Félix de Azúa
Ayer, 29 de mayo, se presentó en la librería La Central de Barcelona el libro Abierto a todas horas, una selección del blog que aquí todos conocen. Se presentó también el blog de otros dos amigos de El Boomeran(g), Santiago Roncagliolo y Marcelo Figueras. Los introdujo Eduardo Mendoza, el más escéptico de los escritores, acompañado por Basilio Baltasar. Fue muy divertido.
Para mí fue, además, emocionante.
La nebulosa de los que comparten este blog, esos nombres falsos perfectamente verdaderos, de pronto comenzó a tener cuerpo. Hasta ahora era un alma. Una sola. Una voz única, aunque coral. Para los que sean musicales, la voz única y coral era polifónica, pero componía un sólo canto. Ayer ante mis ojos las voces comenzaron a individualizarse como en una película de Harry Potter.
Os parecerá una pedantería, pero ese proceso es el que transformó la ópera a finales del siglo XVIII. La ópera anterior a Mozart no construye personajes individualizados, aunque lleven nombres como Orfeo o Julio Cesar. Las voces no expresan la personalidad, sino el contenido pasional, histórico o ideológico de los personajes. Con Mozart las voces toman cuerpo y se hacen individuales. Don Giovanni puede dudar, puede tener oscuridades en el alma, puede ser "psicológico". Y también la Condesa y Zerlina y Doña Elvira. Todos los personajes adquieren cuerpo individual, contradicción, vida espiritual, carácter.
Ayer, en la presentación del libro, me pareció vivir el paso de Monteverdi a Mozart a velocidad de vértigo. Las voces que conocía como encarnaciones puras de la Idea, de pronto dejaron su parte angélica (o demoníaca) y se hicieron humanas.
Lloré mucho de los ojos.
Una mezcla explosiva de temor y agradecimiento.
Porque ahora sé que sois mortales.