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Dietario de un cinico 5

Martes

Habrá que hacer a los líderes políticos otra concesión: nunca ocultan lo que piensan, siempre dicen la verdad. Nos conviene sostener la quimera de un gobernante incapaz de tergiversar su pensamiento. Por ejemplo: cuando les veamos negar con vehemencia lo que han hecho o prometer solemnemente lo que nunca harán, debemos eximirles de cualquier sospecha e imputar su distorsión moral al dogma de los nuevos tiempos. En la sociedad de la información la lógica de lo incierto sustituye al sentido común. Heisenberg finalmente triunfante sobre Aristóteles. A causa de la velocidad cibernética, los desmentidos preceden al error y los asuntos pierden su encanto en medio de una revuelta cognitiva: los acontecimientos podrán ser y no ser al mismo tiempo. En este enloquecido paradigma sólo un ciudadano obsoleto, voluntariamente recluido en la nostalgia, pedirá certeza allí en donde apenas habrá una retorcida ambigüedad.

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20 de marzo de 2016
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Lucidez sin adjetivos

Natalia Ginzburg cumpliría cien años el próximo mes de julio, pero su voz sigue regresando no solo a los catálogos editoriales ?Lumen reedita tres de sus títulos fundamentales: su autobiografía Léxico familiar; Todos nuestros ayeres, la versión ficcionada, y Las tareas de casa y otros ensayos? sino a la memoria que dejó tejida con fortaleza y seda. Fue una intelectual que nunca se dio importancia, capaz de transformar ideas procedentes del desorden del mundo en razonamientos luminosos nunca afectados ni petulantes. Testigo de excepción del auge del fascismo y la Segunda Guerra Mundial, mamó la política ya de bien joven, cuando su padre tronaba contra los conocidos que se habían rendido a Mussollini: ?¡Bellacos!?, vociferaba el doctor Levi, resoplando sin pudor alguno. El pulso literario de Ginzburg se apropió de una claridad refulgente. ?La memoria es débil, y los libros que se basan en la realidad son con frecuencia pequeños atisbos y fragmentos de cuanto vivimos y oímos? escribe en el prólogo de Léxico familiar, donde rehace el mundo del que procedía y que conformó: de las palurdeces que describía su padre, genio y figura, tan severo como refinado, que instruyó a sus hijos en la lectura, la naturaleza y la decencia moral, al frío que tan profundamente sentía su madre al trasladarse de Palermo a Turín. ?Mi padre apreciaba y admiraba el socialismo, Inglaterra, las novelas de Zola, la fundación Rockefeller, la montaña y los guías del valle de Aosta. Mi madre amaba el socialismo, la poesía de Paul Verlaine y la música, sobre todo Lohengrin que nos solía cantar cada noche después de cenar?. Educada en casa por tutores y maestros particulares, pues su padre estaba convencido de que en las escuelas podía contraer microbios, Ginzburg desarrolló en cambio, tempranamente, la bacteria que germinaría en el síndrome melancólico que su madre denomina ?sentimiento hebraico? de la escritura, alimentada por las lecturas a escondidas ?a pesar de la educación en valores y libros, ni su padre ni su madre la dejaban leer determinadas obras? de Proust o Colette. Su literatura trata de las pequeñas cosas, de los asuntos familiares, y sin embargo no puede estar más lejos de la pequeñez literaria. Ella se despoja de adornos para llegar a la médula de forma diáfana, sopesando melancolía y esperanza. Como los grandes, no solo ve aquello que los demás no vemos, sino que logra mostrárnoslo. En parte porque disecciona la tristeza ?no es extraño, experiencias vitales como dos hermanos muertos por su militancia antifascista y un marido torturado hasta morir hicieron saltar por los aires su mundo?, un tema con el que pocos (escritores y lectores) se atreven. Su vida, tanto literaria como política, fue de primera magnitud. Codo con codo con sus compañeras Elsa Morante o Dacia Maraini confraternizó con los Cesare Pavese, Italo Calvino, Carlo Levi o Alberto Moravia; la mítica editorial Einaudi le abrió sus puertas; ganó los premios más prestigiosos del país y tradujo a Flaubert, Maupassant o su querido Proust. Y en 1983 fue elegida parlamentaria por el Partido Comunista italiano y dedicó sus últimos años a la política activa. Sus ensayos están tamizados por esa luz modesta y a la vez valiente que siempre la acompañó: ?No llegaremos a ser ni sabios ni serenos, además nunca hemos amado la sabiduría ni la serenidad, en cambio siempre hemos amado la sed y la fiebre, las búsquedas inquietas y los errores?. Ahora, en su centenario, su aliento vivificador impulsa una poética realista que nos invita a vivir sin anestesia, con palpitante nervio. (La Vanguardia)

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19 de marzo de 2016
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La edad media

De entrada aparece una voz que, oculta tras un oportuno y poco comprometido “nosotros”, asume la tarea de relatar las peripecias de los alumnos del colegio El Bosco. Su misión es transmitir una visión coral y de conjunto, aunque dedica especial atención a elhijodelRana, Fauró y Moya, tres gordos a los que no podías dejar de meterles pescozones. Al mismo tiempo, la voz “nosotros” es la encargada de señalar el paso del tiempo y si al principio se centra en la relación de los alumnos entre ellos mismos y también con los profesores y los respectivos padres, más tarde, cuando les llegue la edad de pasar a un instituto mixto,  aparecerán las chicas y las inevitables dificultades de relación con ellas (con las primeras tácticas de seducción, la servidumbre de los celos y las rivalidades o el aprendizaje torpe y escasamente satisfactorio de las primeras experiencias  sexuales). Esa relación aún será más difícil y compleja cuando crezcan unos y otras y sus deseos, y anhelos, las aspiraciones profesionales o las ambiciones vitales se concreten y por ende se vuelvan más exigentes y perentorias (“Ya voy teniendo una edad”, le dice una de ellas al novio que si de un lado se muestra reacio al uso del preservativo, tampoco parece muy decidido a formalizar su relación, ni siquiera en el caso de que su alergia al látex pueda tener consecuencias reproductivas).

            Casi en paralelo se desarrolla la historia de M (a su debido tiempo el lector recibirá información puntual de quién es este personaje tapado por una mayúscula), un tipo que mitad por desidia y mitad por elección, ronda ya la treintena y sigue viviendo en casa de sus padres, utiliza el coche de sus padres y que a pesar de  su título de abogado trabaja de interino en la Ciudad de la Justicia ejerciendo labores muy inferiores a su titulación.  En su rutinaria y provisionalmente definitiva vida de funcionario subalterno irrumpe un compañero del Bosco, hoy convertido en un exitoso emprendedor, que le presenta a otro exitoso empresario (en este caso un rey de la noche) que de inmediato le invita a participar de su éxito. Todo lo que necesita es aportar una cantidad de dinero que M no posee. Desde el momento en que M decide tomarla prestada de las cantidades que los jueces decretan para dirimir pleitos judiciales, queda claro que se está buscando la ruina y que la aventura va a terminar en desastre.

            Entre medias ha irrumpido una voz dual, porque se expresa bajo  la forma de un chat muy divertido y juguetón al principio pero que se irá cargando de nubarrones con el paso del tiempo. Son intervenciones cortas y casi eléctricas y que raras veces superan la página o página y media, pero que en cambio permiten conocer casi al segundo la evolución y el inevitable desenlace de ese intercambio de mensajes que tan juguetón sonaba al principio.

            Lo que más sorprende de La edad media, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de una primera novela, es el rigor con el que Leonardo Cano cumple las reglas de juego que ha elegido para cada una de las voces narradoras. El relato coral, como queda dicho, no sólo va presentando a cada uno de los personajes sino que refleja con toda exactitud su evolución hacia la edad adulta, con el mérito añadido de que evolucionan incluso el lenguaje y la ideología, pues si al principio refleja el universo y la forma de expresarse de unos escolares maldicientes, machistas, maltratadores de los débiles y profundamente influidos por la ideología de sus mayores, al llegar a la edad adulta (o media, como la define el autor) tanto el lenguaje como la ideología se adaptan a la nueva situación y el mal decir, el machismo o el maltrato siguen presentes pero ya con tintes inequívocamente adultos.

            Y lo mismo cabe decir de la impecable narración de M, siempre objetiva y como sin pasión, aunque por debajo se adivinen unas tormentas que acaban por irrumpir en la superficie. O la técnica del chat, muy difícil porque todas las emociones y sus variaciones se expresan única y exclusivamente por medio del lenguaje obligadamente sinóptico y esquemático del chat. Las tres voces narrativas, y la mayor parte de los personajes que intervienen en la novela, confluirán en una cena de antiguos alumnos que se ha ido preparando un poco al azar de los medios sociales pero que no tarda en adquirir los tintes inequívocos de una cita urdida por el destino de todos.

            Se trata en definitiva de una agradable sorpresa porque La edad media es una excelente primera novela que permite esperar con optimismo la llegada de nuevas ocurrencias de Leonardo Cano.

 

La edad media

Leonardo Cano

Editorial Candaya

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19 de marzo de 2016
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Dietario de un cínico 4

Viernes

Hace años, en Irlanda, en un bed and breakfast, al pedir el desayuno, me sirvieron unos granos de café flotando en agua caliente. Debajo de la jarra, en una baldosa, estaba escrita esta leyenda: “No te rías de los que no saben hacer café. Algún día también tú serás viejo”. Por extraño que parezca, eso fue lo que ocurrió. Lo recuerdo ahora leyendo el Diario del anciano averiado, de Salvador Paniker. Tomo nota de lo que dice: “Tengo setenta y cuatro años y me da vueltas la cabeza, pero todavía voy a las fiestas y todavía copulo con mi hembrita”. (He tenido que leer varias veces la cita para comprender el pánico con que el autor va hablando del  “problema de la ancianidad”).

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18 de marzo de 2016
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Marta Cárdenas

En el otoño de 1982, cuando hacía poco tiempo que había vuelto a España después de casi diez años en Inglaterra, pasé ante la preciosa portada barroca del Museo Municipal de Madrid y entré, curioso por el título, a ver la exposición ‘Artistas vascos entre el realismo y la figuración'. Dentro descubrí, entre otros nombres desconocidos para mí, el de Marta Cárdenas, cuya figuración, siendo realista, me pareció a mí aquella tarde ser de otro mundo. Desde entonces no he dejado de ir sabiendo más de esta artista, una de mis preferidas entre quienes pintan lo que les da la gana, sin atender a la legislatura de la moda. Supe por ejemplo que era amiga y cómplice de los otros artistas vascos que en el Museo Municipal me fascinaron, Carlos Sanz y Vicente Ameztoy, donostiarras como ella y ambos ya desaparecidos. También que estaba casada con nuestro mayor compositor de música clásico contemporánea, Luis de Pablo, y que era, además de todo eso, una artista que salía con asidua naturalidad, en una furgoneta llena de lienzos, pinceles y demás parafernalia, a pintar la naturaleza. Su naturaleza. Creadora incansable y prolífica, ahora se puede ver (hasta el 3 de abril) en las salas de la Fundación Kutxa, y encuadrada dentro del programa de la capitalidad cultural que San Sebastián celebra este año, una amplia y hermosa retrospectiva que alcanza hasta su más reciente producción.

 

    El muy bien editado catálogo, que lleva el título de ‘Abre los ojos', está precedido de un poema que José-Miguel Ullán le dedicó expresamente, ‘Paisaje con Marta Cárdenas',  y en el que leemos un bello resumen en verso de la potencia visual de esta artista que no se parece a nadie, una artista que "Ve los dientes frutales del espejo / Ve el asombro morado de la escarcha / Ve el celeste gusano del helecho / Ve el castigo más blanco de la espina / Ve la piel de la lluvia". Y no sólo eso. La mirada de Cárdenas, que ha hecho retrato y paisaje y filigranas y manchas al modo oriental, sin olvidarse nunca de los Impresionistas, nos sorprende de un cuadro a otro. Es una artista cuya amplitud recompensa, como si en la variedad de sus distintas fases escondiera el secreto de un arte que escapa al orden de los tiempos y está en el tiempo.

     Entre lo que se expone en San Sebastián y lo que recoge el catálogo es posible reconstruir una trayectoria que empieza a finales de los años 1960 y sigue en los 70, cuando pintaba lo que yo descubrí aquella tarde otoñal de Madrid, una realidad nítida de interiores y figuras partidas entreverada de iluminaciones visionarias. Y el gozo de ver en todas las obras la mano de quien "amansa el musgo y está en la niebla", "entra en el cielo y está en la orilla".

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18 de marzo de 2016
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El día en que Obama pasó a la historia

Todo estaba preparado para que el presidente diera la orden de bombardear. Nueve días antes, el régimen de Bachar El Asad había perpetrado un ataque contra la población civil, en el que perecieron 1.400 personas de todas las edades y sexo, en el suburbio damasceno de Ghouta. El arma utilizada fue el gas sarín, prohibido por todas las convenciones internacionales, saltándose así la línea roja que Obama había establecido respecto a una intervención militar en Siria.

El Pentágono había ya establecido la lista de objetivos. Cinco destructores navegaban cerca de la costa mediterránea, dispuestos a lanzar sus misiles. Francia estaba preparada también para participar en el ataque. El secretario de Estado John Kerry pronunció un discurso churchilliano en el que advertía que no se puede mirar hacia otro lado ?ante crímenes indecibles? ni permitir que un tirano ponga en peligro ?la credibilidad de Estados Unidos y de sus aliados?.

Para sorpresa de todos, en el último minuto, el presidente decidió que ?no estaba preparado para atacar? y que pediría autorización al Congreso. No hizo falta ni siquiera recabar el voto de los congresistas. David Cameron, que también deseaba participar, había visto rechazada por la Cámara de los Comunes su autorización. Y el propio Obama pidió ayuda a Vladimir Putin, en la cumbre del G20 en San Petersburgo, para que convenciera a El Asad de que destruyera las armas químicas y evitara así el ataque.

Hay muchos días decisivos en la presidencia de Barack Obama: la victoria o la toma de posesión; sus discursos memorables; la noche de Bin Laden; el acuerdo nuclear con Irán; la aprobación de la reforma sanitaria; y tantos otros. Según Jeffrey Goldberg, periodista de la revista The Atlantic, no hay día tan decisivo como ese 30 de agosto de 2013 en que tomó la decisión de no actuar.

Goldberg lo cuenta en un largo reportaje, 70 folios, seis horas de entrevistas y conversaciones con una treintena de sus colaboradores. Es la cuarta entrevista de Goldberg a Obama y la más larga, exhaustiva y novedosa, porque retrata un presidente receloso respecto al establishment washingtoniano de política exterior y en abierta ruptura con lo que llama el Manual de Washington al que habían atendido siempre todos los presidentes.

¿Qué dice este Manual no escrito? Que todo problema tiene una solución, que esta es militar, y que en esta solución militar se juega siempre la credibilidad de la superpotencia. Obama, en cambio, cree que hay problemas que no tienen solución, y menos militar, y que la credibilidad se ha convertido en un fetiche del establishment.

Esta entrevista traeré cola, porque son muchas las novedades que aporta acerca de la política exterior de Obama. Pero de momento, tomemos nota, sobre todo los europeos, de este día decisivo en que, según Goldberg, ?Obama evitó que EE UU entrara en otra desastrosa guerra civil islámica? y ?Oriente Próximo se escapó de sus manos y cayó en brazos de Rusia, Irán y el ISIS?. Tardaremos en saber cuál de las dos consecuencias tiene finalmente mayor peso en la definición de nuestro mundo.

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17 de marzo de 2016
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Argumentum herpetologicum

Nunca sé si el hecho de encontrar culebras de Esculapio atropelladas debe ser motivo de alegría o de tristeza. Cada accidente permite comprobar que aún existen ejemplares de esta rara especie pero supone un tributo excesivo para el mantenimiento de una población viable. (Culebra de Esculapio: Elaphe longissima)

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16 de marzo de 2016
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El Boomeran(g)
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