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MUJERES OBJETO Y SUJETO

Se advierten cada vez más justificadas quejas de hombres sobre la pasividad amatoria de las mujeres. Todo fue hasta ahora un requerimiento para el varón: “no hay mujer frígida, sólo hombre inexperto”. Pero ¿qué se puede contar a estas alturas de la habilidad sexual de las mujeres? No mucho.

Es insuficiente que la igualdad se cumpla sólo en el trabajo y en el fregadero. La cama forma parte de las equivalencias en el intercambio de papeles y las mujeres han aplazado o descuidado más de la cuenta su debida puesta al día para hacer bien el amor.

No hay libre y gozosa comunicación sin partenaires iguales ni hay orgía  sin receptores y emisores recíprocos. El hombre permanece aún cohibido respecto a estas y otras reclamaciones que ya le corresponden en la reordenación de posiciones respecto al placer, respecto al dolor, respecto a los malos tratos domésticos y respecto a los buenos tratos eróticos. 

La mujer objeto que tanto oprobio significaba para el género femenino no desaparece en tanto la mujer no actúe como mujer sujeto también en el mundo de la alcoba. O, lo que es lo mismo: cuando la mujer no siga esperando que le hagan el amor (y con destreza) sino cuando –como en otros ámbitos-  sea ella también quien lo haga y deshaga con tino y sobrada competencia.

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1 de junio de 2007
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El comienzo de una bella amistad

Viajé toda la noche, dormí mal y poco y me duelen hasta los pies, pero ya estoy de regreso en Buenos Aires. El viaje a Barcelona fue breve, pero tan intenso que hizo que el esfuerzo valiese la pena. Conocí a Félix de Azúa, que resultó un encanto. (A Roncagliolo ya lo conocía, nos vimos cuando pasó por Buenos Aires durante su Alfaguara’s Prize Neverending Tour del año pasado.) También conocí a Eduardo Mendoza, a quien admiraba desde hace mucho y hoy todavía más, desde que hizo realidad un sueño de mi padre: escribir una novela protagonizada por un dentista. Caminé como loco por la ciudad en busca de The Yiddish Policeman’s Union, de Michael Chabon, guiado de librería en librería por Rodrigo Fresán. (O quizás debería decir por Daniel Fresán, que daba grititos de placer y de aliento desde la vanguardia, como mascarón de proa de su cochecito de bebé.) Comí mariscos en el Kiosko Universal. Tomé un café con Juan Gabriel Vásquez, uno de mis escritores latinoamericanos favoritos. Y me reencontré con mi amigo Pasqual Górriz, un fotógrafo maravilloso, con quien hace algunos años toleramos gases lacrimógenos y esquivamos balas en la Palestina ocupada.

Pero lo más emocionante de todo, como ya lo dijo Azúa en su propio blog, fue el encuentro con algunos de aquellos con quienes nos escribimos a diario. Conocí a Caetana, que en efecto sucumbió a la timidez y más que irse, se desvaneció en el aire sobre el final. Conocí al ubicuo Antonio Larrosa. (Estoy empezando a desarrollar una teoría de acuerdo a la cual Larrosa es Dios: porque está en todas partes y porque lo hace todo, menos quizás salvarnos.) Conocí a Serpiente Suya y a Olga Trevijano (que llevaba tiempo desaparecida y sin dar señales, al punto de hacerme preocupar) y a Ana María Berasategui y también a Nicolás. Si hubo alguno más no me enteré, porque nadie más se dio a conocer. Pero soy consciente de haber entablado conversaciones con gente que hablaba como si nos conociésemos de toda la vida, así que mi agradecimiento va también para las tímidas y tímidos que se acercaron el martes a la librería La Central de la calle Mallorca, en el corazón de una de las ciudades que más amo. (Siempre paso corriendo por Barcelona, porque temo que si me quedo un día extra tan sólo por estar, no podré irme nunca más.)

Durante la charla de presentación de los libros del blog, lo escuchaba a Félix –amante de las ideas y de las formas puras, como buen poeta- hablar del carácter fantástico e inasible de la gente que nos lee y escribe a diario, y me decía por dentro: ojala se equivoque, aunque más no sea un poquito. Porque si bien entendía el concepto a que apuntaba (de hecho nos relacionamos a diario con gente sobre cuya existencia no podemos dar fe; yo descubrí, por ejemplo, que al menos dos de los que pensaba individuos eran la misma persona), el efecto que tienen sobre mí es emocional, y por lo tanto clara, inequívocamente real. Supongo que lo que necesitaba era certificar que existían. Lo haya querido o no, Félix lo certificó también: sus seguidores son legión, es obvio que lo veneran. A Santiago también lo trataron de maravillas, por fortuna aquellos que lo maltrataron hace tiempo por no apreciar a Bob Dylan cantaron ausente. En lo que a mí respecta, encontrarme cara a cara con personas que hasta ayer eran tan sólo noms de plume fue una experiencia tan extraña como satisfactoria: sorprende sentir que fluyen de uno sentimientos de empatía, de afinidad y de afecto hacia rostros que hasta ese momento eran por completo desconocidos.

Vivimos en sociedades que tratan de apartarnos de los demás, contradiciendo al poeta que creía que no man is an island: por el contrario, los poderes de este mundo apuestan a hacer de cada uno una roca solitaria en medio de la mar. Una de las cosas que yo esperaba de la experiencia de El Boomeran(g) era la ruptura de este encapsulamiento, la posibilidad de crear comunidad. Ahora sé que hice bien en tener fe. Ojala aquellos que estuvieron y los que quisieron estar aunque no hayan podido se sientan parte de algo bello, porque eso es lo que me han regalado: la maravillosa sensación de no estar solo, de saberme acompañado e interpelado a la vez, de formar parte de algo que es mucho más interesante que nuestras individualidades. Gracias a todos ustedes, y por supuesto también a la gente que hizo posible el encuentro: Basilio Baltasar, Giselle Etcheverry Walker y Ximena Godoy de La Oficina del Autor, Gerardo Marín y Yolanda Cortés de Alfaguara, y también la gente de la librería La Central.

Como diría Claude Rains en el final de Casablanca: ojala esto sea es el comienzo de una bella amistad

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1 de junio de 2007
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VAMPIROS DEL SUR

Esos seres solitarios, errantes y enfermos de eternidad no parecen criaturas del Sur. Los vampiros nos llegaron del Norte, de los fríos, las nieves, los inviernos y la vegetación rampante por los castillos del centro o del norte de Europa. Sin embargo he vuelto al mundo de los vampiros, de los fantasmas, de los seres fantásticos por una novela que vino del calor. El sevillano adoptivo, el manchego, Juan Antonio Maesso acaba de publicar una novela vampírica que transcurre en los calores sevillanos, en esa hermosa ciudad que nunca había imaginado tan inquietante. La novela se llama Simón y Sophie. La condena del vampiro. Sus extraños seres transitan por una ciudad que “cuando llueve nada, y cuando hace sol todo apesta” es un buen escenario para los vampiros de nuestro tiempo. Hasta los murciélagos del Alcázar me parecen más inquietantes después de leer su novela.

Este amante de la belleza, del misterio, seguidor de Nosferatu, del doctor Caligari, Sheridan Le Fanu, Robert Graves, Poe, Lovecraft o Borges, con su novela ha conseguido varias cosas en éste lector: las ganas de escuchar El holandés errante y el deseo de volver a las lecturas de la literatura fantástica. Los maestros Bioy y Borges hace ya muchos años que nos hicieron comprobar lo rico y amplio que es el mundo de la narración fantástica. Volvía a su antología, volvía a los cuentos largos, los muy cortos, algunos tan genialmente inquietantes como ese relato de Thomas Bailey Aldrich, llamado “Sola y su alma”: “Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto… golpean a la puerta”.

Fascinante mundo con libros clásicos, de autores tan seriamente crédulos como ese, para mí desconocido, Don Agustín Calmet, del que buscaré su Tratado sobre los vampiros. Un género, el fantástico, que supo seducir a algunos de los mejores narradores del siglo XIX, del XX y que lo seguirá haciendo en el XXI. Ya lo decía una de las grandes escritoras americanas, Edih Wharton, una de las que mejor se supo acercar a los fantasmas, en los que no creía pero la daban miedo. Como aquellos de las brujas y los gallegos.

También fue la querida, admirada, Wharton la que aseguró que a los fantasmas tampoco le hacían falta algunos de sus tópicos, que “a los fantasmas no los aleja la aspiradora o la cocina eléctrica sino el ruido y el apresuramiento; lo que el espectro necesita no son pasadizos y puertas ocultas detrás de los tapices, sino continuidad y silencio”. Yo creo que a los vampiros les pasa lo mismo. Al menos yo he disfrutado con estos vampiros al sol de Sevilla. Y me ha dado una incontenible sed. Menos mal que está inventado el bloody Mary, algo es algo.

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31 de mayo de 2007
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DECISIONES

La emoción, la intuición, la corazonada, han ganado crédito incluso en las tesituras de importancia mayor.

Por una u otra razón he leído en  textos de psicología, estrategias profesionales o elecciones de cualquier clase, que cada vez priman más los mágicos consejos del corazón.

La gente que se rige ante todo por la reflexión parece arriesgarse más que quien pone oído a lo que le dicta un tercer sentido relacionado con lo irracional. ¿Será pues la razón un instrumento demasiado viejo? ¿Habrá llegado el momento en que la herencia de la Ilustración se haya vuelto impertinente para entender y entenderse en una realidad crecientemente saturada de azar y sensibilidad?

El tercer sentido sucede a los escalones del sentido común y la sensatez personal, educados todos en ponderaciones tradicionales sobre el bien y el mal, la salud y la enfermedad. El bien era aquello precavido y contenido; el mal se representaba por lo impulsivo y desabrochado.

La situación del mundo, el estado de la cultura ha cambiado, sin embargo, los procesos largos por los plazos cortos y la lentitud por la celeridad.

En estas circunstancias, la reflexión se acomodaría con un estadio de cambios premiosos y la intuición con el máximo apremio. No hay que establecer juicios sobre qué debe estimarse mejor o peor. Lo decisivo consiste en cómo actuar para sobrevivir. En medios relativamente estables una detenida reflexión contribuye a tomar las decisiones apropiadas pero lo acorde con la inestabilidad será el aguzamiento de la vista y el disparo de la intuición. Lo aventurado no residirá en la premura; el riesgo mortal procede del recreo en la meditación. Todos los santos, los filósofos, los grandes pensadores, desaparecen como desgranándose en la morosidad de su circunspecto quehacer.   

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31 de mayo de 2007
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LOS POLLEROS

Uno imagina que entre los negocios ilícitos que afligen al continente americano, el narcotráfico tiene una corona indisputable. Pero no. El negocio de los polleros le pisa los talones. Y sino saben este nombre, apréndanlo: los polleros son quienes manejan las redes del tráfico de indocumentados que buscan traspasar la frontera de México con los Estados Unidos, y sus ingresos se calculan en 10 mil millones de dólares al año, según un equipo de investigación de la Universidad Autónoma Metropolitana de México.

Los negocios que siguen en rentabilidad al de los polleros son la explotación sexual y la pornografía infantil, que tienen también sus reinos en las poblaciones fronterizas al norte y al sur de México, pues en la frontera con Guatemala bulle también una intensa actividad delictiva relacionada con el tráfico de inmigrantes ilegales.

Los polleros se hallan organizados en unos 120 grupos, que pertenecen a carteles internacionales que se ocupan de todo el proceso, desde captar al candidato a ser trasegado en su país de origen, hasta ponerlo al otro lado de la frontera, en territorio de Estados Unidos.

Pero no hay ninguna lealtad con el cliente. En muchos casos los emigrantes son abandonados a su propia suerte, al atravesar el río Grande, o en media travesía del desierto, o los dejan hacinados en vagones de ferrocarril y en contenedores de furgones, ya cobrado el precio del viaje clandestino.

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31 de mayo de 2007
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La presentación en el Templo

Ayer, 29 de mayo, se presentó en la librería La Central de Barcelona el libro Abierto a todas horas, una selección del blog que aquí todos conocen. Se presentó también el blog de otros dos amigos de El Boomeran(g), Santiago Roncagliolo y Marcelo Figueras. Los introdujo Eduardo Mendoza, el más escéptico de los escritores, acompañado por Basilio Baltasar. Fue muy divertido.

Para mí fue, además, emocionante.

La nebulosa de los que comparten este blog, esos nombres falsos perfectamente verdaderos, de pronto comenzó a tener cuerpo. Hasta ahora era un alma. Una sola. Una voz única, aunque coral. Para los que sean musicales, la voz única y coral era polifónica, pero componía un sólo canto. Ayer ante mis ojos las voces comenzaron a individualizarse como en una película de Harry Potter.

Os parecerá una pedantería, pero ese proceso es el que transformó la ópera a finales del siglo XVIII. La ópera anterior a Mozart no construye personajes individualizados, aunque lleven nombres como Orfeo o Julio Cesar. Las voces no expresan la personalidad, sino el contenido pasional, histórico o ideológico de los personajes. Con Mozart las voces toman cuerpo y se hacen individuales. Don Giovanni puede dudar, puede tener oscuridades en el alma, puede ser "psicológico". Y también la Condesa y Zerlina y Doña Elvira. Todos los personajes adquieren cuerpo individual, contradicción, vida espiritual, carácter.

Ayer, en la presentación del libro, me pareció vivir el paso de Monteverdi a Mozart a velocidad de vértigo. Las voces que conocía como encarnaciones puras de la Idea, de pronto dejaron su parte angélica (o demoníaca) y se hicieron humanas.

Lloré mucho de los ojos.

Una mezcla explosiva de temor y agradecimiento.

Porque ahora sé que sois mortales.

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30 de mayo de 2007
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CLÁSICOS

Dos sobres en mi buzón: la revista francesa Le magazine littéraire dedica su tapa a “Julien Gracq, le dernier des classiques” y Ñ, la revista de cultura del diario argentino Clarín propone en la portada “Onetti, la poesía del fracaso”. Nada que ver: son dos escritores con ningún vinculo obvio pero creo que son dos maestros y, además, dos personas que conocí alguna vez en mi vida.

Gracq está vivo. Tiene 97 años. Vive cerca del río Loire. No ha publicado nada en los últimos quince años y dice muy claramente en la entrevista que no publicará nada en adelante. Y a pesar de esto, queda como la figura mayor, digna e inalcanzable de las letras francesas. Fue el primer escritor incorporado durante su vida en la “Bibliothèque de la Pléiade”. La revista le dedica un número que es un homenaje inmenso. Sé que Gracq es un desconocido en el mundo hispanohablante. Su literatura es la del clasicismo dominado: una literatura de fragmentos a partir de la lectura de los maestros. Sobre Chateaubriand, sobre Rimbaud, sobre todo el siglo XIX, Gracq tiene la última palabra sin pretender tenerla. El mejor de estos libros es En lisant en ecrivant (Al leer al escribir) que es imposible de resumir. Gracq es un clásico por acercamiento continuo a los clásicos.

Me parece que Onetti es todo lo contrario. Llegó a ser un clásico con novelas que contaban la búsqueda del prostíbulo perfecto. Su lenguaje, directo, muy inspirado por la literatura policíaca, fue una renovación/creación del castellano. En la revista hay también una entrevista, con Dorotea Muhr, la viuda del escritor. Es solo una página pero llena el corazón de tristeza. Es la gran historia del exilio. Dolly (su apodo) dice que iba a Montevideo para fotografiar las calles cuando Onetti vivía en España sin posibilidad de volver a su país. Todo lo contrario de Gracq, por supuesto. Onetti no buscó a los clásicos sino al hampa triste del cono sur, para hundirse en el humo de una confitería donde sonaba un disco de Gardel. Escribir algo perfecto era para él inalcanzable. Dolly dice que Onetti hablaba a veces en sueños y se despertaba preguntándole si recordaba sus palabras. “Yo le contestaba que no y él me lo reprochaba diciéndome que era una lástima porque este sueño era un cuento perfecto”…

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30 de mayo de 2007
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El gato

Desde que mi esposa me abandonó por el coach, me había sentido muy solo. Hasta que conocí a Alejandra. Creo que Alejandra sería mi mujer ideal de no ser por un problema: su gato.

Nuestra relación fue perfecta mientras no tuvimos que ir a su casa. Cenitas, cines, bailes. Todo lo que hacíamos en exteriores era como una chispa de magia entre los dos. Y a la vez, lo tomábamos con calma, sin necesidad de apresurarnos, conscientes de ir lento pero seguro. Finalmente, llegó la noche de la consagración. Al terminar nuestra cita, la acompañé a la puerta de su casa. Y ella me invitó a subir.

Empezamos a besarnos en el sofá y, cinco minutos después, ya estábamos quitándonos la ropa. Ella empezó a emitir un gemido sordo, como un ronroneo amargo cada vez más intenso. Al principio, el sonido me excitaba. Tras unos minutos descubrí que no provenía de ella sino de un bulto negro que sobresalía de la alfombra.

-Ah –sonrió Alejandra al ver que me había detenido-. Él es Fufi.

Fufi era una especie de tigre de Bengala en miniatura que me miraba fijamente desde el suelo con odio visceral mientras rumiaba ese sonido amenazador. Pero Alejandra hundió su cabeza en mi cuello y yo decidí olvidarme de él y concentrarme en el sostén de ella. Acometía el forcejeo con el broche y estaba a punto de abrirlo, cuando sentí un lanzazo en la mano, como si me hubieran marcado con un hierro caliente, y salté en retroceso.

-¿Qué pasa? –dijo Alejandra.

Yo me miré la mano. Tres surcos rojos la recorrían desde los dedos hasta la muñeca. Fufi me observaba atentamente sin dejar de emitir su gemido.

-Tu gato me ha atacado.      

Alejandra me observó con incredulidad.

-¿Fufi? Será que está celoso. Pero es bien bueno. Ven acá.

Traté de reanudar la batalla, pero el gato no dejaba de mirarme desde su siniestra oscuridad. Cuando acercaba la mano a las zonas de riesgo, aumentaba el volumen. Después de algunas escaramuzas y retiradas, tuve que rendirme.

-Escucha –dije-, creo que no me siento muy bien. Mejor lo intentamos otro día.

Para nuestra siguiente cita, le propuse a Alejandra cocinar para ella un pescado al horno. Pero fui armado de una tableta de Ketalar, un tranquilizante para gatos infalible. Mientras cocinaba, pulvericé una pastilla sobre el plato de galletas de Fufi. Como esperaba, el gato se comportó muy bien durante toda la cena. Y sin embargo, no se durmió. Al contrario, después de comer, yo empecé a sentirme mareado, atontado. Busqué las pastillas. Ya no estaban en mi bolsillo. Traté de mantenerme despierto. Balbuceaba. Tropecé y caí sobre un sillón. Antes de cerrar los ojos definitivamente, creo haber visto a Fufi escondiendo la tableta. Levantaba la alfombra con el morrito y ocultaba su botín con la pata, feliz de su victoria, el muy canalla.

Alejandra empezaba a impacientarse por mi actitud, así que me sentí obligado a una acción de alto impacto. El día de mi siguiente visita, le llevé un gigantesco ramo de rosas y unas entradas para un concierto. Pensaba sorprenderla, llevarla al concierto y luego invitarla a mi casa. El plan perfecto.

Esta vez, Fufi me esperaba en el ascensor. Nada más abrirse la puerta, saltó sobre mí, destrozó el ramo, se comió las entradas y acabó con mi ropa. Alejandra estaba frente a mí cuando se abrió la puerta del ascensor. Pude ver cómo se borraba su sonrisa antes de escuchar:

-Veo que ya ni siquiera te arreglas un poco para venir a verme.

Amigos, estoy desesperado. Esto se ha convertido en un duelo de honor del que sólo uno de los dos saldrá con éxito. Pero no sé cómo derrotar a ese animal. Necesito consejo, necesito ideas. Los necesito a ustedes. Por favor, díganme qué hacer.

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30 de mayo de 2007
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LA MARCA DEL CORAZÓN

Los anuncios en la televisión tienen los días contados. Puede sonar como una paradoja cuando una última disposición legal permite entrometerlos cada 30 minutos en vez de cada tres cuartos de hora pero la condena existe. Un anuncio que incomode es un contra-anuncio. Un spot que irrite perjudica tanto al espectador como al producto.

No son buenas o malas las inserciones comerciales de acuerdo a sus mejores o peores contenidos sino también respecto a su contexto. Interrumpiendo una película el anuncio provoca aversión. Rechazo al género publicitario y a la marca que se enarbola. Nada más contradictorio con el propósito de seducir que molestar; nada menos apropiado para crear clientes que sembrar enemigos.

De otra parte, la televisión la ven cada vez menos jóvenes y con el tiempo menos gentes con notable potencialidad compradora. En su lugar gana prestigio el universo de las películas.

Una publicidad descarada en un film perturba la visión del espectador, pero una marca integrada en el desarrollo del guión se asimila a la vez que el argumento. Pero, además, personalizando al protagonista llega a convertirse en una referencia persuasiva.

En los festivales de cine, las alfombras rojas cumplen ya el papel de grandes pasarelas y la disputa ha llegado a ser tan intensa que hasta el último momento saltan pujas entre las casas de diseño para que la actriz o el actor porten una u otra indumentaria.

A continuación, en la sala, se proyecta la película.

Armani hizo de todo el vestuario de Los Intocables un vasto despliegue de su colección, y las camisas, los trajes o las corbatas se solicitaban en los establecimientos mencionando a los personajes.  Antes que Armani, Hubert de Givenchy vistió a Audrey Hepburn en Sabrina y también Roger Vivier calzó a Catherine Deneuve en Belle de jour. Desde entonces los zapatos conocidos como el modelo “Belle Vivier” se siguen beneficiando de aquel glamour. Los chalecos o las botas en el vestido de la mujer, la rebeca o el pañuelo atado al cuello, fueron moda a partir de diferentes películas.

En Cannes, hace unos días, el film de Wong Kar-Wai (In the Mood for Love, 2046), My Blueberry Nights, llegó cuajado de vestidos y equipajes Louis Vuitton. Wong propuso a Vuitton una estrecha colaboración tratándose de una película de viaje. Se trataba de un viaje interior pero ¿qué puede distinguir un periplo del otro si la marca va y viene, se apega, identifica, ama, se estremece, actúa como un verdadero actor o una conmovedora historia?

Sobre la publicidad, los consumidores actuales hemos aprendido mucho. Ahora se trata no de seguir considerándola como un producto del mercado sino del corazón. Los creativos de la publicidad son hoy tan geniales o más que los artistas, tanto o más eficaces que las factorías tradicionales de la emoción, tanto o más espabilados que nuestros sueños.

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30 de mayo de 2007
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Se armó la gorda

Pocas cosas más creativas que el habla coloquial. El domingo, un artí­culo de Marina Aizen en la revista del diario Clarí­n informaba sobre la existencia de un libro colorido ya desde el tí­tulo: Che, boludo. Se trata de una compilación que James Bracken, oriundo de Colorado y actual morador de la sureña ciudad de Bariloche, hizo de los modismos con que los argentinos en general y los porteños en particular solemos expresarnos. Subtitulado A Gringo´s Guide to Understanding the Argentines, el libro traduce expresiones muy imaginativas, como "loma del orto" (es decir, un sitio muy lejano) o "pegar un tubazo" (llamar por teléfono), tanto literalmente -"the hill of the ass" queda muy gracioso- como informando sobre la mejor forma de usarlas. Esto se torna dificultoso con palabras como el "boludo" del tí­tulo, que según el contexto puede ser un insulto, una descalificación o un término afectuoso.

A pesar de lo alambicadas que pueden resultar expresiones como "sacar el cuero" (esto es, hablar mal de alguien a sus espaldas), a Bracken le sorprendió descubrir cuán frontales podíamos ser los argentinos. Viniendo de un país que es hoy el reino del eufemismo (donde a un petiso, recuerda Marina Aizen, se le dice "persona con limitaciones de altura"), a Bracken la franqueza argentina le resultó divertida... y hasta rendidora, ahora que su librito vendió miles de ejemplares -su madre lo vende por Amazon a 12,50 dólares- y que también prepara un segundo volumen.

Me trajo a la memoria una vieja sección del diario Buenos Aires Herald, de la que solía hablarme durante el secundario mi amigo Alejandro Figueroa. La sección se llamaba, si no recuerdo mal, Ramón Writes. Y allí­ el Ramón del tí­tulo trataba de traducir al inglés nuestras más intraducibles expresiones. Así, "se armó la gorda", que significa que estalló un problema serio, se convertía en "the fat one armed herself".

Ojalá algún día, como ya dije hace tiempo, se compilen todas las expresiones de este tipo que abundan en nuestro continente idiomático, de México a España, de Colombia a Chile. Me parece uno de los sitios más claros en los que volcamos nuestra natural creatividad. Y ojalá sea rápido, antes de que aparezca otro norteamericano como Bracken y vea el filón primero y entoncemos caguemos la fruta. (O para usar la traducción del librito: "to shit the fruit".)

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30 de mayo de 2007
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El Boomeran(g)
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