Técnica: Cartones y tintas. Tamaño: 50x70. Año: 2018.

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Los dos años que viví en Barcelona (1971-73) no fueron los mejores para la lengua española. Una mañana leí en el diario una noticia sobre la guerra de Vietnam que empezaba así: "El presidente Nixon dijo, y no hay por qué dudar de sus intenciones,que busca la paz". El editor introducía esa advertencia contra la duda metódica. La censura en el cine no era menos disparatada. Tal vez fue una leyenda urbana,pero se decía que en su afán por evitar el sexo, un censor había convertido a la pareja en hermanos, no sin entusiasmo. Y en la editorial Barral, el censor nos devolvía los manuscritos intervenidos con saña. Vi uno tachado frase tras frase. Hubiese bastado una sentencia: Censurado. Lamento no haber guardado ese monumento fúnebre de la lengua española. Y son bien conocidas las negociaciones de los editores con la censura. A Vargas Llosa le reprocharon llamar a un general "ballena" cuando podía llamarlo "cachalote." El éxito de la nueva novela latinoamericana se debió a los espacios que propició fervorosamente.
En cambio, vivimos hoy las agonías del español nuestro de cada día. El autoritarismo patriarcal y regional, en primer lugar, que corrompe el diálogo y degrada a los hablantes. La violencia de género, el racismo y la xenofobia, demuestran que el lenguaje agoniza. No es suficiente para acoger, tender puentes, albergar. El sufrimiento de los migrantes venezolanos, acusados y asaltados en las calles de Lima, soy testigo, es indigno; merecen nuestra protesta y solidaridad.
La corrupción es la madre de todas estas derrotas de nuestra lengua herida. No estoy predicando el fin del mundo en español, aunque mundo sea lo opuesto a inmundo. Pero no es la primera vez que el español padece una peste ideológica. Nuestros grandes liberales sufrieron prisión, se confiscaron sus bibliotecas, y fueron miserablemente humillados.
Hoy resultan repugnantes los consejos de "La perfecta casada," inculcados por médicos y curas. No hay que olvidarlos, pueden volver actualizados: "Es un imperdonable error la negación al esposo del débito conyugal" (1946). "Trata de cocinar bien. Los buenos maridos tienen fama de buen apetito" (1949). "El organismo de las mujeres está dispuesto al servicio de una matriz; el del hombre para el servicio de un cerebro" (1962)." Cuando pedimos café queremos que se nos sirva café-café" (1963). "Al hombre le gusta sentirse siempre superior a la mujer que ha elegido como compañera" (1957). Excusen tamaña vulgaridad, pero es el español que se mamaba en la leche.
No olvidemos que la nuestra es una de las pocas lenguas modernas que no conoció los ciclos de la Reforma; más bien, se forjó en la Contrarreforma. No en vano, para escribir en español Garcilaso partió del italiano; Góngora, del latín; Cervantes, del erasmismo; Sor Juana, de la lógica; el Inca Garcilaso, del humanismo...Y Darío del francés; Vallejo, de la vanguardia; Borges, del inglés. Cuando don Quijote visita a su madre, la Imprenta, lee un letrero: "Aquí se imprimen libros." Aquí, está demás; se imprimen, está demás; y libros, otro tanto. La ironía cervantina nos libera del español redundante, literal, municipal y espeso. Nos debemos, contra la violencia actual, un español de los afectos, del diálogo fecundo, de la inteligencia de la inclusión.
Técnica: Cartones y tintas. Tamaño: 50x70. Año: 2018.
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Resulta paradójico que la mejor novela de Jorge Volpi esté ambientada en México; después de todo, a mediados de los noventa él fue punta de lanza del Crack, un grupo de escritores que entre sus principales postulados señalaba la necesidad de la ruptura de esa alianza tan cercana entre nación y narración que ha existido en la literatura mexicana (y latinoamericana). De esas paradojas está hecha la literatura; Una novela criminal, ganadora del premio Alfaguara 2018, es, más allá de que contradice el manifiesto del Crack, un gran libro.
Una novela criminal se presenta como "documental" o "sin ficción", y se basa en el célebre caso de la francesa Florence Cassez, arrestada a mediados de la década pasada y acusada de pertenecer a una banda de secuestradores; los años demostraron que todo fue un montaje de la policía y la justicia mexicanas (por ello, Cassez debió pasar siete años tras las rejas, y su pareja y supuesto líder de la banda, Israel Vallarta, sigue en la cárcel). Aunque Volpi sigue la pista a los numerosos expedientes del caso y a toda la documentación existente, también es lo suficientemente flexible como para arriesgarse a imaginar los vacíos cuando es necesario.
La novela pasa por diferentes fases: en la primera parte Volpi desmonta el operativo de la AFI -Agencia Federal de Investigación- contra Cassez y su "banda", para concluir con contundencia que la organización criminal no existía y que el arresto, visto en directo por los espectadores a través de Televisa, era "una ficción meticulosamente construida por la AFI, convertida para el efecto en una agrupación teatral". Pero Volpi no se queda ahí y luego se enfoca en el proceso judicial al mismo tiempo que en el frente diplomático, que llega a una crisis por la decisión del presidente Calderón de no dar su brazo a torcer frente a las presiones francesas, incluso cuando era claro que el proceso mostraba fallos gruesos (Calderón quería victorias mediáticas en su "cruzada" contra la violencia que asolaba al país).
Sabemos que los gobiernos latinoamericanos usan el poder judicial como un arma arrojadiza para arrinconar a quienes ven conveniente; el mérito de Volpi consiste en arrojar luces sobre la forma específica en que se lleva a cabo este abuso. De a poco, Volpi acumula pruebas para mostrar cómo este caso policial puede servir de núcleo generador de una "verdad" social. La "verdad" de la novela sirve para entender la forma en que en México las instituciones al servicio de los ciudadanos -el poder judicial, la policía- son capaces de armar "una argamasa de verdades y ficciones" con tal de arribar a conclusiones decididas de antemano: se puede acusar sin problemas a los inocentes si es que un par de policías de peso -Luis Cárdenas Palomino y Genaro García Luna- ha decidido inventarse un triunfo para el gobierno (las razones suelen ser incluso más burdas y arbitrarias). En un sistema tan corrupto como el mexicano, ya no se trata simplemente de mentir de manera sistemática, sino de crear un ambiente donde estas mentiras "ya no incomodan a nadie y la distinción entre verdad y mentira se torna irrelevante".
Cassez fue liberada gracias a la presión internacional. El mexicano Israel Vallarta no tenía quien presionara por él, y por eso sigue en la cárcel. Una novela criminal sugiere que es inocente. Pero estamos en México, donde no hay presuntos inocentes sino presuntos culpables, de modo que Israel seguirá ahí hasta que un poderoso no decida hacerle caso a los expedientes sino a su intuición o necesidad política.
(La Tercera, 14 de agosto 2018)
Técnica: Cartones y tintas. Tamaño: 50x70. Año: 2018.
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El reparto Lomas de Monserrat hasta hace poco hervía de paramilitares encapuchados. Muy cerca de allí se encuentra la Universidad Nacional Autónoma, tomada por estudiantes desde los inicios de la protesta cívica que sacude al país. Siempre fue inminente un ataque para desalojarlos, el cual se dio por fin la tarde del viernes 13 de julio. Los estudiantes corrieron a refugiarse en la vecina iglesia de la Divina Misericordia, y los disparos incesantes continuaron hasta la madrugada del sábado 14, ahora contra la iglesia, dejando dos muertos. Los encapuchados continuaron en Lomas de Monserrat tras la "operación limpieza", y el 23 de julio aún estaban allí.
Esa noche, Raynéia da Costa, de 31 años, originaria de Pernambuco, estudiante de sexto año de medicina, tras terminar su turno de practicante en un hospital, asistió junto con su novio, Harnet Lara, a una fiesta en ese reparto.
Bella como una modelo de revista de modas, según se la ve en las fotografías de su muro de Facebook, había llegado a Managua 6 años atrás, recién casada con un nicaragüense de quien después se separó.
Para sostener sus estudios fabricaba "brigadeiros", trufas de chocolate y coco, y cuando sus compañeros la veían acercarse sonriente ofreciendo su bandeja de dulces, silbaban en su homenaje La garota de Ipanema.
Tras la fiesta, cerca de medianoche, los novios abandonaban el reparto, ella por delante conduciendo su auto, un pequeño Suzuki, y él detrás al volante del suyo. Al escuchar disparos, Harnet aceleró y la encontró sentada en el pavimento, bañada en sangre. Ya herida, había logrado deslizarse fuera del vehículo.
Al descubrir a tres paramilitares encapuchados, las armas en ristre, se acercó con las manos en alto. La cargó en brazos hacia su auto, sin que los enmascarados se lo impidieran, para llevarla al hospital más cercano. Es lo que relató a los practicantes que la recibieron en la sala de emergencias, algunos de ellos compañeros de clase de Raynéia.
Todo fue inútil. Había recibido un balazo lateral de alto calibre a la altura de las costillas que le dañó el corazón, el diafragma, y parte del hígado.
Agentes de policía se presentaron al hospital en busca del novio para llevarlo "a reconstruir la escena", pero los médicos lo impidieron debido a su estado de shock. Fue dado de alta al día siguiente.
La Policía imputó primero a un guarda de seguridad del reparto, al que no identificó. Pero luego señaló a Pierson Gutiérrez, de 42 años de edad, oficial del Ejército hasta 2009, y profesor de taekwondo, a quien le fue incautada una Carabina M-4, de uso militar.
Gutiérrez, militante del partido oficial, es empleado de Petronic, que funciona bajo el paraguas de Albanisa, la empresa a cargo del negocio del petróleo venezolano. Tiene sus oficinas en Lomas de Monserrat.
Desde que abandonó el hospital, no se sabe de Harnet. Se lo tragó la tierra. El Suzuki de la víctima desapareció de la escena del crimen. Se esfumaron los paramilitares de Lomas de Monserrat. Las cámaras de vigilancia del vecindario fueron desmontadas.
El inculpado fue presentado subrepticiamente en los tribunales el 1 de agosto, feriado obligatorio pues se celebraba al patrono de Managua, Santo Domingo de Guzmán. La audiencia se celebró a puertas cerradas.
Las malas novelas resultan incongruentes. Y mal contadas. La Fiscalía empieza por culpar a la víctima de su propia muerte por conducir de forma "descontrolada y con actitud sospechosa"; y respecto al hechor, explica que venía de buscar, a esas horas, un local para abrir una escuela de taekwondo; de camino se acordó que conocía en Lomas de Monserrat a unos guardas al servicio de Displuton S.A, una empresa de seguridad también cubierta por el paraguas de Albanisa,, y fue a ofrecerles capacitación en defensa personal y uso de armas de fuego.
Es entonces cuando queda sellada la suerte de Raynéia. "Debido al comportamiento y movilización errática del vehículo" los guardas sentían "que sus vidas estaban en peligro", dice la Fiscalía. Ambos portaban escopetas.
Pierson, diligente en proteger a sus amigos, sacó de su auto la carabina M4, se apostó tras un poste de alumbrado, y disparó contra el Suzuki.
La Fiscalía acusa al hechor de homicidio, que merece una pena menor a la de asesinato. Pronto estará libre, digamos, por razones de salud, como es usual cuando se trata de estos juicios arreglados.
Mientras tanto, el cadáver de Raynéia, la muchacha que se pagaba sus estudios vendiendo brigadeiros, ya fue sepultada en su tierra natal de Pernambuco.