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Reservado

Por 10 de octubre de 2018 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Ocurrió cuando ya acababan los aplausos. La mujer de la fila de delante se levantó con un cartel adherido al trasero. “Reservado”, se leía. Se escucharon algunas risitas mientras ella miraba confusa a su alrededor, sin entender nada. En unos minutos se había convertido en una especie de intocable, una pantomima de sí misma al haberse sentado en un sitio vedado. Pensé en la multitud de personas que se van de esta vida sin que sus posaderas conozcan el confort de un silla exclusiva, gente de buen conformar que se sienta donde puede, que incluso permanece de pie cuando los vips impuntuales atraviesan la sala para ocupar su puesto; ellas de puntillas para no taconear en exceso, ellos cabizbajos aunque ufanos por pertenecer a esa élite que les garantiza simbólicamente un lugar mejor que el del resto en el mundo.
Hubo un tiempo en que los reservados de los restaurantes tuvieron ascendencia. Pudientes o caprichosos que querían evitar la exposición pública le conferían un aire de privacidad a sus comidas, en las que se suponía que hablarían de cosas importantes. Daba igual que fueran agujeros de madera oscura, sin ventanas, tapizados con estilo masculino, porque lo habitual era que allí conspiraran bigotes y corbatas. Su aire rancio presagiaba el ocaso. Y se impuso lo diáfano. Las élites, cada vez más cuestionadas y radiografiadas, han empezado a despeinarse. A veces veo a ministros viajando en clase turista como acto político en sí mismo. No están cómodos, los escoltas al lado, apretados en el sándwich aéreo, pero no cejan en su intento de ser ejemplares y simular vaciarse de privilegios.
Ríos de tinta se han vertido para advertirnos de los muchos peligros que el populismo esconde, y, en cambio, qué poco se ha glosado ese renovado elitismo –presentado más neutramente como “tecnocracia”– que reacciona contra la culpabilización de las élites de todos y cada uno de nuestros males y ansía alcaldías y gobiernos. En verdad son dos caras de una misma moneda: ambos insisten en que las ideologías han caducado para presentarse como opciones prácticas, convencidos de que las ideas no importan, sólo los resultados. El populismo organiza el Estado como una casa en la que todos deben sentirse cómodos y activos, mientras los tecnócratas sueñan con gobernar como se dirige una empresa de trabajadores eficientes y motivados. El punto en el que chocan es, precisamente, el que atañe al trato de favor: los primeros, partidarios del igualitario “de todos o de nadie”, consideran que es extractivo y antidemocrático, negando incluso la venia a quien lo merece, mientras que los segundos, más que acostumbrados al protagonismo, se benefician de él sin cuestionarlo, creyendo que llevan pegado en el culo el cartel de reservado.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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