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Mariano al horno o una abstención mutualizada

¿Qué se merece Mariano Rajoy? A la vista del trasiego que se lleva este hombre desde que es presidente del Gobierno en funciones, esta es la pregunta que me hago respecto a la investidura. Está bastante claro qué es lo que nos merecemos los ciudadanos después de depositar nuestros votos por dos veces en muy poco tiempo: dos cosas quizás incompatibles, que no nos llamen de nuevo a las urnas y que se forme un gobierno que gobierne desde ya, con control parlamentario incluido, por supuesto, y de forma bien distinta a como ha gobernado Rajoy desde que llegó a La Moncloa en 1911.

La pregunta sobre los merecimientos se puede extender a todos los líderes y partidos, por supuesto, y me temo que si sometiéramos a votación qué es el lo que se merecen cada uno de ellos saldría un castigo para todos. Ya corre la consigna de que en caso de terceras elecciones todos los cabezas de lista de las cuatro primeras fuerzas en lizas deberían retirarse y dejar a otros que ocuparan sus puestos y responsabilidades. Parece incluso que el propio rey se lo pedirá en caso de que vayamos a las terceras y vergonzosas elecciones en diciembre.

En todo caso, Rajoy se lleva la palma. Su responsabilidad es mayor porque a él como presidente del Gobierno es a quien hay que pedirle cuentas por el deterioro del sistema parlamentario y de sus instituciones al que hemos llegado. El nombramiento frustrado de José Manuel Soria para un alto cargo del Banco Mundial parecía la gota que colmaba el vaso, cuando ha llegado la apertura de una causa por blanqueo de capitales a Rita Barberá --todavía con su escaño en el Senado--, demostraciones palpables de la escasa atención que presta Rajoy a los compromisos de lucha contra la corrupción contraídos con Rivera.

Todo lo que va mal puede empeorar, pero a Rajoy esto ni siquiera le perjudica, al contrario, le sitúa en posición de fuerza para exigir incondicionalidad a quienes tienen la obligación de apoyarle. Rajoy, a fin de cuentas, solo quiere ?que le dejen gobernar?, algo de meridiana claridad en alguien acostumbrado a gobernar con mayoría absoluta. Lo que quiere el presidente del Gobierno en funciones es que le garanticen la investidura y luego ya se las ingeniará para seguir gobernando como ha hecho hasta ahora, es decir, desde el quietismo más pasmoso y evitando las interferencias de nadie.

Volvamos a la pregunta inicial sobre los merecimientos de Rajoy. No se merece seguir siendo presidente del Gobierno, sin duda. No se merece gobernar ni nosotros merecemos que nos siga gobernando, es cierto. Si Sánchez ha sido rechazado como candidato aspirante a la investidura en dos ocasiones, Rajoy lo ha sido como presidente del Gobierno ya probado y con balance. El Congreso ya se lo ha dicho, aunque sería bueno que recibiera el mensaje de forma más contundente todavía. Por ejemplo, que le quedara claro que si regresa al hemiciclo a buscar votos, incluso adoptando modos de corderito, saldría abrasado con menos votos todavía, es decir, sin los que le dieron o medio regalaron los diputados de Ciudadanos.

¿Merece el PP algo distinto de los que merece Rajoy? Rotundamente no, al menos mientras no sea capaz de rebelarse. Es decir, la primera minoría parlamentaria que es el PP solo merecería gobernar si fuera capaz de quitarse de encima a quien le ha gobernado con los resultados electorales, el inmovilismo y la incapacidad para cerrar pactos y acuerdos que se ha visto, pues por algo es la que más votos ha obtenido como formación en las últimas y penúltimas elecciones.

Vamos a la respuesta directa de la insidiosa pregunta. Votar no a Rajoy sin alternativa, como han propugnado hasta ahora Sánchez y también Iglesias, es la mejor forma de facilitar su investidura por cansancio, entre otras razones porque el PP sería el primer beneficiario de unas terceras elecciones, que perjudicarían probablemente a todas las otras fuerzas políticas y podrían acercar a Rajoy a la mayoría absoluta. Decir no a Rajoy, es una forma de decirle sí. Ya lo hizo Iglesias con su no a Sánchez, que ha permitido a Rajoy seguir gobernando hasta ahora mismo. Por eso hay muchas voces que empiezan a defender que el PP merece formar gobierno, pero en estricta minoría, es decir, gracias a la abstención de cuantos más diputados mejor y a ser posible todos.

Nada dejaría en una posición más débil a Rajoy que una investidura con 137 votos del PP y la abstención mutualizada del resto de la Cámara, que bien podría ir acompañada de una clara reprobación al presidente interino. Sería una buena forma de dejar que se cociera solo en su propia salsa y de gobernar mientras tanto desde el Parlamento.

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14 de septiembre de 2016
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Managua, Nicaragua is a beautiful town

Pasada ya la frontera del siglo de vida, ha muerto en Manhattan el compositor Irving Field, autor de la música de Managua, Nicaragua...una de las canciones más pegajosas y celebradas de los años cuarenta del siglo pasado, que según el inolvidable musicólogo Francisco Gutiérrez (Pancho Mambo), fue originalmente un swing, para irse convirtiendo después en boogie, o en fox-trot, dependiendo de las numerosas orquestas que llegaron a interpretarla en aquella época, la de la Segunda Guerra Mundial: desde Guy Lombardo y los Royal Canadians, a la de Freddy Martin.

Su versatilidad musical permitió a la canción pasar por diversos géneros y ritmos, hasta llegar a los tropicales, como el calipso, el porro, la salsa, y el cha-cha-cha, según la adaptación de Tito Puente. Todo un fenómeno de popularidad que llevó a Managua, Nicaragua, a ser parte del acompañamiento musical de la película El tercer hombre, dirigida por Carol Reed y escrita por Graham Greene, y donde el actor estelar es Orson Welles.

Field, que se ganó siempre la vida como pianista de cafés, no estuvo nunca en Nicaragua, y es parte de su leyenda haber hecho famoso a un país que nunca conoció, aunque fue invitado en repetidas ocasiones a venir; como tampoco estuvo nunca el autor de la letra, Albert Gamse, neoyorkino también.

A Field le sonaron alegremente en el oído las palabras Managua Nicaragua, que convirtió en un sonsonete. Y ya con la letra de Gamse, resultó ese segundo  himno nacional bastardo con el que hemos cargado a lo largo de las décadas. Comienza nada menos que con una lección escolar declamada: ¿Podría por favor abrir su geografía? Vayamos a la página 123. Entre el Caribe y la costa del Pacífico,  encontrará una ciudad de... amor...

Y luego se desata la musiquita: Managua, Nicaragua is a beautiful town/ you buy an hacienda for a few pesos down/ you give it to the lady you are tryin' to win/ but her papa doesn't let you come in...Si quieren una traducción libre de esa primera estrofa, aquí hay una: Managua Nicaragua es un lindo pueblito/te compras una hacienda por unos pesitos/ se la das de regalo a la que quieres conquistar/ pero su papá no te dejará entrar...

Le letra, escrita a la vista de tarjetas postales, no se distingue por tener momentos felices: Managua Nicaragua es un lugar celestial/ Le pides a una señorita que se deja abrazar/ pero ella te contesta "Caramba escramba bambarito/que en Managua Nicaragua un no significa...

La idea de Gamse, y no hay que culparlo sólo a él por eso, es la que dominaba entonces respecto a las repúblicas bananeras, parte del "mundo libre" donde reinaban las dictaduras militares, como la de Somoza, y abundaban los golpes de estado. Pintoresca felicidad a la fuerza. Cuando Managua, Nicaragua alcanza la cabeza del hit parade en la revista Billoboard en 1947, Somoza acababa de derrocar impúdicamente al presidente Leonardo Argüello tras apenas menos de un mes de haber tomado posesión.

Managua Nicaragua qué lugar maravilloso/ hay café y bananos y un gran calor...Cada día está hecho para jugar y gozar/porque cada día es de fiesta/allá trabajan de las doce a la una, descontando una hora para la siesta... País dichoso de eternas siestas bajo las palmeras Nicaragua, donde, cuando los ociosos haraganes despiertan, se dedican a cantar a coro olé, olé, olé, según las excelencias de la letra de la canción, como verdaderos madrileños en la plaza de toros.

La letra en español que escribió después el puertorriqueño Pepe Arvelo no se queda atrás: Managua Nicaragua donde yo me enamoré/ tenía mi vaquita y mi burrito y mi buey/ todito lo tenía mi cariño también/ y por supuesto mi mujer también...La vaquita, el burrito, y el buey son claves de la felicidad tropical y despreocupada, aquella que ya anunciaba Gamse en inglés. Y la mujer va por último en la lista de las querencias, detrás de los animales.

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14 de septiembre de 2016
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Sara Mesa: "La fantasía se expande para ocupar los huecos"

Los lugares en los que vivimos terminan conectados íntimamente a las personas que viven ahí; al final, puede que esas personas sean ese lugar. El año pasado viví en Sevilla y una de esas personas que son para mí Sevilla es Sara Mesa.

Cicatriz (2015) es una de las mejores novelas españolas de la narrativa reciente. Es una novela con una atmosfera asfixiante, sobre la relación obsesiva que se establece por internet entre Sonia y Knut. Se la puede entender como una novela sobre la escritura, en más de un nivel: Knut quiere educar literariamente a Sonia, ayudarla a convertirse en escritura, y no deja de regalarle libros; ella a ratos rechaza ese interés enfermizo, pero reconoce que Knut tiene el perfil de hombres que le atraen: "los anormales, excéntricos y marginales... los que tienen algo que ocultar". Pero también la escritura es lo que media en su relación, pues ellos no se conocen en persona. En esa distancia que separa a los personajes, se cuela la fantasía: no hay relación interpersonal en la que no se cuele, eso lo sabíamos, pero Sara Mesa sugiere que, con los nuevos dispositivos de comunicación, una relación es cada vez más una irrealidad, una fantasía.

Pese al despliegue de las nuevas tecnologías, Cicatriz no oculta su anclaje a la vieja tradición de la novela epistolar y a sus escarceos con los sentimientos y las perversiones: Sara Mesa sabe dialogar con Las relaciones peligrosas. Es, así, clásica y contemporánea a la vez, con un gran manejo de los tiempos: después de la primera escena -que insinuará la explicación simbólica del título--, la narración se retrotrae a incidentes ocurridos siete años atrás, y luego a dos años antes y a cuatro meses después... nada, sin embargo, es arbitrario, como lo descubriremos de a poco.

Escuché a Sara en la presentación de su libro de cuentos Mala letra (2016) -hay ahí varios cuentos excelentes, entre ellos "Mustélidos", de inevitable aparición en futuras antologías de narrativa en español-- y descubrí que su palabra más odiada era feminazi y que un escritor que no le interesaba era Javier Cercas; en una clase a la que la invité me enteré de que trabajaba en una institución estatal que se encarga de responder a las quejas de los oyentes al contenido de un programa radial, y me pregunté cuándo aparecería ese escenario tan sugerente en una de sus novelas; contó también que su nueva novela es sobre la relación entre una adolescente y un hombre mayor. Supe que nació en Madrid en 1976, y también de su llegada temprana a Sevilla y su conexión intensa a esa ciudad, pese a que no vive exactamente en ella (reside en Tomares, un pueblo en las afueras) ni está interesada en narrarla: su narrativa se aleja intencionalmente de espacios narrativos específicos; sus ciudades son borrosas, están desprovistas de detalles reconocibles, tienen algo tan genérico como fantasmal. A cierta distancia del centro, Sara Mesa está desarrollando algunos de los análisis narrativos más penetrantes de la condición contemporánea, esa en la que "la fantasía se expande para ocupar los huecos".

 

(98 grados, septiembre 2016)

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13 de septiembre de 2016
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Hay libros

El pueblo tiene castillo, río de aguas rápidas y prados en donde las ovejas nos ven pasar soñolientas. Su sueño es muy distinto al nuestro. Ellas disfrutan del alimento de una hierba que nunca les falta en estas tierras húmedas, y nosotros vamos a Hay-on-Wye buscando libros, ya que estamos en una villa campestre que otro soñador anterior, Richard Booth, convirtió en el paraíso de quienes aún queremos tocar el papel mientras leemos a Dante o a Virginia Woolf.

    Originario de este pueblo del interior de Gales, en medio de un hermoso paisaje lindante con dos parques naturales, las Montañas Negras al sur y Brecon Beacons al oeste, que alberga una importante zona de cuevas prehistóricas visitables, Booth tuvo una visión cuando acabó sus estudios en la universidad de Oxford, a comienzos de los años 1960; volvería a su lugar natal y, aprovechando la herencia de un tío paterno abrió en la antigua sede del servicio de bomberos local una gran librería de segunda mano, cambiando las mangas de agua y los coches de escalerillas desplegables por las estanterías donde poner los miles de volúmenes impresos que se procuró, sobre todo en Estados Unidos. La tienda sigue allí, en el centro del pueblo, y aunque él ya no es su propietario, la Richard Booth´s Bookshop conserva su nombre y, con un agradable café en la entreplanta, una sala de arte y un pequeño cine de exigente programación, se ha convertido en el punto focal de la cultura de Hay.

     Ese comercio pionero de Booth empezó en 1962, pero entrada la siguiente década su ejemplo había cundido, haciendo que Hay-on-Wye fuese llamada la "Ciudad de los Libros". Hoy cuenta con más de cuarenta tiendas de libro usado (y nuevo, si se desea), y si bien la original de Richard Booth es la más hermosa y ordenada, no se trata de mi preferida. Instalada en un antiguo cine que ha perdido su pantalla y sus asientos pero no su apego al mundo de la ficción, The Cinema Bookshop es una cueva de Aladino donde descubrir, con tiempo por delante y cierta paciencia, muchos tesoros librescos, no pocos a precios de ganga; sus amables encargados afirman que en su destartalado interior hay casi doscientos mil libros. En la cercana Brook Street (en Hay no hay distancias) destaca también, en más reducido tamaño, The Poetry Bookshop, especializada exclusivamente en libros de poesía y estudios poéticos; su propietario es un gran conocedor que no desaprovecha la visita de los clientes extranjeros para hacer preguntas, naturalmente sobre la poesía de los países y lenguas ajenos.

   El castillo, que no es, artísticamente hablando, lo más valioso del pueblo, se yergue altivo en el centro, como recordatorio de que Booth es otro de los formidables excéntricos de la monarquía que se dan en Gran Bretaña; él se nombró a sí mismo en 1977 rey independiente bajo el nombre dinástico de Roberto Corazón de Libro, creando un parlamento simbólico, una casa de lores y un cupo de títulos hereditarios. Pero hay algo mejor aún que ese reino imaginario fundado por Booth en Hay-on-Wye. Aprovechando el fenómeno de tal concentración de libreros y lectores adictos, que fue extendiéndose y atrayendo un turismo regular de calidad, Norman Florence y su hijo Peter crearon en 1988 un festival literario, cuyo éxito no hace falta recalcar. Lleva celebrándose allí, a finales de primavera, de forma ininterrumpida desde aquel año, y se ha extendido por todo el mundo con sub-sedes que mantienen su formato y su espíritu. En España está el Hay de Segovia (que se celebra en los próximos días), y sus ramificaciones han llegado a la India, a  África y Oriente Medio, y de modo muy señalado a Latinoamérica, donde es célebre el de Cartagena de Indias, en diciembre pasado se inauguró el Hay de Arequipa (Perú) y este mismo año nacerá el de Querétaro en México.

   El modelo del Hay que instauraron los Florence y sigue hoy dirigiendo Peter es aparentemente sencillo y en la práctica asombroso. Ateniéndome al original, que visité en su pasada edición de finales de mayo y principios de junio, y que tuvo el regalo, no habitual en esas tierras galesas, de diez días seguidos de tiempo cálido y soleado, el amor al libro que se respira en aquel idílico rincón de Gran Bretaña fructifica durante el festival en un amor a las novelistas y los poetas que debaten o leen sus obras, a los actores y actrices que recitan e interpretan, a los eruditos y humanistas e incluso a las figuras políticas; llenó la carpa cubierta donde hablaba ante seiscientas personas el economista Yanis Varoufakis, hombre de buenas ideas y -dicen- irresistible sex-appeal, pero en la carpa de al lado una conversación sobre el verso teatral de Shakespeare agotó sus casi quinientas butacas, todas de pago. Familias enteras yendo de un acto a otro, de una librería a otra, visitantes que han reservado su alojamiento y sus billetes de entrada a los actos con muchos meses de antelación; casi un prodigio. Es como si el libro hiciera en Hay, no lejos de los rebaños de dulces ovejas, el milagro de convertir la rutina en palabra escrita.

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13 de septiembre de 2016
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Arden banderas europeas

La Diada cívica, familiar y festiva, terminó como siempre con un momento bronco y virulento. No es una novedad. Quema de banderas y de retratos del rey, gestos hoscos y consignas contra la constitución son elementos habituales en la cola de las grandes manifestaciones independentistas. No es habitual, sin embargo, que sea un partido parlamentario quien protagonice la retórica y la gesticulación como ha sucedido este año. Y menos habitual todavía es que sea una formación política de la que dependen la continuidad del gobierno que preside Carles Puigdemont y la aprobación de los presupuestos de 2017.

La manifestación convocada por la CUP, fuerza parlamentaria desde 2012 y parte de la mayoría de investidura desde 2016, culminó la fiesta del Once de Septiembre con una acción perfectamente organizada de quema de banderas, las de Francia, España y Europa. No hay dudas sobre el objetivo político de la ignición: expresar el rechazo a la actual frontera que separa España de Francia para unir los territorios de habla catalana al norte de la frontera con los del sur. Idéntico proyecto al que alberga la CUP para la Comunidad Valenciana y para las Islas Baleares, que si bien comparten lengua común con Cataluña han pertenecido históricamente y pertenecen actualmente a comunidades políticas distintas, en el pasado los antiguos reinos de Valencia y de Mallorca, y en la actualidad las comunidades autónomas del Reino de España. Tampoco tiene dudas la CUP respecto al rechazo del proyecto de Unión Europea expresado con la quema de la bandera, al que atribuye todos los males de la actual crisis económica, los defectos y desigualdades vinculados a la globalización y la opresión de los pueblos europeos inherente a una estructura económica, jurídica y política vinculada a los Estados nacionales reconocidos internacionalmente.

Hace cuatro años, con la primera Diada organizada por la Asamblea Nacional Catalana, la hegemonía era plenamente del partido catalanista burgués y moderado que era Convergència. Nadie hablaba de una república catalana --la consigna más repetida esta Diada de 2016-- sino de un Estado catalán propio dentro de Europa. Este Estado propio, según sus promotores, todavía tenía entonces posibilidades de constituirse como un Estado federal o confederal dentro de España. El presidente de la Generalitat de entonces, Artur Mas, llegó a sugerir que la Corona española podía albergarlo perfectamente, incluso en el caso de que la opción que se tomara fuera la de la independencia, de forma que el rey se convirtiera en el único vínculo con el resto de España. Esta era una opción que, naturalmente, solo tendría sentido si se aseguraba la permanencia de la Cataluña imaginada como independiente dentro de la UE como un Estado socio más.

Ahora todo se lo ha llevado el viento. En cuatro años, el movimiento soberanista se ha desplazado fuertemente a la izquierda. Depende de una fuerza que es republicana y antimonárquica, antieuropea y también antiatlantista, antiamericana por tanto. La compañía de la CUP perjudica muy severamente a la imagen y a la credibilidad del gobierno de Puigdemont. La quema de banderas francesas, españolas y europeas por parte de una fuerza parlamentaria de la que depende la continuidad del Gobierno seguro que es un obstáculo infranqueable para los propósitos de internacionalización del conflicto que tiene Junts Pel Sí. Sorprende la facilidad con que los dirigentes del proceso esconden la cabeza bajo el ala y prefieren ignorar el percance enorme en consideración y prestigio que significa la compañía de tales socios.

Respecto a este tipo de protestas simbólicas, en las que se utiliza el fuego como instrumento destructivo y purificador, pienso lo mismo que el presidente Obama. No hay delito alguno ni nada hay que debiera prohibirse. Forman parte de la libertad de expresión, aunque sean una lamentable e incívica demostración de falta de sentido democrático y de consideración y respeto hacia los numerosos conciudadanos, españoles, franceses y europeos en general, que dan valor a los símbolos que ellos destruyen. Pero la gravedad del asunto no reside en el carácter supuestamente delictivo de estos actos sino en el hecho de que Puigdemont dependa de unos diputados de la CUP que tienen en tan baja consideración los ideales europeos que nos han ayudado a obtener la democracia y los niveles de paz y de prosperidad que gozamos, al menos todavía, en el entero continente.

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13 de septiembre de 2016
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Técnicas para convencer a Al Pacino

El viernes 9 de setiembre presenté en la Fundación Tomás Eloy Martínez la preciosa edición argentina de mi libro Periodismo Narrativo (Editorial Marea). Es una obra que me trajo muchas alegrías y bellas y cuidadas primeras y segundas ediciones en España (Ediciones de la Universitat de Barcelona), Chile (Universidad Finis Terrae) y Costa Rica (Germinal). Esta presentación fue especial y mágica por muchos motivos.

Porque fue en mi país y en la Fundación Tomás Eloy Martínez, que se ha convertido en mi casa profesional y más en Buenos Aires. Y vinieron tres tremendos profesionales de la familia del Maestro: sus hijos Ezequiel y Gonzalo Martínez y su nieta y excelente fotógrafa de la Fundación y de mi retrato en el libro, Verónica Martínez Porque la presentaron tres grandes amigos que entraron en mi vida en distintos momentos: Cristian Alarcón, director de la colección Ficciones Reales y gigantesco cronista; Cecilia González, talentosísima y valiente escritora y periodista mexicana; y Pablo Alabarces, amigo de siempre y gran académico y pensador. Porque vinieron muchos y queridos amigos, colegas, alumnos, y mi añorada familia: mi hermana, mi sobrino, mis tías.

En mi otra casa profesional y más en Argentina, la revista Anfibia, publicaron ese día este fragmento del libro. En el capítulo de la entrevista como género del periodismo narrativo, que dialoga con el teatro, entre los más famosos Studs Terkel y Oriana Fallaci escribí sobre el entrevistador de los genios de Hollywood, Larry Grobel. Gracias Cristian Alarcón y amigos de Anfibia. Aquí está la extraña e inspiradora historia de Grobel y su entrevistado Al Pacino.

*          *          *

¿Grobel o Pacino?   “Conocí a Larry Grobel en 1979”, cuenta Al Pacino en el prólogo del libro más famoso del entrevistador, la colección de entrevistas con el propio actor.

“Por supuesto, desconfiaba de él porque era un periodista que me venía a entrevistar, y en ese momento, yo no había concedido ninguna entrevista. Desde entonces he llegado a conocerlo muy bien. Compartimos muchas cosas en este período: triunfos, fracasos, encuentros con situaciones tanto maravillosas como impensables. Nuestra amistad lo sobrevivió todo. Y por eso estoy muy agradecido”.

En el segundo párrafo se aventura a explicar las razones de su elección como su primer –y único– entrevistador: “No había dicho sí a nuestra primera entrevista, pero cuando leí su entrevista con Marlon Brando en la isla de Brando en Tahití, me impresionó. Conociendo a Brando como yo lo conocía, si a él le gustó Larry, si pudo hablar con él tan abiertamente, sentí que yo también podría”.

Pero el “abrirse” de Pacino fue un arma de doble filo. El actor, tan intenso que se metía hasta el tuétano en cada uno de sus personajes, sabía bien por qué no quería ser entrevistado: no podía reservarse, callarse, mentir, engañar. Si aceptaba hablar de sus sentimientos, recuerdos y sueños más íntimos, era para iniciar un camino hasta lo más hondo, cosa que no hacía ni con sus más cercanos amigos. La única manera en que aceptaría ser entrevistado era iniciando una amistad sin condiciones.

La esposa de Larry se dio cuenta que algo iba mal cuando el teléfono comenzó a sonar a las dos, las cuatro, las seis de la mañana. Era Al Pacino, que tenía necesidad de hablar con el amigo que tan bien lo entendía, que tanto sabía de él. Las conversaciones duraban horas, y era el periodista el que tenía que poner los límites. El genial y temperamental actor, por supuesto, no estaba dispuesto a respetar esos límites.

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Pero después de las horas y más horas de la primera entrevista, en 1979, que se tradujeron en 2.000 páginas transcritas, es fácil entender por qué Pacino se volvió adicto a hablar con Grobel.   “¿Por qué no haces Hamlet?”, le pregunta en la página 69 de las 103 de la versión editada de esa entrevista que abre el libro. “Porque nadie me lo pidió”. “¿Si alguien te lo pide, lo harías?”. “Sí, claro”. “¿No te gusta instigar estas cosas?”. “Realmente no. No hay nunca un papel que me gustaría hacer. Un actor básicamente quiere que le pidan hacer algo, no importa en qué posición está. Se siente más natural. Sentarse y esperar es más gratificante”. “¿Esperar a que las cosas caigan en su lugar?”. “Sí. La fruta cae del árbol. No lo agitas antes de que esté listo para caer”. “Entonces están las oportunidades perdidas, las frutas que se pudren en el suelo”. “¡No puedo creer que esté teniendo esta conversación!”, se asombra, casi escuchamos cómo se asusta con deleite Al Pacino.

*          *          *

El libro incluye nueve entrevistas con Pacino, a lo largo de 236 páginas, y se lee como una obra de teatro en nueve actos, como una biografía de Pacino para que el lector la arme, como una incursión fascinante en la mente de un actor único. Como  muchos  de  los  grandes  libros  periodísticos,  Conversaciones  con Al Pacino muestra un extremo, y todos los extremos tienen maravillas y peligros.

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Como la mayoría de los autores que seleccioné para este libro, Larry Grobel se toma su profesión y sus grandes trabajos hasta el límite, y siempre es difícil saber donde parar.   Al terminar el libro queda una sensación extraña, de que conocemos muchísimo a un actor que a muchos cinéfilos nos entusiasmó, que está ligado a momentos importantes de nuestra vida, que personifica el arte de la actuación. Pero como el mismo arte de Pacino, a veces nos deja con la inquietante noción de que sabemos más de lo que querríamos saber.   Al leerlo no puedo dejar de pensar en una noche mágica que pasé en octubre de 2002, cuando muy pocos se aventuraban cerca de la Zona Cero de Manhattan, donde un año antes habían caído las torres.

Ahí, en una pequeña sala de una universidad pública (Pace), con bancos a la altura del escenario, me senté en la primera fila a ver La resistible ascensión de Arturo Ui, una farsa ácida sobre el auge del fascismo de Bertolt Brecht, interpretada por Al Pacino, Chaz Palmentieri, Steve Buscemi, Charles Durning, John Goodman, Paul Giamatti, un increíble puñado de grandes actores de Hollywood haciendo teatro pobre porque les daba la gana.   Todos estaban tremendos, en parte porque habitaban los personajes que tantas veces les había visto hacer en la gran pantalla: el alcalde corrupto, el matón enamorado de la violencia, el cobarde que se daba ánimos con bravuconadas. Pero Al Pacino daba miedo. Estaba tan metido, tan metido en su papel que sentía, con deleite y con pavor, que se borraban los límites del teatro.

No se puede recomendar en una escuela de actuación imitar el método de Al Pacino. Tampoco se puede recomendar a los periodistas novatos que salgan a entrevistar con el compromiso y el zambullido total con que Lawrence Grobel salió a la caza de Pacino. Pero el libro, como otros grandes e irrepetibles aun para sus mismos autores (A sangre fría, Hiroshima, Cabeza de turco, La noche de Tlatelolco, Operación Masacre), es un clásico imprescindible, que nos seguirá enseñando por años las cotas a las que se puede llegar en nuestro oficio.

*          *          *

Grobel nunca entabló una relación tan intensa y peligrosa como con Pacino, pero sí se enfrascó en otros proyectos extremos en el arte de la entrevista: publicó libros enteros de entrevistas con Truman Capote, con James Michener y con los fascinantes miembros de la familia Huston (especialmente el director John Huston y su hija Anjelica), así como entrevistas con escritores (Endangered Species: Writers Talk About Their Craft, Their Visions, Their Lives) y con acto- res, directores y guionistas de Hollywood (Above the Line: Conversations About the Movies).

No hay periodista activo hoy en día que sea tan famoso en este género y que haya centrado tanto de su carrera en el duro arte de las preguntas y las respuestas con los famosos que llenan de sueños la imaginación de los estadounidenses.

Al final de The Art of the Interview, se mete en un género aún más difícil y peligroso: la autoentrevista. Dice que leyó un texto autobiográfico del gran no- velista Isaac Bashevis Singer, tal vez el último maestro de un idioma en clara ex- tinción, el yidis de los judíos de la Europa oriental de antes de la Segunda Guerra Mundial. El texto de Singer estaba en el extraño género de la autoentrevista: se hacía preguntas y él mismo se las contestaba, y así iba contando su vida.

Le gustó la forma, y cuando estaba escribiendo el libro con entrevistas al exitoso novelista James Michener, decidió proponerle hacer un capítulo que con- tendría las preguntas que Michener sintiera que Grobel no le estaba haciendo.   Como digo, es un género difícil y engañoso, pero muchas veces el entrevistador que quiere transformar sus entrevistas en piezas que avanzan y crecen con aliento narrativo, no solo debe fiarse de las preguntas que tiene preparadas o se le ocurren en el momento. También debe buscar las preguntas que el mismo entrevistado quisiera que le hicieran. A veces son preguntas que quiere, otras son las que secretamente teme o inconscientemente anhela.

Siempre hay cosas que los poderosos o famosos quiere decir pero necesitan que se las pregunten. No hay que caer en la trampa de hacerles la propaganda, por supuesto, pero hay que estar atentos a lo que quieren decir o esperan que se les pregunte. El juego de la autoentrevista es un buen ejercicio.

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Tan bueno que en su The Art of the Interview, Larry Grobel se lo receta a sí mismo.

“¿A quién lamentas no haber entrevistado?”, se pregunta en la penúltima página, antes de los apéndices.

“Lamento no haber entrevistado a dictadores como el antiguo presidente de Uganda Idi Amín y a Sadam Husein de Iraq”, se contesta. “Me hubiera gustado entrevistar a artistas como Picasso, Matisse, Andy Warhol. Escritores como Philip Roth, John Updike, Toni Morrison, Don DeLillo y Tom Wolfe. Me gustaría entrevistar al presidente de Estados Unidos, al primer ministro británico, al jefe de Estado de Israel. Y no me molestaría volver a hablar con Marlon Brando”. “¿Otra vez con Brando? Está muy viejo [el libro salió poco antes de su muerte], ¿por qué querrías volver a hablar con alguien como él?”.

“Porque Brando tiene una forma particular de hablar que está siempre en el borde entre la brillantez y la paranoia. Me gusta hablar con gente que hizo cosas grandes cuando tiene ochenta o noventa años, porque tiene una perspectiva diferente a la que tenían cuando eran más jóvenes. Es por eso que disfruté tanto yendo a ver a Henry Moore, Henry Fonda, John Huston, James Michener y el artista Jan de Swart. Ganaron una cierta sabiduría con la edad. Pero los editores rara vez me llaman para hablar con octogenarios; prefieren escuchar lo que la generación actual tiene que decir. Así es como es. ¿Pero tienes alguna duda de que una entrevista con Brando hoy sería mucho más interesante de leer que una con Keanu Reeves o Brendan Fraser?”, le pregunta a su alter ego.

“Bueno, Reeves hizo esas tres películas de Matrix. Está en la cresta de la ola…”. “¿Sabes qué?”, se dice. “Estás empezando a cansarme. Creo que deberíamos terminar con esto ahora mismo”.

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12 de septiembre de 2016
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Arrojados de todos los paraísos

En tiempos de Gauguin el Pacífico era todavía el símbolo de una cierta pureza, y fue quizás el océano más frecuentado por los poetas simbolistas. Las islas del Pacífico encarnaban el mito primordial, el mito que lo determina todo desde el principio y crea desde el principio un destino y a la vez una añoranza: la del paraíso terrenal.

Gauguin y Stevenson tuvieron la osadía de buscar por sí mismos ese paraíso. A Gauguin pudo haberlo guiado la búsqueda de mitos que colmaran su sed simbolista, pero es más probable que lo guiara, como a Stevenson, la desesperación y el cansancio de Europa, quemada por la tuberculosis, el hollín, las hambrunas, la injusticia, la suciedad y la barbarie. Frente a las ciudades llenas de esmog, de casas ennegrecidas y ríos fangosos, el fulgor idílico del Pacífico, el azul casi transparente, las mujeres celebres por su generosidad carnal y su alma voluptuosa. En fin, para qué seguir: un paraíso del todo irreal, allá, en el lejano Pacífico, invocado por Baudelaire en más de una ocasión, y hasta por el mismísimo Rimbaud.

Se le atribuían al Pacífico virtudes rejuvenecedoras: sus aguas podían ser en cierto modo las de la inmortalidad. El pobre Marcel Schwob (uno de los autores más sorbidos por Borges) cayó también en la fascinación pacífica y emprendió un viaje a Samoa, donde acababa de morir Stevenson. Cuentan que ya en Samoa, Schwob ni siquiera bajó del barco y emprendió enseguida el regreso a Francia, donde murió no mucho después de su patética y angustiosa odisea, que en lugar de darle nueva vida le quitó la poca que le quedaba.

De todo lo cual se deduce una verdad que hubiese patrocinado gustosamente Heráclito: dos hombres no se bañan en las mismas aguas aunque estén en la misma playa. Las lluvias de Samoa le concedieron a Schwob el regalo siempre envenenado de la muerte, en cambio con Gauguin funcionó el mito del Pacífico y se encarnó en él sobradamente, concediéndole la inmortalidad (tan sombría como escabrosa) y regalándole algunos de sus cuadros más perdurables. También el mito funcionó en Stevenson, aunque no de la misma manera, pues si bien en Samoa mejoró su salud, no está claro que mejorase su literatura.

Lo más fascinante de la época de Gauguin es que todavía existía la posibilidad de creer en paraísos perdidos. No ocurría como ahora, que ya no queda una sola esquina de la Tierra sin fotografiar. En algún aspecto, aún estaban en la edad de la inocencia y no habían sido arrojados de todos los paraísos.

 

Y de todos los paraísos hemos sido expulsados salvo del que va conformando la imaginación de cada uno: pero ese edén (que a veces puede ser también un infierno) ha existido siempre, y es invulnerable excepto cuando arde avivado por la locura, y aún en ese caso puede albergar islas inquietantes y de una luz cegadora.

 

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12 de septiembre de 2016
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El grupo

Ya está aquí, ha regresado de nuevo, sin icono ni foto, pero dispuesto a liberar su incontinencia y a engordar por instantes. “Hola mamis. ¡Empieza el curso! Acabo de crear un nuevo grupo de la clase 4F”. Al rato un número responde: “Oye, ¿y los papis, qué?”. Ahora el grupo es mixto aunque únicamente sigan interactuando las mujeres, en especial las que creen ciegamente en su poder como oráculo, manual de emergencia, banco de dudas o pista virtual para liberar endorfinas e histerias. Durante el pasado curso, un padre hizo ver lo sexista que resultaba el hecho de que se excluyera a los hombres de esa rueda. “Bienvenido Antonio, enseguida te añadimos a ti y a los que queráis”, respondió mami blue ­autoinvestida portavoz. Pero Antonio sigue siendo el único padre que, muy de vez en cuando, pone algún mensaje sin signos de admiración, bien seco: “Algo debemos de hacer mal para no enterarnos de nada”.
Los grupos de watsaps de padres y madres son la última expresión del papel sobreprotector que nuestra sociedad ha extremado, a modo de expiación. Y ese afán de control a menudo se convierte en un límite para las capacidades de los hijos. “¿Me mandas los deberes?”, se dice a menudo, o “¿qué toca hoy?”. Apenas un margen para que los chavales reaccionen, se sientan dueños de su cuaderno y su mochila, y espabilen.
Los centros escolares han repetido que estos chats son la peste. Que confunden y alarman. Que el profesorado dedica más tiempo a responder verdades deformadas que a preparar reuniones de estudios. Incluso la Policía Nacional, cuyo Twitter empatiza con sus seguidores a base de emoticonos buenrollistas, ha sacado el tema: “¡¡Socoorro!! ¿vuelve el grupo de #whatsapp del cole! Atención @malas madres y #buenos padres, recordad: SIEMPRE respeto (buen rollo)”. El mensaje produce cierta inquietud al evidenciar que la hipercomunicación de un grupo de adultos preocupados por los piojos de sus hijos puede acabar en bronca. Para qué rebajar palabras: o en delito. El paternalismo de la Policía invitando a personas adultas con hijos a comportarse con educación en los mensajes privados sería insultante si no fuera porque no sólo ponen a caldo al profesor, restándole autoridad y traspasando su desprecio a los alumnos, sino que son capaces de cruzar la frontera virtual y alentar a una caza de brujas como si el servicio no hubiera estado a su altura. Es ese clientelismo con el que actúan algunos padres que, tras pagar los recibos, creen que pueden exigir de un colegio la misma satisfacción que de un restaurante.
El cooperativismo escolar y las ­asociaciones de padres forman parte del tronco educativo, y su partici­pación ha sido crucial para incluir sus voces en un asunto tan sensible. Otra cosa es ese gallinero, o taberna, que te taladra varias veces al día, pero para muchos representa el único punto de contacto diario que mantienen con el colegio de sus hijos. Este es el drama.
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12 de septiembre de 2016
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Algo definitivo y general

Cinco jornadas ya. La ANC (Asamblea Nacional Catalana) es una formidable start-up nacida con la crisis. Sabe hacer bien las cosas. Combina la tozuda eficacia de las viejas empresas catalanas con la osadía imaginativa de las nuevas empresas digitales. Desde 2012 ha ido engarzando una manifestación tras otra con éxitos oceánicos en cuanto a número de asistentes y un espectacular impacto en los medios de comunicación.

No era fácil el de este año. Hay cansancio. Hay agotamiento de ideas. Y una tediosa sensación de recorrer una y otra vez los mismos caminos. Y, sin embargo, la ANC ha conseguido evitar el pinchazo, conjurar el declive, exhibir sus cinco concentraciones colmadas, y apuntarse su quinta demostración de fuerza.

La ANC sabe manejar las expectativas. Lo ha hecho en todas las ocasiones anteriores. Las amenazas son agua de mayo para sus debilidades. Los malos presagios, estímulos. Cada vez ha conseguido superar los pronósticos y deparar una sorpresa y un disgusto a sus adversarios. Sus éxitos reiterados son la evidencia del fracaso de quienes tienen enfrente, incapaces de imaginar una alternativa que compita por la popularidad y por la hegemonía en Cataluña. Solo los comunes, liderados por Ada Colau, han conseguido recortar su territorio y disputarles el voto y la adhesión, ciertamente a cambio de adherirse al soberanismo y al derecho a decidir, y también a la idea de la república catalana, la expresión más vitoreada en los discursos de la jornada.

El 47,8 % que ha alcanzado el independentismo en las urnas difícilmente se ampliará si no es por la incorporación de votantes de izquierdas partidarios del derecho a decidir, algo que los comunes intentan evitar a toda costa. En esta dinámica se juega tanto la ampliación del movimiento como la futura hegemonía, ahora todavía convergente, pero en el futuro muy probablemente a cargo de una izquierda soberanista organizada en el nuevo tripartito que se está fraguando entre Esquerra Republicana, Catalunya en Comú y CUP.

En este próximo año parece evidente que el independentismo no amainará. También proseguirá la acción de la justicia en persecución de los presuntos delitos cometidos con la consulta del 9-N y las declaraciones del Parlament. Es improbable una iniciativa de fuste de los dos primeros partidos españoles, PP y PSOE, incluida la reforma constitucional, especialmente si Rajoy consigue finalmente formar Gobierno. Todo es propicio, según los dirigentes independentistas, para mantener el rumbo que conduce en un año a las urnas, tal como ya ha anunciado Puigdemont, ya sea para una nueva consulta unilateral como el 9-N, ya para otras elecciones, declaradas de nuevo plebiscitarias o incluso constituyentes.

A pesar del éxito, esta es la última Diada de la tanda actual. La próxima, la de 2017, será muy distinta. Si había dudas respecto a lo que había que hacer este año, hay pocas respecto al año próximo. Los independentistas esperan ?algo definitivo y general?, como los jóvenes de los años 50 bajo el franquismo con los que se identificaba en su verso el poeta Jaime Gil de Biedma. Es decir, que termine el proceso de una vez, sea cual sea el desenlace.

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12 de septiembre de 2016
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Las múltiples voces de Mauro Javier Cárdenas

Las novedades literarias del otoño son tantas en los Estados Unidos -McEwan, Safran Foer, Patchett, Chabon, Smith-que más de un gran libro de autor no tan conocido quedará enterrado. Que eso no le pase a Mauro Javier Cárdenas, por favor: The Revolutionaries Try Again (Coffee House Press), la primera novela de este autor ecuatoriano que escribe en inglés -de pronta publicación en español por Random--, establece la presencia de una poderosa nueva voz para las literaturas latina/ecuatoriana/latinoamericana/norteamericana/lo que sea (¿se escribe Cárdenas o Cardenas o da lo mismo?)

"Poderosa nueva voz", escribe el crítico, y luego se ríe, porque lo que define a Cárdenas es, sobre todo, su incapacidad para quedarse en una voz singular, su talento para que las voces proliferen, su habilidad para alterar registros narrativos. Porque esta novela que cubre las últimas dos décadas del pasado siglo en la vida política y social del Ecuador -los tiempos turbulentos que van de Roldós al Loco Bucaram, pasando por Febres-Cordero--, es la historia de un grupo de amigos -Leopoldo, Antonio, Rolando-- de clase alta de un colegio exclusivo de Guayaquil, de sus deseos de participar en las elecciones presidenciales a fines de los noventa, an outsider could sweep the elections and effect real change, le dice Leopoldo desde Guayaquil a Antonio, que vive en California y sueña con hacer algo por el país (aunque quizás pueda más su egoísmo), everyone thinks they're the chosen ones, está escrito a un lado del manuscrito que escribe Antonio sobre un hecho importante de su infancia (y más aun los hijos de la oligarquía).

Pero Cárdenas no se contenta con narrar esa historia de amigos que podría ser, con su generosa carga de emoción y empatía y humor, una crítica a ese sueño tan latinoamericano de intervenir de manera mesiánica en los destinos del país, sino que narra las interferencias a ese sueño, las voces del pueblo que se cuelan para contar la historia verdaderamente, Juana, carajo, quit eavesdropping on the politicians and go basket some eggs, las voces del pasado, de la familia, el español que interfiere en el inglés, Tu tío Manolo rentaba sus caricaturas, Antonio's grandmother said, Ataba una piola en las barras de hierro de las ventanas de afuera y ahí rentaba sus, ah?, el escritor que deforma el inglés de los Estados Unidos como venganza por el hecho de que los norteamericanos han deformado América Latina con sus políticas intervencionistas, ¿páginas enteras en español en una novela en inglés?

Esta novela relativamente corta no deja de ampliar su radio de acción/ voces y más voces/ y siempre la pregunta que viene de la infancia en un colegio católico: ¿cómo ser cristianos en un mundo de indigencia e injusticia? Cárdenas/Cardenas añade otra pregunta: ¿Pueden los corruptos hijos de la corrupta oligarquía trascenderse a sí mismos, a su clase? El autor ecuatoriano/latino ha leído a Vargas Llosa, Faulkner, Krasznahorkai, Lobo Antunes, Bernhard, Cortázar: el high modernism y sus herederos están muy vivos en cada una de sus páginas. Lo suyo es un despliegue magnífico de inteligencia y ritmo verbal, capacidad para subvertir las formas narrativas, con un final joyceano a la altura de su promesa, en el que Alma, la hermana de Rolando, cuenta sus peripecias para cruzar la frontera y llegar a los Estados Unidos, black night black river someone behind me screaming father I'm drowning please take care alma how can a human being do that to another human being.

Cardenas ha llegado, lo ha hecho en sus propios términos, I think we have a chance, Hello? 

 

(La Tercera, 11 de septiembre 2016)

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11 de septiembre de 2016
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