

Hoy comienza en Buenos Aires el Festival de periodismo narrativo Basado en Hechos Reales. La Revista Ñ de Clarín me pidió un perfil de su invitado estrella, que hablará a distancia, el maestro del Nuevo Periodismo Gay Talese. Fue un saludable ejercicio de síntesis.
1.
En 1966, Frank Sinatra ya está mayor, pero se lanza a un especial de televisión para demostrar que aún es ‘La Voz’. La revista Esquire envía a Gay Talese para hacer un perfil del veterano crooner.
Todo debe salir bien, pero cuando llega el día de comenzar, Frank se pesca una gripe y la voz no le sale. Está furioso. Y lo que menos quiere es recibir al cargoso periodista.
Con tiempo y dinero en sus manos pero sin la entrevista con su personaje, Gay Talese recorre los arrabales y se asoma a los callejones de Sinatraville. Y la historia que va tejiendo no es la del cantante, sino la de la gente que se mueve a su alrededor. Es una historia sobre el poder, el culto al ídolo, la enfermedad de la fama y la decadencia.
Frank Sinatra está resfriado es aún hoy lectura obligatoria en universidades de Estados Unidos, junto con los otros perfiles de su clásico Retratos y encuentros (1970), con su gran crónica de la mafia italiana Honrarás a tu padre (1971) y con su relato coral de la revolución sexual La mujer de tu prójimo (1980).
2.
Con el paso de las décadas, Tom Wolfe y Norman Mailer pasaron de moda. Pero el estilo sobrio, preciso y elegante de Talese no. ¿Por qué? La revista New Yorker postula que “Gay Talese siempre encontró a sus mejores personajes en la derrota y el declive: (…) El estilo lapidario y los impecables estándares de investigación de Talese se mantienen frescos mucho más tiempo que las obras de algunos de sus contemporáneos más histriónicos del movimiento del Nuevo Periodismo”.
Gay Talese (Nueva Jersey, 1932) dice que aprendió a escuchar y mirar de niño. Su padre era un sastre del sur de Italia, y en su tienda entraba multitud de inmigrantes pobres, con ganas de ser escuchados.
“Éramos gente de la clase baja, gente que salía a observar a los otros pero no éramos observados. Mi padre era un sastre preguntón. Sabía mucho de la gente que entraba en su tienda. Yo crecí escuchando sobre las vidas de gente común, y las encontraba interesantes”, cuenta en Telling True Stories.
Comenzó a trabajar en diarios y pronto entró a la redacción del New York Times. Escribía sobre Nueva York, sus muelles brumosos, sus calles semidesiertas por las noches, siempre pobladas de almas en pena y en busca de oídos atentos.
3.
Así definió Talese su oficio en Telling True Stories: “Escribo no ficción como una forma de escritura creativa. Creativa no quiere decir falsa: no invento nombres, no junto personas para construir personajes, no me tomo libertades con los datos; conozco a gente de verdad a través de la investigación, la confianza y la construcción de relaciones. Llegas a conocerlos tan bien que se vuelven parte de tu vida privada. Yo respeto a esa gente, aunque he escrito sobre gansters y pornógrafos. Llegué a ver el mundo como lo ven ellos”.
Y de un pornógrafo aficionado va su último libro y la última gran polémica de Talese. El motel del voyeur (2016), el relato de su relación a lo largo de tres décadas con Geraldo Foos, el propietario de un motel que observaba por un agujero en el techo a sus clientes teniendo sexo, se convirtió casi de inmediato en fuente de debates y críticas: que Foos le mintió sobre datos básicos, que cometió delitos al violar la intimidad de sus clientes y que Talese lo acompañó ocasionalmente en esta actividad reprochable, que el tema no tiene interés periodístico. Y que incluso el libro da cuenta de un asesinato cometido en una habitación y del que no informó a la policía.
4.
En Babelia, Miguel Ángel Bastenier fue lapidario: “El periodista italoamericano que fue uno de los creadores, en los años sesenta del llamado nuevo periodismo, tan frecuentemente literario que podía bordear los límites de la ficción, ha publicado un libro-reportaje en el que lo que bordea son los límites mismos del trabajo periodístico”.
Pero hay mucho del mejor Talese en el libro. En uno de los capítulos más angustiosos de El motel del voyeur, varios veteranos de Vietnam acuden en los sesenta con sus esposas o novias. En las camas del motel el voyeur nota las heridas físicas y emocionales y un sexo desaforado, triste o imposible. Así se cuelan en estas páginas las secuelas inesperadas de una guerra horrenda.
Talese siempre fue polémico, estiró los límites, buscó ese lugar donde se cruzan lo público y lo privado, auscultó como nadie el latido de los grandes temas de su tiempo. Aún después de los ataques y las críticas a su último libro, sigue siendo un referente inexcusable del periodismo narrativo o literario. El último de la época de oro del Nuevo Periodismo. Una influencia vital en la crónica latinoamericana de hoy. Escucharlo sigue siendo una delicia y un deber para los que seguimos sus hondas huellas.
En 1972 Oriana Fallaci logró entrevistar en su palacio amurallado al emperador Haile Selassie, quien se proclamaba descendiente de la reina de Saba y el rey Salomón. Al final ella le preguntó: "¿cómo mira a la muerte? El emperador, que tenía 80 años y le faltaban tres para morir, pareció no entender: "¿A qué? ¿A qué?". "A la muerte, Majestad", insistió ella. Y eso desbordó la paciencia del soberano: "¿La muerte? ¿La muerte? ¿Quién es esta mujer? ¿De dónde viene? ¿Que quiere de mí? ¡Fuera, basta!".
No cabía en su mente que su poder no estuviera ligado a la inmortalidad. Pero no fue siempre un hombre distraído de la realidad, porque en un tiempo se puso a la cabeza de la lucha en contra de las tropas de Mussolini que invadieron Etiopía. Y al final, depuesto por un golpe militar, no pudo imaginar la clase de muerte que tendría, estrangulado en su cama, y enterrado bajo el piso de un baño en su propio palacio imperial.
Me ha venido a la cabeza esta historia de alguien que desde su trono eterno se indigna cuando le hablan de la muerte, ante la caída del dictador de Zimbabue Robert Mugabe, gracias a otro golpe militar, tras su permanencia en la presidencia durante casi cuatro décadas. Mugabe, un tanto más práctico a sus 93 años, sí aceptaba que un día habría de morir, desde luego que escogió como su sucesora a su esposa Gracia Marufu, mucho más joven que él, y a quien la gente llamaba en secreto "Desgracia Marufu".
También, en lugar del título de Primera Dama, le daban el de "Primera Compradora", pues se escapaba a París o Londres en excursiones por las boutiques de lujo para hacerse de decenas de trajes y zapatos exclusivos. Dueña del monopolio de producción y distribución de los productos lácteos en el país, alegaba que sus gustos se los pagaba con su propio dinero.
La Universidad de Zimbabue le otorgó un doctorado, sin haber puesto nunca un pie en las aulas, siendo el propio Mugabe quien le colocó el birrete en la ceremonia de graduación. Ambiciosa y astuta, mientras su anciano marido se dormía en las reuniones de gabinete, ella iba tejiendo su propia urdimbre de poder.
Tal como Haile Selassie, Mugabe, líder guerrillero del Ejército de Liberación Nacional (ZANLA), condujo la lucha de su pueblo para librarse del régimen racista de la minoría blanca. Y de las penurias del combate pasó a la ruindad de la tiranía, el crimen, el fraude electoral, la corrupción y la opulencia, ya convertido en primer ministro, luego presidente, y al mismo tiempo jefe vitalicio del partido oficial, el ZANU-PF.
Nunca dejó de proclamarse socialista, en lucha abierta contra los demonios del capitalismo y el colonialismo. Pero su paraíso socialista no fue sino un infierno. A su caída reinan la pobreza y el desempleo, y la esperanza de vida es de apenas 56 años. Su pretendida reforma agraria destruyó la organización productiva, y sólo trajo escasez y desabastecimiento.
Cualquiera que lo criticara se convertía en traidor, algo que podía significar una orden de ejecución. Y también tenía a su servicio fuerzas paramilitares para asesinar disidentes. En 2008 perdió las elecciones ante su oponente Morgan Tsvangirai, y entonces proclamó que "solamente Dios" podía apartarlo de la presidencia. Dios a su servicio personal de católico practicante que comulgaba devotamente en la catedral de Harare.
Al celebrar sus 91 años, Gracia le organizó una fiesta para 20 mil invitados, que llenaron un estadio de futbol. Por supuesto, los empleados públicos debieron asistir obligatoriamente, bajo pena de despido, pagando su cuota. Se sirvió un menú de lomos de elefante, entrecotes de búfalo, piernas de impala y costillas de antílopes, todo un zoológico sobre las brasas. Por lo visto, la dentadura del anciano seguía sana.
Ahora todo ha terminado para la pareja. Mugabe destituyó al vicepresidente Emmerson Mnangagwa buscando dejarle libre el camino a su esposa, un paso en falso, y ahora lo tiene como su sucesor, con lo cual las sombras ominosas vuelven a cerrarse sobre el país, igual que tras la deposición de Hailie Selassie, cuando asumió el poder como dictador el coronel Mengistu, cabeza del golpe de estado. Mnangagwa, apodado "el cocodrilo" por la fama de su crueldad, fue jefe de espionaje de la guerrilla durante la lucha de independencia, y luego Ministro de Seguridad, y como tal, jefe de la policía secreta.
Pésima costumbre que tiene la historia de repetirse.
Nosotros engendramos la luz
al mirar al sol.
Nosotros provocamos la lluvia
al mirar las nubes.
Nosotros inventamos la oscuridad
al mirar la noche.
Nosotros concebimos lo divino
al mirar las almas.
Nosotros proclamamos la belleza
al mirar los cuerpos.
El universo no existiría
sin nuestra humilde mirada.
El mundo se desvanecería
si nuestros pobres ojos no se posaran sobre su piel.
Este cuadro pertenece a una serie en la que asocié imagen y escritura. Fue en el verano de 2017.
Por suerte, España tiene en el PSOE (que no en vano se presenta como "la izquierda") un guía espiritual y moral que lo distingue de la desolación general. He aquí algunas notas sobre el socialismo según Sánchez.
Debemos quitar dinero a las regiones más pobres para dárselo a los vascos, los cuales, si bien son los más ricos, lo necesitan desesperadamente y dan mucha pena.
Es forzoso apoyar a los gobiernos regionales nacionalistas, como el de Baleares o Valencia, que fuercen de una vez a sus súbditos a convertirse en catalanes, ideal antropológico de la izquierda.
Siempre que sea posible hay que apoyar a Podemos para conseguir Ayuntamientos que no han ganado. En las elecciones de 2015 les dimos sobre los ocho mil. Sabemos que son buena gente y que a cambio nos recordarán en sus oraciones.
Es necesario negar que en Cataluña se adoctrine a los niños en los colegios y a los semiadultos en la Universidad. De ese modo nos aseguramos la gran cantidad de rebeldes que creará la estúpida Formación del Espíritu Nacional.
Para las próximas elecciones catalanas no se debe intervenir ni TV3 ni Cataluña Radio, las dos fuentes de intoxicación más letales del norte de África. Hacerlo sería atacar la libertad de expresión altamente subvencionada.
No queda más espacio. Sirva esto tan sólo como índice de que aún hay esperanza en la izquierda, gracias a Sánchez.
No me cuesta imaginarme al fondo de la caverna,
junto a los pintores de bisontes,
atentos todos al fuego salvador.
También me veo sin esfuerzo
colgado de una rama, atento al peligro
que aguarda más allá del bosque.
O arrastrándome al borde del estanque,
a la vez criatura de agua y de aire,
o, de salto en salto hacia lo primero,
abriéndome a la incierta vida
como el mínimo organismo que huye de lo inerte.
Soy capaz, si me lo exijo,
de volver a ser materia pura,
una centella en medio de la gran hoguera
que recorre el inicio de los universos,
y como arriesgado saltimbanqui
puedo vislumbrar el origen mismo,
la misteriosa respuesta al desafío de la nada.
Pero la pregunta, amigos, la pregunta
es lo que siempre permanece prohibido.
Y es por saber esa pregunta
por lo que sacrificaría todo lo demás.
Los alquimistas del barroco inventaron el flogisto para explicar el fuego, que hasta entonces era uno de los cuatro elementos, y después de su cese andaba por ahí ardiendo sin pies ni cabeza. El flogisto se quemó y volatilizó, visto y no visto, en cuanto se le arrimó oxígeno allá por el siglo de la razón. Hoy ya no existe, lo extinguió la ilustración.
El indoeuropeo, por su parte, es un flogisto gramatical decimonónico que se inventó para explicar las coincidencias entre el germánico, el griego y el sánscrito. El origen gótico y supremacista de la invención se manifiesta en el término indogermánico, que los alemanes suelen preferir porque les halaga tontamente.
La ejecutoria de nobleza e hidalguía del indoeuropeo se evapora en cuanto se comprueba que cantidad de lenguas que ignora y declara aisladas porque no acierta a encasillar, como el ibérico, el celtibérico, el etrusco o el vasco, están emparentadas con las presuntas indoeuropeas y con otras muchas que se suponían ajenas a dicha ficción lingüística, como las uraloaltaicas y otras más orientales. O sea, en cuanto se comprueba que todas vienen del sumerio.
El maridaje de la ficción indoeuropea con las alucinaciones cabalistas que vinculan el genoma con la diversidad cultural ha engendrado un neorracismo que pulula en cantidad de libros. En este neorracismo genoplasta, los vascos son objeto de particular devoción, hasta el extremo de que no hay un solo libro de este género alucinatorio que no dilucide el apasionante sebo neolítico que preservan sus boinas, y así queda demostrado, no ya que la ignoracia es atrevida, sino que es una levadura poderosa capaz de levantar naciones, fundamentar razas, prescribir conductas colectivas y escribir bestsellers.
Se conoce que el racismo y su entrañable variedad del pueblerinato son como el moho, que está en todas partes aguardando su oportunidad, y en cuanto dispone de su conveniente atmósfera de ignorancia, autocontemplación y sesteo de la razón, procrea monstruos.