Miembros censurados
Que los penes sigan siendo censurados fuera del ámbito gay o el cine independiente es un síntoma del mal acomodo de la masculinidad en los cánones establecidos. Si bien se ha sobreexcitado la anatomía femenina, redondeando senos y sombreando pubis desde la mirada del hombre, resulta de un recato absurdo que en tiempos de fluidez sexual exista tan escasa normalización del desnudo masculino frontal. Como si el sexo del hombre fuera sucio, antiestético o cómico. Un tabú. Disturba la mirada, sube grados de contenido sexual y pone de manifiesto la contradicción: hemos vivido inmersos en una falocracia, pero la visión de un pene hace levantar los hociquillos de unos y otros.
El revuelo causado en la última edición del Festival de Toronto por las secuencias de El rey proscrito en las que el actor Chris Pine muestra su miembro, o la reciente eliminación por parte de Facebook del mítico desnudo de Burt Reynolds sobre una alfombra de piel de oso, dan fe de lo infantil que resulta ese repudio pertinaz de la virilidad expuesta. Hace un par de años, en San Petersburgo colocaron una réplica del David de Miguel Ángel en la vía pública, y una vecina, Inna Lvovna, montó un pollo descomunal. “¿Cómo han podido poner a este tipo sin pantalones en el centro de la ciudad, cerca de un colegio y una iglesia? Este gigante afecta negativamente a las almas de los niños”, se quejó la mujer. Las autoridades, incluido el director del colegio, trataron de convencerla de que no era denigrante ni peligroso, no confundía a los chavales –al contrario– y que se trataba de un desnudo artístico. Pero ella siguió empeñada en vestir al David. El episodio recordaba a lo que pasó con aquel Cristo de la Minerva, esculpido por un maduro y abiertamente gay Miguel Ángel, al que se le acabaría cubriendo el sexo con un pequeño lienzo de bronce. ¿Cómo íbamos a enfrentarnos al pene de Dios, hecho hombre?
Nuestra mirada es hoy mucho más recatada que en tiempos del Renacimiento, cuando el arte europeo abrazó la tradición visual grecolatina del desnudo para ampliarla sin pudor. La Royal Academy de Londres acaba de anunciar para la próxima primavera la exposición The Renaissance Nude, donde podrá admirarse la libertad con la que Rafael, Tiziano, Durero o el propio Miguel Ángel se enfrentaron al cuerpo, idealizado y también envejecido, a veces amanerado, otras cristalino, voluptuoso o sin distinción de sexo y sin rubor. La posición moral, y estética, del desnudo es paradójica. Unos lo utilizan para protestar, y ya aburre, otros para escandalizar, que casi es peor, y así falos y pezones están vedados por las compañías de Silicon Valley con el fin de mantener blanco el mantel, pero en sus propias redes se producen multitud de confusiones y aberraciones respecto a la relación con el cuerpo.
Acaso el día en que no censuremos más penes, la percepción de nuestros cuerpos, y nuestra manera de relacionarnos, sea más sana y nosotros algo más renacentistas.