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La guerra

Cada vez que nos ponemos a hablar de nuestras penas, el otro nos escucha repasando las suyas. Cada vez que empezamos a relatar una tras otra las calamidades que nos aquejan el otro piensa en qué muchas otras calamidades soporta. El dolor no une tanto como el amor. El amor no une tanto como compartir el miedo. ¿Miedo a la calamidad personal? Miedo a la calamidad general, grave, irremediable, inmisericorde. La guerra.

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13 de octubre de 2015
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La negación productiva

Sería interminable relatar el número de oportunidades de valor que obtuve por la pérdida de alguna oportunidad que había considerado antes mucho mejor.  Esto de que cuando una puerta se cierra otra se abre es poco decir si yo, o muchos más, recordáramos la evidencia de que el fracaso se transforma. a menudo, en libertad y el éxito termina casi siempre en las cocheras. Todo intento de trazar la vida con un principio y un fin, con un paso, dos o tres esbozados en el itinerario  se desbarata con una facilidad exagerada. Vivir al día tampoco es una saludable solución pero hay que pensar que cuando algo se tuerce no es necesariamente para estrangularnos.  Puede parecerlo,  efectivamente, afectivamente, desconsoladoramente pero sólo es mala de verdad la torcedura si de verdad la creemos iinelástica. El NO se hace otro SÍ distinto y sorprendente, mientras el SI  suele ser ensordecedor y  unidereccional. Prácticamente toda negación lleva a crear o creer algo nuevo. Como también toda aseveración muy terne tiende a envejecer el horizonte.  

Todo esto no es ninguna reflexión de autoayuda, es sólo la consignación de una experiencia que de tanto haberla vivido me ha transformado de pesimista nato y taciturno a optimista de ocasión. Ocasión tras ocasión si no cae descorazonadamente en la amargura o la oclusión.

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13 de octubre de 2015
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Criados

Aunque nos duela, dependemos tanto de los demás que sin quererlo somos como su servicio doméstico. Del buen o mal ánimo de los amos se deduce tanto el humor como el estipendio y el bienestar de los criados. Algo así, aunque con menos oportunidades para mejorarlo nos pasa con los otros que la vez se encuentran asendereados tratando de enderezar sus condiciones. La cadena no tiene fin ni se sustenta en nada. La Humanidad se halla suspendida sobre un vacío de ansiedad y de sinsentidos.

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13 de octubre de 2015
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Unas elecciones ilegibles

Esta vez no cuela. Nadie se traga las bolas de unos y otros sobre los resultados electorales. Casi todos repiten el habitual y tedioso ejercicio tergiversador, pero nadie se lo cree. Las elecciones del 27 de septiembre han dejado un paisaje desolador, principalmente en el espacio central de la política catalana. El podio esta vez es para los perdedores.

Ha perdido Artur Mas con sus pretensiones plebiscitarias, para sí mismo y para la independencia exprés en 18 meses, doblemente rechazadas por los electores catalanes: no al presidente, no a la independencia. Recordemos sus palabras y las de sus amigos, sin margen de ambigüedad. Quien no votara a las formaciones independentistas ?Junts pel Sí y CUP? iba a sumar sus votos a los del PP contra la soberanía. No habría medias tintas: o se arriesgaban a votar independencia para luego conseguir el referéndum o se resignaban a apoyar el status quo, es decir, al gobierno de Rajoy y al PP. La lectura de las elecciones como plebiscito conducía a contar solo síes y solo noes.

El único resultado que valía para una apuesta tan alta era superar el 50% de los votos, esa cifra mágica que TV-3 en la noche electoral situaba ilusionadamente a dos escasas décimas en el sondeo a pie de urna en el que daba de 63 a 66 diputados a JpS. Las explicaciones posteriores, prodigadas incluso en artículos en la prensa internacional, son verdaderamente sonrojantes.

Tras proponer una lectura plebiscitaria antes de ir a las urnas, entre otras cosas para movilizar a su electorado, Artur Mas y los medios amigos se sacan de la manga una lectura en clave estrictamente de elecciones representativas para el parlamento autonómico, que les permite incluso proclamar su inexistente victoria. Adjudican a Catalunya Sí que es Pot un 11% de indecisos o indefinidos e invierten así el sentido del voto: el No pierde con el 38,5% frente a la curiosa victoria del Sí con el 47,8%. Una burda trampa que no cuela, lo siento. Quienes no votaron Sí, el 52,2%, rechazaron el plebiscito planteado por Mas para sí mismo y para su independencia con prisas. Haberlo dicho antes.

Recordemos que la lógica de JpS, anunciada en varias ocasiones por el propio Mas, era que su lista única presidencial debía obtener la mayoría absoluta de diputados y a ser posible de votos para que se produjera la lectura internacional favorable a la independencia. No ha conseguido ni la una ?62 diputados a 6 de la mayoría absoluta?, ni la otra ?39,5%, a más de 10 puntos del 50%?. La mayoría independentista que pretende exhibir exige ahora que los diez diputados de la CUP se sumen a su investidura y probablemente a su mayoría, en una fórmula que pretende sentar juntos a neoliberales atlantistas y europeístas con chavistas antieuropeos y antiamericanos. La lectura internacional se aventura ciertamente comprometida.

En clave presidencial, las cosas todavía pintan peor. Para conseguir este resultado, ha tenido que esconderse en la cuarta plaza, evitar todo balance de gobierno, esquivar las responsabilidades por la corrupción de su partido y situar en cabeza de la candidatura a un político como Raül Romeva con abiertas afinidades con la CUP. Aunque exhiba como proeza los 72 diputados independentistas que se sentarán en el Parlament, la cifra más alta de toda la historia parlamentaria catalana, todos sabemos que se debe al sencillo trasvase o conversión de Convergència ya sin Unió al campo independentista, con la consiguiente sangría desde los 62 diputados de CiU que recibió Mas en 2010, a los 50 de 2012 y a los 29 de CDC ahora.

Cuando se juega al todo o nada, las victorias se trocan en derrotas, y en este caso doble, personal y de partido. Si hay vencedores, están agazapados, como es el caso de Oriol Junqueras y Esquerra Republicana, o lo son desde posiciones minoritarias pero ascendentes que les permite convertir su debilidad en fortaleza, como es el caso de la CUP y de Ciutadans.

La mayor paradoja de estas elecciones es que la clave plebiscitaria tan reivindicada se ha convertido en un castigo auto infligido por quien la propuso. Los 62 diputados de que dispone Artur Mas compondrían un grupo magnífico en cualquier parlamento en condiciones normales, puesto que no sería especialmente difícil hilvanar un programa que atrajera los seis diputados que le faltan para la investidura y para gobernar. En las actuales condiciones excepcionales, esta vez es Artur Mas quien se encuentra ante un dilema sin matices: o la CUP se le entrega a cambio de nada o de muy poco o es él quien se entrega a la CUP con todas las consecuencias. A menos que quiera convocar de nuevo a los electores, y ya van tres, para que emitan otra vez el voto de su vida.

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13 de octubre de 2015
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Belleza divina

Los periódicos italianos siguen ventilando la fina tapicería vaticana manchada por el prelado Krzysztof Charamsa tras la revelación de su homosexualidad. De sus palabras en la entrevista realizada en La Vanguardia por Josep Playà Masset sobresale un mensaje que a buena hora nos es dado: ?Yo mismo elegí ser cura porque como homosexual tenía una sensibilidad, un sentido de la trascendencia, una espiritualidad que me acerca a lo religioso. Otra razón es que la corporación del clero es una sociedad de hombres??. Directo y al centro: una vida entre hombres como detonador de vocaciones. Algo parecido a afirmar que en la Iglesia hay casi tantos gays y misóginos como en la moda. Hubo un tiempo, en los pueblos de la Catalunya profunda, en que los curas recibían la constante visita de algunas parroquianas que iban a planchar los manteles del altar o a cambiar las flores de la capilla. Pero la ociosa represión del vecindario acababa en socarronería que exaltaba las intenciones de las beatas; y más de una hubo que se hizo católica platónica. El celibato siempre fue un hueso difícil de roer, para creyentes y ateos. Una sensación parecida a la que aprisiona al fumador, incapaz de explicarse como hay tanta gente que puede vivir sin fumar. Pero el éxtasis espiritual atraviesa hasta exprimir la verdadera felicidad. Hasta transformar la mística en erótica y exaltar la dicha con el lenguaje del cuerpo, como hacían san Juan y santa Teresa a golpe de versos. Se expone estos días en Florencia una portentosa antología que rinde culto al éxtasis de vírgenes y santos, de la Madonna de Munch a la Crucifixión blanca de Chagall. Se titula Bellezza divina, y abundan las miradas transidas, vacías de cualquier sensación terrenal, que nos trasladan a la expresión de la petite morte: ahí están esos rostros y cuerpos que experimentan el placer no del sexo sino del alma, aunque su estremecimiento confunda. En Sansepolcro, muy cerca de Asís, converso con el profesor Pier Luigi Rossi, una eminencia que ha revolucionado la alimentación con su nutrición molecular. Rossi imparte clases en la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Comentamos la simpatía que sienten por el Papa tanto feligreses europeos como yanquis o comunistas cubanos, y de cómo podría afectarle la expulsión de Charamsa, después de haber dado tantos pasos para acercar la Iglesia a los que hasta ahora había esquinado. ?Existe un cambio de paradigma general que también afecta a la Iglesia. Pero este cambio debe sobrevivir a Francisco. El peligro de los líderes como él es que no haya tiempo para consolidar sus ideas, y más cuando aún hay tanta gente que teme perder poder. O lo que es lo mismo: perder las viejas ideas?, reflexiona Rossi. Porque la Iglesia también ha tenido que salir de su zona de confort ?esa expresión socorrida que ilustra a la perfección la necesidad de cambio?. Que la belleza divina inspire sus pasos. (La Vanguardia)

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13 de octubre de 2015
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La ciudad de las desapariciones

En los últimos meses han coincidido en las librerías cuatro libros dedicados a otras tantas ciudades: París, de Lèon-Paul Fargue; Berlín, de Franz  Hessel; Valparaíso, de Joaquín Edwards Bello y, ahora, Londres, de Iain Sinclair. En el caso de los tres primeros, la relación de los autores con su ciudad natal era inequívocamente amorosa, pasional, casi podría decirse que biográfica en el sentido de que hablar de su ciudad era como hablar de sí mismos, pues su relato era fruto de la experiencia de toda una vida en sus calles y plazas, las vivencias de sus edificios y monumentos o los  recuerdos evocados por un olor, una determinada luz del amanecer, la nostalgia de algo  que pudo ser y no fue, o que sí fue pero ya pasó.

En el caso de Iain Sinclair su amor por Londres es evidente, pero su manera de manifestarlo es combativa, áspera, casi siempre surrealista o rozando lo grotesco, pero sobre todo fruto de  una agresividad sin límites contra eso que ahora llaman sistema y que es como un compendio de todos los viejos enemigos de cuantos inconformistas han tratado de romper las reglas de juego establecidas oponiéndose a las fuerzas sociales subterráneas o que actúan a plena luz del día: el capital, las grandes corporaciones supranacionales, los bancos que apoyan las prácticas de dichas corporaciones, las clases dominantes propietarias de los medios de producción, los grandes holdings de comunicación,  los especuladores inmobiliarios en connivencia con las fuerzas antes citadas, los corruptos, los manipuladores de la opinión pública con fines inconfesables, o sea, el sistema.

La ciudad de las desapariciones no es propiamente un libro de Iain Sinclair sino una recopilación de artículos realizada por el también traductor y autor del prólogo, Javier Calvo. Si por lo general es cada vez más aconsejable leer un texto teniendo a mano una tablet o un ordenador, en el caso de esta antología  de Sinclair es casi indispensable, primero porque abarca cuatro décadas de trifulcas, algunas de las cuales quedan ya muy lejanas, y segundo porque se dirige a un público, el londinense, que es testigo, muchas veces víctima y en todo caso actor de lo relatado. Y para qué dar explicaciones a quienes conocen de sobra los sucesos que les están contando.

 En el escrito que abre el libro, dedicado al arquitecto Nicholas Hawskmoor (1661-1736), resulta relativamente sencillo documentarse porque fue un discípulo de Wren que construyó ocho iglesias muy del gusto de Sinclair, ya que “invaden la conciencia y el instinto cartográfico” y son “la forma del miedo”. Pero en los apartados siguientes, cuando toma a los feroces pitbulls como metáfora de toda una época resulta más difícil situarse. ¿De verdad eran un símbolo de poder y riqueza? ¿De verdad los colgaban sus propietarios de un árbol para fortalecer sus ya de por sí terroríficas mandíbulas? No sé cómo andará el lector medio de cultura perruna en el Londres de los años 80 y 90 del siglo pasado, pero es casi seguro que, seguir el paso de Sinclair es una garantía de perplejidad.  Y no digamos nada cuando se arranca con el relato alucinante, surrealista y disparatado de un entierro en Bethnal Green. ¿Hay una sola imagen que se sustente en la realidad? Sí, dice San Google benévolamente: el difunto al que van a entregar a la tierra tan ostentosa como inverosímilmente es Ron Kray, uno de los gemelos Kray, famosos gangsters que en los años 60 y 70 compaginaban las brutalidades y crímenes propios de los gangsters con una presencia constante en los medios de comunicación a costa de unas fastuosas fiestas y saraos benéficos a los que asistían lo más granado de la política, las artes y la farándula londinense. Esa información se acompaña (en Internet) de abundantes fotos, entrevistas y declaraciones de los dicharacheros y rumbosos Kray (que por cierto acabaron sus vidas en prisión, aunque el entierro de uno de ellos, el contado por Sinclair, es lo más parecido a la multitudinaria despedida de un héroe popular).

Por fortuna, según pasan los capítulos y las narraciones se acercan en el tiempo, el lector empieza a gestionar su propia información porque la suicida transformación de Londres a partir de la denostada Margaret Thatcher ha sido extensamente comentada en la prensa europea: la conversión de los Docklands en una lujosa zona residencial, la autopista orbital M25, la Cúpula del Milenio, esa horrenda noria a través de cuyos radios se ve un diminuto Big Ben, el ofensivo supositorio de colorines que tiene su réplica en Barcelona o los Juegos Olímpicos de 2012, vistos a paso de carga a través de la ácida prosa de Iain Sinclair son una  visión a la vez surrealista y angustiosa de una Gran Jugada que aportó fortunas fabulosas a los promotores de tan faraónicos empeños pero que también supusieron un coste económico y humano no menos faraónico. Y que a saber cuándo se acabará de pagar.

Para hacerse una idea de lo que es recorrer Londres en compañía de Iain Sinclair, nadie mejor que él mismo lo puede expresar: “El concepto de “pasear”, de deambular sin meta por la ciudad, de hacer de flâneur había quedado desbancado. Habíamos entrado en la era del acosador […] caminar con una meta, sin entretenerse, sin curiosear. Sin tiempo para saborear los reflejos de los escaparates, para admirar las rejas estilo Art Nouveau. Ahora tocaba caminar con una tesis. Con una presa […] El acosador es un paseante que suda, un paseante que sabe a dónde va, pero no cómo ni por qué […] una investigación somática del interfaz que conecta sueño y memoria”. El resultado de tal propósito no es de fácil lectura, pero sí instructiva y provechosa.

 

La ciudad de las desapariciones

Iain Sinclair

Selección, traducción y prólogo de Javier Calvo

Alpha Decay

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12 de octubre de 2015
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Hitler tiene futuro

Muchos son los historiadores que han indagado sobre el exterminio de los judíos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, pero ninguno hasta ahora había estudiado el Holocausto como una posibilidad de futuro, es decir, como una advertencia. Es evidente la apelación moral ?¡nunca más!? que siempre ha sugerido aquel genocidio organizado por el régimen nacionalsocialista alemán, pero el historiador estadounidense Timothy Snyder ha dado un paso más al convertirla en el estudio de las posibilidades materiales en que se podrían repetir en el futuro matanzas masivas como las que sufrió una parte de la población europea hace algo más de 70 años.

Su libro Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia sale en un momento especialmente oportuno, cuando Europa se enfrenta a la llegada de centenares de miles de refugiados a Europa, procedentes principalmente de Oriente Próximo, un acontecimiento que permite en buena medida verificar el grado de certeza de sus teorías. En su caso, la tarea del historiador ?interpretar el pasado para mejor comprender el presente? adquiere una dimensión casi profética al convertirse además en una severa advertencia para el futuro.

Los genocidios no surgen por generación espontánea como una súbita erupción del mal en el mundo, sino que hay condiciones objetivas que los favorecen. La más evidente de todas, por paradójica que pueda parecer, es la debilidad o la retirada del Estado de los territorios sobre los que pende la amenaza. Snyder ha invertido el lugar común del Holocausto como el trabajo planificado de la maquinaria burocrática de un Estado totalitario alemán para describirlo como la acción desencadenada por una ideología criminal allí donde las poblaciones no cuentan con la protección del Estado y de la ley.

Una parte de aquellas condiciones se producen ahora, cuando 60 millones de personas, según cifras de Naciones Unidas, vagan de frontera en frontera huyendo de las matanzas, las guerras civiles y los regímenes totalitarios, y muchos de ellos dejan sus vidas cuando intentan alcanzar los países que puedan proporcionarles el asilo. Nada les hace más vulnerables como los territorios sin ley, donde el Estado se ha apartado, ha sido destruido o se ha convertido en una estructura fallida y sin efectividad, tal como Snyder pudo estudiar y cuantificar comparativamente respecto a las matanzas de judíos en el conjunto de Europa.

En el corazón del monstruo totalitario nazi o en los países de Europa occidental ocupados, como Francia o Países Bajos, los judíos contaban con una tenue protección que no existía en los países bálticos, en Polonia o en la Unión Soviética ocupada por los alemanes, donde reinaba la simple y brutal ley de la selva. Las mayores matanzas y el exterminio en masa de Auschwitz se produjeron en la Europa oriental, donde los Estados habían sido arrasados, en algunos casos dos veces, primero por Stalin y después por Hitler, y las víctimas eran los judíos que habían sido totalmente desposeídos de sus derechos por expulsión de sus países o por la desaparición de los Estados.

La advertencia de Snyder se centra, naturalmente, en las condiciones políticas para que pueda producirse de nuevo un genocidio, pero también apela a las conciencias individuales. ?Si se destruyesen los Estados, se corrompiesen las instituciones locales y los incentivos económicos se encaminasen hacia el asesinato, pocos de nosotros mostraríamos un comportamiento ejemplar?, asegura. Ni somos ?éticamente superiores a los europeos de los años 30 y 40? ni somos ?menos vulnerables al tipo de ideas que Hitler promulgó e hizo realidad con tanto éxito?.

Hay una buena conciencia europea que ha cosificado el Holocausto hasta inutilizarlo. Hitler es la barra de platino iridiado del mal absoluto, el equivalente del metro que se conserva en el museo de pesos y medidas de París. La comparación con Hitler es una trivialidad en los debates digitales que ha sido objeto incluso de humorísticas fórmulas matemáticas. Comparar a alguien con el führer, la reductio ad hitlerum, es un ejercicio que se vuelve contra quien lo usa: solo quien tiene simpatía con los nazis puede trivializar el mal absoluto que fue el nazismo. El Hitler de la cultura popular tiene algo del Satanás medieval. Situado en un nivel insuperable de la perversión, su invocación tiene poderes absolutorios o al menos relativizadores sobre quienes ejercen el mal contemporáneo.

Todo esto no es casualidad ni pertenece únicamente a la cultura popular de Europa occidental, sino que tiene en Europa oriental una presencia especial que Snyder, buen conocedor y estudioso de Rusia y Ucrania, también ha sabido localizar y denunciar. Hay un mito del antifascismo soviético, construido sobre un monopolio de la virtud y el control de la memoria, que contrasta directamente con las matanzas de civiles, judíos y no judíos, perpetradas por el Ejército Rojo en la Polonia ocupada y después en los territorios en disputa con la Wehrmacht. Además de absolver a los soviéticos de sus crímenes de entonces, el mito del antifascismo se proyecta en la actualidad, en Ucrania por ejemplo, mediante una inversión que convierte a Estados Unidos, Israel y la Unión Europea en el nuevo avatar del nazismo combatido por Vladímir Putin.

No es esta la más inquietante de las advertencias. Según Snyder, el miedo contemporáneo a las catástrofes ecológicas, sobradamente fundamentado en el calentamiento global o en la evolución demográfica del planeta, da una nueva verosimilitud a las ideas hitlerianas sobre la lucha por la vida alentada por ?demagogos de la sangre y de la tierra?. Hitler tiene futuro.

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12 de octubre de 2015
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Altavoces de nuestra miseria

Las sociedades oscuras eligen a líderes oscuros en los que proyectar su propia oscuridad.

Las sociedades cobardes eligen a líderes cobardes en los que proyectar su propia cobardía.

Las sociedades mediocres eligen a líderes mediocres en los que proyectar su propia mediocridad.

Las sociedades racistas eligen a líderes racistas en los que proyectar su propio racismo.

Las sociedades amargas eligen a líderes amargos en los que proyectar su propia amargura.

Y así hasta el infinito.

Los líderes no resuelven nuestros problemas, los agrandan y son nuestra gloriosa proyección en la nada.

No resuelven tu desdicha. La expanden y la multiplican.

No resuelven tu confusión. La expanden y la multiplican.

No resuelven tu cobardía. La expanden y la multiplican.

No son diferentes a ti y están tan inseguros como tú. Si confías en ellos demasiado y les das mucho poder, multiplicarán exponencialmente tus pequeñas desgracias hasta convertirlas en desgracias gigantescas.

Si los dejas, se convertirán en la expansión nuclear de la miseria.

No los guían los principios, los guía el delirio interpretativo, lo mismo que a sus fieles, pero elevado a la enésima potencia.

 

El sueño de la razón puede producir monstruos, pero nunca tan monstruosos como los que generan la oscuridad, la mediocridad y la confusión.

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12 de octubre de 2015
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