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Más risas

La semana pasada resonó en toda Europa el estruendo de una carcajada, la de un dios idiota que se está apoderando del mundo por falta de lecturas. Lo que provocó la hilaridad divina fue constatar que una mayoría de idiotas británicos había elegido lo peor para sus hijos y nietos. Había triunfado una pareja de payasos, Boris y Farage, en el lugar donde durante siglos se había refugiado la racionalidad, la inteligencia, el humor y el sentido común de Europa. Cuando las otras naciones enloquecían e iniciaban cruzadas carniceras, la Gran Bretaña conservaba su sangre fría. Hemos perdido más que un aliado, hemos perdido un modelo.

Sin embargo, durante el fin de semana la sonrisa se le heló en la boca al dios idiota. Frente a lo que vaticinaban las encuestas, Podemos, el partido tercermundista de España, perdió un millón de votos. Sólo obtuvo buenos resultados en las dos regiones más decadentes del país, Cataluña y las provincias vascongadas. Lugares que, como Inglaterra, habían sido modelos culturales y económicos en el pasado, en la actualidad son el último refugio donde parte de la población aún quiere creer las mentiras chavistas: prefiere vivir en el sueño de los engañados antes que despertar a la realidad.

La tercera carcajada está en ciernes y es la peor de todas. Trump visitó Reino Unido para festejar a quienes van a dejar de ser europeos. Es lógico. Trump forma un trío irresistible con la pareja artística de Boris y Farage. También los de Podemos nos querían sacar de la Unión Europea y así lo declararon en Bruselas, aunque ahora lo nieguen. Un propósito consecuente con el nacionalismo religioso de los separatistas catalanes y vascos. Se está formando un elegante club internacional de patriotas en harapos.

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28 de junio de 2016
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Kapuscinski descubre su voz en el África de Lumumba

Estrellas negras es el último libro de Ryszard Kapuscinski en aparecer en castellano (en febrero de 2016), y también el primero de sus libros como corresponsal extranjero. Antes solo había publicado La jungla polaca: una colección de sus primeras crónicas en su país, pero el Kapuscinski que conocemos nace, creo con Estrellas negras.

Proviene de su primer viaje a África en 1959, que ya muestra, en embrión, todas las características del “mejor reportero del mundo”. Sus recursos, su estilo y sus ideas ya están allí, como si las estuviera creando ante nuestros ojos. Y también, la mirada sobre las luchas del Tercer Mundo que trajo a América Latina en los setenta.

1.       I. 

En 1959 Ryszard Kapuscinski es enviado por primera vez a África por la agencia oficial de noticias polaca. Tal como relata la académica puertorriqueña Sarah Platt en su tesis sobre el gran periodista literario: “Desde Londres tomó un vuelo hacia Accra, capital de Ghana, primer país africano independiente que visitó. Llega al país sin contactos y con muy poco dinero, aunque desde el inicio se sentirá más a gusto aquí que en India y China (sus primeros destinos como corresponsal). Alquila una habitación en el Hotel Metropol, un albergue que se encontraba en pésimas condiciones, en un barrio comercial de la capital. Luego recogerá su experiencia inicial de esta manera: ‘He dormido en cientos de hoteles de veinte países distintos, pero sólo éste he llegado a considerarlo un hogar, y cuando entraba en él me sentía feliz’.”

Kapuscinski en estado puro, pero al inicio de su carrera. De su viaje traza retratos de dos países recién independizados y de dos grandes líderes que ayudan a entender la política anticolonial de la época y el personalismo cuasi-religioso que todavía lastra el continente: la Ghana de Kwame Nkrumah y el Congo de Patrice Lumumba.

Nkumah y Lumumba eran carismáticos líderes de sus pueblos. El joven periodista polaco escucha sus discursos al pie de la tarima, rodeado de enfervorizados negros. Es el único blanco. Cada tanto, constata que lo miran con odio: parece un colono. No, les explica, es uno de ellos, el periodista revolucionario de un pueblo pobre y socialista. Las cosas no pasan a más, pero mientras tanto, Kapuscinski va armando su asombrosa caja de herramientas narrativas. Los líderes adorados se van convirtiendo en mesiánicos y totalitarios; sus seguidores en turbas violentas. A Nkrumah lo echan del poder. A Lumumba lo asesinan sus enemigos proyanquis con ayuda de la CIA. Las estrellas negras estallan, y otras las reemplazan.

A medida que avanza su recorrido, aparecen otros personajes: los flamantes burócratas, los intelectuales enardecidos, los periodistas desorientados y, en un relato colectivo demoledor, el colono blanco: pocas veces fue tan duro el maestro polaco como con el blanco racista de África.

Y el Hotel Metropol, donde sus compañeros lo llamaban ‘Red’, en un texto que ya prefigura la forma que encontrará el Kapuscinski maduro, el de Ébano, La guerra del fútbol, El emperador y El Sha.

“Vivo en una balsa, en un callejón de un barrio comercial de Acra. La balsa se eleva sobre unos postes hasta la altura de un primer piso y se llama Hotel Metropole. Durante la estación de las lluvias, esta rareza arquitectónica se pudre y se enmohece, y en los meses de sequía cruje y se resquebraja. Pero ¡se mantiene en pie!”

Así comienza el capítulo dedicado a su añorado hotel. ¿Y qué se hace en el Metropole? Beber a saco.“En el trópico, beber es obligado. Cuando dos personas se encuentran en Europa, se saludan diciendo: ‘¡Hola! ¿Qué tal?’. En el tr´pico, intercambian un saludo distinto. ‘¿Qué vas a tomar?’ Aunque también se beba durante el día, el beber de verdad, el programático, empieza con el ocaso, pues el ocaso anuncia la noche, y la noche acecha al osado que se haya burlado del alcohol”. 

Ya combinaba aquí el relato de hechos históricos, la anécdota personal, el análisis ensayístico y la pintura inigualable de personajes, que incluyen a los corresponsales de guerra: hay cobardes y valientes, sobrios y borrachos perdidos, éticos y veniales, divertidos y tacirurnos. Pero son su tribu en el otro lado del mundo, y el joven ‘Red’ los pinta con maestría, con piedad y con cariño.

2.       II.

Tras volver de su primer viaje africano, Kapuscinski publicó 17 crónicas en una revista literaria y se disponía a armar un libro cuando fue enviado de vuelta a África, esta vez como corresponsal. Empezarían así, en 1961, las dos décadas más fructíferas del Kapuscinski, sus larguísimas estancias en África, Asia y América Latina, que la Colección Crónicas de Anagrama ha ido desgranando a lo largo de 20 años, siempre en impecables y luminosas traducciones de Agata Orzeszek.

Mucho del Kapuscinski maduro ya estaba en estas crónicas a vuelapluma. Muchas de sus ideas y certezas sobre el mundo surgieron por primera vez en las noches bochornosas del Hotel Metropol. Como recodaría una década más tarde en el primer libro que sí organiza él, La guerra del fútbol y otros reportajes, “Mi experiencia africana me llevó a descubrir una realidad que me atraía y me fascinaba mucho más que una expedición a un poblado de brujos o a una reserva de animales salvajes. Estaba asistiendo al nacimiento de la neuva África, y no se trataba de una metáfora ni del título de un artículo de fondo, sino de un auténtico parto que unas veces se producía en circunstancias dramáticas y dolorosas y otras entre el júbilo y la alegría”.

Esta experiencia africana, donde descubre la complejidad de la política post-colonial, con sus dramas y sus júbilos, con pueblos en marcha por su liberación y líderes fulgurantes que se inmolan por sus ideas fanáticas o se convierten en corruptos, será la principal maleta que lleve en los setenta, cuando desembarque en América Latina.

Su visión de la guerra fratricida en El Salvador y Honduras, de la represión en México, del dominio de las multinacionales en Guatemala, del golpe en Chile, le viene de sus años africanos. Sus historias de guerrilleros que luchan por el inasible concepto de la dignidad nacional, de miserables que recogen zapatos de muertos en medio del combate, de las maquinaciones de las grandes multinacionales aliadas con gobiernos entreguistas que jalonan La guerra del fútbol y Cristo con un fusil al hombre vienen de sus observaciones y sus largas charlas africanas.

Era la visión socialista que mamó en la Polonia de posguerra, pero sobre todo el protagonismo del sufrimiento y la lucha del pueblo que lo asombró en África.

Y también es el comienzo de su visión de la complejidad del poder, del ejercicio y el aura del poder, que brilla en El Emperador y El Sha. En Estrellas negras brilla el primer perfil de un líder complejo, el incandescente Lumumba. En la prosa del primer Kapuscinksi, se siente cómo el autor busca sus temas, sus personajes, piensa en voz alta. “Patrice es un hijo del pueblo. También a veces se mostrará ingenuo y místico, también tendrá ese temperamento propenso a súbitos saltos de un extremo a otro, de un estallido de felicidad a la más muda desesperación. Lumumba es una figura fascinante por lo enormemente compleja. (…) Apasionado, inquieto, caótico, poeta sentimental, político ambicioso, alma impulsiva, increíblemente rebelde y  dócil a la vez, confiado hasta el final en su verdad, sordo a las palabras de otros, seducido por su propia y magnífica voz”.

De allí viaja y nos sigue descubriendo a los latinoamericanos un continente que despuntaba entusiasmos en las figuras de Fidel Castro y el Che Guevara.

3.       III.

Cuando Kapuscinski marchó en 1961 a tomar su puesto como corresponsal en 50 países, responsable por entender medio millar de grupos étnicos en un continente en llamas, sus editores juntaron sus 17 crónicas y publicaron, sin su participación, el que sería su primer libro, Estrellas negras.

Ahora ven la luz en castellano. Este año Anagrama y Orzeszek regalan a la legión de sus lectores este libro vibrante e imperfecto, que permite completar el camino vital y autoral del gran cronista. Es el último Kapuscinski, y también el primero.   

Estrellas negras es un Kapuscinski en formación, que deja escapar sus entusiasmos y enconos, que se deja llevar en la descripción de largas escenas que podrían cortarse. Pero también permite presenciar, como testigos privilegiados, su descubrimiento de África, el continente que le ayudó a descubrirse a sí mismo.

Ryszard Kapuscinski: Estrellas negras. Anagrama. 220 páginas. 

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27 de junio de 2016
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Las radiaciones del Brexit llegan a España y queman los campos de la izquierda

La ceguera de los analistas políticos es admirable. Esgrimen mil razones sobre por qué el PP ha subido y el PSOE no ha sido superado por Podemos, pero olvidan la única razón por la que los ciudadanos han optado por elevar al PP en detrimento de la izquierda: el Brexit y el miedo a los referendos.

Acerca de los referendos, Podemos prometía tres, y el PSOE promete el federalismo, cuya diferencia con la España de las autonomías es difícil de precisar.

Respecto a Ciudadanos, su desastre ha tenido varias causas. La primera sus alianzas con el PP, la segunda su tibieza con el problema de la violencia de género. Sencillamente ha perdido el voto de la mujer.

En términos de votos, ha vuelto a ganar el bipartidismo. Los viejos partidos estaban mejor colocados ante una posible eventualidad. Jugar con fuego tiene su interés cuando no hay volcanes cerca. Cuando los hay, todo fuego añadido resulta excesivo y se convierte en la peor de las estrategias.

O la izquierda aprende a seguir la ley de la idoneidad, o no llegarán muy lejos. Siempre hay que estar preparados para saber desviar el discurso, con decisión y pericia, cuando cambian las reglas del juego y lo que hasta ese momento resultaba vagamente oportuno se convierte en el signo mismo de la inoportunidad. Tras el Brexit, convenía evitar la palabra referendo, por pura estrategia bélica, y sobre todo el día de las elecciones: no todos lo hicieron. El resultado ya lo sabemos. Ha triunfado el miedo y nadie supo tejer una táctica rápida e ingeniosa contra ese monstruo devastador. Hay que hablar de cada cosa en su momento, ni antes ni después. Por la boca muere el hombre y no sólo el pez.

Para terminar: nada más estallar la bomba inglesa tuve el profundo convencimiento de que el PP iba a subir y de que Podemos ya no iba a superar al PSOE. ¿Ustedes no?

Las encuestas iban bien encaminadas hasta que estalló el Brexit y llegó hasta nosotros su radiación. Una trágica eventualidad le dio más votos a Zapatero, una dramática eventualidad le ha dado ahora más votos a Rajoy.

Y no hay más misterios, señores del jurado. La historia tiende a ser irónica: es su especialidad.

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27 de junio de 2016
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Estás muy buena

La tertulia de radio se pone flamenca: “¡Que le dijeron a Ada Colau que estaba muy buena!”. Ríen los participantes, todos varones, muy por encima del bien y del mal, o mejor dicho, jueces supremos de la belleza femenina. Digamos que se trata de ese tipo de hombres que exaltan la feminidad lozana, pero que son incapaces de identificar las rosas sobre el asfalto. Recuerdo a aquellos viejos políticos que les soltaban a las periodistas lo buenas mozas que eran, bien apoltronados en su senectud, que les insuflaba inocuidad, como a Montserrat Domínguez Manuel Fraga, que en más de una ocasión le lanzó piropos de abuelo cebolleta. Pero también recuerdo como Maribel Verdú me alababa el atractivo de Felipe González, a quien seguía encontrando sexy. Por no detenernos en el sambenito de guaperas que lleva colgando desde que irrumpió en la batalla electoral Pedro Sánchez, como una etiqueta con el precio que nadie ha conseguido arrancar. La belleza de Pedro Sánchez ha sido una prueba más de la debilidad de pensamiento de quienes siguen enarbolando el clásico, y misógino, lugar común que vinculaba belleza con inconsistencia mental. Ni me imagino los cumplidos que pueden lanzarle en privado las señoras achispadas después de una merendola, esas mismas que le agarraban la nuca a Zapatero para estamparle dos besos y contracturarle el cuello. “Si tú me llamas, yo me corro por teléfono”, le gritaban unas gaditanas a un conocido periodista de televisión, causando un sonrojo confundido con la broma exagerada.
La alcaldesa de Barcelona reveló una “agresión sexual verbal”: dos hombres –y no dos cualesquiera porque ocurrió en un acto con magistrados y letrados– le dijeron que estaba muy buena y que si podían “hacer alguna cosa”. Para más de la mitad de la población femenina eso representaría una pequeña alegría secreta, una risita interior incluso para aquellas que han dejado de mirarse en el espejo, pero también es cierto que neutralizarían el comentario por ellas mismas, sin lamentos ni paternalismos. Colau ha contado que los hombres habían bebido, y en verdad pone de relieve un asunto interesante y que poco se ha tratado: servir alcohol en actos oficiales, además de la resiliencia ante el piropo. Las mujeres a menudo debemos soportar bromitas pudibundas: “Fulanito ha preguntado por ti, ¿estáis liados?”, me comentó con chanza un compañero de trabajo. Como si lo único en que pensáramos en nuestras vidas de malabaristas es en buscar solaz.
Pero hay algo que chirría cuando una mujer meritoria, con gran ascendencia y capacidad de liderazgo como Colau, cuenta a modo de denuncia que dos borrachines le han dicho que estaba buena. Primero porque se coloca ella misma en el marco lakoffiano de una mujer con curvas que provoca un deseo incontrolado, y segundo porque las sandeces que se escuchan en los cócteles, donde señores trajeados socializan con vino y cava, se parecen a la vieja chatarra.
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27 de junio de 2016
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Fatiga democrática

Hay cansancio de urnas. Y donde más, allí donde más se ha votado. O donde además se ha votado con mayores expectativas de transformación política luego desmentidas.

Esto es lo que ha sucedido en Cataluña, donde, contando la votación de este 27J, los ciudadanos habrán tenido ocasión de tomar decisiones electorales en nueve ocasiones en seis años, desde 2010, cuando Artur Mas arrebató la presidencia de la Generalitat a los socialistas con el propósito de iniciar una transición catalana que iba a llevar a los catalanes a un futuro desconocido pero esplendoroso.

Hasta el momento hemos tenido tres legislativas, dos municipales, tres autonómicas y una consulta alegal, a un promedio de una votación y media al año, algunas convocadas además con pretensiones plebiscitarias y en todo caso con un acompañamiento propagandístico de una solemnidad fastuosa. No está nada mal, tratándose de una época organizada desde unas nuevas hegemonías políticas que han hecho bandera del derecho a decidir.

A la profusión de urnas, le ha acompañado profusión de promesas, que en algún caso consistía en tocar el cielo. En estos seis años se les ha prometido a los ciudadanos de Cataluña en varias ocasiones que iban a tomar la decisión de su vida, una de estas circunstancias que se presentan en una ocasión cada generación como máximo, un poco al estilo del malhadado referéndum de Cameron respecto a Europa. E incluso se ha ido más lejos, hasta prometer que de esta elección excepcional surgiría un país nuevo, inmaculado e independiente.

A la vista de lo que luego ha sucedido, no es extraño que muchos prefirieran ayer quedarse en casa o ir a la playa. Nadie se puede quejar por la cosecha de decepciones tras tan abundante siembra de urgentes y brillantes expectativas.

Quienes fueron a votar este domingo en Cataluña, además, pudieron meditar ante las papeletas sobre la inminente amenaza de una nueva convocatoria, la décima en seis años, para la vuelta del verano. Descartadas de antemano las terceras elecciones generales consecutivas por falta de mayoría de gobierno, en el caso catalán la amenaza empezará a planear a partir del 3 de agosto, cuando se cumplirá un año de la última disolución y se podrá convocar de nuevo a las urnas.

En Cataluña se vota mucho porque también se disuelve mucho. Artur Mas ha disuelto en dos ocasiones, en 2012 y en 2015, en la primera por sorpresa y en la segunda a plazo fijo, nueve meses antes. Puigdemont de momento ha planteado una moción de confianza también a plazo, a tres meses vista, para principios de otoño, paso previo a esa otra disolución que ayer pesaba sobre las cabezas de los fatigados electores catalanes.

La abundancia de votos, promesas y disoluciones es directamente proporcional a la escasez de gobierno. Alguien, algún día, quizás volverá a gobernar. De momento, toca seguir decidiendo.

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26 de junio de 2016
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A dormir en el sofá

La euforia del Día de la Independencia, declarado por el exultante Nigel Farage, líder del UKIP, puede durar muy poco. El camino que empieza está lleno de incertidumbres y ni siquiera está asegurado el resultado final de la separación definitiva, que tal es el objetivo fundacional del victorioso United Kingdom Independence Party.

El balance provisional es de una jornada, la del viernes, nefasta para los mercados; un primer ministro dimisionario; un país dividido y unos líderes del Brexit que ahora no tienen prisa para solicitar el divorcio. En las próximas semanas irán llegando más facturas de la soberbia verbena antieuropea del 23 de junio.

De momento, Londres conservará todos sus derechos y obligaciones mientras no active el artículo 50 del Tratado de la UE para solicitar la separación. Pero tendrá que dormir en el sofá. La canciller Angela Merkel ya ha convocado una reunión de urgencia con François Hollande y Matteo Renzi, y no será la última de la que Cameron deberá informarse por los medios de comunicación. La UE se organizará a partir de ahora a sus espaldas.

Algunos van más lejos y quieren poner las maletas del socio en la puerta, es decir, exigirle que comunique sin dilación la decisión plebiscitada por los ciudadanos para dejar de enredar y especular con la posibilidad de otra negociación sobre el estatuto del Reino Unido en la UE e incluso otro referéndum.

De puertas adentro, todo se ha resquebrajado tras este referéndum histórico tan alegremente convocado por Cameron. Los dos grandes partidos, el Conservador y el Laborista, divididos por el Brexit y descabezados, uno por la derrota de su líder y primer ministro y el otro, Jeremy Corbyn, por su indecisión e irrelevancia. La sintonía entre el Parlamento de Westminster, en favor de la UE, y los electores, en contra. La unidad de la unión, dos a dos: Gales e Inglaterra por salirse y Escocia e Irlanda del Norte por quedarse.

Esta última división tendrá consecuencias, pues conducirá a nuevas decisiones históricas como la separación de Escocia y la unificación de Irlanda un siglo después de la insurrección antibritánica de Pascua en Dublín. Las tendrá incluso para el confeti del imperio: puede cambiar el destino de las Malvinas y de Gibraltar.

Las facturas divisivas valen para todos. También para la UE. De entrada, los mimetismos, de los que algo sabemos en España respecto a la emulación de Escocia e Irlanda. Serán muy agudos en los países menos entusiastas, donde hay partidos antieuropeos que sueñan en referendos como el británico y en estatus especiales al estilo del que negoció Cameron. No tan solo afecta a Dinamarca y Holanda entre los ricos y todos los de Visegrad (Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia) entre los de menos renta. Los populismos xenófobos pueden alentar el mismo camino en todas partes, con la crisis de los refugiados y las guerras en nuestro entorno geopolítico como estimulantes.

El Brexit ha triunfado gracias a una gran coalición, que junta a la clase obrera perjudicada por la globalización con el electorado xenófobo de extrema derecha y los conservadores ingleses, añorantes del imperio desaparecido. Nadie parará la globalización rechazada, limitará la inmigración que Reino Unido necesita, ni devolverá el imperio a los nostálgicos. El instrumento para hacer esas cosas, el viejo Estado-nación, ya no está disponible en el garaje donde se repara este automóvil.

Lo saben las tres fuerzas sociales coaligadas, pero puede más en ellas el espíritu insurreccional antielitista y antieuropeo que la fuerza de un proyecto del que carecen. Hay siete fórmulas posibles para la relación de Reino Unido con la UE, pero ninguna es mejor que la situación privilegiada actual: como Noruega (mercado único sin pesca ni agricultura, tampoco derecho a voto); como Suiza (mercado único sin servicios, sin derecho a voto y constante negociación bilateral); regreso a la EFTA; como Turquía (unión aduanera, sin voto ni siquiera en cuestiones tarifarias); un acuerdo bilateral de libre comercio con la UE; una relación en el marco de la OMC (Organización Mundial de Comercio), con la pérdida de los 60 tratados de libre comercio firmados por la UE, y un acuerdo ad hoc en la línea del obtenido por Cameron. Esta es la mayor debilidad del Brexit, que conduce de momento a posponer la solicitud de divorcio y más adelante a buscar una negociación ventajosa e incluso a nuevos aplazamientos de la separación definitiva a la vista de la dificultad negociadora comercial.

Los divorcios raramente resultan en ventajas para todos. Suele ganar quien menos pierde porque suelen servir para que pierdan todos. Hay una rogativa para atraer la lluvia que reza con frecuencia el ministro español de Exteriores, García-Margallo: ?Más Europa?. Después de pronunciar la fórmula cien veces no suelen producirse resultados, porque si se ha llegado al punto en el que estamos es precisamente porque nadie ha sido capaz de ofrecer una Europa mejor, aunque sea en menos cantidades retóricas.

Este es el reto al que se enfrenta la UE. Justo cuando acaba de recibir el mayor revés de su historia tiene que sobreponerse a su debilidad y responder con un proyecto de integración que vuelva a suscitar el entusiasmo y la adhesión de sus ciudadanos. Significa, sin duda, renunciar de una vez al viejo instrumento mellado del Estado-nación, cuyo uso excesivo y a deshora es lo que nos ha traído hasta aquí. No es más Europa, sino mejor Europa. Vasta tarea, dijo alguna vez De Gaulle ante un desafío de parecidas proporciones.

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26 de junio de 2016
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La belleza despeinada

Tuvo que ser una inglesa quien encarnara a la perfección el chic parisienne, además de esa figura si française de musa-artista. Durante décadas, muchas mujeres quisieron parecerse a Jane Birkin, tener ese aire permanente de desayuno con café noisette, llevar los tejanos igual que unos pantalones de pijama. Parece imposible que esa mujer que encarnó la juventud antiburguesa, llenó noches seguidas la Bataclan y además representó el buen gusto sin alicatar vaya a cumplir setenta años. Sin tener buena voz ha hecho una carrera musical que llega bastante más allá de Gainsbourg y el jadeante Je t’aime, moi non plus y sin ser tampoco una actriz especialmente dotada rodó con Antonioni, Resnais, Godard, Rivette o Tavernier. Pero ni Catherine Deneuve ni Françoise Hardy podrán decir que inspiraron un bolso de Hermès. A comienzos de los ochenta, volaba de París a Londres con el presidente de la compañía, Jean-Louis Dumas, a su lado. En un momento se le volcó accidentalmente el bolso, dejando a la vista un resumen vital ecléctico, paradójico y sobre todo prolijo. Dumas le ofreció que la legendaria compañía le diseñara un bolso a su medida. La propia Birkin garabateó un bosquejo de lo que sería su ideal: “Mayor que el Kelly, pero más pequeño que el maletín de Serge”. Que cupieran los pañales y el libro de poesía. Las historias con mito nunca son perfectas. Recientemente, ya abuela, pidió a la maison que lo rebautizara tras haber sido concienciada del sufrimiento de los cocodrilos que la firma usa en los modelos que se venden bajo su nombre.
Con veinte años, “la rubia” –como se nombra en los créditos su personaje– ya había llamado la atención gracias a la secuencia de
Blow up en la que una sesión fotográfica con dos modelos acaba convirtiéndose en un trío erótico-festivo, pero sería Serge Gainsbourg, amante de la provocación por encima de todas las cosas, genio autoproclamado mucho antes de que el mundo lo reconociera, quien la convirtiese en musa y compañera. Aquel escotadísimo (hasta el ombligo, ni más ni menos) mono de crochet que lució en Cannes en 1969 –Serge añadiría année erotique –y los melódicos jadeos que el Vaticano condenó y se censuraron en medio mundo y en el otro vendieron millones de copias, hicieron el resto. Eran una pareja magnética: él, un feo tan raro que parecía guapo; ella, tan natural, la bella inteligente. “La diferencia de edad nos divertía mucho. (…) Fue mi Pigmalión. No solo podía hacer lo que quisiera conmigo, yo estaba encantada, además. Normalmente las chicas tienen forma de reloj de arena: amplitud, estrechez, amplitud. Yo no. Y él, en lugar de burlarse de mi, me decía que tenía el cuerpo como un Cranach. Entonces fui al Louvre a ver los Cranach, y en efecto, tenían caderas amplias, cinturas diminutas y pechos pequeños. Él me decía siempre que le asustaban las mujeres de pechos grandes”.
A principios de los ochenta dejó a Serge, y se fue a vivir con el cineasta Jacques Doillon, con quien tendría su tercera hija, Lou –Kate, la primera, se suicidó en 2013; la segunda, Charlotte es actriz de éxito y cantante, al igual que Lou–. El desamor no acabó con la pareja de artistas: Gainsbourg compuso y produjo varios de sus álbumes en solitario. En una semana, en marzo de 1991, morirían Serge y su padre, David. La tristeza la enmudeció y decidió alejarse de los focos durante casi una década. Pero su reivindicación por parte de un buen número de jóvenes músicos y las ofertas de papeles, que seguían llegando, la devolvió a la arena. Birkin sube a los escenarios, escribe sus memorias, es madre de artistas, es un trozo de París que pasea una alegría melancólica.
 
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25 de junio de 2016
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Diario de un fiscal rural

Este libro no es ninguna novedad porque el Instituto de Cultura hispano-árabe lo  publicó por vez primera en 1955, todavía en vida de su autor, Tawfiq Al-Hakim, el gran renovador del teatro egipcio contemporáneo y uno de los intelectuales más influyentes de su época (1899-1987). La idea de darlo a conocer al público español partió del propio traductor, don Emilio García Gómez, Premio Príncipe de Asturias 1992 y uno de los más insignes arabistas que ha dado este país. Su traducción es impecable y página a página transmite la seguridad de que su  texto no sólo está a la altura del original sino que en los muchos casos en los que la traducción literal era imposible  (pienso sin ir más lejos en la enrevesada cortesía que dicta el trato entre autoridades y dignatarios o en el vertiginoso descenso que sufre ese trato cuando el interlocutor es un miserable campesino analfabeto y con una inteligencia no mucho mayor que la del asno que le ayuda en el  campo) la versión castellana es una auténtica creación. Y como muestra, he aquí cómo se le da una orden a un subalterno: “Tráeme un vaso de agua, por vida de tus ojos”. O esta excusa de un subalterno a su superior: “Por vida de la cabeza de su Excelencia, le aseguro…”). No tengo la menor idea de cómo sonarán esas fórmulas  en egipcio, pero en castellano son un hallazgo.

            Pese a que el libro pasó sin pena ni gloria, Ediciones del Viento lo rescató en 2003 (con la traducción pero sobre todo con el magnífico prólogo del propio García Gómez) y lo reeditó un año después, dando la razón a quienes opinamos que si bien en este país sólo leen cuatro gatos, al menos los cuatro saben apreciar la calidad cuando se les presenta. El ejemplar que por pura casualidad cayó en mis manos es de 2011, lo cual  reafirma mi idea de que la calidad, aunque sea de cuatro en cuatro, vende. Ignoro si a la editorial le quedan ejemplares en el almacén y en librerías es casi imposible encontrarlo, pero en Iberlibro.com lo ofrecen por 6 € tanto en  la edición original y como  en la de Ediciones del Viento y merecen la pena los trámites de compra y pagar los gastos de envío (3€) porque este relato es una delicia y casi da pena ver cómo se van terminando las páginas y acercándose el momento de decir adiós al fiscal y los jueces, al delegado gubernativo, a los pobres campesinos aplastados por siglos de explotación y servilismo, a las brujas y alcahuetas que aterrorizan a los testigos de un juicio con sus denuestos y maldiciones, al alcalde destituido y al alcalde recién nombrado y al teléfono llevado en andas por los partidarios del nuevo después de haberlo arrancado de casa del antiguo porque ese viejo armatoste de manivela es un signo de poder, el cordón umbilical que une al recién nombrado con el poder supremo radicado en esa entidad todopoderosa pero ignota llamada El Cairo. Todo va más o menos así, con permiso del Todopoderoso.

            Tawfiq Al-Hakim era hijo de un alto funcionario de justicia y en los años veinte fue enviado por su padre a París para graduarse en Leyes.  Y cumplió su parte del trato y se graduó, pero en aquella época París era, por utilizar una frase que luego ha hecho fortuna, una fiesta, y el joven Tawfiq se sumergió de lleno en el frenesí cultural y creativo que bullía entonces en la capital francesa. A su regreso a Alejandría, tres años más tarde, el flamante graduado en leyes sabía que en lugar de seguir los pasos paternos se iba a dedicar por entero a la escritura y más concretamente aún al teatro. Pero como necesitaba dinero para subsistir mientras se asentaba como autor, aceptó ejercer de fiscal en minúsculas poblaciones rurales de las que ni el nombre se dice. Pero, como cabe deducir del título, Diario de un fiscal rural es un reflejo de aquellos años ejerciendo de funcionario de justicia. El relato se abre con un intento de asesinato: cuando cruzaba un puente, un vecino del pueblo ha recibido en la cabeza un disparo efectuado por alguien emboscado en un cañaveral. La víctima está inconsciente y malherida pero viva y se supone que en algún momento podrá declarar y aportar alguna pista acerca del malhechor.

           Sin embargo no en vano la burocracia egipcia pasa por ser la más antigua, lenta y enrevesada del mundo (herencia quizá de la creada por los faraones) y de inmediato se adivina que las pesquisas del fiscal acabarán estranguladas por la sutil pero omnipresente telaraña de normas, procedimientos y todo el resto de impedimentos que tanta fama le han valido al aparato estatal egipcio. Sólo un elemento va a diferenciar esa investigación abocada al fracaso desde la primera página: la principal sospechosa, Rim, una misteriosa muchacha de extraordinaria belleza que conmueve y llena de confusión a quienes tiene tratos con ella, incluido el fiscal.    

            La investigación, en efecto, y la variopinta galería de personajes que surgen aquí y allá, termina costándole la vida a la muchacha, pero he aquí el epitafio del fiscal, “[Rim] una criatura maravillosa que a todos nos había estremecido, cuerdos y locos; una dulce criatura que nos había concedido unos momentitos de dulzura y unas miradas luminosas; un cefirillo tibio que había soplado en el árido desierto de nuestras vidas sentimentales, en medio de este campo solitario”.

            Asombran la sencillez y la aparente falta de pretensiones de un relato capaz de crear un universo complejo y que sería un desolado desierto si no cupiera la posibilidad de que inesperadamente sople un cefirillo tibio. Como sigo, una delicia.

 

Diario de un fiscal rural

Taefiq A´-Hakim

Tradicción de Emilio García Gómez

Ediciones del viento

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25 de junio de 2016
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¿A quién aprovechará en España?

Era seguro que una victoria del Remain no iba a tener ninguna repercusión electoral el domingo en España. Era dejar las cosas tal como estaban, como siempre entre la Unión Europea y Reino Unido, en el pantano de la indefinición. El Brexit, en cambio, es muy fácil que la tenga, aunque no sabemos con qué intensidad. Es la victoria del sobresalto, del camino imprevisible, del salto en la oscuridad, y estos son lugares especiales donde nacen las flores más extrañas e insólitas.

Las dos posibilidades que se abren ante las elecciones generales del domingo son claras y opuestas. De una parte, la victoria del Brexit, con las caídas de cotización de la libra y las repercusiones en los valores bursátiles, puede estimular los reflejos conservadores del electorado, asustado ante las sombrías avenidas de incertidumbre que se abren ante nosotros. Una buena noticia para Rajoy, tras el golpe sufrido por el fernandezgate.

También hay otra parte. El Brexit puede estimular los reflejos insurreccionales que han funcionado en el Reino Unido contra el establishment y el estatus quo. Si los británicos pueden, también pueden los españoles. Unidos Podemos es, por supuesto, quien puede recoger más fácilmente esta fruta del mimetismo antielitista, aunque en el caso español esté anclado en la izquierda y en el de los británicos en la derecha antieuropea y xenófoba.

Así es como, en cierta forma, también los españoles podemos votar el domingo bajo el incierto influjo que pueda ejercer el referéndum británico y decidir como si fuera un referéndum entre un voto conservador y moderado y otro de protesta y de insurrección, a favor o en contra de las elites, el establishment y el estatus quo.

El Brexit ya la ha armado, pero todavía se armará más gorda si también nosotros votamos siguiendo el magnetismo del camino británico.

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24 de junio de 2016
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El Boomeran(g)
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