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Noche testamentaria del matemático Galois.

"Llegará el día en que serás un hombre grande y célebre, pero sé también que el sufrimiento, la lucha y la desilusión te esperan.

Serás un matemático, pero incluso la matemática, la más noble y abstracta de todas las ciencias, por etérea que sea, tiene sus raíces profundas  en la tierra en que vivimos. Ni siquiera la matemática te permitirá escapar a tus sufrimientos y a los sufrimientos de los propios hombres. Lucha hijo mío, lucha con mayor coraje que el que yo he tenido. Ojala, que antes de morir puedas alcanzar los carrillones de la libertad".

Esto escribe el 2 de julio de 1829 el padre de Evariste Galois, Nicolas Gabriel Galois, profesor de ideas abiertas y liberales, antes de poner fin a sus días, abrumado  por las circunstancias y por  la persecución de una sociedad clerical y reaccionaria,  encabezada por el cura de Bourg- la- Reine, población en los alrededores de París de la cual había sido alcalde.

Evariste Galois tiene entonces 19 años y poco después fracasa en el concurso de entrada en la Escuela Politécnica, al parecer en razón de su actitud displicente ante uno de sus examinadores. Lo cierto es que su menosprecio por los mandarines de la enseñanza matemática, y de las instituciones que les amparaban, se muestra  en un escrito posterior en el que sarcásticamente  proclama su extrañeza de que sus examinadores en ese concurso fracasado  no ocuparan aun una silla en la Academia  de ciencias, "pues desde luego su lugar no es la posteridad".

 Ese mismo año entra en l'École Normale y va afirmando su personalidad en el mundo del conocimiento. En 1930 escribe una memoria para la Academia de Ciencias que Fourier, uno de los grandes de la Matemática, se lleva a su casa, con la escasa fortuna de que el profesor fallece a los pocos meses sin haber dejado pistas sobre dónde había depositado el manuscrito. Otro manuscrito de Galois había sido ya perdido también por descuido de un gran matemático, Cauchy en este caso.

En los tres últimos días de julio de 1831,  conocidos como "les trois glorieuses" la insurrección del pueblo de Paris conduce a la abdicación de Charles X llegando al trono Louis Philippe que parece representar una apertura social y cultural; sin embargo rápidamente el control de los espíritus se acentúa. En las grandes instituciones de enseñanza hay revuelta. Galois se radicaliza, protestando concretamente contra la gestión de l'École Normale por su director, el filósofo hegeliano Victor Cousin.

Sus críticas no sólo apuntan al sistema político en general sino también a la concepción misma de la educación y a la rutina pedagógica. Expulsado de l' École Normale, ofrece clases públicas de matemáticas en una librería y va luchando contra la penuria económica. Sus posiciones políticas se expresan  de manera cada vez más pública. El 9 de mayo de 1931, durante un banquete al que asiste  entre otros  Alexandre Dumas, Galois evoca explícitamente a Louis Philippe al tiempo que mantiene en la mano un cuchillo. El gesto es interpretado en el sentido más radical. Detenido será juzgado el 15 de junio. Según Dumas un momento del juicio habría sido provocativo:

-Pregunta: "¿Su intención era pues la de desafiar a Louis Philippe con un puñal?".

- Respuesta: "En el caso en que cometiera traición sí". Y un poco más adelante, a una precisión del tribunal:

- "Todo hace pensar, por el funcionamiento del gobierno,  que Louis Philippe, acabará traicionando si no ha traicionado ya".

Exacta o no la anécdota,  en todo  caso el tribunal no confirmó esa vez la condena (en razón quizás de un movimiento de opinión a favor de Galois, encabezado por cierta prensa liberal) aunque su libertad fue pasajera pues es de nuevo detenido en una manifestación el 14 de julio. Días antes una noticia había minado su moral:

Aconsejado por el matemático Siméon Denis Poisson, un año antes había presentado a la Académie des sciences una memoria  en la que retomaba el trabajo perdido por Fourier. Silvestre- François Lacroix  profesor en el Collège Royale de France y el propio Poisson son encargados de valorarla. El informe es emitido el 4 de julio. Los académicos, aun dejando la puerta abierta a una  consideración ulterior si el texto fuera revisado, lo consideran oscuro y casi incomprensible (1).

La condena tras su detención el 14 de julio  es más fuerte para él que para otros detenidos por los mismos delitos. En la cárcel convive con el  fisiólogo y médico François Raspail  y también con el gran poeta Gerard de Nerval traductor  de Goethe al francés. Nerval sale de la cárcel en febrero de 1831, y años más tarde contará su despedida de Galois: "Eran las cinco de la mañana (...) me abrazó y me prometió visitarme a su salida de prisión. Le quedaban aun dos o tres meses por cumplir. Era el desafortunado Galois, al que no volví a ver pues murió a resultas de un duelo al día siguiente de alcanzar la libertad". 

Aunque esto es lo de menos,  la cronología de Nerval no es exacta: a su salida de prisión en marzo,  Galois encuentra un Paris diezmado por una epidemia de cólera y se recluye en una casa de reposo dónde comparte habitación con un personaje sofisticado y snob, por mediación de quien conoce a una muchacha de identidad poco clara (Stéphanie D., afirma Alexandre Dumas, pero se han dado otros nombres). En ese Paris fétido,  abatido por la pérdida de sus manuscritos y el rechazo de su texto por Lacroix y Poisson, sin esperanza de que la vida social pudiera ser enderezada, pese a estar convencido de que el sistema educativo sólo puede mutilar la potencialidad para el conocimiento, Galois parece tomar la decisión de perseverar en su trabajo matemático haciendo abstracción de todo lo demás. La mala suerte no lo permitió:

Quince años  más tarde, en su Journal des mathématiques pures et appliquées Joseph Liouville sintetiza en unas líneas, no ausentes de prejuicios, el corto periplo vital de Galois: "El geómetra ingenioso y profundo cuyas obras ofrecemos aquí murió apenas con veinte años. Y aun  la mayor parte de los últimos años  de una vida tan corta, perdidos en agitaciones políticas, frecuentación de clubs mundanos o tras los barrotes de Sainte Pélage. Había nacido el 26 de octubre de 1811; y el mes de mayo de 1832 un duelo fatal, consecuencia sin duda de alguna frívola querella, le arranco a las ciencias matemáticas que tan brillantemente hubiera practicado"

¿Frívola querella?  No hay versión clara. La muchacha que estaría en el origen y a la que hace referencia Alexandre Dumas ¿habría expresado sus convicciones republicanas a la vez que manifestaba  su interés por las matemáticas y su admiración por el proyecto de su interlocutor?; ¿se trataba de la amante de un hombre poderoso, también de principios republicanos, al que no agradarían los avances del joven...? En cualquier caso por los retazos testimoniales del propio Galois, la decepción debió de ser brutal.

Todo  en la historia parece estar trucado: la muchacha podría incluso haber sido  un cebo y el compañero de la casa de reposo un agente de la policía monárquica, conocedor de que Galois era inexperto en el mensaje de las armas. El amante le habría retado  arguyendo una ofensa posiblemente tan inventada como su republicanismo. El falso amigo habría hecho un simulacro de mediación que recibe respuesta negativa...

Muchos se han preguntado por las razones de que Galois no hubiera rechazado pura y simplemente acudir a este duelo. Todas las hipótesis han sido avanzadas...Galois se siente obligado en esta quizás trucada petición de explicaciones: "he sido provocado por dos patriotas (...) era para mí imposible no dar respuesta" escribe el 29 de mayo. No cabe pues descartar que se hubiera tratado de un duelo cabal, y se ha evocado  al respecto una crónica aparecida  dos días después del duelo por el diario de Lyon "Le precurseur"(2). Aunque  de atenerse a esta versión habría entonces que aclarar muchos aspectos, uno de ellos en particular:

El duelo tiene lugar en la mañana del 30  de mayo de 1832, y tras el mismo  sus testigos le dejaron solo, abandonado en un simulacro de campo de honor.  Nada asegure  pues que la otra parte hubiera jugado limpio, y no cabe siquiera excluir que Galois hubiera sido herido de forma artera. En 1849 en un homenaje  a Richard (profesor de matemáticas de Galois en el instituto Louis Le Grand), el también matemático  Orly Terquem escribe sin tapujos: "Galois fue asesinado en un encuentro llamado de honor por inversión de sentido".

En cualquier caso, un campesino encuentra a Galois y  le conduce  al hospital con gravísimas heridas,  de resultas de las cuales fallece al día siguiente. Es enterrado en la fosa común del cementerio de Montparnasse. No es ocioso señalar que se negó a recibir la asistencia de un sacerdote.

Galois tuvo aún tiempo de escribir alguna carta  declarando su dolor de no poder legar a su país una obra ("la suerte no me dio vida suficiente para que mi patria conozca mi nombre")  dando  pistas sobre la encerrona de que fue objeto ("Mi vida se apaga en un cancan miserable") y dejando entrever que la misma exigencia de honor fue una artimaña más en manos de sus enemigos: "Me batí a pesar mío. Me muero, vuestro amigo, E. Galois).  Lucidez  y absoluto desconsuelo respecto a lo tremendo de su destino, en las palabras que dirige a su hermano: "necesito todo mi valor para morir con veinte años".

Pero lo que conmueve en este grande y desafortunado personaje es su actitud en la noche que precede el enfrentamiento. Consciente de la imposibilidad de salir bien parado de aquel ajuste, Galois escribe una larga carta a Auguste Chevalier, que ha sido calificada de "Lettre Testamentaire", carta-testamento. Punzante  despedida de una persona amiga, pero también algo más: Galois sintetiza los resultados de sus investigaciones sobre ecuaciones algebraicas y sus teorías sobre la integración, todo aquello que el poco clarividente Poisson había rechazado editar.

La simple visión del facsímil de ciertos fragmentos de la carta estremece. En el último párrafo, antes de la despedida emocionada ("Je t'embrasse avec effusion, E Gallois, Le 29 mai 1932") pide a Chevalier  que la carta se publique ("Tu feras imprimer cette lettre") y que ruegue a dos matemáticos alemanes Jacobi y Gauss que emitan su opinión sobre el contenido(3). Pues en efecto desde las líneas de arranque la carta da el tono de lo que más profundamente  ocupa a Galois en esta noche de oscuros presagios:

"Querido amigo: He hecho en análisis varias cosas nuevas. Unas son relativas a la teoría de las ecuaciones, otras a las funciones integrales".

Y tras la presentación del objetivo relativo al primer punto ("He indagado en qué casos las ecuaciones son solucionables mediante radicales") tras reivindicar el estilo mismo que esgrimía en su trabajo rechazado por Poisson ("Cabría hacer con todo esto tres memorias. La primera está escrita, y pese a lo que ha dicho Poisson la mantengo con las correcciones que añado"),  una vez insertos en grafismos exclusivamente técnicos, dos palabras separadas por una  ecuación diferencial con componentes radicales: la primera palabra, tachada,  empieza con la silaba men, tras la que se adivina una t; la segunda es Pisto y a continuación un signo que puede ser un punto de exclamación o una l.

 Se ha conjeturado que la primera palabra era el arranque de mentir. En la segunda la referencia es ya casi inequívoca, pistolet. A través de ambas la  subjetividad de Evariste Gallois retorna en el acto mismo en el que, por el don de los símbolos, parece trascenderse. Retomo aquí  una vez más las palabras de Georges Canghillem relativas a otra víctima de la ruindad y la mala suerte, cambiando solamente un término: en el momento en el que hacía todo lo que es necesario para morir en combate, componía un álgebra. Nos dejó así una moral, sin necesidad de haberla redactado".

 


(1) El propio Lacroix, en la sexta edición de sus Complements des éléments d' algèbre de 1835 se refiere algo farisaicamente al episodio al sintetizar la tesis de Gallois: "En 1831 un joven francés , Evariste Gallois, muerto el año siguiente había anunciado,  en una memoria presentada en la Academia de Ciencias que "para que una ecuación irreductible de primer grado, tenga solución mediante  radicales, es necesario y suficiente que, conocidas dos soluciones cualesquiera las otras se deduzcan racionalmente de las mismas": pero esta memoria pareció casi ininteligible a los comisarios encargados de examinarla " Lo que no explicita Lacroix es que uno de esos "comisarios encargados" era él mismo.

(2) « S'est battu avec un de ses anciens amis, tout jeune homme comme lui, comme lui membre de la Société des amis du peuple, et qui avait, pour dernier rapport avec lui, d'avoir figuré également dans un procès politique. On dit que l'amour a été la cause du combat. Le pistolet étant l'arme choisie par les deux adversaires, ils ont trouvé trop dur pour leur ancienne amitié d'avoir à viser l'un sur l'autre, et ils s'en sont remis à l'aveugle décision du sort. À bout portant, chacun d'eux a été armé d'un pistolet, et a fait feu. Une seule de ces armes était chargée. Galois a été percé d'outre en outre par la balle de son adversaire » Citado por André Dalmas Évariste Galois, révolutionnaire et géomètre, 2e éd., Le nouveau commerce, 1982, pp. 71-72.

 (3) « Tu feras imprimer cette lettre dans la revue Encyclopédique. Je me suis souvent hasardé dans ma vie à avancer des propositions dont je n'étais pas sûr. Mais tout ce que j'ai écrit là est depuis bientôt un an dans ma tête, et il est trop de mon intérêt de ne pas me tromper pour qu'on me soupçonne d'avoir énoncé des théorèmes dont je n'aurais pas la démonstration complète. Tu prieras publiquement Jacobi ou Gauss de donner leur avis non sur la vérité, mais sur l'importance des théorèmes. Après cela il se trouvera, j'espère, des gens qui trouveront leur profit à déchiffrer tout ce gâchis. 

Je t'embrasse avec effusion.

E. Galois"

 

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24 de abril de 2017
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Apagón juvenil

La ansiedad no tiene manías. Acribilla a sus víctimas sin respetar siquiera la mayoría de edad y se extiende entre los jóvenes igual que un nubarrón negro que termina por desencadenar la tormenta perfecta. A edades demasiado tempranas llega a su mesilla de noche la fluoxetina, que los psiquiatras recetan a los muchachos para que puedan seguir levantándose de la cama y librarse del sentimiento de irrealidad que les invade, como si su vida no fuera con ellos. Pero ¿y después de la medicación, qué? Extraños ante la percepción de sí mismos, ven delante suyo un infinito camino de piedras que les inhibe, en un tiempo en que debería estarles permitida la fantasía –e incluso el error­­– al buscar su lugar en el mundo. La idea del fracaso les persigue en forma de látigo. Hoy el concepto de autoridad en la educación occidental se ha rebajado, aunque el debate continúa vigente sin escapar de los binomios permisividad-rigidez, educación en valores-educación en resultados, como si no pudiera hallarse un punto medio.
En el Reino Unido, un 25% de los jóvenes entre los 16 y los 24, la edad de tontear, además de aprender, padece una enfermedad mental. Las actuales presiones, el bullying, el peso de su imagen –en una edad en que los complejos se agrandan–, así como la incertidumbre acerca del futuro que les espera, son algunas de la causas del aumento de cuadros de depresión y ataques de pánico. No hay ligereza en su modo de sentir la juventud, sino carga. Los trabajos precarios y mal pagados impactan en su bienestar, tanto psicológico como social.
En España, el desempleo juvenil representa un drama soterrado: la tasa de desempleo entre los que aún no han cumplido los 25 es del 42,9%. Y aunque el paro haya caído más de medio millón, el perfil del parado español no deja lugar para el optimismo: mujeres, menores de 25 años, sin formación especializada y que llevan ya un tiempo sin trabajar. A menudo nos quejamos de la puerilidad de nuestro mundo, tan deformado por el peterpanismo, esa eterna adolescencia que imprime laxitud al presente. Pero ¿verdaderamente les ofrecemos las herramientas necesarias? O, mejor dicho, ¿no les endilgamos un puñado de asideros erróneos? Por un lado, se quiebra la cultura del esfuerzo: Educación planea permitir a los alumnos obtener el título de graduado de la ESO con dos asignaturas pendientes (siempre que no sean lengua castellana o matemáticas). Y, por otro, se elimina la literatura del bachillerato –después de haberse cargado la filosofía–, un despropósito el de desheredar más aún a las gene­raciones futuras, arrebatándoles uno de sus poderes reales: los libros son refugio y vuelo, nutrientes que contribuyen a forjar el carácter y a alimentar el entusiasmo que, según Emerson, es “la madre del esfuerzo, sin él jamás se consiguió nada grande”. En su lugar, aumenta la venta de ansiolíticos.
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24 de abril de 2017
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Una cena con Marta Ortega

Un séquito glamuroso llegó de Madrid el pasado miércoles para cenar en una tienda del Paseo de Gracia, sumándose a otro grupúsculo autóctono cuidadosamente elegido. Se les llama micro-eventos, y uno de sus encantos consiste en hacer resaltar el “formato pequeño”, que antes denominábamos petit comité. Crema de oricios y steack tartar , cincuenta personas, música en directo, vajilla de Jaime Beriestain, y una atmósfera que recogía  palabras como “privado” o “selecto”,  indispensables para los sibaritas del sarao. Madrid se traslada a trozos, y en círculos, a Barcelona. Los directores de AD y Vanity Fair o la flamante directora de Harper´s Bazaar, Yolanda Sacristán –tras 16 años al frente de Vogue– no quisieron perderse la inauguración de la nueva tienda emblemática de Uterqüe y se sentaron entre bolsos producidos en Ubrique y zapatos en Elda. Artesanía española, moda y accesorio, calidad, reza el argumentario de la marca más aspiracional de Inditex –que también significa la más cara-.  Todos rodeaban a la invitada especial, la verdadera promesa de la noche: Marta Ortega. A la heredera del imperio Inditex, que tiene un aire entre Kirsten Dunst y Amaia Salamanca, le ha llegado la hora de demostrar que es ella misma, e incluso de desmitificarse. En el último año se ha sacudido su gusto por la invisibilidad, se ha enamorado, se ha comprado una casa en la capital (que visita con frecuencia) y ha saltado al cuché. Antes era imposible fotografiarla sin caballos de por medio, pero ahora se ha erigido en la VIP más deseada del momento, una especia de realeza sin corona. Forma parte de la estrategia de los Ortega apropiarse de edificios emblemáticos para alojar los negocios, haciendo suya aquella frase del poeta Robert Frost: “Si nada hay eterno, no es posible la producción ni la generación". El año pasado, Inditex facturó más de 20.000 millones en todo el mundo.
 
Me cuentan que Marta carece de poder ejecutivo. Pregunto si el suyo es un poder representativo, o consultivo. Me aseguran que opina, siempre con observaciones audaces, no en vano es hija de un hombre cuyo olfato y rapidez en conectar ideas lo ha convertido no solo en el mayor millonario de España, sino en líder de la revolución del low cost y la distribución cardiaca de producto Esa es, sin duda, la palabra clave de la familia. Le pregunto informalmente –no se puede preguntar formalmente- a Marta Ortega qué opina del nuevo espacio y me responde que “se ve bien el producto”. Es una mujer sobria, con un estilo más neoyorquino que patrio, y portadora de una educada distancia que le sirve de escudo.
 
Entre los asistentes, Vanesa Lorenzo  comentaba la repercusión de la portada para Fashion&Arts, y la empresaria María José Alasà comentaba haber descubierto a otro Carles Puyol: “antes lo veía más hombre cromagnon, y ahora lo he encontrado super atractivo, hay un antes y después de Vanesa”. El decorador Jaime Beriestain se lamentaba de la falta de promoción del buen gusto, fiel a su lema “más es más”. “Barcelona está gestionada por gente que tendría que tener más cultura y entender que la ciudad funciona gracias al turismo. Yo ya no podré diseñar más hoteles en mi ciudad, porque los políticos han decidido que no se abran más” decía el afamado interiorista.
Por su lado, Ainhoa Grandes, uno los personajes con mayor influencia en el ámbito cultural y filantrópico, afirmaba que la sociedad catalana tiene que celebrar la promoción del arte por parte de la empresa privada, como es el caso de Uterqüe. Este año, la Fundación Macba  que preside, celebra su treinta aniversario. Según Grandes: “se trata de un modelo de referencia en la colaboración público-privada que después de 30 años ha demostrado ser un éxito”. El diseñador de moda masculina Juan Avellaneda,  otro nombre ascendente, a punto de vender en Bergod &Godman, también cenó con Marta Ortega. Avellaneda viste al hombre moderno con aires mediterráneos y renacentistas. En una ocasión, Ainhoa Grandes le pidió que le hiciera una chaqueta y ahora le ha florecido la clientela femenina. Mujeres que suspiran por sastrería masculina, herederas con perfil discreto y cenas con los carritos de postres en los probadores. Juntar contradicciones, el marketing de la vida. 
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24 de abril de 2017
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Despertó en cama extraña

No dormía con su esposa desde mil novecientos ochenta y cuatro, ni en la misma cama ni en el mismo cuarto; lo decidieron cuando las fiebres. Pero hoy al despertar ella estaba a su lado, acurrucada, aunque vuelta hacia el lado izquierdo donde, por cierto, descansaban otras personas que él creyó con vida.

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23 de abril de 2017
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Félix de Azúa, el «maestro de lecturas». Entrevista en la revista digital «Zenda»

Comparto aquí la entrevista realizada por María José Solano para la revista digital Zenda, publicada el 21 de abril de 2017.

 

Félix de Azúa, el "maestro de lecturas" 

La cita tiene lugar en el magnifico edificio sede de la Real Academia Española, en una de las hermosas salas silenciosas y elegantes de su planta noble. Don Félix de Azúa ocupa como académico correspondiente el sillón H desde hace muy poco tiempo (13 de marzo de 2016). Habla con entusiasmo de la Academia y  de su actividad allí. En ningún momento nos tuteamos, quizás más por razones estéticas que de otro tipo. Aun así nos sentimos cercanos; los libros trenzan lazos inverosímiles entre desconocidos.

La razón por la que tenemos este encuentro es su último libro publicado: Nuevas lecturas compulsivas, editado por la estupenda editorial Círculo de tiza. Pero esta entrevistadora quiere mucho más; quiere hablar con el hombre al que admira desde sus tiempos de estudiante de Historia del Arte de libros, de géneros literarios, de filosofía, de arte, de bibliotecas, de creación, y sobre todo, de Félix de Azúa. Una hora y media no da para tanto. Aunque tal vez sí. 

-Empecemos por el principio; poeta, ensayista, filósofo, traductor, novelista, Académico de la Lengua...¿cuál de estas facetas encaja mejor con el lector Félix de Azúa? Carraspea, serio. Comienzo pisando terreno peligroso y lo sé, pues la poesía es el gran amor de Don Félix. De ahí el cuidado con el que usa la palabra; de ahí sus mayúsculas y minúsculas, de ahí su humildad de creador que roza lo filosófico. 

 -Hay que corregir alguna cosa. Poeta no he sido. Podríamos decir que he escrito versos, lo que me convirtió por un tiempo en  poeta con la letra p muy pequeña. En este terreno hay que ir con cuidado. Poetas que merezcan ese título ha habido en total seis... Sófocles, Shakespeare...      

 

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21 de abril de 2017
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Philip Gourevitch: la esencial del mal y el secreto del buen periodismo

Durante la década de los noventa, Philip Gourevitch se coció al sol y a las atrocidades cotidianas como corresponsal en África de la revista The New Yorker. En sus Cartas desde… (una sección de reportajes largos, mezcla de crónicas de viaje, ensayos analíticos y entrevistas con víctimas, testigos y sabios) retrató los rincones más dolientes del planeta, contó las satrapías de los señores de la guerra y relató las penurias de una población esperanzada que en los diarios y las televisiones no tienen ni nombre ni voz.

Al mismo tiempo ha ido cociendo a fuego lento su estilo, de una engañosa simplicidad, y con esa capacidad de los buenos reporteros norteamericanos para contar cosas terribles como si pensaran que son comunes y corrientes. Según Poe, es la mejor manera de transmitir el horror: como si no nos importara. Con materiales como Mobutu, Kabila y el fantasma de Idi Amín, Gourevitch sólo ha debido parar la oreja, abrir bien los ojos y dejar que las historias fluyan. Nada menos.

Fruto de sus reportajes estremecedores sobre el genocidio de Ruanda en 1994 es su primer libro, Queremos informarle de que mañana seremos asesinados junto con nuestras familias (Ed. Destino, 1999). El extraño título proviene de una carta que unos pastores adventistas de etnia Tutsi dirigen al líder de su congregación, un obispo Hutu. Lo que no saben es que es el mismo obispo quien está organizando la matanza.

Queremos informarle… es un libro luminoso, en parte porque en el reportero Gourevitch laten – junto con la búsqueda incesante y cuidadosa de datos – las preguntas “poco periodísticas” por las raíces, las esencias y las consecuencias del Mal. Y aclaro que no me estoy refiriendo a las malas acciones o a la gente meramente detestable. Lo que Gourevitch busca es el Mal, así, en mayúscula.       

La banalidad a machetazos

En la contratapa de ese, su primer libro, una crítica del Washington Post lo compara con El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Pero hay una diferencia esencial: en Conrad el Mal es genial y atractivo. El Coronel Kurtz de Conrad era un genio fascinante y destructor, que bajó a los abismos de la crueldad montado en su personalidad incandescente. Pero una de las enseñanzas más terribles que saca Gourevitch de la historia de Ruanda es que los personajes que desencadenan masacres son habitualmente mediocres, pequeños, miserables, mezquinos, tan corrientes que espantan.

Es la banalidad del mal que Arendt descubrió con horror al estudiar a los genocidas nazis y en especial la carrera y la personalidad de Adolf Eichmann, burócrata de los campos de la muerte. El Mal como política, como técnica, como forma de racionalidad.

Para el reportero Gourevitch, Ruanda muestra que el Holocausto no fue una excepción, un alto singular en el camino de la humanidad hacia el triunfo del Bien, sino el ejemplo insigne de una tara que late en el corazón de la civilización y la modernidad. 

Al internarse en las historias de sobrevivientes y verdugos, el autor se pregunta, les pregunta a sus fuentes y nos pregunta a sus lectores cómo fue posible que pasara algo así, y por qué. ¿Cómo surge, cómo se crea, cómo se fomenta, cómo se manifiesta el Mal?

El Mal es para la generación de Gourevitch, los judíos neoyorquinos descendientes de los que escaparon del nazismo – y para muchos escritores y periodistas en Estados Unidos – un concepto real, palpable, una categoría que usan para comprender asuntos de política internacional y de conductas delictivas en las páginas de sucesos.

En Europa este estilo, que mezcla la descripción minuciosa y “realista” con la fábula moral, puede sonar a ratos infantil o medieval, pero es necesario entender sus fuentes y sus razones para sumergirse en el (otra vez) engañosamente simple segundo libro de Gourevitch, Caso cerrado, que publicó Alfaguara en 2002.

La senda de Capote

En este segundo libro el autor abandonó el bochorno y las moscas de África y volvió a su viejo barrio, en el bajo Manhattan. En el viejo y gastado género conocido en el mercado editorial de Estados Unidos como “historia de crimen verdadero” (‘true crime story’), Gourevitch persiguió la raiz del Mal hasta la puerta de la casa de su lector.

Caso cerrado es la crónica periodística de una investigación policial en el Nueva York de los años sesenta. En una sórdida pelea por un puñado de dólares, Frank Koehler mata a dos hombres y huye de los lugares que solía frecuentar. Por más de 30 años no se sabe nada de él, y las autoridades deciden cerrar el caso para la época en que el inspector de policía que está al frente de la investigación, Andy Rosenzweig, un lacónico servidor público con un alto sentido del deber, se dispone a jubilarse.

No se trataba de un crimen sin resolver especialmente truculento ni mucho menos. Koehler era un ladronzuelo con pocas pulgas que había pasado su etapa formativa en el reformatorio y sobrevivía entre mafias y pandillas en los barrios bajos de la gran manzana para el momento de su desaparición. A fines de los noventa, si es que todavía vivía, era probablemente un anciano escondido en algún pueblo polvoriento. Pero para Andy Rosenzweig se fue convirtiendo con el paso de los años y las décadas en una obsesión, una espina clavada en su propio sentido de la justicia. En la mente de Rosenzweig, el hecho de que Koehler estuviera libre y haciendo de las suyas por ahí era una seria anomalía en el orden del mundo.

Gourevitch presenta a Rosenzweig y Koehler como al protagonista y el antagonista de un drama cósmico. La primera parte, la investigación del crimen y la infructuosa búsqueda de Koehler, es un modelo de narración policial donde los hechos se van apilando uno sobre otro, sin prisa y sin pausa, hasta atrapar al lector en la calmada obsesión de Rosenzweig.

En la segunda parte, el FBI detiene a Koehler y comienza una investigación mucho más profunda, mucho más oscura. Gourevitch el reportero teólogo tiene ante sí a la personificación del Mal, un viejo quisquilloso que en su juventud mató a un hombre porque le caía mal y a otro porque se metió a incordiar, y que ahora no siente la más mínima culpa.

Ruanda en un vaso de agua

No es casual que este material también haya salido en el New Yorker, que mezcla chismes de la alta sociedad neoyorquina con análisis profundos de arte, ciencia y política, y crónicas apasionantes y larguísimas de algunas de las mejores plumas del mundo.

Fue en sus páginas donde se desplegó la crónica del juicio en Israel a Eichmann (Eichmann in Jerusalem) de Hannah Arendt. Y fué en el New Yorker donde se dió a conocer el reportaje de un asesinato en un pueblito de Kansas, A sangre fría, con el que Truman Capote inauguró el género de la novela de no ficción y liberó al periodismo estadounidense para que pudiera convertirse sin complejos en una rama de la literatura.

¿Quién es Frank Koehler en realidad? ¿Cuál es el hilo delgado e invisible que lo une a Andy Rosenzweig? ¿Qué nos dice la historia de estos dos hombres sobre el mundo, la mente humana, el Bien y el Mal? Al promediar el libro, estas preguntas no nos dejan indiferentes.

Aún sin coincidir con la visión moral del mundo que destila Gourevitch, Caso cerrado es un digno heredero de A sangre fría. Es una pequeña novela de no ficción como debe ser: está contadas con precisión y honestidad en los datos, investigación exhaustiva, pero también con un persistente instinto narrativo que bucea, selecciona y extrae del fárrago de la realidad caótica una buena historia que enriquece e ilumina. Y el libro engañosamente simple que confirmó a Philip Gourevitch como un reportero de la oscuridad del alma para seguir con atención y escalofrío. 

En los años siguientes Gourevich se dedicó al periodismo cultural (por cinco años dirigió la legendaria revista The Paris Review, que publica las mejores entrevistas con escritores del mundo mundial) y publicó un nuevo libro sobre el mal: La balada de Abu Ghraib, sobre los soldados estadounidenses obligados a infringir torturas, atrocidades y humillaciones a los presos iraquíes a comienzos de la Guerra de Iraq.

¿En qué andará hoy Gourevich? Ojalá se siga sumergiendo en el pozo sin fin del mal para traernos historias aterradoras para no dormir y seguir preguntándonos quiénes somos. 

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20 de abril de 2017
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El país donde florece el limonero

El lector se quedará algo desconcertado cuando descubra en el mismo prólogo, es decir, antes incluso de haber entrado en materia, que nunca ha comido una naranja como debe ser. Porque, amigo mío, para  comer una naranja como es debido hay que respetar el ritual que sigue cualquier cultivador experimentado y que se cumple así: “[El cultivador] primero sujeta el fruto en la palma de la mano, con el tallo hacia arriba. Luego hace un corte horizontal para dividirlo exactamente por la mitad. El jugo de una naranja recién cogida es abundante, incontenible y su aroma estalla en el aire. Arroja la mitad superior sobre la crecida hierba porque, en la naranja, el zumo y la dulzura se concentran en la parte inferior, lo más lejos posible del tallo. Luego corta una rodaja y pinchándola con la hoja de la navaja la ofrece por la parte sin filo”. Es de temer que este ritual no acabe de funcionar con una de esas naranjas de supermercado que a lo mejor lleva meses en una cámara frigorífica. 

            Al principio de su vida profesional Helena Attlee acompañaba a turistas británicos y del norte de Europa a visitar los parques y jardines de las villas aristocráticas de la Toscana. Hoy, treinta años después, sigue haciendo lo mismo, pero su campo de acción se ha extendido a todo Italia desde el lago de Garda, al pie de los Alpes, hasta la ciudad siciliana de Siracusa, con especial énfasis en la variedad sanguina que crece en las laderas del Etna y cuyo peculiar color sangre se lo debe al frío y no al calor del cercano  volcán. Da la sensación de que Helena Attlee lo sabe todo acerca de los jardines (de hecho tiene cuatro libros dedicados a la historia cultural de los jardines de Italia y de medio mundo) pero a lo largo del tiempo ha desarrollado un asombroso conocimiento acerca de los cítricos en general y de los limones en particular y ella misma refleja su pasión por ese fruto que es al mismo tiempo infinitamente precioso y gratuito porque de esa forma todo el mundo puede disfrutar de él. O por decirlo en palabras de Eugenio Montale, “aquí tocca anche a noi  poveri la nostra parte di ricchezza/es é l’odore dei limoni” (‘aquí también nos toca a los pobres nuestra parte de riqueza/y es el olor de los limones’).

            Pese a su título, El país donde florece el limonero es mucho más que un tratado sobre los cítricos. A ratos es un libro de viajes, pero también una investigación  sobre el origen y la evolución de los cítricos actuales (la mandarina de China, el pomelo de Malaysia, el limón de los Himalayas y sus complicados y fascinantes vericuetos seguidos antes de confluir en nuestras mesas); también hay intrigantes excursos por diferentes vertientes de la horticultura o una curiosa visión de la vida cotidiana y las costumbres de unos aristócratas del Renacimiento a quienes les dio por cultivar, injertar, multiplicar y crear extrañas variedades (frutas “preñadas”, con dedos, con pechos) pese a vivir en latitudes frías e inhóspitas, muy alejadas de un medio tan  amable y acogedor como puedan ser la costa amalfitana o las soleadas laderas de la Conca d’Or palermitana.  

             Pero sobre todo es un libro que festeja el sol, la luz, el olor y los sabores, casi siempre contra un fondo mediterráneo, todo ello envuelto en un lenguaje agradablemente cálido, sensual y evocativo. Helena Attlee es una de esas personas entusiastas que encima tienen la virtud de trasmitir su entusiasmo incluso donde en apariencia no hay nada digno de resaltar. Véase por ejemplo, su forma de informar que en la Biblioteca Británica de Londres se puede consultar  un ejemplar de Hespérides, un tratado escrito por un jesuita del siglo XVII  llamado Giovanni Batista Ferrari e ilustrado por Cornelius Bloemaert, cuyos grabados  pasan  por ser una obra clave en la historia de la ilustración botánica. Según Helena Attlee, una vez abierto  ese ejemplar, “al ver los grabados se siente el peso de la fruta en la mano, la textura de la pìel contra los dedos y, si se es afortunado, se experimenta algo de la pasión que despertó entre los coleccionistas de cítricos”. Quien, al terminar de leer ese párrafo no sienta la imperiosa necesidad de comprar de inmediato un pasaje a Londres para presentarse en esa biblioteca nada más aterrizar en  Heathrow, es un tibio de corazón.

            Inevitablemente, hay aspectos de los cítricos que son bien conocidos, como su capacidad para  curar el escorbuto o su utilidad en campos tan variados como la medicina, los perfumes (qué decir de ese humilde árbol llamado bergamota literalmente repleto de aceites esenciales) o el paisajismo. Pero hay muchos otros aspectos relacionados con ellos y casi desconocidos pero que la autora no se olvida de mostrar, por ejemplo ofreciendo numerosas recetas culinarias en las que incluye incluso el proceso de elaboración del plato o la salsa. El libro se completa con una sección final titulada “Lugares para visitar” que enumera los principales parques y jardines italianos abiertos al visitante, pero también museos, viveros, granjas, restaurantes e incluso fiestas en honor de los cítricos. Todo un hallazgo.

 

El país donde florece el limonero

Helena Attlee

Traducción de María Belmonte

Acantilado. 

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20 de abril de 2017
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Poema 129

En eso estábamos

cuando llegó la tempestad

cuchillos veloces,

cantos de aurora.

Nuestros obeliscos

cayeron truncados.

Nuestras esperanzas

Se volvieron del revés.

No esperábamos nada,

pero la nada nos esperaba naciente

herida de plata,

como una joya en el camisón

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20 de abril de 2017
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Cerezos en flor

Nada más pisar Tokio la noción de multitud se instala en la retina para no moverse. En los barrios de Ginza o Shinjuku, hordas humanas se agolpan a un lado de la acera y una llega a temer que, al atravesar la calzada, le barran hasta su mismísima sombra. El jet lag se hermana con el sonido hueco del idioma, notas en sordina. Tokio es una ciudad rara. O mejor dicho, los japoneses son criaturas extrañísimas que oscilan entre lo ceremonioso y lo robótico, entre la delicadeza y la brusquedad, entre los jardines de piedra y la fragilidad del ikebana. Sofia Coppola fue una visionaria cuando hace catorce años rodó Lost in translation. Poco ha cambiado la cosa. La mayoría de los taxistas o vendedores de puestos callejeros te hablan en japonés, y el entendimiento ni tan siquiera es factible con mímica porque sus códigos son otros.
En la planta 41 del Park Hyatt, en The Peak Bar, donde Bill Murray bebía un whisky tras otro, se sirve pan con tomate y jamón en lugar de sushi. Los japoneses, concentrados en su cantarina fosca, acentuada en agudo, fuman sin parar. En las calles hay áreas para hacerlo como es debido, con ceniceros y marquesinas, en contraste con esa profusa cultura de tés verdes, toallitas ardientes y terapias energéticas. La espiritualidad y el tataki enfatizan la importancia del corte. Infinitos puestos de masaje con fotos de lolitas asiáticas a modo de reclamo toman cuerpo en el paisaje diurno: allí entran hombres con maletín, parecen compungidos. Sexo de pago exprés al lado de máquinas tragaperras. Como en tantas partes del planeta, se dice que aquí la misoginia es una cuestión cultural. Segregación equivale a tradición. Me lo cuentan los diseñadores Stefano Gabbana y Domenico Dolce antes de desfilar en el Museo Nacional, donde no han podido mezclar modelos masculinos y femeninos: “En Japón hay muy poca conexión entre la vida diaria de los hombres y la de las mujeres. Ellas abrazan esa estética aniñada y naif porque mitifican la infancia, la única etapa en la que se han sentido libres”. Pero si hay un fenómeno que escapa al pragmatismo constante, y a esa obtusa precisión que no entiende de alteraciones del programa ni improvisaciones –que tan nerviosos pone a los nipones–, es la celebración del sakura. Durante diez días al año, de sur a norte, los cerezos estallan: blancos, rosados, púrpura, y alfombran la ciudad de preciosismo, pero sobre todo de veneración. Desprenden un halo sagrado: los viejos los contemplan durante horas, en busca de la brevedad y la perfección de su existencia, mientras que los jóvenes narcisos se miran en ellos. En ese Japón extraño no hay lamento, sino exaltación. Tempus fugit, sí; parte del misterio de la vida. Y es en esa belleza agonizante donde raptan el alma de las cosas.
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19 de abril de 2017
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El Boomeran(g)
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