Rafael Argullol
No me cuesta imaginarme al fondo de la caverna,
junto a los pintores de bisontes,
atentos todos al fuego salvador.
También me veo sin esfuerzo
colgado de una rama, atento al peligro
que aguarda más allá del bosque.
O arrastrándome al borde del estanque,
a la vez criatura de agua y de aire,
o, de salto en salto hacia lo primero,
abriéndome a la incierta vida
como el mínimo organismo que huye de lo inerte.
Soy capaz, si me lo exijo,
de volver a ser materia pura,
una centella en medio de la gran hoguera
que recorre el inicio de los universos,
y como arriesgado saltimbanqui
puedo vislumbrar el origen mismo,
la misteriosa respuesta al desafío de la nada.
Pero la pregunta, amigos, la pregunta
es lo que siempre permanece prohibido.
Y es por saber esa pregunta
por lo que sacrificaría todo lo demás.