pueden serlo incluso los acuerdos nominalmente de paz. Es lo que ha sucedido con Minsk II, obtenido tras una larga reunión de 17 horas en una auténtica cumbre con los cuatro jefes de los Ejecutivos de Francia, Alemania, Ucrania y Rusia para terminar con la guerra en Donetsk y Lugansk. La prueba de que incluso la paz sirve para la guerra, ya no en la inversión de las palabras como sucedía en la novela de Orwell 1984, sino en los hechos, es la resonante victoria de Debáltsevo, obtenida por los rebeldes prorrusos sobre el Ejército de Ucrania una semana después de la tregua. Ya fue muy sospechoso que la tregua no entrara en vigor hasta las cero horas del pasado domingo y los rebeldes tuvieran casi tres días de barra libre para machacar el enclave. Putin sabía lo que hacía. Al final, la tregua dependía de la rendición o retirada desordenada ucrania, que se ha producido de malas maneras a mitad de semana y es una humillación para Kiev y también para Hollande y Merkel y una exhibición de la maestría del Kremlin en el engaño táctico. En Washington las cosas se veían de otra forma, sobre todo en el Congreso controlado por los republicanos. La divergencia con Merkel sobre cómo hay que entenderse con Putin es absoluta: la canciller alemana no quiere salirse de la vía diplomática y los congresistas republicanos, y muchos demócratas, creen que el único lenguaje que Putin entiende es el de la fuerza, que es el que viene practicando él mismo. El propio Obama tampoco tiene las cosas muy claras: prefiere seguir liderando desde el asiento de detrás y hacer desde allí ejercicios de paciencia estratégica. La actual doctrina de la Casa Blanca deja el liderazgo a los europeos cuando se trata de los asuntos que directamente les conciernen. Es una opción discutible, sobre todo cuando son tantas las dificultades que rodean a la Unión Europea y tantas sus debilidades, de los 28 cada uno por separado, pero también de todos juntos, a la hora de tomar decisiones y de orientarse en el mundo. Nada explica mejor esta desorientación como la idea lanzada por la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, a finales de enero en la reunión sobre seguridad de Múnich, que sitúa a Berlín dirigiendo desde el centro ??leading from the center??, una paradoja tan clara como la de dirigir desde atrás de Obama. A falta de mayores avances tecnológicos, los coches se conducen con las manos al volante y desde el asiento delantero. Quien intenta hacerlo desde atrás o encajado entre los cuatro asientos tiene todos los números para llevar el vehículo contra una farola. Cosa más probable todavía cuando tenemos delante tres peligrosas farolas como Ucrania, Grecia y el Estado Islámico. El hecho es que no hay conductor. Y, sin conductor, los coches van directos al tortazo.

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21 de febrero de 2015
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Dos naranjas enteras

Hay una frase que Tania Sánchez repite como recurso y que indica su sentido del humor guerrillero o de guerrilla grrrl: “Repítemelo otra vez que soy rubia natural”. Bien resuelta es esta mujer en sus argumentaciones, siempre mirando al frente. Corajuda, con descaro y discurso, fiel a una generación que al hablar se apoya en los dedos para poner comillas al aire, y que, cuando la interrumpen, se hace oír: “Hola, jelou, estoy aquí…”. Es probable que su piercing acabe siendo un resto arqueológico de su travesía por el activismo: El vestigio más visible de la post teenage riot que se horneó en la facultad más roja de la Complu. Porque la que desgranó que en su currículum, como en los de su quinta, conviven servir copas e irse de Erasmus; la que ha dejado a Izquierda Unida herida por una cornada en la femoral; la que se postula para presidir la Comunidad de Madrid, se ha presentado en sociedad. El pasado miércoles fue la invitada del Foro Europa en sus desayunos en el Ritz -un caramelito para cualquier político, que dispone de un micro abierto, un público con pedigrí y porcelana con brioche- donde sólo llaman a los don alguien. Ella apeló a la unidad de la izquierda descontenta. “El cabreo de una cursi”, dice un diplomático de ella; “desleal” la han llamado desde los más elevados púlpitos. “Una tía dura, sí, pero siempre ha sido honesta, franca, y ha escalado desde abajo en su carrera política”, aseguran quienes la han conocido. Pero, ¿no es un baile de pasos cortos el de la audaz política que, además, es la novia del líder de Podemos? Es difícil obviar este dato, aunque por supuesto es del todo ruin utilizarlo para restarle credibilidad cuando, como política, ya ha dado sobradas muestras de que ella no es media naranja, sino naranja entera. Y siempre se ha mostrado educada y profesional cuando le han lanzado el veneno. Mucho más vehemente que ella fue Pablo Iglesias al ser preguntado por las polémicas subvenciones del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid de y a la familia Sánchez: “Me llama la atención que, siendo mujer, caigas en este tipo de actitudes machistas”, le replicó a la periodista. Siendo consecuente, esperemos que el líder de Podemos le haya recriminado algo parecido a su colega Tsipras, quien ha considerado que no había ninguna mujer preparada para formar parte de su consejo ministerial. “La bella Tania”, así llamaban a la guerrillera amante o amiga del Che que, con rifle y boina, lo acompañó hasta Bolivia, donde caería en una emboscada. Ellas lucharon hombro con hombro con los camaradas revolucionarios, pero ellos se sentaron en los tronos del poder. El machismo de izquierdas duele más que el derechas, por cínico y enmascarado. Podemos reivindica la igualdad, cómo no, pero la paridad parece que no es una de sus prioridades. Otra cosa sería si contarán con Tania, Sánchez, que es de las ni se resigna ni va de comparsa. Para pasar de la ideología del descontento a las soluciones viables hay que poseer una fórmula en lugar de un repertorio de poses y egos. Luz que no se apaga / Rafael Sánchez Ferlosio Es una de las mentes más lúcidas de nuestro país, una pluma misteriosa y exquisita; Rafael Sánchez Ferlosio publica próximamente Campo de retamas, en el que retoma ese género del que siempre ha sospechado, pero al que vuelve una y otra vez: la máxima. “Los textos de una sola frase son los que más se prestan a ese fraude de la profundidad”, dice, pero también abomina su El Jarama. Él prefiere denominarlos pecios, como si se tratase de naufragados restos en el proceloso mar de su sabiduría, fulgores que brillan en nuestra memoria mucho después de leídos. Solo un ejemplo: “Mundo feliz aquel en que los niños no entendiesen ni remotamente la pregunta capital del verdadero corruptor de menores: ‘Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?’”. Rosas y lágrimas / Lady Gaga ¿Dónde han quedado aquel vestido de carne cruda, los gritos arties siguiendo el método Abramovic -o la fragancia de semen y sangre que, en sus propias palabras, huele “como una puta bien cara”- de Lady Gaga? Los personajes más extremos, que en su desvarío no logran disimular la cicatriz del alma, acaban siendo los más cursis, que es lo que siempre quisieron ser para salvarse. Como la escenificación de su compromiso con el actor Taylor Kinney: en París, rodilla en tierra y con anillo de diamantes en forma de corazón. “¡Él me dio su corazón en el día de San Valentín, y yo dije sí!”, escribió la cantante en Instagram. Pura melaza. De las performances hardcore a una alfombra con rosas y lágrimas. Palabra experta / Isabel Preysler En el mostrador de la parafarmacia del aeropuerto exponen My Cream, marca Isabel Preysler, una de las mujeres más populares y misteriosas de España. Un pozo sin fondo en el arte de recibir, sonreír y agradar, Preysler pasea una fina ironía e incluso sabe ser combativa. A lo largo de su vida, ha pronunciado más noes que síes, tentada con ofertas según ella, sobredimensionadas. En otro país puede que incluso la propusieran como embajadora chic. Viuda y forever young, acaba de lanzar su línea de cosméticos. “Gracias a ella no dejamos de vender otro producto, un colágeno llamado xhekpon (7 euros) que fabrican unos laboratorios de Rubí”, me dice el farmacéutico y añade: “En un vuelo vieron que se lo aplicaba” . Palabra de Preysler.

(La Vanguardia)

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21 de febrero de 2015
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